Una cabra muy especial
Estando de vacaciones en mi granja, viviré momentos inolvidables al lado de una cabra muy especial.
Una cabra muy especial
Ese verano regresé a la granja donde me había criado. Estaba estudiando para ser veterinario en la ciudad, al fin tendría vacaciones por casi dos meses, por lo mismo avisé a mi familia de mi retorno y ellos se pusieron muy contentos.
Mi granja era muy grande, estaba en las afueras del pueblo. Era un lugar maravilloso, me encantaba tanto ayudar a papá en todas las labores de agricultura y ganadería, teníamos una amplia población de animales: gallinas, vacas, caballos, cabras, entre otros, que nos daban todo el sustento necesario, eso aunado a la cosecha de cada año.
A mí siempre me han gustado los animales, me encanta llevar a las cabras al monte a buscar buena hierba para que se alimenten, así como ordeñar las vacas, es inexplicable el placer que siento al presionar sus grandes ubres para que la leche salga.
Esperaba que este retorno a mi tierra alegrara un poco mi corazón roto. Apenas una semana antes acababa de terminar con mi novia de más de dos años y me sentía terriblemente mal, por lo que respirar el aire puro, ayudar en las labores, y porque no, aislarme de la ruidosa ciudad y de tantos tumultos de gente, seguramente me levantarían el ánimo.
No me imaginaba cuan especial sería ese verano para mí, lo único que sabía era que tendría que comenzar a aplicar mis estudios en veterinaria, ya que una cabra de 3 meses estaba bastante decaída (al igual que yo), tenía días que no quería comer y siempre se la pasaba echada sobre la tierra sin ánimos de nada.
Por lo que la examiné minuciosamente, me daba tanta ternura ver aquellos enormes ojos que reflejaban tanto sufrimiento, después de varias horas me di cuenta de que tenía una de sus patitas lastimada, probablemente se la hubiese herido cuando andaba corriendo por el monte con alguna enorme piedra.
Tú lo que necesitas, es un medicamento contra ese horrible dolor que no te deja ni siquiera comer ¡pobrecita!- le platicaba a la cabrita mientras le inyectaba un suero para calmar su sufrimiento.
No sé porque pero este animal me inspiraba tan extraños sentimientos humanitarios, mucho más allá de mi vocación como veterinario, tan especial era que al ver sus ojos sentía que su mirada me traspasaba como si fuera una persona.
Nunca he entendido porque a ustedes los animales de granja, no les ponen nombre para distinguirlos de sus compañeros, siempre los ven tan iguales ¡y tan simples!... a lo mas que llegan es a decirles "la cabra pinta" o cualquier otro apodo que muestre alguna característica distintiva- le seguía platicando a mi cabra mientras comenzaba a vendarle la patita herida.
Ella estaba tan quieta, me miraba fijamente y no solo parecía escucharme, sino entenderme absolutamente todo lo que le estaba diciendo, así que continué hablándole.
A los perros y a los gatos les ponen nombre y los tratan muy especial, pero a ustedes solo los consideran que sirven para dar leche y luego matarlos para comer su carne ¡eso es tan injusto! ¡Ah! ¡Pero eso no te pasara a ti cabrita! No lo permitiré mientras este aquí- me fascinaba tanto mirarla y acariciar su pelo blanco como la nieve, era una cabra preciosa.
Pasaba mi mano por su cabeza, descendía a su hocico y ella me lamía cariñosamente como demostrándome lo agradecida que estaba por tratarla con tanta dulzura.
Te llamaras Gertrudis- dije de repente, sonriéndole.
Ahora te voy a llevar a dormir al establo- me disponía a cargar al animal herido, cuando empieza a balar, la acaricio con ternura y añado.
No quieres ir a aquel lugar frío y triste ¿verdad? Entonces dormirás esta noche conmigo, en mi habitación, yo te cuidaré y estaré pendiente de ti, mi querida Gertrudis-
Decía lo anterior, mientras llevaba a la cabra entre mis brazos a mi habitación, no sabía porque pero me sentía tan bien de tener contacto con ella, sentir su respiración agitada, la calidez de su aliento en mi cuello y esa mirada tan penetrante que tanto llamaba mi atención.
Al llegar la acosté en mi cama mientras le preparaba en un rincón del cuarto en el cual pudiese estar cómoda, ella seguía balando, intuía que esa era su manera de comunicarme la alegría que sentía, en eso estaba cuando llamaron a la puerta, al abrirla veo a papá detrás.
Aarón ¿qué haces con esa cabra en tu habitación? Sus balidos me despertaron- me comenta en un tono de ligera molestia.
Lo siento papá, Gertrudis esta herida de su patita y necesita quien la cuide esta noche, te prometo que ya no volverá a hacer ruido, ¿no es así Gertrudis?- le pregunto dirigiéndome a la cabrita. Mi padre me mira como si estuviera loco y añade.
¿Gertrudis? ¿Desde cuando una simple cabra merece tantas atenciones de tu parte?-
No olvides que soy veterinario, y además Gertrudis no es cualquier cabra, es una cabra muy especial para mí, porque es mi primer paciente y merece un trato decente y digno- rematé ante la mirada atónita de mi padre, quien terminó diciendo.
Esta bien Aarón, haz lo que quieras, que descanses hijo-
Igualmente- me despedí y cerré la puerta.
Me dirigí a mi cama, cargué a Gertrudis y la acosté suavemente en su nuevo lecho, la miré a sus ojos y le di un beso de buenas noches a un lado de su hocico, ella en respuesta me lamió muy cerca de los labios. Finalmente me dormí y esa noche tuve un sueño profundo y reparador.
Conforme transcurrieron los días me sentía mucho más alivianado gracias a la actividad campesina que tanto me gustaba, Gertrudis seguiría durmiendo en mi habitación hasta que su herida sanara y pudiera regresar al corral con el resto de los animales.
Pronto llegó su última noche a mi lado, casi estaba sana, yo le seguía llevando hierba de la mejor calidad para que la comiera, así como inyectándole sus medicinas de las cuales no parecía quejarse.
Comencé a sentir la calentura de tantos días de no haber tenido actividad sexual alguna, ni siquiera me había masturbado, así que mi verga con el más mínimo roce de la tela de mi trusa parecía despertar, estaba tan parada que no aguantaba más y sentí la imperiosa necesidad de hacerme una paja, por lo que comencé a jalármela muy despacito, lanzando alguno que otro murmullo de placer.
Sentía como mi verga explotaría en cualquier momento y lanzaría chorros de leche, pero a la vez deseaba esperarme un poco, con tantos días de abstinencia no valía la pena venirse en unos cuantos segundos, así que disfrutaba con los ojos entrecerrados imaginándome nenas en ropa interior muy provocativa o alguna otra imagen que me inspirara placer.
Estaba perdiéndome en mis fantasías, cuando de repente siento como me lamen por un lado del tronco de mi parada verga, abro los ojos de manera brusca, y con mi mano izquierda siento a mi querida cabra acostada en mi cama a mi lado, con voz sorprendida y casi en un susurro le digo.
¡Gertrudis! ¡Pensé que dormías! ¡Oh Cielos!- la cabra sigue lamiéndome de manera suave mi verga ante lo cual comienzo a sentir un enorme placer, pero al mismo tiempo sentía culpa y pensaba.
¿Como es posible que crea que un animal me puede hacer una buena mamada? ¡Es absurdo!- sentía como lentamente se alejaban de mi mente todos mis prejuicios, después de todo el cuerpo humano tiene una enorme capacidad de sentir placer sin distinción que quien se lo esté brindando.
¡Solo déjate llevar!- me dije a mí mismo, mientras la lengua rosadita de mi Gertrudis me lamía toda la verga desde el tronco hasta la cabeza, era un placer extraño, quizá perverso, ¡pero tan delicioso!
Así continúo un buen rato, con la mamada en mi verga e incluso en mis testículos, me gustaba tanto sentir su legüita, pero sabía que no me iba a conformar con solo una simple mamada, quería llegar más lejos dada mi calentura.
¡Basta Gertrudis!- le comenté y como si me hubiese entendido, paró de lamer mi verga, así que añadí.
Ahora vamos a jugar un juego nuevo- le comenté mientras encendía el radio a un volumen moderado, por si mi adorada cabra balaba, así nadie nos descubriría.
No puedo negar que este juego de hacer el amor con mi cabra y la posibilidad de ser descubiertos, me excitaba enormemente, era la primera vez que hacía algo así y debía dejar que fuera una experiencia fuera de lo común en todos los sentidos.
Gertrudis seguía acostada en mi cama, mirándome fijamente, me acerqué a ella y la acaricié en todo su cuerpecito, sintiéndola completamente, estas caricias eran tan diferentes a las que le hacía antes, ahora me producían tanta lujuria y un gran deseo.
La acosté de espaldas y comencé a acariciar sus ubres, no eran muy grandes, pero si notorias y me paraba aún más la verga el solo hecho de tocarlas, pero mi deseo era tan grande que no aguanté más y acerqué a ellas mi boca y comencé a darle pequeños mordiscos que hicieron que a Gertrudis se le saliera uno que otro balido.
Después de darles algunos mordiscos y muchas caricias, saqué mi lengua y comencé a pasarla por ellas, eran tan suavecitas, tan deliciosas, sabía que mi amada cabrita estaba disfrutando de aquello tanto como yo.
Lentamente, busqué algún hoyito, no batallé mucho para encontrarlo, ahí estaba, un poco1 apretadito, pero bastante apetecible y completamente disponible para mí.
Comencé a lamerlo también, al hacerlo, sentía el cuerpecito de Gertrudis estremecerse de placer, esa fue la señal para que avanzara, así que poco a poco fui insertando mi dedo índice hasta que su agujerito se acostumbrara a tenerlo dentro, verdaderamente comenzaba a sentirme como todo un macho cabrón, ¡que placer debería sentir al cogerse a una cabrita tan deliciosa como mi Gertrudis!
Así continuaba entre metidas de dedos y lamidas, el agujerito de Gertrudis se hacía cada vez más grande, ahora sí mi verga estaba lista para entrar, pero antes deseaba una mamadita más de mi cabrita, para que se me pusiera redura y así lo hizo, brindándome una enorme excitación.
Lentamente fui insertando mi instrumento en su agujerito, el cual cedía progresivamente ante tal invasión, era innegable que mi cabrita estaba tan excitada como yo, por lo que continué con mis embestidas, primero lentas, después cada vez más rápidas, así continué hasta venirme copiosamente dentro de ella.
Al sacar mi verga todavía dura y húmeda de mi propia leche, ella aprovecho para limpiármela completamente, ¡que rico! Había descubierto una nueva forma de placer con mi adorada Gertrudis.
Por lo que muy a mi pesar, al día siguiente la regreso al establo, ya no dormiría más conmigo, pero no por eso me iba a privar no solo de su compañía sino de su deliciosas mamadas, ya encontraría la forma de volver a estar con ella sexualmente, ¡y no tuve que esperar tanto!
Días después, me armé de valor y avisé en la granja que me llevaría a dar un largo paseo a Gertrudis por el monte, solo a ella, para asegurarme que realmente ya podía andar sin ningún problema, y que además necesitaba un tiempo para estar a solas, ya que mis vacaciones pronto terminarían y tendría que regresar a la ciudad.
Así que me la llevé atada a su correa y juntos caminábamos por el campo, bajo los cálidos rayos del sol veraniego, sintiendo como el aire despeinaba mis negros cabellos y movía el pelo de Gertrudis, quien ya me seguía muy bien el paso, indudablemente había hecho un excelente trabajo con ella.
Así andamos un buen rato, en la soledad del campo, alejándonos cada vez más de aquella granja que me vio nacer a mí hacía cerca de 22 años y a Gertrudis hace poco más de cuatro meses.
Afortunadamente no había mucha gente en el campo, la mayoría (como yo) se había ido a la ciudad en búsqueda de mejores oportunidades de vida, muchos ya no regresaban, en cambio yo deseaba vivir en el campo para siempre, me encantaba la quietud de aquel lugar, el aire puro, alejado del estrés citadino, por eso al graduarme de mi carrera me especializaría en animales de granja.
Después de un buen rato, Gertrudis y yo nos sentamos bajo la sombra de un árbol, ella encima de mis piernas, ambos sentíamos tanto placer de estar al fin cobijados de los inclementes rayos del sol y estar a solas.
Mi querida cabra, comenzó a lamerme la verga por encima del pantalón, dada lo cercana que la tenía, la verdad el placer no era el mismo que hacerlo directamente, así que ni tardo ni perezoso, me desabrocho la bragueta y saco mi endurecida verga para que mi Gertrudis la disfrute al máximo.
Es mejor estar aquí querida- comencé a decirle con un tono de voz excitante debido a las lamidas que me daba en mi verga.
Aquí nadie nos descubrirá, a esta hora todos los campesinos están en su labor y nosotros estamos bastante alejados de sus tierras, además es mucho más seguro que mi habitación y es mejor estar en contacto directo con la naturaleza-
Yo en ese entonces no me imaginaba que no era el único hombre que había tenido algo que ver con algún animal, por aquellas tierras era tan natural, sobre todo en los pastores que se pasaban el día entero fuera de casa a solas con sus ovejas. Sin embargo, a diferencia de ellos, yo no lo hacía solo por calentura, sino que sentía tanto cariño por mi Gertrudis, aunque sonará bastante perverso, podría decirse que ¡la amaba!
Sin esperar más me quito mi playera, ante lo cual mi adorada Gertrudis aprovecha para comenzar a lamer todo mi abdomen, subiendo lentamente por mis tetillas en las cuales se entretenía mucho, era tan placentero que me las lamiera tan bien, así siguió por mi cuello, hasta que finalmente llegó a mi cara y me la lamió completa incluyendo mis labios.
Yo también comencé a sacar mi lengua y la junté con la de ella, se sentía tan diferente a una lengua humana, era más deliciosa aún, por lo que estamos un buen rato reconociéndonos nuestras lenguas la una con la otra.
Sigo excitadísimo, mi verga esta a punto de reventar, siento como mi cuerpo me tiembla de placer y mis tetillas están bastante duras.
Al igual que aquella primera noche, me acerco a las ubres de Gertrudis y comienzo a darles una rica mamadita, mi cabrita comienza a balar ya sin restricciones, es innegable que ella también la pasa requetebién conmigo.
Comienzo nuevamente a dilatar su agujerito, ahora no es tan difícil como en la primera ocasión, por lo que pronto estoy con mi verga dentro de ella, dándole unas deliciosas y excitantes embestidas, pero ahora me vengo de forma distinta a la vez anterior.
En vez de lanzar mi lechita dentro de ella, me saco la verga y comienzo a eyacular encima de ella, mojándole con mi semen su blanco pelaje, ante lo cual ella acepta gustosa.
La cargo una vez más y juntos nos vamos para el río a refrescarnos después de la caminata y de la intensa actividad sexual, ahí sigo acariciándola y tocando sus ubres, e incluso en ocasiones froto mi verga contra su cuerpecito, es un placer tan delicioso el estar junto a ella que no quisiera que el verano terminara nunca.
Días después, sin embargo, el momento de partir ha llegado, me despido de mi Gertrudis, puedo adivinar en sus enormes y sentimentales ojos una infinita tristeza, le prometo que el año siguiente regresaré con ella y volveremos a estar juntos nuevamente, que nunca la olvidaré, ella me lame mis manos y después bala, adivino que esa es su manera muy particular de despedirse de mí.
Al dejarla siento como mis ojos se humedecen, delante de ella me hice el fuerte, pero a solas dejo que las lágrimas resbalen por mis mejillas, verdaderamente voy a extrañarla, además de que anhelaré la paz y la tranquilidad que mi granja me brindaba.
Varias semanas después ya en mi departamento de la gran ciudad, con mis estudios, mis amigos y conociendo chicas de nuevo, estoy platicando con papá por teléfono, en medio de la charla de repente me dice.
¿Te acuerdas de tu cabra?- yo extrañado ante tal pregunta le respondo ansioso.
¡De Gertrudis! ¿Cómo esta ella? ¿se encuentra bien? ¿acaso le pasó algo malo?- la ansiedad reflejada en mi voz ha de haber sido tan grande que papá riéndose al otro lado de la línea me responde.
¡No hijo! Esta muy bien, de hecho ya esta preñada del macho dominante de nuestra granja, seguramente va a tener lindos críos, lo que nunca entendí es porque te interesó tanto este animalito, cuando recién te fuiste, estuvo unos días muy triste casi ni quería comer, pero ahora ya esta normal, tenías razón los animales también sienten y son únicos-
No pude evitar sentirme celoso, aunque era lo justo, yo también ya había vuelto a mi actividad sexual con un par de chicas que había conocido por el Chat, solo le respondí a papá.
Me alegro que hayas aprendido la lección ¿eh? Gertrudis es una cabra muy especial-
¡Te aseguro que sí Aarón! Bastante especial- remató mi padre con un tono de voz bastante familiar en las personas que confiesan de manera intima alguna travesura realizada.
No pude evitar sonreír, ya veo que mi querida Gertrudis no perdía el tiempo, también papá fue victima de sus irresistibles encantos cabríos.