Una cita especial
Todo comenzó cuando mi marido me invitó a cenar.
El otro día, mientras daba mi paseo diario, me llaman por teléfono.
Si ¿quien es?
Nena, soy yo. Te invito a cenar. Te paso a recoger en una hora. Besos.
Era mi marido, que me invitaba a cenar, pero ¿por qué? La verdad es que no me importó mucho el por qué. Llegué a casa, me di una ducha fría de esas rápidas y empecé a prepararme. Abro el armario y lo primero que veo es un vestido monísimo, largo, negro de tirantes, con la espalda al aire, y que todavía no había estrenado: "mejor oportunidad que hoy, no la voy a tener", pensé. Quería ir espléndida, estar super guapa y atractiva, no todos los días mi marido me propone algo así.
Llega la hora y suena el telefonillo; lo descuelgo y era él: "ya bajo". Me puse los zapatos, cogí el bolso, me puse el chal y bajé.
Hola cariño, qué raro que me invites a cenar fuera ¿me tienes alguna sorpresa?
Hola mi amor, no seas paranóica y no te imagines cosas o no te puedo invitar a cenar para que descanses un poco. A ver que guapa te has puesto.
Sí, sí, pero quería cambiar de tema. Muy cordial y educado, me abrió la puerta del coche, él se montó y arrancó. Le pregunté que donde me llevaba a lo que me respondió con una mirada... entre provocativa, lujuriosa y lasciva. En aquél momento yo no sabía qué pensar.
El caso es que llegamos al sitio en cuestión. Era un sitio precioso, con varios jardines y pequeños estanques; cuando entramos en el restaurante, que también era hotel, llamó a un camarero, para pedir la mesa que ya tenía reservada. Estuvimos hablando de todo un poco antes de que nos trajeran la cena. Trajeron la cena (bla bla bla) y a la hora del postre él pidió una botella de champan.
- Nena, tenemos cosas que celebrar, hoy quiero que hagas un alto en el camino e intentes disfrutar de ésta noche.
Se levantó de la mesa y se dirigió al coche, de donde volvía con una bolsa. Llega a la mesa y me lo da.
- Toma, te he comprado una tontería. Vete al baño y si quieres ponértelo, o sino no, bueno dame tú la sorpresa.
Voy al baño, abro el paquete "¡¡¡oh...!!!" me había regalado un tanga negro de encaje, qué pasada; decidí ponérmelo. Vuelvo a la mesa y me mira de una forma... creo que me desvistió en cuestión de milésimas de segundos; me preguntó si me lo había puesto, a lo que le contesté con sí muy rotundo.
¿Quieres ver como me queda?.- Entre el ambiente el regalo y sus miradas... estaba que no aguantaba.
Aquí no es plan, me lo enseñas luego.
De acuerdo, así lo dijo y así se hizo. Cominos el postre tranquilamente, el café después y cuando nos íbamos a levantar de la mesa, el camarero llama a mi marido a un lado, le dice no sé qué y le entrega una llaves. Él vuelve a la mesa, suavemente me coge del brazo y me dice "vamos". Me guía por un pasillo y llegados a la puerta de una habitación, nos detenemos, él saca la llave y abre la puerta. Una habitación decorada... un tanto especial: estaba oscura, iluminada solo por unas velas que también hacían de adorno, había en toda la habitación un perfume... exótico y sugerente. La botella de champan estaba en un carrito al lado de la cama.
Entramos, yo primero y él detrás; oigo como se cierra la puerta, oigo como respira cerca de mí, noto su aliento en la nuca y su lengua comienza a repasar el contorno de mi cuello desnudo. Posa sus manos en mis hombros y muy suavemente me baja los tirantes del vestido y me susurra.
- Quiero que lo pasemos muy bien, hace mucho que no pensamos en nosotros y quiero que hoy lo hagamos, que pensemos sólo... en nosotros.
No le pude contestar, me seguía lamiendo el cuello y de mi boca no podían a salir palabras. Poco a poco, empecé a reaccionar y mientras él seguía entretenido con mi cuello, yo estiré las manos hacia atrás y le empecé a sacar la camisa del pantalón; le acariciaba el torso, la espalda entera ... de vez en cuando suavemente le arañaba. Sus manos empezaron a bajar mi vestido hasta la cintura y después de juguetear alrededor de mi ombligo, subieron hasta mis pechos. Me di la vuelta y comenzamos a besarnos suavemente; él me desabrochó el sostén y lo dejó caer mientras yo desabrochaba su camisa para tirarla después al suelo. El clima de aquella habitación subía a cada momento; él jugaba con mis pechos, yo le chupaba las tetillas, se las mordía. Dejó caer mi vestido y me dirigió hasta la cama.
- Échate, que nuestra noche acaba de empezar.
Me tumbé en la cama, le quité los pantalones y se tumbó junto a mí. Pasaba su mano abierta por todo mi cuerpo hasta llegar al monte de Venus, enredaba sus dedos en mis bello púbico y... bajando bajando comenzó a jugar con mi sexo. Yo seguía chupando sus tetillas y repasando su cintura con mis manos y... bajando bajando llegué hasta su polla, la cual ya estaba dura; también me puse a jugar con ella. Nuestras bocas se buscaban, nos besamos pero ahora lo hicimos con más excitación, besos más profundos y rápidos. Se tumbó encima de mí, me levantó una pierna, me la metió despacito y comenzó a bombear. ¡¡¡ZAS!!! ¡¡¡ZAS!!! ¡¡¡ZAS!!! Me había llevado al paraíso en pocos segundos. Al poco rato que dijo que cambiara de posición, que me pusiera yo encima de él; fue como volver a empezar: la metí poco a poco y comencé a moverme, me tumbé sobre él y mientras yo le follaba él peñizcaba mis pezones, se mojaba las yemas de los dedos y las hacía resbalar por ellos. Cuando pensé que habíamos acabado, me coge por la cintura y me levanta, me pone a cuatro patas y comienza a bombear de nuevo, pero ahora con más ganas y más intensidad ¡¡¡ZAS!!! ¡¡¡ZAS!!! ¡¡¡ZAS!!! ¡ah...! ¡ah...! ¡ah! Nos corrimos a la vez para disfrute de ambos.
Nos tumbamos de nuevo en la cama, me pasó el brazo por debajo del cuello, apoyé la cabeza en su pecho.
- Cariño, me ha encantado. La próxima la preparo yo.