Una cuerda de violoncello 4

Preludio a la locura.

Tal como lo había predicho Lilly, mi encuentro con Laura me había dado cierta perspectiva, o al menos de eso intentaba convencerme. Lo cierto es que la liberación de cierta energía sexual que estaba dando vueltas dentro de mí me había hecho bien. De todas formas, no mentí cuando le dije a Lill que ese tipo de escaramuzas no se condecían con mi personalidad. En realidad, durante todo el día siguiente sentí algo así como culpa. Pueden llamarme anticuada, pero yo quiero todo: las mirada furtivas, los encuentros y desencuentros, la agonía de no verla, el sufrimiento del estar enamorada, las especulaciones, el primer beso… Me gusta el sufrimiento y el drama…jeje.

Con el transcurso de las semanas, Ana se había transformado en una alumna bastante popular. Se había adaptado a la vida de la escuela e inclusive había entablado amistad con algunas de las alumnas. Sin embargo seguía manteniendo algo de distancia. Quizás por ser mayor que las demás chicas, quizás por su pasado, quizás por… No lo sé y no le di demasiadas vuelta al asunto.

-Nat, amorcito, estás muy pensativa, ¿te sucede algo?- Lil me encontró tirada en el sofá con una copa de vino en una mano mirando fijamente…un documental acerca de la construcción de puentes.

-Estoy bien Lil, ¿porqué lo dices?-

-Creo que esto habla por sí mismo querida mía- dijo señalando el televisor de pantalla plana- ¿O será que ahora te interesa la ingeniería civil…?

-Lil, no subestimes a los puentes, sirven para comunicar, para alojar desamparados bajo su sombra…-

-Sarcasmo eh?...algo grave está pasando.- Lil me arrebató el control remoto y apagó el televisor.-Habla-me ordenó

-Nada Lil, en verdad. Solo estaba dándole vueltas al asunto de Laura. No la he llamado y la verdad no me apetece hacerlo. En realidad, me pareció simpática y fresca, totalmente opuesta a las “chicas de conservatorio” que suelo conocer, pero de todas maneras…No lo sé. Siento que he caído en un lugar común, tener una aventurilla con una desconocida en un baño público- dije mientras vaciaba lentamente el resto de la copa.

-¿Sólo eso? Ya…Mira, señorita “me ahogo en un vaso de agua”. Laura y tú lo pasaron muy bien una vez. No hay razón para hacer de eso más de lo que fue. Y no te preocupes por lo del lugar común, todas las personas terminan por caer en alguno de ellos en algún momento de su vida, aún personas tan originales como tú. Si quieres llamarla, házlo sin tantas vueltas, quizás hasta terminen como buenas amigas. Laura es una gran artista, ¿sabes?- lo dijo como al descuido.

-Artista…eso lo cambia todo, jajaja. Eres muy previsible Lil. Quizá la llame, pero sin expectativas. ¿Brindamos?- entrechocamos las copas y brindamos por el amor y por varias cosas más hasta vaciar la botella de Petit Verdot (uno de mis vinos preferidos)

Finalmente no tuve que llamar a Laura. Llegó a mi departamento una carta suya, que decía simplemente: “Estás invitada, sin presiones, Laura” y dentro había un par de tickets para un espectáculo de danza moderna para el día siguiente a la noche. Aparentemente era una función a beneficio y decidí asistir, por curiosidad.

Lil me acompañó, aunque a regañadientes. Me confesó que le había tomado aversión a la danza después de que una bailarina le rompió el corazón.

-Si fuera por todas tus aventurillas Lil, no podríamos ir a ninguna parte…-Lil había sido siempre muy…enamoradiza. No era bella, pero su personalidad cálida, extrovertida, su sentido de la amistad y la lealtad le habían ganado innumerables y hermosas amantes.

El espectáculo se desarrollaba en uno de esos teatros que daban cobijo a compañías de teatro experimental y todo tipo de producciones bizarras del movimiento underground. Encontramos nuestros asientos y esperamos a que todo comenzara.

Se apagaron las luces finalmente, se levantó el telón. Una luz roja y tenue se fue intensificando, dejando ver una figura en el escenario, una mujer vestida de blanco, en posición fetal. La música comenzó a sonar, sonidos aislados metálicos  sobre un continuo de cuerdas graves sintetizadas. La figura comenzó a moverse lentamente para luego acelerar con el ritmo de la música. Las luces iban cambiando también y finalmente la luz blanca permitió distinguir el rostro de la solista, que no era nadie más que la propia Laura. Pronto otros bailarines se sumaron la espectáculo y la figura de Laura se confundió con el resto.  Fue algo un tanto complicado, la danza moderna no es mi fuerte, sin embargo disfruté mucho del espectáculo.  Al finalizar, fui a verla a los camarines. Me sentía un tanto cohibida, al final no había vuelto a verla desde el incidente del baño. Pero me recibió con un abrazo amistoso, lo que deshechó cualquier asomo de duda que pudiera tener.

-Laura, no tenía idea…¡Felicitaciones!

-Ay  Nata, hay mucho que desconoces de mí- y me guiñó un ojo.

La dos reímos y ahí supe que entre nosotras solo podía existir una buena amistad. La invité a tomar un trago conmigo y con Lil, pero tenía compromiso con el staff de su compañía de danzas, así que lo dejamos para otra ocasión.

Lil y yo optamos por volver a casa, ambas estábamos cansadas y yo tenía ensayo  muy temprano.

Estuve de licencia en la escuela por un par de semanas, debido a una gira con la orquesta. Teníamos una serie de conciertos en los países limítrofes, sin mucho tiempo para pasear o pensar, solo subir a un avión, llegar al hotel, dormir, vestir la ropa de gala, ir al teatro, tocar, volver al hotel, dormir para volver a subirnos a un avión en la mañana siguiente. Agotador pero totalmente satisfactorio.

El único inconveniente eran las camas de hotel. En verdad nunca me había acostumbrado a dormir en camas que no fueran la mía. El sueño me vencía cercana la madrugada, y recuperaba el tiempo perdido en los incómodos asientos del avión. Durante mis momentos de insomnio me encontré varias veces tratando de apartar de mi mente la imagen de Ana. La verdad es que durante mucho tiempo la había casi ignorado. Siempre había sido amigable con mis estudiantes, muchas veces ofreciéndoles clases extra para mejorar su técnica instrumental y sus interpretaciones, y muchas veces mi consejo en asuntos extra-musicales. Me sentí mal, no quería que Ana pensara que tenía alguna animosidad contra ella y me propuse hablarle  en cuanto hubiera regresado a mis clases habituales.

Aquella gira me trajo muchas satisfacciones, ya que pude tocar el concierto Nº 1 para cello de Saint Säens, una obra maravillosa, muy demandante. Recibí muy buenas críticas en los periódicos locales, además de varias ofertas tentadoras como solista para la siguiente temporada musical.

Una de las presentaciones se canceló debido a problemas gremiales con los trabajadores del teatro donde debíamos presentarnos y no había otro lugar disponible, así que regresamos un día antes de lo previsto.

Valijas y violoncello a cuestas llegué al departamento. Lill siempre me recibía con su habitual calidez. La verdad, había encontrado a una compañera ideal. Nos abrazamos, y como siempre me llenó de preguntas acerca del viaje, los lugares, y por supuesto, si había onocido a alguien. Le conté algunas anécdotas, le detallé los paisajes más bonitos que había visto, pero me guardé muy bien de decirle que había estado pensando en Ana. Al fin y al cabo, no había sido nada más que preocupación por una alumna…

-Así que no has conocido a nadie…¿ni una aeromoza?¿ni una empleada del hotel? Ay amiga, yo que tú cambio de rubro, ¡es que con ese trabajo que tienes nunca conoces a nadie! Ni siquiera puedes tener un romance con tu jefe-

-Lill, aún si el director fuera directora…jamás tendría un romance con ella, jaja, no es por nada, pero un mal carácter…Aunque hace sonar la orquesta como los dioses, en verdad-le di un beso en la mejilla- Ahora querida si me disculpas, necesito mi propia cama-

-Cierto, ¡tú y tus extravagancias! ¡A ver si se te quita esa fobia de una vez!- me dijo mientras sacudía la cabeza. Estaba con su atuendo de escultora, que en realidad no eran más que unos trapos viejos y el cabello atado arriba de su cabeza, que en este momento estaba lleno de salpicones de arcilla. Era gracioso verla con esa traza y sacudiendo la cabeza como si fuera mi madre.

-Si mami-contesté poniendo cara de niña buena, a la vez que salía casi corriendo hasta mi habitación.

Me di una ducha rápida y me acosté. Estiré todo mi cuerpo, tal y como podría hacerlo un gato, disfrutando de mi propia cama, mi sábanas, mi almohada…Me quedé dormida casi instantaneamente. Me desperté muchas horas después, un tanto aturdida, como quien ha dormido tres días seguidos. Miro el reloj, casi terminaba la tarde. ¿Qué hacer el resto del día? Nada mejor que cocinar y estar con amigas.

-Lill ¿estás por ahí?-

-Claro hija, aquí estoy, aún trabajando…cuando la musa exige…- me dijo mostrándome las manos llenas de arcilla y amenazando con tocarme la nariz.

Salí corriendo y me refugié en la cocina mientras le gritaba:

-¡Le dices a tu musa que espere, vas, te bañas y le dices a Susana que se venga a comer!-

-¡A sus órdenes señora!-me gritó Lil.

La escuché encerrarse obedientemente en el baño y luego salir a buscar a Susana a la pastelería.

Pasamos las tres una velada tranquila,  buena comida, buen vino y una tarta de frambuesas preparada por las mágicas manos de Susana.

A medianoche dejé a la parejita a solas, y me retiré nuevamente a mi tan añorada cama. Al día siguiente quería ir a la escuela para adelantar algo de trabajo, aunque nadie me esperara, supuestamente seguía yo de gira.

Dormí espectacularmente bien, me desperté temprano, muy relajada y descansada, ducha, desayuno y a la escuela, violoncello a cuesta. Creo que mi instrumento se había convertido en una parte de mi cuerpo, iba a casi todos lados con él y cuando no lo tenía encima sentía como si me faltara un brazo.

Entro a la escuela, me encontré con la directora quien me dio la bienvenida brevemente (esa mujer estaba siempre apurada, aún cuando no tuviera nada que hacer, me ponía nerviosa) y seguí camino para el salón de música, donde iba a poder disfrutar de mi práctica de cello hasta la hora de la primera clase, como ya había tomado costumbre de comenzar el día.

Mientras avanzaba por el largo pasillo, totalmente ensimismada, empezaron a colarse entre medio las notas de alguna melodía… Al principio pensé que era producto de la mente musical, no sería la primera ni la última vez queeso sucediera. Continué prestando más atención, pero el sonido persistía y no provenía de mi interior. Me asomé al salón y pude ver a Ana sentada al piano, las manos relajadas sobre el teclado, la cabeza algo inclinada como para oír las últimas vibraciones de la obra que acababa de ejecutar.  No sabía que podía tocar de esa manera, su curriculum escolar no decía nada acerca de estudios pianísticos. Debo haber hecho algún ruido, porque Ana se volteó a mirar, como asustada.

-Profesora…-estaba visiblemente cohibida o molesta, no pude descifrarlo en ese momento-Disculpe, yo…creí que no venía usted hoy-

-Ana…no tenía idea ¿Porqué no me lo habías dicho?

-Es que usted no preguntó- fu su simple respuesta, que seguramente tenía mucho más escondido en su significado.

-Era Chopin ¿cierto?

-Sí profesora, el Preludio en Mi menor-dijo como si minimizara su interpretación, que a mi entender había sido brillante.

-¿Y desde cuándo estudias?-lo pregunté como al descuido, no quería intimidarla con interrogatorios, pero lo que esa chica me había inquietado antes, había vuelto con mucha más fuerza.

-Desde muy niña. Mi abuela, la madre de mi padre, era pianista, ella comenzó a enseñarme cuando yo tenía solo cinco años. Yo la adoraba, y por hacerla feliz, me pasaba mucho tiempo estudiando. Luego, cuando ella ya se puso muy anciana y enferma, tuve varios profesores. Gané también varios concursos- a esto último lo dijo como con vergüenza.

-¿Podrías tocar alguna otra cosa para mí Ana?

-No lo sé profesora, hace tanto que no toco…yo…-

-¿Por favor?- algo en mi tono de voz la debe haber convencido. Volvió a acomodarse frente al piano, y en el momento de hacerlo fue como si se desconectase del mundo. Sus dedos largos acariciaron el marfil del antiguo piano y comenzó a tocar una sonata para piano de Beethoven, la Nº 17 en Re menor, llamada La Tempestad, obra que yo adoraba. Y de los dedos de Ana se dibujó la tormenta con perfecto fraseo, intención e intensidad. Increíble.

Debíamos haber estado las dos muy ensimismadas, ella tocando, yo escuchando y observando, porque no nos dimos cuenta de que había sonado la campana para la primera clase. El salón comenzó a llenarse de chicas que no se percataron de la situación, entre charlas y risas.

Ana dejó de tocar inmediatamente, el precioso momento se había roto. Se levantó lentamente para encontrar su lugar, sacó la viola del estuche y comenzó a calentar los dedos para la práctica de orquesta del día.

Todo mi ser estaba lleno de un desasosiego que no había experimentado antes. Durante todo el ensayo no pude evitar que mis ojos se desviaran hacia ella y no podía concentrarme. Opté por dejar que las chicas salieran diez minutos antes de lo debido, porque me era casi imposible continuar con mi trabajo.

No lo sabía aún, pero ese momento había sido el comienzo de una nueva etapa en mi vida.

Terminé mis clases del día y decidí almozar fuera. No podía regresar al departamento para enfrentarme a la mirada escrutadora de Lill.

Decidí ir al pequeño restaurante de comida japonesa, era un gusto que me había quedado de mi relación con Nanami. Ella preparaba un sushi espectacular, que solíamos comer en la cama, después de hacer el amor, mientras mirábamos alguno de nuestros conciertos favoritos.

No sé cuánto tiempo estuve sentada ahí, frente a una lamparita de papel de arroz, con los palillos entre mis manos, jugando con un maki roll… Mi mente vagaba vertiginiosamente por los acontecimientos de mi vida, hasta el recuerdo de Nanami se hizo nuevamente presente, fantasma que yo había tratado de alejar por mucho tiempo.

Ana…¿Qué es lo que me pasa contigo? No podía responder a mi propia pregunta. Al principio quizás fue su aire de desamparo, luego, al enterarme de su historia, el deseo de protección, tal vez maternal…¿y ahora? Su talento… ¿Solo eso?

Traté de no pensar más en ello…en ella. Pagué la cuenta, salí del restaurante y me encaminé al teatro, donde tendría lugar el ensayo general de la ópera que estábamos por estrenar. Otra vez Nanami en mi mente…Desde nuestra ruptura yo no había encontrado alguien con quien poder incursionar en la música de cámara. Lo había intentado un par de veces, pero nunca había funcionado del todo. Ya no la recordaba con dolor, sino con una mezcla dulzona de añoranza y ternura. La distancia y años de terapia hacen milagros…

Terapia…eso es. Hacía unos meses que por razones de trabajo había dejado de ver a mi analista, pero ahora necesitaba volver. Llamé a su secretaria, quien diligentemente me ubicó en un turno para el día siguiente, en lugar de otro paciente que había cancelado su entrevista.

Mi atención durante el ensayo fue casi la de un cachorro. Pude sentir la mirada del director clavada en mí varias veces, no levanté mi mirada del atril…no era un buen día. Solo estaba esperando a que el ensayo terminara. Por suerte las intervenciones del cello en esa ópera no eran demandantes. De todas formas, mi humor no estaba como para soportar a las divas del canto de la compañía operística del teatro. Muy profesionales, pero demasiado…divas.

Suspiré aliviada cuando el director dio por finalizado el ensayo. Salí lo más rápido posible, no quería arriesgar la posibilidad de encontrarme con él. La verdad no quería hablar con nadie. Agradecida por encontrarme en el final del día, me fui a mi departamento. Dejé mi cello en su rincón de costumbre, fui hasta la cocina a buscar una bebida refrescante. Un post-it en la puerta de la heladera: “Amorcito, Susana está con gripe, me quedo con ella para cuidarla, besitos, Lill”

Suspiré aliviada. Lástima por la gripe de Susana, pero seguramente esas dos encontrarían forma de pasarla bien, y yo necesitaba una noche a solas.

Llené la bañera con agua tibia y sales, me desvestí y me metí en el agua, Jacqueline Du Prè sonando…nada mejor para borrar las señales de un día difícil.


Muchísimas gracias a todos los que me han escrito, no tengo tiempo de responder a todos personalmente, pero valoro sus elogios y opiniones. Voy a tratar de seguir escribiendo lo más a menudo posible. Gracias otra vez,

Idgie