Una cena con ANA
No se esperaba lo que le iba a pasar esa noche...
ANA, llevaba todo del día esperando mi llamada, pero recibió un mensaje breve. "Si te portas bien, esta noche te llevo a un sitio especial”.
El corazón le palpitaba a mil. Sabía lo que tenía que hacer para complacerme. Fue a su dormitorio, se quitó lo que llevaba puesto y se tumbó desnuda con las piernas abiertas y el móvil a mano. Comenzó a acariciarse, tocarse los pezones y la parte interior de los muslos. Cuando estaba a punto conectó el móvil para grabar como se corría y me envió el video. Apenas se veían sus dedos acariciándose frenética el clítoris, pero los gemidos eran inconfundibles.
Le contesté: “buena corrida, vístete”.
Tras una ducha rápida comenzó a preparar la ropa que se pondría esa noche. Un vestido ajustado pero cómodo, panties de topitos y unos zapatos tipo plataforma. Me envió otro video para que diera mi aprobación.
Le contesté con un mensaje corto: “ponte minifalda con una blusa de botones. Debes llevar medias y los zapatos de pulsera”.
Joder, otra vez el “uniforme” (como decía ella). No le gustó. Son unos zapatos de tacón alto y fino, muy incómodos, con los que apenas puede moverse, pero en cuanto se puso las bragas de encaje y las medias negras transparentes con su liguero y se miró al espejo se gustó, sabía que esa noche íbamos a pasarlo bien.
Grabó otro video, vestida como le había pedido, a cuatro patas en la cama y pajeándose el culo que sabe que me pone a mil. Procuró no correrse. Quería mantenerse caliente para cuando la recogiera.
Según entró en el coche la besé en los labios y la cogí por la nuca. Nos dimos un morreo lascivo, con muchas ganas. Con la mano derecha le metí un dedo en el coño que saqué empapado.
Y.: Joder ANA como estamos.
A.; Ya ves tío, venga vámonos que estoy intrigada y tengo hambre.
Llegamos al restaurante y nos atendió una recepcionista que nos sentó en un saloncito antes de pasar a la zona de reservados.
Se quedó mirando a dos chicas jovencillas que estaban sentadas en un sillón al frente nuestro. Iban con vestidos iguales, cada una de un color, muy cortos, taconazos, mucho escote y estaban muy cariñosas entre ellas. Daban un poco el cante, yo apenas me fijé, pero ANA sí.
A.: Joder tío mira esas niñatas. Qué pintas y menudas zorras ahí calentando a todo el mundo....
Y.: Bueno, que tú tampoco vas mal o no te has mirado al espejo...
A.: Ya, pero yo no enseño tanto y además no me estoy dando el palo ahí delante de todos.
Y.: Jaja, anda que ya te gustaría....
La recepcionista nos pasó a un reservado en el que había una mesa para cuatro y unos sillones al fondo en el que estaban sentados dos hombres de unos 40 años.
Me miró extrañada. No se esperaba a nadie más en la cena. De haberlo sabido se habría vestido más recatada. Iba vestida demasiado provocativa para estar con desconocidos. Se abrochó un botón de la blusa y se bajó la minifalda con un gesto nervioso que todos notamos.
Y.: Ana te presento a Stefan y Michael, unos amigos. Se levantaron y la saludaron amablemente.
A.: Hola, qué tal, soy Ana. Encantada.
S.: Ana, veo que eres mucho más guapa de lo que nos habían dicho. Siéntate, por favor.
A.: Gracias
Se sentó en uno de los sofás individuales, justo enfrente de Stefan. Hizo todo lo posible porque no se le viera nada, pero era difícil. La falda era muy corta y se le veía el encaje de las medias. Cruzó las piernas y se sentó hacia delante. Me miraba buscando mi aprobación.
Me acerqué a ella y le dije al oído: “Tranquila, no pasa nada”. Pero al tiempo le metí la mano entre las piernas para que las descruzase. Aún así, juntaba las rodillas: “No cierres las piernas, relájate y desabróchate ese botón que pareces una monja”.
Estaba totalmente avergonzada, pero lo hizo. Miró hacia adelante y cruzó la mirada con Stefan que no perdía detalle. Estaba claro que tenía una vista privilegiada de sus bragas, pero le daba igual. Quería complacerme y qué más da que ese tal Stefan disfrutase un poco…
Entró una camarera en el reservado que nos preguntó qué queríamos beber. Pedimos unas copas y se dispuso a prepararlas.
Y.: Ana, sirve tú las copas a mis amigos.
Me miró incrédula. Ahora le tocaba hacer de camarera. Lo que faltaba. Pero bueno, tampoco es para tanto, pensó. Se volvió a bajar la minifalda, se levantó y caminó muy digna hacia la barra. No perdimos detalle, sabía que los tres estábamos mirándola y no defraudó. Ana es una tía morena con un buen culo y muy bien dotada.
Al llegar a la barra, la mirada de la camarera se lo dijo todo. Estaba claro que no era la primera vez que veía esa escena. Tenía preparada las copas en una bandeja para que Ana las llevase, pero prefirió llevarlas en dos viajes.
Primero se acercó a Stefan por un lado. Se agachó para dejar las copas en la mesa y no pudo evitar que se subiese la maldita falda y mostrar el encaje de las medias y el liguero. Para colmo Stefan le hizo una caricia en el pelo: Gracias guapa.
Joder. No se podía imaginar que iba a verse en esa situación. Demasiada confianza en esa caricia, se quejó con una mirada pero le hice un gesto para que continuase. Trajo las otras copas, nos enseñó las tetas al agacharse y se volvió a sentar en su sitio.
La conversación era normal, aunque Ana no participaba en ella ni hacía falta, estaba un poco incómoda. Nos acabamos las copas y nos sentamos en la mesa. La camarera nos sirvió un aperitivo y el primer plato. Empezamos a comer.
Al poco, sin prácticamente mirarla le dije: “Ana, ve al baño y quítate la ropa interior”.
Se quedó helada. No porque le hubiera pedido eso, porque ya lo había hecho en otras ocasiones, sino porque no estaba segura de que lo hubieran oído Stefan y Michael. Les miró a ver si reaccionaban de alguna manera, pero no parecía que se hubieran dado cuenta. Me miró avergonzada.
A.: (al oído) Joder tío, cómo te pasas.., baja la voz que nos van a oir
Y.: Hazlo
Se levantó y se dirigió al baño...
Al cabo de un rato volvía toda mojada con las bragas y el sujetador metidos en su bolsito. Joder qué vergüenza. Se había mirado en el espejo y se le transparentaba el pecho a través de la blusa blanca. Pero bueno, quizá al sentarse no se darían cuenta. Estaba muy cachonda, procuraba taparse los pezones con los brazos al entrar de nuevo en el reservado. Todavía pensaba que se trataba de un juego entre ella y yo, como el que habíamos hecho más veces, pero pronto comprendió que no era así.
La camarera la estaba esperando. Le retiró la silla y la ayudó a sentarla, pero se quedó detrás de ella. Comenzó a acariciarle el pelo y el cuello. Ana me miraba asombrada.
A un gesto de Stefan la camarera comenzó a desabrocharle lentamente los botones de la blusa y se la abrió dejando a la vista sus pechos. Ya no sabía dónde meterse, pero estaba claro que ella no iba a ser la que cortase todo el rollo. Le agradaba la delicadeza de esa chica, ser el centro de atención y sobre todo de MI atención y estaba dispuesta a romper sus límites.
La camarera le abrió la blusa del todo, para que se le vieran bien las tetas, se agachó a su lado y comenzó a comerle un pezón. Estaba extasiada mirándonos, pero intentaba guardar la calma. Por ella se habría echado al suelo a comerle el coño a esa chica o al revés. Pensaba en tomar la iniciativa y lanzarse a comerme la polla para que me la follase allí mismo delante de todos, pero no lo hizo. Prefirió relajarse y disfrutar de cómo le estaba comiendo las tetas. Le ofreció la otra, la chica era una experta y lo hacía con ganas. Se dieron un morreo espectacular.
Me levanté y me acerqué a ella por detrás. Le agarré los pezones al tiempo que le besaba el cuello como sé que le gusta. Comenzó a mojar la silla de gusto. Entonces la ayudé a levantarse y le hice un gesto a la camarera para que retirara la silla.
Apoyó las manos en la mesa y le bajé la falda. Su precioso culo se realzaba con los zapatos de tacón. Miraba desafiante a los invitados, estaba preciosa y lo sabía. Sospechaba lo que iba a pasar y no se equivocó.
Comencé a acariciarle el coño hasta que conseguí empaparla. Le di a chupar mi dedo y se lo metí poco a poco en el culo para prepararla.
Se acercó Michael por un lado. La camarera le desabrochó el cinturón y le sacó la polla blanca y gruesa. Se comenzó a follar a ANA allí mismo, la cogió con las dos manos por la cintura y le metió la polla hasta el fondo. Cuando cogió ritmo le agarró una de las tetas y le pellizcaba el pezón al tiempo que le chupaba el cuello con lascivia. Ana estaba disfrutando, notaba los músculos y la potencia de ese hombre que se la follaba con fuerza. Le metía los dedos en la boca y ella se los chupaba viciosa. Me miraba con un poco de vergüenza por estar disfrutando de ese modo pero no lo podía evitar, Michael le tocaba el coño mientras se la follaba por detrás y eso era lo que más le gustaba del mundo. Tenía miedo de que se corriera dentro, pero decidió cambiar de agujero, penetrarla por el culo y derramarse en ella.
Cuando se separó, Ana no sabía bien que hacer, si debía moverse o permanecer allí con las manos en la mesa y el culo en pompa. Hizo un gesto de tocarse para correrse, sabía que con un poco de roce tendría suficiente porque Michael la había llevado al límite, pero le retiré la mano. Tenía la pinta de que íbamos a pasar por allí uno por uno y que ella sólo podría dejarse penetrar y estaba dispuesta a ello, pero ni siquiera iba a pasar eso. La camarera le limpió la polla a Michael y volvió a colocar la silla a Ana para que se sentase mientras le seguía acariciando el pelo y los pezones. Estaba a cien y habría preferido recibir otro polvo o que le hubiéramos dejado seguir con esa chica, pero tuvo que controlarse y sentarse en la silla. Le acaricié el pelo y le di un beso en la mejilla: “muy bien, estoy orgulloso de ti”, le dije al oído.
Toda la mesa estaba hecha un asco. La comida se había salido de los platos y hubo que recogerlo todo y cambiar el mantel para servir la carne. Lo que más le llamaba la atención es que todos siguiéramos hablando como si nada, como si ella no estuviera desnuda, como si el semen de Michael no le estuviera saliendo poco a poco por el culo (que le dolía bastante).
Ana se fijó en que no le habían puesto cubierto.: “Por favor, me puedes traer un cuchillo y un tenedor”, le dijo a la camarera.
Stefan me miró.
Y.: Ana, cómete la carne con las manos.
Era lo que faltaba. Además de ser la puta del lugar tenía que comer como un animal. Se la acababa de follar un desconocido y ni siquiera había podido correrse, pero nadie la iba a humillar ese día. Iba a demostrar que no tenía límites y que estaba dispuesta a todo por mi.
Enganchó el trozo de carne que le habían servido y arrancó un trozo con los dientes. Era una sensación extraña estar ahí desnuda y comer de ese modo, mientras los hombres estábamos impecablemente vestidos hasta Michael que se la acababa de follar hacía unos minutos. Intentaba buscar una servilleta para limpiarse la cara pero tampoco tenía y tuvo que usar el dorso de su mano. No hacía más que beber copas de vino para ganar un poco de confianza.
La camarera la miraba con asombro y admiración. A ninguna de las chicas que habían pasado por ese reservado la habían tratado así y había visto cosas muy fuertes. Una vez que ANA se había acabado el plato (acabó la última de todos) se lo retiró y le trajo una servilleta para limpiarse la cara.
Ana me preguntó si podía ir al baño a arreglarse. Pídele permiso a Stefan, le dije.
A: ehhh, perdón, Stefan, puedo ir al baño?
S: Claro que sí, ve.
Le dije al oído: “maquíllate y píntate los labios, pareces una guarra”.
Hizo intención de coger la minifalda y la blusa pero la camarera se había llevado la ropa, sólo pudo coger su bolsito donde tenía el maquillaje. Tenía que ir al baño con las medias, el liguero y los tacones ¿y si se encontraba con alguien conocido?
Salió del reservado y se dirigió hacia el baño. Entonces se dio cuenta de dónde la había llevado. Se cruzó en el pasillo con un par de chicas “vestidas” como ella, que ni siquiera la miraron. En el camino hacia el baño encontró una puerta abierta y podía ver a una chica follada también contra la mesa, como le había pasado a ella hacía un rato y todavía se puso más cachonda. Una vez enfrente del espejo trató de recomponerse la cara y replantearse la situación. Se le había corrido el rímel y tenía muy mala pinta, pensó en irse pero decidió arreglarse y volver. Necesitaba saber qué podía pasar y quería correrse. Al entrar comprobó que Michael se había ido y que Stefan y yo nos habíamos sentado de nuevo en el sofá.
Se acercó donde estábamos y le hice un gesto para que se sentase a mi lado, en la alfombra. Así se encontraba reconfortada. Le recordaba nuestras tardes de domingo, cuando pasa horas a mis pies mientras le meto mano y me masajea la polla. Me tendió la mano mientras miraba cómo la camarera nos servía los cafés.
Y.: ¿la deseas? Puedes tenerla si quieres….
A.: ¿ehhh, yo?
Y.: Sí tú, quién va a ser? Jaja
A.: No te importa?
Le hice un gesto a la camarera para que se acercase. Se arrodilló en el suelo, le desabroché la camisa y le ofrecí a Ana las tetas de la chica. Se lanzó como una loca a comérselas. Estaba claro que no era la primera vez que, ninguna de las dos, estaban con una chica porque se lo montaron perfectamente. En menos de un minuto estaban comiéndose el coño la una a la otra, hasta que Stefan llamó a la chica. Ana no la dejaba ir y la tuve que traer a mi lado. Estaba ansiosa, le metía los dedos en la boca y chupaba y salivaba como una perra en celo.
La camarera se arrodilló ante Stefan y comenzó a desabrocharle el pantalón para comerle la polla. Ana la miraba babeando y me abrió la bragueta para comérmela al tiempo, pero la aparté para que viera cómo lo hacía esa chica. Estaba babeando de ganas de comerse una polla. Stefan apartó a la chica y le hizo un gesto a Ana para que se acercara. Entonces descubrió para qué estaba allí esa noche. No tuvo ni que pedirme permiso, aunque hizo la intención. Se acercó gateando y le sacó la polla de los calzoncillos. Comenzó a chuparle los huevos y a ensalivarle los laterales de la polla lentamente. Esperó a que Stefan le cogiera la cabeza para metérsela hasta el fondo de la garganta y comérsela como sólo ANA sabe hacerlo, mientras le miraba a los ojos. Stefan estaba complacido, se notaba que estaba bien adiestrada y no tardó en correrse en su boca. Abrió los labios para mostrarle su semen y Stefan le cerró la boca cariñosamente para que pudiera tragarlo. Entonces se volvió a la chica para besarla y continuar con lo suyo, pero Stefan le cruzó la cara de una bofetada y le indicó que volviera a mi lado.
Ana se quedó alucinada de ese trato, yo nunca la había pegado. Estuvo a punto de ponerse a llorar y me miró. Me vio tan tranquilo que asimiló esa bofetada como algo normal, se dio la vuelta y volvió gateando por la alfombra. Estaba demasiado cachonda para llorar, necesitaba correrse. Me miró suplicando, se dio la vuelta y se abrió el culo y el coño pidiendo a gritos que me la follase. Le extendí mi pierna para que pudiera frotarse con ella. Se corrió como nunca en su vida mientras miraba como la otra chica se masturbaba mirándola a ella. Lo que no sabía es que iba a ser su nueva compañera de trabajo.