Una cuerda de violoncello 8

Paseo y cumpleaños

"-Claro Ana, no tenemos mucho tiempo y necesitamos ensayar tantas veces como sea posible- aún no podía mirarla de frente.

-Hasta mañana entonces Natalie- se acercó a mí y me besó en la mejilla. Me dejó de piedra.

-Hasta mañana Ana- encuanto se bajó, puse en marcha el auto y no pude siquiera mirarla entrar."

El resto del día pasó tranquilamente, otro buen ensayo de la orquesta, una cena ligera y un sueño reparador. Me desperté muy temprano, hice algunos ejercicios de yoga , tomé un buen desayuno, me duché y me dispuse a llegar al ensayo con Ana. Era sábado así que hoy tendríamos más tiempo disponible en la salita de ensayo.

Cuando llegué, Ana ya estaba ahí, tocando.  Había abierto las ventanas y el sol se colaba de lleno en la habitación. Esperé a que terminara de tocar.

-Buen día Ana, ¿cómo estás?

-Buen día Natalie, estoy muy bien, ¿y tú?

-También muy bien, ¿te parece si comenzamos?

-Si claro, tengo una idea para el comienzo que podríamos probar, si estás de acuerdo…

-Pues sí, de hecho también tengo un par de ideas para mejorar nuestra interpretación.

Nos pusimos manos a la obra, pasamos parte a parte, probamos ideas, se nos ocurrieron otras, reímos con las que no salían bien y nos conmovimos con las que quedaban bien. En un momento caímos a la realidad, y era pasado el mediodía.

-Vaya, hemos tocado ya durante dos horas, no me había dado cuenta- dijo Ana

-Ni yo, yo tampoco me había dado cuenta

-¿Quieres que demos por terminado el día? Porque también podemos comer algo por aquí cerca y dar un paseo y volver, no tengo compromisos hoy.

Ana…pues claro que quiero quedarme. Hace tiempo que no me siento tan feliz y con solo verte se me hincha el corazón, me tiemblan las manos y todas las mariposas que puedas imaginar se dan cita en mi estómago y danzan cuando dices mi nombre.

Pues no, no dije eso, pero es lo que pensé. En cambio, balbuceé:

-Tampoco yo tengo nada que hacer, y el ensayo extra nos viene bien. Conozco un pequeño restaurante aquí cerca, te invito.

-Vamos entonces, déjame buscar mi bolso…- Ana hablaba mientras buscaba. Se veía bella, realmente bella, no porque lo fuera fisicamente, toda ella era poesía, sus movimientos, su interacción con el mundo… Me ha debido atrapar mirándola embobada porque se dibujó en sus labios una sonrisa entre divertida y satisfecha.

-Me muero de hambre…creo que se me antoja algo de pasta, ¿y tú?-

-Creo que me inclino por algo de pescado…pero veremos el menú-

Caminamos hasta el restaurante, estaba en la esquina de una calle cortada, frente a un parquecito. Estaba resguardado del tráfico y era un lugarcito muy tranquilo, mi lugar favorito cercano al teatro para escaparme. El resto de los músicos preferían el ruidoso bar.

Entramos al lugar, casi todas las mesas estaban libres, elegimos una cerca del ventanal, mirando al parque, mesa para dos. El camarero no se hizo esperar, Ana ordenó unos gnocchi con salsa de camarones ycomo no había buen pescado, me incliné por unos fetucchini con salsa de hongos.

-¿Qué dices, pedimos algo de vino?

-Ana, te recuerdo que eres menor de edad- le dije en tono de broma

-Pues…no, a partir de hoy ya no lo soy. Es mi cumpleaños-

-Ah…vaya….Entonces debemos celebrar. ¿Ordenas tú el vino?

-Vale, déjame ver la carta. Te parece bien un Tannat? Creo que iría muy bien con nuestros platos.

Ahora tendré que casarme, pensé… Ana mayor de edad, y eligiendo vinos, era demasiado…sexy. Probablemente mi nivel de enamoramiento hacía que todo lo relacionado con ella me pareciera sexy.

-Me parece estupendo Ana-

Las dos quedamos en silencio, esperando la venida del camarero. Finalmente trajo el vino, quiso servirme primero  pero le dije que le sirviera a Ana, que probó el vino y dio su visto bueno.

-Bueno, creo que debemos hacer un brindis, por tus dieciocho años, felicidades Ana- le dije extendiendo mi copa

-Gracias Natalie- entrechocó su copa con la mía

-Disculpa mi intromisión Ana, pero ¿cómo es que no estás celebrando con tu padre?

-Es que está de viaje, no pudo evitarlo. Estoy acostumbrada, no te preocupes.

-¿Y amigos, novio…?-  no debí preguntar eso, pero tenía que hacerlo, tenía que saberlo

-No y…no. Además, no podria imaginar mejor manera de pasar mi cumpleaños que estando aquí contigo Natalie.- Ana me miró demasiado intensamente como para contribuír a mi tranquilidad.

-Pues… veamos entonces que pases un buen cumpleaños. Si hubiera sabido, te traía un regalo- las palabras trastabillaban en mi boca como ebrias del trago de vino que había bebido.

-Vamos a comer que se enfría- a todo esto ya estaban frente a nosotras unos hermosos y humeantes platos de pasta- Además, aún hay tiempo y ya pensaré en algún regalo-

El resto del almuerzo lo pasamos hablando, de música, de arte, de la vida. Estaba totalmente enamorada de Ana, y creo que dejé de tratar de disimularlo.  Y no porque cumpliera la mayoría de edad, si no porque me encontraba totalmente vencida, en sus manos. Y creo que ella lo sabía. Y le gustaba.

-¿Les puedo recomendar algún postre?

-Para mí el bavaroise de costumbre. Ana, te lo recomiendo, es riquísimo-

-Dos entonces, si tú lo dices debe ser cierto y tengo que probarlo.-

Terminamos el postre, pagué la cuenta y salimos, nos dirigimos al parque.

-Ni creas que este almuerzo ha sido mi regalo eh?- dijo Ana

-¿Ah no? Qué ambiciosa eres, jeje-

Paseamos codo a codo, buscando la sombra de los grandes árboles. Ana sabía los nombres de cada especie de las que estaban allí plantadas. Era un placer hablar con ella. Lejos de todo, se me olvidaba que es mi alumna, casi una niña.  Ana se había adelantado  a ver unos rosales. Pude observarla  mi antojo, y no, no era una niña. NO se veía como una, no se portaba como una…Ni siquiera como una adolescente. Por su inteligencia, por las dificultades de su vida, no lo sé, pero Ana era una mujer. Se me llenó el corazón de tanto amor y ternura como nunca había sentido antes.  Al final la alcancé, se había adentrado por un caminito de piedras hasta la mata de rosas, cuando me oyó llegar se dio vuelta, me miró a los ojos, extendió su mano hasta atrás de mi cabeza y me atrajo hacia ella.

-Ya sé que quiero para mi cumpleaños- dijo, su cara muy cerca de la mía

-Ana…no…

No le importó demasiado mi débil negativa. Sus labios se entremezclaron con los míos, dulces, suaves, tranquilos, casi sin moverse siquiera. Sentí su respiración, no tuve tiempo a reaccionar cuando ella ya se había apartado.

-Gracias por mi regalo, es todo lo que quería-

Yo estaba casi sin habla, Ana me había besado y no sabía yo que hacer con ello.

-Ana, yo…-

-Ven, volvamos al teatro y allí me dices lo que sea que quieras decirme. Además hasta te lo puedes pensar en el camino- Ana parecía muy segura de sí misma y eso me daba inseguridad a mi.

Caminamos en silencio, yo la mirada clavada en la punta de mis zapatos y sintiendo la de Ana clavada en mí. Entramos a la sala, nuestros instrumentos esperando por nosotras.

-Ana…-

-Natalie, siento si no te ha gustado,  yo pensé… Quizás malinterpreté ciertas señales, te has portado muy bien conmigo. Y sé que eres mi profesora. Lo siento Natalie, de verdad.-

-Ana, no te preocupes… podemos olvidarlo, como si no hubiera pasado- me había decepcionado, me dijo que lo sentía…se había arrepentido.

-Ya… olvidado entonces.¿Tocamos?- dijo Ana sentándose al piano, dándome la espalda.

-Sí sí, claro, empecemos.

Sin más palabras comenzamos con la sonata, pero algo había pasado y la música ya no fluía. En un momento Ana dejó de tocar.

-Ana, ¿pasa algo?- le pregunté

No me respondió, dejé el cello y me acerqué a ella.

-Ana, ¿te sientes mal?

-No, no, estoy bien, podemos continuar, dame un minuto.

No podía dejarla así, la tomé de la barbilla y la obligué a mirarme. No lloraba, pero sus ojos tenían una expresión rara, casi dura. Me hizo estremecer verla así.

-Puedes hablar conmigo Ana, lo sabes

-Déjalo Natalie, ya, estoy bien

-No estamos bien si no podemos ponernos de acuerdo musicalmente Ana, si no puedes confiar en mí- estaba acariciando su rostro suavemente, no me había dado cuenta que lo hacía.

-Natalie por favor, ya…

-Ana, mi amor, no me gusta verte así…- “mi amor”…se me había escapado, pero que inoportuno…

Me miró ahora con ojos diferentes. Di unos pasos parar alejarme de ella, no sabía como reaccionar. No quería lastimarla, y no quería que me lastimara.

-Natalie, contestame solo una pregunta, y si tu quieres, nunca más hablaremos del tema-

-Pregunta lo que quieras, trataré de responder- estaba desarmada

-¿Te ha gustado el beso?- las palabras de Ana se clavaron en mis oídos.

-Sí- podría haber agregado miles de cosas, pero no pude, el sí fue demasiado contundente.

Ana se acercó a mí, le rodeé la cintura con mis brazos y la atraje hacia mí, su pecho latiendo junto al mío.

La besé lentamente al principio, ella me respondió sin barreras, sin trabas.

-Ana ¿estás bien?- la tenía ente mis brazo, mi frente descansando en la de ella

-Si Natalie, ¿y tú?

La emoción me impidió hablar, pero asentí con la cabeza. Volvimos a besarnos, más apasionadamente, mordisqueé sus labios hasta que su lengua intrusa comenzó a abrirse camino (-por todos los dioses ¡qué bien que sabes Ana!- pensé)

-Natalie

-Ana

Las dos pronunciamos el nombre de la otra al mismo tiempo.

-Dime-

-Tú primero Natalie

-Estoy enamorada de ti Ana

-Y yo de ti Natalie

Tocaron a la puerta. Ana y yo nos separamos. Una mujer abrió la puerta

-Disculpen ustedes, necesito limpiar la sala, se utilizará mañana para unos cursos didácticos.

-Si, no hay problema, ya, ya terminamos aquí, la sala es toda suya.

Recogimos nuestras cosas a toda prisa y salimos casi corriendo, y riéndonos. Estábamos felices.

Subimos al auto después de que coloqué mi cello en el asiento trasero.

-Ana, hay algo que quiero decirte…

-Natalie, no sigas. Lo entiendo. Y te prometo total discreción hasta que acabe este año en la escuela.

Volvimos a besarnos, no me podía apartar de sus labios. Finalmente volví a dejarla en casa de su padre.

-Feliz cumpleaños Ana

-El mejor, gracias a ti Natalie- me robó un beso

-Ana, estamos frente a la casa de tu padre

-Descuida, no hay nadie…¿podré verte mañana?

-No lo sé Ana, el teatro está cerrado para ensayar y no creo que es buena idea que nos vean juntas, por ahora.

-¿Y tu departamento? Calma mujer que no te estoy haciendo una propuesta indecente. Podemos ensayar allí.

-Es que, no vivo sola, tengo compañera de piso.

-Ah…una “compañera”…

-No estarás celosa ¿no? Lil no es mi tipo-

-Invítame entones y yo veré si me pongo o no celosa-

-No puedo decirte que no…Hablaré con Lil y te aviso

-Espero tu llamada amor

-Hasta mañana Ana

-Hasta mañana

Durante el viaje de regreso al departamento no pude borrar de mi cara una sonrisa boba y un cantito que sonaba con la lluvia tibia que había empezado a caer: “Ana, Ana, Ana”

Cuando llegué a casa la sonrisita boba aún seguía en su sitio y fue la causa de que Lil se enterara de todo sin necesidad de hablar, aunque luego me hizo contarle todos los detalles.

-Pues hija, me alegro por ti, ¡por fin se the ha dado! Y la invitas mañana a almorzar, que le doy el visto bueno.

-Es que no sé si invitarla Lil, imagina que alguien la ve entrar, ella sigue siendo mi alumna. Acordamos discreción hasta que se termine el año de escuela, no quiero que esto trascienda, podría tener consecuencias desagradables.

-Anda, anímate, no creo que alguien pueda verla entrar aquí, además, estaré yo, le diré a Sandra que venga, y seremos solo un grupo de amigas que se reúne a almorzar ¿te suena bien?

-Está bien Lil, te haré caso esta vez…

-Sabes que me haces caso en todo- me guiñó el ojo. Lil era una especie de ángel de la guarda.

Me acosté sin cenar, no tenía hambre, sólo podía pensar en ella. Estaba ya entredormida, con un libro entra las manos, cuando me despertó el sonido del celular. Un mensaje de mi Ana: “estoy pensando en ti, Natalie, me duermo con tu nombre entre los labios, te quiero” Le respondí: “Ana, mi Ana… eres mía desde que te ví, aunque no lo supieras tú…también te quiero”