Una cuerda de violoncello 6

Un dueto inesperado. 8Otra vez tuve que borrar por poner mal el título)

Sin poder evitarlo miro a Ana, en el momento justo en que una rosa de sus manos dibuja una elipse en el aire y cae a mis pies. La recogí, volví a mirar hacia el palco, pero ya se había retirado, con el hombre que estaba a su lado, que debía ser su padre. Había tocado para ella. Sin dudarlo. ¿Había encontrado a mi musa?


El resto de la noche no está demasiado presente en mi memoria, los acontecimientos se sucedieron como detrás de un biombo de neblina. Recibí felicitaciones, saludé a muchísima gente que no podría nombrar. Lill y Susana me rescataron y fuimos a cenar a un pequeño restaurante italiano. No estuve realmente ahí. Ellas lo notaron, pero no dijeron nada al respecto, supongo que la intuición no les fallaba.

El día siguiente era domingo, pensaba pasarlo en forma tranquila. Me desperté con un leve dolor de cabeza, producto de las emociones del día anterior y quizás el vino de la cena no me había sentado muy bien. No me cambié, solo me puse la bata encima del pijama y  preparé un buen desayuno que me llevé a la cama. Decidí ver una película y me elegí Saraband, de Ingmar Bergman.

Dos horas y una caja de kleenex después, me levanté para inspeccionar las provisiones de la alacena y comenzar a improvisar algún almuerzo saludable. Pasé por mi pequeño estudio, ahí estaba mi cello. Me olvidé completamente del almuerzo, abrí el estuche del instrumento, lo saqué lentamente, como volviendo a conocerlo. Apoyé mi rostro en la caja y lo hice sonar, una nota grave y prolongada. Y sin pensarlo comencé a tocar el concierto de Elgar en Mi menor. Era una obra que nunca me había sentido emocionalmente preparada para abordar. Y ese día simplemente supe que estaba lista para hacerlo.

La noche me encontró aún enfrascada en esa tarea, cuando me ví interrumpida por la llegada de Lill.

-Hola cariño ¿aún en pijamas?-

-Hola Lill, sí, decidí dedicarme a la holgazanería este domingo…-

-Ni tan holgazana, estabas tocando como poseída, me quedé un rato escuchando detrás de la puerta-

-Bueno Lill, tú sabes cómo es esto, a ti también te pasa lo mismo. Nuestro trabajo es también nuestra pasión-

-Sí tienes razón, pero ahora vas a dejar ese instrumento tuyo y vas a sentarte conmigo y contarme qué mosca te ha picado- sus ojos escrutadores eran difíciles de eludir.

Guardé el violoncello y me dirigí a la cocina. Lill estaba pelando zanahorias para hacer jugo.

-Veo que alguien sigue con resaca…- fue mi comentario.

-No cariño, es que te quiero sobria para que me cuentes todo con detalles-dijo mientras dejaba caer las zanahorias en las fauces de la ruidosa juguera.

Preparé unas galletas con queso cottage y nos sentamos a disfrutar de la magra cena. No esperé a que me preguntara, realmente necesitaba hablar.

-Lill, Ana estaba en el concierto, en el palco más cercano al escenario. Cuando la vi sentí que se me paralizaban las manos, y hasta me temblaban las rodillas. Verla me impactó, además de que nunca la había visto sin su uniforme escolar. Es realmente bella, ella me miraba fijamente y yo no podía sacarle los ojos de encima, no sé cómo pude comenzar a tocar, pero lo hice, y toqué solo para ella. Al final, entre los aplausos, volví mis ojos hacia ella y me arrojó una rosa-señalé el florero-la única que he conservado-

-¿Entonces?

-¿Entonces qué Lill?

-¿Qué sientes por Ana?

-No lo sé. No creo estar enamorada. Espero no estarlo. Sería demasiado complicado.

-¿Solo porque eres su maestra? Me has dicho que ella es mayor de edad, además las clases terminan en un par de meses.

-Sí Lill, eso es lo que hace que todo sea complicado. Ella es muy joven, aún en el caso de estar enamorada de ella, no creo que ella sienta lo mismo, y cuando las clases terminen, se irá a estudiar a alguna universidad, y yo me quedaré con el corazón destrozado. La verdad es que prefiero que nada pase y tratar de ahogar este sentimiento-

-Cariño, nada bueno surge de ahogar los sentimientos. Créeme. Esa niña no es tan niña, y tú no eres una vieja. Solo ve con la corriente, no te niegues la oportunidad de encontrar el verdadero amor.

-Lill, lo que sentí cuando la vi…no puedo explicártelo. Pero con la luz del día, todo lo que hace esto tan complicado toma fuerza, color, nombre…-

-Chiquita, sin peros, te mereces esta oportunidad. Normalmente te diría que enfrentaras esto de una vez por todas, mañana mismo si fuera posible. Pero en este caso, dejar que el tiempo transcurra es lo mejor. Al menos por un tiempo Ana no se irá a ningún lado y así podrás tú averiguar que es lo que sientes.

  • Me quedé pensando en las palabras de mi compañera de departamento y me fui a dormir sintiéndome más optimista y con mis pensamientos en orden. Era lo que necesitaba, el día siguiente iba a ser una gran prueba. Lunes, primera clase, Ana. Ana. Me dormí con su nombre entre los labios.

Al día siguiente me presenté en la escuela minutos antes de mi clase, no quise ir antes para mi solitaria práctica de cello. Debía enfrentarme a Ana y no me sentía del todo segura, quería evitar todo encuentro. La verdad, estaba aterrorizada. Había llevado algunas nuevas obras para la orquesta de la escuela, a todo esto había cambiado a Ana al nivel avanzado. La verdad es que estaban trabajando muchísimo y sonaban muy bien, para ser una orquesta de estudiantes, la mayor parte aficionadas (apenas un puñado asistía a conservatorios o tenían profesores privados, y menos eran las que en verdad tenían talento)

Ana llegó, nos miramos un segundo pero la clase/ensayo continuó. En medio de un animado minué, la directora del colegio se hizo presente, entrando sigilosamente. Pude ver una media sonrisa dibujada en su rostro (era la máxima señal de aprobación de la que esa mujer era capaz) escuchó un momento y luego se retiró.

Finalmente sonó la campana, me entretuve con Niki, una de las violinistas, una niña mimada y algo…lenta. Repasé algunos pasajes de la obra con ella, le señalé algunos grandes errores que estaba cometiendo, con la esperanza de que mejorara. Si hubiese sido por mí, le hubiera dado trabajo de archivista de la orquesta, pero su familia aportaba mucho dinero a la escuela y querían ver a su hijita en la primera fila. En verdad, algunas de esas chicas eran exhibidas como mercancía y cualquier situación podía funcionar como vidriera. La orquesta de la escuela era un lugar visible y correcto para cualquier jovencita con aspiraciones de atrapar algún marido.

Cuando finalmente dejé libre a Niki y se fue del salón, me percaté de una figura que estaba senada en un rincón. Era Ana. Me puse a juntar todos mis papeles del escritorio, un leve temblor en mis manos.

-Solamente quería felicitarla profesora, me ha gustado mucho el concierto del sábado.

-Eh…si yo…te vi en el palco. Muchas gracias Ana- ¿me había puesto colorada? Esa niña me tenía bajo control.

-En verdad lo he disfrutado. Mi padre también, me ha dicho que le mandara sus felicitaciones- Ana hablaba en forma simple, con tranquilidad. Su voz era profunda, mezzosoprano. No se comparaba con los continuos grititos histéricos de sus compañeras de clase.

-Le dices que le agradezco, entonces, no sé si me merezco tantos elogios- Ana se veía tan diferente, camisa blanca y falda a cuadros, había vuelto a ser mi alumna. Me resultaba difícil entender que fuera la misma mujer de vestido negro que me había arrojado una rosa desde su palco.

–Se lo diré profesora- Ana ya estaba alejándose hacia la puerta, y yo suspirando casi aliviada. Cuando creí que ya se había ido, volvió a asomarse por la puerta.

-Vi que recogiste la rosa…-

-Eh…sí, muy bella, aún está en un florero sobre la mesa- el nerviosismo se notaba en mi voz, Ana había dejado de tratarme de usted en ese momento.

-Hasta luego profesora-

-Hasta luego Ana-

Wow. Fue lo primero que pensé en cuanto la figura de Ana desapareció por completo. Wow. Esto había sido demasiado, no lo esperaba. ¿Ana estaba interesada? No, debía ser producto de mi imaginación, interpretar algo completamente inocente para mi beneficio. Ensimismada en estos pensamientos, terminando de recoger mis cosas, me sobresalté al escuchar la voz de la directora.

-Hola Natalie, ¿cómo estás? Escuché que tu concierto fue todo un éxito.

-Estoy bien, gracias. Y sí, al parecer tuve muy buenas críticas- en verdad esa mujer me ponía los nervios de punta.

-Como sabes Natalie, este año se cumplen 85 años de la fundación de la primera de nuestras escuelas, y la Junta ha decidido celebrarlo en grande. Uno de los eventos que se realizarán es un concurso de los talentos musicales de nuestras escuelas, tanto de las ubicadas en este país como la de las escuelas que hay en países vecinos que forman parte de esta red educativa. Me gustaría que escogieras alguna de tus alumnas más aventajadas para participar, y por supuesto, asegurar también la participación de nuestra orquesta.

-Por supuesto, no tengo ningún inconveniente, creo que será un incentivo para las chicas.

-Entonces estamos de acuerdo. El concurso tendrá lugar la semana anterior de la finalización del año escolar. Si necesitas tiempo extra, estamos dispuestos a pagar tu trabajo.

-No se preocupe, se lo haré saber de ser necesario.


Traté de evitar el gran patio y la cafetería, no quería encontrarme con Ana, demasiadas emociones por un día. Tenía que pensar además en las nuevas actividades que la directora me había encargado. Había unas cuantas alumnas que podría presentar como solistas, otras tantas cuyos padres exigirían que fueran presentadas… Y Ana. No podía dejar pasar su talento musical. Más allá de mis propios sentimientos, era mi deber darle ese empujoncito que necesitaba, Ana no solo poseía talento, si mi intuición no fallaba, sino ese ingrediente secreto que puede convertir a un músico genial en un verdadero prodigio.

Ufff…había vuelto a pensar en Ana. Otra vez Ana en mi mente. ¿A quién estoy queriendo engañar? Los pequeños demonios de sonrisa desviada se regodeaban con mi confusión. En fin…¿quién me aseguraba que Ana fuese…y aunque fuese, porque iba a interesarse en mí? Basta. A la acción. Dejé mi café a medio terminar y me alejé rápidamente del barcito. Llegué algo tarde al ensayo, me disculpé con el director, quien estaba dando unas noticias. Me senté en mi lugar tratando de no molestar y le pregunté a mi compañero de al lado que había anunciado.

-Solo estaba dando el cronograma para el mes entrante, vamos a acompañar a una concertista de violín, china creo, o quizás hindú, no he prestado mucha atención, jeje-

-Gracias Robert, no sé que haría sin ti- le palmeé el hombro. Robert era uno de esos tipos de eterno buen humor, sin hipocresía. Nada complicado, fácil de llevar, me hacía reír en momentos inconvenientes. Finalmente comenzó el ensayo y entre compases de espera hacía la lista mental de las alumnas que concursarían y me comprometí a hablar con Ana acerca de su participación. Al terminar el ensayo pregunté a varios compañeros por los mejores profesores de piano de la ciudad y obtuve varios números telefónicos. Terminé el día con un baño de inmersión y una película que no recuerdo.


Al día siguiente, en la escuela.

Había pedido permiso a la directora para entrevistar a las posibles candidatas, había dejado a Ana para el final, para poder tener más tiempo con ella. Después de hablar con cuatro adolescentes chillonas, la voz de Ana resultó ser un bálsamo.

-¿Me mandó a llamar profesora?

-Sí Ana, siéntate- vestía sus ropas de gimnasia, corría algo e sudor por su frente. Sacó una toalla de mano de su bolso y se secó.

-Usted dirá-

-Verás Ana, dentro de unos meses tendrá lugar un concurso de talentos musicales con motivo del 85º aniversario de la fundación de la escuela. Creo que tú podrías competir Ana.

-Profesora, yo…no lo sé, hace tiempo que no toco seriamente, además…no lo sé.

-Mira Ana, tienes talento y lo sabes. ¿Con quién has estudiado, que repertorio has trabajado? Pensó durante unos segundos, como dudando en decírmelo. Finalmente me nombró a dos de los mejores profesores europeos como sus maestros y una cantidad impresionante de obras para alguien de su edad.

-¿Y qué pasó Ana, porqué lo has abandonado?

-No lo sé, creo que nunca me he acostumbrado al público. He estado en varios concursos y siempre mi inseguridad me impidió llegar muy lejos. Finalmente dejé de intentarlo.-su rostro se oscureció de repente, tan rápido como una tormenta de verano. Creí adivinar algo de lo que estaba sintiendo o pensando. Tenía que ver con su niñez, seguramente. En pocos segundos la sombra se retiró y volvió a ser la Ana de siempre.

-Cuando te vi sobre el escenario, me fascinó tu dominio de la situación. Yo…disculpe-se había vuelto a olvidar del usted…

-Está bien Ana, a mí no me molesta, al contrario. Solo que tú sabes, las normas de la escuela… Yo te puedo ayudar con eso, con eso que  llamas dominio, si quieres. No quiero presionarte. Aquí tienes una lista de los mejores maestros de la ciudad, con los que puedes trabajar tu técnica. Sin compromiso Ana-

-Está bien profesora, lo pensaré-

-Gracias Ana, puedes volver a tus clases-

-Hasta luego-

-Hasta luego- Verla, hablar con ella, tenerla cerca me dejaba de cama. Demasiada tensión, demasiado autocontrol.


Una semana después, en el salón, antes de comenzar el ensayo de la orquesta escolar.(ver pie de página )

Estaba ensimismada en el Elgar concerto. Me había propuesto estrenarlo este año, ya había hablado con el director y habíamos pautado ensayos y una fecha tentativa de estreno. Por encima de todos, ese concierto era mi favorito. No podía explicar lo que me sucedía al tocarlo. Elgar lo había compuesto tras la muerte de su esposa y el sentimiento puesto en ese concierto era…conmovedor es poco. No hay palabras que puedan describirlo. Solo hay que escucharlo y abandonarse a su merced. Una pequeña pausa, necesitaba hacer una anotación en la partitura. No encontraba mi lápiz, debía haberse caído, estaba por agacharme a buscarlo cuando una mano extendida me alcanza mi preciado nº4 (uso los lápices blandos y oscuros para escribir en las partituras)

-Gracias- giro la cabeza para ver quién me estaba haciendo el favor. Era Ana.-Ana-creo que mi voz sonó más sorprendida de lo que  hubiese querido.

-¿Te pasa algo Ana?- tenía los ojos algo humedecidos. -No profesora, estoy bien, solo estaba escuchando…- ¿será que estaba emocionada por el concierto?

-¿Qué te trae por aquí tan temprano?-

-Quería hablar con usted. He comenzado a tomar clases con una de las profesoras que usted me sugirió-

-Qué bueno Ana, me alegro muchísimo. ¿Y que has decidido acerca del concurso?-

-Quiero participar profesora, quiero tocar esta obra-me entrega una partitura que sacó de su bolso. Lo tomé de sus manos y lo miré algo sorprendida. Era una obra para piano…y cello.

-Ana…-mi mirada era un total interrogante.

-Quiero que toquemos juntas- me interrumpió.

-Ana, no creo que sea posible, soy tu profesora, no lo sé.

-Entonces no podré participar, no me siento preparada para tocar ante el público sola-su voz sonó firme

¿Porqué mi negativa? ¿Qué más querría yo que poder pasar más tiempo con ella? Cobarde. No había otra explicación. Era cobarde.

-Está bien Ana, voy a consultar con la directora y luego te lo haré saber. La obra que elegiste es preciosa- el concierto Nº 19 para cello y piano de Rachmaninov.- Hagamos un trato Ana. Aún si no podemos tocarlo en el concurso, lo haremos en cualquier otro lugar ¿te parece?

-Claro que sí profesora- sus ojos se iluminaron… ¿por mí? ¿por el concierto? Por el concierto, no te hagas ilusiones Natalie. Sonó la campana, comenzaron a entrar las demás estudiantes, la conversación había terminado y Ana se confundió entre los demás uniformes que llegaban al salón.