Una cuerda de violoncello 19-Final

El desenlace.


Faltaba una semana para la gala de la orquesta, presentando el dúo de violín y violoncello. Los ensayos previos eran, como siempre, exhaustivos. Se pulía cada detalle con esmero y dedicación, no sin los roces propios de la situación.

Había tratado de evitar a Nanami; llegaba y ocupaba rápidamente mi lugar, y me iba en cuanto terminaba el ensayo. Cuando mi ex me pidió un ensayo extra para nuestro dúo, que quería que nos pusiéramos de acuerdo en unos pasajes. Le dije que no, que no creía que fuera necesario. Pero luego me llegó un “pedido” de parte del director del teatro, y tuve que acceder a ello.

-Quiero acompañarte- me dijo Ana.

-No hace falta amor, voy a tratar de terminar lo más pronto posible-

-No confío en ella Nat. No sabemos aún hasta donde es capaz de llegar-

-La verdad es que me sentiría mejor sabiendo que estás ahí, pero preferiría que ella no supiera que estás ahí, no quiero que tenga ningún gesto violento o molesto contigo.-

-No te preocupes, entraré luego y me sentaré al final, donde no pueda verme-

Ana seguía yendo al colegio, como siempre, tenía que conseguir su título de secundaria para poder estudiar en alguna de las prestigiosas escuelas de música que la habían aceptado, pero cuando podía me acompañaba a los ensayos o pasaba a buscarme, esperándome fuera del teatro. Me sentí aliviada al escuchar que estaría presente. No hacía mucho tiempo que estábamos juntas, pero con ella a mi lado podía enfrentarme al mundo.

Mi encuentro con Nanami tendría lugar el día jueves, luego del ensayo con la orquesta. Se había estado escondiendo de mí, esquivándome, supongo que para impedir que le reclamase por haber recurrido a esos métodos para lograr estar a solas conmigo. En esos días previos se la veía nerviosa, y un poco desarreglada. Pero no quería sentir pena por ella. Su accionar me había hecho muy infeliz una vez, no iba a permitirle una segunda oportunidad para terminar lo que había comenzado tantos años antes.


Fueron días de intenso trabajo y el jueves llegó demasiado pronto. Ana tenía exámenes finales, no habíamos dormido juntas, porque necesitaba estudiar, pero me había prometido llegar a tiempo al ensayo con Nanami, aunque sin dejarse ver. Se preocupaba por mí.

Si lo pienso ahora, miles de indicios me habían indicado el posible desenlace de mi conflicto con Nanami, pero quizás no había querido reconocer que la mujer que había amado tanto se hubiera convertido en… No voy a adelantarme a los hechos.

Mis compañeros de orquesta desalojaron rápidamente el teatro, ansiosos todos por llegar a sus hogares y distenderse. El ensayo había sido agotador y exigente, el director no dejaba pasar el más mínimo error.

Nanami se había quedado en un rincón del escenario, iluminado a medias. Ese día se había vestido esmeradamente: un yukata estilizado, más pegado al cuerpo que el tradicional, y más corto, de seda negra, cinturón y pantalones, también de seda, de un color gris acerado, mostrando un complicado entramado de rosas y hojas caprichosas. No se había maquillado, supongo que porque recordó que no tolero el maquillaje. Prefiero a las mujeres sin barreras, como son, belleza natural.

Me saludó cálidamente, como si hubiésemos sido las mejores amigas, un beso en cada mejilla. Parecía que para ella, nada había pasado: no le había entregado las fotos a la directora, tampoco había intrigado para que me viera obligada a asistir a ese ensayo extra, tan incómodo como innecesario. Un comportamiento cercano a la esquizofrenia.

-If you don’t mind, I would like to start from section B, bar 154, right after the ritardando…there is something there that…-

Justo había visto la sombra de Ana en el fondo del teatro, había entrado discretamente, sentándose en la última fila, en las sombras. Su presencia, saber que estaba ahí, me daba tranquilidad.

La voz de Nanami, en su inglés al que el colegio británico al que había asistido no había podido quitar el acento oriental, había entrado en mi mente y tardé un momento en comprender lo que me estaba diciendo.

-Yes, no problem, let’s start from bar 154 then…-

Era una parte sumamente expresiva del concierto, agógica, llena de contrapuntos y lugares de encuentro entre los dos instrumentos solistas. En otro tiempo, ese tramo de la música hubiese sido arcilla entre nuestras manos, formándolo a nuestro gusto. Pero ya no era ese el caso. La armonía más importante, la que se da entre dos personas, estaba rota.

Repasamos varias veces el fragmento, casi sin hablar. Pasamos a otras secciones, para no quitarle significado a la música con la repetición. En un momento de descanso, yo estaba estirando piernas y brazos, en el escenario, con una serie de ejercicios destinados a relajar tendones y músculos. Nanami se acercó a mí, sin que me diera cuenta de ello, hasta que estuvo detrás, muy cerca. Comenzó a hablarme en el oído:

-Natalie… ¿recuerdas cuando tocábamos esto? Éramos muy felices…

Me alejé de ella y la enfrenté.

-Nanami, no empieces con eso. Fue hace demasiado tiempo y fuiste tú quien eligió, no yo. Mi vida ahora es diferente y soy feliz ahora.

-No puedes haberme olvidado, no puedes…-decía, vehementemente.

-Te he olvidado, sí…Además ¿cómo crees que pueda volver contigo después de todo lo que has hecho?-le dije, levantando cada vez más la voz, todos los malos momentos que me había hecho pasar desde que volvió, recordar que casi me había costado mi relación con Ana…me había hecho hervir la sangre.

-Todo lo que he hecho es porque te amo Natalie- replicó.

-¿Por eso has manipulado a ciertas personas para obtener este concierto y acercarte a mí? ¿O hablar con el padre de Ana? ¿Las fotos que terminaron en manos de la directora? Esto no tiene sentido, me voy. Y no insistas, no volveré a ensayar contigo- mis ojos buscaron inconscientemente a Ana, necesitaba su apoyo. No sabía si donde estaba había podido escuchar la conversación, pero seguramente podía entender el lenguaje corporal.

Nanami se dio cuenta, miró en la misma dirección que yo y vio a Ana. Explotó en una oleada de celos y gritos.

-¿¡Qué hace esa niñita estúpida aquí!?-

-Cálmate Nanami y no te atrevas a insultarla, déjala fuera de esto.

-Fuiste tú la que la involucró al traerla aquí-

-Di lo que quieras. Me voy- comencé a guardar mi cello.

Nanami seguía gritando.

-No entiendo cómo te has podido enamorar de una chiquilla insignificante-

Cometí el error de responder a su provocación.

-Esa chiquilla, como le dices, es mil veces más mujer que tú, en todo sentido. Es ella quien me ha enseñado lo que es el verdadero amor.

Nanami se había vuelto y estaba con la cabeza gacha, temblando de rencor y celos.

Sin que pudiera hacer algo por evitarlo, en un segundo Nanami se abalanzó sobre mí, con algo en su mano, como queriendo golpearme. Me protegí el rostro con un brazo y el dolor lacerante me hizo saber del filo del objeto brillante que había alcanzado a vislumbrar, al reflejar la luz de uno de los focos del escenario.

Comenzamos a forcejear. No sé en qué momento Ana apareció corriendo en el escenario, trató de separar a Nanami de mí, que en su odio ciego, había conseguido apresarme contra el piano de cola. Mi atacante trató de zafarse de Ana, y no sé cómo, la pequeña navaja terminó clavada en el costado derecho de Ana. La sangre comenzó a brotar manchando su camisa blanca, demasiado rápidamente. Uno de los empleados del teatro, encargado del escenario, que se encontraba reparando el mecanismo del telón, acudió al oír nuestros gritos y finalmente pude desarmar a Nanami.

-¡Ana! ¿Estás bien?- me había agachado-Llame a una ambulancia-le pedí al empleado.

-Nat…estoy bien…duele…pero…-la voz de Ana sonaba frágil-Nat, amor ¿tú estás bien?

-No te preocupes, sólo un corte en el brazo- en ese momento me acordé de Nanami, giré la cabeza para saber si aún seguía allí, y así era. Estaba parada, con la mirada extraviada, casi sin moverse.

Utilicé un pañuelo que tenía alrededor de mi cuello para contener la sangre de la herida de Ana. Llegó la ambulancia casi al mismo tiempo que la policía y el padre de Ana. Los dos nos subimos a la ambulancia, que nos llevó hasta el hospital. Un paramédico me había realizado una curación, pero necesitaba varios puntos.

Cuando llegamos, me llevaron a una salita a pesar de mi protesta, mientras Ana iba a un quirófano y su padre se quedaba en la recepción para dar detalles burocráticos.

El médico no tardó mucho en salir a darnos noticias, aunque a nosotros nos parecieron días. Nos explicó que la hoja había entrado en un espacio intercostal pero se había desviado en un hueso así que no había llegado al pulmón, lo único que debieron hacer es detener la hemorragia de unas pequeñas arterias que habían resultado dañadas.

Suspiré aliviada y las lágrimas se agolparon en mis ojos y no tardaron en desbordarse. Alejandro me abrazó y me consoló.

-Vamos Natalie, Ana ya está bien, no le ha pasado nada y en pocos días estarán las dos paseando, lejos de todo esto.

Fue reconfortante. Alejandro se encargó de que nada trascendiera a los medios de comunicación, pero de todas formas, por precaución, me aconsejó que llamara a mis padres para que escucharan la noticia por mí y no por la prensa amarillista.

Así lo hice, mi mamá se alarmó muchísimo al principio, pero luego al escuchar que yo estaba bien, se tranquilizó. De todas maneras no pude convencerla que no era necesario que viajara para estar conmigo. Cuando finalmente pude cortar la llamada telefónica, el médico nos informó que podíamos pasar un momento a ver a Ana, que seguía atontada por la anestesia, pero se encontraba muy bien.

Entré yo primero y me senté al lado de su cama, en una silla incómoda. Al poco rato Ana despertó.

-Hola amor

-Nat…

-No hables mi vida, no te esfuerces. El médico dijo que estás bien, pero has perdido bastante sangre, y estás un poco débil.- le tomé la mano y la besé.

-¿Y…Nanami?

-No lo sé Ana. Alguien de la embajada de su país fue al teatro y no sé más que eso. Supongo que ahora estarán esperando a que realicemos una denuncia.

Alejandro golpeó la puerta de la habitación y entró, me hizo señas para que saliera. Quería consultarme acerca de una llamada que recibió del abogado de Nanami.

-Natalie, Nanami está internada en una clínica psiquiátrica. En cuanto sus padres lleguen, van a llevársela para que siga su tratamiento en su país.

-Por mi parte no quiero presentar ninguna denuncia Alejandro, prefiero olvidar esto rápidamente y poder continuar con mi vida.

-El abogado me ha dicho que se comprometen a no permitir que Nanami vuelva a acercarse a ti o a Ana. De todas maneras, en el caso de que Ana tampoco quiera presentar una denuncia, sería prudente que fijáramos una orden de alejamiento, para prevenir futuros problemas.

-Sí Alejandro, me parece lo mejor. En cuanto pueda iré a hablar con mi abogado y…-

-No te preocupes, mi abogado personal se encargará de todo, tú solo dedícate a cuidar de mi hija.

Más tarde Ana confirmó que también prefería no denunciar a Nanami. Yo había llamado al director del teatro para informarle de lo sucedido. Por supuesto, el tan promocionado concierto no iba a poder realizarse.

Los médicos dijeron que Ana podría volver pronto a casa, quizás en dos días. No me separé de ella en todo ese tiempo, ni siquiera fui a buscar a mi madre al aeropuerto. Cuando llegó, me sentí aliviada. Lil estaba ahí conmigo, en el pasillo del hospital, mientras la enfermera hacía las curaciones en la herida de Ana. Nos abrazamos, le presenté a mi amiga y la puse al corriente de la situación. Había sido imposible para mi padre venir, pero me mandaba todo su apoyo, además de una pila de composiciones inéditas de algunos de sus alumnos más prometedores.

Finalmente, pudimos llevar a Ana a su casa, me sentí aliviada cuando la vi caminando, con su sonrisa de siempre, teniendo una conversación con mi madre, de lo más incómoda para mí, acerca de episodios vergonzosos de mi niñez.

-No sé que hubiera hecho si algo te hubiese sucedido-le dije a Ana cuando estuvo instalada en la habitación de su casa.

-Ya pasó todo Nat. Ven, dame un abrazo…-la abracé con cuidado.

-Te amo-

-Y yo a ti- nos besamos largamente, disfrutando del momento.


La semana pasó tan rápida como un relámpago. La recuperación de Ana fue excelente. Nos enteramos de que los padres de Nanami se habían llevado a su hija, quien sería internada en una clínica en Japón, para seguir terapia de rehabilitación. Lo cierto es que Nanami tenía una adicción a las pastillas antidepresivas y un comportamiento de automutilación que había desarrollado hacía años. Lo sentí por ella, por mí, por toda la situación que habíamos vivido. No había tenido la fuerza suficiente para enfrentarse a sus padres y no lo soportó. Y sus padres prefirieron ver la vida de su hija destruida por evitar un escándalo social.

El concierto habría sido cancelado, si no le hubiera propuesto al director que Ana y yo podríamos tocar también y completar el programa, reemplazando al dueto de violín y cello. Después de que me habían presionado para tocar y ensayar con Nanami, no tuvieron más opción que aceptar mi propuesta.

Ana estuvo de acuerdo y apenas estuvo un poco más repuesta, comenzamos a ensayar. Mi madre había tenido que volver a su trabajo en la universidad, pero había prometido volver con mi padre para el concierto.


El concierto fue todo un éxito. Ana estuvo fantástica. Fue emocionante ver a nuestra familia en un palco, a Alejandro, mis padres, Lil, aplaudiendo. Ana estaba impresionantemente bella, con un elegante vestido negro. Saludamos al público al finalizar, algunas flores volaban desde el público hasta el escenario y no pude evitar recoger un hermoso pimpollo de rosa y dárselo a Ana. Nos miramos como si nada más existiera en el universo. Volvimos a la realidad cuando el telón comenzó a cerrarse. Nos apuramos a bajar del escenario, encontramos un rincón oscuro entra las bambalinas y nos besamos sin importar la gente que iba y venía.


Han pasado varios años desde ese momento. Ana comenzó sus estudios universitarios en composición e interpretación musical, alternando clases con un reconocido pianista. Nos mudamos a una casa que compramos cerca del campus. Vivimos felices, por supuesto, con altibajos como cualquier pareja. Al principio, cuando Ana comenzó sus clases y a conocer gente diferente, temí que resintiera el hecho de estar con una persona mayor. Pero Ana se encargó de disolver esas nubes grises que se cernían sobre mi cabeza, con su amor y su ternura.

Para mi último cumpleaños, hace casi un año ya, Ana me sorprendió. Había sido un día normal de trabajo y estudio. No me había saludado por la mañana, sinceramente pensé que se había olvidado. Al atardecer, casi noche, nos encontramos en casa. Yo estaba leyendo en la sala, Ana llegó de sus clases.

Se sentó frente a mí, estaba preciosa, como siempre.

-¿Pensaste que me había olvidado?-me dijo, mientras me entregaba un envoltorio.

-La verdad, sí-le contesté-Estaba un poco triste- me besó-Abre tu regalo-me dijo.

Era una cajita rectangular, y fina. Y liviana…Rompí el papel, impaciente. Abrí la caja. Dentro había varios folletos…de clínicas de fertilidad.

-Ana…-traté de articular alguna palabra.

-Nat…hace tiempo que veo la expresión de tu rostro cada vez que salimos y ves alguna madre con su bebé, o una embarazada… Te conozco amor-

-Tienes razón Ana, pero…No sé. No quise decir nada al respecto, pensé que sería injusto para ti, ni siquiera has terminado la universidad aún.

-¿Injusto? Amor, puedes hablar conmigo de cualquier cosa. Y no es injusto. No puede ser injusto el querer tener un hijo con la mujer que amo-

-Ana, no sé qué decir…- me había emocionado.

-No digas nada…Mejor dicho, dime que sí quieres-

-Claro que quiero, debemos planearlo, pero claro amor, un hijo contigo me haría muy feliz.-

-Sí, eso también-me contestó

-¿También? No entiendo.

-Quise decir, dime que sí quieres…casarte conmigo-sacó algo de su bolsillo. Era un anillo.

-Ana ¿estás segura de lo que estás haciendo?

-Lo supe desde el momento en que te vi Nat. Y no tengo dudas. ¿Entonces?- sus ojos brillaban de emoción.

-Claro que me caso contigo-me había tomado la mano. Intercambiamos los anillos que Ana había comprado. Eran dos piezas preciosas, trenzas de oro blanco, con nuestras iniciales grabadas en el interior.

-Te amo Ana-le dije mientras la abrazaba

-Y yo a ti Natalie, muchísimo.

Fue una noche mágica que nos cambió la vida, de una manera increíble. Tuvimos la más maravillosa ceremonia de casamiento y ahora esperamos a nuestra primera hija. Aún no decidimos el nombre, es tema de largas charlas, pero tenemos todavía un mes para decidir.

Un mes puede ser eterno. Ana y yo sabemos que cada día de nuestras vidas es precioso. Y somos felices. Ella es mi hogar, mi norte, mi lugar seguro. Y yo procuro ser todo eso para ella.

“..Pero todo aquello que tocamos, tú y yo,

nos une, como un golpe de arco,

que una sola voz arranca de dos cuerdas… “

Rainer Maria Rilke