Una brasileña golosa
Una compañera de trabajo de Brasil que parecía muy inocente termina siendo muy golosa y adicta al sexo oral.
Una brasileña golosa
Corría mayo de 2011 y yo aún trabajaba en París. Hacía 3 meses que había cortado con mi novia argentina y no puedo decir que estaba deprimido pero sí un poco bajoneado y, sobre todo, cachondo y falto de sexo.
En la fila del comedor del trabajo conocí a una brasileña bajita, de 24 años. Se llamaba Patricia y era muy simpática. Tenía unos ojos celestes divinos y una linda sonrisa; sus tetas eran pequeñas pero tenía un culito bien moldeado de ensueño. Medía 155 cm y lo que adolecía en altura lo suplía con alegría y buena onda. En seguida nos pusimos a hablar y conectamos rápido ya que al ser ella de Brasil y yo de Argentina teníamos mucho en común y éramos de los pocos latinos en la empresa. Cada uno se fue a sentar a su mesa con sus colegas pero quedamos en hablar por e-mail.
Al día siguiente recibo un mail de Patricia saludándome e invitándome a una celebración típica brasileña con música llamada "forro" el sábado venidero. Me dijo que irían varios amig@s de Brasil y que me iba a divertir mucho. Sin muchas vueltas acepté la invitación y empecé a estar ansioso ya que intuía que algo lindo podía pasar.
Llegó el sábado y a eso de las 22 hs llegué al lugar que quedaba sobre un puente peatonal, en la zona de Bercy, en la parte sudeste de París. Había un buen ambiente y unas 40 personas, la mayoría de ellas morochos que hacían un baile agitado, tipo capoeira ; música fuerte, tambores y redoblantes. Patricia me presentó unos amigos y tomamos 2 o 3 cervezas. No bailamos pero charlamos un buen rato mientras mirábamos el show.
A las 2 de la mañana no quedaba casi nadie salvo Patricia, una amiga de ella, 4 morochos y yo. La amiga decide irse y nos despide; Patricia le dice que ella se queda y yo por adentro veo como los astros se alinean...
Nos quedamos solos y miramos el agua del Sena por encima del puente, charlamos, hicimos chistes y cruzamos algunas miradas profundas acompañadas por sonrisas. Al rato empezamos a caminar y dejamos atrás el puente. Habíamos hecho 4 cuadras y nos detuvimos en una esquina antes de cruzar; la miré y le partí la boca con un beso bien profundo. Patricia no opuso ninguna resistencia y al instante respondió con su intrépida lengua que buscó la mía para entrelazarse en un "galoche" delicioso (como dicen en Francia). Seguimos así pegados como 10 minutos y después nos miramos, cómplices, con sonrisas en las caras. Caminamos otra cuadra y nos escondimos un poco en el zaguán de un edificio de oficinas. Allí siguieron los chupones, acompañados de caricias y tocadas de culo de ambas partes. Yo tenía la pija bien dura y se la apoyé fuerte. Seguimos un rato así y ella comenzó a soltar algunos tímidos gemidos mientras que la cabeza de mi miembro estaba hinchada y palpitaba al ritmo de nuestras lenguas. Estuvimos como 20 minutos más así, apretando mucho y deseando una cama a toda costa. Patricia me sugirió de ir volviendo porque era tarde y se tenía que levantar temprano; yo accedí e imaginé que la noche iba a terminar de la mejor manera. Nos tomamos el mismo subte y seguimos con algunos besitos entre palabra y palabra. Yo estaba todo mojado y supongo que ella también después de casi una hora de besos apasionados y profundos. Le sugerí de ir a mi casa o a la suya pero la brasilera se opuso diciendo que prefería dejar eso para una salida posterior. Me sorprendió por el nivel de calentura que traíamos pero no dije nada ni la presioné. Un buen caballero debe esperar pacientemente su chance. Nos despedimos pues y yo me bajé en la salida de metro que me correspondía.
El lunes nos vimos en el trabajo y charlamos unos minutos con muy buena onda pero sin hacer mención a la noche del sábado. Martes y miércoles no nos cruzamos. El jueves nos vimos un rato después del almuerzo y Patricia me propuso ir a tomar algo el viernes a la salida del trabajo.
El viernes me avisó por mail que iba a salir antes del trabajo y que me esperaba en su departamento a partir de las 19 hs. Me pasó las coordenadas de su casa y así quedamos. Yo estaba como loco y ahí sí supe que una linda guerra se aproximaba.
Llegada la hora, caminé deprisa las 10 cuadras que había entre el trabajo y el apartamento de Patricia. Al llegar, me recibió bien vestida, con una pollerita negra corta, medias negras largas y una remera blanca algo escotada, a pesar de que no tenía tetas grandes. Estaba bien perfumada y su rostro maquillado. Esto último me encantó. Ni bien cerró la puerta nos empezamos a besar lentamente, aumentando la presión en cada beso y abrazándonos con ganas. La pija se me puso muy dura, ella la sintió y le gustó ya que se apretó más fuerte contra mi cuerpo para poder sentirla mejor. Nuestras manos se movían y palpaban cada centímetro del cuerpo del otro. Al cabo de 10 minutos me hizo pasar al salón, me indicó un sillón, me senté y ella se sentó encima mío, cual jineta arriba de un potro salvaje. Siempre con la ropa puesta me cabalgó unos instantes mientras nos seguíamos besando. Mi pene se frotaba contra su vagina pero aún había muchas capas de vestimenta en el medio. Repentinamente Patricia se sentó a mi lado y me agarró la pija con sus tiernas manitos; era la primera vez que lo hacía y a mi me fascinó. Acto seguido comenzó a bajar el cierre de mi pantalón e introduciendo su mano derecha fue directo a mi miembro que asomaba por el agujero del calzoncillo. Con la determinación de alguien que sabe se comió mi pija de un bocado, sin anuncio previo y sin siquiera mirarme a la cara. Yo quedé atónito pero no opuse ninguna resistencia. Me agarró las bolas suavemente y comenzó a subir y bajar con su boca húmeda, metiéndose cada vez mi cabeza hasta el fondo de su garganta, rozando la campanita. Sin dudas era una experta, muy golosa para el sexo oral. Se notaba que lo disfrutaba mucho, a pesar de que seguía sin pronunciar una sola palabra. De golpe dejó de chupar y me hizo sacar el pantalón, se acomodó de rodillas en el piso y continuó con su faena. Debido a esta nueva posición, ahora sí podía mirarme a los ojos. En un momento comenzó a lamerme las pelotas y ahí sí me dedicó una mirada tierna con esos ojazos celestes… como preguntando: ¿te gusta?. Y continuó lamiendo hacia arriba, recorriendo todo el tronco duro y engullendo mi morado capullo al final. Patricia estaba como loca, chupando como nunca y hasta tuvo una arcada producto de la profundidad de las embestidas con su boca. Yo no podía más y pensé en avisarle que me corría pero la vi tan compenetrada en hacerme acabar que no dije nada. Disfruté mucho los últimos instantes y exploté literalmente, soltando 6 o 7 chorros de leche en su boca y gritando de placer al mismo tiempo. La brasilera tragó lo que pudo y un poco de semen se escapó por la comisura de sus labios y cayó al piso. Al ver la mancha blanca me miró dulcemente y sonrió. Era para poner en un cuadro esa carita de putita saciada. Se sentó a mi lado y me abrazó. Así estuvimos 10 minutos y de repente sonó el timbre: era un amigo yanqui de ella (de la época que vivían en Lyon) que caía de sorpresa a visitarla. Maldije interiormente al norteamericano y me puse el pantalón nuevamente. Este chico subió y nos cortó la fiesta literalmente.
Salimos a comer los tres a un restaurant cercano y fue la comida más larga de mi vida. Yo estaba totalmente disperso y en lo único que pensaba era en cogerme a la brasilera. Yo me imaginaba la calentura que debía tener Patricia en esos instantes… después de comerse una pija hasta hacerla acabar, tenía que abandonar todo y salir de casa para comer con un tercero. Malísimo! Debería estar sufriendo y sintiendo los jugos chorrearse en su concha. Yo al menos había descargado, pero quería más. Terminamos de comer, nos despedimos y nosotros dos volvimos al departamento.
Ya en el ascensor nos matamos a besos y al entrar, instantáneamente, nos quitamos la ropa. Se ve que Patricia era golosa de verdad ya que comenzó a chuparme la pija nuevamente como si en mi glande hubiera un imán, que no permitía la separación de su boca. Me la mamó 5 minutos y yo la frené diciéndole que la quería penetrar. Me puse un forro, la tiré sobre la cama boca arriba y se la clavé sin vueltas, en la famosa posición del misionero. Mi pene entró con muchísima facilidad, a pesar de ser una vagina chiquita, debido a la gran cantidad de jugos que inundaban su concha desde hacía tres horas. La embestí tiernamente, tratando de disfrutar cada instante. Mientras, nos besábamos y sus ojos se fijaban en los míos, transmitiendo toda la pasión y la calentura. De repente ella dice: “mmm j'adore”, lo que podría traducirse como: “mmm me fascina”. Esto me encendió aún más ya que era una brasilera hablándome en francés. Hubiera querido cambiar de posición pero estaba tan caliente que ya casi me venía. Le pregunté a ella si le faltaba mucho y me dijo que no, que íbamos a acabar juntos. Empecé a darle más fuerte, Patricia cerró los ojos y gritó: “GUSTOSOOOO” y esa palabra me hizo estallar en su interior, al mismo tiempo que le agarraba las tetitas. El orgasmo fue intenso y largué la poca leche que me quedaba. Me tiré a su lado y sonreí, con la satisfacción de haber cumplido lo que más quería. Patricia me besó, me abrazó y nos quedamos dormidos.
Al día siguiente, me despertó con otra chupada de pija fenomenal, yo no podía creerlo… esta tía amaba el pene más que a nadie en este universo. De la misma forma que el día anterior, la frené, me coloqué un preservativo y estando yo boca arriba, le pedí que se montara. Eso mismo hizo la brasilera y yo creí que la iba a desgarrar en cada embestida ya que su cuerpo era chiquito y parecía que le dolía cuando mi cabeza tocaba el fondo de su útero. Pero que va, Patricia gozaba muchísimo y cada penetrada era acompañada por un fuerte gemido. Nuevamente nos corrimos los dos juntitos y vibramos de placer en un orgasmo celestial. Me preparó un rico desayuno y me fui a mi casa con una sonrisa de oreja a oreja.