Una cena de empresa inusual
Cómo un joven empleado y su amigo terminan doblegando mi débil voluntad aprovechándose del exceso de copas y de mi calentura.
Tardé cinco minutos en encontrar mi tanga en el asiento trasero del coche y recomponer mi ropa y mi pelo. Para cuando terminé el coche estaba parado frente a mi portal y los dos chicos aguardaban a que terminase mientras fumaban y cigarrillo y charlaban y reían apoyados en el coche.
Salí del coche y me despedí con un escueto hasta luego y recorrí los 20 metros que me separaban del portal de mi casa. Aún estaba un poco mareada por las copas que había tomado y conmocionada por lo sucedido. Mientras buscaba torpemente las llaves en el bolso noté unas manos que se aferraban a mis caderas apretando mi culo contra su paquete mientras me decía al oído,
“El lunes nos vemos en la oficina, putita. Ha sido un placer follarte y estoy seguro que no va a ser la última. Creo que se ha acabado el tiempo de pajearme solo en los baños de la oficina.”
Sólo pude retorcerme levemente rozándome contra su paquete y soltar un suspiro provocado por el cosquilleo que esas palabras habían desatado en mi coño y que había recorrido mi abdomen.
El chico se separó de mi dándome una palmada en el culo y dirigiéndose al coche donde le esperaba su amigo ya montado.
Una vez en casa me dispuse a darme una ducha caliente antes de acostarme.
I.
Mi nombre es Lola. Tengo 46 años y soy divorciada y madre de un hijo de 20 años. Soy Jefa de Administración en una empresa de suministros y como cada año por estas fechas la empresa organiza una cena a la que invita a todos los empleados y que todos los años termina en alguna discoteca tomando copas hasta las mil.
Mientras me vestía y me maquillaba me fotografiaba en el espejo del dormitorio para enseñarle a mi novio por WhatsApp y con todo detalle cómo iba vestida ya que estaba trabajando fuera A Antonio, 6 años más joven yo, le encantaba que me vistiese sexy, que marcase mis atributos y, sobre todo, que morbosease con otros hombres.
Después de recibir su visto bueno salí a coger el coche para ir al restaurante donde se celebraba la cena. Llevaba puesto un vestido de leopardo ajustadísimo que realzaban mis grandes pechos, una talla 110, y que bajaba por mis caderas marcando mi culo y terminando justo por encima de las rodillas. No dejaba nada a la imaginación. Debajo iba estrenando un conjunto de lencería negro de encaje con un tanga diminuto que me había comprado la semana anterior y unas medias de rejilla con liga al muslo de las que me encanta ponerme para calzarme en mis tacones de aguja.
La cena discurrió tranquila, nada fuera de lo normal, entre risas y bromas entre compañeros y algunas pullas que lanzábamos a los jefes. Conforme el vino y la cerveza iban corriendo el tono de las bromas iba subiendo y todos nos reíamos muchísimo.
Al terminar la cena una parte de la gente se marchó y quedamos solamente 10 que decidimos en la puerta del restaurante ir a una discoteca de unos amigos de Javier, uno de los jefes que se quedaba con nosotros, para bailar y seguir la fiesta.
II.
Ya en la discoteca comenzaron a correr las copas sin control, ya que Javier había apalabrado que no se nos cobrasen las copas.
Comenzaron los bailes, cada vez más desinhibidos, los roces y las bromas entre risas. Yo me hacía fotos con todos mis compañeros en posiciones sugerentes y besándome con alguna compañera para calentar a mi novio por WhatsApp y mostrarle cómo estaba zorreando como a él le gusta.
Se nos había adosado al grupo un amigo de Héctor, uno de los trabajadores más jóvenes de la empresa y que tenía apenas 23 años. Era un chico alto y fuerte y siempre me pareció bastante guapo, pero era demasiado joven y demasiado tímido. Se ponía colorado cuando subía a la oficina y le llamaba yogurín o bromeaba con las otras chicas de la oficina acerca de las muchas novias que debería tener semejante morenazo. Nos reíamos muchísimo a costa de su timidez.
Los dos chicos no interactuaban demasiado con el resto del grupo y bebían cerca de la barra mientras charlaban. Notaba cómo ambos me miraban cuando bailaba y me rozaba morbosa con mis compañeros y cuando les apartaba las manos pícaramente cuando intentaban bajarlas a mi culo. De vez en cuando se acercaba a traerme una nueva copa y yo, en ese momento ya totalmente animada por el alcohol le daba un beso en la mejilla dándole las gracias mientras aprovechaba para rozarle con mis pechos. Me ponía cachonda las miradas lascivas que me dedicaban él y su amigo en la distancia, y los comentarios de mis compañeras acerca de las pajas que iban hacerse los dos críos a costa mía esa noche.
A cosa de las 3 de la madrugada comencé a notar que me había pasado con las copas ya que me sentía un poco mareada, así que decidí ir al baño a refrescarme y retocarme el maquillaje. Estaba frente al espejo del baño cuando de uno de ellos vi salir a mi compañera Blanca y a Javier, el jefe, que me miró con cara de circunstancias y salió rápidamente del baño. Blanca se acercó a los lavabos donde yo estaba riéndose y recolocándose la ropa.
- “¿Te has liado con Javier, Blanca?” – le pregunté sorprendida.
Entre risas me dijo que no había sido planificado. Que la había invitado a un par de tiros y que en el baño se habían morreado pero que le había cortado cuando empezó a meter sus dedos en su coño. Nos reímos mientras Blanca contaba cómo le había suplicado que no lo dejase con ese calentón.
- “Lola, menudo repaso te están dando los dos chavalitos. ¿No vas a apañar al pobre Héctor? – dijo entre carcajadas Blanca.
- “Ni en broma, pero si parecen mis hijos” – dije entre risas mientras notaba cómo subía la temperatura y la humedad en mi entrepierna.
Salimos del baño y seguimos bebiendo y bailando todos con todos hasta que, sobre las cuatro me acerqué a la barra para recuperar un poco. No me sentía nada bien. Allí estaban Héctor y su amigo que me preguntaron cómo estaba, a lo que les respondí que un poco mareada y que iba a pedir un taxi para ir a casa porque no estaba en disposición de coger el coche. Héctor me dijo que ellos ya se iban también y que tenían el coche de Daniel, su amigo, en un aparcamiento cercano. Yo me negué e insistí en la idea de pedir un taxi, pero el joven se reiteró y me dijo que no les cogía de camino pero que entre compañeros nos teníamos que ayudar. En condiciones normales no hubiese aceptado, pero me encontraba muy pasada de copas y no me apetecía nada discutir. Héctor me dijo que esperara en la puerta de la disco que iban a por el coche, así que apuraron las copas y se fueron ambos. Yo me despedí de los que quedaban en la discoteca y les dije que cogería un taxi (no me apetecían las malas interpretaciones y las risitas el lunes en la oficina), recogí mi bolso y mi abrigo y me dirigí a la puerta. De camino noté que estaba más mareada de lo que pensaba y que me costaba andar en línea recta.
Ya en la puerta me sorprendió Héctor que, viendo mi estado me sujetó rodeándome con su brazo mi cintura y llevándome a un lado donde nos apoyamos en la pared mientras venía Daniel con el coche. Mi estado de embriaguez era más del esperado y cerré los ojos y apoyé la cabeza en el hombro del chico, todo me daba vueltas. Héctor soltó una carcajada y me dijo al oído que quién iba a decirme que iba a estar agarrada al yogurín del almacén. El comentario me hizo gracia, pero solo pude responderle que muchas gracias por acercarme a mi casa mientras notada como me agarraba firmemente contra él para que no me cayese al suelo.
III.
Al subirme al coche le dije la dirección al otro chico y Héctor se sentó detrás conmigo, según él para sujetarme ya que estaba bastante afectada. Me tenía el brazo echado por encima y estaba recostada sobre su hombro y al poco rato noté como me acariciaba los pechos, primero tímidamente y ante mi falta de respuesta las caricias se convirtieron en algo más contundente. Notaba cómo sus dedos se clavaban en mis tetas. Abrí los ojos y le dije que parase mientras intentaba quitarme sus manos de encima.
Héctor me sujetó contra él más fuerte y agarrándome una de mis manos la colocó sobre su paquete, estaba completamente empalmado. Seguimos con una especie de indeciso forcejeo, me notaba agobiada y me estaba poniendo cachonda intuyendo su polla atrapada bajo los pantalones y notando sus manos por mi cuerpo. Le decía que parase, pero sin decisión alguna. Noté como una de sus manos subía por mi pierna hasta llegar a mi coño, que en ese momento ya estaba mojado. Hizo a un lado mi tanga y con destreza introdujo completamente sus dedos índice y corazón en mi coño húmedo y apoyó su dedo pulgar sobre mi clítoris. Dejé de resistirme y sólo pude gemir mientras arqueaba mi espalda levantando un poco mi pelvis y separaba las piernas para dejarlo hacer.
- “¿Has visto Daniel? Te dije que a esta putita nos la íbamos a follar porque iba caliente como una perra” -dijo Héctor mientras seguía taladrándome el coño con sus dedos y ante la mirada de Daniel por el retrovisor.
Las palabras de Héctor me sorprendieron porque no era su forma de expresarse, era un chico muy recatado y de buenos modales. Estaba profundamente cachonda y fuera de control y no hacía más que retorcerme en el asiento y gemir. Héctor comenzó a besarme el cuello mientras seguía trabajando mi coño.
- “Ahora en tu casa te vamos a dar lo que estás buscando toda la noche. Te has estado restregando y rozando con todos menos conmigo y he visto cómo me mirabas toda la noche. Ahora llega mi momento” – dijo Héctor medio susurrando.
- “No vais a subir a casa de ninguna forma, no quiero comentarios de los vecinos” – dije decidida, pero entre gemidos y la respiración agitada.
- “Como quieras” – respondió Héctor. “Dani, aparca junto al parque que hay a la espalda de su casa.” – ordenó con decisión.
En cinco minutos estábamos aparcados cerca de mi casa. Héctor abrió el escote de mi vestido de leopardo y me sacó los pechos por encima del sujetador.
- “Menudas tetas que tienes, jefa! ¿Has visto esto Dani? Pilla alguna foto, joder.” – decía Héctor.
Daniel se había sacado la polla y se estaba pajeando despacio, o así lo intuía yo por sus movimientos, pero paró para coger el móvil. Mientras grababa, Héctor comenzó a morderme los pezones y aceleró el ritmo de su mano en mi coño. Me tenía cuatro dedos dentro y los metía y sacaba como si me follase con la mano. Notaba cómo estaba a punto de correrme.
- “No te pares, Héctor. Sigue. Me corro.” – dije fuera de mí.
Noté como todos mis músculos se tensaban y los espasmos en el interior de mi vagina cuando me llegó el orgasmo. Casi no podía recuperar el aliento. Tenía leves temblores en las piernas. El chico se separó de mí y se desabrochó el pantalón y bajándoselo hasta las rodillas, dejó libre una hermosa polla dura como un mástil. No era extremadamente grande pero sí gruesa y llena de venas. Aquella imagen volvió a traerme a la realidad. Héctor me agarró la cabeza y sin resistencia me llevó hasta su polla.
Recorrí con mi lengua toda su herramienta parándome en su glande mientras le masajeaba los huevos. Eran grandes y me los metí en la boca para chuparlos mientras le pajeaba. Oía como suspiraba y cómo Daniel abriendo la puerta trasera del coche me levantaba el vestido hasta la cintura y lanzaba fotos con su móvil de la tremenda mamada que le estaba haciendo a su amigo.
- “¡Menudo culo y menudo coño tiene tu jefa, Héctor!” – exclamó mientras comenzaba a acariciármelo con sus dedos tímidamente.
Al notar sus dedos en mi coño mojado y sensible por el orgasmo que había tenido minutos antes, solté la mano de la polla de Héctor y comencé a comérsela metiéndomela entera en la boca. Sus manos apretaban mi cabeza contra su polla y apretaba su pelvis enterrándomela en la garganta hasta provocarme arcadas. Mis babas inundaban su polla y sus huevos.
- “Qué bien mamas, puta. Sigue que te vas a tragar toda mi leche” – Decía mientras se reía con Daniel.
Estaba muy excitada y a punto de correrme nuevamente con los dedos de Daniel en mi coño y entrando tímidamente en mi culo. Aceleré el ritmo, clavé mis uñas en las nalgas de Héctor, noté como gemía y se tensaba. Momentos después recibía cuatro chorros de semen espeso en mi garganta que no era capaz de tragar en su totalidad. Al sacarme su polla de la boca una parte cayó sobre mis tetas mientras me relamía los restos de mi boca.
No había podido correrme por segunda vez, pero temía que algún vecino pudiera ver el numerito que teníamos montado.
- “Ya ha estado bueno por hoy. Habéis tenido lo que queríais, ¿no?” – Les dije a los chicos incorporándome.
- “Esto no ha terminado” – dijo Héctor. “Ahora tienes que atender a Daniel que te ha traído a casa y ha estado viéndote zorrear toda la noche”.
Daniel pasó a sentarse donde le había comido la polla a Héctor y este se pasó al otro lado dejando la puerta abierta tal como estaba. Mientras Dani se desabrochaba el pantalón y se quitaba los zapatos para sacárselos completamente por los pies, Héctor tocó mi coño con sus dedos.
- “Este coñito está pidiendo polla, jefa, y se la vamos a dar” – dijo notando que seguía completamente mojada.
- “Ponte un condón, Héctor” – le dije.
- “No llevo condones, no esperaba follarme a una zorra como tú esta noche. Pero si no quieres follar a pelo siempre puedo follarte el culo” – dijo riendo mientras me daba un azote en la nalga derecha con fuerza.
- “Eres un cabrón. No vas a follarme el culo, así que hazlo como quieras” – le dije.
Héctor, orgulloso de su posición de dominio me ordenó que me quitase el vestido. Como pude en la parte trasera del monovolumen, me quité el vestido que se abría por delante. Me quitó el tanga completamente mojado y se lo tiró a la cara a Daniel entre risas. Quedé en el asiento trasero a cuatro patas con mis tacones y mis medias de rejilla y mis tetas saliendo por encima del sujetador con la cara apoyada en el paquete de Daniel que aún no se la había sacado del bóxer. Cuando le miré a la cara estaba colorado y procedí a sacarle la polla. Ante mi sorpresa el pollón era de dimensiones considerables y me lancé a mamárselo con intensidad.
Mientras tanto, Héctor que había estado tomando fotos mías en esa postura ya estaba rozando la punta de su polla, que había vuelto a ponerse dura, por la entrada de mi vagina y me estaba poniendo cardiaca.
Mientras me trabajaba el pollón de Daniel noté como de una embestida seca me clavaba Héctor su polla en el coño. No pude más que lanzar un gemido y atragantarme con la polla de Dani. Héctor me follaba violentamente mientras tiraba de mi melena castaña con fuerza. Me azotaba y me repetía lo mucho que le gustaban las “putitas maduras” como yo y las pajas que se había hecho en los baños de la oficina pensando en mí.
Daniel terminó corriéndose en mi boca y mientras Héctor me embestía como un animal yo recogía con mi lengua los restos de semen de su pelvis. Noté que no podría aguantar más y me corrí entre jadeos y gemidos con la cara apoyada en el abdomen de Daniel que ya había descargado bien su polla en mi boca. Héctor hundía su polla salvajemente en mi coño, estaba a punto de desmallarme o de gritar como una posesa. En ese momento sacó su polla de mi coño y se corrió sobre mi culo y mi espalda. Noté los chorros calientes de su esperma recorrer mi espalda y quedé extenuada un minuto.
Al incorporarme, miré a los ojos a Héctor y le agarré la polla para limpiársela con mi boca.
- “Sabía que eras una putita caliente” – me dijo sonriendo mientras me colocaba el vestido.
Los dos se vistieron y arrancaron el coche para llevarme a mi casa.
NOTA: Este relato es un hecho real ocurrido en diciembre de 2015 durante la cena de Navidad de mi empresa.
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