Una cita de negocios

Juan, un joven directvo conoce a una atractiva y sensual mujer que, despues de follar con él, le invita a una cena en su casa donde le espera una sorpresa.

CAPITULO 1: LA PRESENTACION.

Me llamo Juan, tengo 35 y soy Ingeniero Industrial, Director Técnico de una Empresa, soltero y sin compromiso y con fama de mujeriego. Un "soltero de oro" según algunos.

Conocí a Miriam aparentemente por casualidad. Estaba yo en el "stand" de uno de mis principales proveedores en uno de tantos salones monográficos que se organizan en la Feria de Muestras de Barcelona, ciudad en la que vivo, hablando con su Director Comercial cuando apareció ella. Sin reparar en mi presencia y con unos modales diría yo poco corteses se dirigió a mi interlocutor:

  • ¡Hombre, por fin te encuentro!. Contigo quería yo hablar. - El aludido quedó sorprendido por la brusca irrupción, pero reaccionó de manera inmediata.

  • Hola, ¿cómo estás?. Permitidme que os presente -. Dijo dirigiéndose a mí y tratando de salvar la situación. - Juan Olmedo,... Miriam Zaneti, una de mis mejores clientes -.

Nos estrechamos la mano cortésmente, mientras nos escrutábamos con la mirada. Traje de chaqueta oscuro, zapatos de medio tacón, portafolios de piel con correa de bandolera y el catálogo del certamen en la mano. Debía ser algo mayor que yo, cara alargada con pómulos prominentes y tez morena de rayos UVA levemente maquillada, media melena negro intenso y unos ojos castaño oscuro que atraían por la profundidad de su mirada. Bajo la chaqueta se adivinaban unos pechos pequeños, pero redondos y firmes, y la falda marcaba una cadera y un culo que haría las delicias de cualquier hombre. Alta y esbelta, pero sin esa delgadez exagerada tan de moda, y bajo la falta de veían unas piernas largas y bien torneadas.

Nuestro anfitrión nos hizo pasar a la parte reservada del "stand", donde nos sentamos uno frente al otro en una mesa redonda. Estábamos tomando una copa y hablando los tres sobre economía, política, etc., cuando entró un empleado que pidió a su jefe si podía salir un momento. Se disculpó y nos dejo solos, uno frente al otro. Ella hizo un gesto muy femenino, agachándose para quitarse los zapatos y diciendo: - Este calzado me va a matar -.

De repente sentí su pie en la entrepierna, sobre mi sexo, bajo la mesa.

  • Compruebo que tienes instrumentos suficientes para penetrar en el mercado -. Dijo sonriendo, mientras me frotaba sobre el pantalón y mi verga comenzaba a reaccionar y a endurecerse.

  • Además se nota que la reacción es rápida y que la capacidad de expansión es muy buena -. Añadió sin inmutarse.

No esta bien que lo diga yo, pero me considero bien parecido y atractivo para las mujeres, hasta el punto que llevo una vida sexual muy activa a pesar de mi soltería y la falta de pareja estable. Pero jamás antes me había visto en una situación como aquella. El contacto de aquel pie, sus frases de doble sentido y el morbo que me producía la posibilidad de ser descubiertos en tal situación, me estaba poniendo muy caliente. Bruscamente retiró el pie, y me pasó un papel diciéndome:

  • Te espero a las 8 en mi hotel. Creo que podremos hacer negocios juntos -. Se levanto, se calzó y se marchó sin esperar a nuestro anfitrión.

En el papel estaba la dirección de su hotel y el número de la habitación.

CAPITULO 2: LA CITA

Eran las 8 menos veinte y allí estaba yo, cautivo en un atasco de circulación, sudando a pesar del aire acondicionado de mi deportivo último modelo y más nervioso que un adolescente en su primera cita amorosa.

Por fin llego al hotel, son la 8 menos 5, estoy más tranquilo. Soy un maniático de la puntualidad y llegar tarde me molesta mucho. Dejo el coche en el aparcamiento del hotel, entro en el hall y me dirijo a los ascensores. Una voz me detiene.

  • Por favor, ¿dónde va caballero? -. Se dirige a mi un empleado del hotel.

  • A la habitación 728. Me esperan -. Respondí, yo impaciente.

  • Un momento por favor. ..... Puede subir -. El empleado ha comprobado algo en el ordenador, me mira y sonríe.

Estoy seguro que me ha tomado por un chico de alquiler. Subo a la séptima planta, busco la habitación y llamo a la puerta. Me abren inmediatamente, han debido avisar e recepción de mi llegada. Ella aparece al contraluz de la habitación. Lleva puesta una túnica larga hasta los pies de lino blanca insinuante, casi transparente que permite ver a su trasluz sus senos pequeños y redondos y un sexo depilado, con solo un triángulo prefecto de bello suave sobre el monte de Venus. Me saluda con un beso tenue y delicado pero que percibo ardiente y lleno de deseo. Paso y me indica que me ponga cómodo, todavía llevo la ropa de trabajo. Me quito la chaqueta y la corbata y me siento en un sofá mientras me ofreces una copa. La habitación es una suite de lujo.

  • No van mal los negocios ¿eh? -. Digo con admiración, mientras doy una mirada alrededor con un silbido de admiración.

  • No me puedo quejar, la verdad -.

Hablamos unos instantes de temas intranscendentes, mientras admiro su cuerpo: Con el traje de chaqueta estaba atractiva, pero ahora es simplemente escultural. Me coge de la mano diciéndome:

  • Ven acompáñame -.

Entramos en una enorme sala de baño. Una burbujeante bañera jakuzi de agua tibia nos esperaba. Desató los nudos que sujetaban su túnica en los hombros y ésta cayo al suelo mostrándose totalmente desnuda a mis ojos. La vista se me iba detrás de aquellos pechos redondos y firmes e intenté besárselos, pero ella entró en el agua y haciéndome una señal para que la siguiera.

Me desnudé sin prisas, exhibiéndome, dejando que su vista se recreara en mi cuerpo. Un bulto mas que manifiesto en el slip mostraba mi excitación y sentí una cierta vergüenza de mostrar directamente y sin preámbulos mi verga erecta. Así que le di la espalda para quitarme los calzoncillos y entrar en la bañera. Un chorro de burbujas pasaba entre mis piernas, acariciándome los testículos, y tuve que hundirme lo suficiente para evitar que la punta de mi sexo sobresaliera del agua.

Se situó detrás de mí, con mi espalda apoyada en sus senos mientras me daba un masaje pretendidamente relajante en mis hombros, pero que aumenta mi excitación. El contacto de aquellas tetas pequeñas y duras me volvía loco. Intente girarme para intentar chupárselos pero no me dejó:

  • Quieto, quiero todos tus músculos relajados -. Musitó en mi oído, mientras tus labios rozaban el lóbulo de mi oreja. - Bueno, todos no -. Añadió riendo, mientras alargabas el brazo para asir con fuerza mi polla enhiesta.

  • No te preocupes por esto, cariño -. Conteste presuntuoso mientras la besaba en los labios.

  • He preparado un excitante y sensual juego -. Siguió diciendo ella, mientras continua con su masaje.

  • ¿En que consiste? -. Inquirí intrigado.

  • Ya lo verás -. - ¿Cómo que ya lo veré? -. Dije algo mosca.

  • Si no te fías de mí, más vale que te marches -. Contesto tajantemente.

A estas alturas estaba tan deseoso de sexo que no podía echarme atrás. Y además, había logrado provocar mi curiosidad Salimos del agua y me estiré sobre la cama, boca arriba, con ella sentada sobre mi cuerpo. Se inclino para besarte y susurró:

  • Voy a atarte, mi cielo. Así que separa bien las piernas y estira tus brazos hacia arriba -.

Puse cara algo sorprendida, pero al intentar protestar me recordó

  • Si no estas conforme, puedes irte -. Cedí a sus deseos y mi imagen reflejada en un espejo, estirado en la cama, atado y con el sexo erecto era como la de un mártir dispuesto al sacrificio, pero sensual y obsceno.

  • Ahora vendaré tus ojos. Te llevaré al cielo, te lo prometo -. Añadió con voz sensual.

Ya no intenté ya ni protestar, me sabía la respuesta. Después de taparme los ojos, se abrazó a mí de costado. Sus senos contra mi torso y su sexo ardiente se frotaba contra mi muslo. Otra vez el contacto de sus pezones me ponía como un toro en celo. Sentía como lamía todo mi cuerpo y me acariciaba con las yemas de mis dedos. Al no ver nada, las sensaciones táctiles eran mucho más intensas que de costumbre. Empezó por el cuello y siguió por el pecho y sobacos, entreteniéndose en los pezones que mordisqueaba concienzudamente. Mi vientre se movía espasmódico a cada nueva sensación placentera y me preguntaba a cada instante cual sería la próxima, lo que aumentaba mi excitación. Se colocó entre mis piernas y me lamió los huevos hasta dejarlos chorreando de saliva, pero ignorando malévolamente mi verga, que se agitaba en el aire reclamando atención.

En eso siento su lengua jugueteando con la entrada de mi ano y seguidamente como me aplicaba algo frío y viscoso en él. Sus dedos intentaban entrar en mi, pero me resistía a ceder esa parcela de mi privacidad y masculinidad.

  • Relájate, no te resistas al placer -. Te oí decir mientras se metía la polla en la boca y me la mamaba con maestría.

Me relajé y sus dedos pudieron entrar. Uno, dos y hasta tres dedos se movían en mi interior, mientras yo atado y ciego me revolcaba de placer.

Pero todavía me reservaba otra sorpresa. Lentamente sacó sus dedos del culo y de inmediato sentí un objeto duro y de punta roma que se apoyaba en la entrada de mi recto. No me dio tiempo a reaccionar y sentí como algo perfectamente lubrificado entraba lentamente hasta el fondo de mi y como empezaba a vibrar en mis entrañas proporcionándome sensaciones nuevas y maravillosas nunca imaginadas. Gritaba, pedía que no parase, que no se acabara nunca. Ella continuaba chupando la cabeza de mi polla y yo notaba que no podía aguantar más, que iba a correrme en su boca. En ese momento deje de sentir su boca sorbiéndome el sexo y un fuerte pellizco en los pezones me hizo gritar, ahora de dolor y sorpresa mientras mi sexo perdía rigidez y se interrumpía el orgasmo que estaba apunto de alcanzar.

  • Lo siento cariño, ibas a correrte y no podía permitir que acabaras ya. Espero mucho más de ti -. Me dijo con voz de niña mala que acaba de hacer una travesura.

Me destapó los ojos y colocó su sexo sobre mi boca.

  • Ahora soy yo la que ansío sentir tu lengua en mi coño palpitante -. Dijo muy excitada.

No me hice rogar y atado y todo dirigí lo más certeramente que pude mis esfuerzos a excitar sus puntos de placer. Lamía su clítoris con devoción, mordisqueaba sus labios y metía mi lengua en su vagina buscando darle el máximo de placer. Se inclinó de nuevo sobre mi polla, que parecía recuperarse, y me la mamó de nuevo. Sus labios rodearon mi glande y su lengua frotaba delicadamente la punta. El extremo de su lengua recorría el frenillo y finalmente se la tragó toda. El consolador seguía vibrando en mi interior, proporcionándome un placer adicional y nunca antes sentido. La estimulación simultánea de mi culo y mi verga me llevaban a un placer extremo. Un nuevo cambio de postura y se sentó sobre mi vientre clavándose mi verga en el coño hambriento, cabalgándome mientras yo apenas si podía moverme por las ataduras.

En eso, sacó el vibrador de mi culo y se lo metió en el suyo diciendo:

  • Yo también quiero gozar con todo mi cuerpo -.

Sentía en mi sexo las vibraciones de aquel consolador transmitidas por su cuerpo. Chillábamos los dos como enloquecidos, pero ella todavía quería más de mi.

  • Quiero sentir como tu polla me parte en dos al entrar en mi culo -. Gritó como una posesa

Así que me desató, se colocó a cuatro patas para que la penetrara por detrás para calmar sus ansias. No me lo pensé dos veces y le clavé de un golpe hasta el fondo mi verga dura y lubrificada con sus propios jugos vaginales. Inicié un bombeo frenético sin compasión, mientras utilizaba el vibrador en su clítoris. Sentía a cada envestida mis huevos golpeándole el trasero y los espasmos de su musculatura que me estrujaba.

Se giró y pasando sus piernas sobre mis hombros, y cogiéndome la polla con sus manos para que la penetrara por la vagina. Ella alcanzó el orgasmo y yo seguí follando salvajemente, pero ella no quería acabar así.

Bajo las piernas y se escurrió bajo las mías hasta que mi verga estaba al alcance de su boca. Me la mamaba como una posesa, con el vibrador en su coño y yo me corrí como un semental, llenándole la boca con mi leche que no podía tragar y rezumaba por la comisura de sus labios. Continuó chupando mi sexo hasta que tuvo su segundo orgasmo.

Agotados y sudorosos, quedamos tendidos en la cama. Después de recuperar el aliento, me besó en la boca con la suya todavía pringosa de mi semen y me dijo:

  • Todavía tengo otra sorpresa para ti -. - ¿Más todavía?. ¿No has tenido bastante?.

He de reconocer que en este momento no puedo ofrecerte nada más -.

  • No, no me refiero a ese tipo de sorpresas. Es que he de decirte que he filmado nuestro encuentro -.

  • ¿Qué dices?. ¿Filmado? . Si quieres hacerme chantaje, te equivocas de persona. Soy soltero y sin compromiso y tu filmación todavía me haría propaganda de macho

-. Le dije con aire de ofendido, - ¿Chantaje? No, no, no......-. Dijo mientras reía a carcajadas.

Estaba guapísima riendo. Y continuó diciendo.

  • Ha sido digamos...... un "casting". Un "casting" para las películas familiares que rodamos mi marido y yo -.

  • ¿Casada? ¿Películas familiares?. A ver, a ver... explícate -. Dije casi exigiendo una respuesta.

  • Es fácil, a mi marido y a mí nos gusta el sexo en grupo y filmarlo. Utilizamos nuestros viajes de negocios para reclutar, digamos, "compañeros de juego". Te vi en la feria, me atrajiste, te seguí y cuando te vi en aquel "stand" me lo pusiste facilísimo para atraerte a mis redes -.

Yo no salía de mi asombro. Todo era un plan para llevarme a la cama y probar mis habilidades sexuales.

  • ¿Por lo menos habré quedado bien? -.Pregunté con aire presumido.

  • Sin duda. Hacia tiempo que no follaba tan a gusto con un extraño -.

  • Menos mal -. Pensé resignado.

  • ¿Esperamos tu visita cuando vengas a Madrid? -. Preguntó con cara de ingenua.

  • Umm.... Sí, porque no -. Contesté.

  • Pero ten en cuenta que mi marido tiene la polla más gruesa que el consolador -. Añadió ella en medio de una carcajada. Esa risa me volvía loco. Me abalancé sobre ella y empecé a besarle y morderle los pezones de aquellas tetas pequeñas y firmes que tanto me atraían. Ella gemía de nuevo y mi polla estaba otra vez a punto...

CAPITULO 3: CINE FAMILIAR:

Habían pasado varios meses desde mi "casual" encuentro con Miriam. Y estaba volando en un avión del puente aéreo Barcelona-Madrid para una cita de negocios. Una cita auténticamente de negocios con unos clientes, pero que se iba a prolongar con una cena de los otros "negocios" en casa de Miriam.

La llamé para avisarle de mi viaje a Madrid e inmediatamente me invitó a ir a su casa a cenar con ella y su marido y "continuar trabajando en el proyecto común que habíamos iniciado en Barcelona". Al pedirle su dirección, me dijo que no me preocupara que me enviaría al chofer con un coche a recogerme donde quisiera. ¡Muy en su línea!.

A las siete en punto, tal y como habíamos quedado, un Mercedes plateado estaba esperándome en la puerta de mi hotel. Salimos de la capital y tras más de una hora de carretera llegamos a un pueblo en la sierra. El coche se detuvo delante de una casa inmensa, la verja se abrió automáticamente y volvió a detenerse ante la puerta principal. Allí me esperaban Miriam y su marido. Ella, espléndida como siempre, llevaba un vestido largo pero informal, azul turquesa, con aire oriental. Se adelantó dirigiéndose inmediatamente hacia mí y me besó en los labios calurosamente.

  • ¡Que ganas tenía de volverte a ver, Juan!. Ven que te presente a mi marido, Carlos

-. Él me ofreció amablemente su diestra diciendo: - Encantado de conocerte. Aunque, después de oír a Miriam alabarte y de ver el "recuerdo" que me trajo de Barcelona, es como si te conociera de toda la vida -. Apostilló con una sonrisa.

  • Exageraciones -. Respondí con falsa modestia.

Parecía mayor que ella, debía sobrepasar ligeramente los 40, pero se conservaba magníficamente: Alto, atlético, ancho de espaldas. La única concesión al paso del tiempo era su pelo canoso que coronaba una cara grande, cuadrada y de facciones marcadas pero agradables. Vestía elegantemente, con un jersey de cuello alto de hilo, un pantalón ligero, impecablemente planchado y unos zapatos de piel que le caían como un guante.

Pasamos al interior de la mansión. Era una casa grande, de diseño muy actual, rodeada de un jardín muy cuidado. El interior lujoso, pero funcional y sin ostentaciones.

Me senté en un sofá junto a Miriam y él se aprestó a preparar algo de beber en un bar que ocupaba una pared del enorme salón. Carlos se sentó en el mismo sofá al otro lado de Miriam y, después de una conversación intrascendente sobre la casa, el tiempo y mi viaje, Carlos me dijo:

  • He supuesto que te gustaría ver "tu película" y lo he preparado todo para que la proyección -.

  • Me parece estupendo. Me apresuré a contestar.

Aquello empezaba a caldearse y además tenia una enorme curiosidad morbosa por verme en aquella película. Carlos tomó un mando a distancia y un panel en la pared de enfrente del sofá se desplazó para dar paso a una pantalla. Se apagaron las luces y aparecieron las primeras imágenes.

La película comenzaba cuando Miriam y yo llegábamos a la cama, mojados del baño en el jakuzi. La visión de Miriam desnuda me excitó de sobremanera y la verdad me sentí orgulloso de la imagen de mi sexo erecto. Mi entrepierna comenzaba a animarse cuando sentí la mano de Miriam sobre mi bragueta. Giré la cabeza y vi que estaba acariciándonos el sexo a los simultáneamente. Aquella película estaba editada y montada y por la alternancia de planos tenía que haber sido rodada con más de una cámara. Incluso la existencia de primeros planos sugería que había habido un tratamiento digital de la imagen. Eran unos maestros del vídeo domestico, no cabía duda alguna. Al poco rato estábamos los dos con las pollas erectas y fuera de los pantalones, mientras ella nos masturbaba con parsimonia.

Realmente la verga de Carlos era extraordinaria: circuncidada, larga, recta y gruesa y en erección las venas hinchadas le daban un aspecto nudoso e impresionante. La masturbación marcaba el ritmo de la película y la presión de la mano de su mano en mi aparato aumentaba cada vez que la filmación mostraba como mi polla entraba en su coño o en su culo o cuando me corría en su boca. Por nuestra parte, Carlos y yo actuábamos al unísono sin habernos puesto de acuerdo.

Empezamos por mordisquearle el lóbulo de la oreja, le sacamos el vestido y la dejamos sólo con las bragas puesta. Bajamos sincronizádamente hasta sus pechos, esos pechos que me vuelven loco, repitiendo el contacto turbador de unos meses atrás en nuestro primer encuentro en Barcelona, y cada uno de nosotros nos ocupamos concienzudamente de él que teníamos más cerca. Finalmente nuestras manos de encontraron en su sexo cálido y húmedo penetrándolo con dos dedos de cada uno que se movían como si de uno sólo se tratara. Ella comenzó a gemir y nosotros estábamos deseosos de compartir aquel cuerpo y darle todo el placer del mundo con nuestras vergas.

  • Vamos a la cama. Os quiero a los dos dentro de mí -. Suplicó Miriam.-

CAPITULO 4: CAMA REDONDA

Pasamos a una habitación contigua con las paredes forradas de espejos y fotografías pornográficas de gran tamaño con imágenes de sexo de todas clases y de todas las culturas.

Una cama redonda cubierta de satén de color crema con un colchón de agua y cojines de innumerables formas y tamaños ocupaba el centro de la sala. Y una estantería con mas juguetes y artilugios que el escaparate de una sex-shop completaba la decoración de aquel palacio del sexo.

Carlos y yo nos desnudamos quedándonos con los slips puestos y ella se quitó la única prenda que le quedaba. Miriam se echó de espaldas y abrió las piernas, atrayendo hacia si la cabeza de Carlos que comenzó a humedecer su sexo con largos lengüetazos, antes de entregarse de lleno al centro, que tomó en pocos momentos una apariencia húmeda y lúbrica. Carlos separaba con los dedos los labios de la vulva para acceder mejor con su lengua, ofreciendo una imagen nacarada, como las valvas semiabiertas de un molusco marino que muestra su contenido carnoso, rosado y apetitoso.

Entretanto yo la besaba apasionadamente en la boca y de la que salió su lengua viciosa que como una anguila entró en la mía, recorriéndola con avidez haciendo unos chasquidos tan sonoros como los que surgían de entre sus piernas por la acción de la diestra boca de su marido. Bajé hasta sus pechos y le di masajes cuidadosos mordiscos, controlados, pero sus manos me empujaban con fuerza sobre aquellas tetas redondas y firmes, haciendo que se me llenara la boca de sus turgencias como de frutas maduras.

Carlos giró a Miriam, colocó su cabeza entre mis piernas y comenzó a mordisquearme la verga sobre el slip.

  • ¿Te gusta su polla. Eh, Miriam?. Notas lo dura que está. ¿Te mueres de ganas de chuparla, verdad ?. - Dijo Carlos dándole un par de sonoras palmadas en el culo -.

  • ¡Si!. Contestó ella -. Totalmente excitada.

  • Comienza a lamerla despacio, muy despacio, pero no te la metas en la boca todavía -. Añadió Carlos, haciendo de maestro de ceremonias.

Miriam me bajo el slip, me cogió el sexo con una mano mientras con la otra me asía los testículos. Su lengua comenzó un largo e insoportable deambular por mis genitales, desde la punta hasta el escroto llegando hasta la entrada de mi ano, hasta no dejar un milímetro sin lubricar. Después, mientras me mordisqueaba el glande, inició un masaje de los testículos que se deslizaban entre sus dedos gracias a la saliva que generosamente acababa de aplicarme. Sentí unas ganas inmensas de metérsela en la boca, pero me contuve.

Al poco, mi polla entraba lentamente entre los labios de Miriam, mientras Carlos sumergía ahora su lengua en las profundidades de su oscuro ano. Miriam aprisionó primero todo el entorno de mi glande y permaneció unos segundos así, sin moverse y haciéndome sentir el endemoniado roce de su lengua. Después, sin ceder en la presión, comenzó a tragarla, imitando perfectamente la suave y deliciosa resistencia de una vagina virgen al ser penetrada por primera vez. Mi pene siguió entrando, sorbido por una húmeda y caliente boca ansiosa de tragársela toda. El roce con el paladar suave y duro a la vez me proporcionaba sensaciones infinitas. Inició después un vaivén lento, preciso tan placentero, que tuve que sacarla unos instantes de tan acogedora morada para no correrme inmediatamente en su garganta profunda y deliciosa.

Carlos se puso derecho y se quitó también el slip. Sentí una mezcla de admiración y envidia, de aquella polla dura, magnífica, larga y gruesa, como Miriam me había anunciado cuando nos conocimos. Sin mediar palabra, levanto ligeramente las caderas de su pareja y comenzó a penetrarla analmente, milímetro a milímetro, lenta pero implacablemente.

Miriam detuvo por un instante su mamada y sentí que me clavaba sus uñas en mi sexo. ¿Placer o dolor?. Seguramente ambas cosas. Fueron sólo unos segundos, inmediatamente, y mientras Carlos iniciaba un casi imperceptible movimiento de pelvis, retornó a su tarea con renovado vigor y sabiduría. El ritmo de las caderas se hizo más intenso y la boca de Miriam acopló su vaivén sobre mi sexo a las emboladas que recibía de su marido.

A cada embestida, veía aquella masa de carne entrar y salir de aquel culo sonrosado y hermoso y sentía simultáneamente la boca de Miriam avanzando sobre mi verga, como una máquina cuyo movimiento comenzaba en las caderas de Carlos para acabar entre mis piernas. Nuestra imagen se multiplicaba en los espejos de las paredes de la sala creando una atmósfera auténticamente sensual y erótica.

Cogí entre mis manos las tetas de Miriam y empujé mi pelvis hacia su boca, justo en el momento en que Carlos abrazaba a su mujer desde atrás para hacer lo mismo. El rostro de Carlos quedó cerca del mío, miré sus labios enormes y carnosos y reprimí mi impulso de besarlos. Se acerco aún más y ahora no pude sustraerme al clima de sensualidad que emanaba y le besé. Él me agarró por el cuello y penetro mas profundamente a su mujer, que gimió entrecortadamente ante el nuevo envite, para poder enterrar su boca en la mía.

Yo sentí un peligroso espasmo en mi polla, pero ahora no podía retirarme, así que tuve que concentrarme para evitar correrme. Me liberó y saco su estaca de carne del interior de Miriam, que continuaba succionándome la mía como una ventosa.

Colocó dos cojines bajo las caderas de Miriam, mientras decía:

  • Ahora es el turno de los invitados.

Llevaba tanto tiempo deseando aquello que me encaramé rápidamente sobre ella. Se abrazó a mi espalda y levanto las piernas sobre mis caderas. Mi polla parecía saberse el camino, encontró los labios y penetró entre ellos suave y profundamente, hasta sentir el electrizante contacto de su pubis rasurado sobre el mío. Lamí sus orejas, mordí su cuello con tanta voracidad que olvide por unos segundos a Carlos. Pero él se hizo notar de inmediato.

Se había lubricado los dedos con crema y me los introdujo lentamente en el ano. Sentí sus dedos, fríos y húmedos por el gel, entrando en mi y dándome un placer extraordinario y adiviné de inmediato lo que me esperaba. Despacio, pero de forma irrevocable, la enorme su polla comenzó a penetrar en mis profundidades. Grite por el dolor al sentir aquel garrote que me estaba partiendo en dos. Me miré en los ojos de Miriam y la vi sonreír, mientras me decía:

  • Te lo advertí, Juan. ¿Recuerdas?. Fóllame y déjate llevar por el éxtasis.

Miriam apretaba su musculatura vaginal sobre mi polla y Carlos, definitiva y totalmente enterrado en mis entrañas, comenzó un inacabable vaivén. El dolor cedió al deseo y el este se transformo en placer. Poco a poco, iniciamos un vibrante bamboleo, una comunión orgiástica que nos hizo llegar al unísono al orgasmo y al éxtasis. En el momento de correrme, la imagen repetida en los espejos de tres cuerpos gozando la unísono, de dos miembros viriles entrando y saliendo sincrónicamente de sendos orificios y mi propia imagen emparedada entre un hombre y una mujer incremento mis sensaciones hasta límites jamás soñados por mi.

Detuvimos nuestros movimientos, pero ninguno de los dos retiramos nuestro miembro. La sensación placentera no acababa de desaparecer y nos resistíamos a abandonar. En eso Miriam gritó ahogadamente:

  • Levantaros de una vez. Me estáis aplastando -.

Obedecimos con desgana y nos estiramos en la cama. Después de unos minutos de descanso, Carlos sugirió un baño en la gran bañera redonda de la sala contigua, que acepte gustosamente. A continuación me obsequiaron con un a cena exquisita. Al fin y al cabo, la invitación era para cenar e insistieron en que me quedara a dormir. Rechacé su amable invitación, pues estaba seguro que de quedarme la noche habría sido larga y movida y yo a la mañana siguiente bien temprano debía volver a Barcelona a trabajar a mi despacho. Nos despedimos con la promesa de volvernos a encontrar, pues tenía que ver mi nueva actuación cinematográfica (habían vuelto a filmarlo todo). Yo realmente quedé con ganas de repetir experiencias como esa y sin duda volveré a llamar a Miriam y a Carlos para otra "cita de negocios".

FIN