Una buena hija (3)

Hago un Lesbo Show a papá, con una de mis amigas que le excitaban en foto

UNA BUENA HIJA (3)

Desde que me he convertido en su putita morbosa, papá ha cambiado. A mejor, claro. A sus 64 años, es otra persona, otro hombre, otro macho. Nuestra relación ha destapado la perversidad que reprimía, y le ha hecho realmente feliz. Sus amigos lo celebran, y se benefician… a su manera, como ya sabéis por otra experiencia que convertí en relato.

Ésta que cuento ahora fue idea mía. Se lo planteé en la cama, una noche en la que nos apetecía dormir juntos, como un matrimonio. Y le hizo una ilusión que no podéis imaginar. Yo lo sabía.

Se trataba de hacerle un Lesbo Show. Pero no con una chica cualquiera, sino con una de mis amigas, de las que miraba en foto mientras yo se la chupaba, la primera vez que hubo sexo entre nosotros. Me había comentado que esa le gustaba en especial. Sonia, se llama. Y desde luego es un bombón. De cara, de tipo, de todo, menudita y manejable como yo. Mientras le comenté que existía esa posibilidad, se ilusionó y excitó tanto que tuve que chupársela. Y tragarme todo, por supuesto. A continuación, dormí en sus brazos.

Convencer a Sonia no me costó ni tiempo ni trabajo. Le gustó tanto la idea de tener sexo lésbico conmigo delante de mi padre que casi se corre cuando se lo planteé.

Sin más demora, quedamos al día siguiente. Papá estaba como loco de ilusión, de ganas. Iba a conocer a Sonia, la iba a ver por fin en persona… ¡Pero además teniendo sexo conmigo, con su hija!

Reconozco que al principio yo estaba un poco cortada, tras llegar Sonia a casa y presentarse. Ya habíamos hecho cosas escabrosas, papá y yo, ya sabéis. Pero esta era tan especial… A papá se le caía la baba mirándola, no sabía que decir. Al igual que yo, intentó ser modelo, con eso os hacéis una idea de lo atractiva que es.

Ya que yo conocía a los dos, me correspondía dirigir un poco el tema, por lo cual pedí a papá que se sentara delante de nosotras y mirase, sin más. Él lo hizo de inmediato, vestido solo con un kimono, muy bonito, que además le había regalado yo, años atrás, por el día de Reyes. Y yo, animándome progresivamente, comenté:

  • Disfruta de un espectáculo que te mereces, papá.

Él asintió, tragando saliva, y yo añadí:

  • Tu hija, convertida en una zorrita lesbiana para tus ojos.

Debí decir eso muy bien, porque se empalmó por completo, y tomó su polla en la mano. Sonia añadió, en voz baja y sensual:

  • Qué arte tienes, Candy.

Apenas oír eso, me acerqué a mi amiga y me puse a besarla. No podía resistir más. Decir lo que dije, oír lo que oí y ver a mi padre empalmado y con la boca húmeda terminó de animarme. Ahora deseaba paladear la feminidad de mi mejor amiga, quería que mi padre no perdiese detalle de mi  lesbianismo ante sus ojos viciosos y viejos. Solamente llevábamos las medias y bragas, negras para los dos, y zapatos con tacón de aguja.

Primero la besé con mimo, ternura incluso, por las mejillas, la nariz, hasta llegar a los labios. Me gustaba, mucho. Poco después Sonia insinuó su lenguecita. Y cuando me quise dar cuenta mi lengua y la suya se confundían, calientes, dentro y fuera de nuestras bocas, mientras nos acariciábamos con pasión por todas partes, abrazadas de pie sobre los taconazos.

Interrumpimos el beso cuando no nos quedaba más aliento, de tanto besarnos con lengua, de tantos comernos la boca entre las dos. Yo estaba  encantada, caliente. Me aparté un poco para mirar a mi padre, y lo encontré completamente duro, con la mirada vidriosa. Entonces, mientras acariciaba a Sonia sus tetas, preciosas y firmes, me pareció prematuro devorarla, sentí que todavía no era el momento. Así que tuve una idea repentina, y la ordené:

  • Enseña a mi padre tu chochito de zorra.

Sonia arrojó a un lado su braguita, se acercó al butacón donde estaba sentado papá, se dio la vuelta y se abrió por completo, con las manos en las nalgas y curvándose en su dirección. Ignoraba cómo había sido yo capaz de impartir tal orden, cómo le había pedido a mi mejor amiga que abriera su intimidad a mi padre. ¡Pero así de guarra me sentía y ya no me podía echar atrás!. Entonces pregunté a papá:

  • ¿Te gusta lo que ves?

Muy puta, al oír aquello Sonia empezó a menear, ligeramente. Lo hacía muy bien, mi amiguita. Con sensual elegancia, como la mejor profesional de un club. Y su chichi, sonrosado y depilado, resultaba muy apetitoso. Desde enfrente, ante mis ojos. Por detrás, frente a los de papá.

Mareada y turbada de morbosidad, por la situación, volví a acercarme hasta Sonia, y la besé otra vez, con mucha lengua, tocándole los pezones. Era deliciosa. Y con un toquecito de vulgaridad que le aportaba un atractivo fabuloso, y no solo para los machos.

Sin cerrarse ni apartar las manos de sus nalgas, para que papá no perdiera de vista su intimidad, Sonia respondió muy bien a mis besos. Tanto que lancé mi mano derecha a su chichi, sin advertirlo, por puro impulso. En respuesta, ella gimió, refugiando la cabeza entre mis tetas, besando mis pezones, que ya no podían estar más duritos.

Dejé un momento de morrearla para mirar a papá. Mi padre no podía despegar los ojos de mis dedos jugando con la rajita de Sonia. Empujando suavemente, la acerqué más a él, de forma que sus piernas rozaran las rodillas de papá. Pero no su polla, durísima.

Sofocada por el placer que me embargaba al brindar este show a papá, pero celosilla también por el entusiasmo que veía en mi padre respecto a mi amiga, hablé, mientras metía un par de dedos a Sonia:

  • ¡Cómo te gusta mi amiga, papá! Se te cae la baba…

Papá asintió, masturbándose y dándome las gracias con los ojos.

  • Es muy puta, como ves. Y hace de todo. Lo sé. Me ha contado cada cosa, la muy cerda…

Papá comenzaba a sudar, su expresión era de alucinación, nunca imaginó que vería algo parecido.

  • Le encantó la idea de que nos vieras juntitas, de puta que es.

Al oír eso, Sonia gimió y suspiró hondo. La muy cerda estaba tan feliz como yo me imaginaba, oír como la insultaba en esa situación la enardecía, su chichi estaba empapado en mis dedos, y su boca compartía mis tetas.

  • Más, más, por favor – suplicó papá.

Yo la tocaba como si no hubiera hecho otra cosa en mi vida, abriendo bien sus labios vaginales para los ojos de papá. Estaba empapada, chorreaba por las piernas. Y de vez en cuando incorporaba su carita para darle yo un buen lametón en la boca.

  • ¿Te gustaría comértela, papá?

  • Candy… yo…

  • ¿O preferirías hincársela hasta el fondo, y ensuciar su chichi de niñata?

Sonia gemía de placer, en silencio, escuchándonos, más y más.

  • No, ya lo sé, papá. Si tuvieras que elegir una sola cosa, te la follarías por el culo. ¿A que sí?

  • Yo…

  • Para hacerle daño. En castigo.

  • ¡Sí!

  • Para castigarla. Por guarra lesbiana.

Papá se desencajó, al oír eso. Pero yo no quería que se corriera ya, la situación era tan fabulosa que había que estirarla.

  • Di algo a mi padre, Sonia – pedí a mi amiga, sin dejar de sobarla.

  • ¿No le apetece insultarme, señor? – preguntó ella a papá, con un tono de sumisión muy femenino, con un zorrerío increíble. Volví a sentir celos, al mismo tiempo que mi excitación creció lo indecible.

Me parecía que tanto Sonia como yo podíamos corrernos ya, y por eso dejé de tocarla y nos alejamos un poco de papá, para situarnos ahora de perfil ante él, mientras él farfullaba:

  • Qué puta eres, Sonia… Me vuelves loco….

Había disfrutado mucho besando y masturbando a mi amiga ante mi padre. Pero ahora los celos empezaban a devorarme. Ya no quería comerla sino dominarla sexualmente. Por lo cual, la ordené:

  • De rodillas.

Ella obedeció automáticamente, y yo me abrí y añadí:

  • Cómeme.

Sonia humilló la cabeza, se arrimó y, tras besarme por encima de la braguita, delicadamente, me la bajó por las piernas. Cuando cayó al suelo, me abrí más para que papá no perdiese detalle. Y ella empezó a besar, dulcemente, entre mis piernas.

Me encontró empapada, chorreante. De lo más excitada, y celosa a la vez. ¡Qué mezcla explosiva, nunca la había vivido!

Papá continuaba mirando y tocándose, gozando de su deliciosa tortura, mientras Sonia seguía besando mi chichi. Pero rebajando la ternura e incrementando la lascivia. Instintivamente, con una mano me tocaba los pezones y con la otra acariciaba el pelo de mi amiga. Era maravilloso sentirse así, devorada por una amiga mientras papá lo veía y se tocaba, con las dos en medias negras.

Yo no paraba de mirar a papá, lamiéndome los labios, gimiendo de placer morboso. Y papá de tocarse, susurrando:

  • Qué putas sois…

  • Como a ti te gusta, papá..

  • Mi hija… su amiga… las dos…

Sonia enriqueció los besos en mi chochito acariciándome las medias, el culito. Acto seguido, empezó a chupar. Con avidez creciente, como si mi jugo fuera una bebida y ella estuviese sedienta. De puro caliente, sufrí un ataque de celos y le dije bien alto:

  • Mi padre no puede ver más chocho que el mío, cerda… Y tú se lo has plantado en el morro... Esto no quedará así…

Justo entonces, cerré los ojos y por momentos dejé de sentirme yo misma. Me imaginé como la propietaria de una gran mansión, que está conduciéndose así con su chacha. Una chacha promiscua y guarra, que había intentado conquistar a mi padre. Menos mal que llegué a tiempo y la ordené devorarme a mí, en vez de chupársela a mi padre, que es lo que pretendía la muy marrana.

Sonia clavaba los dedos en mis nalgas, saboreándome como si le fuera la vida en ello. Pero no fueron ya gritos, sino gemidos lo que preferí después:

  • Te gusta que te soben las mujeres y te deseen los hombres. Como buena zorra que eres, Sonia…¡Dilo!

  • Es verdad, Candy. Nací para el vicio perverso.

Sonia me metió la lengua bien dentro, como si fuera una polla, y tras sacarla se concentró en mi clítoris. Mientras, me acariciaba mi agujerito trasero, como si quisiera prepararlo para que algo entrase. Desquiciada, la ordené:

  • Di también que mi padre te pone…

  • Me pone lo degenerado que es, cielo… y me encanta su polla.

Al oír eso, agotada de placer y celos, alcancé el orgasmo en la boca de Sonia, arrodillada a mis pies. Un orgasmo escandaloso, con gritos, que parecía interminable, mientras ella conservaba la boca en mi chichi y me sujetaba por las nalgas para que yo no cayera por culpa del temblor.

Fui relajándome poco a poco, mientras miraba a papá. Encantada, por completo, rabiosa, en parte.

Sonia, siguiendo la línea sumisa, abandonó mi chichi pero siguió en el suelo, y comentó:

  • Qué rica estás…

Flipado, papá dirigió la mirada desde la polla super dura hacia mis ojos. Creía estar soñando, seguro. No podía ceder ahora, en absoluto. En consecuencia, dije, con ternura y firmeza a la par:

  • No, papá. Sonia no se puede correr, por puta. Ni tú, por haber babeado ante su precioso chochito. Solo yo. Y no te quejes, que bien te lo has pasado.

Papá comenzó a sonreír. Lo rematé agregando:

  • Pero otro día… ya veremos…