Una conejita en el bosque
John encuentra una chica sola en el bosque y decide follársela.
John todos los días ingresaba en la espesura de la niebla entre los árboles de gran altura, nunca había encontrado algo diferente que el resto de días; sin contacto alguno cerca, lo llevaron a volverse reticente ante otros. La camisa campirana debajo de su chaqueta, se adhería a su trabajado cuerpo debido a ejercicios matutinos y levantamientos de objetos pesados, moldearon el pequeño cuerpo de un puberto al de un hombre. Entre su rutina de levantar leña, ir en busca de peces al manantial y agua para beber, trataba de usar el cobertizo de comida almacenada lo menos posible para su prolongamiento, cazando el mismo su alimento y sustento natural. Después de la muerte de sus padres hace más de 10 años, el hombre ahora ya de 34 años, necesitaba descargar esa frustración sexual de alguna manera, masturbándose seguido y follando a extrañas perdidas por el bosque, cosa que sucedía eventualmente.
Un día mientras llegó al conocido manantial, cerca de la cascada pudo ver cierto movimiento entre la oscuridad de la cueva, no sabía que era exactamente, lo que encaucionó su curiosidad. Moviéndose lentamente hasta estar a la altura, brinco de una roca a otra para entrar en la boca de agua. Ahí, pudo observar un cuerpo pequeño que se estremecía de frío y estaba cubierto en un vestido de tela transparente que no dejaba nada a la imaginación. En posición fetal, sus ojos se dirigieron al esculpido y redondo trasero que era visible entre la ajustada prenda. Una de sus manos se dirigió a la curva de la cintura, recorriéndola suavemente, lo que causó una reacción instantánea de la chica que se asustó y se retiró lo más lejos posible.
-¡Aléjate! -en su labio inferior se podía percibir un corte cubierto de sangre seca.
Él cautivado por las curvas femeninas y tesoros visibles ante sus ojos, no supo que responder y continuo su disimulado recorrido por todo su cuerpo. Los enormes pechos se agitaban violentamente por el miedo, que llevó la atención de John a ellos. No había tocado a una mujer en un tiempo, y la sexy cajera del supermercado, cada vez que iba por suministros, lo tenía al límite de lo que no podría tener. Tanta fue su curiosidad por conocer cómo se sentía tocarlos, bajo sus ojos a los prominentes pezones de la mujer, pasando saliva después de sentir la boca seca. La chica al verlo acercarse, retrocedió con miedo grabado en sus ojos verdes, lágrimas salían por sus mejillas ante las súplicas silenciosas. Él apretó un pecho, amasándolo con delicadeza mientras veía una reacción y de si lo estaba haciendo bien, ella gimió lentamente al ver sus ojos llenos de lujuria y el bulto entre sus pantalones de mezclilla.
-Por favor, déjame ir.
-Shh... -acercó sus labios a la mejilla de ella con intención de probar sus lágrimas, mientras recargaba su cuerpo corpulento al de ella, aprisionándola a la pared con total facilidad.
-¿Quién te ha golpeado? -tocó con naturalidad el herido labio y acercó sus labios, tratando de aliviar su deseo de penetrarla.
Ante la pregunta, ella volteó su cara tratando de evitar volver a oler ese pestilente olor proveniente de su boca. Esta acción enojó al casi ermitaño hombre que tomó su barbilla y contorneó sus curvas con la otra mano. Había estado montado arriba de sus muslos sin dejar caer su peso, percatándose de su posición dominante ante la hembra. Se cansó de estar de rodillas, por lo que la acostó de espalda a reticencia de la mujer que golpeó levemente su cabeza con la piedra del suelo. Al moverla, encontró una nota con una caja adheridas a la pared y no había percatado antes. Ansioso, abrió el regalo y encontró un plug de ano con colita de conejo y la nota que decía: "Después de tanto tiempo sin coger, te regalo esta mujer para que sepas aprovecharla bien. Mantenla caliente y repleta de semen, y te recompensará con crías saludables; no la descuides y fóllala por atrás como la conejita que es."
Al terminar de leer, sacó el plug que ella identificó con facilidad, implorando que no lo hiciera porque era virgen. Él desechó sus réplicas, subiendo su vestido hasta los muslos y volteándola boca abajo con facilidad. Las gotas de sudor bajando por su espalda le parecieron la mejor visión hasta ahora, la parte del vestido por sus hombros fue bajado por sus brazos, dando más acceso al valle de sus senos aplastados en el suelo. Observó el plug anal con el algodón simulando una colita de conejo que terminó por excitarlo involuntariamente con ella retorciéndose abajo de él. Introdujo un dedo en su entrada trasera, a lo que ella gimió de dolor; luego lo cambió por el plug que sacó un grito desgarrador de la chica. La prenda ajustada fue acomodada en su lugar, empujando el juguete anal más profundo y sin oportunidad de salir de su cuerpo.
-Te quedarás con él, ¿entiendes?
No recibió una respuesta mientras la sentaba y el voluptuoso trasero tocó la piedra, sacando gemidos de dolor y placer de la boca de la hermosa mujer frente a él. Vio ojos grandes que se perdían en sus órbitas, suplicando por piedad ante ese acto. Sus manos fueron a las deliciosas caderas, levantándola del suelo en sus brazos, observando su clavícula y hombros descubiertos de los rastros de tela. Lo excitaba ver el vestido ser sostenido por sus pechos y propenso a caerse en cualquier momento, si tiraba de él; incitándolo a besarla por primera vez con necesidad y fuerza. Ambas bocas se ensartaron juntas, él estaba mordiendo y probando los llenos labios de la joven, mientras sus manos tocaban sus nalgas, presionando el plug insertado.
-De ahora en adelante, eres mi conejita. Al igual que tu vestimenta, será como la de una.
Cargó con ella en el hombro, escuchando los gemidos de la chica que revotaba con cada paso y estaba a un paso de marearse por el tiempo que llevaba de cabeza. John o pudo seguir escuchando más, por lo que la colocó de manos y rodillas, empujando su cabeza en el suelo y el trasero en pompa con vistas de sus labios vaginales. Ella luchaba por levantarse, evitando el inminente acto de violación que tuvo resultados negativos, pues escuchó la bragueta ser bajada, la chica cerró los ojos y la lucha se detuvo en su cuerpo; segundos después, él estaba penetrándola hasta empeñadura con movimientos rápidos y gemidos lujuriosos del hombre siendo satisfecho. Cada embestida, era sofocada por los gruñidos de un aparente animal en celo. Marian sentía ser partida a la mitad por el grande glande del hombre que se introducía como una enorme barra de hierro que desprendía chorros de algo caliente en su vagina desprotegida. Marian no pudo evitarlo, viniéndose en un orgasmo monumental ante su inexperta experiencia y sofocándola con un placer despreciable. John no tardó mucho en llegar al clímax con un torrente de chorros de semen que se adhería a las paredes vaginales de Marian que ésta podía sentir pulsar dentro de ella.
Cansado y recostado en el cuerpo débil, su pene quedó flácido aún dentro de la joven y luchó por no volver a hacerlo. Se levantó dispuesto a limpiarse y meter su barra en los pantalones, cuando la levantó poniéndola de rodillas y obligándola a comer todo el líquido blanquecino restante. Ella chupó con lentitud, viendo sus ojos fijos en ella y sus manos que movían su cabeza con delicadeza de manera horizontal. La admiración reflejada en los ojos del hombre era evidente, que envió a Marian quererlo complacer por un momento. Palmeó su cabeza, haciéndole saber que lo había hecho bien con la sonrisa que no podía ser oculta ante los ojos de la joven.
-Lo hiciste bien. Me han dicho que te gusta estar repleta de semen, por lo que nunca tendrás problemas con eso.
Asustada por las palabras, Marian sabía que no existía escapatoria con ese hombre. Había sido penetrada sin protección, aun siendo virgen; por lo que, entendía las repercusiones de tales actos sexuales y sin control de natalidad: con el tiempo, quedaría embarazada a los 19 años. No se equivocó de su premonición, después de ese día que fue encontrada por John en el bosque, él violaba su delgado cuerpo sin piedad, enterrando su pene en su cérvix, provocando dolores de estómago y marcas vaginales que se notaban por los ligeros rastros de sangre que venían con ellas. El cuerpo de Marian con esbelta cintura y prominente senos, fue modificado para darle espacio al bebé de aquel hombre que la tomaba todos los días como un animal y dejaba partes de él dentro de su fértil útero.
John nunca se cansó de domesticar a su conejita a base de semen y fuerza.