Una buena sesión en el cine...
En mi primera cita con un chico, decidimos ir al cine. ¿Quién me iba a decir que acabaría montandomelo con 3 chicos?
Ya habíamos hablado varias veces por Internet. Él era un hombre bastante mayor que yo, pues tenía 34 años (yo tengo 18), pero me resultaba terriblemente atractivo: no demasiado alto pero muy fibrado, pelo castaño claro, ojos azules y una boca que daban ganas de besar. Fue una cita normal, como a tantas otras había acudido ya anteriormente. Tomamos café, coqueteamos, jugamos con nuestras miradas Realmente había una gran atracción entre nosotros.
Estaba nerviosa, pero sabía que le gustaba, así que no me preocupaba demasiado. Resolvimos ir al cine. Mientras esperábamos la cola para sacar las entradas agarró mi cintura suave y tímidamente, lo que me excitó bastante. Me giré, miré esos preciosos ojos, sonreí y le besé. El respondió con unos movimientos de lengua espectaculares que llevaron mi mente a imaginar como juguetearía con mi sexo
Y entramos a la sala. Yo no veo muy bien de lejos, así que le pedí no alejarnos demasiado de la pantalla. Nos sentamos aproximadamente en la fila de la mitad del habitáculo. Miré a mi alrededor, no había mucha gente. Solo unas cuantas parejitas dándose palomitas el uno al otro.
Ricardo, mi acompañante, no esperó a que empezara la película para empezar a acariciar mi cuello y bajar a mis pechos que se asomaban ligeramente de mi blusa. Yo no dije nada, solo disfrutaba de aquellas caricias tan espléndidas. Agarró mi mano y la colocó sobre su pantalón, en el muslo que estaba más cerca de mí, mientras seguía deslizando aquellas manos varoniles por mis ya erectos pezones, sobre la ropa.
Mi mano se dirigió a su paquete, que empezaba a abultar más de lo normal, y quise agradecer esas caricias que me estaba haciendo. Sin decir nada se desabrochó el pantalón, mirando al frente pues la película estaba comenzando, para que pudiera masajear más libremente esa gran polla que aún no estaba del todo dura. Comencé a pajearle, y fue en ese momento que temí que pudieran vernos. La verdad es que soy bastante vergonzosa en ese sentido.
Paré de tocarle, aparté su mano disimuladamente de mi cuerpo y me dispuse a disfrutar de la película. Me miró extrañado y me preguntó si no me estaba gustando. Le dije que me encantaba, pero que prefería ver la película tranquilamente y después podríamos acabar en mi departamento para rematar la faena, asegurándonos de esa forma de que nadie nos molestara. El sonrió y dirigió su mano a mi entrepierna, adivinó perfectamente donde se encontraba mi clítoris y aun sobre el pantalón hacía círculos. Ese roce provocó en mi gran excitación. Estuvimos calentándonos disimuladamente aproximadamente media película, pero no pudimos contenernos por más tiempo. Ricardo sacó mis pechos por encima del top y del sujetador que llevaba, y se acercó para lamerlos y mordisquearlos salvajemente. Mi respiración estaba ya bastante acelerada, me agarró del pelo y me empujó, con cierta violencia pero cariñosamente, hacia su pene bien erguido ahora. Preferí adoptar una postura más cómoda para hacerle una buena mamada, así que le entreabrí las piernas y me coloqué de rodillas entre ellas.
¡Disfrutaba tanto recorriendo su tremendo miembro con mi lengua! Seguí haciéndolo mientras trataba de mirarle con mi cara de viciosa, sacando la lengua para que pudiera observar mi piercing y dejándola bien humedecida. Después me dediqué a jugar con su gran capullo que sobresalía espectacularmente, para luego meter su polla entera en mi boca. ¡Aquello le estaba volviendo loco! Y no solo a él, porque al mirar de reojo, vi como dos chicos se habían cambiado de asientos acercándose más a nosotros para poder ver bien lo que estaba ocurriendo. Saber que me estaban mirando me excitó y me incitó a hacerlo más rápido, y así lo hice. De vez en cuando giraba mi cabeza para que supieran que me había percatado de su excesiva cercanía a nosotros. Cuando me quise dar cuenta estaban sentados a nuestro lado, y con temor, acercaban sus manos para acariciar mis pechos, aun fuera de la camisa.
No sabía que hacer, me gustaba la idea de tener tres hombres para mí, y más con el morbo de estar en una sala de cine, pero pensé que a Ricardo le podría molestar. Lo miré instantáneamente, como pidiendo su aprobación para dejar que esos chicos me tocaran. El sonrió y me besó, muy tranquilo. Y no hizo falta ninguna palabra para saber lo que pensaba.
Los chicos por supuesto, también se dieron cuenta, y ya no tenían reparo en manosear todo mi cuerpo descaradamente. Yo seguía chupando la polla de Ricardo, hasta que me cogió la cabeza para que parara de hacerlo, estaba a punto de venirse, pero no quería hacerlo aun.
Me moví colocándome entre las piernas de uno de esos desconocidos, para seguir con la misma tarea. Su pene era algo más pequeño, pero tremendamente grueso. Tuve que abrir la boca bastante para evitar hacerle daño con los dientes, pero me encantaba sentirme tan llena Ricardo se acercó para seguir masajeando mis tetas, y el otro chico se inclinó y metió una de sus manos por mi pantalón.
¡Yo no podía creerlo, era una sensación increíble! Tenía un buen rabo en la boca mientras un chico acariciaba mis pechos y otro chico me masturbaba, ¿que más podía pedir?
De nuevo me pidió que parara para no terminarme en la boca, le hice caso, y como no, estaba deseosa de probar la última polla que me esperaba ansiosa. En cuanto desabroché el pantalón, su cabecita salía del slip, como llamando a mi lengua. No lo pensé dos veces, la agarré con la mano y la dejé al aire libre. No hubiera sabido escoger entre aquellas tremendas pollas. Empecé a mamar, ahora era Ricardo el que disfrutaba con sus dedos de la humedad de mi coño, y el otro chico restregaba su polla por mi pecho.
Cuando ya estaba a punto de terminar, me hizo detenerme, como sus compañeros. Se acercaron los tres a mi, que seguía agachada delante de ellos, y empezaron a hacerse una buena paja. Le daban buen ritmo los tres, me gustaba tanto oír sus manos rozándose a toda velocidad con esas pollas tiesas...
Se corrieron en mi cara y mi boca, no exactamente todos a la vez, pero faltó muy poco para que lo consiguieran. Toda llena de semen, me dediqué a abrillantar sus penes, dándoles los últimos toques de placer. De mi barbilla chorreaba a mi pecho, caliente y espeso todos sus fluidos, lo que a ellos les gustaba ver, como su zorra disfrutaba de la leche que le habían dado. Sin darnos cuenta, la película estaba finalizando, así que nos vestimos rápido y por supuesto, continuamos la fiesta en mi casa Pero eso es otra historia, que os relataré en otro momento