Una Chica Normal 9 - mi graduación de puta

Mi novio me da tremenda enculada en la ducha y termino con un baño dorado en lo que yo llamo mi graduación de puta. Mi relato mas morboso hasta la fecha. Esta es la edición final de mi relato anterior. Decidí subirlo completo como originalmente iba a hacerlo. Espero les guste esta nueva versión.

Abrí los ojos y lo primero que ví fué a mi novio Fer dormido a un lado mío. La noche anterior habíamos comprado pizza y nos quedamos hasta tarde viendo Netflix así que se quedó a dormir conmigo en mi depa. Me encanta despertar acompañada de él. Puse la mano en el pecho de mi novio para luego bajarla por todo su abdomen jugando con mis dedos con su vello que empezaba en el pecho y hacia caminito hasta su entrepierna. Mi mano se apoderó de su erecta verga. Ese regalo que los hombres nos dan siempre al despertar, la erección mañanera.

¿Porqué los hombres amanecen con la verga parada? No sé, pero me gustaba agarrarla cada vez que Fernando despertaba a mi lado.

Deseaba jugar un poco más con su rica verga pero había que levantarnos. Era día laboral y aunque Fernando era el dueño/jefe de mi lugar de trabajo y podía yo darme el lujo de “tomarme un día de descanso”, no me gustaba abusar de ese privilegio.

Soltando su erecta verga me levanté despacio de la cama para inmediatamente toparme con mi gato que, acostado encima de mi pequeño buró de mi ropa, me miraba fijamente. Por lo regular siempre dormía a mis pies en la cama, pero cuando Fer se quedaba a dormir conmigo entonces el gato prefería quedarse encima del buró.

Nos quedamos mirando fijamente a los ojos uno al otro, como en una guerra a ver quien aguantaba más sin parpadear. Me dieron ganas de bostezar y lo hice pero sin abrir la boca. Mis ojos empezaron a lagrimear pero aún así seguí aguantando las ganas de parpadear. Seguía con mi mirada fija en mi gato loco y él hacía lo mismo conmigo. Calculo que pasaron 2 minutos cuando me fué imposible mantener la mirada y tuve que parpadear, y ya entonces mi gato cerró sus ojos y volteó su cabeza hacia otro lado, como si supiera que me había ganado. Juro que me pareció verlo sonreír.

Me levanté de la cama y me encaminé hacia el buró para acariciar a mi gato, y este al verme acercarme a él hábilmente saltó del buró y huyó corriendo hacia la sala. Hacía algo de calor y por lo mismo había dormido con mis tetas al aire sin brassier, y con solo una pequeña pantie. Así, semidesnuda me encaminé hacía la sala tras de mi gato. Pasé mi mano hacia mi trasero y con un par de dedos tomé la tela de mi calzón y lo jalé hacia afuera pues sentía que lo traía metido en el culo.

Encontré a mi gato sentado en el sofá de la sala y de nuevo estiré mi mano para acariciarlo y de nuevo mi gato volvió a huir, esta vez hacia la cocina. ¿Que mierdas le pasaba? Hace unos días que le había dejado lamer mi culo mientras yo me masturbaba, y desde entonces el gato me evitaba y huía de mí cada vez que trataba de acariciarlo. Ya ni siquiera me hablaba el muy cabrón.

Lo único que me faltaba en mi vida, que un puto gato me friendzoneara, pensé para mí. Decidí ignorarlo también pues tenía que meterme a la ducha o se me haría tarde para el trabajo.

Regresé a la recamara y pasé de largo por la cama donde Fer todavía dormía para luego entrar al cuarto de baño. Prendí las llaves de la ducha y mientras esperaba que se templara el agua me quité mis calzones y me puse a examinarlos. Era un calzoncito “de niña”, de esos que me gusta usar, color blanco con dibujos de unicornios en color rosa. Y en el sitio donde iba situada mi puchita mostraba una especie de yogurt reseco con algunos pelitos pegados. Dicho flujo tenía cierto espesor y estaba cuarteado, como se cuartea la pintura en la tela. Y más atrás, en el culito, una manchita color marrón claro.

No se si por mi eterno estado de calentura o porqué, pero siempre dejaba mis pantaletas todas sucias de la parte de enmedio. Como ya les había comentado en mis relatos anteriores, cuando me excito demasiado mi panocha segrega un espeso líquido blanco al que yo llamo mi “cremita vaginal” lo cual hace que lubrique mucho y las penetraciones de verga me sean más fáciles y sin dolor. Pero al mismo tiempo esa cremita deja mi ropa interior toda batida.

Pero bueno, olí mi pantaleta como aún dudando si aguantaba otra puesta a pesar de lo sucio que estaba para luego lanzarla al cesto de ropa sucia y me introduje a la ducha sintiendo rápidamente como el agua resbalaba por mi cuerpo.

Tomé la botella de shampoo y derramé una gran cantidad en mis manos para luego frotarlas sobre mi rizada cabellera. Con los ojos cerrados y aún con mi cabello enjabonado procedí a enjabonar también mi panochita. Soy una chica muy velluda, de los brazos y obviamente de mi pucha, la cual siempre llevo con una gran mata de vellos púbicos que ya casi me llegan hasta el culo. A Fernando le gusta así, que lleve mi panochita muy peluda y yo feliz le doy gusto en todo a mi hombre.

Seguí enjabonando mi pucha y aproveché para meter 2 dedos en mi peluda cuevita. Sentí que dos dedos no eran suficientes y agregué uno más. Tres dedos dentro de mi se sentían apretados. No sé como Fer había logrado meterme toda la mano entera haciéndome fisting unas semanas atrás. ¿Quien estaba más loco de los dos? ¿El por meterme toda la mano o yo por dejar hacerlo? No lo sé pero a pesar del dolor me había fascinado. Lo mismo con el sexo anal. Mi experiencia con el juguete sexual (el conejito) había sido desastrosa pero igual me había dejado enviciada en sentir placer por mi culito. No terminaba de recordar mi juguetito sexual cuando ya estaba enjabonando otro de mis dedos para luego insertarlo en mi apretado ano. Ahí estaba yo, empezando mi día con tres dedos de mi mano derecha profanando mi panocha y uno de la izquierda bien metido en mi culo mientras el agua de la ducha caía por mi cuerpo. ¿Que pensaría Fernando si me viera así en la ducha?

Y hablando de mi hombre, aún con mis ojos cerrados escuché el ruido de la cortina del shower y siento su cuerpo posarse detrás de mí para compartir la ducha.

“¿Haciendo travesuras tan temprano?” escuché decir a mi novio al mismo tiempo que volteaba mi cabeza hacía atrás para darle un beso de piquito en los labios.

“Ya sabes que soy una putilla desagradable, papi” le respondí. Me encantaba decirle papi o papá y comportarme como si fuera yo una niña. Era mi forma de sacar provecho a nuestra gran diferencia de edades y mi aspecto juvenil para excitarlo aún más.

“Pues si, pero eres mi putita desgradable” me respondió.

Sentí como Fer empezó a frotar la barra de jabón sobre mi espalda dándome una sensación de placer muy agradable. Igualmente sentía como su verga semi erecta rozaba mis gordas nalgas cada vez que se acercaba a mi por detrás. Ese par de sensaciones hicieron a mi puchita humedecerse y empezar a soltar sus jugos. Puse mis manos en la pared de la ducha y me dejé consentir con un rico masaje. El solo contacto de sus manos sobre mi cuerpo hizo que mi panochita soltara más jugos de los que ya había soltado con mi masturbada. Volteé de nuevo mi cabeza hacía atrás pero esta vez para sacar mi lengua y mantenerla así de fuera mientras seguía recibiendo su rico masaje. Por alguna razón a Fer le excitaba verme con la lengua de fuera y yo lo hacía cada vez que tenía oportunidad. Cuando cogíamos, cuando me besaba, cuando íbamos en el auto e incluso a veces cuando estábamos en algún restaurante comiendo. Me gustaba provocarlo constantemente. Sentí como su duro garrote de carne golpeaba mis nalgas, señal de que mi jueguito con la lengua había causado el efecto deseado. Le encantaba ver mi cara de niña buena haciendo gestos obscenos.

“Metemela, papi. Por favor...meteme ya tu verga” le supliqué. Siempre me ha gustado rogarle a mis novios. Me fascina hacer pucheritos y poner cara de niña regañada mientras les ruego que me cojan.

Mi amor no me hizo esperar y no acababa de rogarle cuando sentí la dura cabeza de su tolete rozando la entrada de mi empapada panocha. Sin decir más, me la clavó de un golpe arrancándome un grito desgarrador. Era gordísima y larga, sentía como si me partiera a la mitad. Sentí como raspaba mis paredes internas hasta llegar a mi útero.

“Aghhhh, cabrón! Te metiste hasta el fondo, papi!” le dije en medio de un agónico gemido. Siempre me había cogido con cariño, como si fuera yo una muñequita y tuviera miedo de romperme. Pero esta vez me la había dejado ir sin piedad, algo raro en él.

Gracias a la lubricación su verga entró en mí pero no sin causar gran dolor. Se quedó quieto para dejarme acostumbrar y cuando vio que me empezaba a mover gimiendo empezó a bombear como un animal salvaje. La sacaba toda y la clavaba de golpe. Sus movimientos casi animales me hacían gritar sin pudor alguno, era una bestia, un semental. De repente aceleraba el ritmo haciéndome casi ahogarme de la excitación para luego disminuirlo, entonces volvía a sacármela toda para volver a clavármela de golpe y volvía a acelerar salvajemente arrancándome orgasmos infernales, orgasmos que casi me hacían perder el sentido mientras sujetaba mis manos contra la pared del shower para evitar golpearme de cara en ella. No pude resistir más y empecé a orinarme en medio de un nuevo orgasmo. Con mis ojos entrecerrados miré como un gran chorro de meados amarillos escapaba de mi panocha para luego fundirse con el agua de la regadera y perderse en el resumidero. Siempre que cogíamos terminaba orinando de placer, pero creo que nunca me había salido tanta cantidad de meados como hoy. Fue casi medio minuto el que duré orinándome en medio de un orgasmo y solo porque Fer me sostenía por la cintura que pude evitar caerme. Mis temblorosas piernas habían perdido todas sus fuerzas.

Cuando vio que le había empapado su pene con mis meados y mis jugos, lo sacó y lo dirigió a mi ano.

“¡Oye, nooo! ¿Que vas a hacer?” le grité asustada volteando a verlo. Su verga era demasiado grande para mi ano.

“Voy a entrar en este agujerito que tienes atrás, mi amor” me dijo con una sonrisa que me pareció diabólica.

“Papá, la traes bien grande hoy. Me vas a reventar toda si la metes por ahí” le dije de nuevo poniendo mi cara de putilla desagradable. Me daba miedo dejarlo entrar en mi culo, pero en el fondo también deseaba sentirlo por mi más secreto orificio.

“Por nada dejo pasar esta oportunidad, Meg. Tu culo es mío esta mañana” me dijo mientras pasaba su mano para ponerla en mi boca.

No necesitó decirme ni una palabra, entendí perfectamente que era lo que quería. Hice saliva con mi boca para luego escupirla en la palma de su mano. Retiró su mano de mi rostro para luego él también escupirla y después lo vi como embadurnaba su verga y mi culo con nuestras salivas. Recargué mi cara en la pared del shower y yo misma agarré mis gordas nalgas con cada una de mis manos para luego abrirlas lo más posible para ayudar a la penetración. La imagen que dábamos seguramente parecía sacada de una película porno barata. Una chica de apenas 25 años completamente desnuda y con agua escurriendo por su robusto cuerpo, empinada y con el rostro pegado a la pared y con sus propias manos abriéndose las nalgas para recibir una enculada de un hombre de 50 años. Dios, como desee que alguien nos estuviera grabando con su teléfono celular. Algo me decía que esta enculada debía quedarse grabada para la historia.

“Ok papito, si me vas a encular entonces enculame bien. Rompeme con tu verga sin piedad. Que las pinches viejas del trabajo sepan que traigo el culo roto, mi amor” le dije con mi boquita haciendo puchero y fingiendo voz de niña puta.

Fernando no esperó ningún otro aviso. Cerró las llaves del agua de la ducha, y tomando su verga con su mano y con la otra sosteniendo una de mis gordas nalgas, puso la punta de la cabeza en mi apretado agujerito trasero. No estaba en mis planes empezar el día recibiendo verga por el chiquito, pero no tuve opción. Sentí como lentamente empezó a hacer presión en mi ano con su verga y poco a poco la empezó a meter, pero solo lograba meter su glande. Yo daba pequeños quejidos de dolor, sollozaba por la presión que sentía en mi trasero y prácticamente clavaba mis uñas en la pared de la ducha pues sentía descomunal su grosor.

Su barra de carne poco a poco iba ganando terreno y lenta y dolorosamente iba penetrando mi apretado culo. Juro que sentía como mi intestino se iba amoldando a la forma de su verga con cada pulgada que entraba en mí. De repente mi esfínter cedió y toda la longitud de su reata fué a dar hasta el fondo de mi recto.

“¡Ahhhhhh! ¡Aaaayyy! ¡Noooo, me duele muchoooo! ¡Aaayyy!” grité desaforada al sentir como si un fierro ardiente hubiera penetrado mi cola.

“Tranquila mi amor, ahorita se te pasa el dolor” escuché decir a Fer tratando de calmarme.

“¡No, noo, agghhhh! ¡Me dueleee, sacala porfas papi...sacalaaa! ¡Aaaaghhhh!” mi grito se convirtió en llanto.

“¡Tranquila amor, ya verás que ahorita se te pasa el dolor!”

En cuanto pudo meterla me dejó descansar, pero yo sentía un dolor horrible. Mi ano palpitaba y me dolía como si me lo hubiera rasgado, como si me hubiera partido totalmente. Se quedó quieto, sintiendo como palpitaba mi ano en su verga. Sentí algo como húmedad en mi culo y pasé mi mano por detrás para ver si estaba sangrando o quizás me había cagado pero mi mano salió limpia. Supongo que nada más era la sensación o fue cosa de mis nervios.

Poco a poco el dolor se iba quitando, convirtiéndose en placer mezclado con dolor, cuando Fernando vio que empezaba a gemir otra vez, volvió a empujar lo que volvió a llenarme de dolor, sentía que me partía por la mitad, empujó de nuevo y sentí como si su verga topara con algo dentro de mi. La sentia hasta el fondo de mi cavidad anal.

Mi ano me ardía de manera horrible, me dolía. Lloraba del dolor, sentía como me ardía y palpitaba, volvió a detenerse y mientras Fer me acariciaba los pechos y metía sus dedos en mi vagina para que se me pasara el dolor con la excitación. Cuando volvió a notar que gemía volvió a empujar y ahora entró aún más si acaso eso era posible.

“¡Aaaahhhh! ¡Aaaaghhhh!” grité de nuevo. Una cosa era introducirme yo misma un juguete sexual en mi culo y otra muy diferente que alguien me penetrara empujando con todas sus fuerzas.

Una vez pasado el dolor inicial, se transformó en un placer que nunca había experimentado en mi anterior culeada con el sex toy de Conejito. Esa extraña sensación como de estar cagando pero para adentro me tenía al borde del dolor y del placer. Me dolía horrores tener su miembro clavado en mi recto pero por nada del mundo quería que me la sacara.

Empecé a gemir y moverme y entonces teniéndome totalmente empalada volvió a arremeter contra mi culito. Ahora me embestía como un loco, bombeaba igual o más salvajemente que antes. Tomar posesión de mi culo lo había vuelto un animal, el bombeaba sacándola casi toda para clavarla de golpe violentamente y de nuevo bombeaba salvajemente mientras yo gritaba.

Las lágrimas escurrían de mis mejillas y él se inclinaba para lamerlas a la vez que introducía su mano en mi boca abierta totalmente para luego con sus dedos estirar la comisura de mi labios y toda mi boca completa hacia atrás, como si con eso le ayudará a tener mas empuje de su cuerpo contra el mío.

Luego con sus dedos en mi panochita llegó a mi punto G. Ya no podía más, estaba completamente empalada, en cuerpo y alma. Su enculada me estaba haciéndome su esclava, las lágrimas eran de dolor, de placer, mientras mi macho continuaba lamiéndolas.

“¡Aaaaghhhh! ¡Aaaaahhhhh! ¡Aaaaaahhhhhhg!” era el único sonido que podía hacer en ese momento. Regularmente a la hora de coger digo un sinfín de leperadas para excitar a mi novio, pero esta vez lo único que salía de mi boca eran gritos de dolor y placer.

“¡Eres mía, Meg, ahora eres mía completamente! ¡Siempre desee darte por tu culo, chaparrita. Y ahora es mio, solo mio!” escuchaba decir a mi hombre mientras seguia arremetiendo contra mi maltrecho orificio anal.

Lo repetía mientras lamía mis lágrimas, lágrimas de placer, de sumisión, de entrega. Me estaba cogiendo como nadie y me estaba convirtiendo en su esclava, en su puta. Aceleró el ritmo frenéticamente al grado de que me sentía ahogar. Era tanto el aire que me metía en cada embestida que mi culo empezó a hacer sonidos como de pedos pero no me importó.

La degradación de esta cogida anal abria un nuevo capitulo en mi vida de putilla. Atrás quedaba la chiquilla cogelona y traviesa para dar paso a una nueva yo, una Megan sucia, puta y hambrienta de verga.

“Ya papi, ya para...por favor. Ya me arde mi colita” le dije entre pequeños gemidos.

“Dijiste que querías terminar destrozada para que las viejas del trabajo supieran que traes el culo roto ¿No? Bueno, eso es lo que hago” me respondió mi novio al mismo tiempo que daba otro arrempujón a mi reventado culo.

“Mhhjmmm! Ay papi, si. Pero con tantas metidas de verga ya me revolviste las tripas y siento que ahora si me voy hacer caca” dije entre gemidos mientras Fer seguía dándome sin piedad.

“No importa, aquí te lavo con el agua” le oí decir al mismo tiempo que su verga seguía perforando mis intestinos.

“Auuhhhh...papi! No papito, me da vergüenza. Mejor deja te la chupo para que me des tu lechita, amor” le rogué mirándolo con mi carita llorosa lo cual parece que surtió efecto pues sentí como detenía sus embates para despues empezar a sacar su reata de mi culo de forma lenta.

Sentí un gran vacío en mi culo cuando sacó su verga. No podía ver mi trasero pero sentía el ojete completamente abierto. De nuevo quise que estuviera alguien grabandonos para poder ver con mis propios ojos la condición en que había quedado mi ano.

Me arrodillé para ponerme frente a Fer y poder mamarle la verga. Pensé que mi culo me dolería al agacharme pero no fue así. Como si mi trasero hubiera quedado anestesiado despues de tan tremenda cogida. Seguramente más tarde o durante el día el dolor iba a ser insoportable, pero en ese momento no sentí dolor y eso era bueno.

Acaricié su verga con ambas manos, es de lejos la más grande que he tenido en mi poder. ¿Como era posible que todo eso estuviera alojado dentro de mi recto? Lo miro y lo veo mirándome con ojos grandes. Sus cejas pobladas, su barba de candado semi blanca por sus canas de hombre maduro. Es hermoso, es mi dueño, lo amo. Sigo mirándolo mientras me inclino y tomo su verga en mi boca, mi lengua lamiendo alrededor de la cabeza y sobre la punta, lamiendo las gotas de líquido preseminal a medida que salen. Está un poco sucia pero no me importó. Empiezo a meterla más profundo hasta que comienza a bajar por mi garganta. La combinación de mis flujos vaginales con el sabor de mi culo le dan a su verga un gusto muy especial que saboreo en mi boca con gula. Me atraganto suavemente mientras él gime. No tardó mucho cuando me llegó mi primera arcada. Me aparto, hilos de saliva entre mi boca y su dura verga antes de volver a bajar hasta que golpea la parte posterior de mi garganta de nuevo, emitiendo otro gemido de él y yo de nuevo otra arcada pero esta vez más ruidosa.

Siento como posiciona ambas manos a cada lado de mi cara mientras lo chupo lo más profundo y firmemente posible, mi lengua lamiendo cada centímetro de su reata y mi mano acariciando sus huevos.

No puedo creer que me la pueda tragar toda completa, pienso mientras continúo chupándolo, amando su sabor y el sonido de sus gemidos. La punta de su verga roza con mi campanilla provocándome otra arcada, para luego continuar su camino como tratando de ingresar por mi tráquea. Mis ojos empiezan a lagrimear pero esta vez por la sensación de su verga en mi garganta. También mi nariz comienza a generar mocos y hacer sonidos como si estuviera acatarrada.

Coloca sus manos a ambos lados de mi cabeza y comienza a empujarme dentro y fuera de mí, golpeándome y llenándome con cada centímetro de su gran verga. Gimo una y otra vez, haciendo sonidos guturales y de arcadas constantemente mientras su pubis golpea mi nariz y mi rostro. El sentimiento es increíble y ni siquiera creo que podría expresarlo con palabras.

Me coge por la boca de manera experta, de lo mucho que supongo ha aprendido con los años. Lo escucho gemir, quejarse, y se que está por terminar. Yo misma me arremetí contra su verga, chocando mi rostro contra su abdomen y dejando su vello pubico batido con una mezcla de mis mocos y babas.

De repente penetra su verga completamente hasta el fondo de mi boca y la mantiene ahí, mientras siento cómo su cuerpo tiembla y lo escucho gritar más fuerte que nunca. Mis ojos prácticamente se mueven hacia la parte posterior de mi cabeza y de nuevo me orino de placer con cada movimiento de sus caderas y el rebote sobre mi rostro. Comienza a empujar hacia mí con lo que parece ser toda su fuerza y ​​energía y yo comienzo a tener un orgasmo.

Mi boca se aprieta aún más alrededor de su verga mientras comienzo a empastar de babas, mocos y vómito todo alrededor de su área púbica. Mi orgasmo es más fuerte que cualquier otro que haya tenido antes pero su verga y mis desechos bucales me impiden gritar, y solo atino a emitir sonidos guturales como si fuera un animal herido. Mi boca apretada sobre su rica verga debió llevarlo al límite, porque 5 segundos después se une a mí en un orgasmo y siento su semen caliente saliendo a chorros en mi boca, llenándome. Mentiría si dijera cuantos disparos de mecos lanzó, pero me veo imposibilitada de contener tanta cantidad de leche y termina escapando a través de mi nariz y con una gran explosion de vomito por mi boca.

Nos quedamos en silencio por unos instantes. El único sonido es su agitada respiración. Pareciera como si fuera a darle un ataque al corazón. Después de todo sus 50 años de edad ya le pesan. Yo misma siento mi pecho subir y bajar como si acabara de correr un maratón. Levanto la vista y nuestras miradas se cruzaron. No decimos palabras pero nuestras miradas lo dicen todo.

Ahí estoy, de rodillas en el piso de la ducha frente a mi pareja, un hombre de 50 años y yo una chica de apenas 25. Mis pies plantados en un pequeño charco de mis meados y con una de mis manos sosteniendo su verga llena de mis mocos y babas. De mi pecho escurre un asqueroso hilo de vómito que baja hasta entremezclar con mi abundante vello pubico. No hay pena, no hay vergüenza. Todo lo contrario, me siento plena, realizada, amada. La pequeña putilla Megan ha quedado atrás. Hoy es mi graduación como puta de verdad. Seguimos mirándonos fijamente.

“Necesito orinar” dice Fernando rompiendo el silencio y haciendo el intento de alejarse.

“Y yo necesito lavar mi boca” le contesto al mismo tiempo que le detengo con mi mano en su verga impidiendo separarse de mi.

“¿Estás segura?” me pregunta, dudoso.

No respondo, solo abro mi boca y pongo mi lengua de fuera en señal de afirmación y mi hombre lo entiende. Pone su mano sobre la mía, la misma mano que sostiene su ahora semi erecta verga y apunta sobre mi rostro. Pasan un par de segundos de espera cuando su verga empieza a soltar un largo y grueso chorro de meados amarillos, al mismo tiempo que me acerco a su miembro y con mi boca hambrienta atrapo su liquido. Mi boca empieza a llenarse de sus orines, haciendo ese singular sonido de chapoteo que hace el agua al juntarse. No hacen falta las palabras, nuestras miradas hablan por nosotros. Mi hombre detiene su chorro de orines un instante, que aprovecho para tragarlos. Me saben calientes y salados. Amargos. Pero me gustan. Lo había leído tantas veces en los relatos que moría por probar esta experiencia. Fernando de nuevo reanuda su meada y de nuevo abro mi boca para atraparla. Veo que el chorro empieza a perder un poco de grosor y presión y rápido apunto hacia mi rostro. Siento como sus meados bañan mi rostro y muevo su verga con mi mano hacia arriba y abajo para sentir sus orines por toda mi cara. Antes de que se acabe su meada la direcciono hacia mis tetas y con mi mano libre lavo mis erectos pezones y enjuago el río de vómito que bajaba por enmedio de mi pecho.

Después de recibir mi primer baño dorado me levanto lentamente y quedamos frente al otro, para luego besarnos pero esta vez sin violencia. Es un beso suave, tierno. De amor.

“Te amo, chaparrita” me dice mi hombre mientras quita de mi rostro un mechón de mi cabello mojado.

“Y yo a ti, papi” le respondo dándole un beso de piquito.

“Creo que tendremos que bañarnos de nuevo” dice con una sonrisa.

“Jajaja Ya se. No puedo ir a trabajar así oliendo a meados y cochinada” le digo poniendo mi carita de niña con puchero.

Abrimos las llaves del agua y de nuevo nos dimos un rápido baño para alistarnos para ir a trabajar. Llegaríamos tarde, pero no importa. Fernando es el jefe y puede darse esa libertad de entrar a la hora que sea.

Y yo también podía llegar a la hora que yo quisiera. Después de todo, hoy fue mi graduación de puta.

Epílogo:

Mis chismosas compañeras de trabajo se dieron cuenta que traía el culo roto y se burlaron de mí todo el día.