¿Una buena madre?
Sara hace una felación a su hijo
Era domingo por la mañana, temprano, la luz entraba ya por la persiana y mi marido se iba a ir con sus amigos con la bici y yo había quedado con mis amigas de siempre para jugar al pádel, como casi todos los domingos. Así que aprovechando que era temprano y nuestro hijo dormía nos habíamos puesto a follar. Estaba yo a cuatro patas chupándole la polla a mi marido, cuando me pareció ver una sombra en la puerta del dormitorio. Como era verano y hacía calor, dormíamos con la puerta abierta. Pensé que serían imaginaciones mías y seguí con la polla dura y húmeda de mi marido, saboreándola en mi boca.
En un momento dado, mi marido me hizo subir hasta su boca para pegarme un morreo (siempre me decía que le encantaba besarme la boca con el olor de su polla en mi cara) y entonces me dijo al oído :
Cariño, creo que tu hijo se hace mayor y nos está espiando....
A mí también me ha parecido ver alguna sombra en la puerta, pero todavía no tiene edad para eso ¿no?
Mi marido se rio y me dijo, - anda, sigue chupando que me tengo que ir y tengo ganas de correrme- , así que volví a deslizarme bajando para recuperar su polla dura, pero mientras se la pajeaba y saboreaba, yo ya estaba más pendiente de la puerta y las sombras, que de otra cosa. Y efectivamente, gracias al espejo del dormitorio vi como Carlitos estaba de pie en la puerta de nuestro dormitorio y se había bajado el pijama lo suficiente para dejar ver su pollita totalmente dura. Yo hacía tiempo que ya no le bañaba y me pareció curioso lo dura que la tenía y como se la meneaba rápidamente con la mano. No se puede decir que la tuviera todavía grande, pero si estaba firme como un mástil, mirando al techo y con el capullito rojizo asomando.
De repente mi marido empezó a mover las caderas más rápido y a gemir más fuerte y yo aceleré el ritmo de la paja, lamiendo de vez en cuando su capullo, hasta que su polla estalló en unos cuantos chorros de leche caliente que impactaron en mi boca y en mi cara, y mientras hacía esto pude ver como Carlitos también se corría y le caía la leche hasta el suelo. Rápidamente recogió con su mano lo que pudo de la leche del suelo, se subió el pantalón del pijama y se fue corriendo.
Todavía con la leche en mi boca, le dije a mi marido que nuestro hijo se había cascado una paja mirándonos, y con un beso en la boca, me dijo que no me preocupara, que estaba en la edad de cotillear, descubrir y hacerse pajas y que ojalá él hubiera visto a sus padres follar. Yo me quedé con un sentimiento encontrado, como madre me parecía que aquello no estaba bien, pero como mujer tenía las bragas chorreando de que mis dos hombres se hubieran corrido conmigo y casi a la vez, así que mientras mi marido se duchaba y se vestía para irse con la bici, metí la mano en las bragas y me masturbé pensando en lo que había pasado.
El día pasó normalmente, pero yo no dejaba de darle vueltas a lo que había pasado por la mañana y me sentía en un estado de humedad constante e incluso me hice alguna paja más fantaseando con que se la chupaba a Carlitos.
Los días fueron pasando y empecé a ver a nuestro hijo de otra forma. Cuando le llamaba para ir a clase, me fijaba en él, en sus calzoncillos y como se marcaba el pito en ellos. Algún día incluso la tenía dura o se veía la típica manchita en los calzoncillos del roce con la puntita húmeda de su polla.
Y entonces, apareció la Sara calentorra y empecé a idear un plan para estar con Carlitos pensando que quién mejor que una madre para enseñar ciertas cosas a su hijo, y si en el fondo a mi marido le había calentado que nos expiara igual no le parecería mal que desvirgara a nuestro hijo, aunque pensé que de todas formas él no se iba a enterar ¿o sí?
Y entonces la Sara calentorra puso en marcha su plan….
Llegó el viernes y por la mañana temprano como siempre fui a llamar nuestro hijo para ir a clase como todos los días. Entré en su cuarto con un fino camisón que dejaba poco a la imaginación y el tanguita con el que había dormido, pequeño, ajustado y perdido entre mis nalgas como siempre. El camisón apenas tapaba los muslos y dejaba ver el inicio de mis ingles cuando me movía y además trasparentaba mis pezones grandes como galletas, los finos tirantes daban más visión de mis tetas de lo que sería apropiado para una madre. Entré así en el cuarto y levanté la persiana. Carlitos dormía en calzoncillos y abrió somnoliento los ojos al entrar la luz en la habitación. Le di un beso de buenos días acercando mis tetas a su pecho y empecé a poner en práctica mi plan.
Cariño he pensado que hace mucho que no te baño y no te veo el pito y no sé si te baja bien el pellejito del todo y he pensado que cualquier día tendrás novia ¿o tienes ya? Y bueno pues eso que quería comprobar que está todo bien... (según lo decía me sentí estúpida, menuda escusa más tonta para ver la polla de mi hijo y además usando diminutivos como pito o pellejito como si tuviera cuatro años)
Carlitos me miró con los ojos como platos y no acertó a decir ni una palabra, pero vi que le subía cierto rubor a sus mejillas. Entonces eché mano a sus calzoncillos para bajarlos, pero él los sujetó para impedirlo y empezamos una pelea entre risas por ver quién ganaba. A todo esto, en el forcejeo mis tetas no hacían más que rozar su pecho y su cara, y pude comprobar que su pollita (otra vez el diminutivo, estúpido e infantil) iba tomando tamaño y dureza.
Jo, mamá que me da mucho corte, que ninguna chica me ha visto la polla, déjame por fa.
Mira Carlitos, esto es importante en serio, tu imagina que soy el médico y que estoy haciendo una revisión, además soy tu madre y no tienes que tener ningún corte.
Al final, accedió y se dejó hacer. Le dije que se sentara en la cama y yo me puse de rodillas entre sus piernas en el suelo del dormitorio. Estaba deseando bajar sus calzoncillos y ver su polla, notaba como mariposas por el vientre y la humedad en mi tanga, a la vez que podía percibir mi aroma de perra en celo.
Cuando por fin bajé sus calzoncillos, su pito salió disparado como un resorte mirando el techo. El capullito asomaba tímidamente del capuchón, todavía de un color rojo amoratado, de los capullos que todavía han pasado más tiempo escondidos dentro del prepucio que fuera porque no se han utilizado. Entonces yo acerqué dos dedos y le bajé muy despacito y con suavidad el pellejo para que su glande viera la luz en su totalidad.
Cuando su capullito virgen asomó entero fuera del capuchón, me vino un olor fuerte y comprobé que Carlos no se había limpiado bien y tenía restos de grasilla blanca reseca en la base del prepucio como yo me imaginaba de hacerse pajas por la noche, lo que me permitió seguir con el plan que había ideado durante toda la semana.
¿Ves hijo como no pasa nada? Veo que el pellejito te baja perfectamente por lo que estás ya preparado para tener relaciones cuando tengas novia. Lo único, eso sí, tienes que lavarte esto mejor porque tienes grasilla blanca que se te queda ahí reseca y da olorcillo, y alguna chica le podría dar un poco de asco tocarla o chuparla en ese estado. A mí no me da ningún asco el olor (claro que no zorra, no sólo no te da asco si no que te pone cachonda) porque soy tu madre, pero puede que alguna chica no le guste, así que tienes que tener más cuidado con la higiene.
Carlitos me miraba entre curioso y muerto de vergüenza con su polla en mi mano, de rodillas entre sus piernas como una loba hambrienta y con mi cara a escasos centímetros de su polla, mientras le daba mis consejos “médicos”
Bueno no pasa nada hijo, mamá te la va limpiar el pito para que veas como se hace y lo hagas tu todos los días cuando te duchas.
Entonces agarré su polla con la mano izquierda y con los dedos de mi mano derecha comencé a recoger delicadamente los restos de esmegma resecos de su capullo. Como no había cogido papel ni nada los limpié sobre mi camisón que luego echaría a lavar. Para entonces mi coño estaba chorreando y empapando mi tanga y mis pezones empitonados luchaban por salirse el camisón, mientras que la polla de Carlitos tenía ya un tamaño y una dureza máxima, y entonces la Sara calentorra hizo lo que nunca debe hacer una madre.
Bajé mi mano izquierda para agarrar suavemente los huevos lampiños de Carlitos, mientras que mi mano derecha agarraba su polla dura en todo su esplendor y mi boca se abría para acoger aquel capullito rojo entre mis labios húmedos. Y entonces comencé a bajar y subir mi mano suavemente por el tronco duro de su polla. La Sara madre había dejado paso a la Sara calentorra y cuando la Sara calentorra chupaba una polla, lo hacía bien y hasta el final. Mientras le chupaba el capullito rojo a Carlitos y le masajeaba la polla arriba y abajo, mi mente voló a mis primeras mamadas cuando era una adolescente y las diferentes pollas que había chupado durante mi vida. Sus sabores, sus olores, sus tamaños, sus durezas....
En el cuarto de mi hijo, se había detenido el tiempo y yo seguía de rodillas apoyada sobre los muslos de mi hijo, con el bamboleo de mi mano sobre su polla mirando al cielo. Sólo se oía mi boca chupando – chofchofchof- suave despacio sin pausa, y la respiración de mi hijo empezó a hacerse más pesada, pasando a ser unos leves gemidos, para luego oir como decía -ay, ay, mamá.... que gustito, mamá....ay ay- pero mamá no estaba allí en el cuarto, allí estaba Sara la calentorra, Sara la chupapollas y sólo pensaba en recibir el delicioso néctar que guardaba la polla de mi hijo, ser la primera en degustar aquel manjar.
Perdida en aquellos pensamientos, deslicé mi dedo índice de la mano izquierda (como hacía siempre que le chupaba la polla a mi marido) hasta encontrar el ano de mi hijo, rosadito, sin pelos, cerradito y comencé a juguetear con él sin llegar a penetrarlo. Al ver que Carlitos intensificaba los gemidos, me chupé el dedo que había jugueteado con su ano (que excitante y prohibido ese aroma) y mientras masajeaba suavemente sus huevos metí la puntita de mi dedo despacito en su ano, mientras seguía con el bamboleo de su polla y los chupetones al capullo. En seguida, Carlitos empezó a contraerse de gusto arqueando la espalda y levantando un poco la cadera para intentar follarme la boca y comencé a notar como empezaba a salir el deseado precum de la punta de su polla que yo empecé a saborear con mi lengua.
Y así seguí un rato, perdida en mis pensamientos, disfrutando del olor de su polla y del sabor del líquido que salía de su punta, cuando en un momento dado Carlos empezó a decir – ay mamá me viene, ay mamá me viene, ah, ah ,ahhhhhh- y entonces la Sara calentorra, la loba en celo, se preparó para recibir la deseada descarga de leche en mi boca. Noté como empezaba a disparar chorros de lefa dentro de mi boca, uno, dos, tres, cuatro, otro más, no paraban de salir disparos de lefa que no podía llegar a tragar y empezaron a impactar por fuera de mi boca, en la cara, los labios, la barbilla. La lefa me chorreaba de la comisura de los labios y caía por su polla dura hasta los huevos, manchando las sábanas y salpicando el suelo, y por fin se relajó y se quedó tumbado en la cama conmigo arrodillada sobre su polla. Lo último que dijo antes de quedarse medio dormido fue - máma quiero que me laves siempre la polla por fa-
Cuando desperté de mi ensoñación y viendo que Carlitos estaba relajado y medio dormido, metí la mano en mi tanga empapado y comencé a frotar mi clítoris hinchado y húmedo, pero como la Sara calentorra empezaba a dejar paso a la Sara madre, traté de no hacer ruido para que Carlitos no supiera lo caliente que estaba, así que me masturbé allí en silencio hasta que mi coño empezó a chorrear fluidos hasta correrme entre las piernas de mi hijo.
Cuando terminé, me levanté mientras él seguía medio dormido y fui a por toallitas para limpiar su polla llena de leche, de forma maternal. Cuando terminé de limpiarle le dí un beso en la mejilla y le dije – Carlos, esto no ha ocurrido y nuncá más volverá a ocurrir- y del cuarto de mi hijo, salió la Sara madre avergonzada y ¿arrepentida?, sabiendo que ese momento había cambiado todo y abandonando un cuarto que olía a sexo, fluidos y perversión y con Carlitos convertido en hombre y completamente satisfecho.