Una clase de natación
Tras mucho tiempo me he decidido a escribir esta historia, tan real como que alguien la va a escribir. Hace unos cuantos años (no demasiados), estaba estudiando 2º de BUP cuando una pertinaz sequía comenzó a asolar la comarca donde está mi "querido" colegio (después de esto es más querido todavía).
Tras mucho tiempo me he decidido a escribir esta historia, tan real como que alguien la va a escribir.
Hace unos cuantos años (no demasiados), estaba estudiando 2º de BUP cuando una pertinaz sequía comenzó a asolar la comarca donde está mi "querido" colegio (después de esto es más querido todavía). Debido a esto y a las restricciones que como medida de seguridad estableció el gabinete de aguas se obligó a todos los colegios de la zona a hacer que las clases de natación se suspendieran en los mismos y se trasladaran a las piscinas municipales.
Como es tarea de los religiosos (los curas) que gestionaban el colegio asumieron la idea, sobre todo teniendo en cuenta que suprimía una de la horas que ellos consideraban "de descanso", como era una de las clases de natación.
Por eso estábamos allí aquella tarde de otoño, bajo un frío intenso a la entrada de la piscina climatizada de la localidad. Era tarde, pero a todos nos apetecía un buen chapuzón en la piscina, sobre todo pensando en la buena temperatura del agua. No se muy bien porque, pero todos presentíamos que iba a pasar algo.
Justo a la hora, como corresponde a la seriedad que se le suponía a nuestro profesor de natación, abrió la puerta de entrada a la piscina y solicitó un vestuario para que pudiéramos cambiarnos. Cuando nos dirigimos tras él al que nos asignaron vimos que se paraba al abrir la puerta, dejaba salir con un aspecto un poco turbado, a una rubia 10 que estaba en el vestuario. La chica en cuestión resultó ser la nueva profesora del colegio de las chicas, que habían tenido clase en la misma piscina durante la hora anterior.
Cuando acabamos de cambiarnos nos reunimos con nuestro profesor, al que notamos ligeramente nervioso, para que nos diera una explicación sobre que hacer durante la hora de clase. Se limitó a decir que nos acostumbráramos a la nueva piscina, que disfrutáramos de ella. Al dirigirnos a la misma vimos como la rubia entraba en la caseta del socorrista y poco después la seguía cierto serio maestro de escuela. Decidimos que teníamos que acostumbrarnos a la nueva piscina e hicimos una visita a la caseta en cuestión y lo hicimos un colega y yo.
Estaba la puerta cerrada, y el portón de la ventana bajado casi del todo, pero en la parte superior hay una especie de ventanilla, que debido a los años y a lo inaccesible del lugar para el viejo cuidador de la piscina siempre queda abierta.
Subimos cuidadosamente a la parte de arriba de la caseta y sorprendentemente descubrimos a dos chicas tumbadas en el sitio que nosotros habíamos elegido. Eran alumna de 2º del colegio de "las monjas", estaban tumbadas boca abajo, en traje de baño y pudimos observar su precisas nalgas a través de la escasa tela de sus bañadores.
Nos acercamos cuidadosamente y casi al mismo tiempo las sorprendimos, tapándoles la boca para que no hicieran ruido, mientras nos asomábamos al interior de la caseta. Así quedamos los cuatro observando la erótica que estaba sucediendo allí dentro.
Nuestro profesor estaba sentado en la mesa, con los pantalones en los tobillos, mientras la joven profesora pasaba su húmeda lengua una y otra vez por el miembro recién descubierto, para después introducírsela en la boca y masturbar al hasta entonces serio profesor (al menos para mi).
Poco después intercambiaron los papeles, el le arrancó el sujetador y las braguitas de forma impulsiva y comenzó a besuquear sus pezones y el bello de su entrepierna. La subió encima de la mesa y vimos claramente como introducía dos de sus dedos en su sexo, mientras con la otra mano acariciaba fuertemente los duros pechos que vibraban a cada caricia.
Después se subió el también en la mesa y comenzaron a hacer el amor fogosamente, entrecruzando sus lenguas y acariciándose todo el cuerpo. Durante todo este proceso en mi cabeza se superponían las imágenes anteriores con la del culo de la chica desconocida que tenía al lado, y poco a poco mi mano fue acercándose al mencionado accidente geográfico, sobre el cual la dejé suavemente.
Ella volvió la cabeza sorprendida, se acercó a mi oído y me susurro: "Como te pares te mato". Eso me excitó aun más, metí mi mano por debajo de su traje, acaricié sus nalgas y más abajo me encontré con su maravilloso conejito. Ella se giró, cogió mi mano y la puso en la parte baja de su vientre, invitándome a actuar. Comenzó a mirar mi endurecido paquete y puso su mano sobre mi pene y metió la mano para comenzar a juguetear con él. Poco a poco comenzamos a besarnos, y fue lamiendo todo mi pecho hasta acercarse al miembro erecto y lamerlo con furia. Sentí algo increíble, su saliva sobre la parte más sensible de mi cuerpo me enloqueció, la cogí por las caderas, abrí sus piernas y comencé a penetrarla ferozmente, nos corrimos casi al mismo tiempo, pero nos supo a poco y seguimos acariciándonos, volvimos a hacerlo y el resultado fue idéntico al anterior.
De repente nos paramos y nos quedamos mirándonos a los ojos mientras nos dábamos cortos besitos y finalizamos con un abrazo casi sin fin. Nos levantamos y vimos que nuestros compañeros de cotilleo se habían ido ya, en la caseta no había nadie, así como en la piscina. La puerta estaba cerrada y por lo tanto tuvimos que quedarnos allí, encerrados en la piscina climatizada, una fría noche de otoño, aprovechando el calor corporal para mantener la temperatura del agua hasta el día siguiente.