Una buena polla puede hacer conversos (01)

(con fotos) Yo no sabía que mi compaero Livio me tenía tanta simpatía. Pero menos sabía la simpatía que había sabido inspirarme. Así que cuando me invitó a ponerme bajo su escritorio, supe como consolidar esta amistad...

Una buena polla puede hacer conversos (02)

Por Lindo Culo 04.

lindoculo04@yahoo.com.ar

Livio es un compañero de trabajo que trabaja en el escritorio de al lado, separado del mío por una mampara. Solíamos encontrarnos en el buffet de la empresa a la hora del almuerzo. Y poco a poco fuimos entablando una amistad. Generalmente incluía chistes sexuales, frecuentemente de putos.

Un mediodía, le corregí: "llamarlos "putos" es muy despectivo", le señalé.

"Ah, defendiendo al gremio, veo…" Era una broma, pero no podía dejarlo así.

"¿Cuál gremio?", le pregunté un poco picado.

"El de los lindos culos", me contestó, mirándome fijo, con una sonrisa desenfadada. Me quedé algo cortado.

"Te estuve mirando cuando te vas", dijo con voz insinuante, "Sabés que tenés un culo hermoso?" Me sentí literalmente como su sus palabras me estuvieran tocando el culo. Y me sonrojé. Pero Livio siguió: "y una preciosa boquita también"

¡El desgraciado me estaba avanzando! Yo debí levantarme de la mesa e irme a otra, pero no lo hice. Pensé que cuando me levantara, me iba a estar viendo el culo. Así que me quedé sentado, procurando un aire de naturalidad.

"No sabés cuantas veces he imaginado esa boquita tuya mamando mi polla…" A mi mente vino la correspondiente imagen, sin que pudiera evitarlo. En verdad, le había visto la polla en el mingitorio del baño de hombres. Y había quedado impresionado.

Pero en este momento la imagen que vino, inevitable, a mi mente fue la de su gorda polla, casi el doble de la mía. En reposo, quiero decir.

"Pará, Livio… ¿Qué me estás diciendo?"

"Que me gustaría ponerte mi polla en la boca, nene. Yo sé que hace tiempo, cuando meamos me la has visto, más que eso: me la venís mirando, espiándomela, no creas que no me dí cuenta."

Era cierto. Me había pescado. Y el cebo era su gran lombriz. Así que me quedé con la boca abierta, sin saber que decir.

"No digas nada, pero seguí con la boca abierta, y dejame imaginar que te la estoy metiendo" Me imaginé que sentía su polla en mi boca. El vio, por mi mirada y la turbación en mi rostro, que la cosa me había gustado.

"¡Ya sé como podemos hacer!", dijo con vehemencia. "¡Me la podés mamar debajo del escritorio!"

"¡Pe-pe-pero…!" vacilé sin saber para donde agarrar. La mesa de trabajo de Livio era considerablemente más amplia que la mía, como ocurría con nuestras pollas, pensé.

"¡No se hable más!" dijo con voz enfática, sin abandonar el tono de seducción. Pues sin lugar a dudas me estaba seduciendo. Y yo me estaba sintiendo seducido. "Haremos así: mi escritorio tiene un gran frente que hace imposible que me vean por abajo, llega hasta el suelo. Por eso puedo tocarme la polla sin que nadie lo note, mientras hablo de trabajo con el jefe que ha venido a entregarme trabajo, o Martita, que me trae carpetas. Siempre que viene Martita, que está buenísima, empiezo a tocarme la polla mientras hablamos. Y ella de algún modo inconsciente lo nota. Tal vez detecte algo, las feromonas, o cierto olor a polla, nomás. Pero se pasaba larguísimos ratos dándome la lata, mientras debajo de la mesa, yo con la polla afuera, me la tocaba. En una ocasión llegué a eyacular, mirándola con ojos tiernos.

También a vos te he mirado con ojos tiernos, con una de mis manos bajo el escritorio, masajeándomela. Y también vos, como Martita te demorabas muchísimo, hablando pavadas. Y yo pensaba en el hermoso culo que tenías detrás y luego que te ibas, me terminaba haciendo una frenética paja.

Hoy me daré el gusto, cielito…" y concluyó: "andate ya y escondete bajo mi escritorio, ahora que el lugar está vacío de otros empleados, y esperame."

Tenía razón, este era el momento justo. Así que pensando en tener esa hermosa polla en mi boca, me levanté y abandoné el comedor rumbo a su escritorio. Sabía que me estaba mirando el culo y me fui bastante excitado.

Debajo de la mesa de Livio había mucho espacio, así que pude acomodarme a mis anchas. Y mientras esperaba, el morbo había tomado posesión de mi espíritu.

Llegó en muy pocos instantes, y se repantigó con las rodillas muy separadas, ofreciéndome su escroto, en el que podía verse una estupenda semi-erección. Le desabroché la bragueta y un perturbador olor a polla invadió mi nariz, haciéndome agua la boca. "¡Dios mío!" pensé, mientras él liberaba su polla fuera del pantalón, "¿Tan puto era yo?"

El instrumento de Livio continuaba desplegándose. Y en plena erección era aún más grandote de lo que yo había supuesto que era. ¡Qué polla, Dios mío! Con mi mano tratando de abarcar todo su grosor, la guié hacia mi boca. "¡Ahhh…, mi nene…!" gruñó con un suspiro, cuando mi boca se cerró sobre su glande hinchado y caliente. El ancho de mi mano era duplicado ampliamente por la longitud de su miembro.

"Por favor, sólo la cabeza" casi supliqué, temeroso de ahogarme con semejante pedazo de carne, puro músculo recio. "Vos chupá, nomás, y lameme bien lamido dentro de tu boca, pajarito"

Casi al momento llegó Martita con sus expedientes. Livio guió mi cabeza para acomodar mejor su olorosa polla en mi hambrienta boca, y luego mantuvo ambas manos sobre el escritorio. Dejó a mi cargo todo lo demás, mientras se estiraba, poniendo sus manos en la nuca, mirando a la chica con displicencia, mientras yo me ocupaba afanosamente de sus bajos.

"¿No lo viste a Lito?" preguntó la chica, "no está en su escritorio…" "Debe andar por ahí abajo le contestó Livio"

"¿En el piso de abajo? ¿y que tiene que hacer allí?"

"Estoy seguro de que está haciendo algo importante. Para mí es un gran compañero…" la voz le tembló levemente, debido al énfasis que yo estaba poniendo en mis lengüetazos, pero la chica no aparentó notarlo. Y siguió con su cháchara alegre e insustancial, mientras yo seguía pajeando y sorbiendo la jugosa y rotunda verga de Livio.

Cuando se fue la Martita, ya lo tenía cerca de acabar. Y yo había sacado mi propia pollita y me la estaba tocando locamente. Luego de Martita entró el jefe, pero Livio sólo pudo contestarle con entrecortados monosílavos. Porque al fin había logrado hacerlo correr.

Aferrando su polla con fuerza, pude sentir sus latidos con cada abundante chorro de espeso esperma con que mi compañero me llenó la boca. Traicioneramente, con el último chorro, empujó su polla hasta llegar al fondo de mi garganta. "Es comprensible", pensé mientras procuraba no asfixiarme.

Cuando se fue el jefe, yo aún seguía chupando su menguante, pero siempre enorme, pollota. "Date el gusto, nene" le oí decir por allá arriba, mientras yo también acababa de llegar, derramando mi semen en el piso bajo el escritorio.

Se me ocurrió de pronto que siempre había semen debajo de la mesa, sino era el mío era el de él que ahora estaba en mi estómago. Como si leyera mi pensamiento, Livio me dijo "no te preocupes por el piso, siempre paso un trapito húmedo antes de irme."

Me pareció bien que no incomodara a la señora de la limpieza con esas pequeñeces. Curiosamente me quedé preguntándome qué sabor tendría ese trapito. Ya que era muy probable que yo no fuera el primero en pasar un buen rato bajo el escritorio de Livio. "No laves ese trapito", le pedí.

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