Una Chica Normal 4 - vendiendo mis calzones sucios
Una situación inesperada hace que venda mi ropa interior sucia a un completo desconocido.
Hola soy yo de nuevo, su amiga Megan. Y vengo a relatarles algo que me sucedió hace un tiempo.
Después de mi último relato han pasado varias cosas y trataré de ponerlos al corriente de forma rápida. En mi último relato recibí la visita de mi jefe, Fernando. Y como habran leído (Una Chica Normal 3) tuvimos inesperadamente relaciones sexuales en mi departamento, lo cual con el tiempo llevó a entablar una relación sentimental con él. De la noche a la mañana nos hicimos novios y aunque al principio su familia no me aceptaba porque decían que yo era una putilla que solo buscaba su dinero, con el tiempo les demostré que mis sentimientos hacia él eran genuinos. La verdad no estaban tan perdidos en lo que pensaban acerca de mi, bueno en cuestión de que efectivamente yo si era una pequeña putilla de 24 años adicta al sexo. Pero tratar de quitarle su dinero o sacar un beneficio económico de Fernando eso nunca. Siempre me ha gustado ganarme las cosas con el sudor de mi frente, y a veces con el sudor de mi culo jeje.
Para quienes nunca me han leído me describo brevemente. Mi nombre es Megan, y me considero una chica normal. No el tipo de chica esplendorosa y monumental que abundan en muchos de los relatos aquí en la página. Más bien ese tipo de chica que tienes de vecina. Que topas en el transporte público. Que la ves y quizás piensas “Oh mira, qué chica tan linda”. Pero para nada me confundieron con una modelo o una estrella porno.
Tengo 24 años. Soy morena clara, dicen que tengo ojos y labios muy bonitos y que tengo cara de niña, mis pechos son proporcionados a mi cuerpo y tengo mucho culo. No me considero sexy, más bien gordibuena. Mi cara de niña es una máscara que esconde debajo una loquita de libido súper desarrollado con una enfermiza adicción a leer relatos eróticos.
Fernando por su parte es un hombre maduro de unos 50 años. Si bien no era alguien fitness, si se mantenía en una condición mejor a las de muchos hombres de su edad. Su piel es blanca, con cabello negro corto y una barba en forma de candado adornada con canas que lo hacian verse mas interesante. Está divorciado con 2 hijos, un joven de 16 y un peque menor los cuales ya conocí y me llevo super bien con ellos y me adoran. Su familia es de dinero, tiene su negocio propio de embotelladora de agua y ahí es donde yo trabajo y ahí mismo fue donde nos conocimos. Siempre me había topado con puro patán que solo me cogían y me botaban como si fuera basura, así que esta vez tenía a alguien que me trataba como princesa y eso me gustaba.
Y bueno, después de un tiempo de relación me propuso que me mudara de departamento y que él me pagará los gastos, lo cual obviamente acepté. Lo que les voy a contar sucedió un día que ya preparándome para mi mudanza decidí hacer una venta de varias de las cosas que tenía guardadas en mi departamento. Cosas que no quería llevarme como dvd 's, comic books, figuras de acción y muñecas, libros, videojuegos e incluso hasta un par de canastos llenos de ropa vieja que ya no usaba. Cosas que fui coleccionando con el tiempo y que ahora ya no les encontraba mucho provecho.
Puse lo que le dicen “una venta de garage”, que no es más que sacar cosas a vender ahí afuera de mi casa. Instalé un par de mesas y saqué una silla y me senté dispuesta a vender todo lo que ya no necesitaba y de pasada hacer un poco de dinero que bien que me hacía falta.
“Puta! Aparte de puta ahora eres vendedora callejera. Eres una vergüenza, Megan!” me dijo mi gato cuando me vió ahí sentada afuera de mi departamento vendiendo mis tiliches.
“Callate gato culero, que capaz y también a ti te vendo!” le conteste a mi odioso gato. Solía tener ese tipo de conversaciones imaginarias con mi gato. Estoy un poquito loca, lo sé.
Ya habían pasado un par de señoras a comprarme cosas, así como chiquillos que viven en la vecindad cruzando la calle que se habían llevado algunos comics. Una pareja de novios se llevaron también un par de figuras de acción contentos de haberlas encontrado a un precio tan accesible. Pintaba para irme muy bien en mi venta y apenas llevaba una hora ahí afuera. O eso pensé. Ya pasadas las dos horas me empecé a desesperar, pues el calor ya estaba más fuerte. Al estar ahí sentada ya había empezado a sudar y sentí como un chorrito de sudor bajaba por toda mi espalda hasta llegar a perderse en la raya de mis nalgas para bajar hasta mi culo y panocha. Me había puesto un vestido gris de manga corta y abajo terminaba en minifalda para según yo estar fresca, pero no contaba con que el calor iba a ponerse fuerte y ahora sufría las consecuencias.
Ya estaba pensando en recoger todo y meterme a mi departamento cuando llega un auto y se estaciona un poco adelante de la calle y de él descendió un chavo guapetón que se encaminó a donde yo me encontraba. Se veía como de entre 26-27 años, traía una camisa blanca con los botones superiores sueltos dejando ver un collar con un crucifijo y un pantalón de mezclilla azul que parecía desgastado. Era alto y delgado, justo como me lo recetó el doctor.
“hola! ¿Puedo ve lo que tienes en venta?” me dijo con una sonrisa.
“Por supuesto, mira con confianza y si ves algo que te guste pregunta sin pena” le respondí devolviéndole la sonrisa. El chico se puso a mirar entre las cajas que tenía en las mesas y luego de poco tiempo sacó un comic book.
“Wow, me llevo este! Es el #1 de WildCats de Jim Lee, en su primera aparición” me dijo emocionado mostrándome su hallazgo.
“Asi es, es su primer comic book con Image después de renunciar a Marvel comics” le dije con mi sonrisa de tonta que tengo.
“Vaya, una chica que sabe de comics! Me sorprendiste con el dato, debo decirte” me respondió genuinamente sorprendido “¿Y este cual es?” me dijo mostrándome otro comic.
“Ese es la primera aparición de Red Guardian en Avengers, pero es una reimpresión del original. No tiene mucho valor, la verdad” le dije presumiendo un poco de mis conocimientos geek.
“Wow, se ve que sabes del tema. Me llevaré estos 2 y veré qué más cosas tienes” me dijo con una linda sonrisa que hasta me hizo olvidar por un momento que tenía mi culo sudado.
El chico siguió buscando entre las cajas que tenía en la mesa mientras yo disimuladamente lo veía hacer. Rayos, si no fuera porque ya estaba yo comprometida con mi novio maduro si no juro que yo misma lo hubiera invitado a salir a este guapo chico. Me regañé a mi misma por tener esta clase de pensamientos y me puse a ver mi celular mientras alcanzaba a ver como el chico miraba con detenimiento algo en el canasto de ropa que estaba bajo la mesa.
“¿Todo está en venta? ¿Todo lo que se encuentra aquí?” me pregunto mientras dejaba sus manos dentro del canasto. Desde donde yo estaba no alcanzaba a ver qué era lo que sostenía en sus manos.
“Si, claro. Tu agarra lo que gustes y te digo el precio de cada cosa. Estoy dando todo barato. Lo que quiero es vender todo si es posible” le dije de nuevo con mi carita de niña tonta.
“¿A qué precio está esto?” me pregunto sacando sus manos del canasto y poniéndolas en la mesa mostrándome lo que en ellas tenía.
“Oh Dios! ¿Que hace eso ahí?” le dije con sorpresa al ver que tenía en sus manos un par de calzones míos. Sentí mi cara ponerse roja como un tomate.
“¿Cuanto cuestan?” me volvió a preguntar el chico.
“Jajaja no, no están en venta. Debí haberme confundido y en vez de sacar el canasto de ropa para vender saqué el de la ropa sucia. Que pena, jaja. Ponlas de nuevo en el canasto” le dije en medio de un leve ataque de risa nerviosa.
“¿Bueno pero, en cuanto me las vendes?” repitió la pregunta sin soltar de sus manos mi ropa interior. La acariciaba con las llemas de sus dedos haciendo presión en la parte donde quedaba mi panocha. Para horror y vergüenza mía pude ver que mis calzones estaban sucios de una mancha blanquecina y otros desechos corporales que no quise siquiera pensar que eran. Sentí de nuevo mi cara caliente y roja como tomate.
“¿Es en serio tu pregunta?” le dije.
“Si, considerando en donde han estado. Te doy $$$ por ellas. Vendelas por favor” me dijo ofreciéndome una buena cantidad de dinero. Mucho más de lo que realmente valía ese par de ropa interior.
“¿Pero para qué? ¿No serás de esos pervertidos que gustan de usar ropa femenina? le dije extrañada pero sintiendo un pequeño cosquilleo en mi panochita.
“Jajaja, no no, claro que no soy de esos. Es más, te doblo la oferta si me vendes las que tienes puestas en estos momentos. ¿Aceptas?” me respondió. La oferta inicial era buena, pero el ofrecimiento a doblar la cantidad era más que atractivo.
“Oh, rayos. Es muy tentadora tu oferta jeje. No se, me dan nervios” le dije con una pequeña risa que denotaba mi nerviosismo que le acababa de decir.
“¿Como son las que tienes puestas ahora?” me preguntó ya tomando más confianza.
“Son de color blanco con estampados de unicornio en color rosa” le dije sin siquiera dudar por un momento mi respuesta. Los unicornios eran mis criaturas favoritas.
“Vendemelas!” me insistió.
“Estan sucias. Tengo dos horas aquí en el calor sudando como condenada. No creo que te gusten” le dije ya solo para aparentar pudor. Bien sabía yo por tantos relatos que he leido que entre más sucios están los calzones, más morbo les produce a los hombres.
“Muestramelas. Quiero ver la mercancía antes de comprarla” me dijo con una sonrisa que esta vez me pareció más perversa que las anteriores.
No puedo negar quien soy. La putilla que vive dentro de mi emergió a causa del morbo que había provocado esta inesperada situación. Mirando a ambos lados de la calle, me senté en la silla y poco a poco abrí mis piernas. El chico, que hasta entonces ni siquiera sabía su nombre, pareció entender la señal y se agachó en la mesa como si estuviera buscando algo en el canasto de ropa pero lo que hacía era posicionarse justo frente a mis ya abiertas piernas.
Sentí como mi panocha segregaba jugos a causa de tan morboso momento. Ahí estaba yo mostrándome ante un desconocido que no perdía vista de lo que tenía enfrente a sus ojos.
“Wow...se te ve bien abultada la puchita. ¿Te depilas? me preguntó ya con toda confianza.
“No, a mi novio le gusta que la lleve cubierta de mucho vello púbico. Por eso se me ve así” le respondí de nuevo sintiendo la cara roja, pero esta vez de excitación y no de vergüenza.
“Quitatelas, las quiero ya. No creo aguantar mas si sigo solo viendote” me dijo el chico sin nombre, a lo cual yo obediente accedí poniendo mis manos a los lados de mis caderas y empezando a bajar mi calzón por encima de mi vestido. Era difícil pero podía hacerlo.
El chico no perdía de vista mis movimientos cuando bajé mi ropa interior por mis gordas piernas tratando de hacerlo disimuladamente por si alguien nos estaba viendo. Finalmente pude quitarmelas y haciendo una bolita con ellas, se las di en su mano. La tomó y sin pudor alguno las llevó a su nariz, olfateando mis olores para luego guardarlas en el bolsillo de su pantalón. Acto seguido sacó su cartera y contando algunos billetes me dió el dinero prometido por mis panties más el costo del par de comic books junto con dos pequeñas tarjetas blancas.
“¿Como te llamas?” me dijo al momento que me daba los billetes.
“Megan. Me llamo Megan Ramirez ¿Y tú? Dime tu nombre por favor” siempre me ha gustado pedir las cosas por favor y poner cara de niña inocente. A los hombres les encanta que las mujeres les roguemos por cualquier cosa.
“Mucho gusto, Megan. Ahí en mi tarjeta está mi nombre y mi número de teléfono. “¿Me darías tu numero tambien?” me respondió sin decirme su nombre. Tomé la tarjeta y sin pensarlo le anoté mi nombre y apellido y mi número de teléfono celular. La otra tarjeta con sus datos la guardé no sin antes darle un vistazo a su nombre.
“Mucho gusto, Rafael” le dije regresándole la tarjeta con mis datos y sonriéndole con mi cara de niña buena para verlo como la tomaba y se alejaba hacia su carro con su mano apretando el bolsillo de su pantalón.
Y ahí quedé, en la calle y sin ropa interior viendo como ese chico se alejaba en su auto por la calle. Ya tenía una relación estable con un hombre maravilloso. ¿Entonces por qué estaba aquí haciendo estas cosas? Quizás mi gato tenía razón y yo no era más que una putilla y siempre lo iba a ser, por más que la vida me presentara oportunidades de cambiar.