Una Bella Herencia
El último regalo de un padre moribundo.
Una Bella Herencia
El último regalo de un padre moribundo
Siempre habíamos sido cercanos como familia. Papá era ingeniero y trabajaba en una gran compañía y mamá una exitosa conferencista de la universidad. Cómo hijo único recibí siempre todo su amor y afecto. Fue entonces que el desastre golpeo sacudiendo nuestro pequeño mundo. Los médicos diagnosticaron cáncer a mi padre. Le daban solo unos pocos meses de vida. Fueron momentos horribles para nosotros pero, poco a poco, fuimos aceptando lo inevitable.
Cierta noche, después de cenar, mi padre me llamó a su habitación. Yacía en su cama mientras hablábamos. Me habló de sus ambiciones para mi, sabía que no estaría para verlas realizarse. Me dijo que estaba seguro de que alcanzaría todas las metas y me hizo prometerle que cuidaría de mi madre después de que él faltara. No tuve inconveniente en darle mi más solemne palabra.
Papá permaneció en silencio por un tiempo. Repentinamente me preguntó: "¿Dime hijo, crees que tu madre es una mujer atractiva?"
Esa no era una pregunta difícil "Desde luego papá" le respondí, "Sabes que así es." Papá sonrió y luego pregunto: "¿Crees que es sexy?"
La pregunta me puso en situación embarazosa. Voltee a ver a mamá, pero ella simplemente continuó viendo directo a mi mientras esbozaba una ligera sonrisa.
"No seas penoso" dijo mi padre "dime lo que realmente sientes"
"Sí, creo que ella es muy sexy" conseguí decir por fin.
"¿Tendrías sexo con ella?" preguntó papá
Estaba petrificado, no podía creer lo que escuchaba. No pensaba así, jamás había visto a mi madre de esa manera. Aunque, de hecho, en el pasada me había masturbado un par de veces pensando en ella, nunca imagine que algo así se podría presentar, ciertamente, nunca imaginé que papá me preguntara si quería tener sexo con ella.
Volteé hacia mamá confundido y apenado, en busca de ayuda que no encontré. Ella solo tenía una extraña sonrisa en sus labios y sus ojos chispeaban misteriosamente.
"¿Te gustaría tomar mi lugar con tu madre cuando yo falte?" continuó mi padre "Ella aún es joven y no quiero que se prive del sexo después de mi muerte; al mismo tiempo, preferiría que sus necesidades fueran satisfechas por ti a que lo fueran por un extraño. Nunca sabes lo que te encontrarás. Más aún en la sociedad en que vivimos."
Estaba estupefacto. Por una parte, me encontraba tremendamente excitado. Lo que me ofrecía iba más allá de mis más locos sueños. Por otra parte, ¿cómo podía decirle en su cara que era lo que más deseaba en ese momento?
Entonces mamá vino hacia mi. Tomó mi cara en sus manos y tiró de mi cabeza hacia sus senos. "Vamos a tu habitación" dijo "hay cosas que quiero discutir contigo."
Ví hacia papá y él me sonrió "Ve con tu madre" me dijo "Ella es lo más bello que puedo dejarte; mantenla feliz y ella te hará muy feliz."
Cuando llegamos a mi habitación, mi madre encendió la luz de la lámpara de noche. Entonces tomó mi mano e hizo que me sentara en la cama. Estaba tan excitado y nervioso me temblaba como si tuviera fiebre. Mamá me tomó en sus brazos abrazándome y besándome hasta que me calmé un poco.
"¿Realmente quieres tener sexo conmigo?" preguntó. "Si no lo deseas, házmelo saber. Después de todo, no me extrañaría que no desearas tener relaciones con una mujer vieja, o quizá pienses que no es correcto tener relaciones conmigo por ser tu madre"
"¡Quiero que hagas conmigo todo lo que un hombre haría con una mujer!" Me dijo poniendo sus brazos alrededor de mi cuello.
"¿Aún hacerte el amor?" grazné, aún incapaz de creer lo que sucedía. "¡Oh mamá, no puedo creer lo que está pasando!"
Mamá se paró frente a mi y comenzó a quitarse la blusa. Ver sus gloriosas tetas pujando por salir del brassiere pusieron mi verga tan dura que pasaba con rapidez del placer al dolor y viceversa. Ella se quitó entonces su falda quedando en unos pantis y brassiere frente a mi que escasamente cubrían sus partes. Nunca, hasta entonces, había notado el fantástico cuerpo de mi madre.
Medía 1.65 m de estatura y pesaba alrededor de 60 Kg., sus senos eran magníficos, su cintura firme y estrecha y sus caderas plenas y bellas. Sus piernas eran adorables, torneadas, fuertes y largas. Su sexo estaba cubierto de grueso vello cuidadosamente arreglado y espeso sobre los labios vaginales lo cual solo incrementaba su feminidad y atractivo sexual.
"¿Te gusta lo que ves?" me preguntó "¿Me crees capaz de hacerte feliz?"
Estaba sorprendido, confundido. No sabía si bromeaba. Pero, cuando la vi a la cara pude observar que estaba seria. De hecho, estaba muy nerviosa. Ella y papá habían discutido sobre el tema en varias ocasiones antes de decidirse a dar ese paso. Sin embargo, saber mi reacción ante dicha oferta era algo que no podían saber con certeza. Tiempo después me confesó que si me hubiera rehusado se hubiera sentido destrozada.
La tomé de las caderas y la hale hacia mi hundí mi cara en su ombligo y enfebrecido comencé a besarla. Aspiré hasta lo más profundo de mis pulmones su dulce, sexy y femenino aroma el cual sentí integrarse a mi torrente sanguíneo volviéndome completamente loco. Me ayudo a quitarme la camisa, soltó mi cinturón, bajó mis pantalones y mi bóxer haciendo que mi verga saltara dura como una roca al encontrarse libre de su prisión. En ese entonces medía cerca de 18 centímetros en completa erección.
"¡Humm!" mamá sonrió ante la grosera presencia de mi herramienta "¡Veo que me harás una mujer muy feliz!" se arrodilló frente a mi y comenzó a jugar con mi pene. Lentamente bajó la piel del prepucio y comenzó a lamer amorosamente la cabeza del glande. Sentía que perdía la cabeza
Tiré de ella haciéndola sentar en mis piernas de frente a mí y comencé a besarla en la cara. Desabroché su brassiere y la ayude a quitárselo. Unas bellas tetas saltaron de su interior en todo su esplendor. Eran de una excelente talla 38 D y perfectamente formadas. Firmes y con una muy ligera caída hacia abajo. Se sentían increíblemente suaves y esponjosas, sus pezones eran largos y se erguían con deseo. Las cubrí de besos y caricias mientras me ponía más y más caliente estrujándolas y mordiéndolas, me temo de dejé a mamá varias marcas en los senos esa primera noche. Varias veces gimió de dolor, pero nunca intentó detenerme sin importar lo que estuviera haciendo.
El frenesí de nuestra pasión me hizo recostar de espaldas en mi cama con mi madre sobre mí. Rodé hasta quedar sobre ella y comenzamos a besar nuestros cuerpos con desesperación y salvajismo. Finalmente no pude aguantar más y decidí que debía penetrarla. Sin embargo, estaba tan excitado que era incapaz de encontrar la entrada de su vagina. Riendo, mamá levantó sus piernas recogiéndolas contra mi pecho Las puertas del paraíso se abrieron ante mi para darme paso. Sus suaves manos guiaron mi pene a su interior. Suspiró con placer a la par que mi verga se insertaba profundamente en el interior de su útero hasta que sentí que, de seguir, con seguridad la rompería. Era increíblemente suave y cálida la sensación en su interior. Ni muy apretado ni muy suelto, justo una sensación maravillosa y confortable. Nunca imaginé que una experiencia así de maravillosa fuese posible, ¡Qué delicia!
Comencé a bombear en su interior obteniendo inmediata respuesta de ella en forma de un leve meneo de sus caderas. Gradualmente entramos en ritmo. Nos movíamos cada vez más rápido azotando nuestros cuerpos entre sí. Sus senos se oprimían contra mi pecho. Sus erectos pezones frotaban mi piel enviando choques eléctricos de placer que recorrían todo mi cuerpo. Las uñas de mamá rasgaron mi espalda volviéndome cada vez más loco de placer. La tomé del cabello en la parte posterior de su cabeza con ambas manos y comencé a azotar mi cuerpo contra el de ella cada vez más fuerte enterrando mi verga hasta lo más profundo de su ser
"¡Oh cariño!" Gimió "Es tan rico, tan maravilloso métela más fuerte, más, más ¡Oh! Lo deseaba tanto ¡Te amo, cógeme así toda mi vida! ¡Haré lo que quieras! ¡Oh! ¡No te detengas! ¡Nunca dejes de hacerme esto! - Gritaba ya mamá mientras enterraba sus uñas en mi espalda y cubría de cariñosos mordiscos mis hombros los cuales besaba después mientras cambiaba de la locura del placer al alivio que este también proporciona
Su desinhibida y completa entrega a la pasión me volvió aún más loco de pasión. Mi cabeza parecía estar envuelta en un velo rojo y tal pareciera que mi verga contenía toda la sangre y energía de mi cuerpo. Empujé con fuerza en su suave y húmeda panocha cual toro de lidia comprimiéndola contra la cama. Nada más me preocupaba. Tenía que encontrar la forma de apagar el fuego que quemaba mis testículos en lo más profundo del oscuro abismo de su magnifico cuerpo.
Sentí crecer mi verga aún más en el interior de mi madre. Ella debió sentirlo también ya que entró en el éxtasis de un brutal orgasmo mientras mi verga arrojaba potentes chorros de semen al interior de su dulce cueva. Trenzamos nuestros cuerpos rindiéndonos a las olas de placer que nos cubrían. La espera seguía fluyendo de mi pene llegando a cada rincón de su vagina.
Por largo tiempo yacimos cada uno en los brazos del otro disfrutando de la enormidad de nuestra pasión. Cualquier pensamiento acerca de que lo que hacíamos fuera correcto o incorrecto se borró de nuestras mentes para siempre. Nada que se sintiera tan maravilloso podía estar mal. Nos besamos con dulzura, dándonos fuerza y confort, preparándonos para lo día de tristeza que se avecinaban.
Finalmente, mamá se soltó del abrazo parándose y dijo: "Debo atender a tu padre." "Gracias por este momento maravilloso y te prometo que te daré todo el placer que desees. Pero en este momento debo de hacerme cargo de tu padre. Hasta entonces mi amor, se paciente."
"Lo sé mamá, y nunca te lo pediré hasta que estés lista" - le aseguré. "Te amo también, les amo a los dos y sé a lo que te vas a enfrentar"
Se envolvió en una toalla y salió de la habitación. Su brassiere y sus pantis permanecían en el piso; las levanté y respire profundamente sobre ellas retomando su aroma. No sé en que momento me quedé dormido, pero fue el más profundo y reconfortante sueño de mi vida.