Una buena fuente de ingresos para un joven 2ª

Continuación y final del relato.

Continúo el relato que se publicó el día 10 de junio. Espero que os guste.

No sé el tiempo que pasamos así, reponiéndonos, casi una hora. Entonces él se levantó y se fue a la ducha. Yo me quedé en la cama, regodeándome un poco más en ese instante. Podía verme en el espejo del armario, con la lencería que me había puesto, mi polla húmeda sobresaliendo del tanga y, joder, me veía muy sexy. Suficiente para que se me empezara a poner dura y yo comenzara a acariciarme lentamente. Así me pillo Víctor cuando salía del baño, completamente desnudo, me miró sonriendo:

  • Vaya, menudo aguante tienes. Estás precioso así -me dijo mientras me miraba intensamente, encendía unos cigarros y me pasaba uno a mí.

Sin saber por qué después de lo que acabábamos de hacer, yo me empecé a sonrojar por esa mirada suya, que hacía que un incendio empezara en mi interior. Él se mantenía en silencio mientras fumaba, y yo notaba como mi polla crecía y reclamaba su atención, excitado ante su escrutinio. Era tan palpable, que él comenzó a excitarse en respuesta, y pude ver como su miembro comenzaba a alzarse.

  • Apaga el cigarro -me ordenó-. Y ahora vete al baño, y espérame de rodillas con los ojos cerrados.

Uf, eso pintaba bien, así que levanté sin perder de vista sus ojos y lentamente me fui hacia la ducha, contoneándome tanto como pude, mostrando mi culo que sabía que le encantaba con ese tanga y mi polla ya completamente dura y enhiesta. Me metí en la ducha y me puse de rodillas, orientado a la puerta con los ojos cerrados.

En breve oí que se acercaba a mí. Hubo unos instantes de quietud, ansioso de mí, expectante a ver qué tenía preparado para mí. Y entonces lo sentí, sorprendido. Cálida, estallando en mi cara y deslizándose por mi pecho hasta el suelo, su lluvia dorada.

Entreabrí los ojos y me quedé sin aliento al ver su cara de lujuria, de maldad, con el cigarro en la boca, humillando a su juguete, a su puta, con una meada de órdago desde su polla sorprendente erecta. Yo solo pude sonreírle retador y mover mi cara para sentir todo su calor, extender los brazos y ofrecerle mi pecho para que viera que mi sumisión era completa, recibiendo su lluvia como si fuese maná. Es una sensación de placer culpable, multiplicado por la indefensión, que me vuelve loco en determinadas circunstancias.

Cuando por fin acabó, le escuché murmurar entre dientes:

  • Qué hijo de puta... Abre la boca.

No la había terminado de abrir cuando noté su polla, dura como el acero, así que solo me pude poner a chuparla, deleitándome con ella, su dureza, su sabor... y ante los ojos hambrientos de Víctor le hice una de mis mejores mamadas, a mi ritmo, tragándomela hasta el fondo y jugueteando con la saliva que la recorría, acompasándola de una buena paja en mi miembro, hasta conseguir mi objetivo, sentir su leche en mi cara, llenándome de su néctar cálido, mientras le veía poner sus ojos en blanco y estremecerse. Arrecié y con su polla aún palpitante en mi boca y su semen y orina goteando por todo mi cuerpo, me corrí a borbotones, entre grititos de gusto.

Me desplomé en la ducha, y él, sonriendo, fue a por otro cigarro. Me dijo que me duchara, que tenía más ropa para darme, y que sí quería que pidiéramos algo para comer al servicio de habitaciones. Yo le dije que genial, que me pidiera una hamburguesa, y me dejé llevar por el gustazo del agua caliente, lavando bien los restos de las casi dos horas de sexo que llevábamos.

Salí de la ducha aún mojado, y Víctor me esperaba fuera aún desnudo. Había recogido la cama y me tenía preparado un corpiño de cuero muy ajustado, un tanga transparente negro que hacía que mi polla se viese completamente, unas medias de rejilla, unos zapatos de tacón y un collar de cuero ajustado al cuello con una argolla.

  • Ven, que te ayude a ponértelo todo -me dijo.

Yo me puso junto a él y me dejé hacer. Sus manos en mi piel me producían chispas, me excitaban sobremanera, y él lo sabía y me provocaba haciéndolo suavemente. Cuando acabó con la ropa, me puso el collar, y al sentirlo cerrase sobre mi piel, se me escapó un jadeo. Víctor sonrió aprobatoriamente al oírlo y me invitó a ver el resultado en el espejo.

Me encantó lo que vi. Era una mezcla perfecta de feminidad y masculinidad sumisa, el corpiño me quedaba muy bien, y la braguita se ajustaba como una segunda piel. Mi polla crecía por momentos, y me encantaba poder verla. Y con esas medias y esos tacones, tenía un punto dominatrix que me hacía estremecer en su conjunto.

Víctor, de pie junto a mí, me dirigía para girarme con sus manos en mis caderas, y de vez en cuando me besaba. Sus caricias me tenían extasiado, y ya notaba su polla endureciéndose otra vez junto a mi culo. Cuando tenía su lengua en mi boca y sus manos acariciándome la polla, se oyó el sonido de la puerta acompañado de un “servicio de habitaciones”.

Yo salté como un ciervo asustado y traté de esconderme en el baño, pero Víctor me sujetó de la muñeca, y al oído me susurró que abriera la puerta.

  • ¡Estás loco! -le respondí-.

  • No. Quiero que atiendas al camarero así.

Me quedé bloqueado… No sabía qué hacer, pero su mirada autoritaria clavada en mí doblegó mi pobre resistencia. Él se enrolló una toalla a la cintura y se sentó en el sillón que había al fondo, y con su voz grave me animó a a abrir. Era un hijo de puta que me volvía loco y hacía conmigo lo que quería. Así que completamente envarado me dirigí a la puerta y abrí tímidamente.

El camarero era un chico algo mayor que yo, moreno, bastante alto y elegantemente vestido, que se quedó con la boca abierta al verme. No creo haberme sentido en mi vida tan avergonzado, no pude ni levantar la mirada, solo podía mirar al suelo mientras mi cara se ponía roja como un tomate. Me ardía. La vergüenza me impedía hasta hablar y quería morirme en ese momento. Pero, curiosamente, mi polla se mantenía dura. Y es que la excitación del momento, de dejar que un desconocido me viera así, me sofocaba también. Me sentía tan vulnerable como excitado.

  • Abre la puerta, cariño -oí que decía Víctor-. Deja pasar al camarero.

El camarero tras unos instantes mirándome, levantó la vista e, impertérrito y muy profesional, entró con una enorme bandeja que puso en la mesita junto a Víctor. Se giró y antes de salir, la voz de Víctor lo detuvo.

  • ¡Espera un segundo! - Y mirándome a mí, añadió- Cariño, ven y coge dinero para darle la propina.

Yo no sabía donde esconderme, pero si juego a un juego, lo hago hasta el final, así que me acerqué andando tan sensual como pude hacia Víctor, que sacó un billete de 20 de su cartera y me lo ofreció, pero cuando por fin llegué a su lado y extendí mi mano para cogerlo, lo dejó caer al suelo. Su mirada brillaba de excitación y me interrogaba, para ver qué haría yo a continuación. Y creo que estuve al nivel del momento, porque fijando mis ojos en él desafiante, y sin doblar las rodillas en equilibrio sobre los tacones, me incliné hasta el suelo para cogerlo. Y allí me quedé durante varios instantes.

No sé qué me pasaba por la cabeza en ese momento, pero creó que ahí es cuando comprendí la esencia de la dominación y el placer que proporciona al dominado. Mi culo, vestido con un tanga más transparente que otra cosa y con un hilito que no tapaba ni todo mi agujero, con unas medias de rejillas y mis tacones tan femeninos, quedó expuesto a un desconocido que pudo contemplar lo puta que puedo llegar a ser, mi interior más profundo. Y aunque la vergüenza me embargaba, la excitación era aún mayor, el placer de obedecer a mi amo y de complacerle.

Cuando en esa postura, Víctor apoyó su mano en mi nuca, y me estuvo acariciando durante unos segundos, comencé a jadear directamente… No pude aguantar más, y me levanté con el dinero, y lentamente me acerqué al camarero y le di su billete mientras él me miraba con lo que intuí que eran ganas. Su mano, mucho más grande, abarcó toda la mía y la dejó así unos segundos que me hicieron arder. Mi polla, bien visible todo el rato, latía rogando ser acariciada. Sus ojos me devoraban y mis jadeos aumentaron.

Miré a Víctor, suplicante, y él se levantó, dejó caer su toalla mostrando su cuerpo con la polla enhiesta, y se acercó a nosotros. Cuando llegó a mi altura, cogió la mano del camarero y la separó de la mía, mientras él llevaba la suya a mi culo, que comenzó a acariciar bruscamente.

  • Si quieres, cuando acabes, pásate por aquí. Quizás haya alguna propina más.

Él, sin separar sus ojos de mí, se quedó callado un rato. Y entonces añadió:

  • Puedo volver en 10 minutos, si lo desean.

  • ¡Perfecto! Pero tráete tu propia llave, nos gustan las sorpresas -respondió Víctor.

  • De acuerdo, si es lo que desean…

Y rápidamente salió de la habitación, alejándose por el pasillo. Víctor se dio la vuelta y se sentó en la cama, con su polla más que dura. Yo, que seguía jadeando, sintiendo que me asfixiaba por la tensión y la excitación del momento, cerré la puerta, y me quedé plantado en silencio. Necesitaba procesar mis sensaciones, lo expuesto que me había sentido, algo humillado, pero notando que eso me había excitado tanto que no podía creérmelo…

Víctor me dio el tiempo que necesitaba, esperó pacientemente hasta que levanté la cabeza del suelo y vio que aún seguía rojo. Me acerqué hasta él y me quedé plantado junto a la cama, mirándolo, mientras él insinuaba una sonrisa en su cara. El morbo y las ganas de sentir más me tenían subyugado, y él dejó que me cociera en mi propia salsa.

Cuando por fin pude moverme, me tiré en la cama de golpe, decidido a llegar hasta el final de esta situación, y le murmuré:

  • Haz conmigo lo que quieras, cabrón.

No necesitaba más incitación, se puso sobre mí y empezó a besarme las piernas. Cuando llegó a mi polla, la sacó de su escaso encierro y, sin quitarme el tanga, comenzó a chupármela. Hacía mucho que necesitaba que me hicieran una buena mamada, y era bueno en eso también, por lo que pronto empecé a gemir, sintiendo su lengua recorrer todo mi miembro y mis huevos, que tragaba con intensidad casi al límite del dolor. Yo solo podía acariciarle la cabeza y animarle a que siguiera, hasta que, de manera involuntaria, se me escapó un quedo murmullo:

  • Necesito tu polla, Víctor…

Complaciente, se levantó, pero sus manos me impidieron que yo hiciera lo mismo. Sin dejarme mover, puso sus rodilla a cada lado de mi cara, dejando caer su deliciosa polla en mi boca. Entendí fácilmente, y empecé a recibir una follada de boca de lo más agobiante y, por tanto, excitante. No podía escapar, me tenía completamente a su merced, y controló todo el rato como llevarme hasta la asfixia, haciéndome llorar por la falta de oxígeno, pero liberándome en el momento justo. Y de nuevo me la metía hasta el fondo. Yo le había contado en varias ocasiones que así es como me gusta, sentir mi saliva cayendo por la cara.

Después de un rato así, conmigo acariciando sus piernas y su culo, cogió uno de mis dedos, lo chupó para humedecerlo bien. Entendí perfectamente qué quería, así que bien lubricado comencé a acariciar su agujero, penetrándolo con ese dedo, lo que aumentó sus jadeos de placer. Pronto le hice chupar otro dedo más, y le metí dos, mientras él no paraba de taladrarme la boca con su pollaza.

Cuando iba a hacerle chupar el tercero, oímos que la puerta se abría y se cerraba. Víctor se giró y yo pude ver la cara del camarero que nos miraba desde la entrada. Se había quitado el uniforme y llevaba unos vaqueros que poco podían disimular que tenía una buena erección. Yo me quedé quieto, paralizado, pero Víctor reanudó su follada de boca, mientras los dos mirábamos a nuestro nuevo acompañante. Nadie dijo nada, solo seguimos follando mientras él nos miraba.

De nuevo me sentí completamente indefenso, con un tío 20 años mayor que yo reventándome la boca con su polla mientras me tenía completamente sometido, vestido como una puta viciosa, con mi propio miembro duro como una roca, y un desconocido viéndome así. Casi pierdo el conocimiento del morbo que me estaba dando.

Tras un rato, no sé cuánto, se acercó a nosotros, desaparecido de mi limitado campo visual. Sentí entonces que unas manos acariciaban mis piernas, sin vello y embutidas en las medias, que se estremecieron. Tener las manos de Víctor en mi cabeza y otras en mis piernas me encantaba. Durante unos minutos mi universo se limitó a los estímulos tan placenteros que recibía, con la enorme polla dándome embestidas en la boca y las caricias que recibía en todo mi cuerpo. Cuando sentí que me quitaban el tanga, me disparé… unos dedos levantaron como pudieron mi cintura, y noté como una polla nueva se abría camino en mi culo.

El bastardo no hablaba mucho, pero iba a follarme directamente… dioses, fue una sensación infinitamente gozosa, dos pollas, sometiéndome… aunque no sabía cuánto podría aguantar así. Era demasiado placer.

El camarero no debía ser tan experto como Víctor, me follaba intensamente, con sus manos estrujando mis nalgas como balones, algo salvajemente para mi gusto, pero no podía, literalmente, decir nada en contra. Me lo había buscado, solo quedaba seguir disfrutando, y me dejé llevar por todo el placer.

Tras un buen rato así, Víctor me liberó y se levantó, girándose para ver como el nuevo me follaba. Quedó gratamente impresionado, igual que yo por lo que vi. Se había desnudado y tenía un buen cuerpo, con un rabo bastante grande, algo inclinado hacia arriba que me daba mucho gusto.

Yo boqueaba, respirando por fin aire entre gemido y gemido, mientras me follaba bien duro. Víctor empezó a acariciarme mientras, a besarme, sin apartar la vista de la follada que estaba recibiendo yo. Entonces se inclinó hasta mi polla, que se bamboleaba al ritmo de las metidas y sacadas del camarero, y empezó a mamármela, sin apartar la vista de la polla que me entraba en mi culo.

Yo ya no podía más, comencé a gritar como un energúmeno, a pedir más y más… Estaba al borde del colapso, recibiendo tanto placer que no podía contenerme, estaba completamente ido, en otro mundo, solo podrá suplicar para que no pararan:

  • ¡ASÍ, JODER, ASÍ! ¡Dadme más! ¡¡Más fuerte, hijos de puta!!

El camarero apretó y aumentó el ritmo (joder, no pensaba que podría) y siguió dándome caña. No podía aguantar más y comencé a correrme, aunque apenas me quedaba semen, pero Víctor siguió y se lo tragó todo con gula mientras miraba a nuestro invitado. Parecía que a mi hombre también le gustaba exhibir lo vicioso que era. Después me dio a probar mi propia leche en un largo beso, ante la mirada llena de morbo del camarero. Los labios de Víctor me supieron a gloria, sobre todo acompañados por la cabalgada que me estaba dado ese tío, que seguía estrujándome el culo con sus manazas. Y es que yo seguía muy excitado.

De repente, el camarero paró, y con sus fuertes brazos me dio la vuelta, obligándome a ponerme a cuatro patas, con el culo levantado hacia él.  En esa postura, me lanzó un salivazo en pleno culo, y con su lengua lo repartió todo bien. Yo eché mi mano a su cabeza, porque me encantaba la sensación y quería que fuera a más…

Apoyé la cabeza en la cama y la giré para mirarle, animándole a que siguiera y me lo comiera entero. Es de las cosas que más me gustan. Cuando consideró suficiente, se levantó y acercó su polla a mi culo de nuevo, pero Víctor, que estaba atento, se lanzó a por su polla y se la metió en la boca. Pude verlo comérsela con ansia, con los ojos cerrados, deleitándose con ella, tragándosela entera. Me encantó ver a mi machote tan sometido ante una polla bien dura, saboreándola. No pude evitarlo, me di la vuelta y me puse a cuatro patas junto a él, y comencé a comerme esos huevazos de nuestro machote camarero, depilados y sabrosos, y a comer la parte de la polla que Víctor no tenía en su boca.

El muchacho debía estar filpando, dos bocas para su miembro, una de una puta travestida viciosa y otra de un macho muy viril, pero que la tragaba como si no hubiera mañana.

  • Joder, como chupáis… sois unas tragonas…

Los dos nos miramos y sonreímos mientras asentíamos. Él comenzó a acariciarnos la cabeza a ambos y nosotros empezamos a turnarnos para chuparla, besándonos a la vez y jugueteando con nuestras salivas. El camarero había aprendido rápido, y comenzó a follarme la boca bien fuerte cuando era mi turno. Me tenía extasiado.

Y cuando era Víctor el que se la comía, yo le sujetaba la cabeza y se hacía que se metiese la polla hasta el fondo… que probara su propia medicina. Me encantaba verlo así, empalado por esa polla y deseando más. El cazador cazado.

  • No podré aguantar más, tíos… Voy a correrme pronto…

Entonces, Víctor dio un brinco, se sacó la polla de la boca y se puso a cuatro patas delante de él… Menuda puta era también cuando sentía el vicio… No hubo necesidad de más palabras, el camarero se la metió de golpe, Víctor gritó de dolor, pero no se resistió y pronto empezó a moverse hacia delante y hacia atrás para sentir más esa polla. Me encantaba los ojos extasiados que ponía, como jadeaba y murmuraba que le diera más…

Me coloqué delante de Víctor y le metí mi polla de nuevo bien dura y llena de leche aún, y se puso a mamar con la misma ansia, acariciándome mi culo y presionando para que se la metiera aún más. Estaba empalado, por dos pollas y gemía como una puta zorra… Me encantaba verle así, me excitaba que fuera tan versátil y disfrutara tanto, se notaba que necesitaba también una buena polla dentro.

El camarero debía estar flipado también, viéndome darle polla a ese tío mayor vestido como iba yo, de zorra, y entre jadeos y gruñidos, empezó a correrse dentro del culo de Víctor. Se estremecía y tuvieron que ser muchos chorros, porque estivo así durante un buen rato, inundándole el culo a mi hombre, tras lo que se desplomó, lleno de sudor en la cama.

Víctor, jadeando, cayó rendido, pero aún no se había corrido, así que yo me puse encima de él y metiéndome su polla que estaba ardiendo en mi culo, comencé una cabalgada lenta, con grandes movimientos circulares, mientras me acariciaba con una mano. Me excitaba mucho ver como el camarero me miraba, aún deseoso, me encanta tener público follando. Su mano acariciaba mi pierna mientras yo me movía lánguidamente arriba y abajo, con la mirada de Víctor y su media sonrisa sobre mí.

  • ¿Os gusta lo que veis, chicos?

Ellos asintieron, y yo comencé a envalentonarme:

  • Me encanta sentir vuestros ojos en mí, que me miréis mientras me excito -me masturbaba acompañando mis palabras, y me estaba excitando mucho, con la voz ya enroquecida de puro vicio-. ¿Os gusta cómo me queda la ropa? ¿Cómo os he comido las pollas?

Ellos asintieron de nuevo, aumentando sus caricias sobre mí, a lo que yo respondí acelerando la cabalgada sobre la polla de Víctor.

  • Uf… -continué-. Me pone mucho que me miren mientras me follan, que vean lo puta que soy… tener dos pollas para mí es lo más… quiero que te corras en mi culo… venga, cabrón… dame lo que merezco…

Víctor ya estaba a mil, aceleró el ritmo con sus caderas y yo comencé a saltar sobre esa polla que me estaba destrozando el culo, pero me encantaba sentirla dentro. Empecé a gritar guarradas, insultos a ellos y a mí, y a exigirle que me diera su leche, y en pocos minutos de estado salvaje, pude sentir sus trallazos en mi culo, llenándome. Con la mirada de mis hombres sobre mí, y esa leche dentro, volví a correrme por enésima vez, si tener ya mucho semen que ofrecer, pero que cayó sobre el pecho de Víctor.

Me desplomé sobre su pecho, muerto de agotamiento, con toda la piel hipersensible, la polla ardiendo de tanta actividad y el culo palpitando, con una polla que empezaba a perder tamaño, pero sin salirse. Víctor me acarició el pelo y la espalda, y ahí me quedé sin poder moverme.

El camarero estuvo un rato acariciando mi espalda y mi culo, con esas manos que tanto me gustaban. Cuando pude abrir los ojos, vi que su polla estaba cogiendo tamaño de nuevo. Ya no podía con mi alma, no sé qué podría hacer para satisfacerlo, pero Víctor me dijo en voz alta:

  • Nuestro invitado aún quiere más, no vamos a dejarlo así, ¿verdad cariño?

Yo lo miré y de nuevo vi esa mirada firme, había vuelto mi amo. Y aunque solo quería dormir, no podía desobedecerlo. Me revolví, y sin levantarme apenas del cuerpo de Víctor, acerqué mi boca a esa polla, que reconozco que me encantaba. Esa curva hacia arriba me ponía.

Me la introduje y comencé a mamarla. Aun tenía los sabores al culo de Víctor y a semen, que me mantuvieron excitado, y pronto comencé a esforzarme por darle una buena mamada, y él se tumbó en la cama mientras acariciaba mi culo y mi pecho tras el corpiño. Víctor se revolvió y se acercó a comerle el culo, a lo que el camarero empezó a jadear. Cuando tenía a Víctor debajo de mí, le lancé mi salvia que él recogió con su lengua y extendió por el culo que se comía. Nuestra víctima se estaba volviendo loco de gusto.

  • Si seguís así voy a correrme pronto, y quiero follarme el culo de esta puta.

Víctor me miró, sonriendo, y alabando la asistencia de la juventud, me levantó y me puso a cuatro patas, con el culo en pompa. Noté como el camarero se levantaba y el cabrón me la metió de golpe. Gruñí del dolor, pero él me hizo callar de un azote:

  • No te quejes, tú aguantas esto y mucho más… Ahora te voy a reventar, para que aprendas a vestirte como una zorra e ir provocando a tíos por ahí.

Y fue una salvajada. Sus embestidas me hacían votar en la cama, sus manos me agarraban por las caderas y no me dejaban escaparme, solo me soltaba para azotarme en el culo, y seguir reventándome como una bestia. Yo gritaba y gritaba, el culo me ardía, pero en ningún momento le pedí que parara. Cuando me agarró por el cuello con una mano, iniciando una leve pero deliciosa asfixia, comencé a exigirle que me diera más fuerte, que siguiera así…

No pudo resistir más, me empujó para sacármela y me hizo girarme, con mi cara junto a su polla, y comenzó a correrse como un animal, en grande chorrones que me dieron por toda la cara, y que yo dejé darme con lo lengua fuera. Cuando paró, yo estaba con los ojos cerrados ante el semen que me goteaba, pero tanteando con la mano, le cogí la polla y se la lamí, limpiándola rápidamente. Limpié mis ojos después y me restregué su semen por mi pecho, mientras me caía desplomado ante el agotamiento, pero con una sonrisa en mi boca que mostraba lo feliz y satisfecho que estaba.

El camarero se quedó unos instantes recuperando el aliento, y Víctor me abrazó y comenzó a besarme, jugando con la leche que me inundaba. Nuestro invitado entendió que hasta ahí habíamos llegado, se puso la ropa y se marchó discretamente, sin decirnos siquiera su nombre, y yo fui llevado en brazos por mi hombre a la ducha, donde me desnudó y, entre besos y caricias, nos duchamos juntos.

La comida estaba ya más que fría, pero a ninguno nos importó. Fue un fin de semana agotador, pero intensísimo. No puedo recordar las veces que me folló Víctor, e incluso yo a él. Visitamos playas de cruising e incorporamos algún chico más, y lo hicimos en la terraza ante una pareja de chicas que no nos quitaron ojo. Estuvo lleno de morbo y vicio. Cuando acabó, no pude sentarme el autobús de vuelta porque mi culo me pedía socorro, pero me llevé 200 euros y muchas experiencias que recuerdo gustosamente. Y aprendí que podía sacarme una buena ayudita follando y disfrutando. Fueron unos años muy bien aprovechados, y tuve un sin fin de caprichos a mi alcance.

Pero esta historia ya ha sido demasiado larga. Las próximas aventuras en más relatos.

Espero que hayáis disfrutado. Cualquier sugerencia, comentario o fantasía, escribidme a remyvelez85@gmail.com