Una chica del montón (5)

Lo que le sorprendía a Benito cada vez que veía el vídeo era cómo era posible que no le hubieran desgarrado ninguno de sus agujeros. Carolina debía venir abierta ya de serie, porque no había otra explicación.

Benito no era una buena persona. Hay mucha gente que se mete en el mundo de la delincuencia por necesidad. Otros, por obligación. Él lo había hecho por el simple hecho de que era algo innato para él. Para él y para Rodrigo, el padre de Carlos y Carolina. Los dos se conocían desde la infancia y juntos habían creado el mayor negocio de tráfico de drogas y prostitución de la ciudad, seguramente del país. Y en sus buenos años habían tenido un poder casi absoluto. Policías, políticos, periodistas... todo estaba controlado. En todos los ámbitos tenían alguna persona comprada. Y sus garras alcanzaron, con el tiempo, a más ciudades cercanas, y fueron exportando el negocio a otros países. Pero, finalmente, las tornas cambiaron. Y lo hicieron de la peor manera; con la muerte de su amigo Rodrigo. Benito decidió en ese momento que era mejor dejar las ansias de poder y centrarse en un solo lugar. Los riesgos ya eran demasiado grandes y ahora tenía un trozo muy importante del pastel. Y así estaba contento. Tenía su ciudad. Tenía sus contactos conseguidos con los años. Tenía su grupo de confianza. Y tenía sus putas. Ah, sus putitas. Con ellas sí que era más ambicioso. Tenía negocios de prostitución en más países de los que conocía, y estaba muy orgulloso de ello.

Luego estaban Carlos y Carolina. De las pocas cosas buenas que se podían decir de Benito, es que respetaba el acuerdo que había hecho con el padre de los chicos. Era su amigo de siempre a fin y al cabo. Antes de morir, le había pedido que cuidada de ellos en caso de que le pasara algo. Y lo había cumplido. En el caso de Carlos, más que encantado. Le gustaba ese chico. No era de fiar, era frio como un témpano, nunca podías saber qué pensaba. Y eso le hacía perfecto para este mundo. El chico le gustaba, lo consideraba su propio hijo. Pero luego estaba la díscola...

Carolina. Ay Carolina. La rebelde. La independiente. La predecible. Le gustaba ir de malota, jugar a ese juego de ser la más gamberra, la más violenta, la más zorra. Pero solo era una niña jugando a ser rebelde. Creía controlar su mundo. Pero solo era una niña mimada que se creía alguien. Con ese juego de ser "prostituta de lujo", como ella decía... niña estúpida. Quizás tendría que haber dejado que los rusos se la llevaran aquel día que, años atrás, se quiso hacer la valiente con ellos en una reunión de Benito con el gran jefazo, Vlad. Y por meterse en lo que no le incumbía decidieron hacérselo pagar y la intentaron raptar. Por lo que se enteró, poco después, se había pavoneado delante de ellos dándose aires. Y a los rusos no se les puede vacilar, no señor. Lo siguiente que Carolina supo es que estaba ya en una camioneta rumbo a Rumania para ser una putita más en algún club de las afueras de aquél país. Le costó mucho encontrarla, pero al final lo hizo. Y, según la pelirroja, solo perdió la virginidad de por lo menos dos agujeros (ella aseguraba que nunca le habían tocado su culito). Benito sabía la verdad, pues, después de convencer a Vlad, previo pago de una importante suma de dinero y de alguna de sus prostitutas, le regaló el video de su desvirgada.

Sí, la habían grabado. Pretendían vender la cinta el mercado negro porque las violaciones de vírgenes estaban muy bien pagadas. Pero se la dio a él. Y allí pudo ver como la gran malota de Carolina, la niña chula, lloraba desesperada pidiendo compasión mientras un negrazo le clavaba la polla por su virgen coño. Vio como la adolescente, después de hacerla callar a golpes, y aún con los ojos llorosos, le introdujeron otra polla en su boca. Y finalmente, cuando la pelirroja pensaba que todo había acabado, procedieron a terminar con su último agujerito virgen, su preciado culito.

Lo que le sorprendía a Benito cada vez que veía el vídeo (sí, le encantaba verlo) era cómo era posible que no le hubieran desgarrado ninguno de sus agujeros. Carolina debía venir abierta ya de serie, porque no había otra explicación. Lo único que sabía es que aparte de esa sesión, antes de ser rescatada había tenido un par de sesiones más de sexo, y que, según palabras de Vlad, la pelirroja termino pidiendo más y terminó su última sesión inconsciente de las veces que se había corrido. Benito, escuchando hablar al ruso notaba que se estaba enamorando de ella. Por suerte para Carolina, para el nórdico el dinero era mejor amante y la dejó libre.

Muchas veces se había arrepentido de ello.

Carolina era un grano en el culo para él. Así de simple. Por lo que la posibilidad de joderla un poco jugando con alguien cercana a su entorno sonaba genial. Y esa chiquilla de gafas era perfecta.

Aquella tarde iba a quedar con una de sus favoritas, una morocha colombiana, que hacía unas cubanas de maravilla, y que volvía de Sudamérica de hacer una búsqueda de jóvenes a las que traer a España a "conocer mundo". Pero su avión se había retrasado y no iba a llegar ese día. Así que la aparición de esa joven, inocente como ella sola, le venía de perlas, para él y para sus compañeros.


Cuando Carlos, en la barra del bar en ese momento, vio entrar a Benito con la compañera de clase de su hermana, una alarma saltó en su cabeza. Aquello no iba a ser nada bueno. Miró atentamente como el mafioso y sus amigos se acercaron a la barra. La joven les seguía, temerosa.

  • Hombre Carlos, a ti te quería ver yo – le dijo mientras llamaba a la camarera – Oye, sírvenos lo de siempre para nosotros, y para la señorita...

  • No quiero nada, de verdad

  • Oh vamos, eres mi invitada... En fin, no insistiré. Por ahora.

Con un gesto Carlos llamó a Benito. Este, divertido, se acercó

  • ¿Qué haces con esa chica?

  • Nada que te importe especialmente, hijo. Mi juguete de hoy no puede venir, y como sabrás, no nos gusta quedarnos ociosos.

  • Pero esa chica es...

  • ... Una joven mayor de edad que ha entrado con nosotros. No te preocupes, está controlado.

  • Pero es compañera de Carolina, y si ella se entera...

  • ¿Crees que no lo sé? Vamos, Carlos, lo que a esa putilla le importe o le deje de importar me importa una mierda - le espetó el viejo - Y ahora que ya lo sabes, ya no quiero más de ti. Déjanos divertirnos - Y dicho eso volvió su mirada hacía Ana.

Carlos estaba preocupado. Nada bueno iba a salir de esa situación. Y menos cuando su hermana se enterara.


Carolina no había perdido mucho el tiempo. Nada más entrar al bar se llevó a Noelia a una de las habitaciones de arriba. No quería que nadie echase más vistazos de los recomendables a su joven amante. Demasiada gente con demasiada poca reputación. Y todos peligrosos. Noelia interpretó las cosas de otra manera, y nada más entrar saltó a los brazos de la pelirroja y la comió a besos.

Carolina al principio intentó apartarse. Y es que otra cosa que Noelia no sabía es que en esa habitación tenían compañía. Una compañía sorpresa.

  • ¿Me he equivocado de día Carolina? - dijo una voz aguda detrás de las dos jóvenes que hizo que Noelia se bajara de la pelirroja de la sorpresa. Y mayor aun cuando se giró y reconoció a esa persona. Era el cantante de moda entre las jovencitas. El "virginal" superventas del que ella era fan incondicional, como millones de adolescentes. Tenía todos sus discos, tenía sus posters. Y allí estaba, delante de ella. Dios, estaba aún más bueno que en la tele. Pero ¿qué hacía ahí?

  • No, querido mío - dijo ronroneante la pelirroja – No te has equivocado. Solo que tenía que pedirte un favor. Esta que ves aquí es mi esclava personal. Vive para obedecerme y darme placer. Pero de vez en cuando me gusta recompensarla. Y tú eres una sus fantasías húmedas, y sé que te gusta satisfacer a tus fans – le dijo mientras le quitaba la ropa a una aún sin palabras y paralizada Noelia - Además, me habías contado que tenías la fantasía de hacerlo con dos mujeres. Y a mí me gusta satisfacer fantasías. Así que pensé ¿por qué no hacer feliz a dos personas a la vez? Me parece que nos podemos beneficiar los tres de todo. Y sin aumento de precio.

  • Mmm no me parece mal, desde luego - dijo el cantante mientras Noelia lo miraba con ojos de cordero. Iba a estar con él ¡Con ÉL! Se mojaba solo de pensarlo.

  • Solo una cosa - advirtió Carolina - Su coñito no se toca. El resto de su cuerpo... es de libre acceso. Divertíos - les dijo mientras abría la puerta - os dejo solos un momento, tengo unas cosas que atender. Pero no os divirtáis demasiado, como no me dejéis lo mejor para mí... - y dicho esto, salió fuera. Tenía que hablar con Carlos. Ver como estaba el negocio hoy. Y luego, a disfrutar.


Ana estaba muerta de miedo. Esos tipos no le gustaban nada, y menos ese tal Benito que había hablado con Carlos. No sabía dónde meterse. Se maldijo a si mismo por haber sido tan estúpida de haber pillado aquél taxi.

  • Vamos pequeña, no tengas miedo - le dijo Benito adivinando el temor de la muchacha - solo vamos a hablar. Me gusta oír cosas sobre mi ahijada Carolina

  • ¿Es su ahijada? – la joven Ana dejó un poco de lado su miedo.

  • Claro, sus padres murieron muy jóvenes. Su madre al darle a luz y su padre... en un accidente- mintió Benito.

  • Oh vaya... No lo sabía

  • Pues sí, pequeña. Y desde entonces los he cuidado a los dos. Carolina es una niña muy valiente, lo ha sobrellevado todo muy bien y ha salido adelante muy bien.

  • Si... valiente - Benito lo notó. El punto débil. El catalizador. Esa niña ya iba a ser suya

  • Sí hija, valiente. Pero vamos a ser sinceros, tú también lo eres. Has entrado aquí con unos desconocidos, que podrían haberte hecho algo, y sin embargo... en ese sentido tienes suerte de estar con nosotros, que te vamos a cuidar. Y tanta valentía hay que celebrarla - ¡Lurdes! tráele una cola para esta señorita.

Ana se sintió halagada al oírle que era valiente, pero dejo de estarlo al escuchar lo que pedían para ella.

  • ¿No me vais a pedir lo mismo que ustedes?

  • Oh, la niña se cree muy mayor - dijo uno de los compinches de Benito

  • Calla Ignacio - le soltó Benito bruscamente, no sin antes guiñarle un ojo - es una niña valiente, si quiere tomarse un whisky con nosotros, ¿quién se lo va a impedir? Es mayor de edad. Sabes que aquí los cumpleaños los celebramos bien. Y mira, no es lo que normalmente tomamos en esos casos, pero es lo suficientemente atrevido.

Ana empezaba a sentirse tocada en el orgullo - ¿Y qué es lo que se toma en este antro en los cumpleaños? - dijo intentando poner una voz que sonara más firme que el tartamudeo que había estado saliendo de su boca hasta ahora.

Benito no pudo evitar una sonrisa. Tenía al polluelo en el nido. Se acercó a la camarera y le dijo en voz baja lo que tenía que traer. Esta le sonrió con malicia y se fue a por lo que el viejo lobo le había pedido.


Había sido buena idea tener esa cita hoy. Era la mejor manera de tener a Noelia ocupada y sin riesgo de que le pudiera pasar algo que no pudiera controlar. El día estaba yendo perfecto.

Hasta que bajo las escaleras. Y los vio.

Allí estaba Benito. Junto a él, sus compinches: el desdentado Ignacio. El hombre de la dentadura dorada, Tino. Y su mejor amigo, el gordo Alfredo. Pero lo que de verdad la alteró fue quien era su acompañante. Ana. ¿Qué mierda hacía ella allí?

Carolina bajo con furia las escaleras hasta llegar a donde estaban Benito y su panda.

  • ¿Qué cojones hacéis aquí con ella? ¿Qué le habéis hecho?

  • No le hemos hecho nada. Y está muy mal llegar y gritarnos sin saludar

  • Y una mierda. No sé qué mosca os ha picado pero ella no pinta nada aquí. No os interesa nada de ella.

Esas palabras retumbaron en la cabeza de Ana. No le interesaba para nada. Para nada. Nada.

  • Yo he entrado voluntariamente - dijo con vos temblorosa pero decidida - Estamos celebrando mi cumpleaños

  • ¿Tu cumpleaños? - pregunto sorprendida. Por fin había caído. Todo cuadraba. Ya sabía porque actuaba así. Si se hubiera dado cuenta antes ...

  • Si, y molestas. – le espetó ya con más confianza - Estamos hablando y nadie te ha dicho que te metieras - Ana apenas se podía creer lo que estaba diciendo. Apenas había intercambiado cuatro palabras con Carolina, la malota. Y ahora... le respondía de esa manera. No se reconocía a sí misma.

  • No sabes en lo que te estas metiendo. Solo eres una niña de papá que se cree mayor. Pero es hora de que te vayas - y le agarró la mano. El tono de voz de Carolina era de temor. Sabía que algo planeaba Benito. Y su compañera de clase lo iba a pasar muy mal si seguía allí. Pero lo que Ana había oído, o querido oír, era algo totalmente diferente. A ella le sonaba que la pelirroja la estaba despreciando. Y no pensaba consentirlo. por esa razón apartó con brusquedad la mano de su compañera de clase.

  • Ya te lo he dicho. Déjame en paz. Estoy con ellos

  • Ya la has oído - dijo burlonamente Ignacio - Y Carolina se fue. Furiosa. Se dirigió hasta donde estaba su hermano.

  • Carlos - le dijo al oído - pase lo que pase, ni se te ocurra dejarles ir a alguna habitación ¿me has oído? Júramelo, por la tumba de nuestra madre. No quiero que entren en una puta habitación

La voz de Carolina era autoritaria. Y su mirada, echaba fuego. Carlos conocía esa mirada. Era un volcán a punto de explotar

  • Tranquila, yo me encargo de que no lo haga.

  • Eso espero. Me voy, me están esperando

La pelirroja volvió a subir a la habitación. Tenía que calmarse. Si Ana era tan idiota como para quedarse peor para ella. Al menos, con su hermano tenía un seguro de vida para que las cosas no se salieran de las manos. Ahora lo mejor era olvidarse. Y disfrutar su trio.

Cuando entró de nuevo en la habitación, los encontró en la cama, abrazados. Noelia ya le había arrancado la ropa al cantante, y ella misma estaba solo con la faldita puesta. Le devoraba el cuello mientras el joven hacía lo mismo con los pechos de la lolita. El izquierdo ya estaba todo rojo de las mordeduras, y ahora el derecho estaba recibiendo el mismo correctivo. Mientras, introducía dos dedos en su culo, haciéndolos entrar y salir con ritmo frenético. Noelia gemía descontrolada

  • Ya veo que os habéis puesto a jugar sin mí... qué demonio de chicos. Voy a tener que castigarlos - y con decisión se metió en medio de los dos y comenzó a llevar el peso de la acción. Con firmeza puso al cantante boca arriba en la cama, y comenzó a besar a la lolita. La agarró de la cintura y la empujó de manera que quedará justo encima de la cabeza del joven, dándole la espalda, con su clítoris a la altura de la boca del aniñado artista.

  • Ahora, es hora de que comas un poco de coño. Vamos, hazla correrse hasta reventar – le ordeno al chico. Y este obedeció encantado. Empezó a meter su lengua por el coñito encharcado de la pequeña, que no dudo en demostrarle lo mucho que le gustaba con gritos de placer. Gemidos que no duraron mucho porque su boca fue ocupada por otra lengua, la de su amante pelirroja. Esta se había quitado las bragas y se había puesto frente a su amante, montándose encima de la generosa y empalmada polla del chico. Se introdujo con facilidad en la cálida y húmeda cueva de la pelirroja. La excitación del joven se dejó ver con un aumento del ritmo de comida del clítoris de una Noelia que no pudo evitar correrse. Carolina le robo todos los gritos de excitación de su orgasmo que salían de la boca de la lolita con la suya, introduciendo su lengua lo más profundamente que podía. Mientras comenzaba a montar al joven cantante, subiendo y bajando como la amazona que era.

Fuera, nadie se enteraba de lo que sucedía. Las sala, como todas las del piso estaba acolchada para evitar que se oyera ruido, y la puerta se encontraba cerrada herméticamente. Nadie podía oír o sentir los gritos de placer que los tres jóvenes emitían en esa habitación.


Mientras tanto. Ana intentaba recuperarse de la pelea con Carolina. Aún estaba alterada por lo ocurrido momentos antes, y Benito se aprovechaba de ello, consolándola

  • No te preocupes por Carolina. No sabe cómo actuar en según que situaciones. Mira que tratarte así… Tú no mereces eso pequeña.

  • No soy pequeña - respondió fríamente Ana- ya tengo 18

  • Lo sé, lo siento. Me han influido las palabras de mi ahijada. Tienes razón.

  • Eres toda una mujer. Y que mujer - le dijo Alfredo con lascivia

En otra situación Ana habría tenido un miedo atroz por la manera en que el viejo gordo se lo dijo, pero ahora, solo oía el piropo. Y le encantaba escucharlo.

En ese momento la camarera apareció con el pedido de Benito. Cuando Ana lo vió, no sabía que era. Solo notaba que el líquido del vaso tenía un color verde intenso que la cautivaba.

  • ¿Y esto qué es?

  • Es la bebida de cumpleaños de la que te hablé. Es una delicia muy intensa. Como te dije, es con la que celebramos aquí las cosas. Si no quieres no hace falta que la bebas. Te repito, ya has demostrado que eres una niñ... una mujer muy valiente. NO tienes que demostrar nada más.

Ana no dijo nada. Solo lo miro fijamente. Luego miró la bebida. Y con decisión, la agarró y la comenzó a beber. No paró hasta que no lo vacío completamente.

  • Bien - dijo Benito con satisfacción mientras la veía terminar aquel vaso de absenta y comenzaba a toser por lo rápido que lo había tomado y por la fuerte de su sabor- definitivamente eres una mujer. Y como una mujer te trataremos.

"Y como una buena putita" - pensó para sus adentros.