Una cara linda y un lindo culo.

Mi historia, donde entré a un grupo de lesbianas que me llevaron a experimentar los más extraños rituales, incluso la zoofilia.

Primer atento aviso: Esta historia empezó con la idea de ser un sólo capítulo, pero después de dos horas y media de escribir, he decidido dividirla en al menos dos capítulos.

Segundo atento aviso: Me explayé en la escritura de este texto. Es más que sexo y ya, así que léelo sólo si quieres leer una historia. No quiero críticas en los comentarios por su longitud.

Tercer atento aviso: Lo que les cuento es verdad en esencia. Quizá le imprima cierto estilo dramático para dar emoción, pero intentaré apegarme a la realidad.


El deseo de pertenecer a un grupo, de sentirme aceptada, de saber que soy parte de algo más grande... esa fue la causa que me llevó a cometer los errores que en estas lineas les voy a relatar.

Me llamo Ana y gracias a dios que mi nombre es muy común. Seguramente si alguien que me conociera leyera estas líneas, bien podría no reconocerme sólo por mi nombre o descripción, porque Ana's sobran.

Pero no quiero arriesgarme, sólo diré que soy de un país de habla en español y que mi nombre es Ana. Esta página es muy visitada y no deseo echar al carajo mi reputación en mi escuela.

Lo que sí describiré será mi físico, que al final aquí estamos para eso. No soy una chica exuberante de las que en los relatos de este lugar abundan, soy una chica linda y normal, como las muchas que puedes ver paseando por la calle.

Mi estatura es mediana, 1.60 metros. Mi cabello es color castaño chocolate y está del largo que me cubre media espalda si estuviera lacio. Suelo usarlo un tanto rizado, así que su aspecto es más corto.

Tengo ojos castaños claro, nariz pequeña pero estética y los labios medianos. Mi piel es blanca salvo en aquellas partes que el sol ha quemado un poco mi color. Por esas características desde pequeña me gané el apodo de 'leche con chocolate'.

Mis pechos son medianos y yo espero que crezcan un poco más el día que tenga hijos, ya que son un pequeñito trauma que cargué toda la adolescencia. No es que sean muy pequeños, pero tardaron mucho en crecer y aun actualmente son esos pechos que podrías relacionar con una chica de 16 y no de mis 20 años.

Mi complexión es delgada, desde pequeña intenté cuidar mi alimentación. No soy una flacucha traumada con su peso, pero siempre tuve cuidado en ello y me gané ser uno de esos espárragos, con unas curvas por ahí y otras por allá, pero al fin delgada.

He dejado para lo último aquello que considero lo más atractivo de mi cuerpo, mi trasero. Ah, mi trasero que tantas vergüenzas me trajo en la pubertad.

No es que sea el mejor trasero del mundo, pero desde antes de la pubertad y que mis caderas crecieran como es común a esa edad, desde antes mi culito siempre sobresalía en mi ropa, como saludando a quien lo mirara.

Por cierto, ¿quién inventó la palabra 'culo'?, siempre me ha parecido desagradable esa palabra y sólo la usaré aquí porque aquí es más común leerla.

En fin, mi trasero y muslos le dieron curvas significativas a mi figura y aquello fue vergüenza para mí en la pubertad, cuando era una niña que más deseaba pasar desapercibida que ser el centro de miradas en la clase de Voleyball donde incluso el instructor me veía, creyendo que yo no me daba cuenta.

A pesar de mi físico, que bien o mal siempre llamó la atención, logré ser una chica del motón, de aquellas que no llamaban mucho la atención durante la secundaria y preparatoria. Jamás me faltó pretendiente y tuve un par de novios en esos años. Me gusta intentar tener relaciones amorosas largas y obviamente no soy una chica para relaciones cortas y abiertas. Es por esto que a penas tuve un par de novios, con los que duré años.

Al llegar a la universidad el cambio fue enorme en todos sentidos. El primero es que no tenía amigos ahí, todos, incluido el novio, se habían ido a universidades gratuitas. Pero no yo, que fui enviada más a la fuerza que por decisión propia a una escuela de paga donde abundaban chicas y chicos adinerados, hijos de papi, más materialistas y vanales.

Yo había tenido un desempeño sobresaliente en secundaria y preparatoria. Quizá me la pasaba sentada estudiando para evitar estar de pie y que las miradas masculinas voltearan a ver mi culo o quizá sólo era una de esas chicas buenas que entregaban la tarea a tiempo y tenían buenas calificaciones en los exámenes.

La situación es que me había ganado una beca en esa universidad y mis padres creyeron que sería mejor que ahí estudiara. Ellos ahorrarían por si acaso perdía mi beca, pero era mi obligación ser tan sobresaliente en los estudios como lo había sido hasta ahora.

Así llegué a esas grandísimas instalaciones, inmensas ante mis ojos, sin amigos, conocidos y con una bandera de chica cerebrito, que estaba ahí por beca y no porque tuviera padres que le pagaran la escuela como quitando una raya al tigre.

Fue entonces cuando agradecí a mi trasero que los primeros chicos me hablaran. Me parecían obvias sus intenciones, querían ligarme, pero para mí era igual. ¡Alguien me hablaba, ya no estaba sola!

La verdad viví soledad sólo los primeros días y pronto empezaron a caer invitaciones a formar parte de ciertos grupos de actividades extracurriculares como deportes, artes, etc.

Para este momento, tú lector, debes estar agonizando por mi relato aburrido, pero yo te lo dije al inicio de estas líneas que esto era una historia, como esas largas historias porno con trama y que según mi exnovio eran aburridísimas. Yo creo que eran malas porque la trama era mala. Pero a partir de aquí empieza la historia sexual que ubica este relato en la sección de zoofilia.

O eso creía cuando escribía esto. Tuve que dividir la historia en capítulos, así que en este no habrá zoofilia

Y, es que esta historia podría caber en muchas categorías. En lésbico, en dominación, en no consentido, en voyerismo, en sexo anal y por supuesto, en zoofilia.

Quizá te preguntes, cómo una chica buena y estudiosa, que no tenía nada más que un lindo culo y una linda cara, ¿cómo terminó experimentando una situación que une situaciones lésbicas, de dominación, no consentidas, voyerismo, sexo anal y zoofilia?

Debo admitir que aún a 3 años de entonces no logro comprenderlo del todo.

No habían pasado ni dos semanas en mi primer semestre en universidad cuando ubiqué a un grupo de chicas que parecían ser ese grupo de populares que en las películas americanas siempre existen. Creí que eran un mito, pero de verdad existían esos grupos en las universidades.

Si has visto la película que Lindsay Lohan protagoniza, llamada 'Chicas pesadas', esta historia te recordará a aquella, porque también una chica desapercibida fue invitada al grupo de las populares y en el proceso cambió su forma de ser. Aunque claro, aquella protagonista no terminó con el falo de un perro entre sus piernas.

Pasado el mes de mi llegada, mientras caminaba a solas por una de las extensas áreas verdes de aquél lugar, el grupito de chicas se me acercó por la espalda, sin que yo me percatara de su presencia.

Una de las chicas, que después reconocería como 'la líder' de aquél grupo, me llegó por atrás para apretar una de mis nalgas. Así sin más y yo quedé petrificada.

Estaba lista para abofetear al 'chico' cuando oí su voz decirme -Quisiera tener ese culo para mí solita-...

Me giré como piedra, mi cerebro no comprendía porqué una chica me había tocado y tardé unos segundos en comprender que ella era lesbiana o al menos bisexual.

La miré con un sentimiento entre enojo y miedo para después gritarle -¡Qué te pasa!- y un instinto agresivo vino a mí cuando la empujé del hombro.

Rápido las otras chicas se acercaron a su líder y me miraron de tal forma que creí que iba a terminar más golpeada que pera de box. Debo admitir que me intimidé por el grupo, jamás había peleado, yo no era una chica de peleas y por supuesto no quería que me golpearan. Sí, eran chicas, pero sus miradas eran asesinas.

La líder intercedió. -Vamos a aquéllos árboles- su voz me ordenó y a mí me temblaban las piernas, de pronto me sobrevino un llanto interno que poco podía contener.

Yo hablé en mi defensa - Perdón, no quise empujarte, es que... - incluso las palabras me hicieron tartamudear. Sentí el rostro muy caliente, primero por el enojo y ahora por la vergüenza.

La chica más grande habló - Te dijo que fueras para allá - y dio un paso hacia adelante, amenazadoramente.

Giré la mirada hacia dónde ellas decían que fuéramos. Era un grupito de matorrales con algunos árboles, que hacían el lugar privado e invisible ante la vista de los paseantes.

Las instalaciones del lugar tenían su propio 'bosquecito', así que era común ver ese tipo de lugares en la universidad.

La líder volvió a hablar. -Anda preciosa, no vamos a golpearte, sólo queremos hablar- y ella me sonrió amablemente.

¿Qué podía hacer? De verdad no tenía opción. No tenía fuerza para escapar corriendo.

Las acompañé a ese lugar con las piernas aún temblándome.

Cuando llegamos ubiqué las salidas de aquél matorral y con terror me di cuenta que la única salida era por donde habíamos entrado. Seguramente ese era un lugar especial para hacer comidas en el bosque y que otros más usarían para sexo público.

La líder volvió a hablar. -Voltéate, quiero tocarte...- me ordenó sin la amabilidad que segundos antes había usado.

Yo la mire casi suplicante, no quería que esto sucediera. -Por favor... perdóname...- le susurré y noté en mi voz tonos de llanto, lágrimas que aún no salían de mis ojos.

La líder me respondió. -Mira niña, por aquí nadie va a pasar y si gritas, aquí Susy va a darte tremendo golpe para que tengas una razón por la cual gritar. Pero si eres buena, no te haré nada malo, así que coopera.-

¿Qué demonios era eso? Me parecía increíble que en una escuela de paga estuviera siendo acosada por un grupo de lesbianas. Pero 'Susy' era grandota y de verdad me intimidaba.

En silencio me giré para darles la espalda, tal cual me habían ordenado.

Casi de inmediato sentí cómo me tocaban el culo. Primero suave, lo apretaban, le daban suaves nalgadas.

Oí la voz de la líder de nuevo. - Camina hasta ese árbol -

Yo me quedé quieta, estaba asustada, no me respondía el cuerpo.

La voz que reconocí como la de Susy habló fuerte. -¿Qué no oíste?- y sentí tremenda nalgada que me hizo saltar del dolor. Sin duda esa había sido Susy.

Caminé y empecé a llorar en silencio. Por mi mente pasó que iba a ser violada en ese lugar y no tenía fuerzas para pelear o para huir.

Llegué hasta el tronco del árbol, mirando siempre hacia adelante, aunque la vista estaba nublada por mis lágrimas.

Oí la voz de la líder, mucho más amable y linda que la de Susy. -Abre las piernas linda...- y yo las abrí. Tenía intenciones de seguir sus órdenes.

Por suerte en la universidad ya no se nos obligaba a usar uniforme, así que estaba usando jeans ese día y eso impidió que las cosas sucedieran de peor manera, al menos de inicio.

Sentí sus manos tocando por entre mis piernas, un dedo seguía la figura de mi intimidad. Hacía su recorrido con exactitud propia de una mujer. Movió sus dedos justo donde sentía mi entrada, presionaba centímetros atrás, en mi entrada trasera, siguió magullando mis nalgas por unos minutos y toda aquella precisión era por fuera de mis jeans.

Sentí una de sus manos tocar mi cintura y esa misma mano llegó hasta mi abdomen. La voz de la líder habló de nuevo.

-Abre tus pantalones y baja tu cierre amor- escuché muy cerca de mi oído.

-Pero... por favor, ya ha sido suficiente...- repliqué, con un poco de más control en mi.

-¿Te dolió esa nalgada?... créeme, no fue nada...- respondió en susurros la líder.

-Por favor...- respondí, pedía piedad.

-Sólo quiero saber si estás mojada, anda...- me respondió.

¿Mojada yo?... pero si aquello era terrible, claro que no iba a estar mojada. Sin responder abrí el botón de mi pantalón y baje el cierre en silencio.

Su mano bajo por mi abdomen y mi vientre. Entró por debajo de mi ropa interior y llegó hasta mi clítoris. Sentí una carga eléctrica cuando lo tocó con suavidad. Después intentó seguir bajando, pero mi pantalón era estrecho y le fue difícil.

Jaló mi pantalón desde atrás y logró bajarlo un poco, dejando la parte superior de mi culo al aire.

-Pero mira, si usas una tanga. Ya decía yo que tu culo se sentía muy bien... veo que no eres una chica tan buena después de todo...- se burló la líder.

Esa tanga me la había regalado mi ex y en muy pocas ocasiones la usaba. Ese día la había escogido para que mi ropa interior no se marcara en mis jeans, ya que esos eran en especial estrechos.

No le respondí nada y ella siguió su trabajo.

Llegó hasta mi vagina y abrió mis labios de una forma sorprendente, ella sabía lo que hacía. Al final logró tocar mi entrada y sentí una suave presión en ella.

-¿Lista?- me preguntó suavemente.

-No, por favor...- supliqué, pero aquello ya se había convertido en algo muy perverso. Empezaba a gustarme.

-¿Lista?- repitió y sentí el calor de su respiración en mi oído.

Entonces recordé que esa posición era una que en muchas ocasiones había tenido con mi ex, él detrás de mi, con su mano en mi vagina y yo de pie. La única diferencia aquí es que no sentía su falo contra mi trasero.

-Estás bien mojada, esto te está gustando ¿verdad?- habló mi acosadora. Sí, estaba mojada, quizá por el recuerdo de mi ex quien era un pervertido de los buenos o quizá porque de verdad aquello me estaba gustando.

No dijo más y me penetró con sus dedos. Instintivamente lancé mi cadera hacia atrás y ella me aprisionó. Bajó su mano y logró penetrarme casi con la totalidad de la longitud de sus dedos. Lancé un gemido que no pude contener.

-Pero que lindo sonido...- me susurró. -Siento cómo contraes tu vagina, es delicioso...- volvió a susurrar. -¿Ya han descubierto tu punto G?- susurró de nuevo y por último dijo. -Voy a hacerte sentir un orgasmo aunque no quieras-

Con los dedos adentro empezó a moverlos hacia adelante y hacia atrás. El movimiento normal es hacia arriba y hacia abajo, como en la penetración, pero ella los movía de adelante hacia atrás en lo más profundo que sus dedos alcanzaban. Pronto empecé a sentir muy bien, mejor que cuando mi novio metía sus dedos.

-Para...- le dije, no quería sentir un orgasmo en ese lugar y menos obligada por una chica que sabía justo dónde tocar, llevando los instintos más animales a mi ser.

-Shhh... disfruta- me respondió. Los movimientos duraron unos segundos más hasta que llegó mi orgasmo.

En esos segundos ella había llevado su mano a mis pechos, pero yo estaba en una situación tan lejana de la realidad que apenas me había percatado. Estaba apretando uno de mis pezones cuando mis piernas perdieron fuerza y se doblaron. Caímos juntas hacia el pasto.

-¿Estás bien Alexa?- escuché aún en mi viaje orgásmico la voz de Susy.

-Sí, la hice llegar...- respondió Alexa, la jefa, en el suelo junto a mí, logrando aún tener sus dedos bien adentro.

De pronto recobré mi sentido de la realidad y noté lo que estaba sucediendo con un renovado gusto, hasta quería un segundo orgasmo. Pero debía disimular.

-Bien, ya has tenido lo que quieres...- le dije, apretando mis muslos contra su mano, como pidiendo que dejara de penetrarme con sus dedos.

-¿Qué?... pero sólo te he dado placer- me respondió con tono molesto y eso me dio un escalofrío morboso. ¿Qué más quería de mi?

-Pero...- tartamudeé ante la sorpresa.

-Sólo déjame ver tus bubis... y besarlas un rato. Estás tan suaves...- me respondió casi como si suplicara. Aquello me pareció morbósamente tierno, ella tenía el poder para hacerme lo que quiera y aún me pedía permiso.

No sé qué hizo que aceptara, estaba muy caliente ya y pensaba menos.

Ahí en el pasto, con mis pantalones medio abajo, me colocó de espalda al pasto y me montó como yo lo hacía con mi exnovio.

Ese día usaba una camisa de tela a cuadros con la que en palabras de mi exnovio, lucía muy bien.

Ella empezó a desabotonar la camisa hasta dejar mi sostén a la vista. Tenía un seno de fuera que ella había sacado unos instantes antes de mi orgasmo.

Subió la copa de mi sostén para dejar mi otro seno al aire y se abalanzó a ellos como hambriento a la cena.

Podía ver el cielo claro, con pocas nubes mientras simplemente permitía que Alexa hiciera conmigo lo que quisiera. Subí más la mirada y me encontré con la mirada de tres chicas que no se perdían nada de lo que ahí pasaba. Una de ellas era Susy, sin duda la más ruda y otras dos chicas más menudas atrás, que se tomaban de la mano.

Me entretuve mirándolas hasta que Alexa succionó con demasiada fuerza, lo que me hizo reclamar.

Alexa sólo rió y siguió en lo suyo. A pesar de que aquello era lo más extraño que me había sucedido, también era lo más excitante y a pesar de ello en ese instante mirando al cielo siendo cubierta por la intimidad de un cúmulo de matorrales, logré tener nitidez de recuerdos excitantes, recuerdos de mis exnovios y los encuentros sexuales que habíamos tenido.

En todos ellos yo era sumisa en la cama, hacía lo que ellos querían. Si me pedían oral, lo hacía. Si querían que los montara, eso hacía. Incluso el día que mi último exnovio me pidió sexo anal, le confié mi ano y tras dolorosa experiencia quedé algo renuente a ese tipo de sexo, lo que no impidió tener una segunda experiencia anal, ahora en su auto.

Y ahora, bajo el dominio de Alexa al final no estaba sucediendo nada tan diferente de lo que había ya vivido. Ella al menos era un tanto más amable y tenía una precisión de conocer el cuerpo de una chica que los varones no tenían.

Aquello era excitante, empezaba a ser delicioso. Alexa ya había metido su mano entre mis piernas de nuevo y ya hacía también ese movimiento rítmico que me había llevado al orgasmo.

Empecé a gemir, dejando mis prejuicios lésbicos lejos. Esta era una situación que no estaba en mis manos.

-Alexa, has que calle, nos van a descubrir...- oí la voz de Susy y de pronto pensé que quizá Alexa no era la jefa después de todo, quizá era Susy. Eso sonaba más lógico.

Alexa soltó uno de mis pezones que tenía en la boca, para pedirme que por favor no gimiera muy fuerte. Yo la miré un tanto molesta, tenía el derecho de gemir tan fuerte como yo quisiera, al final yo no había querido que esto sucediera.

Sentí cómo sacó los dedos y los metió con fuerza que me lastimó.

-No te estoy pidiendo tu opinión, dije que no gimas fuerte- me miró molesta y sopesando el dolor, terminé asintiendo con la cabeza. Ella siguió mamando mis pechos mientras en mi mente pasaba la idea de que Alexa era bonita, no había mirado su rostro con detenimiento hasta esos instantes.

Contuve mis gemidos, intenté distraerme de lo que sentía físicamente mirando a las chicas que apreciaban el acto con interés. Una de las chicas menudas me sonrió, como dándome ánimos.

El segundo orgasmo llegó pronto. Alexa como prediciendo el momento exacto, me besó para acallar mi gemido, un beso largo y húmedo. Metió la lengua hasta bien adentro y ahí terminaría mi violación consentida.

Se separó cuando mi cuerpo dejó de contraerse y volvió a meter mis senos en el sostén. Incluso cerró mi camisa.

Esas eran atenciones que ninguno de mis exnovios habían tenido y que consideré algo muy lindo y atento.

-¿Te ayudo a levantar?- me preguntó Alexa ya de pie.

-Sí...- le di la mano y me ayudó.

Empecé a acomodar mi pantalón y lo cerré. Ellas esperaron con paciencia.

-¿Te gustó linda?- Alexa se dirigió a mí, como orgullosa de su trabajo.

No respondí, bajando la mirada hacia el suelo, roja como tomate.

-¡Responde cuando te hablo!- me gritó Alexa, lo cual me asustó. Sus cambios de ánimo eran atemorizantes.

-No...- susurré, negándome a aquello que había pasado, a pesar de que había sido la mejor experiencia sexual de mi vida.

-Has fallado Alexa, quedas fuera- habló fuerte Susy y Alexa parecía endemoniada. -Vámonos chicas...- habló Susy de nuevo y las otras chicas que seguían de la mano la siguieron, dejando atrás a Alexa.

Alexa me miró enojada y de pronto empezó a llorar.

-Eres una tonta, ¡claro que te gustó!- me gritó Alexa, dando un par de pasos hacia mí amenazadoramente.

-¿Quienes son ellas?- le pregunté, intentando no demostrar temor.

-Son del grupo de esgrima... y me han echado por tu culpa...- se cruzó de brazos, aún muy molesta.

-¿Pero que tiene que ver la esgrima con esto?- le pregunté de nuevo, confundida.

-En nada tonta, en nada...- se dio media vuelta, con intenciones de irse.

-¡Espera, porqué pasó esto!- le grité, cuando ya había dado unos pasos, pero no se detuvo.

Tomé mi morral que estaba en el suelo y corrí detrás de ella. Cuando pude toqué su trasero tal cual ella había hecho conmigo.

-¡Respóndeme!- le exigí.

-Ya no importa...- me respondió y noté que contenía el llanto con esfuerzo. ¿Qué estaba pasando?

-No, sí importa, dime Alexa- la detuve tomándola por el hombro.

Ella me miró a los ojos, como si estudiara mis expresiones.

-¿Tienes novio linda?- me preguntó, cambiando de tema.

-¿Qué, ahora te me vas a declarar después de obligarme a eso?- le respondí ácida y molesta.

-Sí. ¿Quieres ser mi novia?- me dijo, petrificándome una vez más.

-¿Qué?... sí, sí tengo novio, estudia aquí- le respondí, mintiendo.

-Que lástima entonces, pero bueno, ya sé dónde traerte cuando quiera mamar de nuevo tus pechos. Adiós lindura- y quitó mi mano de su hombro con fuerza. Siguió su camino dejándome atrás...


Aquí tengo que detener este relato, llevo dos horas y media escribiendo y tendré que convertirlo en una serie o algo así. Entonces esperen la segunda parte.

Gracias por su atención, espero que les haya gustado.