Una cuerda de violoncello 7

Continuación. Encuentros.

-Está bien Ana, voy a consultar con la directora y luego te lo haré saber. La obra que elegiste es preciosa- la sonata  Nº 19 para cello y piano de Rachmaninov.- Hagamos un trato Ana. Aún si no podemos tocarlo en el concurso, lo haremos en cualquier otro lugar ¿te parece?

-Claro que sí profesora- sus ojos se iluminaron…¿por mí? ¿por el concierto? Por el concierto, no te hagas ilusiones Natalie.

Sonó la campana, comenzaron a entrar las demás estudiantes, la conversación había terminado y Ana se confundió entre los demás uniformes que llegaban al salón.


En cuanto terminé el ensayo me dirigí al despacho de la directora a comentarle el caso de Ana. Ella no tenía idea de que Ana fuera tan buena pianista. Consultó con un miembro de la Junta, el encargado del concurso, quien propuso que presentáramos el dúo fuera de concurso, alegando que no sería justo con las demás alumnas, dado que yo soy profesional. Tenían razón, aunque no me gustara. Podía significar que Ana se retractase y perdiera la oportunidad de pasar más tiempo con ella. Le dije a la directora que lo consultaría con mi alumna y me retiré de su oficina.

Al día siguiente

-Profesora…

-Hola Ana- como siempre, verla me había sobresaltado. Estaba guardando mi cello para esperar a las alumnas que pronto llegarían al toque del timbre. Ella notó mi nerviosismo, y es que yo no podía disimularlo. Ana tenía el poder de desnudarme de todas mis barreras, de todo eso que una construye a lo largo de la vida para evitar el ojo escrutador del otro.

-Disculpe profesora…yo…sólo quería saber si había hablado con la directora acerca del concurso-

-Sí Ana, hablé con ella- le relaté el resultado de la reunión que había tenido. Ana pareció decepcionada y yo temía que no quisiera continuar con el proyecto que teníamos entre manos.

-Yo pensé que íbamos a poder participar…-sus ojos se oscurecieron durante un momento-Pero no importa, está bien que nos presentemos fuera de concurso.¿Cuándo comenzamos a ensayar?- me tomó por sorpresa.

-Eh…mañana mismo ,si te parece- mi corazón dio mil vuelcos en un segundo. Iba a tener cerca a Ana…

-Sí, no hay problema. ¿Aquí en la escuela? Preferiría un piano mejor que este.

-No te preocupes, encontraré un lugar y te avisaré-

-Aquí está el número de mi móvil, prefiero que me avise aquí y no aquí a la escuela-me tendió una tarjeta

-Está bien Ana, en cuanto encuentre un lugar te dejo saber-me tembló la mano al tomar el trocito de cartón y sin poder evitarlo sentí el leve roce de la punta de sus dedos en los míos.  Fue una extraña sensación, me estremecí y creo que retiré mi mano demasiado pronto. Ana no lo notó, o fingió no notarlo.

Como tantas otras veces, nuestra conversación se vio interrumpida por la llegada de las demás estudiantes. Comencé el ensayo y traté de olvidarme del roce y de que iba a estar a solas con Ana fuera de la escuela.

Las clases de ese día transcurrieron en forma anodina y gris, ningúna interpretación sobresaliente, nada brillante… Eran buenas chicas, pero sin mayor talento musical.

Llegué a la hora del almuerzo al departamento, casi en forma automática, como si ese espacio de tiempo se hubiera borrado, no recordaba haberme subido al auto ni si me había detenido en alguna luz roja. Puse la llave distraidamente en la cerradura, y mi mano, tan volátil como mi cabeza, dejó caer el llavero. Cuando pude finalmente recogerlo y entrar al departamento, agradecí la demora en entrar, porque escuché ciertas risas nerviosas, vi algunas sombras furtivas y como evidencia final, ciertas prendas de vestir que sus dueñas no llegaron a recoger en la huída.

-Lil, ¿es que vas a corromper cada rincón de este piso?- traté de que mi voz sonara enojada, pero es imposible enojarse con Lil.

-¡A estas alturas ya deberías llamar a un exorcista!- respondió Lil, la voz un tanto rara…preferí no responder por no enterarme de la razón de la rareza de su voz.

Fui  a la cocina, preparé una ensalada liviana y me senté a comer frente a la tele. Puse un documental cualquiera, necesitaba despejar mi mente antes del ensayo de la tarde.

Al llegar al teatro me dirigí a hablar con la secretaria del gerente artístico, para que me facilitara una sala de ensayo para el proyecto de la escuela. Al hablar enfaticé sobre el proyecto de la escuela, hasta quería convencerme a mi misma de que no era más que eso. La mujer, con buena disposición, encontró un lugarcito y un horario rapidamente, y no supe si ponerme feliz o triste. Ana, miles de sentimientos encontrados.

Caminando por el largo corredor hasta los camarines donde dejábamos nuestras pertenencias durante los ensayos, metí la mano en los bolsillos de mi abrigo y palpé la tarjeta que Ana me había dado. Tenía que llamarla. Cobarde. Le mandé un mensaje de texto con lugar, día y hora del ensayo. Saqué mi cello de su estuche, me sumergí en la dinámica de la obra que estábamos preparando y procuré olvidarme de todo.

Salí renovada, había tocado muy bien, el director había sonreído satisfecho al oír uno de los pasajes solistas de mi parte, y en general todo había salido muy bien, en preparación para el concierto con la solista de violín que habían anunciado hace un tiempo. Decidí darme un gusto; pasé por la vinoteca y compré un buen pinot noir. Llegué a casa, sabía que Lil no iba a estar, pasaba esta noche en el departamento de Susana.  Llené la bañera con agua tibia y sales, puse música, me serví una copa de vino, me desnudé y me metí en el agua. Una sensación placentera de las sales aún no diluídas del todo raspando la planta de mis pies. El sabor a orégano y violetas del pinot noir siempre me relajaba.

Estaba ensimismada ya en mis pensamientos, casi dormitando, cuando una llamada en mi teléfono celular me sobresaltó. Atendí, no reconocí el número. Reconocí la voz…

-Hola Natalie…ehhh…profesora- la voz sonaba como cortada e incómoda.

-¿Ana?- me había tomado por sorpresa y mi corazón empezó a querer correr y tropezarse en el intento.

-Llamo por que recibí tu mensaje-un pequeño silencio-Por lo del ensayo…

-Ah, sí Ana, ¿te parece bien? Yo hablaré con la directora para que puedas salir del colegio sin problemas ¿vale?

-Sí, para eso te llamaba, entonces…¿nos vemos mañana en el teatro? ¿Sabes si la sala tiene un buen piano?-Ana parecía querer alargar nuestra conversación…pero claro, eso es lo que mi ego tenía ganas de creer. Sus preguntas eran de lo más normales.

-Creo que es un buen piano Ana, al menos sé que lo han afinado hace unos días. Y sí, nos vemos mañana-ahora era yo la que sonaba cortada. No podía con mis nervios, con mi ansiedad, con Ana, con mi corazón.

-Está bien profesora, hasta mañana, entonces.

-Buenas noches Ana- me costó cortar la comunicación. Y me costó calmar mis palpitaciones.

Salí de la bañera, toda sensación placentera se había diluído en la voz de Ana. Su voz aterciopelada y casi susurrante se metía bajo la piel dejando las marcas que dejaría un hierro candente…me daba temor lo que podrían hacer sus besos., su aliento… Una corriente de aire frío sobre mi piel mojada me despejó la mente de pronto, trayéndome a la realidad.  Me puse la salida de baño, me serví otra copa de vino, me recosté en el sofá y me ensimismé en la música que estaba sonando. Me dormí allí, un sueño incómodo y en verdad contracturante. Me desperté por la mañana temprano, con la entrada de Lil a la casa.

-Ay cariño ¿que haces ahí, desnuda y tan solita?- Lil venía de una noche de amor y no se le notaba el mínimo cansancio en su rostro. Yo en cambio, me sentía fatal y seguramente mi rostro lo reflejaba. Además, mi bata estaba entreabierta.

-Lil, ¿cómo estás?, me he quedado dormida aquí-

-¿Qué te ha pasado? Vino, baño de sales…¿es que has ligado con alguien y no me lo has dicho?

-Sabes que no soy así Lil… Es solo que…estoy hecha un lío-

-Mira- dijo Lil señalando una bolsa que traía- Croissantes frescos y yo preparo el café ¿qué más se puede pedir? Anda, siéntate y mientras me cuentas todo lo que ha pasado.

Le hice caso, previo paso por el baño para lavarme la cara y los dientes. A veces me preguntaba porqué gastaba tanto dinero en terapia teniendo a Lil. Le conté todo, el mensaje de texto, su llamada, mi ansiedad.

-O sea cariño, que hoy la vas a ver y la vas a tener cerca, fuera de la escuela, y eso te pone nerviosa ¿verdad?-

-Así es Lil, no sé qué hacer- respondí recorriendo nerviosamente el borde de la taza con mi dedo índice.

-Pues nada, no tienes que hacer nada más que estar ahí, hablar con ella, ensayar. Lo que tenga que pasar pasará, inexorablemente.- Lil se había puesto filosófica pero contundente.

-Tienes razón Lil, ya ni vale preocuparse. Tengo un par de horas antes del ensayo y aún tengo que hablar con la directora para que deje salir a Ana.

-Anda Nat…y a ver qué te pones, que te quiero ver bien guapa- Lil me había vuelto a poner ligeramente nerviosa…

Hablé con la directora del colegio para avisarle del permiso, luego me di una ducha rápida y me metí a la habitación a elegir guardarropa. Me decidí por algo sencillo, unos jeans, un top , una camisa y mis zapatillas preferidas de trekking. Decidí ir cómoda, así podía enfrentar lo que fuese.

Faltaba aún una hora, pero ya no pude soportarlo, subí el cello al auto y me dirigí al teatro. Me dieron las llaves de la sala,  y me dirigi hacia allí. Era un tanto pequeña, con una tarima donde cabía solo el piano y una o dos personas más, y una fila de sillas en el piso, y las dos ventanas daban al jardín interior y a la fuente.

Abrí el piano, recorrí sus teclas una a una para comprobar su afinación y para soñar despierta…dentro de unos minutos sería Ana la que haría lo mismo, serían sus dedos los que jugarían con escalas y arpegios…casi podía ver su carita de atención, lista para captar cualquier vibración molesta en el instrumento.

Saqué mi termo y me serví un té, había traído darjeeling y su color dorado se perdía un poco en la taza oscura. Pero su sabor resultó refrescante.  Me dispuse a calentar mis dedos, escalas, arpegios, que tuve que interrumpir al notar una presencia, alguien parado detrás de mí. Ana. No sé cuánto tiempo tardé en volverme para saludarla. Cinco segundos, un siglo… Sentí mi cuerpo paralizarse.

-Buen día profesora ¿cómo está?

-Hola Ana, estoy bien, y aquí puedes llamarme Natalie sin inconvenientes, podemos saltarnos las formalidades de la escuela- me levanté para saludarla y porque me sentía nerviosa. -¿Quieres un té? –había recordado traer una taza para ella.

-Sí, muchísimas gracias Natalie-no me estaba mirando, sus ojos estaban recorriendo el instrumento quele había tocado en suerte, sopesando sus detalles, marca, madera, estado general…se sentó y tal como yo lo había hecho momentos antes, hizo sonar cada una de las teclas escuchando atentamente. Me acerqué a ella para darle su té. Lo tomó de mis manos distraidamente. Tomó un sorbo.

-Darjeeling, mi preferido-

-También el mío- si sabe también de vinos, me caso, pensé. Me debo haber sonrojado.

-Ana, ¿qué te parece si nos ponemos a ensayar?

-Claro que sí Natalie, déjame buscar mi partitura…

-Claro, ponte cómoda y cuando digas comenzamos.

Una vez preparadas las dos, sugerí:

-Una lectura completa para saber dónde estamos paradas, ¿te parece?

-Claro que sí, espero estar a la altura.

Yo estaba ubicada de manera que podía ver a Ana, su cuerpo reposando relajadamente en la banqueta del piano, sus brazos firmes pero ligeros, sus dedos, su rostro. Llevaba una blusa ligera y unos jeans algo gastados que le sentaban de maravilla. Simple, pero totalmente atractiva.

Comenzamos a tocar. Al principio hubo cierta tensión, pero en cierto momento nos sincronizamos, nuestros sonidos se entrelazaron y ninguna pregunta quedó sin respuesta. Al extinguirse la nota final nos quedamos las dos inmóviles, otra vez el tiempo o la percepción que de él tenemos, jugando con nosotras, conmigo.

Fue Ana la que rompió el silencio:

-Eso estuvo…muy bien…- su voz sonó lentamente, como saliendo de un trance

-Claro que sí, estuvo muy bien- creo que mis palabras sonaron algo temblorosas.- Ahora hay que comenzar con ciertos ajustes pero sí, está muy bien-

Seguimos ensayando, teníamos la sala a nuestra disposición por hora y media. Fue increíble, no recordaba cuándo había sido la última vez que me había sentido tan compenetrada con alguien al hacer música. O quizás si recordaba. Nanami… Pero no, ni siquiera con ella había logrado un entendimiento tan completo. Con Nanami valían las palabras y discutir cada aspecto de la obra. Con Ana, solo bastaban las miradas, y a veces ni siquiera eso, fluíamos perfectamente. Ella era una gran pianista, muy joven, pero un prodigio. Ojalá esto significara un punto de partida para su carrera. Ojalá…ojalá tantas cosas…

Un golpe en la puerta nos sobresaltó. Se nos había pasado la hora y alguien necesitaba el salón.

-¡Un momento!- dije

-Ana, ya tenemos que irnos- en su rostro se vio un poco de contrariedad.-Anda, ya mañana podremos volver-traté de animarla mientras guartaba mi instrumento y mis papeles, aunque yo también sentía la interrupción.

Salimos y recorrimos el edificio juntas, pero en silencio, un silencio tranquilo, cómodo, como si eso mágico que había pasado antes siguiera fuera del lugar, fuera de los instrumentos, fuera de nosotras.

-Ha sido un gusto Ana, tocas realmente bien- (por todos los dioses, cuánta timidez de mi parte, parecía más colegiala yo que ella)

-Gracias Natalie, pero tengo que estudiar muchísimo para estar a tu altura-

-Pero qué dices mujer, vaya con la modestia que tienes- Ana no era conciente de su valor

-La modesta eres tú, no soy yo la que aparece en tapas de cd’s y en afiches de los conciertos de las mejores orquestas como solista-

-Anda, que eso no es nada…¿necesitas que te lleve?

-Pues sí, si no te importa-

-Claro que no me importa, se agradece la compañía además-

-¿Vuelves al colegio?

-Preferiría no hacerlo, la verdad. No me gusta el colegio, lo hago por mi padre. Yo quería tutorías privadas para avanzar y entrar a la universidad, pero mi padre me convenció. Se preocupa por mí y quería que estuviera entre chicas de mi edad. La verdad es que no soy como ellas, no me siento a gusto.

Nunca había escuchado a Ana hablar tanto.

-¿Y porqué no te sientes a gusto?- me arrepentí de preguntarle, sentí que la estaba presionando

-Yo…no lo sé. Supongo que es porque crecí de una manera muy diferente- de pronto una sombra se había cruzado por su rostro.

-Tranquila Ana, no hace falta que me cuentes, de verdad- me dio muchísima pena, sentí la necesidad de abrazarla. Instintivamente, extendí mi mano y la puse sobre la de ella, quería consolarla de alguna manera.  El contacto con su piel envió un calambrazo por todo mi cuerpo. Quise retirarla enseguida, pero Ana atrapó mi mano en la suya. No podía creerlo. Nos miramos por un segundo, yo estaba conduciendo y no podía quitar los ojos de la calle. No sabía que hacer con todas las sensaciones que se agolpaban en mi interior. Finalmente tuve que retirar la mano para realizar una maniobra.

-Lo siento, yo…-no sabía que decir

-¿De verdad lo sientes?- Ana me miraba fijamente, podía sentirlo.

-Ehh… no quise decirlo así- las palabras me quemaban en la lengua-Quise decir que siento haber tenido que retirar la mano, la necesitaba- las palabras salieron antes de que pudiera hacer nada al respecto, un desborde de sinceridad que lamenté inmediatamente.

-Gracias- dijo Ana simplemente. No sabía a qué se refería, y era tarde para preguntar, ya habíamos llegado a su casa. Su padre había hablado con la directora para poder pasar el resto del día con su hija.

-Bien, esta es tu parada- dije lo más alegremente que pude, aunque no quería que ese momento terminara.

-Entonces ¿mañana a la misma hora?

-Claro Ana, no tenemos mucho tiempo y necesitamos ensayar tantas veces como sea posible- aún no podía mirarla de frente.

-Hasta mañana entonces Natalie- se acercó a mí y me besó en la mejilla. Me dejó de piedra.

-Hasta mañana Ana- encuanto se bajó, puse en marcha el auto y no pude siquiera mirarla entrar.

¿Qué había significado todo eso?

-¡Tú sabes bien lo que significa!- me dijo Lil apenas escuchó mi relato de los hechos. –A esa chica le gustas y no hay vueltas para dar.

-Lil, no lo sé, a mí no me queda tan claro. Puede que solo necesite una amiga, alguien con quien hablar-

-Natalie, voy a decirte esto solo una vez. Tú te mereces esto. Eres una gran mujer, necesitas pelear por tu felicidad

-Gracias Lil, haré lo que pueda, no prometo nada.-