Una de mis hijas

Ella me preguntó como era que se masturbaban los hombres y yo le respondí que igual que la película, ella comenzó a masturbarme lentamente mientras me miraba con cara de traviesa, lo que me dijo que por fin iba a desvirgar a mi hija.

Me llamo Miguel y tengo 44 años, vivo en Méjico hace unos años desde que nos mudáramos con mi mujer y mis 2 hijas por razones de trabajo. Mi esposa es una mujer que es muy atractiva y que se ha conservado muy bien con la edad, pero he empezado a notar un cierto desgaste en la relación y ya no disfruto del sexo como antes. Tengo 2 hijas, Verónica de 19 años y Marcia de 18. Verónica mide 1.65, tiene el pelo castaño y los ojos marrones, y aunque es un poco rellenita tiene unos senos bastante grandes y un culo bien duro y parado. Todo comenzó hace unas semanas, estábamos solos ella y yo en casa, yo miraba la televisión mientras ella se duchaba pero de repente oí que me llamaba desde el baño. • ¡Papa!, ¿Me alcanzas una toalla? Dijo ella... Yo me enojé un poco por tener que dejar el televisor pero fui, se la alcancé, cuando se la estaba llevando la encontré desnuda en la puerta del baño, toda mojada esperando por la toalla. Cuando la vi, inmediatamente me percaté de que mi hija ya era una mujer, todo su cuerpo estaba mojado y quizás por efecto de la ducha sus pechos estaban muy parados y firmes. Se podía ver entre sus piernas un pequeño y bien afeitado triangulo de pelo que señalaba la entrada a su virginal concha. Me quedé embelesado un momento contemplándola, pero ella pareció no darse cuenta y luego de tomar la toalla de mis manos se metió de nuevo al baño para vestirse. Esto me dejó con la pija muy dura y unas cuantas ideas nuevas en la cabeza. Al principio intenté olvidarlo pensando que seria una locura tener algo con mi propia hija pero con el paso de los días comencé a pensar cada vez más en ella, hasta el punto de la obsesión. Finalmente me decidí a concebir un plan para poder gozar con mi hija y lograr ese deseo incontrolable que tenia dentro mío. Solo me tomó unas horas pensar todo y luego me dispuse a llevarlo a cabo y cumplir mi fantasía. El sábado de esa semana mi esposa y Marcia, decidieron ir a un cumpleaños familiar, Vero desdeñó la invitación por no llevarse bien con la festejada y yo me quedé con la excusa de acompañarla. Luego de cenar nos decidimos a ver la televisión en el sofá los 2 juntos, y era allí donde mi plan daba inicio. Vero llevaba un buzo de color rojo y un pantalón tipo calza negro tan ajustado que realzaba su hermoso y firme culo y también me permitió darme cuenta que no llevaba bombacha lo que contribuyó a aumentar mi excitación. Luego de que nos sentáramos en el sofá, ella se acurrucó a mi lado poniendo su cabeza en mi pierna, lo que me ocasionó una monumental erección que por suerte ella no descubrió. Decidí comenzar mi plan preguntándole si quería ver otra película a lo que ella respondió afirmativamente y me preguntó que podíamos ver. • Bueno, como no está tu madre puedes elegir lo que tú quieras a condición de que ella no se entere. • ¿Podemos ver lo que sea? Dijo ella con una sonrisa picara en el rostro • Si, lo que tú quieras. • Bueno, entonces me gustaría ver una porno. Yo agradecí por mi buena suerte, ya que ella misma había caído en la trampa haciéndome todo mucho más fácil. Procedí a poner la película y al poco rato ella comenzó a excitarse tanto que se metió una mano en su calza y empezó a masturbarse, yo sin perder el tiempo me bajé el pantalón y el calzoncillo dejando al aire mi durísima verga en todo su esplendor. En el momento que la vio ella me dijo que era la primera vez que veía una en directo, entonces yo le pregunté que si era virgen a lo que ella respondió que si. En ese momento estaba loco de deseo y me fue muy difícil mantener la cabeza fría y continuar con el plan. Yo le dije si quería tocarla y ver como se sentía a lo que ella respondió tomando mi pene con sus manos suavemente. Ella me preguntó como era que se masturbaban los hombres y yo le respondí que igual que la película, ella comenzó a masturbarme lentamente mientras me miraba con cara de traviesa, lo que me dijo que por fin iba a desvirgar a mi hija. Al rato paró de pajearme con sus manos y se metió todo mi pene en su boca y comenzó a hacerme una estupenda mamada, y a pesar de ser virgen no lo hacía mal. Luego de un rato le dije que se quitara la ropa y se pusiera sobre mi en el sofá haciendo un 69. Ella lo hizo en el acto y allí comenzamos una espectacular sesión de sexo oral. Mientras ella devoraba toda mi pija con gran avidez, recorría con mi lengua todos los rincones de su virgen concha, que despedía un aroma a gata en celo que solo aumentaba mi excitación. De repente sentí que eyaculaba y luego de avisarle ella se metió todo mi pene en su boca succionando toda mi leche de una manera que nadie me lo había hecho jamás. Luego de eso, la acosté en el suelo y metí mi pene ya flácido entre sus senos para hacerme una paja cubana y poner mi pija en forma de nuevo. Mientras hacia esto ella se metía varios dedos en su vagina para continuar lo que yo había empezado con mi lengua. Después de un rato de pajearme con sus enormes tetas, hice que abriera las piernas y comencé a penetrarla lentamente. Ella comenzó a gemir como desesperada y de repente rodeó mi cintura con sus piernas y me empujó hacia ella haciendo que la penetrara de una vez. Antes de darme cuenta toda mi pija estaba dentro de ella y de su himen solo quedaba el recuerdo. Yo comencé un rápido mete y saca mientras ella me besaba, a lo que yo respondí intensificando mi ritmo y apretándola con más fuerza contra mi cuerpo. Mi pene se sentía como dentro de una cálida, húmeda y sobre todo estrecha cueva, lo que encendía aún más y me impulsaba penetrarla con más intensidad. Luego de continuar gozando así por un buen rato, Vero comenzó entre temblores a experimentar el primer orgasmo de su vida, yo decidí acompañarla y empecé a eyacular dentro de ella. Al sentir esto ella apretó con más fuerza sus piernas contra mi cintura y durante unos segundos nos fundimos uno con el otro, en el clímax del mejor sexo de nuestras vidas. Después de terminar nos quedamos desnudos y abrazados en el suelo hasta que me preguntó. • ¿Podemos repetirlo otro día papi? • Todas las veces que quieras. • Quiero que me hagas gozar más cada vez, ¿lo harás? • Claro, lo que tú quieras.