Una comida con final inesperado.

Aquí os cuento como realmente una cosa te puede llevar a otra sin darte casi cuenta.

Hola, me llamo Juan.

La historia que a continuación os voy a contar, aunque os parezca un poco sub realista, me sucedió hace ya un tiempo, y con ella pude constatar como realmente una cosa te puede llevar a la otra, sin darte casi cuenta.

Veréis, resulta que a mí desde siempre me ha gustado mucho escribir, lo que pasa es que nunca he tenido la suficiente imaginación como para inventarme las cosas y necesito siempre ver alguna escena o a alguna persona haciendo algo que me sirva de inspiración, para después ya, seguir yo continuando dicha historia.

Un día mi esposa invitó a comer a nuestra casa a una pareja de amigos también jóvenes como nosotros, con los cuales nos llevábamos bastante bien, aunque a ella él, le gustase un poco menos por lo salido que iba siempre, ya que hablases con él de lo que hablases, al final siempre se acababa hablando de sexo, y eso a ella al igual que a su mujer, no le gustaba nada.

Aun así, ese día decidió invitarlos a comer ya que ellas eran muy amigas y se llevaban muy bien y ya lo teníamos todo preparado. Así que en cuanto llegaron los dos al poco rato, nos saludamos y les ofrecimos un buen vermut para luego a continuación, ponernos los cuatro a comer.

Después de hacerlo y tras los postres, estuvimos hablando de varias cosas en general y fue ahí donde una vez más pudimos darnos cuenta de que nuestro amigo no había cambiado su forma de ser para nada, ya que el sexo lo llevaba siempre metido en su cabeza y ese era el único tema de conversación que él solía tener, haciendo soltar siempre alguna que otra coletilla al respecto, al final de cada conversación.

Por eso tal vez mi esposa, tras tomarnos los cafés oportunos, al ver que ya empezaba a ponerse bastante pesado con el tema, le propuso a su amiga, si quería que se fuesen las dos de compras a unos grandes almacenes que había allí cerca, mientras nosotros nos tomábamos algunas copas y hablábamos de nuestras cosas, a lo que ella le contestó que le parecía una idea estupenda. Así que, tras darnos un beso en los labios, se arreglaron un poco y se fueron para allá.

Entonces nos quedamos los dos solos en casa y yo traté de sacar varios temas de conversación, aunque él siempre los acababa hablando de sexo y de mujeres, por eso, al sentirme algo incómodo ya que yo no era así, se me ocurrió explicarle aquello de que desde hacía un tiempo me había decidido a escribir novelas, aunque en plan de hobby, a lo que enseguida me preguntó qué estilo de escritura hacía. Yo entonces le contesté que normalmente de aventuras y de género policiaco, pero que sinceramente, al no tener mucha inventiva, al principio me costaba mucho empezar los relatos, ya que siempre necesitaba alguna cosa o ver algo en concreto, para poder después continuar con dicha historia.

En ese momento él se puso a reír y me dijo que era una lástima que no me hubiese dado por la literatura erótica, ya que en ese aspecto él era todo un experto y me podría ayudar bastante, puesto que, desde siempre, imaginación no le faltaba.

Seguidamente me estuvo explicando que en más de una ocasión, había querido hacer con su mujer muchos numeritos y experimentos que se le ocurrían, pero que ella era muy diferente a él y nunca había estado por la labor, al igual que también me confesó que desde hacía mucho tiempo, le había querido dar por el culo ya que eso era su gran fantasía desde siempre, y ella tampoco le había dejado nunca entrar por ahí, a lo que yo le contesté, que en eso sí que le llevaba ventaja, puesto que yo, ya se lo había conseguido hacer en dos ocasiones a mi mujer, aunque eso sí, me había costado lo mío conseguirlo, no obstante y una vez que lo pude probar, le aseguré que había valido la pena la espera, puesto que el resultado había sido para ambos, maravilloso.

Dicho esto, noté como mi amigo se iba poniendo muy caliente. Quizás por eso se atrevió a decirme que si quería probar a escribir un buen relato erótico, que me fuese a buscar un cuaderno y un bolígrafo y que fuese escribiendo todo lo que viese a partir de entonces y lo que él me fuese diciendo.

Entonces, una vez regresé con mi bloc de notas con él ya en la mano, me senté frente a él y esperé atento a lo que me fuese diciendo. Seguidamente, se empezó a inventar una historia en la cual un hombre que estaba muy caliente y solo en su casa, al no tener a ninguna mujer cerca, se puso a pensar en una de ellas con los ojos cerrados y recostado sobre un gran sillón del salón.

Poco a poco al irse calentando cada vez más, llevó sus manos hasta sus bien marcados pectorales para seguir después pellizcándose los pezones hasta dejárselos bien duros. Luego entre risas me dijo mi amigo, si iba anotando todo lo que él me iba diciendo, y al contestarle que sí, siguió con su erótico relato.

A continuación, aquel hombre llevó una de sus manos hasta su bajo vientre y tras unos suaves masajes sobre él, empezó a sobarse todo su gran paquete una y otra vez.

Naturalmente todo aquello que me iba diciendo como a su vez lo iba realizando también, hizo que su polla se fuese despertando, al igual que le pasaba a la mía, ya que al ir viendo aquella escena en vivo y a la vez ir escribiéndola, me estaba poniendo muy cachondo a mí también.

Aun así, mi amigo seguía con su relato sin parar y además se le veía que disfrutaba haciéndolo, ya que como bien sabía, desde siempre había sido un salido en ese aspecto.

Su bulto ya de tanto sobárselo y apretárselo estaba a punto de reventársele bajo el pantalón, y por lo que yo podía ver desde allí, parecía que la tenía por lo menos muy gorda. Yo por mi parte estaba casi igual que él, por eso me atreví a comentarle, que, ya que estábamos allí los dos solos en el piso, si quería, podía desabrocharse la bragueta del pantalón para que se encontrase más cómodo, cosa que ya iba haciendo yo también cuando se lo iba proponiendo a él.

Entonces me obedeció enseguida y tras hacerlo, siguió con su relato, ahora ya bastante más aliviado que antes. Así, continuó diciendo que dicho hombre empezó a pensar en cómo aquella preciosa mujer trataba de hacerle una soberbia paja, por lo que, sin yo darme cuenta por estar escribiendo, él se había sacado ya toda la polla fuera del pantalón y había empezado a meneársela suavemente.

En ese momento sí que me pude dar cuenta ya de lo gorda que la tenía. A simple vista me parecía más gruesa que la mía, aunque yo le ganaba bastante en longitud, no obstante, hice como si no me hubiese dado cuenta del hecho, y seguí escribiendo como si no hubiese pasado nada.

Entonces pensé que ya tenía suficiente argumento como para seguir solo con dicho relato, por eso, decidí tomar las riendas de la situación y empecé a ser yo el que fue siguiendo toda la historia.

Seguidamente me fui sacando yo también al exterior mi larga polla, notando entonces un poco de admiración en su cara, tal vez debido a la diferencia que había con la suya, aun así, ninguno dijimos nada al respecto.

Lo que sí hice yo, fue comentarle de nuevo las experiencias anales que tuve con mi esposa para luego preguntarle que si al no haber podido hacerlo él con su esposa, no le habían entrado ganas de probarlo con alguna otra persona, a lo que me contestó que nunca se había planteado ponerle los cuernos a su mujer con otra tía, y que a él los hombres no le gustaban, por eso lo tenía difícil, a no ser que lo hiciese con alguien intermedio, como podría ser un buen travesti de esos que son muy pero que muy femeninos, para que así no se sintiese tan culpable al hacerlo.

A todo eso, él no paraba de pajearse y yo al final, acabé también dejando ya el cuaderno de notas, para dedicarme a hacer lo mismo que hacía él. La verdad es que los dos estábamos ya muy calientes y casi fuera de sí, por eso no sabíamos que podíamos hacer ya, para acabar de darnos todo el placer que nos estaba faltando.

Entonces me puse a reír por la situación que se había creado allí y le comenté que era curioso como con tantas veces que me la había llegado a cascar y llevando siempre encima esta larga polla conmigo, jamás (como la mayoría de los hombres) me la había podido mamar yo mismo, por eso, aun no sabía a qué sabía una buena polla de verdad.

En ese momento mi amigo se puso muy serio y como tenía la suya en la mano y además más tiesa que un palo y empezando a salirle ya por su agujerito los primeros jugos pre seminales, me dijo que, si quería probar la suya, a él no le importaba en absoluto. Así que, aunque me lo estuve pensando un instante, al final y tras justificarme de que tan solo era para saber a qué sabía, acepté. Seguidamente me acerqué a él y cogiéndosela con una de mis manos, me la llevé a la boca y empecé a lamérsela, chupársela y como no, a saborearla, aunque con un poco de recelo por ser la primera vez.

Luego él se echó para atrás, y cerrando de nuevo los ojos me dejó que siguiese chupándosela, no sin antes haberme puesto sus dos manos en la cabeza para empezar a dirigir él los movimientos de aquel sube y baja continuo que iba haciendo sobre ella.

Entonces cuando estaba más animado, me preguntó a qué sabía, y yo con la boca repleta de aquella carne tan palpitante y caliente, traté de explicarle que el sabor era lo de menos, pero que estaba exquisita y era toda una pasada.

A continuación, le ofrecí que probase la mía y él sin pensárselo tanto como yo, se amorró a ella empezando enseguida a chupármela como un desesperado. Por todos los medios intentaba tragársela toda, pero al tenerla tan larga, siempre le quedaba fuera de la boca un buen trozo.

Una vez que vimos los dos que estábamos ya a punto de eyacular, decidimos parar por un momento para que aquello durase un poco más, ya que creo que, en el fondo, y con lo calientes que estábamos ya, ambos pensábamos una vez ya puestos en hacer algo más, aunque ninguno nos atreviésemos a decirlo.

Por eso, al tener yo algo más de experiencia en el tema anal, y una vez que sabía que él tan solo se lo haría con su mujer o con un buen travesti muy femenino, decidí probar a dar el siguiente paso ya que él solo nunca lo daría. Así que siendo yo el primer extrañado conmigo mismo, me bajé los pantalones y el slip hasta los tobillos y me puse de rodillas sobre el sofá, quedándome de espaldas a él y ofreciéndole mi suave y rasurado culo para que hiciera con él lo que quisiera.

Al principio se hizo de rogar, diciéndome que él no era gay y que desde siempre había sido muy hetero, pero al final, y al ver que allí no había nadie más que nosotros dos y que podía estar a punto de conseguir realizar su gran fantasía de meter su polla en un culo aunque fuese el mío, se cogió con una mano aquella gruesa polla que tenía y mientras se la iba pajeando, la acercó a mis nalgas, las cuales yo trataba de separar con mis manos para dejarle bien a la vista la redondeada y oscura diana de mi virginal culo.

Luego se la llenó bien de saliva y la puso justo en la entrada de mi apretado agujero, y así, con mi oportuna ayuda también, me la fue metiendo poco a poco, ya que, al tenerla tan gorda, aunque no larga, le era un poco difícil conseguirlo.

No obstante, una vez lo hizo, empezó ya a bombearme dentro de él, sin parar un momento. Yo todo aquello no lo había probado nunca hasta entonces, al igual que él tampoco, pero creo que para ambos aquello estaba siendo algo maravilloso y diferente.

Después le pregunté si quería probarlo él también, y una vez ya puestos me dijo que sí, que no tendría ningún problema, así que una vez que me la sacó del culo, continué meneándomela como lo había estado haciendo hasta ahora para mantenérmela bien tiesa y dura, mientras que él se iba colocando en la misma posición que yo lo había hecho antes.

Entonces le dije que se pusiese mejor sentado y que se recostase de espaldas en el sofá con las piernas en alto y bien abiertas. Una vez lo hizo me acerqué a él y le empecé a lamerle y a chuparle sus dos nalgas, dándole un mayor énfasis a su culo, el cual fui lamiendo sin parar para ir lubricándoselo bien con mi saliva para poder ir introduciéndole poco a poco la lengua dentro de su agujero, así como también alguno de mis dedos, hasta acabar haciéndole gemir de placer y pidiéndome, que por favor se la metiese cuanto antes en su culo, ya que lo estaba deseando.

La verdad es que el vernos así los dos habiendo sido toda la vida heteros y no gustándonos para nada los hombres, era un poco sub realista, pero aun así allí estábamos ambos en la intimidad, tratando de vaciar nuestros huevos de toda la leche que llevábamos acumulada dentro de ellos.

Así que una vez vi que mi amigo estaba ya preparado, le puse la punta de mi polla en la entrada de su culo, y empecé a presionar poco a poco sobre ella, hasta conseguir que su esfínter dejara pasar a mi glande, el cual iba desapareciendo dentro de aquel apretado agujero como por arte de magia, como lo hizo también el resto de centímetros de carne palpitante que iban a continuación de él. Entonces, como parecía que eso a él le iba doliendo un poco, puso sus manos sobre mis nalgas y así poco a poco se fue haciendo el amo de la penetración.

Una vez consiguió metérsela toda dentro, sintió como una liberación y me pidió que lo dejase relajarse así un momento. Después ya sin dolor aparente, me pidió que empezara a bombear dentro de él y así lo hice durante un buen rato, hasta notar ya como mis huevos chocaban una y otra vez contra sus nalgas.

Seguidamente le dije que mientras yo le iba dando por el culo, él se podía ir haciendo una buena paja a la vez, para así corrernos después los dos al mismo tiempo. Así seguimos dándonos placer el uno al otro un buen rato, pudiendo contemplar nuestras caras de viciosos debido a la postura que le hice adoptar para hacerlo.

Yo por mi parte no paraba de entrar y salir de su apretado y virginal agujero y él por la suya, seguía masturbándose cogido a aquella gruesa polla que tenía como si no hubiese un mañana.

Luego, cuando ambos empezamos ya con los temblores y los espasmos, hice el gesto de querer sacársela del culo, pero él, me suplicó que por favor no lo hiciera y que me corriese dentro de él, cosa que hice tras unos cuantos mete y saca más. Por su parte mi amigo hizo lo mismo y una vez aceleró sus movimientos frenéticamente, se corrió como un loco sobre su vientre, dejándolo todo blanco debido a aquella gran cantidad de leche caliente que no paraba de salirle de su polla.

Entonces yo se la saqué del culo y así pude comprobar cómo le empezaba a salir ya de él, aquél líquido blanco y viscoso que yo había llevado dentro de mí y que había acabado de depositar dentro de él. A continuación, y cuando ya todo había acabado, oímos el ruido del ascensor, y al momento el de la cerradura de la puerta de entrada, por lo que los dos tuvimos que salir corriendo por patas, subiéndonos los pantalones como pudimos, cada uno por su lado, ya que debían de ser nuestras mujeres que habían regresado ya de sus compras.

En ese momento mi amigo se metió en el baño para arreglarse y yo hice lo mismo, pero en mi habitación, desde la cual iba escuchando como nos estaban llamando a los dos. Al cabo de un instante salimos cada uno de nuestro sitio ya bien arreglados y las saludamos con un beso en la boca. Después, nos pusimos otra copa para disimular y les preguntamos cómo les había ido las compras, a lo que las dos nos contestaron al unísono que muy bien.

En ese momento mi esposa vio sobre el sofá el cuaderno de mis apuntes y me preguntó que hacía allí, a lo que yo le contesté mirando a mi amigo con cara de complicidad, que hacía un momento que me había venido una buena inspiración y que a la vez había descubierto con ella otro tema nuevo y válido para seguir escribiendo.

Seguidamente me fui hacia el mueble bar y les preparé a ellas también una copa, para así poder brindar los cuatro por aquel día tan especial que estábamos pasando juntos.

FIN