Una conversación sin palabras

Mírame a los ojos. No tengas miedo. Si, lo se, nunca antes experimentaste esto. Demasiado nuevo y demasiado irracional para que lo aceptes sin luchar. Esa lucha es necesaria.

UNA CONVERSACION SIN PALABRAS

El Amo

Mírame a los ojos. No tengas miedo. Si, lo se, nunca antes experimentaste esto. Demasiado nuevo y demasiado irracional para que lo aceptes sin luchar. Esa lucha es necesaria. Lucha porque en es en esa lucha donde morirán todos esos valores morales y educacionales que tanto te asustan. Estas respirando demasiado rápido por la nariz. Tu boca esta tapada con una mordaza. Mírame a los ojos y respira más lentamente o te asustarás y la sensación de ahogo te impedirá pensar. Eso es. Respira por la nariz lentamente. Eso es. No tengas miedo. No te haré daño. Aunque estés a mi merced. Lo reconozco. Si yo estuviese en tu lugar estaría aterrorizado.

Completamente desnuda, atada en una cama, amordazada. Me miras y recuerdas todo cuanto hemos hablando antes. ¿Verdad? Hemos hablado largamente sobre todo cuanto deseas y sobre todo cuanto deseo. Deseos y necesidades. Todo cuanto hemos hablado sucederá. Pero antes debes tranquilizarte. Ahora pasearé mis manos por todo tu cuerpo. Me gusta tu piel. Esta piel bronceada. Eres una madre de familia. Tienes dos hijos y rondas la cuarentena pero tu piel aun es tersa. Tus pechos grandes y seguros. Me gustan. No respires rápido cuando te toco los pechos.

Tranquilízate. Muchas veces antes te tocaron los pechos y nunca te pusiste nerviosa. ¿Verdad? Tu marido. Tus amantes. Tus novios. Todos han tocado estos pechos que ahora estoy tocando yo. Pero nunca fue igual que ahora. ¿Verdad? Ahora estas inmóvil. Totalmente indefensa. Ahora no puedes protegerte aunque quisieras. ¿Verdad? Porque si aprieto mi mano sobre tu pecho… ¿verdad que te duele? Si, te duele… puedo verlo. Deja de moverte o continuaré apretando. Eso es. Relájate. No luches contra mí. Lucha contra ti misma. Lucha contra lo que te impide ser sumisa, lucha contra esa idea de que no se puede obtener placer mediante el dolor. Tu respiración vuelve a ser normal. Bien. Seguro que te estas arrepintiendo de haberte entregado a mi.

¿Tengo razón? Eso es, mueve la cabeza. Si. Lo se, estas arrepentida. Pero ahora déjame preguntarte una cosa. Seguro que también sientes una especie de cosquilleo dentro de tu corazón. ¿Qué es ese cosquilleo? Te preguntaras…. Yo tengo la respuesta. Es adrenalina. Es deseo. Es necesidad. Se trata de todos los sentimientos que has estado acumulando hasta el día de hoy. Es lo que te impide mirarme a los ojos y comenzar a llorar para que te quite la venda. Por eso luchas. Por eso no suplicas. Tu mente se debate entre lo racional y lo irracional. Entre el deseo y el miedo. ¿Me equivoco? Eso es. Asiente con la cabeza. Relájate y mírame a los ojos. Lo se, estás en una habitación que desconoces, atada a una cama que desconoces, a mi apenas me conoces, todos estos sentimientos son desconocidos. Es normal que te encuentres desubicada. No estas en tu casa ni en tu cama, no soy tu marido ni tu amigo.

Pero todo esto lo has decidido tu sola. Que no te de vergüenza tu desnudez. No eres menos por hacer cuanto haces. Eres mucho mas y mucho mejor. Espera. Déjame enseñarte algo. Tranquila. Eso es. ¿Ves estas pinzas? Relájate, no abras tanto los ojos. No será un dolor excesivo. Déjame besarte en la mejilla mientras te masajeo un pecho. Eso es. Tu pezón comienza a estar duro, perfecto. Estate quieta. Respira hondo. Te estoy poniendo la pinza en el pezón.

Duele, efectivamente. Pero es un dolor que puedes resistir, acostúmbrate a el. Haz que me sienta orgulloso de ti. ¿Sientes el dolor y la adrenalina como se juntan en tu cerebro como una cascada de agua cayendo en un río calmado? Voy a ponerte una pinza en el otro pezón. Eso es. Respira hondo por la nariz. ¿Quieres que te quite la mordaza? Si, voy a hacerlo. Así respiraras mejor y podrás quejarte. Pero no me pidas que pare… no me defraudes

La sumisa

No amo. No voy a pedirte que me quites estas pinzas que taladran mi pecho. Nunca lo haría. Como bien dices es un dolor que puedo soportar. He soportado dolores aun mayores sin apenas quejarme. Soy madre de dos hijos. ¿Tienes idea de lo que eso representa? Lo que realmente me asusta es el momento en que me quites las pinzas. Se que me dolerá mucho. Lo he leído y me has advertido de ello. Pero no gritaré. No quiero defraudarte. No voy a defraudarte. Llegar hasta aquí me ha costado muchísimo. Tengo una familia. Puedo pagar un alto precio por esta suerte de locura pero sucede que necesito sentir todo esto y mi marido sería incapaz, él me miraría, luego miraría a nuestros hijos y pensaría que estoy loca, completamente loca. Ahora se que no me he equivocado al entregarme a ti. Sabes lo que haces. No podría enumerar todo cuanto he sentido estos últimos días hasta llegar a hoy. Me han hecho sentirme viva. Igual que este dolor que ahora remite hace que me sienta viva. Igual que mis esfuerzos por no decepcionarte. Me siento viva y me siento útil. Todo cuanto he sentido los días antes de llegar a ti ha sido especial. Hacia tiempo que todo esto rondaba por mi cabeza pero me aterraba no dar con la persona adecuada al igual que me aterraba el sentimiento de culpa. Pero ahora se que todos esos sentimientos son también necesarios, forman parte de un todo. Un todo donde se mezcla la culpa, el miedo, el dolor, la humillación, el deseo, el orgullo, la necesidad, la duda… absolutamente todo. El dolor que ahora siento en los pechos. El orgullo de no proferir ni el más mínimo de los quejidos. La humillación de estar desnuda y expuesta frente a ti. Vas a quitarme las pinzas. Respiro profundamente. Un agudo dolor atraviesa mis pezones al mismo tiempo que la sangre vuelve a ellos. Tu boca se posa en uno de mis pezones y lo chupa mientras tus manos masajean suavemente el otro. Es una sensación agradable que minimiza el dolor. Gracias amo. Gracias por sentirte orgulloso de mí. Gracias por invertir tu tiempo en educar a esta ama de casa repleta de dudas y miedos. Tus manos se deslizan por mi cuerpo. El dolor de los pezones remite poco a poco. Al principio tenia mis dudas de si mi cuerpo te gustaría. Las dudas de toda mujer de mi edad. Pero tú me aclaraste que un cuerpo es un instrumento. Que lo que te interesa es mi mente, entrar en ella y doblegarla. Y a fe mía que lo estas consiguiendo de la manera mas maravillosa posible. Sigo teniendo mis dudas. Pero todas esas dudas se refieren a mis capacidades. No a las tuyas. Tus manos están ahora encima de mi sexo. Es maravilloso. Mi orgullo ha hecho que no profiera ni una sola queja pero como sigas tocándome de esta manera mi orgullo no podrá refrenar los gritos de placer.

El amo

Te has ido hace diez minutos. Tu olor aun permanece en las sabanas. Un olor dulzor y agrio. Olor a perfume y a sexo. Las sabanas están manchadas de aceite, de lagrimas, de cera, de semen… son restos, restos de una experiencia. Siempre es lo mismo pero siempre es diferente. Te has comportado como una autentica sumisa. No podría estar más orgulloso de ti. Se lo que te ha costado llegar hasta aquí y lo que te ha costado marcharte. Se lo que te costará llegar a tu casa y besar a tu familia después de todo lo que ha sucedido. Siempre es lo mismo pero siempre es diferente. Sea como sea. Estoy orgulloso de ti.

La sumisa

Estoy en un taxi en dirección a mi casa. Me duele todo el cuerpo, especialmente los pezones y el culo. Donde me has pinzado y donde has penetrado. Después de la sesión me he mirado largamente en el espejo. No tengo marcas. Gracias. Sabias lo importante que es eso para mi. Ahora mismo mi cabeza intenta poner en orden todo cuanto ha sucedido. Estoy intentando comparar lo que había imaginado con lo que ha sucedido. Me siento maravillosamente bien. Me siento orgullosa y confundida. Confundida porque no me siento culpable. Hace tan solo una hora estaba siendo sodomizada, golpeada, insultada, humillada… y ahora me siento bien. Quizás porque solamente podías ser tu la persona que hiciese todo eso. Ni mi marido ni tampoco ninguna otra persona. Estoy llegando a casa. Debo dejar de pensar en todo esto. Gracias amo.

El amo

Gracias a ti, sumisa.

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amo_ricard@hotmail.com