Una buena fuente de ingresos para un joven 1ª

Historia de como el vicio me llevó a encontrar una manera de sacar beneficios además del morbo de la situación cuando estaba estudiando

Hola a todos. Hacía mucho que no escribía, pero en estos días he podido sacar tiempo para contaros un nuevo relato. En esta ocasión quiero contaros como durante una etapa de mi vida tuve ciertos ingresos gracias a mi cuerpo, empezando por este fin de semana tan loco que os traigo. Lo he dividido en dos partes por ser algo largo.

Hace no muchos años no existían las aplicaciones de contactos, así que lo normal es que usáramos los chat, en especial el de Chueca, para conocer gente. Yo solía usarlo mucho, y me encantaba hablar con tíos morbosos (y un par de chicas, alguna vez) mientras nos excitábamos. Me lo pasaba genial masturbándome para ellos, a veces también con una videollamada en la que me desnudaba y me tocaba, poniéndolos a mil. Los juegos eran infinitos, y tenía a varios tíos que se conectaban siempre para que habláramos. A mí, como sabéis por mis otros relatos, me encanta ser el centro de atención de tíos viciosos, así que terminaba eyaculando salvajemente. Disfrutaba especialmente de los juegos de sumisión, por cámara o por teléfono. También lo usaba para quedar con tíos en persona, pero era un plan B, prefería ligar en lugares de cruising.

Esta historia nació cuando a través del chat, un tío con el que solía jugar me dijo que vivía en la provincia de al lado, que sí quería ir un día para conocernos en persona y hacer realidad alguno de nuestros juegos. El muy cabrón aprovechó que me tenía en mi punto, desnudo, frente al ordenador, abierto de piernas y con un dildo de buen tamaño en mi culo mientras él me daba instrucciones con su voz grave desde el altavoz de mi móvil. En ese momento hubiera ido a donde fuera por poder meterme esa polla que me enseñaba por la pantalla y que necesitaba dentro de mí, así que no me pude negar.

El problema se me planteó al día siguiente, cuando con la cabeza fría lo pensé de verdad. Estaba acabando el instituto, no tenía coche ni dinero, ni podía escapar de casa con tanta facilidad. Hasta ahora había hecho todo lo que él, Víctor, me había pedido: me había masturbado en todas las posturas que se le había ocurrido, introducido todo lo que él me había pedido en mi culo, me había vestido con todo tipo de ropa, incluida lencería de mi hermana, e incluso me había follado a un amigo delante de la cámara para que él pudiera verlo, pero no veía que aquello del viaje fuera viable. Así que me armé de valor y tuve que decirle que no, dandole mis motivos. Víctor insistió, pero yo estaba peladísimo y no lo veía. Hasta que me dijo:

  • No te preocupes, yo me hago cargo de todos los gastos. Te hago una transferencia y te paso dinero para el billete y que te compres algún juguete que podamos usar. Y si quieres, a la vuelta te llevas la misma cantidad para ti, como un regalo mío.

Yo me quedé callado. El billete hasta su pueblo no iba a ser barato, y sumado a los juguetes que sabía que a él le gustaban, podía ser bastante pasta... así que descaradamente le dije:

  • ¿Me estás ofreciendo dinero por ir a tu casa a follar?

  • A mi casa no, buscaré un hotel en la playa y pasamos la noche allí.

Era demasiado dinero y el morbo que me daba pensar en lo que se iba a gastar por tener mi cuerpo me estaba nublando el juicio... Le dije que sí.

Todo quedó acordado. Al día siguiente me ingreso el dinero, compré los billetes y me fui al sexshop donde trabajaba un amigo, y allí compré lubricante, un dildo doble, algunas ropas y unas esposas. Orquesté una coartada con mis padres sobre quedarme en casa de un amigo ese fin de semana y empecé a contar los días.

El sábado salí para allá en el primer autobús, de madrugada, cansado pero excitado. Después de dos transbordos, en la última parada del viaje, me introduje en mi culo un dildo pequeño y no me puse la ropa interior. En mis vaqueros ajustado se podía ver bien mi juguete al agacharme y mi erección permanente; cualquiera que viera mi sofoco y se fijara un poco, sabría el motivo, pero yo estaba muy cachondo y no me importaba lo más mínimo.

Cuando bajé del autobús con mi mochila, fui hacia los años a refrescarme y un par de chicos negros que estaban sentados en unos bancos junto a la puerta se me quedaron mirando fijamente... Detectaba bien esas miradas a esas alturas, así que manteniendo la mirada de uno de ellos me metí a los baños. Allí esperé, jadeante, a comprobar si me seguía, y así pasó. Cuando entró, solo estábamos él y yo, así que abrí la puerta de uno de los cubículos y me metí dejándola abierta.

No iba sobrado de tiempo, mi amigo me estaría esperando en la puerta, pero estaba demasiado cachondo y ese tío negro estaba muy bueno y yo necesitaba urgentemente una polla después del viaje. Cuando se lo contara a Víctor, seguro que le excitaba la situación y perdonaría el retraso.

El chico entró directamente al cubículo, no demasiado amplio, y sin mediar palabra se lanzó a besarme con intensidad, mientras sus manos recorrieran mi pecho por debajo de mi camiseta. Yo le correspondí con fuerza y me dejaba sobar, a la vez que mis manos intentaban abrirle la cremallera. Lo conseguí y pronto saqué una buena polla, oscura y ya erecta que comencé a acariciar arriba y abajo.

Sus manos agarraron mi culo mientras lo amasaban, entre mis gemidos en su boca, y en un rápido movimiento me desabrochó el pantalón para echar mano a mi culo. Se quedó algo parado al ver que no llevaba calzoncillos, pero siguió apretándome las nalgas, hasta que, separándolas, dirigió su dedo a mi agujero, y entonces sí que se detuvo al notar el dildo que llevaba dentro.

  • Eres muy vicioso -me dijo con fuerte acento y una sonrisa de blancos dientes.

Yo solo pude asentir pero esa polla que tenía en la mano reclamaba mi atención y quería saborearla. Cuando me incliné para comérmela, él me detuvo y me preguntó:

  • ¿Cuánto me vas a pagar?

Casi me da un ataque de risa por lo irónico de la situación, dado a lo que había venido. No pude más que contestarle con voz entrecortada, porque esa enorme polla palpitaba en mis manos:

  • Te voy a pagar dejándote que me folles tan fuerte como quieras y yo a cambio quiero tu leche. ¿Te parece bien?

Durante unos segundos se lo estuvo pensando, el muy cabrón. Debía de sacarse una buena pasta haciendo eso con los que pasaban por allí, pero yo supe convencerlo porque en ningún momento dejé de masturbarlo, así que sin mediar más palabra, me empujó la cabeza hasta su miembro, y comenzó a follarme la boca con firmeza, pero no demasiado fuerte.

Hay pocas cosas mejores que saborear una buena polla. La suya era dura y recta, circuncidada, y olía y sabía genial. Me la tragaba con glotonería, sintiéndola entera mientras me acariciaba el pelo. A veces me la sacaba para tomar aire, yo me restregaba la cara con ella. Él rápidamente entendió lo que quería y me daba golpes con ella en la cara, mientras yo murmuraba entre jadeos “Así, así...”. Me tenía subyugado, de rodillas ante su miembro.

Después de un buen rato mamándosela, me cogió por la cadera y me levantó, se metió mi polla en la boca, tan dura que me dolía, chupando y succionando como rapidez, a la vez que exprimía mi culo con sus manazas... Chupaba bastante bien, intercalando lametones en mis huevos. Yo iba, como suelo ir, completamente depilado, sin vello en todo el cuerpo, y debió de gustarle.

Estuvimos así poco rato, con mis quedos suspiros de placer como único acompañamiento al ruido de su mamada, porque en breve se puso de pie, me dio un beso muy intenso, y me giro contra la pared. Con un rápido gesto retiró mi dildo y comenzó a comerme el culo con tal maestría que mis gemidos empezaron a ser demasiado escandalosos. Su lengua me acariciaba y me penetraba el culo, lo que me vuelve jodidamente loco, y sus manos abrían mis cachetes, a lo que yo ayudaba poniendo mi culo en pompa y empujando hacia atrás para poder sentir más su lengua.

  • Esto ya está guay -me dijo, levantándose.

Yo le contesté que sí que lo estaba, entre risas, hasta que noté su verga entrando de golpe en mi culo. En la boca me pareció de buen tamaño, aunque dentro de lo normal, pero al meterla el cabrón de golpe, la noté inmensa. No necesitaba preparación y estaba muy dilatado, así que pronto el placer de sentirme lleno me inundó y las embestidas me llevaron a jadear a su ritmo, cada vez con más volumen.

De golpe, en mitad de mi camino al orgasmo, oímos entrar a alguien a los baños. Yo ya no tenía autocontrol, estaba extasiado, con los ojos cerrados y centrado en mi placer, me daba igual quién nos oyera y seguí con mis gemidos de placer. El tío sabía follar, porque variaba el ritmo de la suave penetración a las duras embestidas, alternándolas sucesivamente y dándome un placer exquisito, pero mis gritos eran un riesgo para él. Noté, de pronto, como sus manos me abrían la boca y me introducían el dildo para silenciarme.

Lo que me faltaba, el sabor de mi propio culo, su polla follándome y el riesgo de que me pillara un desconocido, con un tío 10 años mayor que yo sometiéndome como a una perra y yo jadeando en celo... Empecé a correrme abruptamente, con espasmos de gozo y llenando mi mano y la pared de abundante semen porque estaba excitadísimo. No dejé de gemir quedamente ni tampoco de mover el culo al ritmo de sus embestidas, y noté como me abrazaba con su cuerpo enorme, sus labios en torno a mi cuello, y como arreciaba su cabalgada y el ritmo de su respiración. Él empezó también a correrse dentro de mí con varios borbotones que me dieron escalofríos de nuevo placer.

Nos mantuvimos así, quietos, durante unos deliciosos momentos, su polla aún dentro de mi culo, reduciéndose lentamente, goteándome el semen por mi polla y desde mi culo por las piernas, creando un charco en el suelo. Yo seguía apoyado contra la pared, con su cuerpo acoplado a mi espalda, intentando ambos recuperar el aliento.

Después él se separó de mí, en silencio y sonriéndonos nos limpiamos, vestimos y dejamos aquello algo más adecentado. Me introduje de nuevo mi dildo ante su sonrisa, recogí mi mochila, le di un beso y mi número y me fui hacia la puerta donde Víctor me debía esperar.

Iba con una sonrisa plena de lo que acababa de hacer y encima lo que tenía proyectado para ese fin de semana. Joder, de pensarlo me volvía excitar, y eso que el dildo me tensaba mi culo algo dolorido. Nada más salir vi a Víctor, apoyado en su coche y fumando. En persona estaba mejor que en la pantalla: alto, afeitado y con el pelo corto, con una camiseta que resaltaba sus anchos hombros y unos vaqueros moderadamente ajustado.

Me saludó con una sonrisa y me abrió la puerta del coche. Yo le respondí, encantado de lo que veía, y me metí rápidamente. Él arrancó y sin mediar más palabras salimos al tráfico. Solo cuando nos detuvimos en un semáforo, se giró y me atrajo para darme un beso que me dejó jadeando.

  • Has tardado más de lo esperado, ¿algún problema?.

Mientras me decía eso apoyaba su mano en mi pierna y me acariciaba.

  • Ninguno, perdona -le contesté yo con una sonrisa traviesa-. Es que al bajar he conocido a un chico y… nos hemos entretenido

  • Vaya, no has podido esperarme -respondió riéndose-. Comienzo a pensar que de verdad eres un auténtico vicioso. Dame detalles de lo que has hecho.

Comencé a relatárselo mientras seguíamos avanzando, y él me preguntaba por mis sensaciones, quería saberlo todo al dedillo, qué habíamos hecho y cómo. Yo se lo iba desgranando con la voz enroquecida por la excitación; no estaba acostumbrado a ser así de explícito en persona, sentía vergüenza pero me estaba poniendo mucho la situación, sobre todo porque él me acariciaba cada vez que el coche se lo permitía, con vehemencia.

  • ¿Te estás excitando al recordarlo?

  • Me estoy excitando al contártelo a ti -le contesté, ya ronco.

  • Mastúrbate para mí mientras sigues.

Madre de Dios, no sabía lo que iba a poder aguantar así, pero le obedecí. Me la saqué y comencé a acariciarme lentamente mientras continuaba mi historia. A Víctor le encantó la parte del dildo y me premiaba con alguna caricia en el cuello, pero no quería que me detuviera. De repente paró el coche en un aparcamiento, se giró y me dijo que siguiera hasta el final, pese a que pasaba gente a nuestro alrededor. Yo continuaba hablando a trancas, con más jadeos que palabras. Solo podía pensar en que me follara de una vez, en el placer que era obedecerle y en como sería sentir sus manos, su boca y su miembro en mi cuerpo.

  • Voy a correrme -murmuré cuando ya no podía más y la historia llegaba a su fin.

  • ¡Quieto! -me ordenó él, y cogiéndome las manos me inmovilizó mientras me sostenía la mirada un rato.

Mis jadeos continuaron, porque estaba muy cerca del orgasmo, pero su control era completo sobre mí… la agonía de sentirlo tan cerca y no culminar era un placer inmenso a la vez que una tortura. Tras varios minutos así, por fin mi respiración se normalizó, ante su media sonrisa. Entonces me dio un profundo y largo beso en el que jugueteó con mi lengua.

  • El hotel es ese de ahí, la habitación es la 231, coge la llave y sube. Yo iré en unos momentos. Ve preparándote, pero no se te ocurra correrte hasta que yo llegue, ¿eh? Avísame cuando estés listo, que yo llevo mi llave.

Casi sin aliento, me abroché el pantalón, aunque aquello no había manera de disimularlo. Hasta el roce del vaquero me hacía gemir. Me fui directo al ascensor y me metí en la habitación. Víctor ya había estado allí, su maleta estaba en el armario, y sobre la cama había dejado un conjunto de lencería femenina para mí: tanga, medias, liguero y sujetador, todo de un rojo muy intenso, con unos zapatos a juego. Así que a eso se refería con que me preparara para él… qué cabrón.

Alguna vez había jugado a vestirme así, para él o para algún otro amigo, pero no era lo habitual. Aunque en ese momento ni lo dudé. Dejé en la mesa los juguetes que yo había comprado, me di una ducha rápida, y sin quitarme el dildo me vestí con la ropa que me había preparado. Frente al espejo vi que me sentaba bastante bien, mi culo quedaba genial con el tanga y los tacones, notándose el dildo al contonearme. Mi polla estaba como un hierro, y sobresalía, pero me daba igual. Además, si me la tocaba para ajustarla acabaría corriéndome. Mi cuerpo aún adolescente, delgado y depilado, con mi pelo casi hasta el hombro me hacían suficientemente femenino, y creo que le iba a gustar. A mí me excitaba mucho verme así, y respiraba entrecortadamente cuando le mandé un mensaje para decirle que estaba listo.

Abrí la cama y me tumbé en ella, lánguida y sensualmente frente al espejo, sintiendo la ropa en mi piel y un deseo que me estaba asfixiando. Necesitaba que ese tío me reventara, me follara de mil maneras, me dominara e hiciera conmigo lo que quisiera para darle su placer. Joder, si no venía pronto, me iba a correr solo de mirarme y del roce del puto tanga.

Por fin oí que entraba y lo vi acercarse a la cama. En sus ojos pude ver una mirada aprobatoria, y su ansia, mínimamente oculta, por lo que veía. Lo abarcó todo de un vistazo, los juguetes, mi cuerpo apenas cubierto por la lencería, mi polla que sobresalía por el tanga, mis jadeos de puro deseo, la manera en que me retorcía suavemente para contener mis ganas de lanzarme sobre él…

  • ¿Te gusta lo que ves? -le pregunté sin apenas voz.

  • Ahora lo verás -me contestó él mientras se sentaba en un sillón-. Ven aquí, a cuatro patas, y desnúdame.

Lentamente, disfrutando de cómo me miraba, me desplacé por la cama y el suelo hasta ponerme de rodillas frente a él. Le quité los zapatos y le masajeé los pies. Después me alcé hasta quitarle la camiseta, acariciando su pecho y su cuello, bajando luego mis manos por su vientre bastante liso hasta comenzar a desabrocharle los pantalones, que le quité rápidamente. Llevaba un bóxer. Él seguía mirándome en silencio, pero su respiración estaba agitada, y se le notaba un bulto enorme ya.

  • Sigue, comprueba si me gusta lo que veo -me ordenó.

Por fin iba a poder tener en mi mano esa polla que tanto había deseado. Le mordí el bóxer y se lo bajé con los dientes, a lo que me correspondió con un gruñido de satisfacción. Una preciosa polla, totalmente erecta, dura, goteante y que olía a limpio emergió ante mis ojos. La miré con gula y dirigí mis manos, algo temblorosas por la excitación, hacia ella. Cuando entraron en contacto, Víctor lanzó un suspiro prologado de placer… era una polla magnífica, que tantas veces había visto en la pantalla.

La masajeé con las dos manos, recorriendo toda su envergadura, mientras la miraba hipnotizado y me relamía. La sentía palpitar, ardiendo, y Víctor respondía con murmullos de gusto mientras yo lo pajeaba arrodillado ante él.

Tras un rato, me levantó y me sentó en su regazo, para besarme a la vez que sus grandes manos recorrían mi cuerpo. Sus caricias me estremecían, y sus besos me ponían a mil. Me mordía los labios, las orejas y el cuello y yo solo podía gemir. Sentía su miembro contra mi culo, que él apretaba. Me sacó el dildo en un momento, sobresaltándome, y me lo puso en la boca, rememorando lo que le había contado. Allí ambos lo lamimos y chupamos, saboreando mi propia esencia. Me encantaba estar en esa postura, sentir su cuerpo junto a mi ropa, y comencé a inclinarme para besar y lamer su pecho, con sus manos acariciando mi cabeza y animándome.

Retorciéndome conseguí alcanzar su nabo con mi mano derecha y acompañé mis besos con una paja lenta, moviendo la mano por todo su tronco. Me encantaba su forma, y anhelaba tenerla en mi boca. Me levanté para arrodillarme de nuevo ante él y me lancé a chuparla. Pero Víctor tenía otros planes, así que me paró y me dijo:

  • Aún no te has ganado mi permiso para eso.

  • ¿Qué? -conseguí balbucear yo muerto de ganas.

  • Que es pronto para eso. Todavía tienes que ganártelo -me respondió con esa puta sonrisa ladeada suya-. Veo que has comprado esposas, ve y tráelas. ¡Y a cuatro patas!

Menudo cabrón estaba hecho, sabía cómo darme lo que me gustaba. Me volví hacia la mesa y me deslicé como un gato hacia las esposas, mostrándole mi culo que movía hacia los lados para incitarle aún más. Las cogí y se las llevé, plantándome frente a él. Víctor se levantó y, uniendo mis brazos a mi espalda, me las puso. Después se alejó, me puso en pie y contempló su obra.

Allí estaba yo vestido con lencería femenina de seda, las manos atadas, con una erección más que visible y que literalmente me dolía, y totalmente embriagado por el vicio, jadeando y suplicando con la mirada que por favor me follara.

  • Buen chico. Vas aprendiendo. Gírate que te va bien… así -y me lanzó un azote en el culo que me hizo saltar -. Estás genial. Creo que te mereces un premio.

Yo estaba temblando como un flan, la excitación me estaba destrozando, y sus manos en mis hombros me hicieron ponerme de rodillas, ante su desnudez, que por fin me ofrecía el ansiado premio.

Solo pude abrir la boca y, oh dios, por fin, sentir su polla. Sabía a gloria y era justo lo que necesitaba, una dura barra de carne que profanara mi boca y pudiera saborear. La chupaba con glotonería, lamiéndola enteramente, dejando que mi saliva fluyera por ella, y recogiéndola de nuevo. Me frotaba la cara con ella, y lo alternaba con comerle los huevos. Era una sensación increíble. Y a Víctor debía gustarle, porque gemía y me animaba a seguir así.

La intensidad de la mamada fue en aumento, y al rato aquello se convirtió en lo que yo anhelaba, una buena follada de boca. Sus embestidas me desestabilizaban al tener los brazos inmovilizados a la espalda, y aunque no me quejé ni una sola vez, casi me caí en varias ocasiones, pero solo murmuraba entrecortadamente “Más, más…”. Víctor lo solucionó cogiéndome del pelo, para poder metérmela más al fondo, y llevarme a ese delicioso punto cercano a la asfixia, sacándola brevemente para permitirme tomar aire y golpearme con ella en la cara. Yo aprovechaba esos instantes para frotármela por la cara, ya llena de saliva y de las lágrimas que afloraban a mis ojos. Era mi momento de gloria. Estaba inundando el suelo con mis fluidos, y solo podía pedirle más; sintiéndome tan sometido y controlado estaba en un puto éxtasis.

Sin mediar palabra, se alejó de mí, dejando mi boca huérfana dando bocanadas, y, cogiéndome de los brazos, me levantó y apoyó mi cara contra el espejo del armario, de espaldas a él. Imaginaba lo que venía ahora, ansiaba sentir esa polla taladrándome y llenándome.

  • Veamos si estás preparado para lo que toca ahora… -murmuró.

Pude ver por el espejo como, se agachaba y levantaba mi culo, apartando el fino hilo del tanga, e inmediatamente sentí su lengua en mi agujerito, que palpitaba de ansia. Primero eran suaves caricias que lo rodeaban, pero pronto empezó a emplearse a fondo, a penetrarme con ella y me estimulaba tanto, precisamente ahí que es mi punto débil, que me mataba de placer. Solo podía echar atrás aún más el culo para sentir más profundamente su cálida lengua.

Yo, con los ojos cerrados, sintiendo el frío cristal del espejo, me removía frenético, intentando liberar mis brazos encerrados en las esposas para poder acariciarme, porque me estaba llevando al séptimo cielo. Mis gritos de placer, eran ensordecedores, y no pude contenerme más, la excitación superó el límite tolerable. Su dominio sobre mí, el estar inmovilizado, el beso negro, el contacto con mi piel de esa ropa tan sensual y el morbo acumulado hicieron que empezara a correrme, sin haberme tocado aún la polla, entre largos espasmos y gemidos a voz de grito:

  • ¡Así, así… no pares, cabrón, sigue así…! ¡Joder, que me corro…!

Víctor siguió comiéndome el culo con gula, sin hacer caso a mi orgasmo, aunque tuvo que emplearse a fondo para sostenerme contra el espejo porque las piernas me flojeaban tras la intensidad de la corrida, hasta que se levantó, y apoyándose en mi espalda me dijo:

  • Vaya, estabas a mil, pero todavía no hemos terminado…

  • Pues no pares, ¡fóllame de una puta vez! -le espeté yo, aún ebrio de morbo al sentir su aliento contra mi cuello.

Ni me contestó, sabía que esto era el objetivo final, mi premio definitivo, lo que había venido a buscar. Mordiéndome el cuello, teniéndome completamente a su merced con los brazos esposados, sentí como su polla se abría camino por mi culo, ya más que preparado para recibirlo.

No fue una penetración sutil, pero yo no la quería. Entró, lenta pero inexorablemente, mientras su manos apoyadas en mis hombros me apretaban contra esa barra de carne que, por fin, sentí abrirse camino en mí. El placer aumentó aún más. Me sentía ensartado con su polla, lleno, pleno por fin, completado, notándola hasta las entrañas. Esperó unos instantes a ver mi reacción, y yo de puntillas sobre esos tacones y suspirando, sólo pude empezar a mover mi culo alrededor de ese miembro que tanto gozo me daba, culeando para poder estimular el mutuo disfrute.

Cuando comprobó que era más que bienvenido, empezó a bombear con fuerza. Sus acometidas me levantaban del suelo, y, esposado como estaba, mantenía un precario equilibrio con mi cara aplastada contra el espejo. Pronto empezaron a verse acompañadas por mis gemidos, porque Víctor realmente sabía follarte. Combinaba profundas embestidas con movimientos circulares, sacándola casi del todo y volviéndola a meter hasta el fondo, variando el ritmo para prolongar el placer.

Yo gemía y sudaba, y cada vez me costaba más mantener en esa postura, que a él también debía de exigirle esfuerzo, porque su respiración era cada vez más jadeante. O quizás fuera el gozo de tenerme ahí así de sometido y disfrutando como una perra de su pollaza, emitiendo solo alguna entrecortada súplica de que no parara… Sus manos recorrían mi pecho, y su lengua mi espalda, mi cuello y mis orejas… Era inenarrable la cantidad de estímulos que estaba recibiendo y mi polla, aún llena de mi propia corrida, estaba otra vez dura y necesitada de caricias.

Víctor se dio cuenta, y cogiéndome en volandas me llevó hasta la cama, donde me puso a cuatro patas, tumbándose sobre mí, y con su mano empezó a masturbarme suavemente, mientras me decía insultos y exabruptos junto a mi oído:

  • Siéntela, puta, mírate así vestida y jadeando como una perra… eres mía, mi juguete, he pagado por tenerte y voy a reventarte….

Yo, aun más cachondo, le respondía:

-¡Sí, joder, métemela más fuerte! Fóllame duro, quiero esa polla! ¡Soy tu puta! ¡Mira como me has vestido!

  • Y te ha encantado, te sientes como una perra así vestido, ¿verdad?

  • ¡Sí! ¡Sí!

Y seguía embistiéndome cada vez más violento, machacándome el culo y haciendo crujir la cama acompañado de mis gritos pidiéndole más. Su respiración llegó al paroxismo y, entre jadeos, me susurró al oído:

  • ¿Quieres mi leche dentro de ti?

  • Áh, sí, sí, dámela... ah.. -apenas podía articular palabras por lo brutal de la follada y el gusto infinito que me estaba proporcionando, pero quería sentirlo. Necesitaba sentirlo.

Con un gruñido más animal que humano empecé a notar sus descargas en mi culo, como se dilataba su polla y me llenaba de leche, mientras él se apretaba contra mi espalda moviendo su culo en largas y estremecidas embestidas. No dejó de masturbarme a la vez, así que, sintiéndome a reventar por su polla, su leche que comenzaba a gotearme por el interior de los muslos, su cuerpo contra mí, completamente sometido a un tipo mayor que tanto me deseaba y recibiendo sus caricias, comencé a correrme de nuevo con un gutural y prolongado grito, que subía y bajaba de volumen a cada eyaculación de mi rabo... fueron unos instantes gloriosos de puro deleite, que me hicieron desplomarme en la cama totalmente agotado.

Él se dejó caer también, liberó mis brazos, y estuvimos abrazados por un buen rato, con su calor junto a mí, su aliento, su simiente aún dentro mi culo, empapados de sudor y de mis fluidos, y muy cansados. Sus besos y sus caricias casi hacen que me duerma, pero me deleitaba demasiado para perderme un solo segundo. Estaba en un estado de absoluta felicidad.

Continuará...

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