Una cama para dos (2)

Esta es la continuación de Una cama para dos, publicada hace tiempo en esta página. Te recomiendo que busques en esta magnífica página de relatos la primera parte, en el buscador.

Una cama para dos (II) Esta es la continuación de "Una cama para dos", publicada hace tiempo en esta página. Te recomiendo que busques en esta magnífica página de relatos la primera parte, en el buscador.

Desde aquella locura con mi Madre, yo ya jamás actué de la misma forma con ella. Habíamos roto una barrera, un tabú, un pacto, una norma social. Ya no era mi madre. Era una hembra a la que había follado. Así de claro. Y desde esa, me porté con ella como un galán en busca de su presa. Ponía poses de apostura, le hacía regalos, la miraba seductoramente... Ella, durante su embarazo, procuró evitarme lo más que pudo. Y siempre eludía el tema. Decía:

  • Rafa, lo que pasó es pasado. Ocurrió, pero no quiero ni pensar en esa locura. Fue un error. Olvídalo, por favor. Fue una equivocación. Yo estoy casada y por si no te enteras, es con tu padre.

Y no me decía de quién era la niña. Le insistí mucho, pero se negaba en redondo. Llevaría el apellido de mi Padre y sería su hija. Cuando nació María (se llamaba como mi Madre pero no sé si era mi hija o mi hermana o ambas cosas), muchas cosas cambiaron. Hubo unas semanas en que la recién llegada hizo milagrosamente que me olvidara por completo de que había hecho el amor con mi propia madre en aquel Hotel. Hasta ella actuaba de nuevo conmigo como si fuera sólo una madre protectora, como si no hubiésemos cometido el error aquel. Lo único era mi Padre, que casi ni le hacía caso. Sólo follaron aquel día porque mi madre casi se come literalmente la poya de mi padre para empalmarle, ..., pero no volví a verlos follar. Al mes de estar en casa, 10 meses después de la aventura en el Hotel, mi Madre ya tenía su figura de siempre, salvo por los pechos, que los tenía más crecidos por la leche, de 130 cm. en vez de sus 100 habituales. Yo le hacía mucha compañía y ella cada día me quería más y me hacía más carantoñas con total naturalidad. Mi Padre estaba de viajes y comilonas de negocios. Un día, hasta me dejó ver cómo la niña mamaba de su pecho: - Rafa, no estés tenso. En cualquier familia mirar esto no es motivo de escándalo. - Ya, mamá, pero es que me recuerda mucho lo que vivimos. - No hace falta que lo jures. No deberías de estar en bermudas porque se te va a salir el pene. Anda, tráeme el alcohol y el algodón para desinfectarme los pezones. Yo me tomé la libertad de desinfectárselos yo, y pasaba mi mano con el algodón por sus enormes pezones. - Rafa, no te pases, que tengo la niña en brazos y no puedo darte un azote. Yo pasé de todo y le pasé el algodón húmedo por el resto de su pecho, y ella se excitó. - Rafa, detente..., por favor. No me tientes. Sin más, le besé en los labios y mi mano magreaba sus tetas empapadas en leche. - Rafa, el cuello no, el cuello no. Dejó la niña en la cama y me agarró el paquete. - Hijo, esto sí es un pene, y no la salchicha peleona de tu Padre. De repente, se oyó la puerta. Era él, mi competidor. Nos pusimos nerviosísimos y disimulamos lo que pudimos. Ella quedó escotadísima y yo empalmado. Era raro, pero no sospechó de nada. ¿Qué padre sospecharía que su mujer le pone los cuernos con el hijo de ambos? Al cabo de dos semanas, mi Padre se marchó otra vez, y estábamos los tres solos. Mi madre estaba muy juvenil, con pantalón vaquero y una blusa aterciopelada de color rojo y apretada. De repente, la abordé en el pasillo y me abracé a ella. La junté contra mí, y apreté mi cuerpo contra el suyo, agarrándola por la espalda. Le empecé a besar por toda la cara y le apreté sus tetas preciosas. Ella, con su mano derecha, apretó mi cabeza y me besó en la boca largo y húmedo, y con la izquierda, me acariciaba el paquete. - Rafa, hijo mío: ¿Qué es lo que estamos haciendo? - Déjate llevar, mamá, que siento tu corazón palpitar. - Lo intenté con tu padre, pero apenas se empalma, y no dejo de pensar en tu miembro, que me rompió en aquel dichoso hotel. - Y yo en tí, María. Te deseo. - Me gustas, cielo, me gustas. ¡ Estoy enamorada de mi propio hijo !. Te necesito en mi cama. - Mamá, hazme tuyo, quiero follarte ahora en tu cama, ocupar el lugar de mi padre. - ¡ Cómo la tienes, hijo mío !. Ven. Habrá que bajarte eso. Fuimos a su cama y nos desnudamos sin parar de besarnos. Ella se puso encima y llena de nervio y excitación se metió mi polla erecta en su coño humedísimo. Yo le tocaba sus pechos redondos y carnosos mientras morreábamos y se la clavaba con fuerza. - Así, hijo mío, así. Fuerte, Maaaaaaaaaas !!!!!!!!! - Mamá, eres mía y yo soy tu hombre. - Aprieta mis pechos, cariño, eres mi hombretón fuerte. Te quiero. Dameeeeeeeee.... maaaaaaasssssssssssss... - Mamá, ..., me corro. La agarré por el culo y por segunda vez en mi vida, echaba mi sémen en el interior de mi madre, como muestra suprema de nuestro amor. Exhaustos por el esfuerzo, descansamos desnudos y ella medio encima mío, a mi derecha, con su muslo derecho sobre mi polla y sus pechos en mi hombro. Así, relajados por completo, me besaba en la cara de vez en cuando y me acariciaba el pelo. Y charlamos como dos amantes que acaban de hacer el amor. - Hijo, no sé por cuanto tiempo podré aguantar esta situación. Tu padre casi nos pilla aquel día y no sé cómo actuar. - Mamá, yo desearía también largarme contigo, pero tú tienes 46, yo 21, y mi hermana meses. ¿Y el dinero y las comodidades? - Tu padre es ejecutivo, y gana 3000 Euros. - Lo digo más bien por ella, por la niña, que estaría sin su padre. - Rafa, joder, a veces pareces imbécil: ¡ Tú me has preñado, tú eres su padre, la niña nació de tu sémen, joder, a ver si te enteras !. - ¿Qué dices, Mamá, joder? ¡ Si te oí gemir con papá aquella noche ! - Calla, calla, que tuve que hacerlo a la fuerza, casi me aplasta con su peso, con su panza enorme y sus más de 120 kilos, y no sabía qué hacer para excitarle. ¡ Hasta le hice un beso negro en su puto culo !. - Bueno, no discutamos. Parecemos una pareja de verdad. - Desengáñate, hijo, lo somos. Me has follado y me has dejado preñada, y eso tiene sus responsabilidades. ¡ joder, Rafa, si es tu hija, coño !. Tu padre casi ni eyaculó. Sólo echó una gotita que para nada se puede comparar con el chorrazo de sémen espeso que me echaste tú, joder. - Ya, pero yo no me atrevo a contárselo a él. - ¿Y qué quieres, coño, que se lo diga yo?. Imagínate: Mira, cariño, que tu hijo tuvo un calentón en el Hotel y como me dio pena, lo alivié y encima sin un condón. De repente se oyó la puerta, y era otra vez mi padre, que nos pillaba de nuevo. - María, cariño, que te llamé al móvil pero no contestabas. Llegué antes. No tuvimos tiempo para nada. Fue algo más que infraganti: nos pilló a madre e hijo en la misma cama, bajo la misma manta, desnudos, abrazados, ella con los pechos al descubierto, despeinada, encima de su hijo desnudo con el miembro juvenil y viril enhiesto todavía. Yo me puse nervioso y lo único que pude balbucear fue: - Papá, tranquilo, no es lo que parece. Obviamente, él se enfadó y se divorciaron. Como la niña era menor, acordaron una pensión de 1800 Euros para ella. Le contamos todo delante del abogado y el decidió que la niña siguiese a su nombre. Pasados 15 días desde la segunda pillada, Mamá y yo vivíamos solos en un buen piso a las afueras de la ciudad, con un coche y esa estupenda pensión para nosotros solos. Y empezamos a hacer una vida de pareja totalmente normal: A los vecinos les dijimos que ella jamás se casó y que se enamoró de mí a una edad madura, teniendo esa hija. La hija la presentábamos como mía. Fue una temporada maravillosa. Ella me amaba con verdadero amor. Más que amor, era pasión sexual refrenada que ahora se saciaba. Follábamos como cualquier pareja casi todos los días, al despertarnos con la típica erección matinal, a las 11 AM, y al dormirnos, a la 1 de la madrugada. Nos duchábamos juntos y los magreos y tocamientos mútuos eran incesantes. Papá pagaba a la canguro, y así salíamos a las discos como una pareja, sobándonos y abrazándonos como amantes principiantes y morreando dentro del coche como colegiales. Ella cambió de forma de ser, y lo más normal era cruzarse el uno con el otro en el Salón, y que ella me tocase el pene con bromas y sonrisas, yo la obligaba a agacharse y le metía la mano en el escote, masajeando esas tetas preciosas, como cuando le metí los nudillos en su escote en el hotel. Continuará con la parte tres. FIN de la parte dos. Otros relatos míos publicados en esta fenomenal página de todorelatos son: Me abrí a mi hijo, Edipo, Tocando a Mamá, Una cama para dos, Reviviendo con Mamá, Tradiciones familiares o la última, Mi madre y mi erección. Puedes localizarlos en el buscador. Autor: Espiga24