Una bestia madura

Me encontre despues de años con el padre de mis amigos y me lleve una sorpresa bestial...

Me llamo José tengo 22 años y estoy terminando de estudiar Medicina. Me tuve que venir para estudiar a Buenos Aires porque no tengo papás y mi abuelita ya no podía mantenerme. Trabajo para sostenerme. Quería decirles todo esto para que entendieran algo que me pasó. Un día que fui a mi pueblo a visitar a mi abuela, el autobús me dejó un kilómetro antes porque había una desviación en la ruta, tuve que caminar por lugares que hacia mucho no caminaba. Pasé por la antigua casa de mis amigos Pancho y Gumaro. Igual que yo, ellos se fueron del rancho pueblo cuando eran más chicos. Yo por la razón que les comenté y ellos porque sus papás se separaron y se mudaron con su mamá. Mientras pasaba por su casa, vi que al fondo de la casa, estaba Don Gumaro, el papá de mis amigos... me dio mucho gusto saber que todavía vivía ahí y no pude dejar de pasar a saludarlo. Como la puerta estaba abierta, entré hasta donde estaba él arreglando una camioneta vieja al fondo del patio. Al acercarme, me di cuenta que Don Gumaro, lejos de verse viejo y acabado, se veía fuerte. Para ese entonces Don Gumaro debía tener como 48 años. Traía puesto un pantalón viejo viejo y lleno de grasa, no traía camisa y pude ver su espalda ancha y musculosa, mide como un metro ochenta y cinco centímetros. Esa estatura puede que no sea demasiado... pero en un hombre de sus dimensiones, lo hacía parecer de dos metros. Su piel estaba tostada por el sol, llevaba una barba crecida de varios días que lo hacían ver salvaje y hasta feroz. A medida que avanzaba hacia él, no podía creer que después de tanto tiempo este hombre estaba mejor que nunca. Él escuchó que me acercaba y se volteó levantando en alto la llave que traía en la mano como en actitud de defensa. Los dos nos sorprendimos demasiado. Él por verme ahí parado de repente y yo de ver la imagen completa de este hombrezote que más que humano… parecía un animal. El pecho estaba cubierto de pelo rizado pegado a un torso perfectamente musculoso por el trabajo en el rancho. Los brazos anchos y llenos de venas y pelos negros…. terminaban en unas manos enormes y callosas. Traía el pantalón desabrochado del primer botón y pude ver que los pelos seguían hasta por debajo del ombligo. No pude dejar de recorrerlo con mi mirada como comiéndomelo. Como deseando que me saltara encima y me agarrara con sus manotas de gorila. Cuando terminé de recorrer su cuerpo me encontré con sus ojos verdes enmarcados por esa cara barbuda y tostada por el sol. Las arrugas en los ojos lo hacían verse increíblemente guapo. Me veía como tratando de entender quien era yo con una expresión amenazante en la cara. Él no pudo decir nada hasta que lo saludé: " Buenas. Don Gumaro, no se asuste, soy yo. Pepe, no se acuerda de mi? soy amigo de Poncho y Gumaro, estuvimos juntos en la primaria." mientras le explicaba esto, el iba bajando la guardia y cambiando su expresión a una más amable. Tardo en entender quien era yo, cuando me reconoció, no pude creer lo que hizo: Se abalanzó sobre de mí y me abrazó rodeándome con esos enormes músculos de sus brazos, pegándome contra su pechote peludo me abrazaba tan fuerte que no podía moverme. Y saben que ni quería moverme de ahí. Tenía la nariz casi metida en su axila y pude oler a un hombre de verdad. Me excité tanto que tuve que separarme para que no notara mi erección. Yo traía mi uniforme azul del hospital que no tuve tiempo de cambiarme para alcanzar el autobús, y por ser de una tela muy delgada. Me preocupaba que notara lo excitado que me puse. Me separó y me vio de arriba abajo y me dijo: "mira nomás.. Pero si ya eres un hombrezote" a mis 22 años, todavía me veía un poco infantiloide, aunque estaba tonificado por el ejercicio en el gimnasio, a su lado me veía como un niñito pequeñito. Me invitó a pasar para que tomáramos unas cervezas. Le traté de explicar que tenía que llegar con mi abuela y me dijo que no me fuera todavía, que quería platicar conmigo de los viejos tiempos. Claro que me quedé. Platicamos de mi época de infancia y de miles de historias que él recordaba de sus hijos que un día se fueron con su ex esposa, creo que estuvimos platicando después de un buen par de horas, y de un buen número de cervezas. Don Gumaro sin estar borracho, pero si un poco desinhibido por el alcohol se empezó a poner triste por recordar a sus hijos. Empezó a llorar. Yo no podía creer que ese enorme y musculoso gorila se pudiera ver tan indefenso. Él se había parado con el pretexto de agarrar otra cerveza de la hielera, para que yo no lo viera llorar. No pude resistir verlo así y me lancé sobre de él para consolarlo. Llegué por la espalda y me recargué sobre esa montaña de músculos. Creo que me puse sensible yo también por recordar mi propia desgracia de haber perdido a mis padres desde niño. Y empecé a llorar yo también. Le dije que yo también me sentía muy solo. Él se volteo y me abrazó con demasiada fuerza. Casi no podía respirar atrapado en esa masa de músculos, venas y pelos. Podía sentir la forma en que su estomago se contraía mientras lloraba. Él me pegaba a su cuerpo cada vez más como sujetándose sin querer dejarme ir. Yo no pude resistir más y me deje llevar por la excitación estaba totalmente sin fuerzas, moviéndome al ritmo de los músculos de ese animal. En medio de mi llanto levanté la cabeza de su pecho y al voltearlo a ver a la cara empecé a besarlo con desesperación. Don Gumaro al principio se sorprendió y creo que hizo un pequeño intento por separarme... pero cuando empecé a beber de su boca él se rindió y empezó a besarme como desenfrenado. Los dos sollozábamos mientras nos besábamos. Del sollozo pasamos a los fuertes jadeos. Yo hacia mucho tiempo que no tenia sexo, y cuando se lo confesé me dijo que el tenia más de dos años de no meterle su verga a nadie. Con una facilidad como si fuera yo una pluma, me levantó en sus brazos y me hizo rodearle el cuerpo con mis piernas. Con sus dos enormes manos me agarraba las nalgas separándomelas con fuerza. No me di cuenta en que me momento me bajó el pantalón. Estaba totalmente abandonado a su impresionante fuerza. De pronto, me tiró sobre la cama y empezó a arrancarme la ropa. Estaba bramando como un toro. Estaba tan caliente que hasta miedo me daba de ver a ese animal enorme y salvaje. Encima de mi cuerpo que a su lado. Era el de un niño indefenso. Fue impresionante sentir todo ese peso encima de mí. Sentía que me ahogaba y a la vez la excitación me hacia pegarme más a los pelos de ese cuerpo de hombre de verdad. Se levantó sobre sus rodillas y montó mi cara para ponerme en la cara esa enorme verga. Para ese momento, yo solo la había sentido sobre el pantalón. Cuando la vi a dos centímetros de mi cara no pude creer lo que estaba viendo. Su verga era enorme. Era grande y gruesa llena de venas a punto de explotar. Quería detener ese momento para siempre para guardar la imagen de esa deliciosa vergota frente a mi cara mientras estaba hipnotizado por el enorme tamaño de su vergota, me abrió la boca con su dedo y le abrió paso a la punta de su verga que para entonces ya estaba babeando como animal hambriento y rabioso. Tener encima a ese toro y con la verga llenándome la boca, empecé a ponerme rojo por la asfixia que me provocaba, pero no quería dejar de comerme ese enorme pedazote de carne que ni siquiera me cabía completo en la boca. Sentía la forma en que lo hacia palpitar dentro de mi boca. Era tanta mi excitación que no pude más y me vine sin ni siquiera tocarme la verga, estaba explotando de placer mojándole las nalgas que se movían empujando su vergota en mi boca, comencé a hacer tanto ruido por el placer que para callarme me sujetó la cabeza con sus dos manos y me empujó toda la verga hasta que sus pelotas peludas me golpeaban la barbilla. Se quitó de encima de mí y con gran facilidad me puso boca abajo. Mi verga todavía estaba palpitando por la eyaculación, cuando de pronto, empiezo a sentir su lengua en entre mis nalgas. Mi culo latía por m

i reciente eyaculación, por lo que el placer que sentí mientras sentía su barba raspándome las nalgas. Me hacia querer gritar como una fiera en celo. Don Gumaro no hablaba, solo hacia sonidos de animal caliente que me ponían más loco de placer. Me encantaba poder ser el juguetito que le diera placer a ese semental. De pronto, me hizo ponerme en posición de cuatro patas y me abrió aún más el culo para meterme más y más su lengua. Estaba loco de placer. Ya no podía más.. Le rogué.. Le supliqué que por favor me metiera su vergota en mi culito apretadito. Cuando me embistió pensé que me iba desmayar.. Sentí que me partía en dos, sentí que esa enorme vergota me llegaba hasta la garganta desde mi culo. Si se veía enorme, dentro de mi culo se sentía GIGANTE! Una vez que me dio esa estocada me dijo que me relajara, que apenas me había metido la punta de la verga y que quería que mi culo se la comiera toda de una buena vez. Yo no podía creer lo que me decía. Pensé que me iba a morir de placer. Me relajé y comencé a tomar aire mientras me salían lágrimas de placer, todo mi cuerpo temblaba porque estaba a merced de ese animal salvaje. De pronto, mientras mi culo empezaba a acostumbrarse al tamaño de su verga, sentí como me empujó el resto de su carne venuda dentro de mi culo, sentí sus pelotas pegándole a mis bolitas. Me dejó la verga adentro y empezó a ordenarme que apretara mi culo que quería sentir que se lo apretara con mi culito apretadito mientras él hacía palpitar su verga dentro de mi. Jamás he vuelto a tener esa sensación, podía sentir sus venas hinchándose dentro de mí. Luego, empezó a golpearme con su pelvis, de una manera furiosa, me golpeaba tan fuerte con su pelvis que los empujones hacían que me golpeara la cabeza contra el respaldo de la cama, estaba totalmente abierto, estaba totalmente abandonado a la fuerza de ese toro. No podía mover un solo músculo de mi cuerpo.. Estaba atrapado bajo 98 kilos de un animal en celo que había estado enjaulado por dos años. Luego me volteó boca arriba. Si ya estaba excitado por todo lo que me estaba haciendo. Imagínense lo loco que me puse de ver ese cuerpazo abriéndome las piernas completamente. Me agarraba justo de la articulación del pie y sentía que me iba a romper mientras su vergota se abría paso entre mis nalgas. Empecé a jalarme la verga. No podía creer lo que mis ojos veían, un semental, un gorila salvaje penetrándome con una verga de 26 centímetros. Podía ver cada músculo contraído. Podía ver su torso musculoso y peludo dándome empujones fuertes y rítmicos. No pude más, empecé a venirme encima de mi estomago. Aunque ya me había venido antes, el placer hizo que echara mucha leche encima de mi torso Delgado y musculoso. Al ver que me venia, empezó a gritar que las contracciones de mi culo lo estaban haciendo venirse adentro de mi, sacó su enorme verga y empezó a echarme su leche caliente. La fuerza con la que eyaculo. Hizo que los disparos de su leche me llegaran hasta la cara. No podía creer que le saliera tanta leche a esa vergota. Don Gumaro sudaba como animal. Y se contraía gimiendo de placer. Sus piernas le temblaban y de pronto se dejó caer encima de mí. Estábamos tan cansados que nos quedamos dormidos. Yo me metí entre sus brazos bañado de su leche. Y cerré mis ojos queriendo pensar que esa no sería la última vez que visitaría Don Gumaro.