Una crisis. Una oportunidad. Araceli
Desde una pareja de años hecha trizas nace la posibilidad de buscar nuevos horizontes
Araceli es mi jefa. Es una mujer muy hermosa, casada con dos hijos. Trabajamos juntas hace algunos años. Se que ella no es fiel y supongo que su marido tampoco pero se mantienen juntos.
Yo llevo muchos años con Luna, de hecho hemos sido nuestras únicas parejas. Nos conocimos en el secundario y juntas atravesamos momentos difíciles. Tengo 32 años y ya no me pasa lo mismo con Luna, nunca he sido infiel, no por falta de oportunidades sino por lealtad a todo lo vivido. Ella aún se desvive por mí pero yo no paro de esquivarla.
Una tarde de invierno que decidí quedarme hasta tarde en el trabajo para esquivarla el maximo tiempo posible creyendo que estaba sola comencé a llorar. Realmente la situación me superaba.
Araceli apareció de la nada y me abrazo. Me pregunto que me pasaba, que sentía. Le conté todo, se quedó muy sorprendida porque realmente no parecía que tuviéramos una crisis como pareja con Luna, algo así expresó.
Me invitó a tomar algo a su despacho, sirvió unos vasos con whisky y me pidió que me lo tomara todo. La verdad es que después de hablar con Ara un ratito ya me sentía mejor. Ella me decía que si era una crisis podía hacer terapia de pareja, abrir la relación, pero que podía pensar que hacer. Todo de su boca y dos vasos de whisky sonaba fantástico. Ara también sugirió que estuviera con otras personas, que probara…. Se hizo un silencio total. Se acercó a mi y me comenzó a secar las lagrimas que ya estaban secas. Se acercó tanto que no me contuve y le di un beso. Un beso que ella me respondió muy gustosa. Cuando me di cuenta que hacía le pedí perdón. Si bien Ara contaba sus infidelidades nunca había mencionado que le gustase la compañía de las mujeres.
- No me pidas perdón por un beso Flor, me dijo. Y se acercó a continuar. Su boca era carnosa, su lengua y la mía se movían de forma apasionada y pidiéndome más. Sentí una de sus manos que descendía hacia mi busto. Me lo apretaba. Comencé a besarle el cuello al tiempo que le desprendía el cierre del vestido. Ella mientras tanto y sin dejar de tocarme las tetas me quitaba la camisa. Le baje suavemente el vestido que cayó en el piso. Llevaba ropa interior de encaje y un portaligas increíble. Yo apenas tenía algo decente. No pude no elogiarla cuando la vi así. Sentí que me desprendía el corpiño y que se apoderaba de mis pechos, los lamía, sentía como el calor se iba apoderando de mi, mis pezones se ponían duros. Hice los mismo, jugué un poquito con su encaje y se lo fui corriendo hasta soltar ambos pechos. Me los fui comiendo despacio primero, le pasaba la lengua, los succionaba, pasaba la lengua por sus aureolas, sus pezones estaban también bien duros, me gustaban sentirlos así, ponerlos de esa forma. Lentamente fuimos recortándonos en su sillón de dos cuerpos hasta terminar una encima de otra lamiéndonos. No sabía hasta donde quería llegar así que la dejaba a ella tener el ritmo. Así que fue una grata sorpresa cuando sentí su mano en mi sexo intentando urgar para darme más placer. En esa instancia ya estábamos las dos totalmente extasiadas gimiendo. Me estaba estimulando mi clitoris y metiendo dos dedos a modo de penetracion, no llevaba mucho tiempo haciéndolo y me vine. Yo empezaba a tocarla allí abajo recién así que me arrodillé en el sillón, tenía muchas ganas de comerme su concha. Así que se lo dije. Y comencé, mi lengua la lamia como a una paleta de abajo hacia arriba. Me centraba en su clitoris. Metía toda mi cara, me gustaba su sabor, sus fluidos. Comencé a penetrarla con mis dedos al mismo tiempo que no podía parar de chupársela. Ella me decía que no pare. Seguí así unos minutos más y cuando sentí que se venia metí mis dedos sobre su pared para que estallara en orgasmos. Grito y grito sin parar. Me levanto y me beso. Me acosto sobre el sillón y comenzó a darme un masaje en los pechos arrodillada sobre mi, yo al mismo tiempo le daba unos mordisquitos a los suyos. La vi que me estimulaba otra vez el clitoris y que se sentaba en mi, lista para galopar. Nos empezamos a mover alocadamente, mientras nuestras conchas se frotaban y ella me chupaba las tetas y yo gritaba su nombre, le ponía mi mano en su maravilloso culo. Lo movía . Éramos dos hembras furiosas y hambrientas. Seguíamos y seguíamos. Nos tirábamos del pelo, le golpeaba las nalgas. Hasta que finalmente llegó el ansiado orgasmo. Quedamos unos minutos juntas sin movernos. Hablando del mañana.
Volví a casa con Luna. Veía todo con otros ojos. Me sentía diferente