Una cita imprevista.

Un sobre se deslizó debajo de la puerta donde Alondra trabaja. Lo que contenía el sobre cambiaría su noche... y su vida.

Era viernes, exactamente las 6:42 p.m.

Estuve todo el día en la oficina tratando de terminar unos planos que se le debían entregar al cliente el siguiente día.

Para esa hora llevaba más de tres tazas de café, una ensalada y un chocolate, por lo que, se puede concluir que estaba ansiosa por salir y llegar a casa a descansar, o al menos eso pretendía hasta que Carmen se dirigió a mi escritorio con mirada curiosa:

-Lo encontré debajo de la puerta. Es para ti.

-¿Qué es?

-No sé. Abrelo y ya me dirás.

Carmen regresó a su escritorio mientras yo abría el sobre. Era blanco, sencillo y sólo decía mi nombre. Dentro de él se encontraba media hoja doblada a la mitad la cual decía:

"Calle Oriente 12 no. 24. Pregunta por un sobre para ti en recepción.    B."

Sentí un mar de escalofríos recorriendo mi piel, mi corazón se aceleró y mi mente comenzó a indagar quién podría ser. No tenía a mucuhas personas en mi circulo social y mucho menos sabía de alguien que se sinitera atraida por mi.

Terminé los pendientes, me despedí de todos en la oficina y me fui.

Resultó que, el lugar que estaba indicado en la hoja, no quedaba tan lejos de mi trabajo, así que fui caminando. El corazón se me aceleraba con cada paso que me acercaba allí.

Era un hotel pequeño y cálido, agradable. Entré y pregunté por un sobre para mi, Alondra.

-Aquí tiene señorita.

-Muchas gracias.

"Habitación 12"

Empecé a caminar mientras observaba la numeración y la pronunciaba con voz baja.

-Ocho... Diez... Doce."

Mi mente se detuvo. Del otro lado de la puerta se escuchaba música tranquila, de esas notas musicales que llenan el ambiente de tranquilidad y relajación.

Cuando solté un suspiro largo, me dispuse a tocar.

Toc toc toc  La puerta se empezó a abrir lentamente hasta llegar a la mitad.

-Antes de que abra necesito que cierres los ojos.

En ese momento, justo cuando habló, supe quién era. No hacía falta verle los ojos pues tenía la voz más sexy que jamás haya escuchado. Así que, cerré los mios y esperé a que volviera a hablar.

-Extiende tu mano.

Le di mi mano y me guió. Escuché cuando se cerró la puerta, hizo que me sentara en un sofá, me tomó de ambas manos y con voz baja me preguntó:

-¿Tienes idea de quién soy?

-Si. Reconozco tu voz. No la confundiría por nada.

-¿Te he sorprendido?

-Mucho, pero ¿Hasta cuando puedo abrir los ojos?

-Todavía no.

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Cuando escuché que tocó a la habitación me nerviosa. Aún más que cuando la veo entrar a la cafetería a diario por su espresso.

Es preciosa.

He notado su sonrisa coqueta y su mano temblorosa siempre que le entrego el café y mis dedos rozan los suyos. No puede esconderlo. Sé que le gusto. La vez que sin querer tiró el café al levantarse de la mesa y se mojó el pantalón, fui deprisa a ayudarla y secar la mesa, pero no pude contenerme, intenté ayudarla a secarle el pantalón y vi su mirada. Moría de nervios y se pusó de mil colores. Me encanta.

La dejé sentada en el sillón, a la expectativa de cualquier cosa. Me dirgí a la barra y tomé la copa de vino que había servido mientras la esperaba.

-Te voy a dar de beber algo.

-No pensarás sedarme ¿O si?

-Tranquila. Confía en mi.

Le dio un sorbo al vino y suspiró.

-¿Está rico?

-Delicioso.

-¿Ah si?

-Si.

-¿Me dejas probarlo?

-Claro.

Me acerqué lentamente a sus labios. Debe haber sentido mi respiración en su piel porque al momento su cara se puso roja.

Mis labios rozaron los suyos. Saqué un poco mi lengua y lamí el vino que quedaba entre las comisuras de su boca.

-Tienes razón. Está delicioso. Abre los ojos.

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Tenía el pulso a todo lo que daba y cuando me dijo que abriera los ojos mi mente se puso en blanco.

Los abrí poco a poco y entre cada poco parecia que me alejaba cada vez más del mundo. Entonces la vi.

Bianca. El motivo por el que compraba mi espresso a diario. Es bellisima y la voz que tiene es alucinante.

Me daba cuenta de que me miraba de forma distinta pero, nunca me hubiera imaginado que yo le gustara.

-¿Qué es toda esta sorpresa?

Me tomó las manos y me levantó.

-Toda esta semana que estuviste yendo a lcafé te vi cansada. Pero nunca dejaste de sonreirme. Eso me motivó a preparar todo esto para ti. Es mi forma de decirte que me gustas, y sé que te gusto, lo noto en tu mirada, y en el temblor delaror de tu mano cuando nuestros dedos se tocan.

-Tengo que aprender a disimular más entonces.

-Ya no hace falta.

Me tomó por la cintura, se acercó lentamente a mi, y me besó. Sentí sus labios abrirse y apoderarse de los míos por completo. Los mordía, sentía su lengua tocar la mía. Y mientras más me besaba sus manos empezaban a inquietarse. Subieron de mi cintura a mis brazos, y después a mis hombros. Sentía que mis pies comenzaban a despegarse del piso.

De mis hombros comenzó a bajar sus manos por mi pecho, hasta llegar a mis senos. Los apretó tiernamente y siguió bajando sus manos por mi cuerpo hasta llegar a mis nalgas y apretarlas.

Poco a poco nos fuimos guiando a la cama, nuestros cuerpos sólo se despegaron para quitarnos la ropa y sentirnos más cerca la una a la otra.

Me puse encima de ella provocando que mi coño caliente y humedo quedara sobre su vientre, lo cual pareció excitarle porque soltó un gemido que me prendió al instante y comencé a moverme rozando mi clitoris en su suave piel. Comencé a besarla mientras continuaba moviendome. Pasé mis labios a su cuello, mientras sus manos se apoderaban de mis nalgas. Pasé una pierna entre las suyas y así su coño también comenzó a rozar con mi pierna. Cuando sentí mi pierna mojada, bajé mis labios a sus pezones. Eran rosados y suaves y sus tetas eran del tamaño de mis manos. Ideales para mi. Comencé a lamerle el pezón derecho mientras mi mano jugaba con su teta izquierda, bajaba a su vientre y acariciaba su perina y volvía a subir.

Le besé el otro pezón y  mis manos se apoderaron de su cintura. Comencé a bajar mis labios por su cuerpo, hasta llegar a su vientre y fue entonces cuando no pude aguantar más y bajé hasta su coño. Estaba tan mojada que no pude contener genir de placer y ella también gimió. Pasé mi lengua por sus labios, los mordí, los chupe y pasaba de uno a otro rozando su clitoris con mi lengua hasta que me agarró con fuerza la cabeza y me llevó a su clitoris.

-Comeme por favor. Hazme tuya.

Pasé mi lengua suavemente por su clitoris, de un lado hacia otro y llevé una mano hacia su cueva. Primero metí un dedo. Estaba tan humedo y caliente que comencé a chuparle el clitoria más rapido, saqué el dedo y le metí dos. Comencé a meter y sacar lo cual hacia que gimiera cada vez más rápido. Saqué los dedos y le metí la lengua. Estaba deliciosa, chorreaba sus jugos y yo me los comia gustosa. Apretaba sus piernas con mis manos y cuando volví a chuparselo, le metí tres dedos y cada vez se los metía y sacaba más rapido mientras mi lengua pasaba con calma de un lado a otro del clitoris.

Comenzó a mover su cadera de arriba a abajo, me agarró del cabello y comenzó a decirme

-Comeme hermosa. Así... No pares. Chupamelo más. Si, así...

Cuando no pudo más, comenzó a gritar y a temblar, Se lo chupé lo más fuerte y rapido que pude.

Sus tetas se veían impresionantemente grandes cuando se vino.

Era una delicia de mujer.

Me limpié la boca, subí hasta su rostro que estaba lleno de extasís, la miré, sonreí y la besé. Ella me tomó de la cara y me besó.

Justo ahí, esa noche, comenzó lo que ha sido la mejor historia de amor que he tenido. Pero, como bien he dicho... Esa es otra historia.