Una chica normal 3 - cogiendo con un desconocido.
Mis planes se vienen abajo pero al final terminó cogiendo bien rico con un desconocido.
“Dios mío...no pares, no pares!” decía yo gimiendo mientras Fernando, mi jefe en mi nuevo empleo, me arremetía con su dura verga entrando y saliendo de mi empapada panocha.
“Mmmnf...me encantas Megan, me fascinas. Pero si sigues moviéndote así no creo aguantar mas. Voy a venirme, Meg, voy a venirme” me respondió mi amante con voz entrecortada y falto de aire, signo inequívoco que está a punto de soltar su leche en mi interior.
“No importa, no importa! No pares, llename de leche mi amor ¡Préñame si quieres! Pero no me la saques! NO ME LA SAQUES!” le grité mientras me retorcia sintiendo como su verga temblaba dentro de mi.
Estaba acostada con mis piernas abrazando a mi jefe, mientras él estaba encima dándome fuertes estocadas que sentía cada vez más dentro de mi. Ambos bañados en sudor besándonos boca, cara, cuello, todo. Solo separándonos un poco para poder decirnos cosas de amor. No las clásicas frases guarras que yo solía decir. No, no esta vez, Este hombre me estaba tratando con cariño, con amor. Y yo le correspondía al 100 por ciento.
¿Pero cómo había llegado hasta este punto?
¿Porque estaba cogiendo con Fernando, un maduro de 45 años y que era mi jefe en mi lugar de empleo y que apenas tenía una semana de conocerlo?
No sabía si estaba casado o soltero, no sabía nada de él. Él era quien me había entrevistado para ver si era apta para el puesto al que yo estaba solicitando en mi lugar de trabajo, y fuera de eso solo había cruzado un par de palabras con él durante esta semana pasada.
Y aun asi ahi estaba yo dejandome coger por el y pidiéndole que me preñara.
Voy a empezar desde el principio para que entiendan.
Mi nombre es Megan, y como lo dice el titulo de mis relatos, me considero una chica normal. No el tipo de chica esplendorosa y monumental que abundan en muchos de los relatos aquí en la página. Más bien ese tipo de chica que tienes de vecina. Que topas en el transporte público. Que la ves y quizás piensas “Oh mira, qué chica tan linda”. Pero para nada me confundieron con una modelo o una estrella porno.
Tengo 24 años. Soy morena clara, dicen que tengo ojos y labios muy bonitos y que tengo cara de niña, mis pechos son proporcionados a mi cuerpo y tengo mucho culo. Pero también esos kilitos de más, hacen que no pase desapercibida la mirada de los hombres. No me considero sexy, más bien gordibuena. Pero no se dejen engañar. Mi cara de niña es una máscara que esconde debajo una loquita de libido súper desarrollado con una enfermiza adicción a leer relatos eróticos.
Como les conté en mis relatos anteriores mi crisis económica me había obligado a coger con mi rentero, un señor de 60 y algo de años a cambio de que me perdonase el pago de la renta. Y si bien al principio me había desagradado la idea no solo de prácticamente estarme prostituyendo y encima con un hombre tan grande de edad, acepto que terminé gozando como loca la cogida que me había dado ese hombre. Y bueno pues ya había llegado el siguiente mes y si bien me había prometido no volver a vender mi cuerpo a cambio de la renta, decidí hacerlo una última vez. Y aunque ya había conseguido otro empleo extra y ahora contaba con el dinero para pagar este mes, pudo más mi necesidad (o avaricia) y puse manos a la obra a hacer memorable esta última vez. De esa forma podría usar el dinero que era para la renta en comprar alguna otra cosa que necesitara o pagar algún servicio.
Me había levantado más temprano de lo usual ese día para darme un baño, y luego de salir de la ducha procedí a darme una manita de gato y ponerme bella. Ya frente al espejo me maquillé mi rostro, puse sombras en mis ojos, rizando las pestañas y escogí un provocador lápiz labial en color rojo. Me puse un sostén de media copa color megro que si bien cubría mis pezones también dejaba a la vista parte de mis oscuras areolas. No soy mucho de usar tangas ya que al ser un tanto de complexión rellena y ser muy culona, siento que no luzco las tangas como las lucen las chicas de cuerpos más estilizados. Más delgadas, pues. Aparte de que la sensación de tener metido un hilo en medio de mi gordo culo nunca me ha parecido placentera.
En cambio opté por un calzon tipo cachetero tambien de color negro, el cual por mi ya mencionada complexion robusta me quedaba super ajustado. Y a pesar de ya haberme depilado mi área pública (aunque me había dejado una ligera capa de vellos, pues no me gusta estar totalmente sin pelos) por alguna razón mi panocha ya sea que ande en jeans, calzon o traje de baño, siempre se mira muy abultada. Las veces que he ido a la playa o la alberca me muero de pena y siento que todo mundo se queda mirando el panochon que me cargo.
Sacándome yo misma de mis pensamientos me levanté para verme al espejo y me gustó lo que vi. Ahí estaba yo, con un conjunto combinado de cachetero y sostén de media copa que mostraba la mitad de mi tetas, cabello humedo y mis labios rojos me hacían ver como toda una puta. Aunque no tenía un super cuerpo y era yo más robusta que delgada, tampoco tenía celulitis ni estrías y mi vientre aunque no era tan plano como quisiera, tampoco estaba tan tirada a la calle. Miré el reloj y ya faltaba poco para que llegara mi rentero.
“Puta!” escuché decir a mi gato mientras me miraba fijamente con su mirada inquisidora. Obviamente mi gato no hablaba pero al ser mi única compañía acostumbraba tener conversaciones mentales con él.
Me acomode unos pocos pelos que escapaban por las orillas de mi calzón y me senté a esperar. Sería la última vez que cogiera al viejo y quisiera hacerlo de manera memorable. Después de todo él siempre se había portado bien conmigo y sentía que se lo merecía.
Mire mis rostro en el espejo y empecé a hacer caras y gestos tratando de verme sexy y puta, pero la verdad mi cara de niña no me ayudaba. Ese era mi problema, que por más que intentara verme seductora me costaba trabajo. Aunque algunas de las parejas que había tenido me comentaban que mi cara de menor de edad era lo que mas los calentaba. Bajé mi mano y la metí por mi calzón hasta alcanzar mi puchita abriendola con mis dedos. Empecé a dedearme con fuerza, tratando de lubricarme para que don Luis me cogiera en cuanto llegara. No quería perder nada de tiempo. Al primer dedo se le unió un segundo y luego un tercero más. Empecé a gemir con cada metida de dedos que me daba y me veía al espejo mi rostro tratando de parecer una puta golosa. Intenté meterme otro dedo más, pero sentí un poco de dolor al abrirme la panocha mas de lo que estaba acostumbrada y desistí del intento. Como siempre hubiera querido meterme la mano entera pero me fue imposible.
“Eres una puta que da las nalgas por dinero!” volvió a atacar a mi gato, brincando encima del mueble donde se encontraba el espejo para verme de cerca, seguramente atraído por el olor que despedía mi empapada vagina.
“Ughhh...Diooss” dije dejando escapar un gemido, imposibilitada de contestarle a mi gato al tiempo que veía mi reflejo en el espejo con mi carita arrugada por el placer y con la lengua de fuera.
“No eres más que una pequeña zorra que vende el culo a viejos por dinero. Tus padres se avergonzarán de ti si lo supieran. Puta!” volvió a increparme el estúpido gato.
“Chinga tu madre, puto gato! Si no fue porque vendí las nalgas este mes no hubieras tragado croquetas, pendejo malagradecido!” le respondí tirándole un manotazo del cual escapó dando un ágil salto.
Mi conversación imaginaria con mi gato había cortado la inspiración y además después de todo no quería terminar con un orgasmo mi pequeña sesión de masturbación. Solo quería calentarme para que en cuanto llegara don Luis me cogiera en cuanto entrara a mi departamento. Meti a mi boca mis dedos empapados de mi cremita vaginal y empecé a lamerlos y chuparlos como si de un dulce se tratara. No tengo tendencias lésbicas y no se si las demás chicas acostumbran probar sus propios jugos, pero a mi me encantaba hacerlo. Ya no había pudor en mi, estaba ardiendo en calentura y necesitaba que me dieran verga urgentemente.
TOC TOC!
Escuché cómo golpeaban a mi puerta y emocionada me levanté de mi silla para de prisa dirigirme a abrir la puerta a mi anciano cogelon. Me miré por última vez en el espejo y quedé fascinada con mi reflejo. Mi rostro y mi cuerpo formaban una combinación de niña puta que estoy segura cualquiera perdería los estribos nada mas al verme. Y el suertudo este día sería mi rentero don Luis. No me cubri con una bata o toalla ni nada. Quería sorprenderlo recibiendolo de esa manera, solo vestida con mi conjunto de sostén de media copa y mi cachetero que marcaba mi panocha haciendo lo que llaman cameltoe y por detras bien metida en mi culo de forma obscena. No podía esperar más, abrí la puerta de golpe para sorprender a don Luis.
La sorprendida fui yo.
“Muchachita, por Dios! ¿Como se le ocurre abrir la puerta vestida de esa manera? ¿Que tal si el que toca es uno de los vagos de la colonia? ¿O si es Luis el que tocó a su puerta en vez de ser yo? ¿No lo hiciste con esa intención de que él te viera así, verdad?” me dijo la señora regordeta que estaba parada en mi puerta, mientras me miraba de arriba a abajo seguramente pensando lo peor de mi. No sabía su nombre pero la reconocí de algunas veces que la había visto anteriormente. Era la esposa de don Luis.
“Perdon, perdon...lo hice sin pensar...es que...creí que era otra persona quien tocaba. Dios, que pena con usted” le respondí muerta de vergüenza. Tan sorprendida estaba yo que me quede ahí parada en la puerta semi desnuda enfrente de la señora y sin hacer el mínimo movimiento para cubrirme.
“Pues no sé a quién estabas esperando y no sé con qué intención lo haces, pero esas no son formas de recibir a la gente. Pagame la renta por favor. Y si tienes una tizna de vergüenza cúbrete un poco, que los vecinos te están viendo” me dijo la seño con un tono bastante molesto.
“Si, si...perdón. Ya regreso con la renta” atiné a balbucear solo eso para luego meterme a mi hogar cerrando la puerta tras de mi.
“Mierda. Mierda. Mierda!” me maldecí a mi misma mientras sacaba el dinero de mi bolso para después contarlo. Por fortuna sí tenía toda la cantidad completa. Pero adios mis planes de salir de compras y consentirme con alguna ropita para mi. No contaba con que la esposa de don Luis iba a venir a cobrar hoy en vez de él. En un santiamén me había quedado sin dinero y con tremendas ganas de coger.
“Aqui está el dinero, está completo” le dije a la esposa de mi rentero tras abrir la puerta un poco pero esta vez solo sacando mi cabeza por la abertura. Vi como ella contaba el dinero con evidente desconfianza.
“No se a que te dediques, ni me importa saber en qué trabajas. Pero si estas metiendo hombres aquí al departamento te sugiero que hagas tus negocios en otro lado. No quiero gente extraña en mi vecindad. La vez pasada Luis llegó muy bañadito y oliendo diferente. Mas te vale que no sea lo que estoy pensando, muchachita. No quiero correrte de la vecindad pero lo haré si es necesario. Los vecinos me tienen en comunicación de todo lo que pasa aquí. Así que ya sabes” dijo la vieja arpía para luego darse la vuelta y dejarme ahí sin poder articular palabra.
Entré meditabunda a mi departamento. ¿Me había acusado de ser prostituta la esposa de mi rentero? ¡Pinche vieja culera! Pero bueno, tenía que reconocer que quizás no estaba tan equivocada. Después de todo había cogido con el viejo a cambio de no pagar la renta y si no fuera porque hoy vino la vieja, ahorita lo estaría haciendo de nuevo.
“Awww pobrecita, te quedaste caliente y sin dinero. ¿Quieres que te traiga tu dildo desodorante?” dijo el gato acostado en el sofá y vi como me miraba con lo que yo podía asegurar era una sonrisa burlona.
“Pues yo me habré quedado sin coger pero tú te vas a quedar sin tragar croquetas, pinche gato malnacido!” le grité al mismo tiempo que le lanzaba uno de mis zapatos el cual esquivo dando de nuevo un hábil salto.
Estaba por levantar mi zapato para volver a atacar al gato cuando se escuchó de nuevo el TOC TOC! de la puerta. Seguramente la vieja había regresado de nuevo. Me dirigí a abrir, valiéndome madre si estaba semidesnuda. Al fin y al cabo yo era una prostituta, según la vieja arpía. Abrí la puerta completamente. Que la pinche vieja viera lo que se había comido su viejo el mes pasado.
De nuevo me tomaron por sorpresa.
Parado afuera de mi puerta estaba Fernando, quien era mi jefe en el nuevo empleo que acababa de conseguir apenas hace una semana atrás.
Fernando es un hombre maduro de unos 45 años aproximadamente. Si bien no era alguien fitness, si se mantenía en una condición mejor a las de muchos hombres de su edad. Su piel es blanca, con cabello negro corto y una barba en forma de candado adornada con canas que lo hacian verse mas interesante. Y por supuesto él estaba tan sorprendido como yo.
“Diablos! Qué manera de recibirme” dijo Fernando en tono de broma como para aligerar la situación y con una cara de sorpresa total “Te faltaron unos papeles por firmar, por lo de tu contratación, Y me tomé la libertad de buscar tu dirección para venir a traetelos a tu casa. Pero creo llegué en un momento inoportuno”
“Ay Dios, qué pena. No creas que así recibo a la gente que viene a casa. Lo que pasa es que...jeje, perdon. No se ni que decir jeje. Gracias por los papeles. ¿Gustas pasar por un vaso de agua?” le contesté muerta de pena. Todo parecía que este día nada saldría bien.
“Pues si, acepto el vaso de agua, De hecho lo necesito” me respondió al mismo tiempo que luchaba por no pasar su mirada por todo mi cuerpo, cosa que le era imposible.
Abrí la puerta dejándolo pasar detrás de mí y me dirigí a la cocina mientras él permanecía en la sala, obviamente dándole una vista total de todo mi calzon cachetero que adornaba mi culo mientras me alejaba. No tardé mucho en regresar con un vaso lleno de agua con hielo.
“Creo te debo una explicación, Fernando. ¿Esta bien que te llame por tu nombre? Después de todo eres mi jefe” le dije mientras él tomaba del vaso de agua. Yo permanecía en paños menores frente a él. La verdad ni siquiera había intentado cubrir mi semi desnudez.
“Ah no te preocupes. Es tu casa y puedes hacer lo que tu gustes, no es necesaria tu explicación. Y esta bien que me llames por mi nombre. Después de todo soy tu jefe en el lugar de trabajo pero aquí solo soy un visitante mas en tu casa. Y gracias por el agua fría, la necesitaba” dijo sonriendo.
¿Es mi casa y puedo hacer lo que yo quiera?” le pregunté y sin darle tiempo de contestar me abalancé hacia él y rodeándolo con mis brazos le besé los labios de forma brusca, salvaje, metiendo mi lengua en su boca al mismo tiempo que pegaba mi cuerpo al suyo.
“¿Megan? No entiendo...o sea, ¿que pasa?” me decía Fernando despegando sus labios de los míos para poder hablar, con sus brazos abiertos sin atreverse siquiera a tocar mi cuerpo.”
“Por favor, no me rechaces. No me rechaces por favor. Lo necesito. Necesito esto. Necesito tu verga. No me rechaces por favor” le dije ya con lagrimas en mis ojos. Por alguna razón todo lo de mis fallidos planes, la falta de dinero y la sorpresa de tener en casa a mi jefe, aunado a mi tremenda calentura me habían causado un estado de stress repentino que ahora dejaba escapar en forma de llanto.
Fernando al verme de esa manera ya ni siquiera contestó. Tomo mi rostro con sus manos y esta vez fue él quien me besó, pero a diferencia de mi beso mórbido, él lo hizo lento, con cariño. Me gustó la forma en que lo hizo. Le respondí el beso de igual manera, mientras sentía ahora si sus manos recorrer mi espalda, para luego bajar a mi cintura, rodear mis cadera y finalmente posar sus manos en mi culo. Sentí como me apretaba las nalgas, las sobaba y las abría. Pero no de forma brusca ni desesperado como lo hiciera don Luis. No, Fernando lo hacía suave, con delicadeza. A pesar de estar casi desnuda frente a él, de ni siquiera conocernos y de prácticamente yo rogarle por que me cogiera, él se tomaba su tiempo. No era brusco ni avorazado.
Sentí como sus labios dejaron los mios para bajar lento a mi cuello, besándome y dando leves mordiscos en mi piel. Noté como sus manos tomaban el elástico de mi cachetero para bajarlo lentamente por mi ancho culo, jalando un poco para destrabar la tela del calzón que había quedado atrapada en medio de mis nalgas. Bajó la pieza de tela por mis piernas, las cuales levanté una y luego la otra para ayudarle a sacarla para asi quedar desnuda de cintura para abajo.
De reojo vi a mi gato mirándome fijamente, sin perder detalle de lo que pasaba. Y podría jurar que se sentía celoso.
Empecé a desabotonar su camisa, despacio, tratando de emular su calma. Mis nervios no me permitían hacerlo bien y él tuvo que intervenir, terminando con sus botones y quitándose la camisa. Me encantó ver su pecho lleno de vellos, como bajaban por todo su estomago haciendo camino hasta perderse en la orilla de su pantalón. Traté de desabotonar su pantalón empezando por su cinturón, a lo cual Fernando tuvo que ayudarme de nuevo. Mi calentura había dado paso a un extraño nerviosismo que no podía contener. Me sentía nerviosa, con miedo. Como si fuera mi primera vez, por ridículo que eso pareciera. Verlo desnudo, con su dura verga apuntando hacia mi, fue extraño. Fue como si viera una verga por primera vez. Sentí como mi puchita soltaba jugos como si me estuviera meando.
Acostumbrada estaba a que todos los hombres con quienes había estado hasta ahora me tomaran con prisa, me desnudaron, me empinaron y me ensartaron la verga como si fuera lo último que iban hacer en su vida. Fernando me estaba tratando diferente. Con calma, con delicadeza. Como si temiera romper. Me imagino que la diferencia de edades le hacía verme y tratarme como niña. O quizás esa era su forma que tenía de portarse siempre. No se, solo sabía que me estaba fascinando su forma de tratarme. No sabía nada de él. Si estaba casado, soltero, nada. Bien podría ser un asesino serial y ahí estaba yo entregándome a él. Pero me estaba tratando con tanta ternura, que me hacía sentir protegida, amada.
Juro por mi gato que lo amo a pesar de todo, que nadie nunca antes me había tratado de esa manera. Esta vez no me trataban como un objeto, no. Me trataban como una mujer, o una niña quizás.
Me ayudó a quitarme mi sostén, para luego sin perder tiempo empezó a besar mis pechos poniendo atención extra en mis duros pezones. Le dije que me mordiera y me obedeció sin dudar. Sentí sus dientes apretando mi duro pezón derecho, luego el izquierdo. Una ligera oleada de dolor me hizo gemir como putita. Cambiando de roles, ahora fui yo quien empecé a besarle el pecho, pasando mi lengua por todo su vello y enredando mis dedos en él. Poco a poco, tratando de no verme tan desesperada, bajé por todo su estómago sin dejar de besar su cuerpo, dejando un camino de saliva desde arriba hasta abajo para finalmente llegar a su erecta verga.
Era gruesa y llena de venas también muy gruesas. No tan larga como la de don Luis pero más gorda. Olía a limpio como si se acabara de bañar. Se me antojaba mucho más que la de mi viejo rentero. Le dí tiernos besos en la punta de su cabeza, probando las primeras gotas de líquido seminal que dejaba escapar. Me sabían dulces. Sentí como posaba su mano por mi rizado cabello para acariciarme, pero sin empujarme o forzarme a que le mamara la verga como casi todo mundo lo hacía al tenerme en esa posición. Está siendo tan paciente que dudé por un momento si quería cogerme o pensaba seguir así con solo caricias.
Sin perder más tiempo me introduje su verga en mi boca y lo sentí tensarse. Empecé a bajar poco a poco por todo su tronco tratando de acomodar toda su verga por completo dentro de mi. Si al principio no me había parecido tan larga, al estar tragando de a poco me hizo cambiar de opinión. Aun me faltaba un poco para meterla por completo y ya la sentía muy dentro de mi garganta. Cerré mis ojitos apretandolos, luchando por aguantar la primera arcada. A algunas de mis parejas sexuales les encantaba oír como me ahogaba y hacía sonidos guturales cuando me forzaban su vergota por la boca. Incluso eran tan bruscos que terminaba yo vomitando la verga de saliva y mocos. Pero esta vez trataba de no llegar a eso. Fernando se estaba portando tan tierno conmigo que no sabía si al escucharme hacer mis sucias arcadas rompería ese momento mágico que estábamos viviendo. Hoy quería ser una princesa y no una puta.
Finalmente logré engullir por completo su trozo de carne, sintiendo mi nariz aplastarse contra su área pélvica y sus vellos púbicos en mi cara. Logrado mi cometido, como si fuera resorte me aparté de golpe sacando su verga para jalar aire con mi boca abierta. No perdí tiempo y de nuevo volví a tragarme su duro tronco pero esta vez ya en un rápido mete y saca. No quería hacerlo venir aún pero tenía yo tantas ganas de coger que no me importaría si en ese momento me llenaba la boca de su rica leche. Lo escuché gemir de forma leve para luego ir en aumento sus gemidos, sus quejas. Supongo que llegó un momento en que sintió que explotaría en mi boca que de forma tierna tomó mi cabeza y la sujetó haciéndome saber que debía detenerme. Me tomo de las manos con las suyas y me jaló hacia arriba hasta quedar ambos de frente, para enseguida besarme y esta vez sí con más pasión. Con nuestras lenguas jugando dentro de nuestras bocas.
Me acostó en el sofá, para luego subirse encima de mi cuerpo. Bajé mi mano para tomar su verga y la apreté entre mis dedos. La sentí de nuevo dura, gruesa y larga. La sobaba y la apretaba, y luego bajaba mi mano para acariciar sus huevos. Tome su duro garrote y lo puse en la entrada de mi peludita cueva. No tuve que decir ni hacer más. Fernando empezó a hacer presión en mi, penetrandome lento, poco a poco. Sin prisa. Incluso pareciera que temiera lastimarme. ¡Y eso me encantó! Sentía como su falo se abría camino en mi de forma lenta, como iba abriendo mis paredes vaginales. Cerré mis ojos mientras él me llenaba de besos mi rostro.
Finalmente lo sentí entrar en mi totalmente, llegando hasta topar el fondo de mi empapada panochita. Pasé mis piernas por detrás de su espalda, aprisionandolo como para no dejarlo salir de mi. Fernando entonces inició un mete y saca despacio, mientras veía fijamente mi rostro. De nuevo empecé a llorar. Me sentía tonta pero no podía evitarlo. Siempre me habían tratado como una putita, y no niego que me encantaba ese trato y ponía todo lo que yo pudiera de mi parte para que me siempre me trataran así. Pero esta vez al ser todo distinto no pude evitar que eso me afectara en mis sentimientos. Por lo menos mi jefe (y ahora mi amante) se reservó el no preguntarme nada, solo me limpiaba mis lágrimas con sus besos.
La cogida fue corta, más de lo que normalmente duraban mis cogidas. No hubo movimientos bruscos, no manoseos fuertes ni dedos queriendo penetrar mi culo. Todo fue lento, pausado y con mucho cariño. A los 10 minutos aproximadamente Fernando empezó a acelerar sus movimientos, saliendo y entrando de mi panocha cada vez con más velocidad, sintiendo sus embates por primera vez un poco mas violentos.
“Dios mío...no pares, no pares!” decía yo gimiendo mientras Fernando, mi jefe en mi nuevo empleo, me arremetía con su dura verga entrando y saliendo de mi empapada panocha.
“Mmmnf...me encantas Megan, me fascinas. Pero no creo aguantar mas. Voy a venirme, Meg, voy a venirme” me respondió mi amante con voz entrecortada y falto de aire, signo inequívoco que está a punto de soltar su leche en mi interior.
“No importa, no importa! No pares, llename de leche mi amor. Préñame si quieres! Pero no me la saques! NO ME LA SAQUES!” le grité mientras me retorcia sintiendo como su verga temblaba dentro de mí llenándome el útero de semen.
Mentiría si dijera que supe la cantidad exacta de chorros de leche que soltó dentro de mi. Pero si senti que fueron varios disparos, y también como mi panocha empezaba a llenarse de su rico líquido caliente. Al mismo tiempo que el me rellenaba de mecos yo tambien senti como mi cuerpo se tensaba para luego retorcerme en un orgasmo que me hizo sentir la muerte chiquita.
“Ahhhh Dios! No pares papi, no pareeees! Llename de leche, mi vida. Llename por favor. Hazme un hijo, hazme un hijo ahora! Dios!” finalmente me solté diciendo frases que si no eran guarras como yo solía decirlas, si lo bastante calientes y morbosas para que mi amante arreciaba sus embates tan solo de oirlas, depositando su semilla en el fondo de mi útero. Nunca había pasado por mi mente el deseo de ser madre, incluso me daba temor de salir embarazada. Pero esta vez no sabía el porque realmente deseaba que este hombre me preñara.
Permanecimos en silencio como por 5 minutos, ambos tratando de recuperar el aliento abrazados y sudorosos. Fernando se separó de mí para luego poner su vista sobre mí.
“Lo sé, estoy despedida verdad?” le dije esbozando una tímida y cansada sonrisa.
“Jaja claro que no! ¿Porque habria de despedirte? Esto es de lo más raro que me ha pasado en mi vida. Estoy sorprendido. Pero claro que no me desagradó nada de lo que acaba de pasar. Y mucho menos te despediría. De hecho, te ruego que no vayas a renunciar. No después de esto” me dijo para luego darme un pequeño beso que le devolví.
“Siento que te debo una enorme explicación, Fernando. Obviamente te la mereces” le dije mordiendo mis labios y luchando por no llorar de nuevo.
“No me expliques nada, por favor. Dejalo asi ahora, y si sientes la necesidad de explicarme hazlo otro dia” me dijo para luego levantarse buscando su ropa.
“¿De verdad no quieres una explicación?” le dije mientras lo veía vestirse, Yo permanecí desnuda acostada en el sofá.
“Mira, yo no sé nada de ti y tu no sabes nada de mi. Ambos tenemos muchas cosas que contar y explicar, ¿no crees? Dejémoslo así hoy, y mañana vengo por ti para tomar un café y pues...conocernos bien. ¿Te parece?” me respondió mi jefe posando su mirada en mí esperando mi respuesta.
“Pero por supuesto que me parece bien! Avísame una hora antes para ponerme bonita para ti. Espero que ya con ropa puedas reconocerme jaja” le dije bromeando y ya sintiéndome aliviada de mi stress y sobre todo de la calentura que me aquejaba hace apenas unos minutos antes.
“Ok, entonces es una cita. Ten mi tarjeta, háblame en caso de que quieras cancelar u otra cosa. Me tengo que ir, pero de veras espero no canceles la cita” me dijo dándome una tarjeta con su nombre y numero de celular para luego darme un tierno beso en mis labios y dirigirse hacia la puerta.
“Por nada del mundo cancelaría esa cita, Fernando. Por cierto! Estoy tomando anticonceptivos. Así que no te preocupes por lo que dije de preñarme y esas cosas jaja” le respondí sintiendo mi rostro rojo de vergüenza.
“Ahh, no te preocupes. Ya te contaré todo lo que quieras saber de mi” me dijo al mismo tiempo que lo veía salir de mi hogar.
Me quedé sola y pensativa aun acostada en el sofá, viendo aparecer a mi gato y como se acercaba poco a poco hacia mi. En mi pinche imaginación loca lo notaba como molesto o celoso.
“¿Que pasa? ¿Estás enojado? Me importa un carajo. Me encantó y disfruté esto como no tienes idea. Me he topado con puro patán y aprovechado y lo sabes. Tengo el presentimiento que Fernando es diferente. ¿No lo crees tú?” le dije al minino que por primera vez no me respondió. Tomándolo por sorpresa lo atrapé entre mis manos y lo abracé fuertemente contra mi desnudo cuerpo, sintiendo como luchaba por escapar de mi.
“Te quiero, maldito gato. Te quiero a pesar de que chingas mucho. Y quiero que estés tan feliz como me siento yo” le dije llenándolo de besos.
Permanecí acostada en el sofá haciendo cuentos de Disney en mi imaginación donde me veía yo misma con Fernando felices para siempre hasta quedarme dormida. No sentí siquiera cuando el gato se fue de mis brazos.
Pero me desperté feliz y eso es lo que cuenta. ¿O no?
Gracias a todos los que estuvieron mandando correos preguntando por más relatos. Espero les haya gustado este nuevo, a pesar que es mas romantico que sexual. Ya se, ya se, Le falto ser mas guarro pero para el proximo me desquito jaja. Gracias de nuevo por leerme.