Una dama abandonada
Y es que una mujer así no puede ser dejada de lado
Siempre me preguntaba porque mi tío dejaba por tanto tiempo sola a su mujer. Sí, su trabajo como policía le daba muchas responsabilidades, pero dejar a una mujer como Diana sola por tanto tiempo era simplemente un error. Vivíamos en una casa de dos plantas, la primera para mi familia y la segunda, desde hace 1 año, para mi tío, quien al llegar no solo vino con sus maletas y su auto, sino también con Diana, una guapísima mujer directa de la selva del Perú. Quizás no lo sepan, pero las mujeres de la selva tienen la fama de ser unas bestias sexuales capaces de volver loco a un hombre con sus tretas. Sin embargo Diana no parecía ser alguien así (al menos a la primera impresión). Su cara de niña buena, sin embargo, no lograba distraer de su cuerpo. El día que la vi llegar vestía solo con un pequeño top de ligas muy escotado que dejaba ver parte de sus generosos senos y una falda corta que permitía ver sus piernas larguísimas y dibujaba el contorno de su redondo culito. Era pleno verano, así que su atuendo no tenía nada de malo. Ese era mi primer recuerdo de ella. Todos mis recuerdos de ella eran sobre su cuerpo. Gustaba de vestir bien y atraer miradas. Siempre con vestidos pegados que delineaban su dulce figura, siempre con escotes que hacían saltar los ojos, siempre con pequeñas faldas. Y con semejante mujer era normal escuchar casi siempre sus gritos mientras mi tío se la cogía. Pero la frecuencia de sus gemidos había disminuido desde un par de meses antes, cuando mi tío fue asignado a unas misiones al sur del país. Diana pasaba mucho tiempo sola en su casa y, aunque mi tío pudo habérsela llevado con él, prefirió quedarse para que no corriese ningún peligro. Pero una mujer así no puede ser dejada.
Yo no había cruzado con ella más que algún saludo, apenas la conocía, pero las cosas estaban a punto de cambiar. Había dejado mi trabajo por unos problemas con mi jefe, asi que mientras buscaba otro me quedaba en casa durante el día. Fue así que descubrí que Diana hacía lo mismo, pues oía la música que ponía a todo volumen o escuchaba a veces su voz. Pero no había ningún motivo para hablarle y no se me pasaba por la cabeza hacerlo tampoco. Una de esas mañanas, mientras pasaba al lado del tragaluz de la casa, mire hacia su ventana y me di con la sorpresa de que ella se encontraba allí, con sus bellas tetas al aire, contemplando la nada. Pero al sentir mi mirada Diana volvió al mundo real…
- ¡Ahh! – grito, y se tapo instintivamente
- ¡Diana! Disculpa, no sabía que…
Su cara de impresión no alcanzo a decirme más y se fue. No supe que mas hacer, así que supuse que luego le pediría disculpas. Eran unas hermosas y carnosas tetas las que tenia y sería difícil decirle perdón sin pensar en ellas, pero tenía que hacerlo.
Al día siguiente salí muy temprano por una entrevista de trabajo que al final fue un fiasco. Volví antes de lo que esperaba a casa y cuando me aproximaba a la puerta vi que había alguien intentando entrar. Era Diana, quien venía con la bolsa de compras.
- Hola, Diana. Oye, déjame ayudarte – le dije, mientras tomaba la bolsa
- Ah, hola Manu, gracias.
La lleve hasta el segundo piso y las deje a la entrada. Era el momento de la disculpa.
- Oye, Diana, sobre ayer…
- No te preocupes, fue mi culpa, pensé que no había nadie…
- Sí, pero igual disculpa, que no quiero que hayan problemas… ¿Sabes?
- No, Manu, ¡para nada! Descuida.
- Está bien… Te dejo entonces – le dije, mientras volteaba para bajar a mi casa.
- Oye Manu, ¿estás solo? – dijo Diana, intrigada – porque si quieres puedes venirte a comer luego eh, que estoy sola yo también.
- ¡Vale! – a la comida gratis no se le dice no jamás – subo en un par de horas Diana.
- Vale – me dijo, sonriendo pícaramente.
El almuerzo resulto ser súper ameno. Diana era encantadora. Obviamente no tocamos el tema de su topless ni sus causas, pero hablamos de muchísimo, desde futbol hasta cine y política. Era sorprendente.
Luego de ese día empecé a almorzar ahí diariamente. Mi tío tenía una semana de partido en su misión ya y no daba la impresión de que fuese a venir en un futuro próximo.
- Me acaba de llamar – dijo Diana un día, tristísima – se suponía que iba a partir hoy pero tendrá que quedarse un par de días más… Se me está haciendo difícil esto ya…
- Tranquila Diana, es su trabajo, entiéndelo – palabrería barata que salió de mi boca.
- Ya sé, pero… – se quedo como ida por unos momentos para luego hablarme de un tema completamente diferente.
Podía darme cuenta de lo necesitada que estaba Diana, cuanta falta le hacía un macho, pero no era un tema fácil de tocar. Sabía que su cuerpo necesitaba acción y urgentemente, pero involucrarme sería muy riesgoso.
Un par de días después encontré a Diana vestida como si fuese a salir. Tenía un vestido floreado corto de verano y unas sandalias nuevas que dejaban ver sus finos pies. El vestido se le ajustaba en la parte del trasero, dibujando su pequeña ropa interior.
- ¡Comamos!
Diana había preparado un asado exquisito que devore con velocidad. Ella, sin embargo, había estado muy callada, más de lo normal.
- ¿Estás bien? – pregunte al terminar.
- Sí, sí…
Sorpresivamente, sacó un vino del bar y sirvió dos copas.
- Jaja, ¿y esto? ¿Qué celebramos?
No dijo nada y, luego de terminarse la primera copa llena de porrazo volvió a servirse otra para acabarla a la misma velocidad. Estaba perplejo.
- Estamos celebrando mi aniversario.
Mi tío otra vez no había llegado. No sabía que hacer así que la acompañe con mi copa.
- Vaya, lo siento.
- Pues no lo hagas, ya no me importa. Que haga lo que quiera, que trabaje, ya vendrá, me da igual.
- No digas eso, entiéndelo – repetí por enésima vez – Te llamara luego, seguro.
- Si se acuerda… No importa, a la mierda – Diana iba ya por la cuarta copa mientras yo iba en la segunda. Y mi desventaja no tardo en hacerse notar – Es él quien se pierde esto – dijo, mientras señalaba su cuerpo perfecto.
Y de pronto me vino a la mente: si ella sabía que mi tío no podría venir, ¿Por qué estaba vestida así? Y con un trago más mi lengua me traiciono.
- Y si sabias que no venia el idiota de mi tío, ¿a qué se debe que estés tan hermosa?
- ¿Hermosa? ¿Te parezco hermosa?
Debí recordar que el vino me cae malísimo. O no. No importa.
- Pues… - estaba corriendo mucho riesgo, pero… - sí, desde la primera vez que te vi me pareciste hermosa – dije – pero hoy lo estas más.
- Qué lindo – Diana me miró como si fuese una perrita buscando cobijo – esperaba usar este vestido para tu tío, pero sabía que te gustaría a ti también… Se como me miras, Manu.
Bebí mi cuarta copa y me acerque a ella. Ya no había vuelta que darle.
- ¿Y como te miro?
- Me miras con deseo… Y me gusta sentirme deseada.
- Ese día que te vi en la ventana, sabias que estaba aquí, ¿verdad?
- Sí…
- Querías calentarme, ¿no?
- No digas eso… No soy una puta y estoy casada con tu tío…
- Pues si eso fuera verdad no estarías así ahora.
No lo pensé más y la bese. La tome de los brazos y la levante de la silla.
- No… - me dijo – no, ¿qué haces? Van a haber problemas si seguimos…
- Estamos completamente solos – le dije, mientras quitaba unos cabellos de su rostro. Era hermosa en realidad – este será nuestro secreto.
Y fue ella esta vez quien me beso. Como pude, la fui llevando hacia su cuarto mientras con mis manos recorría todo su cuerpo. Nos detuvimos en la puerta por un segundo en el cual mientras nos besábamos logre meter mis manos bajo su falda y puse sentir en carne viva su delicioso y redondo culito.
- Es… Espera – me dijo, porque no podía abrir la puerta por la desorientación.
Entramos. La cama era inmensa y estaba ansiosa por el espectáculo.
- Oye… - me detuvo cuando trate de besarla de nuevo – nadie puede saberlo. Promételo.
- Promesa – dije, alzando mi mano.
- Nunca he hecho algo así…
- Tranquila.
Y le di un suave beso en la boca para relajarla. Diana volteo y se hizo el pelo a un lado, viéndome de reojo.
- Bájame el cierre, ¿si?
Y mientras yo lo hacía, ella se iba agachando, haciendo que su culito se fuese pronunciando más, hasta casi quedar en cuatro. Mi pija estaba completamente erecta ante la vista. Más aún, su posición hacia que sus nalgas rozasen mi verga oculta bajo mi pantalón, lo que me ponía ansioso. Me acerque para mayor contacto y la tome de las caderas. Diana empezó a moverse en círculos, sobándome la pija, apretándome entre sus carnes. La despoje de su vestido como pude y quedó frente a mi su delicioso trasero. Sentía mi polla enloquecer, era el culo más hermoso y perfecto que había visto en mi vida. Erguido, redondo, liso como una dulce manzana. Hice su calzoncito negro a un lado y, preso de la locura, empuje toda mi verga tiesa en su mojadísima concha.
- ¡Ahh! ¡Despacio!
Inicie un bombeo furioso. Obviamente Diana quería jugar antes, pero esa vista me había puesto como un burro. Mis movimientos eran bruscos, lo sabía, pero no me importaba.
- ¡Ahh! Su… Suaveee
La así de los brazos y la traje hacia mí. La despoje de su brasier, dejando sus tetas libres para que bailasen con mis embestidas.
- ¡Ahh! Qué bien se siente Manu, así…
- Sí mami, te gusta más que la de mi tío, ¿no?
- Sí… Pero no se lo dig… ¡Ahh!
La apresé de las tetas mientras la empalaba hasta el fondo. Era una locura.
- ¡Ahh! Me vengo… ¡Sácala!
- ¿Que qué? – dije, algo asombrado
- Sácala… Me vengo… Por… Métela
- ¿Qué?
- Métemela… atrás. Ahh, apura…
No había tiempo de pensar más. Se la saque y luego de humectar mi verga con sus jugos la tomé con mi mano y la dirigí hacia su pequeño agujero. Debo confesar que era la primera vez que le hacía sexo anal a una mujer, pero el momento apremiaba. Iba empujando despacio mi pija, como el novato que era, pero Diana estaba muy impaciente.
- Apresúrate, Manu. Apuraaa.
Apenas logre meterla un poco, la selvática retrocedió con su cuerpo, clavándose todo mi miembro en el culo. Si su conchita me volvía loco, esto era el paraíso. Era una sensación de otro planeta. Su culo era apretadísimo, sentía que me ordeñaba la verga.
- Follame, ¡follame!
La tomé del pelo y empecé mi vaivén. Al comienzo fue un poco difícil por la presión, pero luego de un poco de saliva auxiliadora el agujero me parecía forrado en mantequilla. Era lo único que existía en la tierra. Sentía como Diana fruncía el ano cada vez que me la clavaba, como meneaba el culo buscando sentir más carne adentro. Sus movimientos me ponían cachondísimo, por lo que la empecé a follar con más furia que antes.
- Ahh, así, así, mi culo… rómpeme
- Te gusta por el culo eh! Te lo cogeré cuando quieras.
- Sí… ¡Ahh! – Diana se apretaba las tetas, estaba desquiciada – Mi culo es tuyo… Cojéeme cuando te ahhh te dé la gana.
- Lo hare, putita.
- ¡Ahhhhh!
Y llegó el clímax. Pensé que me arrancaría la pija cuando tuvo su orgasmo anal, la presión de su recto era increíble. Y ni hablar del sonoro grito que pegó, era como si la estuviesen matando. Y mientras me apretaba, un mar de lefa caliente era liberado dentro de su agujero. Saqué mi pija aún semi erecta mientras veía como la leche escurría por sus piernas. Caí al suelo rendido, mientras Diana se paraba a duras penas. La mujer volteó y su mirada, que minutos antes había estado llena de locura y lascivia, paulatinamente empezó a cambiar a terror. Se paró y se cubrió con la sabana mientras iba corriendo hacia el baño. Y yo no necesitaba explicación alguna pues la entendía perfectamente, y es que acababa de follar (y por el culo) con su “sobrino”.