Una chica normal 2- pagando la renta con el culo
Segunda parte de como me dejé coger por un viejo de 60 años a cambio de no pagar mi renta atrasada.
“Megan... Megan... necesito cogerte ahora mismo, niña” me dijo don Luis separando por un momento su boca hambrienta de mis duros pezones, que chupaba y mordía como loco pasando de uno a otro.
“Ughh...don Luis, no...no...no me pida eso, porfas” le dije entre gemidos. Me moría por sentir su larga verga entrando en mi, pero las pocas neuronas que me quedaban en función me decían que debía detenerlo.
“¿Porque no? Tu lo quieres tanto como yo, mija. Mira, estás chorreando jugos” me dijo pasando su mano por mi panocha y embarrandola de jugos para después mostrarla.
“No haga eso, don Luis... en serio, no” seguía negándome pero sintiendo cada vez más como las fuerzas me abandonan. Tenía ya tanto sin coger que el viejo me había prendido con solo un par de minutos de manoseo.
“Dejame cogerte y te perdono toda la renta completa, mija. Andale, niña. Lo quieres y lo necesitas tanto como yo, solo tienes que decir que si” me respondió mi rentero sorprendiéndome.
Y al decir que yo también lo necesitaba no supe si se refería a el pago de la renta o que me cogiera, pero tenía razón en ambas cosas. El viejo mañoso sabía que yo no tenía dinero y la opción de dejarme coger a cambio de perdonarme la renta era muy tentadora. Y diablos que lo necesitaba! Pero no podía permitirme caer tan bajo. Era una movida vil del viejo y negarme a eso era seguir atrapada en el problema que me había traído hasta esta situación.
“Don Luis... por favor. No me pida eso... no. Dijimos que nomas bañarnos y yaaa” le conteste gimiendo más fuerte y sintiendo como me seguía mamando las tetas y metiendome los dedos entre los pelos pegajosos de mi panocha.
“Vamos niña, lo necesitas y lo sabes. Y también necesitas verga. Dejame cogerte y ya no tienes que pagar este mes de renta, niña!” me repitio de nuevo don Luis mientras forcejeaba conmigo tomándome de la cintura y tratando de voltear mi cuerpo para darle la espalda. Quería cogerme por detrás.
“Pero no soy puta, no soy puta!” seguí insistiendo en negarme a coger. No me hago pendeja. Sabía bien que habíamos llegado hasta este punto porque yo lo había permitido. Pero una cosa era bañarnos juntos y otra cosa era coger por un beneficio económico. Prácticamente esto ya sería prostituirme.
Finalmente cedí, y aflojando mi cuerpo deje que el viejo me volteara dándole la espalda a él, que ni tardo ni perezoso puso su mano sobre mi espalda e hizo presión para que bajara mi cuerpo y me pusiera en posición de empinada frente a él. Puse ambas manos en la pared para sujetarme mientras sentía como don Luis pasaba sus manos por mis nalgotas. Me las abría y cerraba como si quisiera ver mi ano, para luego sentir la cabeza de su verga punteando la entrada de mi empapada panochita.
“No soy puta, don Luis. No soy putaaaaa!” continuaba yo con mi letanía que pronto se vio interrumpida cuando don Luis arremetió contra mí dándome la primera estacada que sentí llegar hasta el útero. Por suerte había logrado apoyarme con mis manos sino me hubiera estrellado de cara contra la pared de tan fuerte que me había penetrado.
“Aggghhhh cabrón! No me la meta tan... adentrooo!! no pude evitar lanzar un grito. El pinche viejo me la había dejado ir toda de un jalón y fue como si me hubieran metido un palo de escoba de tan flaca y larga que la tenía.
“Dios, que apretadita eres mi niña! No sabes las veces que imagine tenerte así, mi amor” me decía mi rentero al tiempo que iniciaba un mete y saca furioso.
“Ugggmm...don Luis, don Luis...pero no soy puta, no soy putaaa!” le seguía repitiendo entre gemidos mas para mi que para él. Trataba de convencerme a mi misma de que no me estaba prostituyendo. Pero mi gato tenía razón, era una puta que estaba vendiendo el cuerpo por dinero.
“Ay mija, yo se que no lo eres... pero estás tan rica que te pagaría cada mes por cogerte asi como ahora” me decía don Luis entre jadeos. Me estaba dando tan duro y rápido que llegué a temer que le fuera a dar un infarto.
“Ahh, ahh... espere, espere...si, si...despacio. Siga, siga... pero más despacio... por favor” le dije a mi rentero ya sintiéndome un poco mejor con el mete y saca.
“¿Te gusta, mija? ¿Te gusta como te la meto?” me cuestionaba don Luis sin dejar de pompearme con su verga.
“Si...si... pero dele calmado, porfas. Me está lastimando... poco” seguía dándome puntadas directo al útero con cada vergazo, pero la fricción que hacía en las paredes de mi vagina con su mete y saca me tenían chorreando jugos. Empecé a sentir como me temblaban las piernas anunciando un cercano orgasmo.
Don Luis remojó sus dedos en mis jugos vaginales y volvió a meterme su dedo en mi ano. Traté de detenerlo con una de mis manos pero desistí de ello y volví a ponerla en la pared para sostenerme de cada empujón que me daba. Me estaba cogiendo rico el viejo, no lo podía negar, pero cada embestida que me daba con su flaca verga me hacia ver estrellas.
“Por el culo no, don Luis. Porfas... saque su dedo... ahhh!” ni bien acabé de decir cuando me metió otro dedo en el culo. Ese segundo dedo fue como si hubieran encendido un interruptor dentro de mi que encendió mi primer orgasmo.
“Ahhhhhh... don Luisssss! Diosss... aahhh!!” solo atiné a decir mientras sentía como mis piernas se doblaban y empecé a soltar líquidos de mi panocha que seguía ocupada por la flaca verga de mi rentero. Solo porque me tenía aprisionada de mi cintura con una de sus manos sino me hubiera derrumbado ahí mismo en el piso del shower.
“Mi niña...que rico me lo aprietas, bebé! Correte así, mija, llename la verga de jugos” me decía don Luis sin dejar de taladrarme con su verga y tratando de meter un tercer dedo en mi culo. Lo hubiera detenido si tuviera fuerzas para hacerlo.
“Ahhh, don Luis... espere. Dueleee” le dije gimiendo como vil puta y sintiendo como su verga empezaba a provocar un segundo orgasmo. Pensé que el viejo no aguantaría la cogida y era yo la que estaba ahí dando las nalgas, literalmente.
“Quiero cogerte cada mes, mija. Déjame cogerte cada mes y te perdono la renta, bebé. Déjame cogerte por todos tus hoyos y ya no te tienes que preocupar por pagar más” escuchaba decir a don Luis mientras hurgaba con sus dedos en mi culo provocándome punzadas de dolor pero combinadas con la cogida a la que me sometía no me daba tregua.
“Ahhh don Luis... pero no soy puta. Ahhh, ahh, no pare... no pare! Aaahhh!! Así, así!! Aaaah!! Diooosss!!! Aaahh! Así, así! Siga... siga!” decía yo entre gemidos tratando de sostenerme de la pared hasta con las uñas sintiendo como llegaba mi segundo orgasmo.
“Mi reyna, se te está saliendo toda la crema” medio escuché decir a don Luis, a lo cual supuse que mi cuerpo empezaba a segregar mi cremita vaginal.
“Ya don Luis, ya... parele poquito. Me siento bien guanga” le dije a mi rentero y la verdad sentía mis piernas de hilo. Tenía ya un par de meses sin coger y estos 2 orgasmos seguidos me habían dejado toda tembeleque.
“No...no, espera. Ya casi termino mija” me dijo don Luis agarrando mis gordas nalgas con ambas manos e intensificando las arremetidas contra mi lastimada panocha. Ya me ardía de tanta pinche limada que me estaba dando el viejo.
“No, no no...párele, párele! No se vaya a venir adentro, porfas! No estoy tomando pastillas ni nada, espereseee!” le dije sintiendo como arreciaba las metidas con toda la intención de vaciarse dentro de mi. La verdad es que no tomaba nada de anticonceptivos y con lo larga que tenia la verga seguramente me iba a depositar los mecos en el mismísimo útero.
“No te apures, mija...pfft...ya estoy... operado. Ya... no puedo....pfft embarazarte” me dijo don Luis ya muy agitado y falto de aire, señal que o estaba por soltar su semen dentro de mi o a punto de darle un infarto. O salía embarazada o terminaba con mi rentero muerto en mi bañera. Ninguna de las 2 opciones me gustaba.
“Ahhhh... ahh! ¡Toma! Toma mi leche, puta, tomalaaa!” gritó don Luis al mismo tiempo que yo sentía uno, dos y tres chorros de semen caliente inundar mi cueva.
“No... no, no! Adentro nooo...!” empecé a decir pero mi grito se vio ahogado por un tercer y último orgasmo provocado por el río de mecos que el viejo dejó dentro de mí. Ojala de verdad ya tuviera la vasectomia mi rentero porque no estaba entre mis planes salir preñada de un viejo de 60 años.
Don Luis permaneció pegado a mi con su verga en mi interior, tratando de dejarme hasta la última gota dentro mientras yo solo me sostenía de la pared. Senti como su verga perdía dureza para luego salirse de mi peluda cueva arrastrando un río de semen que corría por mis piernas. Lo vi recargarse contra la pared del shower tratando de recuperar el aliento. Igual yo imité sus movimientos sintiendome exhausta de tan tremenda culeada que me acababan de dar. Permanecimos un rato en silencio solo mirándonos y luchando por respirar.
“¿De verdad ya se hizo la vasectomía?. No quiero sorpresas, don Luis” le dije mientras me agachaba en cuclillas con las piernas abiertas y empecé a pujar tratando de expulsar el semen que tenia en mi interior para despues soltar un grueso chorro de meados amarillos.
“No te preocupes, mija. Ya no hay riesgo de que salgas preñada. Aunque para serte sincero me gustaría que pasara. Y a ti?” dijo mi rentero ya más repuesto de la falta de aire.
“No mame, claro que no quiero que eso pase. No me puedo mantener sola, menos mantener un chamaco” le dije pero sonriendo para que no pensara que estaba molesta.
Don Luis no perdía detalle de todo lo que yo hacía. Ya no había pudor ni vergüenza de mi parte. Después de todo, acababa de coger con mi rentero. Qué más daba si me veía orinar enfrente de él. Cuando terminé de soltar mis liquidos amarillos puse mis manos como cucharita para atrapar algo del agua que seguia cayendo del shower para luego con la misma lavarme mi vagina con ella. No quería dejarme dentro ni una gota del semen de mi viejo cogelón.
Cuando acabe de mi lavado, me levanté en silencio y de nuevo sin pudor alguno me fui desnuda a la sala y me acosté en el sofá con las piernas abiertas. Sentía un fuerte escozor en mi panocha producto del tremendo cojidón que me acababan de dar. Un rato después salió don Luis ya con la ropa puesta. Empezó a decir algo pero levanté mi mano en señal de que no quería hablar por ahora. Solo dijo que después me hablaba por teléfono y salió de mi departamento dejándome sola, al mismo tiempo que dejaba entrar a mi gato.
No bien acababa de entrar mi gato cuando saltó a mi entrepierna guiado por mi olor supongo, y empezó a lamerme mi adolorido agujero. Su lengua rasposa era como un bálsamo para mi dolor. Acababa de coger con un viejo a cambio de no pagar la renta, que más daba que un pinche gato me lamiera la panocha?
“¿Sabes una cosa, gato? Creo que tenías razón. Soy una puta. Y aunque no lo creas, no me siento orgullosa de eso” le dije a mi mascota para luego quedar en silencio envuelta en mis pensamientos.
Pues aquí termina la segunda parte de mi relato. Agradezco a todos quienes se comunicaron a mi correo para pedirme que lo continuara. Saludos a todos y nos leemos en el próximo relato.