Una buena maestra de escuela
Conocí un tipo maduro de unos 53 años, con quien pasaba deliciosos momentos llenos de pacer que se convertirían en la locura sexual a juzgar por la propuesta de la escuelita que me propuso tentadoramente.
Una buena maestra de escuela
Conocí a un tipo maduro, Oscar, que vivía solo de más o menos unos 53 años, tenía una hermosa casa de dos pisos totalmente construida, era un tipo de una vitalidad tremenda pues lo hacíamos dos o tres veces por semana y me dejaba satisfecha, tenía una verga grande dentro de lo normal de unos 20 centímetros, de contextura delgada con una pequeña barriguita. Durante las tardes que no tenía mis clases la pasaba rico uno que otro día que iba de visita.
Tenía una gran lengua que me hurgaba bien adentro de mí, sujetando sus manos a mis dos piernas como deseando abrirlas más para que me penetre con su lengua y me masajee las paredes del coño. Esto me ponía muy desenfrenada y deseosa de mucho sexo y él lo sentía por la humedad de mi coño que saboreaba dulcemente. Mis manos estaban sobre su cabeza como insistiendo que siga adelante sin detenerse. Luego de eso nos hacíamos un 69 de aquellos con mi cuerpo encima de él con su lengua sobre mi clítoris y sus dedos abriéndome el coño; yo lamía su rica verga desde las bolas hasta su cabecita para después meterla a mi boca despacio, dentro de mi boca la lamía golosamente y mi cabeza subía y bajaba sacándola y metiéndola en mi boca. Durante unos minutos nos extasiábamos de sexo oral y luego me di media vuelta sobre su cuerpo, tomé su verga con mi mano derecha y me la fui metiendo despacio y sin prisa hasta que me entró toda fácilmente; mis manos se fueron hacia sus pechos y levanté un poco mis nalgas hacia arriba y la verga se salía hasta la mitad y me sentaba rápido sobre esa verga volviendo a introducirla en mi coño. Las manos de Oscar, tomaron mis nalgas y las trataba de levantarme cuando me impulsaba hacia arriba y me bajaba con fuerza cuando me iba penetrando su verga hasta que mis nalgas tocaran sus bolas y un ruido se escuchaba al chocar sus piernas a mis nalgas. Luego ya no me levantaba sino que me iba de atrás hacia adelante refregando mis nalgas en sus piernas rápidamente hasta que de pronto, me tomó de las nalgas para levantarme y me salí de él, me eché en la cama, se puso de rodillas junto a mí, se masturbó unos segundos, y me echó toda su leche sobre mis pechos, una lechita calientita, rica y espesa que desparramé sobre todo mi cuerpo alrededor de mis pechos. Ahí quedamos en la cama sucios y desnudos descansando unos minutos que se convirtió en una hora, donde no perdía oportunidad de acariciar mi cuerpo una y otra vez.
En estos momentos de tocamientos relajados, quedos y suaves y sabiendo de la cercanía de las vacaciones escolares, un tema algo informal salió en la conversación. Era sabido por él que cursaba mis últimos ciclos de estudios de administración de empresas y en breves días tendríamos las vacaciones de medio año, mes de julio, para todos los centros de estudios tanto primarios, como la media y universitarios en general; dado que vivía solo me propuso dar unas clases para reforzar académicamente a aquellos chicos que estaban bajos de notas, él se encargaría de la parte de las ciencias matemáticas y yo de la parte de comunicación, dados mis estudios. La idea me pareció sosa y sin forma, que se tornó atractiva y rica. Las clases se darían en una pequeña sala ambientada en su casa, en su parte interior, la idea era tentar a los chicos dando mis clases en minifaldita con una blusita escotada que mostrara sugerentemente mis pechos y, de día con día ir poniendo más caliente ese improvisado saloncito de clases para unas 10 personas regulares a las clases. Así entre la conversación que se ponía interesante y las caricias suaves que nos dábamos su verga empezó a ponerse dura y mi boca fue hacia ella para darle unas buenas chupadas y después me recosté en la cama con las piernas abiertas y dobladas con los pies en la cama formando dos triángulos con mis piernas, ahí se subió en mí, y de una vez me penetró hasta el fondo, lo esperaba con muchas ganas. Se movía tan rápido y me apretaba duro que el sudor de su rostro caía sobre el mío. Luego de esto hicimos algo loco, bajamos de la cama, tomamos una silla que estaba cerca; la silla estaba mirando la pared y se sentó Oscar en ella, abrí mis piernas y pasé una por encima de él quedando mi coño cerca de su verga, me senté sobre él y me fui metiendo su verga en mi coño, mi espalda descansaba en la pared y la de él en la silla, puse mis brazos rodeando su cuello y me empecé a mover de arriba hacia abajo y luego de costado, luego de atrás para adelante, luego haciendo círculos en su verga. A punto de terminar me salí de él levantándome un poco y terminando de sobar su verga entre mis nalgas manchando la silla y el piso después, nosotros quedamos ahí, abrazados, besándonos, acariciándonos, nuestros cuerpos sudorosos, relajándonos de esa gran tarde de sexo.
En la casa, solo estábamos Oscar y yo, podíamos andar por la casa libremente, desnudos y sin preocupaciones. Retomamos la conversación de las clases particulares de reforzamiento, una mezcla de negocios y placer. Coincidíamos en nuestros razonamientos, porque a los dos nos gustaba mucho el sexo y convinimos en tener un grupo mixto de alumnos. Entre la conversación, unas bebidas frescas y ver nuestros cuerpos desnudos nos excitamos un poco. Estábamos en la sala de la casa, allí se acercó a mí, me besaba los pechos y con su mano derecha me frotaba el coño, abrí mis piernas para que me tocara más, con una de mis manos tomé su verga y lo masturbaba suavemente y de rato en rato se la apretaba y la sentía bien dura. Acomodamos los cojines en el mueble quedando al nivel de la esquina, con los pies en el suelo y mis nalgas en la esquina del mueble fui echando medio cuerpo en el mueble. Oscar de pie, sosteniendo su verga en su mano se acercó a mí, con su otra mano, entreabrió más los labios de mi coño y me penetró en un segundo; puso cada una de sus manos entre mis pechos mientras se movía de atrás hacia adelante, acariciándome los pechos, estrujándome cuando más nos excitábamos. Con mis manos acariciaba su cuerpo y hasta ceca de sus nalgas para tenerlo más y más dentro de mí. A estos momentos nuestros cuerpos estaban libres de delicadezas, importunaban los momentos de plena satisfacción. Él se salió de mí y me di media vuelta, quedando mi culo empinado y ofrecido a él, con dos de sus dedos recorrió mi raja, aún tenía mi cuerpo apoyado en el mueble con los pies en el suelo. Se arrodilló ante mi culo, abrió un poco mis nalgas con sus manos para ver mi ano, cuando pude sentir la frescura y suavidad de su lengua que me lo mojaba deliciosamente, tenía su cara en mi culo y su lengua hurgando y humedeciendo mi anito. Me lo llenaba de saliva y desparramaba por mi culo con su lengua, tanto el exterior como el interior. Luego tomó mis manos y las puso en mis nalgas para que me lo abriera yo misma y poder ver mi anito que palpitaba de placer. Sentí como su verga lentamente se abría paso en el interior de mi culo, hasta que sentí que sus piernas chocaban a mis nalgas y sentí que tenía toda su verga dentro de mí. Con sus manos recorría mi espalda y se detenía tomándome de las caderas para embestir con fuerza haciendo que el mueble se fuera un poco hacia adelante. Apoyó luego sus manos en mis hombros para aumentar sus embestidas y su fuerza, en lo que pude penetraba mi coño con mis dedos ante tal desafío de placer. De un momento a otro su rapidez y fuerza para empujar su verga en mi culo fue mayor, parecía que quería partirme en dos, y luego una lentitud en sus movimientos, y yo sabiendo que me había llenado el culo de su rica leche, sintiendo como su verga dejaba su dureza y reducía su longitud, las caricias suaves empezaron a surgir y las delicadezas se hicieron presentes. Terminé echándome en el mueble por completo mientras él se dirigía al baño para refrescarse un poco. Al rato lo seguí y, entre caricias suaves a nuestros cuerpos y besos cálidos la tarde se estaba terminando ese día.
Salí de casa, en una breve despedida, pensando en las clases que prontamente daríamos Oscar y yo, en aquella casa del placer.