Una colegiala sólo para mi

En una tarde de fantasía ella le regala un show muy erótico y sexual

Llegar a ese apartamento cada vez significaba tanto para mi, ese sitio era el templo de mis fantasías sexuales, donde una a una, ella me las había convertido en realidad.

Esta vez ella había dejado la puerta abierta, así que solo cruce la reja y la puerta estaba sin seguro, cerré ambas con llave, por si acaso, aunque bien sabíamos que una vez dentro no teníamos por donde escapar, estaríamos atrapados sin modo de salvación alguna.

Caminé por el pasillo que conducía hacia la sala, ella me había dicho que me sentara y la esperara.

Estaba acomodado en el sillón de la sala, sin saber que esperar. Las luces tenues del apartamento daban una sensación de sensualidad única.

De repente música comenzó a sonar, una música suave, sexy, que llenó la sala con sus notas.

Y ella salió de su cuarto, vestida como una colegiala. Camisa blanca, minifalda de cuadros rojos, medias hasta las rodillas, zapatos negros, el pelo en dos moños a los lados y unas gafas que cubrían su hermoso rostro.

Al verla mi verga dió un salto dentro de mis pantalones, estaba preciosa, sensual. Me preparé para algo especial.

Ella se acercó a mi, lentamente al son de la música, moviendo sus caderas de lado a lado. Se acercó a mi oído y me dijo, “Hola mi señor, le gusta mi uniforme?” Y sin darme tiempo a contestar se dió media vuelta y caminó hacia el centro de la sala.

La música seguía llenando el cuarto y ella comenzó una danza cadenciosa, contorneándose al ritmo de la canción. Muy sensual, daba vueltas, con los ojos cerrados. Yo la admiraba extasiado, esa mujer era hermosa, era una imagen de sensualidad y era mía en esos momentos. Me acomodé en el sillón para seguir disfrutando mi show.

Ella seguía bailando, me di cuenta que bajo la camisa no tenia brassier ya que sus senos se movían al compás de la música también, esos senos hermosos coronados por esos pezones marrones que me encantaban y que ya se veían erectos bajo la tela blanca. Además, el sudor comenzaba a pegar la tela a su piel y resaltaba más su figura.

En ese momento ella se dió la vuelta y con sus manos acarició toda la extensión de sus piernas, lentamente, hasta llegar a sus tobillos, como estaba de espaldas a mi pude darme cuenta que no traía panties, y ese trasero hermoso salió a mostrarse frente a mi, redondo, brillando por el principio de sudor que lo cubría, y allí en medio de esas dos hermosas nalgas se mostraba una rajita preciosa, cubierta por una fina humedad, que era una mezcla del sudor y la excitación.

Ell giró su cabeza hacia mi y con la mirada mas pícara me sonrió y me dijo, “ no puedes moverte de la silla, esa es tu condición, solo yo puedo moverme y tocarte, entendido?”

Ni siquiera atiné a conjugar una respuesta, solo mi cabeza se movió para dar mi respuesta afirmativa.

Ella siguió bailando y se acercó a mi, allí pude sentir su aroma, ese aroma único de ella, mezcla de vainilla, coco y su esencia natural, era algo abrumador. Mi verga se endureció aún más solo de sentir su aroma. Ella me acarició lentamente por el pelo. Sus manos recorriendo mi cara, mi cuello, hasta llegar a mi camisa que la comenzó a abrir botón a botón, mientras seguía bailando frente a mi.

Cuando sentí sus dedos sobre mi piel quitando los botones, todos mis poros se encendieron y mis manos trataron de levantarme de la silla, pero ella me colocó las manos en el pecho y solo dijo, “no, no, no... usted se queda allí quietico, hoy mando yo”.

Allí aprovechó para quitarme la camisa, sin dejar de moverse al compás de la música, al quedar yo sin camisa, ella se separó un poco de mi y se comenzó a abrir los botones de su camisa. Uno a uno fueron separándose, y la presión de esos senos enormes empujaba la tela, abriéndose paso. Al final, faltando solo un botón, su seno derecho salió y se mostró ante mi, precioso, redondo, con su pezon coronándole, ese pezon erecto al máximo, con la aureola oscura y redonda, esa piel mas corrugada que el resto del seno, era un poema a la sexualidad. Solo mirarlo me excitó muchísimo más. Ella terminó de abrir la camisa y se la quitó lentamente, ahora ambos senos salieron a bailar al compás de la música, brincando de arriba a abajo, ambos pezones esperando caricias.

Ella se acercó a mi y me dijo, “solo saca tu lengua”. Yo ni pensé en contestarle y mi lengua salió de mi boca al máximo. Ella acercó sus senos a mi boca, y con sus manos colocó un pezon sobre mi lengua y comenzó a restregarlo, de arriba a abajo, llenándolo de mi saliva. Yo sentí su pezon endurecerse al contacto de mi lengua y eso me enloqueció, esa sensación de tenerla tan cerca, entregada, pero no poder tocarla era algo excitante. Ella cambió de seno, ahora estaba el segundo pezon restregando mi lengua y mojándose con mi saliva.

Cuando ambos pezones estaban empapados, ella se retiro un poco y se tomo un pecho con las manos, y ahora ella sacó su lengua y llevó el pezon a su propia boca y lo lamió, recogiendo mi saliva con la punta de su lengua, y luego mojándolo más con la mezcla de la de ambos.

Era una escena delirante, ella frente a mi, desnuda de la cintura para arriba, con dos moños en su pelo, lentes de estudiante, acariciando y lamiendo sus propios senos, mientras yo solo podia observarla. Wow. Mi deseo estaba a mil.

Ella se dio cuenta lo que estaba provocando en mi y lo estaba disfrutando. Sus ojos llenos de lujuria mientras seguía lamiendo sus pezones me lo confirmaban. Allí estaba la mujer sexual que me pertenecía.

Luego, se acercó a mi y se arrodilló a mis pies. Sus manos desataron mis zapatos y mis medias volaron por la sala. Y antes de darme cuenta ella comenzó a frotar su vagina sobre mis pies, la sentí caliente y mojada, mis dedos se paseaban por los vellos empapados y sentía como sus jugos caían de su raja en mis dedos, empapándolos. Ella siguió con su roce sobre mis pies, su cara hacia atrás y sus ojos cerrados mostrando su placer.

Cuando yo también cerré mis ojos para seguir disfrutando de esa viscosidad sobre mi piel, sentí como ella se separó de mi y antes de poder abrir mis ojos, mis dedos estaban en su boca. Ella los chupaba con un gusto impresionante, sintiendo sus propios jugos que habían impregnado mis pies.

Uno a uno los chupo y los dejó limpios, demorándose más en el pulgar, ese lo chupo como si fuera mi verga. Haciendo un sonido cada vez que lo sacaba de su boca. Era delirante la situación. Ella allí, a mis pies, arrodillada, chupándome los dedos de los pies y al mismo tiempo deleitándose con su propio sabor. Ese sabor que ella misma me había confesado que le encantaba, y yo entendía por qué, ya que es delicioso.

Ahora se levantó y me quitó los pantalones y mi interior, y allí estaba yo, completamente desnudo, pegado al sillón de la sala de mi amante, disfrutando una de las fantasías que siempre había deseado. Era para venirse solo de pensarlo.

Ella se alejó un poco y cambió la música, ahora era un ritmo mas fuerte, más acelerado, y su cuerpo semidesnudo comenzó a girar con el nuevo ritmo.

Se acercó a mi y volvió a arrodillarse entre mis piernas, frente a mi verga que ya goteaba del placer, ella la miró y solo dijo, “mírala como he habla, me pide que la chupe” y así lo hizo, suavemente recogió con la lengua esa gota que salía de mi verga, y la degustó como si fuera el vino mas delicioso, con la lengua hizo un chasquido y un suspiro salió de su garganta, “ahhhh, que delicia”.

Con los ojos cerrados sacó su lengua y comenzó a recorrer mi verga en toda su extensión, la lamía como al mas dulce helado, dejando caminos de saliva por todo el tronco.

Mi verga palpitaba con cada lamida, creciendo aún más en el proceso. Hasta que al fin, se acercó a mi glande y mirándome fijamente me dijo, “esta verga es mía “ y en un solo movimiento engulló mi glande completamente. Yo sentí el calor y la humedad de su boca en la punta de mi verga y mis manos se aferraron al sillón. Ella comenzó a mover su lengua sobre mi cabeza, dentro de su boca, para añadirle mas humedad a la situación.

Mi verga seguía soltando gotas de liquido preseminal y ella las seguía devorando, sin dejar escapar una sola. Luego, con la cabeza de mi verga en su boca, con sus labios apretados en la base de mi glande y sus ojos fijos en los míos, se dejó caer. Mi verga penetro su boca de un solo impulso, aunque no alcanzó a entrar toda, un poco más de la mitad y se detuvo. Con el mismo impulso volvió a sacarla y yo sentí el vacío que creaba en mi verga con su succión.

Al llegar a la punta, de nuevo la engulló toda, esta vez entrando un poco más. Con casi toda mi verga en su boca, su lengua jugaba a escribir poemas en mi tallo, rodeándolo y mojándolo aún mas. De el borde de su boca se desprendía un chorro de líquidos, mezcla de su saliva y mis jugos que no paraban de salir.

Ella seguía con su sube y baja. Cuando de repente siento sus manos en mis testiculos, los apretaba y los soltaba, acompasando el ritmo con la mamada que me estaba dando. Estaba en el cielo. Y ella era mi diosa sexual.

Me deje llevar por la sensación. Me estaba dando una mamada de infarto. Sentía todo, su lengua en mi verga. Sus labios en mi glande. Sus dientes rozando ligeramente la piel de mi tallo. Sus manos apretando mis testiculos. Sentía que mi placer crecía y crecía, cuando de repente ella se detuvo y se paró.

Mi cuerpo sintió como si lo hubieran tirado de un sexto piso. Abrí los ojos y antes de poder hablar la vi montarse sobre el sillón, colocando sus pies a cada lado de mis piernas, y con sus manos tomó mi cabeza y la hundió en su sexo.

Que delicia, su sexo estaba encharcado, lleno de jugos que destilaban placer, mi cara quedó incrustada en su vagina y mi lengua salió a regocijarse. Sus labios vaginales ahora apretados por mi boca. Mi lengua recorriendo toda la extensión de su vagina. Sus manos empujándome cada vez más hacia su sexo. Sus vellos en mi nariz, regalándome ese olor de hembra en celo que me encantaba. Sus gemidos llenaban su apartamento, decía de todo, “no pares, no pares “ , “así, rico, así “.

“Chupamela papi es tuya” la oigo gritar, casi un aullido, mi lengua se incrustó dentro de su vagina, casi no podía respirar pero no me importaba, quería más y más de esos jugos deliciosos que no paraban de salir. Era como una fuente sin final. Mi cara empapada, mi pecho lleno de todos los líquidos que caían. Era un festín de sabores, de olores, de sensaciones.

Ella seguía gritando mientras no soltaba mi cabeza, la empujaba hacia dentro de ella, como queriendo que la penetrara con mi cara.

Cuando yo sentía que ella no iba a parar y me iba a regalar su orgasmo en mi boca, sentí como movió sus pies hacia atrás y simplemente se dejó caer, mientras las rodillas caían sobre el sillón, mi verga entró en su sexo sin piedad, de un solo golpe.

Su cara era una obra de arte, sus ojos se abrieron al máximo y su boca sólo delineaba un grito que nunca salió, sintió mi verga llegarle hasta lo más profundo, con tanta lubricación y humedad, nada la detuvo y la penetración fue total, su pelvis se estrelló con la mía. Y así quedó durante varios segundos. Llena de mi verga hasta el alma.

Luego de recuperarse en un minuto, posó sus manos en mis hombros y me miró con lujuria, se sonrió y solo dijo, “eres delicioso y te voy a disfrutar todito”

En ese instante comenzó un movimiento desenfrenado, su vagina devorando mi verga. La sacaba hasta la cabeza y la volvía a meter hasta el fondo. Sus gemidos eran ensordecedores. Si hasta hoy los vecinos no sabían nada, hoy se enteraban. Ella gemía mientras sus caderas se movían devorando esa verga que la volvía loca.

Ese movimiento ella sabía que no podía durar mucho, ni ella quería que durara demasiado, ella quería su orgasmo y quería la leche de su amante en sus entrañas.

Así que no se detuvo, si no que aceleró el ritmo. Yo sabía que no iba a aguantar más y después de varios minutos de sentirla rozarme la verga con su sexo. De sentir los jugos correr por mis muslos, la miré y le dije, “no aguanto más, me vengooooo”. Ella solo me dijo, “vente papi, lléname de tu leche, dame más duro, soy tuyaaaaa”

En ese instante el primer chorro de leche salió de mi verga como un proyectil, ella al sentirlo se dejó llevar y explotó en un orgasmo majestuoso, ambos viniéndonos al tiempo. Mi leche llenando su vagina, su vagina disparando líquidos por todos lados. Sus caderas no paraban. Sus manos en mis hombros para no caerse. Ella aumentó su ritmo con su orgasmo. Quería exprimir hasta la última gota de leche de mi verga. Esa verga que la llevaba al éxtasis cada vez. Ella seguía con su movimiento acelerado, buscando que ese momento nunca terminara, hasta que en un segundo su cuerpo se crispó completamente, quedó estática, sus muslos apretaron mis caderas, su vagina se apretó alrededor de mi verga, sus manos se hundieron en mis hombros, sentí sus uñas en mi piel, su cabeza se echó hacia atrás y un aullido salió de su garganta, fue algo ensordecedor, gutural, le salió del alma, gritó solo, “que vergaaaaaaaa, que deliciaaaaaa” y unos segundos después se desplomó en mi pecho.

Mi verga aún dentro de ella, en medio de ese charco de jugos que era su vagina. Esos jugos se desbordaban suavemente por los lados de los muslos y el sillón estaba empapado de ellos. Como iba a explicar eso a su esposo, aún ni sabía, ella estaba casi desmayada, allí en mis brazos, sobre mi pecho.

Le tome el rostro con las manos, la llene de besos, besé sus ojos cerrados, su frente, sus mejillas. Y cuando ella lentamente abrió sus ojos, solo le dije, “eres la colegiala mas hermosa que he visto en mi vida”. Ella sonrió como en medio de un sueño y solo cerró los ojos de nuevo y volvió a colocar su rostro en mi pecho. Cansada pero satisfecha.

Y allí nuevamente sentí que éramos perfectos el uno para el otro, en ese universo alterno en el que nuestros días habían aprendido a vivir.