Una cuerda de violoncello 18

La intermitencia de la felicidad.

Hablar con mi madre y contarle que por fin Nanami era cosa del pasado fue un triunfo. Ellos siempre temieron que ese episodio me hubiera marcado más de lo que aparentaba. Seguramente al enterarse de que Nanami había reaparecido se preocuparon por mí. Pero no era tan frágil como creían, y con Ana a mi lado me sentía imbatible.


Almorzamos entre risas. Éramos felices, en ese momento. La intermitencia de la felicidad, que en ese instante daba saldo a favor.

Luego de la sobremesa llevé a Ana a su casa, debía cambiarse y buscar sus cosas para el ensayo general que iba a tener lugar en el anfiteatro de la escuela.

-Nos vemos en un rato amor, voy en mi coche-Ana me dio un beso rápido y salió corriendo.

Yo ya había cargado mi cello y me dirigí a cumplir con mis obligaciones de directora de la orquesta de las estudiantes. Al terminar Ana y yo probaríamos sala y también nos escucharía la directora de la escuela, que al parecer quería asegurarse que la escuela quedara bien parada en el concurso.

Las estudiantes acudieron casi con puntualidad, estaban nerviosas y excitadas, la inminente presentación en público las ponía más histéricas de lo normal. Parecía mentira que esas niñas tuvieran casi la misma edad de Ana.

Se ubicaron obedientemente en sus lugares, los atriles estaban ya colocados y las partituras listas. Afinaron lo mejor posible y comenzamos el ensayo. La directora estaba sentada casi al fondo de la sala, como queriendo ver sin ser vista, pero todos sabíamos que estaba ahí. Yo estaba acostumbrada a la presión del público y una directora de escuela, comparada con agentes, periodistas, representantes de sellos discográficos, realeza, etc, era para mí como un paseo de domingo en primavera. Pero las alumnas se sentían observadas.

-Silencio…silencio…-traté de que mi voz sonara lo más sosegada posible- Deben permanecer calmadas, la idea es tocar como cuando lo hacen en la tranquilidad del aula de música, aunque tengamos público. Sé que no es fácil, vendrán sus familias, amigos, pero querrán que ellos se lleven una buena impresión. Deben actuar como profesionales mañana. El públicotiene que estar en sus manos, y no al revés. Son ustedes las que tienen que atraerlos a su territorio, a través de la música. Les pido concentración y pasión para lo que hacen. Empecemos de una vez.

La charla surtió efecto, tocaron bastante bien, aunque muchas de las equivocaciones fueron producto del nerviosismo propio del momento y la anticipación. De todas maneras, al terminar, la directora aplaudió, subió al escenario para felicitarnos y desearnos suerte para el día siguiente. Mientras ella hablaba, pude ver de reojo a Ana, que había entrado a la sala. Después de dar recomendaciones a las alumnas para el día siguiente y que recogieran todas sus cosas, el anfiteatro quedó vacío, solo estábamos Ana y yo, la directora seguramente había ido a supervisar que la salida de las alumnas fuera lo más ordenada posible.

-Hola amor- se me acercó insinuante- ¿Me has extrañado?-se había bañado y su piel tenía ese aroma que había llegado a distinguir entre cualquier otro, una mezcla de su transpiración suave y almizclada y fresias. Sus dedos recorrían el camino de botones de mi camisa y tuve que hacer un gran esfuerzo para mantener la cordura.

-Ana…la directora está por aquí…-me alejé de ella para buscar mi instrumento-Es mejor que nos pongamos a ensayar de una vez – bajé la voz, casi susurrando-Quiero estar a solas contigo.

-Tienes razón-se sentó al piano y comenzó a calentar los dedos. Me quedé unos minutos mirándola y algo cambió en mí en ese instante. Me di cuenta de que iba a estar con ella el resto de mi vida. Me di cuenta de que ahora no podía estar un minuto sin tocarla y la amaba, y que más la amaría, y mejor, cuando estuviéramos demasiado cansadas para hacer el amor y dormir abrazadas fuera suficiente. Un carraspeo me distrajo de mis pensamientos. La directora. Esperaba que no se hubiera percatado de mi mirada.

-Ana, la señora directora ya está aquí, podemos comenzar.-

-Está bien-

Tocamos nuestra obra, no estábamos nerviosas como las alumnas, yo era toda una profesional y Ana demasiado brillante como para ponerse nerviosa. Creo que dejamos a la pobre mujer sin habla, ella nunca me había escuchado tocar y no había dimensionado la capacidad de Ana, a pesar de haberle hablado de ella más de una vez.

-La felicito profesora, la verdad es que me he quedado sin palabras. Causarán sensación mañana en el concurso- era lo que más le importaba, causar una buena impresión durante el concurso. Estarían presentes los miembros de la junta directiva y podrían obtenerse beneficios, mejoras, etc. Ambicionaba que la escuela que dirigía pasara a ser la principal del conglomerado de exclusivos centros educativos desperdigados por el continente.

-El mérito no es solo mío, Ana es muy talentosa-dije eso tratando de parecer lo más natural posible, para que no sospechara nada.

-Sí, seguramente. Hablaré con el padre de Ana, el embajador, para que no desaproveche ese talento de su hija- la palabra “embajador” le había llenado la boca, como la de un niñito comiendo helado. A la mujer definitivamente le gustaban los títulos y abalorios. Se le había iluminado la cara al saber que tenía una excusa para hablar con el padre de Ana.

Mientras yo hablaba con ella, trataba de mantener la seriedad, porque Ana gesticulaba por detrás de la directora, dándome a entender que me esperaría fuera. No convenía que saliéramos juntas.

La mujer dio por terminada nuestra charla, me dio ciertas indicaciones para el día siguiente, y finalmente pude marcharme. Estaba ansiosa por encontrarme con Ana, hacía demasiado tiempo que no sentía su respiración en mi boca.

Había estacionado su auto junto al mío y me estaba esperando allí, un poco distraída. Me acerqué a ella sin hacer ruido.

-Hola preciosa, ¿buscas a alguien?-le susurré al oído.

Ana se dio vuelta, sorprendida, pero en un segundo la sorprendida fui yo. Me abrazó sensualmente, sus brazos alrededor de mi cuello y me dio un terrible beso ahí en plena calle. Me había quitado el aliento.

-…Ana…-trataba de hablar entre la cálida humedad de su lengua y las caricias de sus labios en los míos-…Ana…podrían vernos…-

-Es que ya no quiero tener que esconderme Nat, quiero que todo el mundo sepa lo que siento por ti- me miró seria.

-Yo tampoco quiero esconderme amor. Pero no te olvides que aún no han terminado las clases, que tú sigues siendo mi alumna, y esto podría traernos serias consecuencias, primero a mí y luego a tu padre, por el escándalo que podría surgir.

-Tienes razón, aunque mi padre esté de acuerdo, hay ciertas cosas que no están en nuestras manos.

-Mira, yo tenía pensado ya renunciar a la escuela al final del año. Pero lo haré este mismo lunes, después del concurso. Así tu y yo podremos ser libres del todo sin ninguna sombra pendiente sobre nuestras cabezas.

-No quisiera que renunciaras por mí Nat…-

-Lo hago por nosotras, y por mí también. La verdad, es que ya no resisto estar entre niñas malcriadas que carecen de talento o ambición artística.

Ana me volvió a besar, esta vez más discretamente.

-¿Quieres cenar conmigo?-

-¿Sólo cenar?- su carita traviesa me derretía.

-Bueno…si te portas bien, quizás haya postre…-las dos nos reímos.

-Te sigo- me dijo, mientras se subía a su auto.

Habíamos estado tan ensimismadas la una en la otra, tan perdidas en nuestro mundo, que no habíamos percibido que alguien, no muy lejos, nos había estado tomando fotografías.

Felices en nuestra ignorancia, emprendimos camino hasta mi departamento. Mientras manejaba, le hice una llamada a Lil, pidiéndole que nos dejara el campo libre por esa noche. Resultó ser que ella ya había pensado en eso y mi llamada había interrumpido las actividades amorosas de mi amigo y la pastelera. Eran una pareja muy ardiente, a pesar del tiempo que llevaban juntas. Le pedí disculpas entre risas, mientras escuchaba a Susana saludando a los gritos y algunos otros sonidos sospechosos.

-¡Lil, demasiada información para mis oídos! Nos vemos mañana amiga, que pases buena noche.

Ana y yo estaríamos completamente solas esa noche.


Entré con mi auto al estacionamiento del edificio.

-Buenas noches José ¿cómo está? ¿La familia?-José era el guardia de seguridad del estacionamiento.

-Todos muy bien, gracias por preguntar. La niña del medio ha comenzado con sus clases de violín, con la profesora que usted me recomendó. Y nos cobra muy barato…me imagino que está usted detrás de eso.

-¡Yo no hice nada!-protesté. Me había presentado a su hijita un día, había visto a un violinista en un programa de televisión y se había enamorado del instrumento. Le di la dirección de una de las violinistas de la orquesta, quien le haría un test de aptitud, sin compromiso. Resultó ser que la chica tenía talento y era muy disciplinada.

-Seguro, seguro…-me respondió.

-José…¿habrá algún espacio libre para el auto de una amiga? Es que está de visita en la ciudad y pasará la noche en casa-

-Déjeme consultar…sí, creo que sí. Puede utilizar el lugar de la familia González, se han ido de viaje. Es el número 15 del 1º subsuelo.

-Muchísimas gracias José, muy agradecida, que tenga una noche tranquila.

-Muchísimas gracias a usted.

Estacioné en mi espacio, y fui a buscar a Ana, que me esperaba afuera,  para indicarle cuál era el espacio que podía utilizar. El primer subsuelo estaba desierto. Ana aprovechó para volver a besarme con pasión.

-Ana,amor…hay cámaras de seguridad…-

-¿Y te da pena?

-Pues sí…la verdad, pobre José y pobre yo, que tengo que verlo todos los días…me voy a sonrojar cada vez que lo mire a la cara si sigues así…-sus manos estaban demasiado inquietas.

-Está bien, me voy a comportar. Por ahora- me dijo, con un tono entre resignado y amenazador.

Llegamos al departamento finalmente, después de una sesión de besos en el ascensor. La espalda de Ana había tocado varios botones, así que paseamos por varios pisos antes de dar con el correcto.

Abrí la puerta, estaba ansiosa por estar cerca de Ana, por estar a solas con ella. Dejé mi bolso tirado en el piso, en cualquier parte, solo acomodé mi cello cuidadosamente en su rincón. Ana también dejó sus cosas en el primer lugar que encontró, y en cuanto nuestas manos estuvieron libres, nos abrazamos. Sus manos recorrían inquietas mi cuerpo, jugando con los pliegues de la ropa, siguiendo las costuras del jean que llevaba puesto, escudriñando los bolsillos… Mis manos se encontraron misteriosamente debajo de su camisa, acariciando su espalda, su piel se sentía increiblemente suave y tibia, las palmas de mis manos cosquilleaban por el deseo de tenerla aún más cerca, de sentirla más, mejor… Nos fuimos quitando las prendas de a poco, hasta que quedamos totalmente desnudas. Después de pasar fugazmente por el futon, terminamos tiradas en la alfombra, Ana encima de mí, moviendo sus caderas entre mis piernas, su monte de Venus prolijamente depilado resbalaba en mi vientre a causa de la humedad creciente de nuestra excitación, cada vez que sus labios entraban en contacto con los míos me hacía estremecer, los gemidos de mi respiración agitada morían en sus besos. Podía sentir los pezones de Ana totalmente erectos rozando los míos, estaba totalmente perdida en ella. En cierto momento Ana se incorporó, cruzó una de sus piernas de manera que quedó a horcajadas entre las mías, su sexo mojado frotándose contra el mío, sensualmente. Una de sus manos sostenía mi pierna sobre su hombro y con la otra buscaba frotar mi clítoris. No había mucho que yo pudiera hacer en esa posición, salvo acompañar el movimiento de sus caderas, acariciar sus muslos…el clímax no tardó en llegar para las dos, estábamos demasiado excitadas, quizás más tarde habría tiempo para sutilezas. Las dos acabamos en el mismo momento, el cuerpo de Ana se estremeció como si le hubiera pasado una fuerte corriente eléctrica, fue precioso ver su rostro en ese momento. Fatigada, se recostó sobre mi cuerpo y así nos quedamos tratando de recuperar el aliento.

-Te amo Nat…-

-Y yo a ti Ana, muchísimo- su cabeza descansaba sobre mi pecho mientras mis dedos jugaban separando y enredando mechones de su cabello.

Nos quedamos dormidas en algún momento, hasta que el ruido de unos vecinos del departamento contiguo nos despertó.

-Mmmmm…¿descansaste?- le pregunté

-Sí mi amor, descansé ¿y tú?

-Mucho, pero tengo muchísimo hambre…- necesitaba recuperar fuerzas.

-Habrá que preparar alguna cosa entonces…vayamos a ver que hay en la heladera. O podemos pedir fuera, si es que no es demasiado tarde-

-Pero para pedir fuera una de nosotras tendría que vestirse para atender al chico del delivery…y estamos tan bien así…Mejor comemos lo que haya.-le dije a Ana, mientras me dirigía a la heladera.

Cuando abrí la puerta, encontré una de nuestras cazuelas, con una nota en la tapa: “Supuse que tendrían hambre…en algún momento. ¡Que lo disfruten! P.S. Susana les trajo un pastel.Lil”

No pude reprimir una carcajada, Ana no entendió hasta que saqué la comida y la nota de la heladera. Comimos una deliciosa cazuela de mariscos, Lil era muy buena cocinera.Disfrutamos de los sabores marinos entre besos y caricias y del resto de la noche en la cama, haciendo el amor, descansando y volviendo a comenzar.

La madrugada nos encontró escondidas bajo el edredón, las piernas entrecuzadas, mirándonos, besándonos… Lamentablemente no pudimos gozar de la mañana en la cama, ya que el concurso comenzaría a las diez. Ana fue hasta su casa a cambiarse, y yo me metí bajo la ducha, deseando que todo aquello terminara y poder caminar con mi mujer por la calle, de la mano, sin importar nada ni nadie.

-Mi mujer…-lo dije en voz alta, mientras el agua corría. Era la primera vez que lo pensaba así y lo tuve que verbalizar para comprenderlo del todo. Una sensación de orgullo me invadió, era algo completamente nuevo. No había sentido algo así en toda mi vida, ni siquiera con Nanami, la que yo pensaba que era el amor de mi vida.

Se me había hecho tarde, así que me cambié apresuradamente, solo con un traje negro y camisa blanca, deseaba estar cómoda para la larga jornada que tenía por delante.


Llegué al anfiteatro de la escuela con un poco de retraso. La directora me estaba esperando para terminar de organizar a las delegaciones de las diferentes escuelas que se habían hecho presentes, y para realizar el sorteo del orden de la presentación de cada número del concurso. Ana y yo debíamos tocar al final, justo antes de develar a las ganadoras del concurso, y mis alumnas tocarían en tercer lugar. En total había cinco escuelas participantes. El anfiteatro estaba lleno de niñas gritonas con sus uniformes escolares y sus profesoras y algunos padres tratando inutilmente de mantener algo de silencio. Finalmente se acomodó a las alumnas en los camarines y otras dependencias para que pudieran afinar sus instrumentos, así que la sala quedó libre para albergar a padres, autoridades,docentes y por supuesto, al jurado.

Lentamente la mañana se fue desenvolviendo. Comenzaron las celebraciones con los consabidos discursos, de bienvenida por parte de la directora de la escuela, y el director de la junta general con calurosas felicitaciones por el aniversario de la institución y para dar comienzo oficial al concurso.

Ana llegó cuando había terminado su actuación la primera delegación. Estaba lleno de gente, pero supe que  ella había entrado, y pude distinguirla entre medio de tanta gente. Me sonrió, también me había visto.

Mis alumnas tocaron muy bien, dentro de sus posibilidades, la adrenalina del momento las había puesto muy alerta. La directora no cabía en sí misma de satisfacción, estaba sentada en primera fila y se  hinchaba como una galllina que inflaba las plumas.

Al terminar el 5to número hubo un receso para que los espectadores estiraran las piernas y dar más suspenso a la decisión del jurado.

Cerraron el telón y Ana y yo nos encontramos en el escenario, yo para afinar mi instrumento y Ana para calentar un poco sus dedos. Trataba de no mirarla demasiado, sabía que me delataría. Era demasiado fuerte lo que sentía por ella.

-Deberías lucir un poco más relajada amor…-me susurró al oído Ana.

-Ana…estoy un poco nerviosa, lo siento. No puedo disimular ya…-

-Ya falta menos amor, no te preocupes.

-Te amo

-Y yo a ti-le respondí en un susurro, pues ya se acercaba el maestro de ceremonias a decirnos que nuestro turno llegaría en breve.

Nos ubicamos en nuestros lugares, listas para tocar. La presentación fue elogiosa, en especial para mí, mi curriculum ambién le daba prestigio al colegio.

Comenzamos a tocar, Ana y yo nos compenetrábamos muy bien, era increíble. La gente estaba muy silenciosa escuchándonos. Casi al final de la obra quité los ojos de mi instrumento para dar un vistazo rápido al público y detuve mis ojos en una figura familiar. Demasiado familiar. Era Nanami, estaba casi detrás de la directora. Todo eso pasó en un microsegundo, pero me recobré de mi sorpresa y seguí tocando, aunque mientras tocaba pensaba en qué estaba tramando Nanami.

Al terminar, Ana y yo nos adelantamos al escenario para recibir los aplausos, la mayor parte de las personas se encontraba de pie. Clavé la vista en Nanami, justo para observar que tocaba el hombro de la directora y acto seguido le entregaba un sobre de color marrón mientras le decía algo al oído. La mujer recibió el sobre algo sorprendida. Se cerró el telón para poder correr el piano, que habían movido hacia el centro.

Mientras guardaba mi cello le comenté a Ana lo que había visto.

-¿Crees que será algo para perjudicarnos?

-Estoy segura, no se me ocurre que puede ser, pero seguramente no es algo bueno para nosotras.

-No te preocupes amor, no hay demasiado que pueda hacer.

-No te olvides que desde el punto de vista de la escuela una relación profesora/alumna es impensable. Y no estoy segura de que no puedan poner alguna denuncia en mi contra Ana…

-Natalie, lo siento, sabes que mi padre nos ayudará…

-Tú no tienes la culpa. En todo caso yo debería haber sido más prudente…y la verdad, no contaba con que Nanami pudiera llegar hasta este extremo.

No había sentido a la directora acercarse a nostras. Nos felicitó un tanto cortada y me dijo:

-Natalie, necesito hablar contigo al término del concurso.

-¿No puede esperar hasta mañana?

-No, tiene que ser hoy mismo. Es importante.

-Está bien, en cuanto termine el concurso entonces.

Miré a Ana. No sabía a que atenerme, pero su sonrisa me tranquilizó, mucho mejor que cualquier palabra pudiera haberlo hecho.

Me fui a ocupar mi lugar entre los directores de los distintos elencos presentados, para aguardar el resultado. Finalmente el telón volvió a abrirse y uno de los miembros del jurado anunció los méritos de cada una de las delegaciones, para después dar como ganador a mi grupo (quizás lo merecíamos, quizás fue por ser la escuela anfitriona cuyo aniversario se celebraba, no lo sé)

Subí al escenario, junto con las alumnas, a recibir el premio, que consistía en una medalla para cada integrante y una placa recordatoria para la escuela. Yo estaba ansiosa por saber lo que la directora quería hablar conmigo, así que mi discurso se limitó a agradecer el compromiso de las alumnas y de la escuela, sonreír y retirarme a mi lugar entre el público.

Después de más agradecimientos, se dio por terminado el concurso. Las alumnas tendrían descansos en sus hoteles, una excursión por la tarde y una cena por la noche. Traté de deshacerme rapidamente de los colegas que venían a felicitarnos, a los padres de mis alumnas y demás protocolo. En cuanto pude fui a ver a la directora, que estaba en la oficina del aniteatro.

-Pasa Natalie, siéntate-la voz de la directora cuando golpeé la puerta.

-Usted dirá para qué me necesita.

-Quiero que mires esto Natalie, y me des una explicación-me extendió el sobre marrón, el que Nanami le había dado.

Lo abrí. Dentro había una serie de fotos, que habían sido tomadas el día de ayer, a la salida del ensayo. Ana y yo, besándonos y abrazándonos. Varias imágenes similares.

-¿Qué explicación podría darle?-le pregunté. No sabía que decir.

-Natalie, ¿en qué estabas pensando? ¿No te das cuenta de lo que has hecho? ¡Es una alumna!

-Ya lo sé. Pero Ana es mayor de edad.

-Es apenas mayor de edad, y tú eres su profesora Natalie, es abuso de confianza, este escándalo puede perjudicar muchísimo a nuestra escuela y a ti misma, sin hablar de Ana.

-Mire señora directora, no sé que medidas pueden tomar en mi contra, pero le voy a facilitar las cosas presentándole mi renuncia irrevocable-le entregué la nota que había preparado.

-No se trata de renunciar solamente, yo estoy obligada a elevar este caso al asesor legal de la escuela y quién sabe las consecuencias…-la interrumpió un golpe en la puerta.

-Adelante-

Era el padre de Ana, y Ana detrás de él.

-Disculpe por haberlo hecho venir señor embajador, pero se trata de una urgencia que debemos resolver.

-No se preocupe, señora directora, de todas maneras estaba presenciando la presentación de mi hija y la señorita Klein, mis felicitaciones a las dos intérpretes, y a usted, por  supuesto-

-Muchísimas gracias, pero es un hecho de suma gravedad por el cual lo he convocado. Tome asiento, por favor. No estoy segura de que Ana deba estar aquí…-comenzó a decir. El papá de Ana la interrumpió.

-Si el asunto concierne a mi hija, ella tiene derecho a estar presente en la conversación.

-Está bien, lo que usted disponga-le entregó las fotografías-Necesito que mire esto, pero le advierto que puede causarle cierta impresión, le suplico que…-no había terminado de hablar cuando Alejandro ya estaba mirando las imágenes. Por supuesto, no se lo vio sorprendido en lo más mínimo.

-No entiendo señora directora. ¿Qué problema hay con estas fotografías de mi hija y su novia?

El rostro de la directora fue cómico. La pobre no había podido imaginar semejante reacción por parte del embajador.

-¿Usted…está al tanto de la relación entre su hija y la…señorita Klein?

-Por supuesto, mi hija y yo no tenemos secretos. Por supuesto que conozco y apruebo su relación con Natalie. Y espero que usted sea discreta al respecto, no me gustaría que ningún escándalo cayera  sobre la embajada de mi país ni manchara la felicidad de mi hija. Cualquier problema que Natalie pudiera tener con la escuela será resuelto por mis abogados.

La mujer no sabía que hacer. Yo no le guardaba rencor, pero me desagradaba su ansia por brillar a costa de la luz ajena. La miré con aire de triunfo. Intentó balbucear algo, pero Alejandro la interrumpió.

-No se preocupe, señora directora, por mi parte el asunto está resuelto. Le sugiero que si la persona que le facilitó estas fotografías vuelve a aparecer, le diga que yo mismo me ocuparé del problema. Ahora, si nos disculpa, nos retiraremos a celebrar la impecable presentación.- le dio la mano a la directora.

-Señora directora,mi renuncia sigue en pie.Ha sido un placer trabajar en su escuela. Si lo necesita, puedo recomendar a una sustituta.

-Se lo haré saber si lo necesito…-aún seguía sorprendida.

Alejandro abrió la puerta para su hija y para mí, y salimos del lugar rapidamente.

-Alejandro, siento mucho el inconveniente…no sé que decirle- intenté disculparme.

-Natalie, no tienes que disculparte. Esperaba algo así en cualquier momento, y no ha sido gan cosa, creo que la directora aún no ha cerrado la boca, de la sorpresa que se llevó. No te preocupes, la felicidad de mi hija está  por encima de todo, y tú la haces feliz. ¿Celebramos entonces? Yo invito.

Ana estaba ahí, la veía sonriendo. Me tomó de la mano.

-Claro que sí, hay que celebrar-

-Vamos entonces, yo invito.

Almorzamos en un restaurante libanés muy exótico y lujoso, lleno de cortinas y rincones apartados, con almohadones en el piso, mesas enanas y  donde todo el personal vestía con ropas típicas. El padre de Ana era un hombre muy culto que nos iba ilustrando acerca de los distintos platos, sus ingredientes, su origen y mucho más.

Me sentía libre. No había mucho más que Nanami pudiera hacer, ya no tenía que ir a la escuela, no podían hacer nada en mi contra, y Ana estaba a mi lado. No deseaba nada más. Era feliz. Con la intermitencia de la felicidad, que en ese instante daba saldo a favor.