Una compañia peculiar

Es un relato duro y sadico,aunque el principio es quizas un poco lento. Espero que lo disfruten.

La preocupación más grande de mi madre conforme pasaban los años es que me quedase solo. A mí nunca me preocupó demasiado eso, pero el tiempo fue dándole la razón. A los 40, sin pareja, puesto que nunca he salido del armario, me he quedado prácticamente sin nadie. Mis amigos habían sido durante años mi mayor soporte. Pero aunque seguían ahí, sus convencionales vidas habían hecho que nos distanciásemos. Por eso decidí aceptar la propuesta de irme a Madrid a trabajar. Así al menos la distancia sería una buena excusa para no verlos. Tenerlos cerca y no coincidir casi nunca era más doloroso. Al menos las vacaciones compensarían un poco ya que entonces si se volcaban conmigo, al ser por tiempo limitado.

Como he dicho, nunca me he decidido a salir del armario. Lo que implica no involucrarme en relación alguna. Mi vida sexual se limitaba a chicos que encontraba en los chats y contactos, alguno de ellos, por qué no reconocerlo, de pago. Pero no me importaba mucho. Me gustaba mi vida y era moderadamente feliz. Por fin después de años de malos trabajos, éste me permitía vivir cómodamente, poseer el deportivo de los 80 que anhelaba desde chaval y estar más sano que nunca gracias a una operación que desterró de mí la obesidad para siempre.

Un día cualquiera, me llamó por teléfono un conocido. La única familiar directa que me quedaba, una prima, había sufrido un accidente mortal de coche junto a su marido. No nos conocíamos mucho, pero me afectó el hecho de quedarme, ahora sí, solo. O lo que es peor, mal acompañado. Ella tenía un hijo del que yo apenas sabía nada. Quizás lo había visto alguna vez, pero si fue así, no lo recuerdo. Y ahora yo era su única familia. Me encontré entonces con la obligación moral de atender a un chico de 18 años tan solo como yo. Mi madre alguna vez me comentó algo así como que mi prima estaba hasta las narices del niño. Que era desobediente, borde, antipático y que siempre andaba metido en peleas. No me sentí preparado para acogerlo, pero algo debía hacer, así que hablé con mi jefe y le pedí unos días de vacaciones que me debía para volver a mi tierra.

Le vi por primera vez en el tanatorio. Estaba acompañado de una asistente social, que se había hecho cargo de él provisionalmente. Me impresionó mucho ver lo que se parecía a su padre, un hombre realmente atractivo. El riguroso traje negro no dejaba ver como se mostraba al mundo normalmente, aunque esa media melenilla rubia y lisa delataba que su estilo sería surferillo o algo así. Me pareció un poco bajito para su edad, y bastante delgado, pero con buen porte. Francamente, me gustaba, lo que no es raro porque tengo debilidad por los jovencitos.

Mientras el horno crematorio hacía su trabajo, la asistenta social me abordó tan pronto supo quién era. Me habló de las posibilidades escasas de que una familia de acogida se hiciese cargo por la edad del muchacho, así que solo tenía la opción de, o quedármelo yo o enviarlo a un centro de menores, donde después de 2 años le echarían.

No debí aceptar, y en el camino de vuelta, mientras Jose dormitaba en el asiento de al lado, me arrepentí innumerables veces.

Fue un viaje extraño. Apenas cruzamos algo más que monosílabos. Él ni me miraba a la cara. Supongo que debe ser muy duro que de un día para otro te quedes solo y que toda tu vida vaya en el maletero del coche de un extraño, que te lleva a vivir con él a 600 kilómetros del único hogar que has conocido.

Llegamos a mi casa de madrugada y le indiqué cual sería su cuarto, mi estudio hasta entonces, que contaba con un sofá cama. Pronto acondicionaríamos la habitación adecuadamente y mientras me esforzaba en enseñarle la casa y todos los aparatos electrónicos de que disponía, ya que para mi acumularlos es un auténtico vicio, Jose ni se inmutaba. Miraba permanentemente al suelo sin prestarme atención. Únicamente me habló para preguntar si se podía ir ya a dormir. Entonces comprendí que la convivencia iba a ser muy muy complicada.

Al día siguiente le dejé durmiendo y fui a preparar papeleos. Necesitaba un nuevo instituto y eso a estas alturas del año era bastante complejo.

Sobre la 1 llamó la asistenta que viene 3 veces por semana a arreglar la casa y dejarme algunos guisos en el congelador.

-Señor Andrés-Dijo con su cantarín y obvio acento boliviano-Espero que no le enoje lo que le voy a decir, pero el muchachito que ha recogido usted es un poco desvergonzado.

-Lo siento mucho doña Estrella ¿le ha molestado?

-Es que no ha parado de registrarlo todo, tenía esa música rara a todo volumen y además creo que está ya muy crecidito para andar por la casa en paños menores.

-Disculpe-le contesté un poco azorado- Lamento lo ocurrido y en cuanto llegue a casa hablaré con él. Le prometo que no volverá a pasar.

-Muchas gracias señor Andrés. Que tenga un buen día.

Ya empezábamos. Estrella es una mujer estupenda y muy atenta. No quería para nada perderla, ya que llevaba con absoluta diligencia mi casa, y no es fácil encontrar a alguien así. Habría que meter en cintura al niño.

Desde el ascensor se oía nítidamente la música a todo gas, lo que me enervaba cuanto más me acercaba a mi puerta. Al abrirla, se me cayó el alma al suelo. Mi salón estaba desordenado, con ropa de chaval por todas partes y de lo alto del sofá, que está de espaldas a la puerta, emergía el pié desnudo de Jose.

Rodee el mueble y le vi despatarrado jugando con la psp vistiendo solo unos bóxers de licra. Estaba realmente para comérselo. No me equivoqué al pensar que estaba delgado pero bien formado. Su cuerpo era todo fibra dura y tersa. No había ni el más mínimo asomo de vello en él y su moreno playero, que aún conservaba, hacía que me entrasen ganas de morderlo. Los apretados bóxers resaltaban un considerable bulto, diría impropio para el resto de su cuerpo. Mientras lo miraba, ni se inmutó. También me llamó bastante la atención que tenía varios moretones en las piernas, costados y brazos, pero asumí que habría sido de alguna caída del skate o de esas peleas en las que al parecer se enredaba a menudo.

Caminé hasta mi costosísimo equipo de música y lo apague. Tan pronto dejó de oírse ese ruido, alcanzó parsimoniosamente el mando a distancia y volvió a encenderlo. No estaba dispuesto a aguantar tonterías, así que desenchufé el equipo.

-¡Qué carajo haces!-me gritó incorporándose. Lo dijo de tal manera que me dejó sin habla un instante.

-Tenemos que hablar. Aquí hay unas reglas que…-comencé a decir tratando no mostrar mi cabreo, a lo que él me interrumpió enseguida.

-¡Vete a la mierda!

Y dando grandes zancadas desapareció de mi vista dando un portazo para encerrase en "su" cuarto.

No sabía cómo reaccionar. Si que tenía genio el chiquillo. Pero debía armarme de paciencia, no me quedaba otra.

Le llamé para comer pero no apareció. Decidí pasar de él. Ya saldría cuando tuviese hambre. Y así fue un par de horas más tarde. Le vi entrar con paso decidido en la cocina sin reparar en mí, que me encontraba en el salón con el portátil, ya que mi lugar habitual de trabajo en casa había sido invadido.

La cocina estaba muy desordenada ya cuando me decidí a acercarme. Seguía vistiendo tan solo esos ajustados calzoncillos que marcaban un culo pequeño, prieto, duro y con esos hoyuelos que tanto me ponen. Su espalda era maravillosa, con una cinturita estrecha pero con fuertes hombros.

Volviendo solo la cabeza, me espetó:

-¿tú que miras, mariconazo?

Tratando no perder la poca paciencia que me quedaba le contesté.

-Mira Jose, se que estas pasando un mal momento, pero debes entender que

-¡Pasa de mi! -Dijo mientras se esparcía por el suelo la leche que poco antes había estado en la botella de la que él bebía, y que tiró con rabia al tiempo que se dirigía hacia la puerta.

Le agarré con fuerza del brazo, parándole en seco, y mientras ambos nos dirigíamos miradas asesinas, le dije amenazadoramente:

-Mira niñato: esto me gusta tan poco como a ti. Así que deja de comportarte como un imbécil y trata de no tocarme más los cojones ¿estamos?

Forcejeó para zafarse, y sin mediar palabra, se fue de nuevo a su cuarto.

Cuando desperté al día siguiente no estaba allí. Le llamé al móvil pero no contestaba, por lo que decidí dar una vuelta antes de llamar a la policía. El no conocía la ciudad, así que no creí que estuviese muy lejos. Justo antes de salir por la puerta, sonó el teléfono:

-¿Don Andrés Astorga?

-Si, dígame.

-Le hablo de la comisaría de Barajas. Tenemos aquí a un menor que conducía un vehículo de su propiedad.

-¡Mierda!....perdón. ¿Están bien…los dos?

-Bueno, el chico parece que sí, aunque el coche no tanto.

Sentí un fuego recorrer mis entrañas al oír eso. Pero aun así, me contuve.

-Debe usted pasar por jefatura para recoger la documentación del vehículo y al muchacho. El contrario no va a presentar cargos porque entiende que usted no se lo habrá permitido y habrá sido una gamberrada de su hijo. No obstante, sí que debemos proceder a denunciar los hechos. Si no tiene usted servicio de grúa, será mejor que lo busque para recoger el coche, ya que en ese estado no puede circular.

-

-¿Señor, está usted ahí?

-Si….Si…Disculpe.

-Pues lo dicho, aquí le esperamos.

Mientras buscaba un taxi, no paraba de pensar en que le habría hecho a mi coche ese cabrito. Quería ese BMW desde que lo vi por primera vez de pequeño. Al fin, después de muchos años, pude comprar uno en buen estado, que quedó como nuevo invirtiendo una bonita suma. Y me lo había destrozado ese pequeño imbécil.

Cuando llegué a la comisaría y tras tomarme declaración, me extendieron una bonita multa. Luego me llevaron hasta la sala donde le habían confinado y ahí estaba, tirado en un sofá con el ipod a todo volumen.

Después de otra carrera en taxi llegamos al lugar del accidente. Mi pobre coche estaba destrozado. Me iba a costar un buen pellizco arreglarlo. Llame a la grúa para que se lo llevasen al taller y nos fuimos a casa. Ni una palabra entre nosotros mientras tanto. En cualquier momento sabia que explotaría y no quería que fuese en plena calle.

Tan pronto atravesó la puerta comenzó a desnudarse hasta quedarse, como de costumbre en bóxers. No pude más. Fui hacia él, le agarré por el cuello y rozando nuestras narices le grite:

-¡Tu quien coño te has creído que eres, niñato de mierda! ¿Te has propuesto joderme la vida qué?

Recobré el sentido y le solté alejándome unos pasos. En cuanto recobró el aliento se echó a reír y dijo:

-Deberías agradecérmelo, al menos así alguien te jode, maricón.

Debo aclarar que esa manía de llamarme maricón se debe a un par de cosas: lo primero, que es un insulto muy común en mi tierra. Y lo segundo es que no me sorprende que hablasen de mí en esos términos, ya que a la gente le gusta mucho hacer conjeturas de aquel que no se casa. Ni por asomo doy la más mínima impresión de serlo.

Como fuere, no pude soportarlo más. Juro que soy un ser de lo más pacífico, pero le di un guantazo con el revés de la mano que hasta a mi me dolió.

Jose rodó al suelo, tocándose el labio mientras se reincorporaba para limpiarse la sangre mientras se reía. Pero hay algo que a pesar de mi cabreo, pude ver. En su apretado bóxer se había levantado una enorme tienda de campaña, fácilmente distinguible por su blancura en contraste con la morena piel del chico.

-¿Eso es lo mejor que sabes hacer, mariconazo?

Y le golpee en el estómago. Cuando se recuperó, en la cúspide de la tienda de campaña había una mancha húmeda.

Me fui a mi cuarto porque ya no lo podía soportar más, pero ya en la cama no paraba de pensar en que el imbécil se había puesto cachondo cuando le pegué.

Mientras me duchaba a la mañana siguiente se me ponía dura al recordarlo. ¿Este niño es masoca?¿disfruta cuando le pegan? Con razón siempre estaba metido en peleas entonces.

Creo que la erección me dejó sin riego la cabeza, porque entonces decidí hacer algo que nunca habría hecho en mis cabales. Después de ponerme un pantalón de chándal me dirigí a su cuarto. Abrí la persiana y comencé a gritarle:

-¡Arriba pedazo de mierda! Quiero ver todas las porquerías que has dejado en el salón recogidas ya.

Primero me miró sorprendido. Luego se descojono de risa. Era lo que yo esperaba, pero seguro que él no esperaba lo que haría yo. Me arrodillé en la cama y le golpee con dureza. Las piernas el estómago, creo que le di en los huevos también. Mientras se revolvía encogido aun por el dolor, le agarre del pelo y lo tiré al suelo donde también cayó alguna patada. Volví a cogerlo del pelo hasta ponerlo en pié. Y ahí estaba. Su polla se adivinaba totalmente erecta y los bóxers empapados de esperma.

No dijo nada. Ni pestañeó. Solo me observaba como alucinado.

-¿Me has oído o quieres que te lo repita?

Tenía la respiración entrecortada y el cuerpo magullado. Aun así, su respuesta fue:

-Que Te follen.

Entonces volví a lanzarme. Le golpeaba, le abofeteaba y seguía con la polla como una estaca. Embrutecido, sin sentido común y con una erección que iba a reventar mi chándal, desgarré sus bóxers. El no hizo nada al respecto, solo siguió recibiendo mis golpes. Le cogía por sus lampiños huevos y se los estrujaba. Golpeaba su estomago con mi puño con la punta de su polla entre ambos. Y seguía empalmado.

Le dejé de rodillas en el suelo, con el torso en el sofá cama. Admiré un segundo su culito, cuyo agujero se veía claramente por la postura y por su delgadez. Entonces me quité el pantalón de chándal. El, al ver que había parado, volteó la cabeza viendo mi hinchada polla erguida cuan garrote y que, por cierto y sin querer entrar en medidas, es más bien xxl.

Me detuve un segundo. Pensé en lo que había estado a punto de hacer y me quede alucinado. Pero entonces, pasó lo que menos esperaba. Jose volvió la cara de nuevo y se quedó en aquella postura. Supe entonces que el también quería.

No me lo pensé más, y del mismo modo salvaje que le había golpeado, puse la punta de mi polla en su agujero y presione, forcé, empuje, hasta que el pliegue cedió al fin. Fue terriblemente doloroso para mí, sin más lubricación que mis jugos y en un agujero tan estrecho. Ni que decir tiene el dolor que debió sentir él cuando le entró toda la cabeza en un solo tirón. Y si, no había nada que le gustase más que sentir dolor, porque no solo no gritó, sino que exhaló todo el aire y contrajo 6 o 7 veces su esfínter, por lo que supe que se había corrido en ese instante.

Pero yo no. Y no estaba dispuesto a quedarme a medias. Así que lentamente pero sin parar le fui metiendo mi polla en toda su extensión. Ahí sí que gritó. Sabía que le estaba destrozando, pero me daba igual ya todo. Cuando ya le tenía totalmente empalado me eché sobre él y le dije rozando su oreja con mis labios:

-Pues me parece que sí, que al final vamos a entendernos.

Entonces empecé a bombearlo con furia. El gritaba como un poseso y cuando tantee para ver cómo estaba su poya, me di cuenta que cuanto más fuerte le follaba más dura se le ponía.

Finalmente, volvió a correrse y con sus espasmos, tampoco pude aguantar más y yo también lo hice dentro de él.

Saque mi polla manchada de mierda, sangre y esperma, lo mismo que rezumaba su culo. Decidí entonces llegar más lejos. Le cogí del pelo y le di la vuelta, dejándolo de rodillas ante mí. Empujé su boca hacia mi polla mientras le decía: "Límpiala bien".

Ni una sombra de asco, ni un titubeo. Lamió y relamió hasta tragarse todo cuanto se había quedado adherido a mi mástil. Fue demasiado para mí y antes de que se retirase, le agarré del pelo, le introduje mi polla hasta la garganta y volví a correrme. Ni cuando era un chaval me había podido correr tan seguido.

No dejó escapar ni una gota. Tirándole nuevamente del pelo, le zarandee hasta tumbarlo en el suelo, donde se quedó exhausto.

-Y ahora, limpia el puto salón y quita toda esta porquería de tu cuarto-le dije, tras lo cual, me fui a la ducha. Me quedé un buen rato rememorando lo que había pasado, aunque me asusté pensando que él podría ir a la policía. Iba a ser complicado, pero ya estaba hecho.

Cuando salí, le oí ducharse en el otro baño. Como dije, yo había tardado en salir, así que, para mi asombro, todo estaba recogido. No muy bien, pero lo estaba.

Fui a la cocina, me preparé un café y entonces apareció, totalmente desnudo. Era una visión sublime, ya que tenía un cuerpo precioso a pesar de los moratones. Fue hacia el frigorífico y me preguntó?

-¿Hay hielo?

-¿Por?

-Porque me has partido el culo y he oído que es bueno ponérselo. Supongo que preferirás que se me arregle pronto.

-¿Te habían follado antes?

-¿Por quién me tomas? ¿Te crees que soy marica o qué?

-No, claro. No tengo dudas. Por cierto, estas poniendo perdido el suelo con la sangre que te cae.

-Joder, es que eres un bestia. Ahora lo limpio.

-Me parece bien. Y para otra vez, no te preocupes, que tendré más cuidado- le dije a ver cómo reaccionaba.

-Eh, paso de mariconadas. Esto se cura rápido y cuando se me acostumbre, ni me enteraré.

Estaba alucinado. Nada de mariconadas. Tan solo quiere que le parta el alma sin piedad. Pues sí que va a ser entretenido el primito.

Al cabo de un rato le encontré tumbado en el sofá jugando con la psp, como aquel día, despatarrado y con una pierna sobre el respaldo del sofá. Solo que esta vez estaba en pelotas, dejando el agujero del culo a la vista, que estaba muy muy abierto aun.

Me senté en el mismo sofá y el puso el pié que no tenia arriba sobre mis piernas.

-Deberías vestirte

-¿Para qué?

-Para no andar en pelotas por la casa.

-¿Pero no me has visto ya? ¿Que más te da? Además, así no me rompes más gayumbos y te sirves cuando te dé la gana.

Un poco sorprendido, le respondí:

-¿Servirme?

-Sí. Por si quieres zurrarme, pero avísame para parar la partida. Ah, y preferiría que de momento no me dieses por el culo, que si no no se me va a curar fijo.

-Vale, pues sigue jugando que ya me sirvo yo.

-Ooooook- respondió sin mover los ojos de la pantalla

Empecé a tocarle los pies y las piernas. Me encantan los pies pequeños. Luego seguí hasta sus huevos y su polla. No suelen atraerme demasiado las pollas. Me gustan, pero aparte de tocarlas y verlas, no me gusta mucho más. Pero sentía que se lo debía y además, la suya era muy atractiva. Entonces, me agarró la mano y me paró

-Eh, ¿Qué haces tío?

-Servirme

-Pero eso no tío, la polla me la dejas

-¿Por qué?

-Por qué me da cosa que un tío me toque la polla

-jajajajaj No hay quien te entienda. Entonces,¿ no te importa que te parta el culo ni chupar tu propia mierda, pero sí que te toque la polla?

-Vale, será raro, pero no quiero.

-Umm, vale, vale.

Se me acababa de ocurrir una autentica maldad, pero es que me lo puso en bandeja. Pasé todo el día aguantándome las ganas de hacerle algo. Y al llegar la noche, le dije que debía recoger la cocina.

-Paso. Yo no recojo.

-Que quieres ¿qué te obligue?

-Venga, a ver si tienes cojones.

La sola perspectiva de que pudiese volver a pegarle había hecho que su polla, todo el día al aire, llegase a tocarle el ombligo. Pero yo ya lo había previsto. Le agarre del pelo y le llevé hasta mi cama. Le tumbé y le até de manos y piernas bocarriba con unos cinturones que ya había preparado convenientemente. El sonreía ante la maniobra.

-Joder tío como te pasas- decía sonriente pensando en la maldad que se me habría ocurrido

-Así que te da cosa que te la toque un tío. No te gusta que te acaricien, ¿no?

-No, paso de mariconadas. Venga ya tío, no, por favor.

Lleve mi boca hasta su polla y le di un lametón mientras, le acariciaba los huevos con una mano y el pecho con la otra.

-¡No tío!¡Venga ya!- como no dejaba de gritarme, metí un calcetín en su boca y seguí tocándole, chupándole, mamándole. El gimoteaba ahogadamente mientras se revolvía.

Cuando ya pareció rendirse, le quité el calcetín. Solo me decía: "cabron, cabron"

-Ahora voy a desatarte. Dentro de 20 minutos quiero la cocina totalmente recogida.

En cuanto le desaté, salió corriendo. Yo permanecí en mi cuarto colgando alguna ropa limpia. Al poco, entro con la cabeza agachada.

-Ya está todo recogido ¿puedo irme?

-A ver qué tal lo has hecho

Nos dirigimos a la cocina y, efectivamente, lo había recogido razonablemente bien. Me volví hacia él y le dije:

-No está mal. Aquí tienes tu premio-y acto seguido le propiné una bofetada que hizo que se diese con la cabeza en la nevera.

Aun doliéndose, se sonreía.

-¿Que se dice?

-Gracias señor-contestó

-Puedes irte.

Y sonriendo, se fue a la cama