Una cena diferente (4)

¿final de la historia?

UNA CENA DIFERENTE (4)

Al escucharla hablar, Fred se alegró de la forma en la que Sara le contaba sus experiencias y, sin proponérselo, pensó que podría informar a su Amo de que la esclava había asumido perfectamente el condicionamiento mental al que habían sido sometidos en sus últimas vacaciones; sin duda, el Amo estaría satisfecho de que ambos hubiesen abandonado cualquier resquicio de voluntad y de criterio propio y asumiesen, con toda naturalidad, que la obediencia a las órdenes del Amo era el centro de sus vidas; ni siquiera tuvo la más mínima incomodidad o molestia al escuchar que su esposa, con tanta naturalidad, le describía de forma gráfica y detallada, no sólo el uso que habían hecho de ella, sino las sensaciones y comentarios que se habían producido.

Cuando estaban llegando a su domicilio, y viendo que Sara ya había acabado de contarle el servicio prestado a los señores, Fred, en un tono algo más afectuoso, le preguntó:

  • “Cariño, ¿tú crees que el Amo me permitirá que hoy te monte?, hace días que me tiene en completa abstinencia y estar preparándote para que te usen los señores me pone muy cachondo y ya sabes lo que me gustaba acariciarte y follarte ...”

Al escuchar a su marido, los ojos de Sara se enternecieron por un segundo y abriendo el abrigo para que su marido la pudiera ver desnuda, e inclinándose hasta reposar la cabeza en su hombro, le contestó:

  • “Qué más quisiera yo, mi vida pero ya sabes que nosotros no podemos decidir eso; somos esclavos y somos usados, montados o follados, cuando, cómo, dónde y por quien el Amo decide; pero, claro que sí, echo de menos que me montes con tu polla, sólo pensar en tus caricias me pone muy cachonda, pero tendremos que esperar a que al Amo autorice, y por ahora, sus órdenes son que me toques sólo para limpiarme, higienizarme y adornarme para ser usada por el Amo y sus amigos; y hoy vas a tener que esmerarte y aplicarme mucha crema, tanto en el coño como en el culo, porque ayer los señores me usaron muchas veces y en todas las posturas posibles, y también me tienes que aplicar una buena dosis de crema en los labios, porque a la dama le gustó tanto que le comiera el coño que me tuvo amorrada chupándoselo casi toda la tarde, mientras los señores me follaban y me enculaban a gusto, casi discutieron porque alguno quería follarme la boca o que le hiciera una mamada y la señora se resistía a retirarme de su coño...”

Una vez en el garaje, Fred puso el abrigo sobre los hombros de Sara y saliendo del coche, dio la vuelta para abrirle a su esposa y ayudarla a salir, cogiéndola con todo cuidado al notar que difícilmente podía andar. Así fueron hasta el ascensor y subieron hasta su vivienda, agradeciendo no encontrarse con ningún vecino.

Nada más entrar en la vivienda, Sara volvió a desprenderse del abrigo quedando desnuda  de pie en la entrada y tomando una correa que colgaba al lado de la puerta, la enganchó a la argolla de su collar, mientras tanto Fred también se había quitado la ropa mostrando el curioso arnés que llevaba en la cintura y que, por delante, le recogía los huevos en una bolsa y la polla en una especie de funda y, por detrás, enseñaba la parte exterior de un dildo de considerables dimensiones que se alojaba en el culo del esclavo.

Después de colgar su abrigo y el de su esposa, cogió la correa, y tirando de ella condujo a Sara hasta el cuarto de baño, donde la metió en la bañera y le ordenó que mease; la mujer, sin decir palabra, se colocó de cuclillas y, obedientemente, dejó correr el líquido comprobando que, pese a la postura, salía en un solo chorro dirigido hacia el suelo, sin tocar las piernas; cuando estaba a punto de acabar, se le escapó un sonoro y pestilente pedo, lo que hizo que dirigiera una mirada suplicante a su marido a la vez que le imploraba “¿puedo cagar?” , Fred asintió y tirando de la correa, sacó a Sara de la bañera, y la colocó en el inodoro, esperando de pie mientras su esposa vaciaba sus intestinos con evidentes gestos de dolor.

Al terminar, Sara le dio las gracias a su marido y se puso en pie, Fred tiró de la cadena, y la volvió a coger de la correa introduciéndola nuevamente en la bañera, donde la mujer, sin necesidad de que se le ordenase, se colocó a cuatro patas; Fred puso un poco de gel en la espalda de la mujer, le enjabonó la espalda, el culo y la parte posterior de las piernas y, con voz impersonal, le ordenó que cambiara de posición para poder enjabonarla por delante; finalmente, la hizo arrodillar para tener acceso a su cabeza y pelo; cuando terminó de aplicar el gel, abrió al agua y acoplando al mango de la ducha una especie de falo agujereado por delante, lo introdujo en los agujeros de su esposa sin hacer caso de los gestos de dolor y, procedió a limpiar, primero, el culo y luego el coño de Sara, dirigiendo el chorro sin inmutarse, a las partes irritadas y escocidas por el uso recibido y después eliminó el jabón de todo el resto del cuerpo; Sara se dejaba hacer, adoptando dócilmente, pese al dolor que le provocaba, la postura que Fred le indicaba cada vez, pero sin tomar la iniciativa en momento alguno.

Cuando Fred acabó de enjuagar a Sara, tiró de la correa haciendo que su esposa saliese de la bañera y  la colocó a cuatro patas sobre una esterilla, y le secó el cuerpo con una toalla, deteniéndose especialmente en el coño y el culo de la esclava para comprobar que su limpieza era la adecuada; por último, puso a Sara de pie frente al lavabo y, con un cepillo eléctrico, le limpió los dientes, haciéndole enjuagar la boca con un producto específico; por último, aplicó a su esposa una crema desodorante, tanto en los sobacos como en su zona genital.

Una vez concluido el proceso de limpieza, y después de peinarla, Fred tiró nuevamente de la correa y condujo a Sara hasta la habitación, dirigiéndose a un pequeño armario que abrió para coger unas cremas; al girarse y ver que su esposa se había tendido en la cama, cogió la correa, dio un fuerte tirón y le dijo:

  • “¿qué haces? ¿desde cuándo tienes derecho a tomar la decisión de tumbarte en la cama? ¿quién te ha dado la orden? Lo siento mucho cariño, pero sabes que tengo que denunciarle al Amo tu desobediencia para que te imponga el castigo que te mereces por actuar por tu cuenta...

La mujer, dándose cuenta del error que había cometido se puso inmediatamente en pie y con cara de pánico, protestó:

  • “Fred, mi amor, ¡¡¡Lo siento!!! No me he dado cuenta, pensaba que ibas a aplicarme las cremas y me he tumbado para facilitarte el trabajo ... ¡¡¡Por favor, no me denuncies!!! Estoy muy cansada y no me he dado cuenta de lo que hacía, te prometo que seré buena y dócil ... Si no dices nada, me acostaré con la boca abierta para que puedas follarme todo lo que quieras, cariño, por favor ...

Con todo su cariño y en un tono que demostraba el disgusto que le provocaba la situación, Fred contestó a su esposa:

  • “Cariño, nada me gustaría más que hacerte el amor como antes y poder disfrutar de tus caricias, pero el Amo no quiere que sus animales tengan relaciones sin permiso; por mucho que me duela, ya sabes que no tengo más remedio que comunicar a nuestro Amo que has actuado adoptando una iniciativa por tu cuenta sin que te sea ordenado y sin que estés programada para hacerlo por ti misma, él Amo será el que decida qué hacer. Sabes que te quiero, pero el Amo me ha ordenado que te lave y recupere tu cuerpo, y no puedo montarte ni aliviarme contigo, solo restaurarte para que estés en disposición de ser usada y servir al Amo en lo que desee; ahora te sedaré y te haré dormir para que recuperes las fuerzas y, mientras tanto, te pondré crema para las escoceduras.”

Conforme se le decía, Fred clavó una jeringuilla en el hombro de Sara, le inyectó su contenido y, con cuidado, la tumbó en la cama, abriéndole las piernas y separando sus brazos; la mujer se dejó manipular con docilidad y, sin decir nada más, cerró los ojos, mientras notaba como el sopor le impedía darse cuenta de que, con mano experta y mucha suavidad, su marido le extendía una crema por todo el cuerpo, con especial dedicación a su maltrecha zona genital, tampoco se dio cuenta de que Fred le dio la vuelta para ponerla de espaldas y repartir la crema por la espalda y el culo, volviéndola a colocar en su postura inicial y, después de taparla con una sábana, salir de la habitación dejándola profundamente dormida.

Varias horas después, Sara empezó a despertar poco a poco, sintiéndose recuperada y notando, con tranquilidad, que tanto su culo como su coño habían dejado de escocerle, aunque quedaba una discreta molestia; al rato, completamente despejada ya, llamó a su marido:

  • “Cariño, ya estoy despierta y recuperada”

Sin moverse de la posición en la que estaba, esperó a que su marido entrase en la habitación y le dijese qué debía hacer:

  • “Bien, mi amor, me alegro. El Amo ha llamado y me ha dado instrucciones, ahora debo aplicarte el castigo que te impuso ayer el caballero por tu impertinencia, luego cenaremos.
  • El Amo me ha ordenado que, si el caballero te ha permitido correrte, debo masturbarte para volver a ponerte caliente, pero sin que te corras; tú me tienes que ordeñar y tomarte tu ración diaria de semen y después, esperaremos a que el Amo nos comunique lo que tenemos que hacer”

Fred cogió la correa de Sara y tiró de ella para que se levantase, y se dirigió al salón, donde, sin decir palabra, la colocó con el pecho apoyado en la mesa central, separó sus piernas y estiró sus brazos y cogió la fusta que estaba en la mesa, a la vez que preguntaba:

  • “¿eran diez fustazos en el culo y cinco en las tetas, no?”

Al comprobar como Sara movía la cabeza en señal de aprobación, Fred se colocó detrás del cuerpo de su mujer y alzando la fusta, descargó los diez azotes en su trasero; al acabar la tanda, tomó a su esposa por el cuello, le dio la vuelta y empujándola por los hombros, la hizo arrodillar; Sara al comprender la intención de su esposo, colocó las manos cruzadas detrás de la nuca y estiró la espalda de forma que su pecho quedaba perfectamente expuesto y cerró los ojos; entonces Fred le propinó los cinco azotes pendientes y, al acabar, se acercó, la besó en la boca y la dijo:

  • “Te quiero, cariño, la voluntad del Amo se ha cumplido, así aprenderás a no adoptar decisiones por tu cuenta y recordarás que tu boca sólo debe abrirse para acoger una polla o lamer un coño, y que sólo puedes hablar cuando te sea autorizado”.

Sin atreverse a mirar a los ojos de su esposa, Fred cogió la correa y, tirando de ella se dirigió a la cocina, donde hizo ponerse a Sara de rodillas ante un cuenco de comida para perros y le ordenó “Come” a la vez que, él mismo, se colocaba en la misma postura al lado de la mujer y, colocando las manos en el suelo, empezaba a comer de otro cuenco similar.

Una vez acabada la “cena”, Fred hizo levantar a Sara, le lavó la boca en el fregadero y dirigiéndose hacia el salón de la casa, le dijo,

  • “Ahora te voy a masturbar hasta que te pongas cachonda, lo siento, pero sabes que no vas a poder correrte, así que me avisarás para que pare antes de explotar y cuando te hayas calmado un poco volveré a ponerte cachonda, mientras tanto tú me ordeñarás y pondrás mi semen en una taza para tomar tu ración diaria, y yo seguiré manteniéndote cachonda, pero sin correrte, porque el Amo quiere que estemos así hasta que nos diga qué vamos a hacer ...

Al escuchar por segunda vez que el Amo había que tomase su razón diaria de semen, Sara miró a su esposo con cariño y le comentó:

  • Mi vida, ¿la has dicho al Amo que esta noche he mamado las pollas de varios caballeros y me he tragado sus corridas?, el Amo siempre dice que ese alimento es mejor que la miseria que te saco a ti …”

Fred miró enternecido a su esposa, dándose cuenta de que lo que ella pretendía evitar era la humillación diaria que suponía que lo tuviese que masturbar a cuatro patas, como un animal y depositar su semen en una taza para luego tomárselo, pero su sumisión fue más fuerte y le obligó a contestar:

  • “Cariño, el Amo ya ha sido informado de que te has tragado el semen de varios caballeros, pero sus órdenes son claras, debes ordeñarme y tomarte el semen; es una humillación que el Amo quiere que pasemos para que tengamos presente que somos de su propiedad, que hacemos lo que él ordena y que nuestros sentimientos no tienen importancia; somos sus animales y nos trata como le da la gana, así que, obedece, ordéñame, tómate el semen y después seguiré masturbándote para mantenerte cachonda”

Al decir esto, con lágrimas en los ojos, Fred se colocó a cuatro patas, dejó que su esposa liberase la polla de la funda en la que se encontraba y se dispuso a ser ordeñado por las hábiles manos de Sara que no tardó mucho en conseguir que el hombre eyaculase en una taza, una vez comprobado que no salía más liquido de la polla de su esposo, pasó el dedo por la punta del escroto para limpiarlo, se lo llevó a la boca, volvió a colocar la polla en la funda del arnés y, sin dudarlo pero con un gesto de disgusto, se tragó el escaso contenido de la taza, lamiendo su interior para no dejar resto alguno.

Completada esta tarea, Fred se levantó y ordenó a Sara: “espatárrate” , con lo que su esposa se recostó en el sofá, colocándose con las piernas exageradamente abiertas y el trasero ligeramente levantado de forma que su coño quedaba perfectamente expuesto y accesible a las manipulaciones de Fred que, demostrando experiencia y conocimientos, procedió a iniciar un lento pero continuado masaje sobre la zona genital de su esposa, presionando ligeramente cada vez que pasaba por el clítoris, arrancándole gemidos de placer que fueron convirtiéndose en gruñidos y aumentando en intensidad conforme las caricias incrementaban su presión, al poco rato, temblando de excitación, Sara abrió los ojos y con un rictus de desprecio, le gritó a su marido:

  • “Cariño ¡¡¡para!!!, me has puesto tan cachonda que ya estoy a punto de explotar, pero el Amo no te ha autorizado a que me corras; deja que repose y luego vuelves a masturbarme ...”

Mientras Sara se relajaba y procuraba que su excitación disminuyese hasta un límite tolerable, Fred cogió el teléfono y marcando un número que conocía de memoria esperó respuesta, y al escuchar que descolgaban, se colocó de rodillas y en tono respetuoso, habló:

  • “Amo, los esclavos han cumplido tus órdenes y están a tu servicio para lo que dispongas; la esclava Sara ya ha sido limpiada e higienizada, su cuerpo se ha recuperado y está en condiciones de ser usada y servir al Amo. .... Sí, mi Amo, el esclavo la ha puesto a descansar durante cinco horas, le he aplicado el castigo que le había impuesto el caballero James y le he dado de comer, después me ha ordeñado como al animal que es tu esclavo y ha tomado su ración de semen; ahora estaba masturbándola otra vez para tenerla cachonda pero sin permitirle que se corra, como el Amo me ha ordenado.

¿FIN?