Una chica normal

Me considero una chica normal ¿O no?

Me considero una chica normal, dentro de una familia casi normal. Mis padres se divorciaron hace mucho tiempo; vivimos mi hermano y yo con mi madre, una abogada de prestigio que trabaja en un buen bufete. Es guapa, acaba de cumplir 44 años y se conserva muy, muy bien. Su educación no ha sido excesivamente estricta, tampoco muy laxa y siempre ha tratado de ser comprensiva con nosotros, sin pasarse.

A nivel personal, sólo había tenido un novio serio hasta ahora en que acababa de cumplir veintidós años. Estuvimos un par de años saliendo juntos, el tiempo en que tardé en darme cuenta de que aquel chico no era el que me convenía. Tenía dos fallos fundamentales. El primero era que, cuando hacíamos el amor, no era nada del otro mundo y a mí cada vez me apetecía menos.

Yo no conocía otra cosa, él fue el primero y, como siempre, creí que el definitivo, además, tampoco lo comentaba con ninguna amiga del colegio para comparar con ellas, me daba mucho corte. Emilio casi siempre se corría muy rápido y ahí se acababa todo, nunca había una segunda vez o algún tipo de caricias o mimos…. Siempre me preguntaba si “había llegado” y siempre le contestaba que sí, quedándome más fría que un témpano y con un dolor de ovarios…

El segundo, el realmente importante, fueron los celos. Era un celoso patológico, me tenía controlada todo el día, a qué hora iba al colegio y a la que volvía, con quién iba, nada de amigos, control sobre mis amigas… Al principio me pareció normal, luego un poco pesado para acabar siendo un agobio continuo ¡No me dejaba ni respirar!

Terminé dejándole cuando no pude soportarlo más. Fue entonces cuando su madre llamó a la mía para decirle que yo estaba embarazada y así forzarme a volver con él. ¡Qué zorra! ¡Y yo que pensaba que iba a ser la suegra perfecta! Si estaba decidida a dejarle definitivamente, me afianzó más en mi decisión.

Mamá me montó una bronca de las que hacen época por el tema del embarazo, no escuchaba nada de lo que le decía ni atendía a razones. Soporté como pude el chaparrón: que cómo había pasado, que si era una irresponsable, que si era demasiado joven, que si tenía que hacerme respetar, que si era tan fácil llevarme a la cama me iban a considerar una golfa…

Hasta que, finalmente, harta de gritar, acabó por escucharme cuando la convencí de que tenía la regla (la tuve que enseñar una compresa) ¿Cómo iba a estar embarazada si estaba mala? Entonces sí, escuchó mi versión y, conforme le iba relatando todo lo sucedido, mi madre se iba encendiendo más y más.

Acabó dándome la razón, acabó llamando al chico para ponerle de vuelta y media, amenazándole con todos los fuegos del infierno y los gritos que le metió a la zorra de mi “ex suegra” se oyeron al otro lado del charco.

Cómo consejo y para próximas citas, sólo me dijo que las “pruebas de amor” las hicieran los chicos, que no cayera otra vez en una trampa tan burda.

-Mira Lidia, si te presionan para que te acuestes con ellos, si te dicen que si no lo haces es porque no les quieres, tú les contestas que, si no te respetan, los que no están realmente enamorados son ellos. El hombre que te quiera de verdad sabrá esperar a que tú estés lista.

Apliqué esa premisa al seguir con mi vida y, curiosamente, mi madre tenía razón; en el momento en que me presionaban y les contestaba lo que ella me dijo, tardaban uno o dos días en dejarme tirada. Conclusión, cada vez fui afianzándome más en la idea de que la mayoría de los tíos van a lo que van, cosa que tampoco me quitaba el sueño, ya encontraría al indicado.

Mientras tanto, viendo como se portaban los chicos con los que me enrollaba,  empecé a explorar el mundo de la satisfacción solitaria, algo que no había hecho nunca. Al principio yo solita para seguir con algunos juguetitos que me compré. Con ellos conseguía satisfacerme si tenía necesidad, disfrutaba un montón y no tenía más problemas.

No quiere decir que no me acostara nunca con nadie, sólo que era algo muy esporádico. Ahora vivía un momento plácido, sin novio ni ganas de tenerlo. Pero los tiempos de bonanza no suelen alargarse en el tiempo; se me presentó un problemilla que dio origen a algunos agobios, a raíz de un descubrimiento que hice hace no demasiado tiempo.

No recuerdo si era viernes o sábado por la noche, había quedado con mis amigas para salir como todos los fines de semana. Anduvimos por varios pubs a los que solíamos ir, bebiendo, bailando… Hasta que, por haber tomado demasiados cubatas sin haber cenado, empecé a encontrarme fatal, con unas ganas de vomitar tremendas. Todavía era temprano para la hora en que solíamos volver a casa, pero no quería seguir por ahí, estaba cada vez peor y, a pesar de haberle dicho a mi madre que no iría a dormir, preferí volverme.

Entré bastante mareada, intenté ser lo más sigilosa posible para que mi madre no se despertara y me montara un escándalo por llegar en ese estado. Pasé por delante del cuarto de mi hermano, tenía la puerta abierta y estaba vacío, al ir a entrar en el mío, oí unos gemidos y luego gritos ahogados que provenían de la habitación de mamá.

Me extrañó mucho, ella nunca traía hombres a casa, gracias a Dios siempre había sido muy discreta. Fue un acuerdo tácito con nosotros; a mí, particularmente, no me hubiera hecho ninguna gracia encontrarme a alguno de sus amigos en el desayuno. Siempre pensé que mamá no tenía aventuras de ningún tipo, no tenía tiempo.

Acercándome con cuidado oí crujidos de la cama, gritos y gemidos sincopados… No había lugar a dudas. ¡Qué polvo se estaba echando! La puerta estaba cerrada, no podía ver nada…

¡La terraza! Todas las habitaciones daban a la terraza corrida que abarcaba todo el exterior del piso. Como hacía calor, a lo mejor tenía abierta la ventana. No sé por qué quise ver qué pasaba ¿Qué me importaban a mí los ligues de mi madre? ¿Por qué tenía que espiar si estaba follando y con quién? Fue más fuerte que yo, no me podía creer que mamá estuviera haciendo eso ¡Puta curiosidad! Quizás el alcohol…

Salí sin hacer ruido por la puerta del salón acercándome a su habitación, era la última… Todavía estaba muy mareada y la cabeza me daba vueltas. Al llegar, la persiana estaba bajada excepto un resquicio en la parte inferior, la ventana abierta para hacer correr el aire, los visillos abiertos…

¡Dios mío! Asomándome vi, en la penumbra de su cuarto, a una pareja que se lo estaba montando de miedo. Veía el brillo de su sudor, cómo mi madre (suponía) arqueaba la espalda al recibir las acometidas de un fulano que, metida la cabeza entre sus piernas, le comía toda su intimidad ¡Jesús, María y José!

El tío no paraba, mamá gemía, gritaba y se arqueaba como una loca… Nunca había visto a nadie disfrutar así. ¿Sería un gigoló? ¿Un tío de compañía? ¡Joder qué pasada! ¡Cómo se lo hacía! Me produjo una excitación tremenda, con la cabeza aún embotada una de mis manos bajó (sin querer, que conste) a mi entrepierna, perdiéndose en mi interior por debajo de la minifalda.

¡Qué bestia! ¡Qué orgasmos! Creo que mamá estaba al borde del desmayo ¡Qué tío! Mi mano frotaba con más fuerza mi botoncito, dos dedos desaparecían en mi interior, tenía que morderme los labios para no gritar.

Después de un alarido alucinante (mamá debía de haber tenido el orgasmo de su vida), el fulano se subió encima de ella con la evidente intención de follársela. ¡Dios mío, qué cosa! No distinguía apenas las caras, pero el tamaño de aquella barra no me pasó inadvertido, era impresionante.

Yo, que sólo había conocido la de mi ex y pocas más, me quedé estupefacta. Tenía que ser un puto, eso no era normal…

El siguiente grito de mi madre al sentir cómo aquella  herramienta la taladraba, casi hizo que se me salieran los ojos de las órbitas. El tío empezó a bombear a lo bestia, no se cortaba un pelo. Mi madre debía de alucinar, gritaba, gemía… Hasta que.

  • NOOOOO, SIIIII, NO, NO, NO PUEDO MAAAÁSSSS… ¡CORRETE MI AMOOOOORR!

-Ya, mamá, ya llego… - Dijo el tío con voz jadeante.

¿Mama? Ay, ay, ay.

El fulano dio unos golpes secos de cadera en los que parecía hundir a mi madre en el colchón, muy fuertes, uno, dos, tres, cuatro…

Acabó derrengado encima de ella mientras mamá le acariciaba el pelo medio ida… Se incorporó, no le distinguía las facciones pero…

-¡Joder, mamá! ¡Qué manera de correrte! ¡Me has dejado hecho polvo…!

¿Luis? ¡Coño, mi hermano! ¡NO ME LO PUEDO CREER!

¡Dios mío, mi hermano se había tirado a mamá! ¡JODER! ¡DIOS! ¡ME MUERO!

Se me revolvieron las tripas, estaba más allá del espanto… Sin poderlo evitar eché todo el estómago, hasta la primera papilla.

No sabía si me habían oído, sigilosamente salí disparada de allí. Sin hacer ruido, me metí en el baño, todo me daba vueltas ¡Iba a volver a vomitar! ¡Mi madre y mi hermano! ¡Qué asco! ¿Se habrían vuelto locos? Tras varias arcadas en la taza del wáter, me fui corriendo a mi habitación, cerrando la puerta justo cuando oí a alguien salir al pasillo. Tenía que ser él que volvía a su cuarto.

Me quería morir. Mi hermano. Mi madre, esa señora de los consejos sobre el respeto, esa señora que se había dejado seducir por su propio hijo… ¡Qué zorra! ¡Qué hijo de puta! ¡Follarse a su madre! No pude dormir en toda la noche pensando en el cuerpo sudoroso de mi madre, en las veces que parecía haberse corrido, en la cosa de mi hermano, en la aberración que suponía… ¡Qué pesadillas!

Me levanté temprano hecha unos zorros, no había pegado ojo. Al acercarme a desayunar, oí una conversación en la cocina, muerta de curiosidad me quedé tras la puerta.

-Mamá – Decía Luis –No puedo seguir haciendo esto. ¡Eres mi madre! No me puedes pedir que me acueste contigo…

-Mira hijo, haberlo pensado antes follarte a mi mejor amiga. Fue ella la que me lo tuvo que contar cuando lo descubrí, la que me dijo cómo eras, lo que guardas en tus pantalones…

-Pero soy mayor de edad, no he hecho nada malo ¡Eres mi madre! No me lo puedes volver a pedir, no puedo... – Contestó Luis gimoteando.

-Anoche no parecía que te lo pasaras tan mal… – Siguió mamá –y tampoco he sido muy exigente ¿No? – Dijo tajante.

-Vale, vale. ¡Ya lo pillo! Pero no me parece normal, ni siquiera un poquito bien ¡Sigues siendo mi madre!

Mamá soltó una carcajada de triunfo.

O sea ¿Era mamá la que obligaba a mi hermano? ¡Qué zorra! ¿Y todo por una buena polla? ¡Qué puta degenerada! Había que reconocer que Luis estaba de impresión, con unos atributos que me habían dejado de piedra, pero… ¡Acostarte con tu propio hijo! ¡Era lo peor que había visto en mi vida!

Estuve mucho tiempo comiéndome la cabeza, incapaz de mirar a ninguno a la cara, decidiendo si enfrentarme a ellos o no, o solo a mi madre, o hablarlo con mi hermano… Ninguna me hacía ninguna gracia ¿Por qué tenía yo que enfrentarme a nadie? ¿Y Luis? A fin de cuentas, él era una víctima (o no). Aunque ya le valía, acostarse con una de las amigas de mamá. ¿Quién sería esa señora que tenía tanto que perder?

Poco a poco, otra idea fue madurando en mi cabeza. No fue de la noche a la mañana pero, tras descubrirles otro día haciendo lo mismo, pensé que la mejor manera de joder a mi madre era quitarle al semental.

Bueno… ¿Y cómo le quitaba yo esa obsesión por su hijo? A lo mejor no lo conseguía, se lo seguiría pidiendo y él era tan salido que seguro que volvería a su cama… ¿Y si lo contaba? Al ser mayores de edad no era ningún delito, claro que si se enteraban en su bufete  lo más probable es que la echaran, pero… ¿de qué íbamos a vivir? ¡Mierda, mierda y mierda! Esto era súper complicado.

¡Ya está! ¿Y si se enteraba de que estaba con otra…? ¡Qué mierda, la daría igual! Me iba a salir humo de la cabeza, era incapaz de imaginar nada…

¡Ya! ¿Y si la otra era yo? Eso la tendría que doler de verdad, sus dos retoños enrollados… ¡Qué bueno!

Ni de coña, eso suponía acostarme con Luis o dar esa imagen, no se me pasaba por la cabeza, era mi hermano pequeño y se me revolvía el estómago sólo de pensarlo.

Estuve dándole vueltas, mentalizándome durante semanas, me costó lo suyo decidirme pero no se me ocurría otra cosa. Apenas hablaba con ellos, prefería mantenerme a distancia de la degenerada de mi madre y el imbécil de Luis, sólo me desahogaba en la facultad aunque no le había contado a nadie lo que había descubierto. Me estaba carcomiendo por dentro; o hacía algo o me volvía loca.

Acabé decidiéndome, la siguiente cuestión era conseguir lo que me había propuesto. Aunque estoy muy bien (creo yo) con buen tipo, tetas en su justa medida, culito respingón y una cara agradable (dicen), no iba a ser nada fácil ¿Cómo le dices a tu hermano que se pase por tu cama? Y más después de lo que le estaba haciendo mamá, iba a pensar que las mujeres de esta casa éramos unas zorras de cuidado.

Dando muchas vueltas al asunto, ideé un plan, bastante malo por cierto, pero seguía sin ocurrírseme nada mejor, nunca he destacado por mi imaginación...

Unos días después, al volver de la facultad, Luis no había llegado todavía. Era perfecto, tenía toda la tarde para empezar a desarrollar mi idea. Mamá iba a los juzgados por la mañana, por la tarde preparaba escritos, recibía clientes y  cosas así. Hasta las nueve o diez de la noche no solía volver a casa.

Me eché zumo de limón en los ojos para enrojecerlos y poder llorar (hay que ser bestia) y me senté en el cuarto de estar disponiéndome a esperar, flipando por el escozor que me produjo el puto zumito, Luis no debería tardar. Unos minutos después llegó a casa y yo empecé mi escenificación.

Me tumbé en el sofá, boca abajo y llorando, me tenía que encontrar hecha polvo.

Al entrar en el salón y verme, se acercó enseguida preguntándome qué me pasaba.

-Nada, nada – Le contesté llorosa, incorporándome e intentando recomponer la postura.

-¡Joder, qué careto! Venga Lidia, tía, dime por qué estabas llorando – Insistió

-Ya te he dicho que nada. Es una tontería. – Dije entre hipos secándome los ojos.

Luis siguió insistiendo, aunque era menor que yo siempre adoptaba un aire protector conmigo cuando estaba mal. Haciéndome rogar durante un rato, acabé soltándole la bola que tenía preparada.

-Es una estupidez, prométeme que no se lo dirás a nadie… – Le dije con cautela -No suelo ir con muchos chicos, no tengo demasiadas relaciones pero… Nunca llego con ninguno.

-¿No llegas a donde? – Me preguntó asombrado.

-¿A dónde va a ser? – Respondí como si fuera evidente

-No sé, tronca…

-¡Pues al orgasmo, idiota! Que no me corro nunca… – Dije poniéndome muy colorada.

-Ah ¡Hostias! ¿Y eso? ¿Tienes algún problema?

-Pues creía que sí, que era frígida o algo así – Seguí hablando como si estuviera muerta de vergüenza –Pero he ido al ginecólogo y me ha dicho que está todo bien, que tiene que ser un desorden psicológico o algo parecido. Ya te he dicho que es una tontería, estoy un poco sensiblona…

-No sé, tía – Le veía totalmente perdido –Deberías hablarlo con mamá, a lo mejor ella te puede ayudar. Yo no tengo ni puta idea de nada de eso…

Me tenía que tirar a la piscina de golpe, era el momento.

-Ya, si no te estaba diciendo que me ayudaras… - Seguí sorbiéndome las lágrimas –El médico dice que para solucionarlo, lo mejor es empezar con un consolador o un vibrador y usarlo yo sola hasta que consiga un orgasmo, tarde lo que tarde, que suele funcionar casi siempre. Después, cuando vea que llego normalmente, ir con algún chico a ver qué tal. ¡Pero no sé por qué te cuento esto! – Contesté haciéndome la estrecha, más colorada todavía.

-No te rayes, tía, no pasa nada porque me lo digas. Haz lo que te ha mandado el médico y pruebas. ¿Qué funciona? Cojonudo ¿Qué no? Pues hablas con el él o con mamá, no sé, lo que prefieras. – Dijo haciéndome una caricia en el pelo –Pero lo que no tienes que hacer es llorar, ya verás cómo todo se arregla, tía.

Aunque me jodía un poco que tuviera esa condescendencia conmigo, noté su cariño. En ese momento pensé que, a lo mejor, sería capaz de llegar hasta el final. Todavía no tenía nada claro qué iba a pasar y, a pesar de querer auto convencerme, seguía teniendo todas las dudas del mundo de poder seguir con esto.

Dándole las gracias por haberme escuchado, con la cara muy colorada y los ojos rojísimos (caray con el limón), me fui a mi habitación de la que no salí hasta la hora de cenar, tenía que dejar madurar la chorrada que le había soltado a Luis y lo que me proponía hacer.

Todas las noches me costaba muchísimo sentarme a cenar con mi madre, había resultado una zorra de cuidado, jamás pude sospechar que pudiera tener una actitud semejante. ¿Qué le habría llevado a seducir a su propio hijo? Era algo que se me seguía escapando y me hacía confirmarme más en mi decisión de “liberar” a mi hermano de las garras de esta arpía.

Los días siguientes me dediqué a poner en práctica el plan trazado. Procuraba llegar a casa antes que Luis, encerrarme en mi habitación y masturbarme con el vibrador. Esperaba hasta que estuviera a punto de entrar o hubiera llegado ya.

Naturalmente, dejaba la puerta bien cerrada y, aunque a veces no estuviera todavía a punto, daba unos gritos y gemidos tremendos cuando sentía que él estaba en casa. Casi siempre era verdad, me corría como una burra con el cacharrito que tenía.

Después, salía de la habitación con la cara roja como una amapola y sonrisa tonta haciendo como si no hubiera hecho nada. Luis no se atrevía a hacer ningún comentario pero me fui dando cuenta de cómo me miraba en esos momentos, como si evaluara mi físico o me imaginara con mi juguetito. También fui consciente de que cada día que pasaba yo me excitaba más imaginando que me estaría escuchando detrás de la puerta.

Pasada una semana o así, di el siguiente paso. La cuestión era que no sólo pudiera oírme sino que me viera directamente. Tenía que dejar la puerta de mi habitación abierta sin que pareciera hecho a propósito, que pensara que había sido un descuido.

Cuando oí que entraba en casa ya llevaba un rato jugando con el vibrador y, sólo imaginando que me vería, estaba muy excitada. Dejé una pequeña rendija  de la puerta abierta, me había desnudado entera y tenía mi aparato metido hasta el fondo, me excité yo misma los pezones… Empecé a gemir y gritar desaforada cuando, de una forma alucinante, me corría patas abajo. Seguí con el cacharro metido, todo era en su honor…

Empecé a encadenar orgasmos seguidos sabiendo que él me miraba, con el consolador vibrando a tope y mis dedos frotando frenéticamente mi nódulo de placer. ¡Dios mío! ¡Virgen Santa! ¡Qué pedazo de orgasmo!

Al relajarme un poco después de este clímax bestial, me fijé en la puerta con los ojos casi cerrados. Estaba más abierta, se notaba que había alguien detrás y que, disimuladamente, intentaba dejarla en la situación original.

Agotada, me vestí, salí de mi habitación y fui a la cocina como si nada, súper satisfecha de mi actuación y de lo que había disfrutado. Me hice la sorprendida al verle.

-Hola Luis ¿Cuándo has llegado? No te había oído. – Le dije como si fuera extraño verle en casa.

-Ah. Hola tía. Tampoco sabía que tú estuvieras aquí. Me estaba preparando un bocata ¿Quieres que te haga algo? – Me dijo apartando la mirada. También tenía la cara colorada y me fijé disimuladamente  en el bultazo de sus pantalones. Iba por buen camino, por lo menos había logrado que se excitara, me produjo una extraña sensación de triunfo.

A partir de entonces, seguí con la rutina del vibrador y la puerta abierta sólo una rendija. Cada día estaba más cachonda, disfrutaba como nunca al darme cuenta de cómo mi hermano la abría más e intentaba luego dejarla como estaba. No sé muy bien el panorama que llegaba a abarcar, cuánto se atrevía a mirar… había que ir un paso más allá, dejar la puerta un poco más abierta, lo suficiente como para que pudiera disfrutar sin necesidad de tocarla.

Dicho y hecho. La vez siguiente dejé la puerta todo lo abierta que pude sin que pareciera hecho ex profeso para su deleite.

Llevaba un buen rato disfrutando con mi vibrador, también me había excitado bien los pechos consiguiendo que mis areolas aparecieran muy inflamadas y los pezones tiesos del todo. Estaba más cachonda que nunca, cada vez me ponía más imaginar que Luis estaría al otro lado. Algo estaba cambiando dentro de mí.

Tuve un orgasmo impresionante, con mucho grito y gemido dedicado a la audiencia, notando perfectamente que mi hermano estaba escondido viéndolo todo. Cada vez que me corría era mejor que la anterior y todo por Luis.

Ya llevaba un par de semanas de tratamiento; mi hermano, o era eunuco o tenía que estar subiéndose por las paredes viendo cómo me metía aquel consolador, viéndome desnuda, oyendo mis gemidos… Y yo ya ni lo cuento, empecé a necesitar algo más, quería que Luis entrara en la habitación, jugara conmigo, me tocara… Pero no se lanzaba para nada. Debía ser porque mi madre le tenía bien servido. Improvisando sobre la marcha, mi plan no daba más de sí, intenté dar otro paso más, lanzarme a lo desconocido.

Empecé a quedarme en casa los fines de semana o volvía lo más pronto posible para evitar que mamá, la zorra de mi madre, se llevara a mi hermano a su cama. Creo que lo estaba consiguiendo, incluso una vez en que no pude evitarlo, la mañana siguiente le comenté a mi madre que había escuchado a alguien en su cuarto.

-Anoche estabas con un hombre en casa, mamá. Siempre has dicho que serías discreta y no lo harías ¡No me ha hecho ninguna gracia! – Le dije haciéndome la enfadada. Tampoco hizo falta ningún disimulo, estaba realmente molesta sabiendo que Luis había tenido que pasar otra noche con ella. Empezaba a pensar que mi hermano era de mi propiedad, no de la suya, era conmigo con quien debería estar…

Mi madre se puso como un tomate y quiso excusarse de la forma más tonta.

-¿En mi habitación? ¡Qué va! Estaba sola viendo la tele, debiste escuchar eso… - Dijo a la defensiva.

-Pues debía ser una película porno, porque vaya gritos. – Contesté con mosqueo –Deberías bajar un poco el volumen.

Y la dejé allí toda cortada. Me fijé en la cara de Luis, como la grana, incapaz de levantar la vista.

Las siguientes veces que utilicé mi vibrador en honor de mi hermano, la puerta de mi habitación estaba totalmente abierta y aún viéndole, hacía como si no me diera cuenta. No podía más, si esto seguía así iba a ser yo la que me lo tirara, me hacía falta algo más que un consolador al pensar en él...

Hasta un día en que vi cómo se iba disparado al tener otro de mis orgasmos. Haciendo un esfuerzo me levanté rápidamente detrás de él, fui hasta su habitación pero ya se había encerrado y escuché detrás de la puerta cómo (parecía) se estaba masturbando, pareciéndome que decía mi nombre. Como sólo mascullaba, no estaba muy segura, pero me dio esa sensación.

Estaba convencida de que estaba a punto de caramelo, además, desde que le dije a mi madre que la había oído, creía (dentro de lo que cabe) que no habían vuelto a acostarse juntos.

Pero ya no sabía qué más hacer, me masturbaba todos los días con mi juguete cuando sabía que él ya estaba en casa, dejaba la puerta abierta sabiendo que iba a estar espiándome… ¿Y ahora? Me devanaba los sesos y no se me ocurría nada. Tenía que hacer algo distinto, algo que le provocara definitivamente.

Estaba con la mente en blanco, sin ninguna idea buena. Tenía mi vibrador metido hasta el fondo, me frotaba el clítoris con los dedos llenos del mismo lubricante que usaba con el aparato, Luis me espiaba tras la puerta abierta como siempre, sabía que estaba con su cosa en la mano moviéndola a toda velocidad. No supe muy bien ni cómo lo hice, incorporé un poco la cabeza mirándome cómo me entraba el vibrador…

-¡LUIS! ¿QUÉ COÑO HACES AHÍ? – Grité haciéndome la sorprendida.

Me miró asustado desde el quicio de la puerta con su herramienta fuera y salió pitando sin contestar.

Ni me molesté en vestirme, con el vibrador en la mano fui corriendo tras él impidiendo que cerrara la puerta de su habitación. Luis jadeaba mientras intentaba meterse su cosa alucinante en los pantalones, me planté totalmente desnuda delante de él.

-¿Se puede saber qué hacías detrás de la puerta de mi cuarto? ¿Te parece normal espiar a tu hermana? – Dije muy acalorada haciéndome la ofendida.

El pobre estaba todo cortado, no sabía ni qué decir.

-¿Y bien? – Insistí

-Perdona Lidia, pero es que… ¡Joder, tía! Al pasar te vi, la puerta estaba abierta y tú… Tú… Pues eso, estabas con esa cosa y gemías y… ¡No sé, joder, no soy de piedra! – Se excusó.

-Bueno – Dije aparentando estar algo más calmada –La culpa es mía. Creí que estaba sola y no me di cuenta de cerrar la puerta… ¡Pero me podrías haber dicho algo! ¡Qué vergüenza! ¡Me has visto con esto! – Le enseñé el consolador.

Luis, todavía muy cortado, se serenó un poco. Yo seguí.

-Oye Luis, esto es secreto, ya sabes por qué lo he hecho pero no se lo cuentes a nadie, me moriría de vergüenza… - E hice cómo si me diera cuenta en ese momento de que estaba sin ropa.

-¡Joder! ¡Si estoy desnuda! – Soltando mi juguete como si quemara me tapé el pecho y mis partes con las manos buscando algo con qué cubrirme, intentando dar una imagen de vergüenza y timidez. Cogí un jersey que estaba encima de una silla poniéndomelo delante.

-¡Coño Luis! ¡Me podrías haber dicho que estaba desnuda! ¡Qué corte! – Seguí fingiendo.

No se movía, estaba con los ojos como platos como un pasmarote, me aproximé a él con timidez apoyando la cabeza en su pecho, luego en su hombro.

-No pienses mal de mí, Luis, no ha sido a propósito, no me he dado cuenta, perdona… - Intentaba ser la inocencia personificada.

Tenía el jersey tapándome las tetas y el coño pero, en esta postura, apoyada contra él, me tenía que ver todo el culo al aire, redondito y respingón. Si no se lanzaba un poco y me daba pie para intentar algo más, ya sí que no sabía qué más hacer… Por si acaso, además de la cabeza en su hombro, solté el jersey y me pegué un poco más, quise que notara cualquier parte de mi anatomía.

Me puso una mano en la espalda dándome palmaditas, me produjo un escalofrío en toda la columna… Me junté un más aún, su cosa se clavaba en mi monte de Venus, intenté restregar un poco mis tetas contra él aunque estuviera vestido… Haciendo un esfuerzo enorme, conseguí llorar, mis lágrimas humedecieron su cuello mientras los sollozos (fingidos) me recorrían entera…

-No llores, Lidia, tía, no pasa nada – Su voz sonaba sofocada – Sé que no eres ninguna golfa, sé por qué usas ese cacharro pero… En fin, no esperaba verte así, me ha dejado un poco descolocado…

Arrecié en mis lágrimas, suspiros de angustia me sacudían y él lo notaba. Una segunda mano me abrazó y un segundo escalofrío subió por mi columna. Estaba con la sensibilidad a flor de piel, por los nervios, por la excitación, por el miedo a lo que pretendía hacer… Pero tenía que ser él, si yo daba el primer paso estaba perdida, no me vería mejor que a su madre…

Disimuladamente me restregaba más, le abracé yo también para que pudiera notar aún más mis pechos excitados…

-¡Qué vergüenza estar así delante de ti! Cualquiera hubiera pensado lo peor, me consideraría una puta… Pero tú no… ¡Qué buen hermano eres…! – Si no empezaba ya, iba a hacer un ridículo espantoso.

¿Hasta dónde es capaz de aguantar un tío abrazado a una chica desnuda? Supongo que depende porque, en este caso, no hacía nada más que abrazarme y consolarme. Si ya se había tirado a su madre ¿Por qué se controlaba conmigo? ¿Tan fea o poco apetecible me consideraba? ¿O sólo era por ser su hermana? ¿Y ahora qué coño hago?

En ese momento me di cuenta de que con disimulo, al acariciar mi espalda, sus manos llegaban un poquito más abajo que la vez anterior, estaban al borde de mis nalgas… Le abracé más fuerte, jadeé un poco junto a su oreja poniéndome de puntillas y esas manos traspasaron el umbral de lo prohibido. Cuando se posaron en mi culo muy suavemente, como pidiendo permiso,  apreté mi pelvis contra él, notaba perfectamente su cacharro contra mí, me moví intentando restregarlo con mi cuerpo…

Lanzado, sus caricias subieron de nivel, llegó a agarrarme cada nalga con fuerza, yo suspiraba en su oído… Una mano empezó a deslizarse a lo largo de mi raja bajando hacia zonas más excitantes.

En un momento, un dedo juguetón hacía círculos en mi agujerito trasero metiendo un poco la punta, dándome un gusto tremendo. Nadie me había tocado nunca ahí, ni yo misma lo había intentado, me sorprendió lo agradable que era…

Al sentirlo con más intensidad, consideré que era el momento de colaborar, de incitarle a seguir avanzando… Le mordí el cuello y la oreja dando un gemido sordo, él jadeó y llevó la otra mano, por delante, desde el lateral de mi pecho hacia mi tesoro escondido. Me estremecí de placer en el momento en que acariciaba mis labios y abrí un poco más las piernas a fin de facilitarle el acceso a donde quisiera. ¡Por fin!

Siguió con sus caricias, me devolvía los mordiscos en cuello y orejas… Me estaba excitando más y más y casi me corro cuando uno de sus dedos entró en mi interior. Lo metía y sacaba, llevándolo hasta mi botoncito para volverlo a meter… ¡Me estaba matando de gusto…

Cuando frotó con un poco de más ahínco mi clítoris, me corrí sin apenas darme cuenta, en mi vida había tardado tan poco…

-¡Dios! Aahhhhhh

Y le mordí el cuello con fuerza.

Si me quedaba alguna duda, algún miedo o vergüenza, los deseché en ese momento; ya no podía aguantar más, con manos trémulas, sintiendo aún los coletazos del éxtasis, desabroché sus pantalones para liberar ese aparato que sabía que tenía.

¡Joder! ¡Virgen Santísima! Al desnudarle me encontré con un monstruo. Lo había visto en la penumbra y me di cuenta de que no lo había evaluado en toda su plenitud. ¡Qué pedazo de polla! ¡Pero POLLA, con todas las letras!

De rodillas a sus pies, ayudándole a desprenderse de su ropa, agarré aquel cacharro asombroso llevándomelo a la boca. Lo chupé y lamí como pude, en la vida había hecho una mamada ni me habían comido el coño (mi ex era muy rarito o yo muy cortada). En el momento en que intenté metérmelo, apenas podía por su grosor. Solo tenía la punta del capullo dentro mientras se la meneaba rápidamente con una mano.

No pude conseguir más, era demasiado tamaño y pasé de la ansiedad por lo que pretendía al susto por lo que se me venía encima.

Luis me incorporó, me besó en los labios y, tras desprenderse  de su camiseta, me fue tumbando en su cama. ¡Ay Dios! ¿Dónde me había metido?

No tardó nada en ponerse a mi lado, en llenarme de besos, en meterme su lengua hasta la garganta, jugar con la mía, morderme los labios con los suyos… Besarme el cuello y darle pequeños mordisquitos… También llevó sus manos a mis pechos, a mis areolas, a mis pezones… Suave, tierno… Me estaba llevando al séptimo cielo sin que yo hiciera nada por evitarlo, es más, lo había provocado.

¿Realmente quería acostarme con mi hermano? ¿No era demasiado fuerte? ¿No era ir demasiado lejos?

Una corriente me recorrió entera al sentir cómo su lengua entraba en mi hoyito, cómo subía hasta mi botón, lo lamía, succionaba, jugueteaba con él…

¡Si, coño, sí! ¡Claro que estaba bien! ¡ESTABA DE PUTA MADRE!

-UUUAAAaaaaaahhhhhhhh

¡Dios mío! ¡Me estaba volviendo a correr! ¡Joder, sí…! ¡Qué biennn!

Tras ese orgasmo divino, Luis siguió con su faena como si nada hubiera ocurrido.

¡Coño, ya! ¡Ya! ¡Que yaaaaaa! ¿Es que no pensaba parar? ¡Me estaba crispando enterita!

Antes de darme cuenta, con los nervios a como cuerdas de guitarra, volví a sentir que alcanzaba otro clímax más fuerte que el anterior.

-AAAAHHHHHHHH, DIOOOOOOSSSSSS

¡Joder qué tío! ¿Todavía sigue? ¡Me va a reventar!

Luis seguía y seguía comiéndome todo, los labios, la vagina, el clítoris… No sé si sentía placer o mis nervios iban a saltar por fin. En ese momento, cuando creía que no podía más, intentando cerrar las piernas y detener sus manejos, me introdujo dos dedos y se dedicó a frotarme por dentro, sobre todo por arriba. Al principio me crispó aún más, me iba a hacer pis, me estaba rayando un montón…

Y llegó el acabose. Me produjo un orgasmo impresionante, interminable, como uno tras otro… ¡Esto no era normal! A veces sentía algo parecido, algo que venía de dentro con el vibrador, pero ahora… Me había corrido más de tres veces y me estaba metiendo en una especie de montaña rusa donde los clímax llegaban uno tras otro sin haberme dado tiempo a recuperarme del anterior.

¡Hostias, hostias, hostias! ¡Me iba a morir! ¡Ya no podía más!

-DIOOOOOOSSSSS, LUIIIIISSSSSS, YYAAAAAAAAAAAAAAAAAA

El muy cabrón tuvo a bien sacarme los dedos y dejar de chuparme mi botoncito, me había dejado al borde del colapso. ¡Mi primera comida de coño…! ¡Mi ex era un gilipollas! (los posteriores también) y yo una idiota por no haber hecho esto en la vida.

Subió dándome besos suaves a lo largo de mi cuerpo hasta quedar tumbado a mi lado otra vez. Había sido alucinante. Por un momento entendí a mi madre (entendí pero no perdoné) Esto era lo más impresionante que alguien pudiera vivir. ¡Qué pedazo de cabrón!

Estampé mis labios en los suyos, saciada, agradecida a lo que me acababa de dar mientras él se colocaba entre mis piernas ¡Cuánto cariño sentí por él en ese momento! Se lo iba a decir, iba a decirle qué sentía, que no podría vivir sin él…

-AAAAHHHHHHHHHHH

¡Me estaba abriendo en canal! ¡Por Dios, que no entraba!

Luis no debió de pensar lo mismo así que, con calma y paciencia, poco a poco, me fue partiendo en dos al ir metiéndome ese pedazo de herramienta en mi interior. ¡Mi madre, esto era como un parto!

Pero como no había parido nunca tampoco pude comparar. Lo que sí sé es que iba avanzando en mi interior, que costaba muchísimo, que cuando me empezó a hacer polvo en el cuello de la matriz llevé una mano para sujetarle por ahí. ¡Me faltaba mano!

-¡Joder! ¡Luis! ¡Espera por favor! ¡Me duele!

Luis paró. Me acarició los pechos con mucha suavidad, me besaba la boca, el cuello y las orejas, no se movía y, poco a poco yo me iba relajando con ese tremendo cacharro dentro. ¡Joder! No había estado con un tío desde hacía tiempo, debía de tener el coño súper estrecho… O no, que al consolador le daba bastante uso…

Tardé un buen rato en acostumbrarme, era enorme, me hacía dilatar la vagina como nunca…

Se salió de mi interior. Por un lado lo agradecí, por otro, era como si me hubieran dejado vacía. Se movió hacia su mesilla, le vi coger algo que se puso en su cosa… En menos de un segundo volvía a meterla dentro de mí, entrando con mucha más facilidad hasta que llegó al fondo. Entonces me volvió a hacer polvo y yo volví a gritar de dolor.

Se paró otro buen rato mientras me besaba por todos lados. Cuando le correspondí, cuando ese dolor era soportable, notando a tope la dilatación de mi coño, empezó a moverse muy, muy despacio. Por lo menos, tenía la delicadeza de no apretar, sentía cómo entraba y salía perfectamente… Al cabo de un ratito empecé a disfrutar de esta sensación.

Me cambió de postura, me puso encima de él, entonces pude controlar yo la penetración. Me la introduje despacito dándome cuenta de que se había embadurnado de lubricante; creí que se había puesto un condón. Cuando llegué al fondo, me dejé caer hacia delante, le besé en la boca, le mordí el cuello y empecé un pequeño vaivén de caderas restregando mi nódulo contra su pelvis. Me faltaba como media polla por entrar.

Adopté un movimiento constante, suave y cadencioso, de vez en cuando me levantaba y su cacharro entraba un poco más, hasta que me empezaba a doler. Luis apenas se movía, me amasaba las tetas al incorporarme y el culo cuando me tumbaba sobre él.

Tardamos mucho rato pero lo conseguí. Después de más de diez minutos había conseguido introducirme aquella barra enterita. Me consideré una heroína, tenía dentro todo aquello, seguro que no todas las chicas eran capaces…

En otros diez minutos botaba encima de él con todas mis fuerzas intentando que se corriera. Luis me sujetaba de las tetas o del culo, me ayudaba en mis movimientos… Medio minuto después me estaba yendo patas abajo en otro orgasmo de impresión.

Me quedé desmadejada encima de su pecho intentando recuperar la respiración. Estaba agotada de tanto orgasmo, de moverme encima de él y de tener el chisme tan dilatado. Pero no quería sacármelo por nada del mundo.

Él sí, me puso a cuatro patas, me la metió por detrás con mucha suavidad y empezó a moverse con una mano en mis tetas y otra en mi clítoris. Tardé menos y nada en volver a correrme, una vez, otra….

-DIOOOOOSSSSSSSS, UUAAAAHHHHHH

¡Joder, coño, joder! ¡Que me reventaba! ¡Estaba agotada!

Pero el cabrón de mi hermano no paraba, no pude aguantarme sobre las rodillas y me dejé caer. Ni siquiera así salió de mi interior. Entraba, salía, entraba, salía… ¡Dios, me iba a matar!

Aceleró un poco más, parecía que ya iba a llegar por fin, me tenía hecha puré. Pero no esperaba lo que me hizo a continuación. Me dio media vuelta sacándome su herramienta, se situó entre mis piernas y volvió a comerme toda mi zona genital. Creí morirme al introducirme los dedos y frotar en mi interior, eso no debía ser el punto G, tenía que ser todo el abecedario.

Cuando consiguió meterme en otra espiral de orgasmos o multiorgasmos o lo que coño fuera aquello, creo que estuve a punto de desmayarme, me reventó del todo. Pero no había terminado, se sentó en la cama, se apoyó contra la cabecera y, sin compasión, me incorporó sobre él y me la volvió a meter.

-UUUAAHHH ¡DIOS! ¿MÁS? ¡No puedo, Luis! ¡QUE NO PUEDO!

Ni puto caso. Apoyada sobre él, sin fuerzas para moverme, ni siquiera un poquito, él metía y sacaba su herramienta de mi interior a golpe de cadera, sujetándome del culo.

Aquí, sí que sí, perdí la noción del tiempo y del espacio. Sé que me corrí, muchas veces, que ya ni me enteraba de lo que me hacía, estaba más allá de la conciencia…

-Despierta, Lidia. Tía, venga, despierta. Va a venir mamá y no te puede encontrar aquí. – Oí que decía Luis a través de una neblina lejana, muy lejana…

Noté cómo me sacudía, cómo me llamaba una y otra vez…

-¡Lidia! Por favor tía, que ya va a llegar mamá y si te ve desnuda en mi cama nos mata…

No podía moverme ¿No se daba cuenta de lo que me había hecho? Con el tiempo que hacía que no me acostaba con un tío ¡Se había pasado tres pueblos!

-¡Lidia! ¡¿Se puede saber que haces aquí?! – Esta era otra voz, gritaba… ¡Mamá! Y con un mosqueo…

-¿Eh?

Me apartó las sábanas de encima viéndome desnuda, supongo que se quedó mirándome. Y empezó la bronca. A mí me daba igual, seguía semiinconsciente y ninguna gana de moverme. Pero la oía gritarme y llamarme de todo, a mí y a Luis, me estaba agobiando…

Haciendo un esfuerzo sobrehumano, me costó muchísimo más de lo que puedo describir, conseguí incorporarme y quedarme sentada, apenas podía abrir un ojo. Respondí con toda la mala leche que me salió de lo más hondo.

-¡No me grites, cacho puta! ¿Te crees que no lo sé? ¡Te he visto! ¡Te has estado tirando a tu propio hijo! ¡Eres una zorra! ¿Y te atreves a gritarnos por algo que ha surgido solo? ¿Algo que nadie ha buscado? (si supiera) ¡Vete a la puta mierda, guarra! ¡Déjame en paz!

Y me volví a tumbar totalmente agotada, acababa de gastar mis últimas energías.

No sé el tiempo que estuve durmiendo, nadie me molestó. Sólo noté cómo mi hermano se metía en la cama dándome la espalda después de besarme tiernamente los labios.

Desperté junto a él, abrazada a su cintura con la cabeza en su hombro. Me sentía feliz, más de lo que hubiera imaginado. No tenía sentido, vengarme de mamá no me tenía que producir esta sensación y acostarme con mi hermano tampoco. ¿Qué me había pasado? ¿Qué me había hecho este cabronazo?

Como un descubrimiento inesperado me di cuenta de que no era una sólo cuestión física, quería a Luis, no era normal, ni siquiera lo esperaba… ¿Sólo por acostarnos? No creo… Nadie se enamora por eso ¿No? Sin embargo, era lo que sentía en ese momento. Estaba feliz, enamorada de alguien que no debía y muy confusa por estarlo. No me sé explicar mejor.

Debí quedarme frita otra vez, volví a despertar en la cama de mi hermano con sus labios sobre los míos. Era de día, no sé qué hora ¿Cuánto había dormido? ¡Ay Dios! Pensé al sentirle ¿Por qué coño ahora le quiero así? Alargué los brazos para abrazarle con toda la ternura y amor que sentía por él. ¡Era tan mono y tan crío!

Tras ese beso, beso que me supo a gloria (a pesar de tener la boca toda pastosa), Luis se levantó totalmente desnudo. Flipé con su cuerpo, con su cosa, con su cara, sus ojos que me miraban chispeantes… Sonrió, me sonrió a mí… Se me hizo el culo gaseosa. ¡Virgen Santa! ¡Qué guapo es el cabrón! ¿Por qué nunca me había dado cuenta?

Deja de pensar esto Lidia, pensé para mis adentros, si sigues así te lanzas a lo loco a por tu hermano y no es plan. Primero, hay que hablar…

Volvió al cabo de un rato recién duchado, tapado con una toalla, oliendo a gel. Volvió a sonreírme con la boca y con los ojos.

-¡Hola preciosa! ¿Has dormido bien? Son más de las cuatro de la tarde, habrá que comer algo ¿No? Venga tía, levanta, no seas perezosa.

-¿Perezosa? – Respondí remoloneando en la cama. Me estiré como una gata ¡Jesús! Estaba tan satisfecha, tan saciada… Tan llena de cariño por él…

Haciendo un esfuerzo me levanté rumbo al baño. Necesitaba esa ducha y aliviarme un poco mis partes, me había dejado hecha cisco, no sabía si era mi chisme o el de la vecina. Tras media hora bajo el agua, echarme pomada ahí abajo y lavarme los dientes, fui a la habitación de Luis envuelta en una toalla y con el pelo mojado.

Ni siquiera se había vestido, me esperaba sentado dentro de su cama. ¿No íbamos a comer? Me alargó la mano invitándome a subir, apartó las sábanas haciéndome sitio y, quitándome la toalla, me tumbó junto a él. Otro beso apasionado, labios y lenguas que se buscaron, enredaron… Manos en el pecho acariciándome y excitándome los pezones… Manos por mi vientre que se perdían hacia sitios más recónditos…

¡Joder! En menos de un segundo me tenía a su merced. ¡Ni hablar! ¡Ahora no! Pensé. No sé cómo, conseguí separarme, pararle los pies; a fin de cuentas era mayor, tenía que demostrar un poco de autoridad. ¿Pero cómo se tiene autoridad cuando te estás deshaciendo en brazos de la persona que quieres?

Pues con mucho esfuerzo.

-Oye, oye, tú. Para un momento – Conseguí articular

-¿Ahora? – Contestó hipnotizándome con su mirada.

Me estampó, literalmente, otro besazo en la boca mientras me atraía hacia él con un brazo, acariciándome suavemente el clítoris y mi interior con la otra mano. ¡Mierda, no!

Dos segundos después me había olvidado de todo y agarraba su herramienta ¡Hacía tanto tiempo que no cogía una de estas…! Con bastante torpeza por la falta de práctica empecé un lento sube y baja, le dejaba al aire el capullo y lo volvía a cubrir. No podía ni abarcarla entera, pero no fue impedimento para que Luis suspirara de placer.

No sé cómo lo hizo, cómo se movió, en un momento estaba tumbada encima de él con su cosa delante de la cara, sintiendo su lengua haciendo de todo en mi intimidad.

Oí un ¡Puaj!.

-¿Qué te has puesto? ¡Sabe asqueroso! – Dijo mi hermano.

¿? Ah, la pomada. Pero no pareció que le molestara demasiado, me estaba volviendo a meter la lengua en mi hoyito, me estaba encantando… Sustituyó la lengua por los dedos, llevando sus labios a mi zona más sensible. Yo seguía meneando su cacharro con las manos, dándole suaves besitos y lengüetazos en la punta pero más pendiente de lo que me hacía que de darle placer.

Fue tan repentino e inesperado como alucinante. Me llevó al éxtasis en un momento, corriéndome como una burra.

-UUUAAAAHHHHHH

-AAAAYYYYYYY

¡Dios! ¡Le acababa de morder la polla!

-¡Qué bestia! ¡Joder, tía, qué mordisco me has pegado! – Soltó con voz dolorida.

Mientras me daba media vuelta como a una muñeca, me dio un ataque de risa. ¡Pobre! ¡Le había dejado los dientes marcados en su cosa!

-Lo siento – Le dije con lágrimas de tanto reír –Es que me haces unas cosas…

-Ya. Te querías vengar ¡Pues ahora verás!

Más que verlo lo sentí. El cerdo de él (en el buen sentido) mientras me besaba, me la volvió a meter ¡Dios mío! Se me fue la risa y me llegó el alucine. Aunque lo hizo despacito, volví a sentir que me partía en dos.

-¡Cabrón!

Ahora fue él quien rió, pero poco tiempo. Me tumbé encima, aplastando mis tetas en su pecho, comiéndole la boca con auténtica ansia. Tardé un rato en poder moverme, tener ese cacharro dentro era impresionante. Con un balanceo suave de cadera, de delante a atrás, iba introduciéndomelo cada vez más. Al cabo de un poco noté que había entrado casi toda, si no me la sacaba por la garganta, poco le iba a faltar.

Me incorporó, me agarró los pechos con ambas manos, excitando mis pezones y areolas con los dedos. En esta postura entraba todavía más, tenía que hacer auténticos esfuerzos para acogerla en mi interior y que no me doliera, todo era cuestión de acostumbrarse.

No habían pasado ni cinco minutos cuando ya estaba botando rítmicamente encima de él, Luis metía una mano entre nosotros y me frotaba el clítoris, cuando me tumbaba, la sacaba. Empecé a notar que también me acariciaba el agujerito trasero sin forzar, era muy agradable.

Botando en la misma postura, se me estaban cansando las piernas, me tumbé encima quedándome quieta. Con un dedo suyo en el culito y un brazo en mis caderas, me hacía un movimiento en el que me frotaba contra él. Por lo menos, yo descansaba un poco… Ya, eso hubiera querido… No sé como lo hizo, no me había ni enterado, pero cuando llegué a un orgasmo impresionante tenía todo su dedo dentro, moviéndolo a toda leche, rozando su propia cosa a través de la pared de mi intestino. ¡Madre mía!

-AAHHHHHHHH, DIOOOOSSSSS

Seguí gimiendo o gritando, él no paraba de moverme… Le mordí el hombro, me tensé entera… El muy cabrón siguió igual… Acabé derrengada encima de Luis.

-¡Joder! ¿Tú no te corres nunca? ¡Me vas a matar!

-Te lo merecías por ese mordisco, tronca – Y sonrió de oreja a oreja sin sacar ni su cosa ni su dedo de mi interior.

-¿Quieres parar? ¡No muevas el dedo, coño! – Seguía y seguía dentro de mi culito, me gustaba mucho pero quería descansar un poco, no me dejaba relajarme de verdad.

Como la tarde anterior, no me hizo ni caso, me volvió a mover, a rozar contra él, a intentar que volviera a  correrme. ¡Si ya no podía!

¡Craso error! Sin haberme dado tiempo a relajarme como pretendía, un orgasmo devastador me recorrió entera, desde mi interior a la punta de mis pezones, desde el perineo hasta la nuca…

-UUUUAAAHHHHH, YAAAAAHHHHHH -No sigas, por favor, no sigas. NO PUEDO MÁS… - Dije agotada.

Me quitó de encima tumbándome en la cama boca abajo. Creí que me iba a dejar descansar por fin… No pude ni reaccionar cuando me la volvió a meter, por detrás, a traición.

-LUIIIIIISSS, NOOOOOO

-Aguanta un poquito que ya termino.

¿QUE TERMINA? ¡Por Dios!

La verdad es que tuvo razón, me hizo un mete saca muy rápido, me frotaba el clítoris con los dedos y, cuando creí morirme en medio de otro clímax inacabable, dio unos golpes secos de cadera en los que noté cómo se inflaba su cacharro dentro de mí.

Gruñó, me mordió la nuca y yo la almohada. Acabamos agotados, sudados, sentía todo su peso encima de mí, me asfixiaba… Sin embargo, cuando bajó de mi espalda lo eché de menos, necesitaba sentirlo de alguna manera… Sentirlo junto a mí.

Con mis últimas fuerzas me monté sobre su pecho y le besé, no sé si lo sintió pero quise trasmitirle tanto cariño como fuera capaz. Tumbada encima, la cabeza apoyada en uno de sus hombros, estuve a punto de quedarme dormida. Entonces recordé que quería hablar de esto con él… Daba igual, otro día.

Era noche cerrada cuando volví a abrir el ojo, no estaba montada sobre mi hermano, me encontraba de lado abrazada por él que estaba a mi espalda ¡Dios mío! ¡Qué dos veces! ¡Hacer el amor con mi hermano había sido lo más alucinante de mi vida! Agarré su mano que descansaba sobre mi cintura, la llevé a mis labios besándola, la recogí en mi pecho…

-Eeeh ¡Para! – le dije cuando me pellizcó un pezón. Este tío era insaciable.

-Bueno, Luis – Me di la vuelta hacia él. Me besó con ternura los labios –Me parece a mí que te ha dado un calentón tremendo y se te ha ido la pinza. Te has pasado tres pueblos. Ahora mismo me explicas cómo me has podido hacer esto ¿Te parece bonito follarte a tu hermana? – Le dije con mucho vacile.

-Pues sí, han sido los mejores polvos de mi vida. Y la culpa es tuya, tía – Contestó con muy buen humor.

-¿Mía? – A ver si se había dado cuenta de mi estúpido plan. Bueno, no tan estúpido, había funcionado mejor de lo que hubiera esperado.

-Pues sí – Siguió –No te darías cuenta pero con eso de querer tener orgasmos con un vibrador o consolador o lo que fuera, me estabas poniendo súper cachondo, andaba todo el día empalmado. Al principio te oía, luego te vi y, al final, apareces en pelotas en mi cuarto. No pude más, o te follaba ahí mismo o me pegaba un tiro. Y encima te abrazaste… Pues qué quieres, tronca,  que uno no es de piedra.

-Haberme dicho algo. Si te ponía tan histérico, me lo cuentas y lo hubiera dejado – Contesté con todo mi cinismo.

-No sé… Me ponía mazo verte con ese cacharro cuando te corrías. Además, eres la tía más maciza que conozco, estás de la hostia.

-¿Ah, sí? ¡Vaya! Gracias – Yo haciendo de todo para que se fijara en mí y resultaba que ya me tenía catalogada.

-Eres un salido, un salido y un degenerado, pero me ha encantado, no había sentido algo parecido en mi vida, otro así y me revientas. A lo que iba ¿Y ahora? No pensarás repetir conmigo ¿No? – La verdad es que interiormente sólo esperaba que dijera que sí, que quería seguir conmigo.

-Mira tía – Dijo muy serio –Después de esto no me pidas que lo deje, no veas cómo me pones. Me importa un huevo que seas mi hermana, que seas mayor, nada, creo que eso lo hace mejor. Pienso volver a hacerlo contigo, si tú quieres, claro, eres mayor. Además, conmigo te has corrido como una loca y con otros me dijiste que no.

¡Coño! Es verdad, le había dicho que con otros no llegaba. Ay, Dios mío ¿Íbamos a poder seguir juntos?

-¿Y mamá? No creo que esté muy de acuerdo. – Me di cuenta en ese momento.

-Ah, sí… Anoche hablé con ella. Se lo he dejado muy clarito, tía, vamos a hacer esto cuando nos de la gana, si no, voy a hacer lo que ella pretendía hacer con su amiga. Imagínate que voy contando que me ha follado… ¡Joder! Se le cae el pelo. Su amiga está como loca por quitarse el marrón y diría lo que fuera. No ha tenido más remedio que tragar. Y por cierto, no me habías dicho que nos habías visto… ¿A ver si esto lo has montado tú para vengarte?

-¿Quién, yo? ¡Qué va! ¡Y qué cabrón estás hecho! ¡Chantajear a tu propia madre! – Le dije riendo, cambiando de tema.

Me besó con muchísima pasión, me sentí en la gloria ¿Cómo había podido enamorarme de este cretino? ¡Virgen Santísima!

En el momento en que estaba volviendo a mi interior creí morirme, de placer, crispación, dolor, amor… Todo junto. ¡Qué tío! Con lo crío que era, no entendía cómo me dominaba así en la cama ¡Era un amante profesional!

No quiero repetirme, para mí volvió a ser alucinante. Hicimos el amor (según yo) o echamos un polvo (según él), fue fantástico, cada vez me ponía más loquita.

Un tiempo después ya me había acostumbrado al pedazo de herramienta que tenía, ya me entraba enterita casi a la primera. Además, poco a poco, me fue dilatando mi entrada trasera a base de dedos y lubricante. Ya había conseguido meterme mi vibrador sin apenas dolor, nadie se puede imaginar lo que sentí al estar llena por ambos sitios, fue increíble. Ahora bien, su cosa no me la iba a meter por detrás ni loca.

Lo malo de esto fue que yo tenía razón, Luis era un salido insaciable. Hacíamos el amor todos los días, a veces más de una vez, me iba a reventar y estaba como loca por un pequeño descanso. ¡Si hasta me había follado en los servicios de tíos en la facultad! ¡No paraba!

Hasta que se me ocurrió otra idea de las mías, de las geniales, vamos. Pensé que si no podía hacerlo (por agotamiento) tanto como Luis (era incapaz de negárselo), habría que buscarse una sustituta que le diera su ración al niño. No me comí mucho la cabeza, no me hizo falta ir muy lejos…

Estábamos en la cama, ya me había desnudado dispuesto a lo de siempre, a punto de olvidarme de todo lo que no fuera él… Conseguí aguantar y no le dejé, me levanté, le cogí de la mano y me lo llevé de allí. El pobre iba alucinado, con su herramienta toda tiesa, no entendiendo nada de lo que le hacía. Fui a la habitación de mamá, entramos sin llamar y encendí la luz despertándola. Sabía que lo estaba pasando muy mal por nuestra relación y, supongo, por no poder tener a Luis. Alguna noche la había oído llorar.

-Mamá, creo que no nos hemos portado contigo todo lo bien que debiéramos, así que he pensado que te podemos resarcir un poco. – Cada día era más cínica.

Estábamos los dos desnudos delante de ella, mi hermano más que flipando, mi madre con la boca abierta y los ojos como platos. No sé por qué, en ese momento no sentía ningún tipo de celos de que Luis se lo hiciera a mamá, por ser una buena hija, supongo (qué cinismo el mío), ya me había vengado suficiente (lo de enamorarme no estaba previsto).

No dejé tiempo a ninguno de los dos a reaccionar, era ahora o nunca, si Luis se ponía a pensar, podía salir corriendo de allí. En cuanto a mi madre, un ataque frontal era lo mejor. Me subí a su cama arrastrando a mi hermano conmigo, destapé a mi madre que no había podido cerrar la boca del asombro, la quité el camisón, volví a tumbarla poniéndome de rodillas encima de su cara como si fuera a hacer un sesenta y nueve, dejando toda mi intimidad a su disposición.

-Tú – Le dije a mi hermano –Ya puedes empezar a hacer eso que se te da tan bien, mamá nos necesita. – Dije imperiosa. Alucinaba conmigo misma ¿Cómo había tenido valor para hacer esto? Hasta hace muy poco era una inútil sexual, tímida y apocada…

Cuando Luis bajó las bragas de mamá y hundió la cabeza entre sus piernas, soltó un suspiro impresionante. Casi de inmediato, me agarró de las caderas para darme un tratamiento igual al que recibía.

Me gustó bastante lo que me hacía, me metía la lengua, me chupaba el clítoris… Aunque no era Luis, estaba bastante bien. De repente, dejó de chupar, me agarró mucho más fuerte y se corrió como una perra en celo arqueando la espalda, clavándome las uñas… ¡Madre mía! Era todo un espectáculo verla así. No sé qué coño tenía mi hermano para que se le diera tan bien esto del sexo.

El muy cabrón siguió chupando, metiendo los dedos… Lo veía perfectamente, era alucinante… Y mi pobre madre que no paraba de chillar, de correrse, de casi asfixiarse con mi coño encima de su boca…

Cuando paró, mamá quedó desmadejada en la cama, ni siquiera me hacía nada… Él se incorporó, se situó entre las piernas de ella, la subió hasta la altura de su cacharro, empezando a metérsela con suavidad. En unos pocos vaivenes la tenía casi entera dentro, yo alucinaba viendo cómo entraba, era súper morboso y excitante…

Estaba sentado sobre sus talones con esa cosa metida en mamá, me atrajo hacia él besándome en la boca… Frente a frente me acariciaba el pecho, me besaba y daba pequeños golpes de cadera hacia delante para follarse bien a mamá. Yo me dedicaba a sobarle el pecho a ella a la vez que intentaba rozar mis partes contra su boca y nariz. Debía de estar medio ida porque no colaboraba nada.

Tampoco era esto, no me había corrido, estaba excitadísima y mamá parecía en otro mundo… Me bajé de su cara y me tumbé al lado atrayendo a mi hermano hacia mí. Entendió enseguida, sacándosela a mamá me la metió de un tirón haciendo que viera las estrellas.

-¡Joder! ¡Ten cuidado, cabrón! – Le solté.

¿No era yo la que quería descansar? El mero hecho de ver cómo le había comido todo a mamá, cómo se la estaba follando después, me tenía a punto de caramelo… Apenas le hicieron falta cuatro meneos para que llegara a un orgasmo tremendo, siempre era así, este chico era un fenómeno.

Aunque seguía con su mete saca, en cuanto me relajé un poco le dije que volviera con ella. Por una vez me hizo caso y paró, salió de mi interior dejándome súper satisfecha, cogió a nuestra madre de las caderas, abriéndola bien las piernas para volver a metérsela. No fue especialmente cuidadoso, entró dentro de ella de un tirón.

-UUUUAAAHHHHHHHH

¡Joder! ¡La había atravesado!

Tumbada a su lado me dediqué a darla besitos en los labios y caricias en sus tetas mientras el cabronazo la martilleaba como un pistón. ¡Qué alucine! Mamá parecía en otro planeta, ponía los ojos en blanco, gritaba y gemía como un cochino en el matadero… ¡Me estaba volviendo a excitar!

Hubo un momento en que iba rapidísimo y la pobre ya ni reaccionaba. Yo me había puesto como una moto otra vez, volví a traérmelo y continuó haciendo lo mismo, ahora conmigo. Me corrí en nada, me fui patas abajo sin que mi hermano parara en ningún momento. Llegué al clímax, bajé, me crispé… Otro orgasmo, otra crispación… ¡Mierda! ¡Sólo quería descansar, no que me reventara!

En un alarde de compasión salió de mí dejándome en el cielo ¡Joder con mi hermano! Puso a mamá boca abajo, metió una almohada bajo sus caderas, la abrió las piernas, llenó su culito de lubricante (¿de dónde lo había sacado?) y le introdujo aquel monstruo por detrás. Ella dio un grito alucinante ¡La había tenido que reventar! Se tumbó encima de su espalda, aplastándola, metiéndosela a toda velocidad…

Se corrió dentro de ella, lo noté perfectamente por los golpes secos que dio. A mamá se le caía la baba de la boca, creo que ya ni se enteraba de donde estaba… Incorporándome, le di un beso a Luis en los labios, un beso de cariño y de agradecimiento.

Hechos polvo los tres, nos quedamos a dormir en la cama de mi madre, un poco estrechos eso sí, pero nadie quiso moverse.

A partir de entonces, de vez en cuando, hacíamos una visita a mamá. Mejoraron mucho las relaciones en casa, había armonía, no llevábamos todos muy bien. En ningún momento me planteé que fuéramos unas degeneradas, sé que no era una situación normal pero se había convertido en algo natural para nosotras. Culpa mía que había provocado la mitad de esto (sólo la mitad)

Así que, todo fenomenal. Y seguiría si no fuera porque alguien fue muy ingenua. Reconozco que yo no me lo planteé en ningún momento, ni se me ocurrió tomar la píldora, ni que él usara condones… ¿Quién iba a suponer que por hacer el amor con tu hermano te pudieras quedar embarazada? ¡Los hermanos no preñan! A mis veintidós años parecía tonta y mi hermano un cabrón porque nunca dijo nada.

Tuve una suerte enorme, no me pasó nada por pura chiripa, pero ahora he tenido que reaccionar. Mamá está de tres meses con una tripita delatora… Nos echó una bronca de cuidado por irresponsables y Luis puso una cara de tonto alucinante. Estuvo a punto de no tenerlo pero, no sé muy bien  por qué, ha decidido dar a luz a este niño. Es el hijo de los tres, me incluyo en el lote porque fui el origen de todo esto, bueno… El origen no, sólo la continuadora. El primer día que fuimos con ella, no estaba tomando nada y luego ni lo pensó.

Nuestra rutina no ha cambiado, dormimos juntos mi hermano y yo con escapadas esporádicas a la habitación de mi madre. Él sigue igual de salido o más, a veces me cuesta seguir su ritmo porque todo el día quiere hacerlo… Pero le quiero tanto… Es casi un niño, le conozco desde que nació y soy incapaz de negarle nada (esto ya lo he dicho).

Con el embarazo se corta un poco (pero poco) con mamá, siendo yo quien carga con las consecuencias cada noche (o día) a base de orgasmos que me dejan reventadita, la mitad de los días no puedo ni levantarme para ir a clase. Pero si soy sincera, me está convirtiendo en una adicta al sexo o a él, no quiero ni imaginar si un día no me lo pide, pensaré que no le gusto y me dará de todo (mejor no lo pienso).

En fin, irán pasando los meses y mamá irá engordando, ya veremos qué viene, niño o niña, aunque a mí me da igual. Seguiremos juntos, seguiremos en casa y cuidaremos de mamá y del retoño.

Al final ha resultado que somos unos hijos estupendos.