Una cita
Primer encuentro carnal con Pequeña
Era el segundo día que nos veíamos. Me había levantado ilusionado, con una erección que sobrevivía a la resaca y un nerviosismo de niño que va al colegio por primera vez. El día, fue un largo trasiego, una tortura demasiado larga que sólo se soportaba por lo que la noche nos traería. Cuando llegó la hora bajé de mi casa y Pequeña no me hizo esperar. Estaba allí de pie, con un vestido de china ajustado que me llevo sólo dos segundos imaginar como se lo quitaría. Se acercó y me beso entre los labios y la cara, dejando sus ojos clavados en los míos al retirar la cara, con esa mirada que me pide que le muerda el cuello, pero todavía no. Nos fuimos a tomar una copa y antes del segundo trago me besó. Jugaba al enredos con su lengua dentro de mi boca, y casi como sin querer, pero con la intención de quien sabe que solo tiene que abrir la puerta, pasó sus dedos por mi pantalón y me sonrió mordiéndose el labio cuando se dio cuenta de que mi polla estaba dura. Seguimos la noche de bar en bar, de copa en copa, de beso en beso y de pararnos en las esquinas para tocarnos en meterle la mano debajo de las bragas para notar su humedad. Después de demasiadas copas perdimos la conciencia de la privacidad, nos olvidamos de que la ciudad estaba llena de espectadores deseosos de función, y nos perdimos en una marea de besos en los que las lenguas se confundían y las manos no daban a tocar todo lo que querían. Nos faltaban solo dos minutos para llegar a casa pero estabamos tan excitados que no buscabamos comodidad. Un portal que se ocultaba nada de la calle, nos parecío el lugar idoneo para iniciar lo que queríamos hacer. Pequeña se agachó, su vestido estaba por la cintura y su tanga hacía tiempo que descansaba en mi bolsillo. Agarró mi polla y se la metió en la boca de golpe, yo me estiré echando la cabeza hacia atrás y le agarre el pelo obligándole a comersela entera. Con una mano agarraba la base de mi polla y con la otra acariciaba su coño deseoso de placer. Antes de correrme le tiré del pelo para levantarla. No quería acabar ya. Mi mano susutituyó a la suya. La abracé por la espalda y le mordí el cuello casi haciéndole daño, ella me llevo las manos a donde necesitaba y gemía pidiendome que la follara, me decía que no aguantaba más, quería sentir mi polla dentro de ella. Ante las miradas de varios hijos de Onan, que hacía tiempo que nos animaban a seguir por la calidad del espectáculo la levanté, agarrando sus nalgas con fuerza y la penetré despacío mientras Pequeña ahogaba un grito de placer. En cada empujón, en cada caricia aumentaba el deseo y el placer, llegamos a gritar tan fuerte que la gente se asomaba a las ventanas, pero nosotros estabamos perdidos en ese mundo de dos habitantes en el que las reglas no existen. Me dijo al oído: "Mitxi, fóllame como a una puta"; yo le respondí:"eres mi puta, Pequeña"... y la coversación siguió a gritos entre gemidos de placer. El último grito fue un simultaneo "me corro" que se desvaneció en un abrazo para no escapar nunca más a esta dicha. Despacío y no antes de que nuestros seguidores se disipasen, nos revestimos sin parar de besarnos y nos dirijimos a casa. Pequeña me dijo que quería dormir y follar al día siguiente hasta caer muertos de cansancio. Yo le dije: "te quiero"...........