Una cena diferente (1)

James invita a unos amigos a cenar y les tiene preparada una sorpresa ...

UNA CENA DIFERENTE (1)

Son las diez de una noche fría y destemplada en una de las calles más concurridas y turísticas de la ciudad, al llegar a la altura de un restaurante de lujo, un vehículo de alta gama se detiene y  del mismo desciende una mujer de unos 35 años, de buena figura, con un abrigo largo, que se ha despedido del conductor con un cariñoso beso y un “te llamaré , cariño” y se detiene en la acera, mira su teléfono móvil y lee con detenimiento un mensaje; cuando concluye, mete el teléfono en el bolsillo del abrigo (no lleva bolso), entra en el local, se dirige a la barra y saluda a una camarera joven que, le devuelve el saludo con un gesto de cariño y deja lo que estaba haciendo para mirar hacia el interior del abarrotado local buscando a alguien.

Con un gesto, la camarera le pide a su compañero que se haga cargo del servicio y sale de la barra para acercarse a una de las mesas, ocupada por cuatro personas, tres caballeros y una dama. Al llegar a la altura de la mesa, hace un pequeño gesto a uno de los comensales y, al recibir su autorización, se le acerca diciéndole algo al oído; el comensal mira a la mujer que está esperando, le dice algo a la camarera y asiente con la cabeza y ésta, con una pequeña reverencia, se aleja de la mesa para volver a la barra y decirle algo a la mujer que la está esperando; sin más, la mujer se quita el abrigo, se lo entrega a la camarera y se acerca a mesa indicada quedándose quieta de pie al lado del mismo caballero de antes hasta que éste le hace una seña y, entonces, en voz casi inaudible y con tono humilde, le dice:

  • “Mi señor, mi nombre es Sara, mi Amo me ha ordenado someterme a la voluntad del caballero y servirle, el señor puede hacer el uso que le apetezca de la esclava”.

En ese momento, el caballero se gira para mirarla de arriba a abajo y, dándole una ligera y discreta palmada en el culo, le señala con un gesto que se siente a su izquierda y se dirige a sus compañeros de mesa:

  • “Ah!!, disculpad la interrupción, esta es la sorpresa de la que os había hablado, se trata de una esclava que pertenece a la cuadra de mi amigo Stephen, que ha sido tan amable que me la ha prestado para que os la muestre y podamos usarla para disfrutar de ella hasta mañana a mediodía.”

Ni al caballero que habla, ni a la dama que se encuentra sentada al otro lado de la mujer les pasa desapercibido que la esclava, al sentarse, ha hecho un leve y muy discreto gesto con las manos para levantarse y subirse la falda hasta casi la cintura de manera que su culo entra en contacto directo con el asiento y las piernas, que mantiene ligeramente separadas, quedan casi a la vista de sus vecinos; ninguno de ellos, lógicamente, puede apercibirse de que la mujer, además, no lleva ropa interior.

En cuanto la mujer se sienta, el caballero pone su mano sobre la pierna desnuda y sin más, empieza a subirla hasta tocar el sexo de la esclava que está libre de cualquier obstáculo y plenamente ofrecido; de hecho, al notar la mano del caballero en su pierna, la esclava sin inmutarse lo más mínimo, ha abierto algo más las piernas y acercado su trasero hacia el borde de la silla con la obvia intención de hacer más fácil y cómodo que la mano del caballero pueda alcanzar su objetivo.

La dama, sin dejar de mirar la pierna desnuda de la mujer que se ha sentado a su lado, le dice:

  • “¿cómo que una esclava? James, creía que estabas de broma... No me puedo creer que esta mujer sea lo que dices y esté dispuesta a entregarse de esa forma tan cruda y directa. Me da la impresión de que nos pretendes engañar y has contratado a una prostituta para que haga ese ridículo y humillante papel.”

Al ver que los otros dos compañeros de mesa asentían a las palabras de la dama y sonreían mostrando su desconfianza, el caballero que respondía al nombre de James, les dijo:

  • Podéis pensar lo que queráis, y desde luego sois libres de no creerme, vosotros os lo perderéis. Os aseguro que Sara no es una prostituta, ya que aunque ella tiene relaciones sexuales con cualquier hombre o mujer, no lo hace por dinero, sino por obediencia a su Amo; y, creedme, no es lo mismo, porque Sara es, como os ha dicho ella misma, una esclava en toda la extensión de la palabra, y, por lo que me ha explicado Stephen, una de las esclavas mejor adiestradas de su cuadra.

No tengo autorización de Stephen para explicaros más cosas, pero puedo deciros que Sara trabaja como ejecutiva de un importante banco nacional, está casada con Fred, que también ocupa un alto cargo en una entidad financiera y ambos son esclavos de Stephen desde hace varios años y, aunque viven en su propia casa y trabajan como si fueran personas normales, pertenecen a Stephen, son de su absoluta propiedad, como puede serlo un perro o mejor, una televisión o un coche.

Y, por cierto, sí, Sara en su día decidió, junto con su marido Fred, voluntaria y libremente pertenecer a Stephen, ambos le entregaron su voluntad y sus vidas para que Stephen los adiestrara y usara como esclavos; y eso es lo que son, unos seres que carecen de voluntad, de personalidad y que están plena y totalmente sometidos a su Amo. Sinceramente, no os podéis ni imaginar hasta qué punto lo que digo es literal y cierto, pero yo lo he comprobado personalmente y Stephen me ha permitido compartir y disfrutar de Fred, de Sara y del resto de su rebaño.

Por supuesto que Sara es usada por quien Stephen decide, y como él quiere, ella se limita a someterse y obedecer las órdenes de su Amo, y ni siquiera  sabe ni tiene que saber si Stephen cobra algo por la utilización de los servicios de Sara; me consta que, en ocasiones, Stephen la alquila a algún cliente o conocido, pero en la mayoría de las ocasiones, como es mi caso, Stephen simplemente la presta, la cede o la entrega gratis, como se presta el teléfono, el coche o la casa; así que, desde ahora, hasta mañana a mediodía que me ha pedido que se la devuelva, Sara hará todo lo que se le ordene, sin ningún problema. ¿No es así, Sara?

La mujer, que había escuchado sin el más mínimo gesto, lo que James decía, al ser interpelada, contestó:

  • “Mi señor tiene razón, la esclava está casada con el esclavo cornudo Fred, y ambos somos propiedad del Amo, le pertenecemos completamente, sin reservas; ambos carecemos de voluntad, de capacidad de decisión, de personalidad, de hecho somos como animales de compañía adiestrados por el Amo para obedecerle y estar sometidos a su voluntad.
  • El Amo dispone de la esclava como mejor le parece, la usa para lo que le da la gana y la entrega a quien quiere, y ahora, el Amo, me ha ordenado estar a disposición del caballero para ser usada como le mejor apetezca, el caballero dispone del cuerpo de la esclava a su antojo; la esclava cumplirá con docilidad todas las órdenes que le dé el caballero; porque la esclava obedece la voluntad de su Amo y, ahora, la del caballero al que su Amo la ha entregado.

La esclava ha sido entrenada para dar placer al caballero, y también a los señores y a la Dama, si el caballero así lo quiere, de la forma en que decidan usar el cuerpo de la esclava, la esclava obedecerá todo lo que los señores y la Dama ordenen, sea lo que sea.”

La dama, que se había percatado del recorrido de la mano de James sobre la pierna de la mujer y ya había podido ver con sus propios ojos que no solo no llevaba bragas, sino que estaba colocándose de manera que le fuera más facil y cómodo al hombre alcanzar su entrepierna, volvió a tomar la palabra:

  • Vamos James, no puede ser verdad ¿quién es ese Stephen? Y ¿qué has dicho que tiene? ¿una cuadra?, no puedo creer que estés hablando en serio y tratando a esta mujer como si fuera un objeto ...

Otro de los compañeros de mesa, que obviamente era ajeno a las “exploraciones” de la mano de James en el sexo de la mujer, comentó:

  • James, hace años que te conozco, y jamás te había oído mencionar al tal Stephen; me da la impresión de que te estás inventado al tal Stephen para gastarnos una broma pesada, porque no me creo que eso que dices sea posible; nadie se entrega voluntariamente para ser tratado como un objeto, tampoco me creo que haya nadie que sea propietario de otras personas, como dices que es ese tal Stephen. Vale, déjalo y tengamos la cena en paz ...

Con tranquilidad, ejecutando un papel que había estado ensayando, James contestó a ambos:

  • “Puedo garantizaros que Stephen existe, es una persona real, y, Carla, sí, tiene una cuadra, así es como él prefiere denominar al conjunto de sus esclavos que, creedme, por lo que yo sé, y no los conozco a todos, son por lo menos quince, unas diez mujeres y cinco hombres; y verás, Charles, ni conoces a Stephen, ni me has oído hablar de él,  precisamente porque nunca me ha permitido hablaros de él; pero estad seguros de que es, con mucho, uno de mis mejores amigos y, desde luego el más antiguo de todos, porque nos conocemos desde críos ... La verdad es que me ha costado mucho convencerle de que me permitiese mostraros la situación que habéis visto, pero compruebo que Stephen tenía razón, no es algo cuya comprensión esté al alcance de todos y empiezo a plantearme si ha sido una buena idea traer a Sara a la cena en vez de dejarla en la habitación del hotel ...
  • Pero, en fin, si os lo tomáis así, dejémoslo estar, ordenaré a Sara que se largue y lo hará inmediatamente, yo tendré oportunidad de usarla en otro momento, y no volveremos a hablar de este tema. ¿de acuerdo?.

Tal y como James había previsto, su airada reacción hizo que sus compañeros de mesa se disculparan e intentaran convencerle para seguir la conversación, especialmente la dama, llamada Carla, que tomó la palabra en nombre de los otros para disculparse:

  • “Venga, James, no hace falta que te enfades; no pretendemos ofenderte, pero tienes que entender que lo que nos has planteado es bastante duro y difícil de creer, aunque empiezo a creerte, sobre todo porque llevas un buen rato metiendo mano a Sara y ella, no sólo no se ha quejado ni ha intervenido en la conversación, sino que te lo está poniendo lo más fácil posible para que llegues con la mano a su entrepierna. Sinceramente, su actitud no es normal, ni su postura, ni su mirada; cuanto más me fijo, más me doy cuenta de la entrega y la sumisión de Sara hacia tí, a nosotros ni nos ha mirado ...
  • Pero me muero de curiosidad, ¿puedo hacerle algunas preguntas de carácter íntimo y personal?”

La llegada del camarero con la cena obligó a cambiar de tema y supuso un momento de relajación en la tensión que empezaba a flotar en el ambiente; James aprovechó para pedir la cena de Sara, a la que, por supuesto, ni se le ocurrió consultar sobre sus preferencias, y para dejar clara la situación, mientras el camarero servía cada plato, James llenó la copa de vino de Sara, que no se movió ni hizo ademán alguno de beber, hasta el que hombre le ordenó expresamente que lo hiciera; de la misma forma, pese a que ya le habían servido su plato, Sara no empezó a comer hasta que no recibió la orden expresa de James y, cuando éste se la dio, antes de empezar, se lo agradeció expresamente.

Cuando el camarero se marchó, James retomó el tema de conversación y con una sonrisa condescendiente que demostraba que esperaba la reacción de sus acompañantes, especialmente la de la Dama, y que no le había extrañado en lo más mínimo la curiosidad que Sara había despertado en ella, le respondió:

  • Por supuesto, querida, Sara contestará a todas tus preguntas, pero siempre que no rebasen los límites de la discreción que impone Stephen; puedes tener por seguro que todo lo que te diga será absolutamente cierto, porque no le está permitido mentir ni ocultar nada que su Amo no le haya ordenado silenciar; ten en cuenta que cuando Sara dice que está a nuestra disposición significa que está sometida a mi voluntad esta noche, y si yo se lo ordeno, será obediente y responderá a tus preguntas. ¿verdad que sí, Sara?

La esclava, tragó de un golpe el bocado que acababa de llevarse a la boca y contestó:

  • Sí, mi señor, por supuesto que la esclava obedecerá al caballero y responderá a todas las preguntas que pueda con absoluta sinceridad y sin ocultar nada, porque tanto el cuerpo como la mente de la esclava están al servicio de los señores …

Muerta de curiosidad y sin esperar a que James dijera nada, mientras los demás comensales daban cuenta de su cena, la Dama se lanzó a preguntar:

  • Sara, nos has dicho que estás casada con un tal Fred y que los dos decidisteis entregaros a Stephen, ¿me puedes explicar cómo dos personas que tienen su vida y su trabajo resueltos deciden convertirse en esclavos?
  • Mi señora, el Amo sólo me autoriza a contestar que la esclava y su esposo decidieron libre y voluntariamente entregarse al Amo y se sintieron profundamente honrados cuando el Amo aceptó asumir la propiedad de ambos, desde ese día ambos esclavos son felices sometidos a la voluntad del Amo y estando a su completo servicio; el Amo ha tenido la amabilidad de adiestrar a sus esclavos para conseguir que le sirvan adecuadamente y que el uso que haga de ellos sea plenamente satisfactorio. La esclava no está autorizada a revelar ni las razones por las que decidieron entregarse al Amo ni la forma en la que el Amo los ha adiestrado y entrenado para obedecer su voluntad y someterse a su servicio.
  • Vale, supongo que no puedo más que aceptar tu respuesta, pero dime ¿seguís siendo un matrimonio? ¿qué sentís el uno por el otro? y, sobre todo ¿qué tipo de relaciones tenéis?
  • Mi señora, el Amo ha consentido que Fred y la esclava sigamos felizmente casados, a todos los efectos, seguimos siendo un matrimonio y nos seguimos amando como antes, eso forma parte de los sentimientos que el Amo ha tenido la bondad de permitirnos mantener; en cuanto a las relaciones, si la señora se refiere a las relaciones personales, Fred y la esclava vivimos juntos en nuestra casa y nos cuidamos, pero siempre cumpliendo la programación que el Amo ha decidido para nosotros y que, si a la señora le interesa, detallaré.

En el terreno sexual, el Amo es el que decide cuando, como y donde tenemos relaciones sexuales, ahora el Amo permite a Fred que me monte una vez a la semana y, si nos hemos portado bien, nos autoriza a tener un orgasmo juntos; el Amo también ha decidido que la esclava le haga una paja a Fred todas las mañanas y use su leche para el desayuno de ambos; además, cuando el Amo quiere tener cachonda y en celo a la esclava, ordena a Fred que la sobe y masturbe, pero sin permitirle correrse. * Vaya, observo que siempre que hablas de Stephen, te refieres a él como “el Amo”, pero nunca pronuncias su nombre, ¿por qué? * Mi señora, la boca de la esclava no es digna de pronunciar el nombre del Amo, sólo si el Amo lo ordena expresamente, la esclava tendrá el honor de poder decir el nombre de quien es su propietario, dueño y señor. * Y en el trabajo, ¿Cómo compagináis ser esclavos de Stephen y ejercer vuestro trabajo? * Mi señora, el Amo nos ha ordenado que, salvo que él disponga otra cosa, cumplamos nuestras obligaciones laborales como lo hacíamos antes de pertenecerle y, como en todo lo demás, obedecemos humildemente sus órdenes, pero en el momento en que el Amo lo disponga así, abandonaremos sin ninguna duda todo lo que estamos haciendo y renunciaremos a nuestros trabajos para ponernos a la disposición de nuestro Amo, someternos a los designios de su voluntad que es la nuestra y ser usados de la forma en la que el Amo decida. * Y tú, ¿qué sientes cuando te entregas a otros hombres? ¿te gusta tener relaciones con todos los hombres a los que te entrega tu Amo, nunca has sentido rechazo, asco o repugnancia de alguno? ¿no hechas de manos ser una mujer libre e independiente como antes? * No mi señora, la esclava está completamente satisfecha de su condición y feliz de estar sometida a la voluntad del Amo, recuerdo perfectamente cuando todavía el Amo no había asumido la propiedad de la esclava y no echo de menos para nada esa época. * En cuanto a disponer del cuerpo de la esclava, la señora debe entender que la esclava únicamente obedece a su dueño, es el Amo quien toma esas decisiones y la esclava se somete a los deseos de su propietario. A veces los caballeros a los que el Amo permite que usen a la esclava son desagradables, y a la esclava le repugnan algunos de los usos que los caballeros hacen de ella, pero eso no tiene la más mínima importancia, porque lo único que importa es lo que el Amo desea y ordena y la esclava se somete al uso que el Amo autoriza que se haga de su cuerpo o de su persona. * Y tu marido ¿qué opina de todo esto? ¿cómo lleva que te acuestes con otros hombres que sea tu Amo quien lo decida? * Mi señora, Fred acepta con el mismo sometimiento que la esclava, las órdenes del Amo y cumple su voluntad sin dudarlo ni un momento; por eso, cuando el Amo dispone que la esclava sea usada por otros caballeros, es Fred el que prepara a la esclava, la limpia e higieniza, y la lleva al lugar en el que la esclava debe ser entregada; por eso, esta noche, Fred ha traído en coche a la esclava hasta la puerta del restaurante, y mañana la recogerá, cuando los señores terminen de usar a la esclava o cuando se cumpla el horario programado por el Amo. * Debo decirle a la señora que el Amo ordena a Fred que sirva y se someta a algunos caballeros y damas para ser usado y mi esposo obedece, como siempre, la voluntad del Amo cumpliendo sus deseos y órdenes, no importa las que sean.

…. Continuará …..