Una cámara en el bosque (II)

La sesión de fotos iniciada en el bosque termina en la casa del cámara. De nuevo, escapará pronto de control...

Una cámara en el bosque (II)

Continuación de Una cámara en el bosque

Lucía llegó puntual a mi ático, preparada para mis fotografías. Vestía una minifalda vaquera y una camiseta ceñida que marcaba sus pezones con tal claridad que no quedaba duda de que no llevaba sujetador.

-Vestida para matar, le dije en broma

-No es para tanto. Además, ¿para qué vestirme mucho, si me tengo que desnudar?

-Sí, y del todo

-¿Del todo, bragas incluidas?

-Por 50 euros, qué menos.

Ella se rió, no parecía darle mucha vergüenza lo del desnudo y el dinero era una excusa perfecta para hacerlo. Abrí la cartera, saqué un billete, mostrando que tenía más allí si era necesario. Le recordé que, para ganárselo tendría que ser muy, muy obediente.

Nos dirigimos a mi habitación, preparada ya para la sesión. Antes de tumbarse en la cama, empecé a sacarle fotos a Lucía en su minifalda. Se dio la vuelta a petición mía, se inclinó un poquito mostrando el inicio de sus nalgas. La verdad es que la mini era escandalosa, muestra de lo mucho que le gustaba a la moza calentar pollas por la calle.

-Así, inclínate así, que se te vea algo el culito

Ella se agachaba, volvía el rostro hacia mí. Yo había escogido un chándal cómodo para la sesión. Entre otras cosas, quería que ella notara mi erección mientras le hacía las fotos. El empalme no se hizo esperar. Llebaba caliente todo el día y mi polla semierecta quedaba marcada en el pantalón.

-Veo que te gusta, me dijo Lucía sonriente.

-Inclínate un poco más.

Así lo hizo dejando ver aún más su espléndido culo. Luego la hice sentarse sobre la cama y abrir las piernas, para que se viera su tanguita blanco. Sin dejar de sonreír, ella separó lentamente sus piernas mostrando su ropa interior ya traslúcida por la humedad. Yo estaba cada vez más excitado, pero quería prolongar la sesión antes de lanzarme sobre Lucía. Quería exacerbar el morbo lo más posible.

-Ahora la camiseta, sácatela lentamente. Sonriendo a la cámara. Jugando con tus tetas.

Ella así lo hizo. Mirándome con una sonrisa maliciosa que me ponía a mil. Sus pezones bajo la camiseta estaban durísimos. Le hice varias fotos así, que resultaron de las más excitantes. Hasta que al fin, se sacó del todo la camiseta y mostró esos pechos morenos y duros, unos pechos grandes y firmes gracias a sus veintipocos años.

-Qué tetas más perfectas tienes, Lucía

-¿Te gustan?

-¿Cómo no van a gustarme? Seguro que eras la reina de la playa, cuando los dejas a la vista.

-Sí, y más cuando me paseo. Tienes que ver cómo me miran

-Y a ti eso te encanta.

Soltó una carcajada de asentimiento, mientras yo me acercaba con mi cámara. Estaba empalmadísimo y ella se quedaba mirándome con esa sonrisa perversa.

-Ten cuidado, no vayas a romper el pantalón.

-Tranqui, que es de buena calidad.

-¿Y no te duele tenerlo aprisionado?

-Un poco, tendré que sacármelo

-Así estaremos iguales.

Me saqué el chándal, bajo el que no llevaba nada. Mi polla estaba durísima, con líquido preseminal incluso. Ella lo miró detenidamente, sin cortarse un pelo. Me encantaba el descaro de la muchacha. Tenía que controlarme porque mis instintos me pedían arrojarme sobre Lucía y penetrarla de golpe ahí mismo.

-Te recuerdo –me dijo ella- que solo has pagado por las fotos

-Claro –me reí-. Ahora sácate el pantalón.

Ella lo hizo, mostrando su tanguita que mostraba claros signos de humedad. Me acerqué a él, cámara en mano, y lo fotografié en primer plano. Ella abría las piernas para mostrarlo mejor. Se puso entonces a cuatro patas, presumiendo de su culo terso y suave. Se movía con gracia mientras yo perseguía todos sus movimientos con mis fotos.

-Aparta el tanguita

Ella así lo hizo, sin ninguna vergüenza, mostrando el agujerito suculento entre sus nalgas. ¡Dios, qué ganas tenía de horadar ese orificio¡ Le pedí entonces que se sacara el tanga, de nuevo lentamente. Y de nuevo mis fotos fueron testigos de su gesto, de su sonrisa calentona y juguetona. Se abrió de piernas, apoyada sobre los codos. Su gesto desafiante, sus pechos en punta, su coño depilado, palpitante y mojado, era la viva imagen de una fiera sexual encantada de serlo.

-Métete un dedo ahora.

-¿Quieres que me pajee? Eso no está en el contrato

-Es solo para hacer una buena foto.

Ella introdujo su dedo, al principio sin propósito de masturbarse, pero a los pocos segundos empezó a tocarse y a vibrar. Estaba tan cachonda que apenas le costó nada ponerse en esa situación de pérdida de control. Yo seguía con mis fotos, atento a su coñito.

-Hazlo ahora a cuatro patas, sigue tocándote

Ella no se contuvo y me obedeció sin dudarlo. Se puso a cuatro patas, tocándose y gimiendo suavemente.

-Métete un dedo en el culo

Se inclinó aún más e introdujo ese dedo allí y empezó a jugar con él. Mientras lo hacía me miraba con cara de gozo. Le hice darle la vuelta y acerqué mi cámara a su rostro. Con mi cámara acerqué también mi polla palpitante, que estaba apenas a unos centímetros de su mano. Ella gemía ya sin control y, entonces, aferró mi polla dura y me suplicó

-Métemela, métemela

-Antes, quiero esta foto.

Acerqué mi polla a su boca y Lucía empezó a lamerla con gula y ansia. Más tarde pude comprobar que las fotos quedaron impactantes. Una moza con cara de orgasmo metiendo en su boca un pene grueso y erecto.

-¿Te gusta? Me preguntó

-Me gusta tanto que si no paras me corro.

Dejé entonces mi cámara en la mesilla. Me lancé sobre la cama, abrí sus piernas y la penetré de golpe. Ella estaba húmeda y su coño calentito y acogedor. La agarré por el culo, y la follé con fuerza y pasión mientras ella gemía. Empezamos a hablar mientras lo hacíamos, entre gemidos y suspiros. Fue Lucía la que empezó

-Esto no estaba incluido en el precio, cabrón

-¿Es que quieres cobrar por el polvo, zorrita?

-¿Pagarías por follarme?

-Si pagara, te trataría como a una puta

-¿Y qué me harías entonces?

Empujé mi polla hasta el fondo de su coñito, abrí con mis manos su culo, y la penetró con mi dedo sin contemplaciones-

-Te follaría por aquí, que seguro que te encanta

-Cerdo, a todos os encantan follarme el culito

-¿Y te dejas?

-Claro, yo siempre me dejo hacer de todo

Yo quedé en silencio, maravillado por la muchacha. Era mi tipo de chica. Me detuve un momento, concentrado en no correrme demasiado pronto. Quería que ella se corriera y se la notaba a punto.

-Córrete, Lucía. Quiero ver cómo corres

-¿Qué vas a hacer con las fotos? Me respondió Lucía. Había descubierto una nueva cualidad en ella. Le encantaba hablar guarro en la cama

-Enseñárselas a mis amigos, para pajearnos todos viéndolas

-Sí, ¿se pondrán cachondos?

-Tú pones cachondos a todos. Y te encanta, ¿a qué sí?

-Sí, me encanta

-Eres una guarrita calentona

Ella asintió aún más alto

-A la que le encanta poner duros y empalmados a los chicos

-Sí, sí, me encanta que me miren y se pongan a mil

-Qué zorrita

-Sí

-Dilo, dilo para mí

-Soy una zorra, una putita

Mientras lo dijo empezó a sacudirme descontroladamente, se estaba corriendo. Yo no me contuve más, saqué la polla, la apunté sobre su rostro y empecé a llenarle de leche la cara. Ella cerró los ojos y dejó que la empapara a voluntad. Cuando acabé mi corrida copiosa y abundante, ella agarró mi pene y me dijo

-Déjame que te lo limpie

Yo agarré de nuevo mi cámara y saqué las últimas fotos de Lucía, llena de leche sus mejillas, sus pómulos e incluso su pelo, mientras me miraba con sonrisa satisfecha.

Aquella no fue la última vez que estuvimos juntos los dos. Sin embargo, nada podría superar nunca el morbo y gozo de aquella sesión de fotos.

Nickflannel72@hotmail.es