Una confesión liberadora

Los hubieras no construyen un presente, pero ayudan a entenderlo. No se que habría pasado pero estoy aquí y no me arrepiento.

Construir el presente en los "hubieras" no conduce más que a la frustración, pero al mismo tiempo nos brinda la oportunidad de cambiar en nosotros algo que nos permita ser más felices o al menos más plenos.

Si bien mi vida sexual diría que raya en la normalidad, considerando que tengo una pareja estable, con sus altas y bajas como todos, desde antes de casarme, cuando aún vivía en México fui acumulando una serie de negaciones tanto recibidas como aplicadas, que ahora cuando termino de hablar con Mónica, me irrita el no haber encontrado el coraje de decir sí, y de no aceptar un no como respuesta.

Algunos ya me conocen por relatos anteriores, pero de cualquier manera debo de comenzar recordando aquellos años en los que contaba con 16 años.

Fui siempre una chica alegre, siempre atractiva y de muy buen cuerpo, mi primer novio fue, y lo es hasta ahora, muy celoso y nunca le gustó que usara blusas escotadas, entonces ya con 1.76 mtrs. de altura y con medidas 90-60-90, de facciones muy atractivas y dulces (y sólo repito lo que escucho).

Sin embargo llegaron los problemas en casa, mis padres en proceso de separación y divorcio y los problemas con mi entonces suegra se presentaron utilizando a mi mejor amiga como cedazo a fin de separarme de su hijito, quien no tuvo los pantalones de defender nuestra relación.

Una noche en que mi hermana me pidió fuera a cuidar su casa ya que saldrían ese fin de semana, y ya habiendo roto mi relación sentimental, me animé a llamarlo y pedirle que me alcanzara allá en una hora.

Llegamos casi al mismo tiempo y nos metimos de inmediato a la casa, en el recibidor nos enfrascamos en un beso apasionado de esos que te arrancan el aliento por la pasión aprisionada en ellos.

Mis manos acariciaban su espalda y deseaba en mi interior sentir las suyas bajo mi falda, pero ellas recorrieron mi espalda ras desfajar mi blusa sentir como sus dedos temblorosos subían hasta mi sujetador.

Aguanté el aliento y mirándole a los ojos no requerí de palabras para decirle que continuara; mis manos se apoderaron de sus caderas y uní mi pubis al suyo. Luego él restregaría con suavidad su bulto sobre mi monte mientras terminaba de desabrocharme.

Pasan sus manos a acariciar mi cintura y posarse poco a poco en mis caderas como pidiendo permiso para tomar por asalto mis nalgas. Como deseaba que eso sucediera.

Me aparto de él un poco y le pido que cierre los ojos, que no quiero que me vea pues me voy a quitar la blusa y el sujetador. Le pido una segunda y una tercera vez que no abra los ojos que no quiero que me vea.

Que torpeza, tan bellos pechos que tenía, como me hubiera gustado ver su cara al llenarse de ellos sus pupilas; con el mismo gusto que vi como sonrió cuando tomo mis pechos en sus manos y los acarició una y otra ves.

Sospecho por el movimiento que hace que quiere chupar mis senos o mordisquear mis pezones y lo paro, veo claramente que su pene está que explota bajo su pantalón.

Me pide entonces que acaricie su pene, a lo que me niego proponiéndole que nos bañemos juntos. Tras un largo encuentro entre cuerpos rozándose uno al otro, ya en el olvido de mantener los ojos cerrados, él y yo gozándonos mutuamente con los torsos sin secretos y sin fronteras.

Luego de aceptar la propuesta él va al baño y se despoja de su ropa diciéndome que está ya en la regadera esperando. Yo en pantaletas dilucidando si lo que voy a hacer resultará o si corro el riego de llegar al dilema de entregar mi virginidad, la que siempre consideré entregar hasta después de llegar al altar y casarme, lo que cumplí a final de cuentas.

No pude y esa fue la primera vez en que le dije que no, y acostumbrado él a ser el rey pues eso acabó mal, aunque pasamos buena parte de la noche juntos uno al otro.

Hoy estoy segura que si hubiera entrado en esa regadera lo que seguiría sería una entrega.

Después vinieron casi dos años de soledades y compañías, esporádicamente seguí viéndolo, tratándolo y acompañándolo en sus proyectos y en sus tribulaciones, pero saliendo con buenos partidos y varios pretendientes hasta que conocí al desgraciado de Alejandro, mi hoy esposo, quien era novio de una de mis mejores amigas y él que había andado con otra muchacha al mismo tiempo, pero eso no es relevante.

Lo conocí por fin en la universidad y nos hicimos novios. Después de un año de noviazgo, con las trabas de una familia conservadora y las ideas conservadoras que yo retenía, no se hoy si como defensa o por convicción.

Unos meses antes de casarnos estando en la cocina de la casa, mientras me besaba, se apartó de mi y mirando mis pechos comenzó a subir sus manos, sintiendo como ellas se apretaban a mi cintura y subían por mi torso hasta hacerme estallar por dentro al tomarlos y amasarlos con delicadeza. Le sonreí, lo miré con dulzura y sólo atiné a preguntarle: "Te gustan". "Me encantan", "No sabes como deseaba hacerte esto", "Te gusta a ti" pidió mi consentimiento para seguir, pero sin esperar mi respuesta, que fue una sugerente sonrisa de aquí estoy soy tuya.

Por mi cabeza rueda la memoria de aquel día en casa de mi hermana. Un hecho me trae a la realidad cuando me toma la mano y la mete en la bolsa de su pantalón para sentir su miembro completamente erecto, y siento la humedad de sus excreciones.

Eso se repite algunas veces más, hasta que ya habiendo rentado la que sería nuestra primera casa como familia. La primera visita que hice junto con él, ya estando la alfombra y las cortinas instaladas, nos abrazamos en la recamara principal, vacía de muebles, pero llena de pasión nos arrancamos a besos el alma y nos fuimos deshaciendo de la ropa.

Por segunda vez en mi vida pediría que no abriera los ojos, que deseaba que me sintieran pero que no me vieran; dos veces el mismo error.

Ese día sería mi primer orgasmo con el simple contacto y roce de su pene sobre mi rajadita que excitó un clítoris limpio de historia. Recuerdo ahora con risa como se asustó él cuando estalle en un grito de placer, desde entonces soy más prudente y mis pujidos son roncos y un tanto sordos.

El ya desnudo para entonces, yo con pantaleta, intentó despojarme de ella para penetrarme pero de nuevo saltaron mis convicciones (o frustraciones) e hicieron que dijera:"Espera falta ya muy poco para que nos casemos", pero yo lo tomaba del torso empujándolo como diciendo no me hagas caso, tómame, métela ya hasta adentro.

Si hubiera sido así mi vida sexual sería diferente.

Nos casamos y por más que insistía él que ya era hora de retirarnos pues saldríamos de viaje al día siguiente, defendí la hora departida hasta que fue inútil postergarla a eso de las 4 de la madrugada.

Llegamos a mi casa, donde nos cambiamos la ropa y de alí partimos al hotel para descansar.

Bajamos las maletas de él y la mía y tan pronto saqué mi camisón de luna de miel me encerré en el baño por unos minutos.

Con una evidente angustia dibujada en mi rostro, y con la mirada clavada en el bulto inmenso que asomaba por la bragueta de su pijama, me acerco a él y de un solo impulso me levanta entre sus brazos para llevarme al lecho.

Es ridículo recordar hoy como iba tan tensa que las piernas no iban dobladas y como él no podía tomarme entre sus brazos, me tomó de los hombros y por entre mis piernas metió la otra mano y así me dejo literalmente caer en la cama. Le pedí me dejara descansar y que al día siguiente me entregaría a él (no con esas palabras pero esa era la idea), pero de nada sirvió, abrió mis piernas y me empujo su pene poco apoco hasta romperme en dos el ocaso de mi virginidad.

Así de rápido transcurrió, con dolor y sin satisfacción.

LA luna de miel trajo sus sinsabores, creí dedicarme a hacerlo feliz y entregarme continuamente hasta que legó un momento en el que me dijo: "Oye no puedo más no todo es coger"; eso me partió el alma, eso debió de haber sentido mi primer novio aquella noche.

Durante muchos años no fui capaz de tener otro orgasmo e inicie la lectura de libros de Xaviera Hollader que me abrieron los ojos alas maravillas de la autosatisfacción, de las que aún hoy sigo disfrutando y acompañando durante los coitos más fantásticos que me ha brindado mi esposo, y algunos otros más recientemente.

Al principio mi esposo se indignaba por los libros que leía, pero luego fue complaciente cuando vio que había cambiado mi manera de gozar el sexo.

Por esas fechas, y a consecuencia de mis lecturas y de algunas películas porno, un día estando los dos muy calientes, le abrí la posibilidad de que me metiera su miembro por mi ano.

Precisamente gozando de una película porno, mientras me acariciaba el clítoris con mi ya experto dedo, estando en posición de perrito él me separa las nalgas y comienza a lamer mi ano, que no tarda en brincar e irse relajando.

Mete con suavidad un dedo en el ano y otro en la vagina, lo que junto con el clítoris excitado me hace estallar en un orgasmo que ya ansiaba tener junto con él. Entonces me baja de la cama y poniéndome de espaldas en la alfombra, levanta mis piernas, las separa y quedando mi ano ya abierto por el trabajo de mi esposo, completamente alineado para recibir su miembro que se va hasta adentro comenzando de inmediato a meterlo y sacarlo yendo de menos a más hasta que estallo en uno de los orgasmos más ricos, intensos y prolongados que recuerde.

Hace como unos 4 años, en una crisis existencial de mi ex novio, quien en ese entonces estaba en proceso de divorcio, me invita a comer y me pide lo acompañe para platicar de sus aflicciones, platiqué con mi esposo y me dijo adelante, que yo era quien decidía que lo único que quería que quedara claro es que no quería verme lastimada.

Fui a dos viajes con el y créanme no pasó nada, simples besos apasionados, uno que otro agarrón y manoseo y hasta allí, baño de agua fría para él y masturbación para mí en cuartos separados; aunque se que suena bizarro e increíble.

Tiempo después en su casa de campo después de exasperarme por su actitud prepotente debido a su desmedido orgullo y a que está acostumbrado a que lo que él dice, piensa y pide es lo correcto y cierto, y así se lo ha hecho creer su familia, especialmente mi ex suegra. Que por cierto un día me dijo mi esposo que si mi ex suegra se muriera él cree que me iría con mi ex, y tal vez tenga razón, pero no se como.

En fin esa vez como queriendo distraer el momento y buscar una reconciliación, intenta bajar el ziper de mi falda, cuando estaba recostada yo en sus piernas, a lo que me negué esgrimiendo el como quería llegar él a una situación como esa habiendo causado tanto descontento en esa reunión, en la que éramos nosotros dos los únicos presentes.

Si hubiera dejado que lo hiciera, me hubiera puesto en los cuernos de la luna y habríamos roto nuestro tabúes, pero no podía yo darle el gusto de controlarme de esa manera, tener sexo con él, si alguna vez lo llego atener, va a ser de una manera simple en la que no prevalezca el triunfo sobre el otro.

A mi marido le compartí esas experiencias entre otras de menos alcance pero con las mismas intenciones y de allí creo que viene su insistencia de que debo hacer el amor con alguien más, no necesariamente con él, aunque siempre ha dicho que debo de cerrar puertas que aún quedan abiertas y duelen. No se si acostarme con mi ex sea una buena forma de cerrar puertas, pero hoy menos que nunca lo haría…sería decirle ganaste.

En fin hace unos meses me acosté con un señor, y repetí dos ocasiones hasta que me invitó a hacer un trío con un amigo suyo. Tengo 47 años sigo deseable y con más experiencia, si hubiera comenzado antes no se donde estaría hoy, pero me siento mejor de platicarlo.

Lisa