Una chica del montón (3)

Un fin de semana en casa de Carolina y de su hermano pueda dar mucho de si para Noelia. Muchísimo.

Habían pasado dos meses ya desde aquella mañana en los baños del instituto en la que Noelia había aceptado ser el juguete de Carolina, y muchas cosas habían cambiado en su vida. Su actitud y sus notas en clase habían bajado sensiblemente; no tanto como para ser un problema grave pero si para que tuviera que aguantar las quejas y reprimendas de sus padres. Había dejado de ser la niña parlanchina del inicio de curso, no iba medio corriendo de un lado a otro del instituto como si fuera una niña pequeña... No es que Carolina se lo hubiera prohibido, sino que la mayoría de las veces estaba demasiado ocupada o avergonzada cumpliendo las ocurrencias y los deseos de la perversa pelirroja.

Esos deseos incluían travesuras como ir sin braguitas (¡sus preciosas braguitas de Hello Kitty!) ni sujetador y vestida con una camiseta ajustada y una faldita cortísima que habían ido a comprar a la tienda de ropa favorita de Carolina(y donde aprovechó para meterle mano en los probadores). Y la obligo a pasearse por toda la clase de esa guisa. De hecho su voluptuosa amante era la que decidía en general qué ropa tenía que llevar puesta, y eso la obligaba a llevarse una mochila de casa con la ropa que Carolina le solicitaba llevar, para cambiarse nada más salir de casa en un baño de algún bar cercano para poder seguir manteniendo las apariencias con sus padres.

Pero los caprichos no se limitaban a como tenía que ir vestida. La semana anterior Carolina no tuvo otra idea que obligarla a llevar puesto estimulador de clítoris (qué curioso, hace dos meses no sabía lo que significa esa palabra, y ahora...), y la pelirroja se pasó toda la mañana activándolo en los momentos más inoportunos para la pobre lolita.

Todo eso hacía que la mayoría de los días estuviera que estar alerta.

A decir la verdad, no le importaba en lo más minimo.

Noelia amaba lo que le estaba pasando. No quería admitirlo del todo, todavía existía una parte de niña de papa y de mama en ella. Pero no lo podía negar: le gustaba esta dominación, ser el juguete de la bellísima y bien proporcionada pelirroja. No cabía ya duda: Noelia estaba perdidamente enamorada de Carolina. Por esos, sus travesuras le encantaban más y más cada día.

La última de sus travesuras era la que estaba viviendo en este mismo momento. La noche anterior Carolina le sugirió (ordenó) que ya era hora que como su amante, pasaran una noche juntas. Y qué mejor lugar que en casa de la pelirroja. Para conseguir tal fin, no tuvo otra ocurrencia que llamar por teléfono a sus padres para pedirles permiso. Noelia estaba aterrada sobre la respuesta de sus padres a la manera de expresarse de su amante, y sobre todo a su sexual tono de voz. Pero, resultó que no tenía razón de preocuparse: maravillada, vio como Carolina cambió su ronroneante voz por otra mucho más cándida e inocente. Aún podía recordar su voz cantarina mientras hablaba con sus padres: "por favor por favor, dejadla dormir conmigo. Mis padres han tenido que ir a un funeral al otro lado del país, y me he quedado sola. Yo rezo mucho pidiendo que no me ocurra nada estando sola, pero aún así... quién sabe qué puede pasar. Por favor, dejadla que duerma en mi casa, tengo miedo!" . Sus padres no pudieron más que aceptarlo sin problemas. Y hasta hicieron prometerles que si hacía falta se quedara hasta la vuelta de los padres de Carolina. Los pobres no sabían que estaban permitiendo entrar a la niña de sus ojos a la cueva del lobo.

Así que esa noche Noelia entró por vez primera en casa de Carolina. La pequeña sabía a lo que venía, y lo deseaba. Le gustaba la idea de saber dónde vivía, donde hacía su vida fuera del instituto. Al principio se asustó mucho a darse cuenta que residía en la zona con más mala fama de la ciudad. Y le era familiar; conocía esa zona porque allí cerca se encontraba el local donde la pelirroja la había llevado la primera vez que se conocieron.

Era un edificio de dos pisos. Una casa destartalada, con desconchones y pintadas de todo tipo, pero que, para sorpresa de la morena, su interior era totalmente lo opuesto; cuidado, casi parecía nuevo. Se notaba que se habían gastado un dineral en ese objetivo. Lo que más le chocaba era como estaba decorado. Los tonos rojizos intensos y oscuros, los adornos todos con formas... cautivadoras. Todo parecía estar hecho para incitar al visitante. Parecía que la casa estaba pidiendo guerra. Emanaba pasión. A ella la turbaba un poco, pero en cuanto Carolina la agarró de la mano y la llevó en dirección a las escaleras se dejó llevar sumisa. Pronto llegaron a la habitación de Carolina (extrañamente masculina) donde ella no perdió el tiempo y empezó a besarla como solo ella sabía. Noelia no se quedó atrás. Dos meses de besos y toqueteos habían mejorado radicalmente su forma de besar, y le devolvió dulcemente los besos, jugando con su lengua, jugando un juego de batallas con la de la pelirroja o pasándola dulcemente por sus labios, como si los acariciara con ella, a la vez que pasaba una de sus manos juguetonamente por su rojizo cabello.

Después de unos cuantos minutos de besos y caricias, no tardaron mucho tiempo en quitarse la ropa. No era la primera vez que las dos quedaban desnudas en una cama. Tampoco era la primera vez que la despampanante pelirroja le agarraba del cabello y la acercaba a sus voluptuosos pechos, para que chupaba y saboreaba cada milímetro de esos grandes pezones que tanto la calentaban. No era la primera vez que la hacía bajar hasta su depilado clítoris y se lo hacía comer mientras le metía un dedo por su culito. Y desde luego no era la primera vez que sacaba su arnés con eñ enorme pene de plástico y una crema lubricante para su ano. Todo eso ya había ocurrido un mes atrás, en su propia habitación en casa de sus padres. Pero aquella vez, fue todo muy rápido por la excitación y el temor de la llegada de sus padres.

Está vez, tenían todo el tiempo del mundo. Y lo notó cuando empezó a sentir como la pelirroja aprovechaba para juguetear y introdujo su lengua en su culito antes de proceder a echarle la crema lubricante. Fue un largo rato sintiendo como la lengua de Carolina se paseaba por su hoyito. Y luego, después de dejar totamente aclimatado su culito con la crema, lentamente la fue penetrando por su oscuro agujero, saboreando el momento. Noelia perdió la noción del tiempo cuando, después de un rato de juegos amagando con introducirle su órgano viril artificial y sacándolo en el último momento, procedió ya a hacerlo de una estocada firme y fuerte, para justo después inciar un bombeo intenso. Todo esto le hizo ver las y todos los cometas del firmamento. La pequeña Noelia dejo llevar y se corrió las tres veces que hicieron el amor en esa mágica noche en la que aprendió nuevas lecciones sobre sexo; la hizo chuparle ese pene de plástico, follándole la boquita. Y la enseñó a poner sus piernas entre las suyas para que sus clítoris se rozasen entre ellos, dándoles un sumo placer, haciendo una técnica que según le contó Carolina luego, se llamaba la tijera. Lo probaron todo... menos una cosa. Noelia seguía siendo virgen por su depilado coñito. Era el único resquicio de su cuerpo que se mantenía virgen.

Esa mañana, Noelia se despertó sola en la cama de matrimonio. Había perdido la noción del tiempo, pero seguramente era bastante más de medio día. Se levantó en busca de su ropa, pero para su sorpresa, no se encontraba allí. Mientras la buscaba una figura masculina entró en la habitación. Una figura conocida. Era el joven que la había desvirgado su culito aquella vez. El chico se dio cuenta inmediatamente de que le habían reconocido

  • Tranquila pequeña, no te asustes. Es normal que esté aquí, en esta casa, y en esta habitación. Es mi casa a fin y al cabo. Y esta es mi habitación. Imagino que mi hermanita escogería esta porque mi cama, como habrás visto, es más grande que la suya.

  • Tu... ¿hermana? - Noelia se quedó sorprendida.

  • ¿No te lo había dicho? Vaya, mi hermanita te tiene muy a oscuras, pequeña. Pues sí, como ves, todo lo que respecta a ti queda en familia. Por cierto, mi nombre es Carlos.

El chico se acercó al cuerpo desnudo de Noelia, pero esta se echó para atrás. No quería nada de él ahora mismo. Estaba demasiado sorprendida y alterada.

  • ¿Qué has hecho con mi ropa?

  • ¿Con tu ropa? Yo nada, chiquilla. Acabo de llegar. He tenido una noche muy larga de trabajo. Larga pero excitante. Supongo que mi hermanita la habrá llevado a lavar. Suele ser muy guarra haciendo sexo, así que será lo mejor para ti. Así, cuando llegues a casa tus padres no se asustaran… demasiado. Tranquila, también tenemos secadora, por lo que no tardará mucho en secarse.

  • Y antes de que me lo preguntes - continuó Carlos - debo decirte que tu querida amante está en su habitación. Pero antes de que vayas para allí, debes saber que no está sola.

  • ¿Cómo? - la lolita le miro, de nuevo, sorprendida.

  • Oh si cariño. Me temo que hoy Carolina tenía un cliente muy importante, y no podía dejarlo sin atender.

  • ¿Un cliente? ¿Qué tipo de...

  • De los mejores cariño, de los que te hacen correrte de gusto - y antes de que Noelia pudiera protestar Carlos la agarro de su mano y la llevo fuera, hasta una habitación que se encontraba al final del pasillo. La puerta estaba abierta. Mientras se acercaban podían ir los gritos. Parecía una batalla campal de gemidos. Dos guerreros gritando por ver que lo hacía más alto. Y cuando al fin llego, los vió: su querida Carolina y un hombre, follando como locos. El hombre estaba echado en la cama, mientras Carolina, cual amazona, lo montaba saltando salvajemente. La polla del hombre, de un buen tamaño, salía totalmente y luego entraba de golpe en su coño mientras la pelirroja cabalgaba como una posesa. El hombre, al que Noelia no reconoció, era un reputado deportista profesional, y en un determinado momento la agarró firmemente de su trasero, y son sus fuertes brazos comenzó a levantarla y bajarla con más fuerza, peñizcándo su culito y dándole fuertes azotes que provocaron gritos de placer a la pelirroja.

Noelia no podía dejar de mirar, embobada, lo que ocurría. El cuerpo sudoroso de su amante, sus firmes pechos subiendo y bajando al compás de sus movimientos de pelvis… Estaba tan concentrada que no se dio cuenta del momento en el que Carlos se puso detrás de ella y comenzó a apretar su cuerpo al suyo, mientras con una mano acariciaba sus pechos e introducía los dedos en su vagina para acariciar su clítoris con la otra. En un momento de lucidez, la lolita intento deshacerse de él, pero en ese preciso momento , Carolina giró la cabeza, y vio a la escena. Noelia estaba muerta de vergüenza, pero, para su sorpresa, la viciosa pelirroja le sonrió y le guiño el ojo.

  • No te asustes pequeña - le susurró al oído el hermano de Carolina mientras le besaba el lóbulo de la oreja - a ella le gusta que la miren.

  • Pero ella es... ella es... ¿una puta?

  • Prostituta de lujo, pequeña. Trabaja solo con la gente que ella quiere. Y muchos la desean. Tiene clientela muy selecta tanto entre hombres como mujeres. Y tú eres muy afortunada de poder disfrutar de ella gratis. Y de mí. Has de saber que yo tampoco estoy con cualquiera. Fuiste muy afortunada de ser estrenada por mí. Es mas, - y lentamente empezó a introducirle su pene en el culito de la lolita - ¿sabías que fuiste un regalo para mí de su parte? Sabe que me encantan las chiquillas como tú. Y te sirvió en bandeja para mi. Pero se ha encaprichado de ti - media lanza se introdujo en el trasero de la pequeña, mientras Noelia se mordió los labios para evitar gritar - y no me deja estrenarte tu coñito. Ese es para ella. Quizás está esperando a que cumplas los 18. Total, ya no queda tanto - y de una estocada termino de introducirle su miembro. A diferencia de Carolina, Carlos no usaba lubricante. No le gustaba. Le encantaba sentir y oír los gemidos mezcla de dolor y placer de sus amantes cuando les follaba por el culo. Y con Noelia no era una excepción. Aunque para su sorpresa todo rastro de dolor en la pequeña desapareció a la tercera estocada, y solo se oyó los gritos de placer que la pequeña morena dejó expulsar de su boca.

Noelia odiaba admitirlo, pero entre el miembro de plástico de su amada Carolina y el miembro viril de su hermano no había color. Le encantaba sentir como el pene de Carlos palpitaba en el interior de su culito. El calor que emitía, la fuerza y cadencia con la que lo introducía y sacaba. Se sorprendió a si misma gritando y pidiéndole que lo hiciera más fuerte. Le encantaba la sensación. Y le encantaba como Carolina, al darse cuenta de los gritos de placer de su lolita, aumentaba si cabe aún más su ritmo. Excitada, se giró, dándole la espalda a su amante, y apoyó los pies en la cama para poder subir y bajar con más fuerza aún del pene del fibroso deportista, el cual también aprovecho esa posición más favorable para agarrarla de la cintura y darle mayor impulso aún a los bombeos en el coño de Carolina. Ahora, era capaz de ver con facilidad la escena de sexo que ocurría enfrente suyo y que tenía por protagonistas a su hermano enculando a su pequeña amante.

Tanta intensidad sexual era demasiada para esa habitación, y ocurrió lo inevitable: entre gritos y gemidos, los cuatro amantes se corrieron uno detrás de otro: primero Carolina en unos largos e intenso orgasmos múltiples, que provoco el del deportista, que se corrió abundantemente en el condón. El siguiente fue Carlos, segundos después, y el cual provoco, automáticamente el de Noelia al sentir el semen de su amante en su interior. Y así, por fin. La paz llegó a ese cuarto.

Esa paz duró poco: pronto Carolina inició el segundo asalto, mientras Carlos decidió continuar el suyo en su propia habitación, a la que llevo a una obediente Noelia.

  • ¿Has hecho alguna vez un 69, pequeña? - le pregunto el musculoso joven a la lolita

  • ¿Qué es eso?

  • Oh, ya lo sabrás. Y ya lo disfrutarás - le respondió mientras entraban en su habitación y echaba tiernamente a Noelia en la cama para continuar la danza amatoria. Iba a ser un día muy largo y satisfactorio para ellos.


El día siguiente era día de clases. Se acababa lo bueno. Pero el fin de semana que había disfrutado Noelia no se lo iba a quitar nadie. Le encantaba lo que estaba aconteciendo en su vida, y deseaba que continuase así. Y le encantaba ir a clase en coche, en el asiento de atrás con Carolina, metiéndose mano mutuamente mientras su hermanos Carlos conducía.

Pero ahora tocaban clases otra vez. Que fastidio.

Una vez llegaron a la entrada del instituto Noelia salió del coche, pero Carlos paró un momento a su hermana.

  • Cariño, vete yendo a clase - le dijo sensualmente Carlos a la lolita - tengo que contarle unas cosas a mi hermana sobre trabajo, que este fin de semana no hemos tenido mucho tiempo de hablar. Estuvimos... ocupados - le dijo con un guiño - Noelia se ruborizó, se giró y marchó corriendo a clase para evitar que Carlos y Carolina la vieran así.

  • ¿Qué te pasa hermano? ¿Qué pretendes?

  • Nada, solo que, como sabes, la semana que viene tenemos que estar en el bar, y te quería proponer... podríamos llevarlos a nuestra esclava favorita.

  • ¿Tú estás loco? Entre semana, como cuando la llevé por primera vez, sí, porque no hay mucho ambiente esos días, pero un viernes... es una locura.

  • Tranquila, todo irá bien. Y además puedes aprovechar para desvirgarla de una vez.

  • No. No pienso hacerlo.

  • Bueno, vale, pero no esperes mucho, o me adelantaré a ti.

  • No te atreverás hermanito.

  • ¿No? Admítelo para ti solo es un juguete más, pero para mí... es una muñequita de lujo. Es más, no sabes nada de ella ¿a qué no? Solo te interesa jugar con ella, nada más.

  • ¿Y qué tendría que saber?

  • Por ejemplo que a nuestra pequeña ya no le queda mucho para ser mayor de edad

  • ¿Cómo?

  • Sí, veras, cumple añitos a finales de Enero. Y ya estamos a mediados de noviembre. Dos meses, querida. Nada más. ¿Ves cómo no sabes nada?

  • Bah, como digas. De acuerdo, la llevaremos. Quizás tengas razón. Ya es hora de que disfrute de verdad. Pero no le toques el chochito - avisó a su hermano - ese será mío, cuando yo lo decida.

Y mientras, Noelia se dirigía a clase, sin saber lo que ocurriría el viernes. Sería un viernes muy especial para ella. Como también iba a ser un viernes muy especial para Ana, pero por otro motivo: ese día cumpliría 18 años. Mayor de edad y virgen. Y del montón.

Pero ese viernes cambiaría la vida de todos ellos. De todos.