Una de canes 2

Segunda y última parte de una breve historia sacada de contexto. O no

A las siete de la mañana, apenas amanecido, ya estaba otra vez en el sendero. Después de saludar y hablar a otras personas que ese día sí estaban por allí, aligeré el paso buscando a un lado y otro del camino. Pero no había nadie. Me sentí frustrado y enfadado. ¿Qué se había pensado aquella bruja?. ¿Quién se creía que era para hacerme sentir así?. Y sobre todo, ¿por qué coño me había dado plantón?. Mi cabreo fue creciendo hasta que, sin darme cuenta, ya estaba de regreso saludando a los de siempre.

"Un mal sueño", estuve pensando todo el día. Algo que no se iba a repetir. Porque no quería y porque... Aquello me sacaba de quicio. Y porque no sabía cómo hacerlo ni donde estaba la bruja.

Pero no tuve que esperar más. La siguiente mañana, en pleno acceso al sendero, saludando a unos y otras, allí estaba aquella mujer, hablando con todos como si se concieran de toda la vida.

  • Ahí llega - escuché que decía -. Siempre tan puntual -. Me cogió del brazo, como si fuésemos pareja, apartándome de cualquier conversación. Reparé que llevaba una pequeña mochila colgada en la espalda y que colocó enseguida en la mia -. ¿No esperarías que la iba a llevar yo?. ¡Bat! -. Y llegó su perro subiéndose a mi pierna, la soltó y salió corriendo con mi perra.

Me sentía en el cielo con la cadera de esa mujer frotándose con la mia, tomado por el brazo que me pegaba a ella y con el pene tan duro que iba a reventar. Me dolían los huevos de lo excitado que estaba.

Metió una de sus manos por el pantalón y apretó tan fuerte de los testículos que me dobló.

  • Mantén la compostura, perrita, aún no nos han perdido de vista -. Y siguió apretando. Intenté retirarme de ella y aún apretó más -. Ni se te ocurra o hago que Bat te folle aquí mismo -. Mi cielo desapareció de un plumazo.

Me arrastró hasta a unos arbustos al filo del camino, dejando libre la presión en los huevos. Aproveché para tomar aire sin saber lo que me esperaba con su cara tan cerca de la mia que podría haberla lamido. Y de repente me encontré encogido en el suelo con las manos intentado aliviar en vano el rodillazo en los huevos que me había derrumbado y permitido que desapereciecen el boxer y los pantalones. Levanté el culo, pegando las mejillas entre las ramas para que Bat entrase en mi y se desahogase con su perra. Aquella bruja siguió su paseo con mi mascota, como si aquello no fuese con ella, dejándome tirado y llevando la polla canina a mi entrada babeando tanto como el propio perro. Asustado porque me descubriesen, reculaba tanto como embestía la mascota de aquella mujer. Bat se separó de mi, sin correrse, para ir corriendo en busca de su dueña.

Pensé en ese momento que hasta un perro me dejaba abandonado. Primero ella, después su perro y, sorpresa, también mi perra. Estaba a punto de masturbarme, pero recordé dónde estaba y en qué condiciones. Me adecenté y salí a cuatro patas de los arbustos, aún con la mochila en la espalda. Tuve la sensación de que el peso había aumentado considerablemente. Aligeré el paso para alcanzar a aquella mujer y decirle de una vez lo que tenía pensado. Menuda bruja.

  • Buena perrita, a mi lado como me gusta -. Soltó la tia.

  • Escucha bien lo que voy a decirte. No sé quién te has pensado que eres ni por qué me estás haciendo esto, pero sí se que se ha terminado -. Salió el macho que llevaba dentro, como no podía ser de otra manera -. Así que sigue sola y busca a otro al que putear. Yo me largo con mi perra.

Inexplicablemente seguí caminando a su lado, esperando una respuesta que llegó enseguida. Cuando lo que tendría que haber hecho era largarme de una vez.

  • Es evidente que esperas unas explicaciones, una conversación... Esas cosas, pero no vale la pena, porque vas a hacer lo que a mi de la gana. Si te gusta o no me trae sin cuidado.

No esperaba ninguna respuesta decente, aunque su seguridad, su altivez me dejó descolocado.

  • ¿Acaso crees que todo esto es normal? -. Menuda pregunta más tonta solté. A decir verdad, no tenía argumentos, a pesar de todo lo que me había preparado.

  • ¿Normal para quien?. Porque para mi sí que lo es, perrita... -. Terminó su respuesta colocándome un ancho collar de cuero negro y del que salía una cadena que sujetó con su mano. Debí salir corriendo -. Anda, colócate detrás de mi -. Estiró de la cadena hacía atrás, situándome dos paso detrás de ella y continuó caminando -. Así no volverás a escaparte.

Rezaba para no encontrarnos con nadie mientras caminaba detrás de la bruja al ritmo que ella imponía y que no era precisamente rápido. Se me llegó a pasar por la cabeza que lo hacía para inquietarme con ese pensamiento de cruzarnos con alguien. Pero no pasó. Nos adentramos por un camino más estrecho durante unos minutos más y nos paramos debajo de un árbol rodeado por paleza, un pequeño claro cubierto de hierba y sobre ella un grueso tronco caido sin ramas y la corteza aún intacta. ¿Cómo habría encontrado ese rincón?.

  • Vengo por aquí más de lo que imaginas, perrita -. Cada vez me asustaba más, ya hasta me leía la mente.

Reconozco que el sitio era precioso, casi sacado de un cuento y a la vez uno de esos lugares donde pasan cosas extrañas. Descargué la mochila y la dejé apoyada en el tronco caido observando a mi perra que correteaba por de un lado a otro, explorando el nuevo descubrimiento.

Y otra vez me encontré en el suelo, con la espalda sobre la hierba, derribado por un empujón que me hizo tropezar con el árbol caido. Aún me preguntaba cómo había terminado ahí cuando una fuerte patada en los huevos, otra vez, me dejó casi desmayado. Otra patada me hizo perder la noción de todo.

No sé de dónde sacaba tanta fuerza aquella mujer, de la que nunca he sabido su nombre. El caso es que me encontré desnudo, tumbado boca abajo sobre la áspera corteza del tronco, los brazos colgando a ambos lado y sujetos a una bara metálica que lo atravesaba por debajo en un ligero surco que alguien había hecho. Las piernas estaban también a ambos lados del troco, como si lo estuviese montando y sujetas por los tobillos a otra barra. La pelvis quedaba al aire, con los testículos libres y la polla arañada por la corteza.

  • Calladito estás mejor. Solo sabes decir tonterías, perrita -. Y noté el sabor a flujo en la braguita con la que me había tapado la boca. Joder... Ella también estaba desnuda. Menuda diosa tenía delante. ¡Y cómo la odiaba!.

Pasó una de sus piernas sobre el tronco, sentándose sobre mi mejilla, moviendo la cadera para dejarme marcada la otra mejilla, paró y empezó a derramar su orina sobre mi. El liquido entraba por la nariz, atragantándome, y empababa la braguita cuando se abría paso por la boca. El resto rebalaba por sus piernas y el árbol creando un diminuto charco.

  • Ahora a conocer mi sabor, mi olor y mi humedad, perrita.

Se retiró dejándome las marcas de la corteza en la mejilla, empapada la cabeza y el interior de ella. Los pulmones sabían a la bruja, el estómago estaba llena de ella. El paladar me recordaba que ya la tenía totalmente en mi.

  • ¡Bat!, ¡Kai!, ¡Stak! -. ¿Kai, Stak?. ¿Qué era eso? -. ¿Te gusta las mascotas que me han prestado? -. Una fuerte palmada en los huevos que los golpeó contra el tronco hizo que dejase de hacerme preguntas tontas -. ¿Te acuerdas de esas chicas al borde del camino?. Sí, esas que no me quitaban el ojo de encima. Pues resulta que estaban agobiadas porque sus perros querían tirarse a cualquier perra que pasara por allí, incluida la tuya. Han pasado cerca hace un poquito y he conseguido que se fiasen de mi -. ¿Cómo no? -. Y aquí están, listos para vaciarse en el recipiente que les he preparado. ¡A que es una pasada!. Pero antes una cosilla, tienes que aprender a comer.

Se apartó de mi, sacó un arnés de la mochila y se lo sujetó a la cintura. Se sentó sobre el tronco sin importarle la aspereza, apuntándome con aquella polla y me dijo "escupe". No entendí aquella orden. Levantó la cabeza estirando del pelo. "¡Escupe!". Saqué como pude su braguita de la boca, abriendo y cerrando la mandíbula.

  • ¡Traga y come! -. La metió entera hasta la garganta, empujando de la cabeza para que no la moviese. Mis intentos por escaparme no hizo más que arañar mi cuerpo con la aspereza del tronco. Paré de moverme. Pero no llegó el alivio que buscaba -. ¡Bat!, ¡Ya!. Tiene que enseñar a los otros la entrada del recipiente.

Abracé el tronco con brazos y piernas buscando el consuelo a las náuseas que me convulsionaban. Y la polla de Bat volvió a llenarme, vaciándose antes de los que pensaba. La presión de su esperma llegó hasta el último rincón de mis intestinos. Sus uñas dejaron de arañarme la espalda y salió de mi, igual que el dildo que me llenaba la garganta. Tomé aire como pude pensando que aquello podría ser mi último aliento, sin darme cuenta que la bruja descabalgaba el tronco y metía de una única destocada el arnés invadiendo aquel recipiente para perros, con una follada tan bestia que me dio igual las laceraciones en mi vientre con la basta corteza del árbol.

  • ¡Kai!, tu turno -. Dejó libre la entrada del culo, cabalgó otra vez el tronco y metió el dildo hasta la garganta, después de darme una bofetada en cada mejilla -. Come y saborea tu nuevo alimento, perrita -. Así que se trataba de eso... Y me deleité con ese nuevo sabor a esperma de perro, a esa leche que acababa de descubrir. Dejó libre mi cabeza y empecé a mamar deslizando la lengua por toda la extensión del dildo, aprovechando cada embestida que Kai me estaba regalando. Su polla era más gruesa que la de Bat, me llenaba más y por un momento sentí nauseas por lo que estaba haciendo. Pero, ¿por qué no disfrutarlo?. Como pude, movía las nalgas destrozándome las ingles con el filo del tronco. Más arañazos cubrieron mi espalda. Sentía las babas caer en las nalgas, calientes y el aliento cálido de aquel perro detrás de mi. Follaba con fiereza. Y eso me gustaba, hasta que se corrió usando el recipiente que habían puesto a su disposición.

  • Aparta tu sucia boca, perra -. Y la bruja se colocó detrás, dando un rodillazo en los huevos que borró todo el placer que estaba sintiendo. Empujó fuerte y llenó el culo con el arnés antes de que me recuperase, saliendo y entrando con tanta fuerza que pensé que aquello terminaría en ese momento. Salió. Retorció mi testículos y llamó al tercer perro.

  • ¡Stak!, termina con esto.

Si hubiera podido, si hubiese tenido las manos libres, yo mismo habría separado las nalgas, aún con el dolor del huevos que me atravesaba entero.

  • ¡Bat!, aquí -. Hizo que levantase las patas delantera sobre el tronco, a un palmo de mi boca -. Come -. Aparté la cara, estiró fuerte del pelo haciéndome avanzar unos centímetros sobre el tronco, destrozando los pezones. Stak entró en mi culo de golpe, provocandome un dolor tremendo. Abrí la boca y comí. Aquello era realmente repugnante, las arcadas se sucedían y no podía retirarme ni oponer resistencia, la mano de aquella mujer sujetaba firme la cebeza, moviéndola arriba y abajo o deteniéndola ordenándome mover la lengua alrededor de la polla canina.

Stak seguía follándome el culo, movimientos cortos y rápidos, rozando mis doloridos huevos que estaban a punto de estallar. Aquello no era nada cómodo, la corteza laceraba mi piel, añadiendo un dolor que era insoportable a la situación tan humillante en la que me encontraba. En lo único que podía pensar era en que todo aquello terminase de una puta vez. Algún destello de cordura me hacía pensar que destrozaría a aquella bruja en cuanto estuviese libre. Pero era un sueño, pensaba que ya nunca volvería a estarlo. Tenía la seguridad de que aún liberado, no tendría fuerzas para hacer nada.

Parecía que Stak no iba a correrse nunca. Los minutos no pasaban y allí seguía, hundiendo su polla canina hasta el fondo del culo. Ni siquiera se agotaba con aquellos movimientos frenéticos que transformó en placer un solo segundo, el suficiente para que notase que mi propio semen saliese a borbotones de mi pene. Y aquella mujer lo notó a través de un ligerísimo gemido que exhalé tenue por la nariz.

  • ¿Es normal todo esto? - preguntó en lo que adiviné una sonrisa -. Ya tienes respuesta, mamona -. Empujó la cabeza obligándome a engullir la polla de Bat hasta no sé dónde de la garganta. Momento en el que soltó su leche, tan abundante, que la sobrante salió a presión por los labios y la nariz. Fue tal la impresión que sentí fuego en los ojos, llegando a pensar que me quedaría ciego.

Stak estalló unos segundos después, tan enérgico que araño más mi espalda, dejando su abundante semilla repartida por todo mi interior y resbalando por las ingles. ¿Qué estaba pasando?. Tenía llenos los intestinos y el estómago de leche cálida y abundante canina.

Volví a respirar cuando la polla de Bat salió de mi boca y se fue correteando. Pero no duró mucho. La bruja volvió a sentarse en el tronco con el dildo del arnés apuntándome otra vez. Sin esperar, desesperado, abrí la boca y dejé que me la follase.

  • Para, solo tienes que limpiarla de la leche seca. La quiero bien limpia, así que utiliza bien la lengua -. La sacó, cruzó las dos mejillas con sendos golpes del consolador y la dejó lo suficientemente cerca de la boca para que la recorriese con la lengua -. Estás hecho un buen recipiente, perfecto para que los perros se desfoguen a menudo contigo.

Cuando aquella mujer decidió que el dildo ya estaba limpio, se retiró el arnés permitiendo que disfrutase de la vista de su depilado y deseado coño. ¿Iba a dar un giro a todo aquello?. Cuando empezaba a llegarme su delicioso aroma, sin levantarse del tronco, me ordenó que también limpiase el semen canino que se había secado en sus ingles e interior de los muslos.

  • Ni se te ocurra acercar esa asquerosa lengua al coño, perra.

Lamí cada centímetro de aquella suave piel como si me fuese la vida en ello. Saboreé el semen que se le había secado después de cada follada que me había dado. Después de todo lo que había pasado desee que aquello se hiciese eterno. Que no pasaran los minutos. Pero ella no pensaba igual, se levantó del tronco del decir nada, vistiéndose sin la braguita que volvió a meterme en la boca, llamó a los canes, incluida mi perra y se fue dejándome allí atado sobre la corteza del tronco, sin decir palabra.

Me invadió el pánico. ¿De verdad me iba a dejar allí solo?. Y si venía alguien, ¿qué podría hacer?, o peor ¿qué me harían?. Ni me moví, no quería hacerme más heridas. A fin de cuentas tampoco serviría de nada. Me planteé que ni si quiera intentaría adivinar el tiempo que pasaba. Pero acabó no ser cierto. Se me estaba haciendo eterno. ¿Por qué me había dejado allí?, ¿acaso no había conseguido lo que quería?. Si salía de aquella sí que le iba a hacer pagar todo aquello. Menuda bruja.

El sol empezaba a calentar la espalda, a secar los arañazos de los perros, notaba cómo se tensaba y secaba la piel. Tenía la boca seca. Todo estaba en mi contra.

Oí pasos ligeros y moverse algún arbusto. Pensé que eran Bat y mi perra y que detrás vendría aquella mujer. Pero apareció otro perro olfateando hasta mi culo. Se entretuvo a lamerlo, pero ya me esperaba lo peor. Y acerté. El olor al semen de los otros perros lo animó a apoyar las patas en mi destrozada piel, buscar la entrada para invadirme y follarme sin miramientos, despertando de nuevo el dolor de la lacerada piel de la barriga y el pecho y dejando nuevos arañados en la espalda. Mordí la braguita y lloré, castigándome a mi mismo pensando que en cualquier momento aparecería alguien buscándolo.

Y se fue corriendo después de dejarme su leche dentro y resbalando por las ingles. ¿De verdad que nunca se iba a acabar aquello?.

Entre el sol y el agotamiendo me quedé semi dormido, casi en una nube. No quise que desapareciera aquel descanso. Rogué por hacerlo para siempre. Pero una vez más todo cambió.

La bruja apareció por el estrecho camino, casi flotando, acompañada por Bat y mi perra. De repente la vi sentada sobre el tronco, sonriendo y mirándome fijamente. Me levantó la cabeza por la barbilla y derramó agua de una botella en mi boca aún llena por su braguita. Cuando la prenda se empapó la mordí para sacarle el líquido y poderla beber, hidratando también los resecos labios. Empecé a despejarme por esos cuidados que no esperaba.

  • Vaya, te dejo para que descanses y resulta que dejas que te sigan llenando -. Pasaba sus manos por los nuevos arañazos -. Si es que eres incorregible. Pero a fin de cuentas, es lo que eres, el recipiente de leche canina -. Se dirigió a mi culo e introdujo un plug con cola de perra -. Sin duda te queda preciosa, perrita -. Observó un instante el efecto de la cola bajando entre mis nalgas y golpeó los huevos con la mano -. Así lo quiero, bien apretadito -. Mordí la braguita por el dolor exhalando por la nariz incrédulo por su falta de piedad.

Lo siguiente que recuerdo es que ibamos caminando por el sendero apoyado en ella sin fuerzas para hablar y con verdaderos esfuerzos para no mirarla y dejar de adorarla de una vez.

  • Mantente erguido si no quieres que vean tu cola. Vas sin ropa interior y semen resbalando por tus patéticas piernas. Piensa el espectáculo que podrías dar -. Quise tomar aire pero la braguita me lo impidió. Tanto cuidado y seguía con sun prenda tapándome la boca. "Es para no tener que oirte". Pasamos junto a no sé cuántas personas y no sé cuántos perros que se acercaban a olfatearme. Llegamos al final del camino y aquella mujer se despidió de mi, dejándome sin fuerzas para seguir hasta mi casa.

  • También sales con tu perra por la tarde, ¿verdad?. Te espero al anochecer.

Lo peor de todo es que sabía que iría.