Una de canes 1
Breve historia en dos entregas, sacadas de contexto. O no
Aquel paseo con mi mascota, una perra de raza de caza, activa y nerviosa, se planteba como muchos otros a primera hora de la mañana, apenas amanecido, por un sendero en el campo en el que ella corría por todas partes y yo disfrutaba viéndola feliz.
Era frecuente encontrarme con otras personas como yo, con sus mascotas jugando y que también disfrutaban siguiendo con la mirada lo que hacía su perro o perra. Acabábamos entablando conversación y coincidiamos en lo mismo: la alegría que nos daban. Sin embargo, aquella mañana pasó algo que en la vida se me hubiera pasado por la cabeza. El camino estaba más tranquilo de lo habitual, menos conocidos y menos mascotas. Hasta que un perro nos alcanzó desde atrás, en uno de esos momentos que mi perra caminaba a mi lado. Se abalanzó rápido sobre mi mascota con intención de montarla, aunque ella se revolvió con un gruñido que espantó al perro. En el momento que me giré, para ver hacia donde corría, me encontré con una mujer con pantalones cortos de deporte y que se ajustaban resaltando sus glúteos redondos y, adivinaba, prietos. Un top hasta el ombligo cubría sus pechos duros y firmes y dejaba a la vista su suave piel sobre un vientre plano y ligeramente marcado por abdominales.
- Vaya con el perro - dijo a medida que se acercaba, reparando en la exploración que le estaba haciendo -. El pobre está necesitado.
Le miré a los ojos color miel, avergonzado porque era consciente de que se había dado cuenta de la mirada que le había lanzado.
- Ya se sabe - respondí -. Instinto
Se paró a un palmo de mi, con una sonrisa que hizo que me olvidase de todo.
- Una pena - añadió -. Pero ahora tengo un problema... Mi perro tiene por costumbre desfogarse cuando lo necesita -. Y no lo vi venir. Un rodillazo impactó en mis huevos, haciendo que mi cuerpo se doblase hacia delante y mirase sin aliento a aquella mujer, buscando una explicación que llegó con otro rodillazo que me tiró al suelo, encogido y protegiendo lo que pensaba que ya no tenía.
Lo siguiente pasó tan rápido que aún me pregunto cómo fue posible. Cogió la correa que lleva cruzada colgada del hombro, dió unas vueltas a los tobillos y los dejó más que fuertemente atados. Me agarró del pelo y me llevó a un apartado entre las hierbas. Me sacó la camiseta a tirores, bajó hasta los tobillos mis pantalones cortos y el boxer, ató mis manos con la correa de su perro, la pasó debajo de mi cuerpo, obligándome a doblarlo, me puso de rodillas con la cabeza ladeada en el suelo, estiró de ambas correas uniendo las manos a los pies, levantando el culo e impidiendo que pudiera estirarme.
A esas alturas ya me estaba preguntando si saldría vivo de las manos de esa bruja. Observaba sus movimientos, sus tetas tan cerca y tan inaccesibles, mi perra correteando y jugando con el perro de aquella arpía, cómo se incorporó después de dejarme atado, cómo se dirigió a mi culo y cómo desde allí me dió una patada en los testículos que eliminó cualquier resistencia.
- ¡Bat! - llamó con cariño a quien resultó ser su mascota. Se acercó a donde estábamos y pasando su hocico por mis nalgas añadió - ¡Ya!.
Empecé a suplicarle que "no", que por favor no hicera aquello, que haría lo que ella quisiera, pero que no hiciese aquella barbaridad. Tarde. Después de varios intentos, observados por aquella mujer, el perro encontró la entrada de mi culo y hundió su polla hasta el fondo, arañando mi espalda con sus uñas.
Ella se descalzó un pié delante de mi cabeza, se sentó sobre la hierba, y hurgando entre mis labios metió los dedos en la boca. El otro pie, con la zapatilla deportiva, descansaba sobre el talón en mi mejilla, moviéndolo a uno y otro lado a la vez que también me follaba la boca.
Detrás de ella apareció mi perra, sentada, mirando atentamente lo que me estaba haciendo.
Mientras tanto, el perro no paraba de follarme el culo, con esos movimientos tan rápidos que no cesaban de mecerme. Arañaba mi espalda constantemente, posicionándose para doblegar mejor a su presa.
- No te preocupes, suele acabar rápido... Aunque es mejor que tengas paciencia... necesita su tiempo para salir - dijo, observando con detalle cómo su mascota tenía lo que quería. Como siempre.
Por supuesto que pensé en gritar, en pedir ayuda. Pero dos cosas me lo impedían: el pie de ella llenándome la boca. Y ¿sería capaz de soportar que apareciese alguien y me encontrase de aquella guisa?. Por supuesto que no, a pesar de que era evidente que mi situación no era para nada voluntaria.
No sé después de cuántos minutos aquel perro dejó de taladrarme el culo, de abrírmelo y urgar en mi interior con su inagotable polla, dejándolo lleno de su leche caliente y asquerosa.
Mi perra se acercó olfateando mi culo y empezó a lamer el semen que salía de mi interior, llenando de lengüetazos las nalgas y el esfinter.
- Vaya, si esto va a traer más cola de lo que pensaba...- su pie seguía follándome la boca, arañando el paladar -. En cuanto termine la limpieza te dejamos tranquila, perrita -. Y volvió a sonreir.
Por fin se alejó mi perra. Aquella bruja se incorporó. Desató mis manos, prendió su correa a la cintura y calzó su pie desnudo.
-¡Bat!, nos vamos - se inclinó sobre mi levantándome la cabeza del pelo, apretó la mandíbula con la otra mano haciéndome abrir la boca -. ¿No pensarás quedarte todo el día?. ¿Y si viene alguien, perrita? - escupió dentro de mi boca dándose medio vuelta -. Mañana a la misma hora. No se te ocurra fallar.
Antes de un minuto me había quitado la correa de los tobillos, puesto la camiseta y subido el boxer y los pantalones. Mi mente era un torbellino. Sentado sobre la hierba con las rodillas dobladas y envueltas por los brazos me preguntaba qué había sido aquello, qué había pasado, de dónde había salido aquella mujer. Qué le había pasado a mi culo, por qué no había sentido dolor en él y, si lo había sentido, por qué el placer lo había anulado.
Me incorporé como pude, llamando a mi perra para seguir con el paseo y despejar la mente. Hasta que noté humedad en la entrepierna. Me acaba de correr, dejándome caer a cuatro patas, buscando instintivamente algo con lo que frotar mi cubierta polla y que no encontré. Inicié un movimiento de folleteo en el aire hasta que me derrumbé sobre el suelo, llorando, perdido y, lo más asombroso, deseando ser la perra que no era.
¿Quién era aquella bruja, qué me había hecho, en qué me había convertido?.
Después del paseo todo había vuelto a la normalidad. Pensaba que había sido como un mal sueño y que no podía dejarme arrastrar por los acontecimientos tan convulsos de aquella mañana.
Por supuesto que no iba a fallar. A la misma hora del día siguiente. Pero para decirle a aquella mujer un par de cosas. Eso si volviamos a coincidir. Cosa que no esperaba, por supuesto.
El resto del día, me dejé llevar por la rutina del trabajo. Llamadas, informes, alguna reunión. Claro que aquel día no dí una. Las miradas de mis compañeros me hacían pensar en quién sabía algo de lo que había pasado. Sin embargo, todo quedó en eso. Mis errores habían sido el motivo de las preguntas sordas que me iban lanzando y que les estaba provocando más trabajo.
Por la tarde me fuí a casa, diciendo que no me encontraba bien. Y busqué información en internet de aquello, de algo que ya sabía que existía, de cosas que solo hacían los demás. Yo no. Empapado de tanta información, me metí en el aseo y me masturbé frotando la polla en el lavamanos. Solo tardé unos segundos en correrme. Con la ayuda del agua fría recorriéndome cabeza y cuerpo, recobré la cordura. Eso pensé.