Una apuesta perdida 06
Final de la historia, termina mi apuesta y ahora hay que seguir adelante... Pero como terminaré esta historia de con mi amada esposa...
Un orgasmo formidable inundaba a mi esposa, dejándola desmadejada en la cama mientras el idiota de Roberto daba pequeñas arremetidas a la palpitante concha de mi esposa, que convulsionándose por el orgasmo era casi ajena a su amante en esos momentos. Cuando pude ver la hora, eran casi las 8 y seguramente después de esta faena mi esposa bajaría rauda donde me encontraba. Y para mi desdicha la tremenda follada que había recibido mi esposa me había excitado tremendamente, por lo que no sabía realmente como iba a comportarme cuando ella baje.
Sin hacer ruido, bajé nuevamente a mi sillón y acomodé nuevamente las esposas y me dispuse a esperar lo que suponía demoraría al menos uno o dos minutos antes de que mi esposa me acompañe nuevamente, pero no fue así. De repente comencé a escuchar nuevos gemidos de mi esposa, que seguramente el hijo de puta de Roberto aún estaría follándola ya que él no se corrió junto con ella y ahora lo que estará buscando será su propio placer. No menos de 10 minutos más tarde tuve que esperar para que los gemidos pararan y al menos otros 10 para ver nuevamente a mi esposa bajaba apuradamente por las gradas.
Estuve sentado escuchando como mi esposa se follaba otro hombre por no menos de 20 minutos después de que mi penitencia hubiera terminado, eso inicialmente me hizo un poco de gracia en los minutos iniciales, pero al transcurrir de los minutos y al ver que mi esposa no bajaba para "quitarme mis amarras" me comenzó a generar un malestar terrible. Ella en esos momentos había preferido lograr un nuevo orgasmo con su amante que bajar conmigo y eso realmente me estaba haciendo sentir muy enfermo.
Mis cavilaciones durante esos minutos habían estado en los comentarios que ella había tenido con su amante en la que claramente suponía que la intención de aquel hijo del mal de Roberto era continuar follándose a mi esposa, y apostaba a que sea yo mismo el que apruebe o incite a mi esposa a que continúe con eso; no me sorprendía de este idiota, pero lo que si realmente me preocupaba y me hacía ver que las cosas pudieran complicarse terriblemente debido a que de mi esposa poco o nada había visto reticencia a seguir de amante de otro hombre. Por otro lado me había dejado completamente empalmado durante las veces que había venido junto a mí, por lo que al menos entendía yo ella aún tenía en mente querer seguir a mi lado.
Pero ahora como podría seguir junto a ella, al fin de cuentas yo pensaba pagar esta penitencia debido a mi desliz al farrear con unas golfas en un bar distante, más nunca se me había ocurrido irme con ninguna de ellas a la habitación y menos aún tener sexo. En cambio ahora mi esposa se encontraba con las piernas a otro hombre, siendo penetrada y gozándola tremendamente mientras a mí me tenía "castigado" en el sillón. Y mucho más aún, estaba tratando de condicionar mi mente a que disfrute al oír como ella gozaba con otro hombre, mientras mantenía mi excitación al borde del orgasmo, pero sin conseguirlo.
Finalmente la declaración de mi esposa de que ella seguiría junto a su amante a pesar de que la apuesta hubiera sido ya terminada, me daba una sensación de decepción y furia, ya que supongo tendría la esperanza de que la deje estar con quien ella quiera mientras yo permanezco aquí sentado en el salón nuevamente y eso al momento de estar esperándola ya me parecía completamente ridículo. Lo había decidido en último minuto, no permitiría que ese par se salga con la suya...
Podría seguir junto a mi esposa después de esto, nuestro matrimonio realmente podría salir sin mella de esta apuesta, pues no lo sabía, lo que si estaba consciente es que durante los veinte minutos que estuve en ese sillón, un resentimiento tremendo fue creciendo minuto a minuto hasta que al fin pude verla, corriendo por las gradas apenas y cubierta por un pequeño y bello albornoz bajo el cual su cuerpo estaba completamente desnudo, su cabello apenas y acomodado y un leve lápiz de labio en su boca, y su aroma, su perfume preferido inundó mis sentidos haciéndome nuevamente delirar.
Se lanzó sobre mí sin decirme una sola palabra, se sentó a horcajadas en mis piernas, podía sentir el calor de su sexo justo encima de mi verga, que tras la espera descansaba inerte entre mis piernas. Sus besos, su pecho pegado al mío, sus piernas entre mi cadera y su concha en la punta de mi verga eran capaces de mover montañas y mi voluntad no era ninguna franja inexpugnable por lo que mi verga comenzó a ganar volumen y voluntad propia. Me estaba excitando nuevamente, la muy desgraciada me estaba llevando como durante toda la noche a sentirme completamente excitado y perdido.
Cuando apenas y sintió que mi verga comenzó a crecer, sus manos y sus caderas se acomodaron para la próxima penetración, el calor que desde el borde de su concha podía sentir en la cabeza de mi verga estaba pudiendo mucho más que la decisión que había tomado. En ese instante mi esposa desató mis manos al sentir mi verga casi dentro de su cuerpo, haciendo que ahora mis manos pululen bajo el albornoz, sobando y acariciando sus muslos y su firme trasero que tantos gozos me había dado.
Pero cuando ya mi verga estuvo lo suficientemente erguida para poder lograr una buena penetración, mi suerte y la estupidez de su amante me ayudaron. Al abrir los ojos por encima del hombro de mi esposa pude ver a Roberto que usando una de mis batas de salida nos espiaba escondido a la salida de las gradas, mostrando su completa falta de criterio ya que se suponía este era nuestro momento, en el que él suponía nos debíamos reconciliar y limar asperezas con un buen polvo, pero él lo había estropeado.
Ahora no... -dije a mi esposa mientras sentía como mi verga que hasta hace un minuto se erguía majestuosa, perdía fortaleza e ímpetu - Estoy muy cansado...
No... no... ahora, te quiero ahora... contestó su mi esposa sin dejar de frotar su cuerpo con el mío y mover aún más fuerte su cadera, pero el daño estaba echo y ya no lograría nada - Por favor... hazme tuya... tómame mi amor...
Ante la mirada atónita de mi esposa, me levanté del sillón empujando su cuerpo hacia un lado, tomé mis pantalones del suelo y me los puse dejando a mi esposa casi desnuda sentada en el sillón y mirándome con una cara de incertidumbre indescriptible.
Pero Danny... - intentaba argumentar mi esposa mostrándome en su rostro la angustia que tenía en ese momento - esperamos toda la noche... No me dejes así... Quedamos en que todo volvería a ser como siempre... No me rechaces...
Todo es como antes... mi amor - decía a mi esposa controlándome, sin mostrarle el enfado que tenía ya que por un lado también había sido parte de la apuesta el volver a ser los mismos de siempre, sin recriminaciones ni reclamos.
Volvemos a ser los de siempre... - le dije mientras besaba muy tiernamente sus labios - Los domingos siempre salimos a desayunar fuera y no veo por qué no volver a hacerlo... Ahora di a al patán de tu amigo que se largue de mi casa... No quiero verlo de nuevo cuando salga de la ducha...
Los ojos de mi esposa se quedaron abiertos de par en par, no esperaba mi respuesta bajo ningún aspecto, ya que en nuestra vida de casados yo jamás me había referido a alguien en esos términos y mucho menos eché a nadie de la casa. Pude ver la mueca de sorpresa que mi reacción tuvo con mi esposa que se quedó completamente sin reacción. De mi parte subí a nuestra habitación sin regresar a ver a ninguno de los dos, dejándolos en el salón.
Me bañé puesto el seguro ya que no quería sorpresas de mi esposa, que efectivamente trató de ingresar al baño supongo para tratar de forzarme a tener relaciones con ella, más realmente no quería hacerlo. Por mucho que lo hubiera deseado durante la noche, a la mañana siguiente tras ver al tipo que se folló a mi esposa me había quedado completamente descompuesto y sin ánimo. Además no iba a hacerles el juego para que sigan de amantes viéndome la cara de idiota.
Al salir del baño, no me equivoqué al pensar que iba a estar esperándome en la habitación aún puesta su albornoz que apenas le cubrían, supongo que ella no estaba dispuesta a dejarme pasar esta vez.
¿Danny, que pasa contigo?... - me dijo al tiempo que se sentaba en la cama que hasta hace unos minutos había aprovechado para estar con otro hombre - ... no sé qué te pasa... toda la noche estuvimos muy bien, pensaba que a pesar de la penitencia impuesta tú también lo estabas disfrutando, era una nueva experiencia la de saberme de otro hombre y no poder hacer nada, yo he pasado la noche como una loca de excitación y lujuria...
Danny, como mujer el tener a dos hombres en la misma casa me trastornó completamente - continuaba hablando, mientras yo me sentaba en un sillón lejos de esa cama que la veía completamente ajena - No sabría explicarte, pero el saber que tú estabas tan cerca mientras estaba con Roberto me ha parecido una completa locura y me ha llevado a vivir una noche de éxtasis y pasión que nunca creo haber vivido antes... creí que lo estábamos viviendo los dos juntos mi amor... ahora te veo completamente distante... En este momento pienso que todo ha sido una locura que puede afectar a nuestro matrimonio y realmente me estoy desesperando...
Mi esposa estaba utilizando sus armas más efectivas conmigo, no podía creer que me estuviera manipulando ya que Clara realmente no era así, su preocupación e incluso esas notas de desesperación al final de sus frases, me hacían saber lo mal que ella se encontraba en esos momentos, incluso tan mal como yo.
Pues que me va a pasar... - le dije ya respondiendo a sus inquietudes, aunque manteniendo en lo posible la sangre fría... que tras un baño en aguas similares me había ayudado a aclararme - ... es cierto que la embarré con lo de la salida, más como te vuelvo y repito, yo nunca tuve nada más que toqueteos con ninguna zorra de esas y por eso estuve de acuerdo a realizar esta apuesta, más cuando pude ver a ese idiota de Roberto aquí, no supe realmente que creer... Mucho menos cuando durante toda la noche te la pasaste calentándome como un burro para después ir a desfogar con el imbécil ese...
Pero ese era la penitencia... - contestó en un hilo de voz mi esposa. - tú estuviste de acuerdo...
Y hasta ahora a las 8 de la mañana... - respondí ya alzando un poco más la voz - ... pero te la pasaste... seguiste follando con ese idiota a pesar de que se suponía el plazo había terminado... y para colmo te presentas ante mí para tratar de follar con tu amante de primer testigo... ¿Acaso esperabas que de buena gana te compartiera con él? o ¿Creías que iba a llamarlo a que se una a nosotros ahora? Pues si lo creías estabas muy equivocada...
Nuestra apuesta terminó... - continué desfogando mi furia y resentimiento - y si por esos veinte minutos no te caí a golpes en conjunto con tu amante, fue porque aún te amo y espero poder continuar como tantas veces me dijiste... Pero no esperes que vuelva a tocarte sin que al menos te hayas duchado y además quiero que botes estas sábanas, que aquí no vuelvo a acostarme hasta ver todo limpio y cambiado... Te espero abajo que saldremos a desayunar fuera... como todos los domingos...
Las lágrimas de mi esposa estaban fluyendo, supongo que por haber perdido una oportunidad de oro de tener a un cornudo consentido de marido, pero al momento no me importa, por lo que bajo apresuradamente a tomar algo y esperarla, para salir, salir juntos de esta apuesta tan especial, pero como entramos siendo un matrimonio de a dos, sin más personas, solo los dos.
Esa noche en la oscuridad de nuestra habitación tras haber pasado durante todo el día sin más que unas pocas palabras, tenía que resolver si realmente quería permanecer con ella y aunque los celos y la mala leche me dejaba completamente azorado, aún estaba enamorado de ella y decidí olvidar casi todo... Solo una cosa quedaba pendiente...
Estaba en el cuarto de baño, mientras Clara me esperaba en el cuarto; se la notaba muy nerviosa y con una ansiedad tremenda debido a mi comportamiento esquivo y distante durante todo el día, seguramente esperaba lograr reconciliarse conmigo, pero no le había dado ninguna oportunidad de hablar de lo que nos había sucedido. Hasta que por fin me decidí y salí desnudo del baño, ante la mirada atónita y ahora si alegre de mi esposa.
Ven amor... -me dijo, despejando las sábanas nuevas de nuestra cama - Te necesito... ven a mi...
Sin palabras me acerqué a la cama con mi verga pasando de morcillona a erecta debido a la visión de mi esposa, que aprovechando de mi ida al baño se había puesto un baby doll transparente que dejaba ver sus curvas sinuosas a través de la transparencia.
Al sentarme a su lado la besé con pasión, pero pronto se volvió todo más salvaje, creo que instintivamente me fui convirtiendo en un león buscando saciar su hambre de mujer en los brazos de la única hembra que tenía cerca. La besé y acaricié todo su cuerpo metódica y violentamente, sin importarme su placer, solo quería que supiera que yo era su marido y que a pesar de todo la deseaba y necesitaba, pero también que su cuerpo era mío y de nadie más.
Despacio... - me dijo al sentirme sobre su cuerpo y enfilando mi verga a su chorreante concha que ansiosa esperaba ese momento desde hace no se cuánto tiempo - ...no me hagas daño cariño... soy tuya...
Claro que eres mía perra... - dije ensartándola fuertemente - ... o creías que ese payaso con el que estuviste es más hombre que yo...
Noooo... -dijo tratándose de congraciar conmigo - tú eres mi hombre... tú eres mi macho...
¿No decías eso temprano verdad? - contestaba embistiendo su cuerpo con toda la saña que podía, solo buscaba hacerla sufrir, pero claro para ella todo era gozo - pero yo te enseñaré... No eres más que una perra que solo busca sexo... y eso es lo que voy a darte...
Mientras luchábamos cuerpo a cuerpo en nuestra cama, la pasión con la que estábamos follando era realmente única, incluso superior a cuando habíamos sido novios. Una mezcla de venganza y lujuria nos estaba invadiendo, entendía por la sumisión que mi esposa tenía que realmente se había asustado del efecto que podía tener en nuestro matrimonio lo sucedido y seguramente ahora estaba más pendiente en congraciarse conmigo que seguir con los juegos que había empezado, supongo ya habrá tiempo para todo.
Ahora vas a aprender quien es tu marido... - le decía mientras bombeaba fuertemente en su concha al tiempo que sujetaba sus manos con una de las mías y abría su boca con mi mano libre, y de repente sentí un ataque de ira incontrolada viendo que en lugar de mostrar arrepentimiento estaba gozando como una gata en celo, entonces escupí en su boca, dejándola completamente en shock - ...zorra.
Siii... tu zorra - dijo recuperándose casi de inmediato del impacto del haber recibido mi escupitajo en su boca, al tiempo que lo saboreaba mostrándome lo puta que podía llegar a ser. - Ahora hazme gozar... no seas marica y dame como un hombre...
Tanto Clara como yo estábamos fuera de control, luchando una batalla que ninguno ganaría ya que solo queríamos librarla. Pero de pronto las palabras del patán de Roberto me vinieron a la mente "¿A quién le vas a dejar follarte el culito?", haciéndome enardecer aún más si eso hubiera sido posible. Entonces con la más mala sangre en mis venas, giré a mi esposa boca abajo y acomodé un cojín bajo su cadera, de manera que me permita tener acceso mucho más claro a su sexo.
Clara mientras tanto se dejaba hacer dócilmente, permitiendo que acomode su cuerpo a mi antojo, seguro solo sentía el placer de ser follada y lo único en su mente era seguir sintiéndose así. Ahí, nuevamente de un escupitajo, lubriqué mi verga y con la otra mano distribuí desde su concha hasta su esfínter todos los jugos que chorreaban por sus piernas. Entonces ella se dio cuenta de mis intenciones y me regresó a ver con cara de súplica.
No por favor... No me hagas esto... - me dijo suplicante, aunque no movió un centímetro su cuerpo - Por favor...
¿Que acaso se lo estás guardando al patán de tu amante? - le dije mientras hundía uno de mis dedos en su culo, abriéndolo lentamente aunque sin miramientos - si es así, mejor levántate y lárgate junto a él...
Mi esposa se dio cuenta en ese momento que estaba hablando muy en serio e incluso en ese momento si se hubiera levantado e ido junto a él, estoy seguro que hubiera tomado sus cosas y se las habría empacado o tal vez lanzado por la ventana. Pero ella no se movió, mantuvo su mirada fija en mis ojos, al tiempo que yo persistía con mi dedo hurgando el culo, que la noche anterior fue invadido por los dedos de su amante.
Cabron... - dijo finalmente mi esposa, rindiendo sus defensas y clavando su rostro en la almohada, para finalmente decirme - ... hazlo con cuidado... por favor...
Su rendición fue lo más delicioso de la noche, al fin ella habría comprendido que clase de hombre estaba a su lado. De mi parte al verla así, entregada a mis bajos instintos, sentí que nos encontrábamos más unidos que nunca, supuse que ella esperaba que le rompa el culo con toda la saña que era capaz, pero me di cuenta que a pesar de que iba a hacerlo, no quería causarle un trauma irreparable.
Coloqué mi cuerpo encima del suyo, besando su cuello y su espalda fui acariciando su cuerpo desde su nuca hasta sus caderas, besaba cada centímetro de su anatomía con la misma pasión pero ahora con el cariño que siempre le había tenido. Al fin llegué a su botón, que apenas y abierto por mis dedos, se ofrecía impúdicamente a mis más bajas pasiones. Lo besé, penetré su resistencia con mi lengua e inundé con mi saliva sus hendiduras y con mis dos dedos lo preparé para lo que iba a venir a continuación.
Creo que hasta lo vas a disfrutar... - le dije al oír sus gemidos y notar el movimiento de sus caderas mientras la besaba nuevamente- ... eres una zorra.
No me contestó, aunque un gemido más fuerte salió de su boca, dándome carta abierta para continuar. Me coloqué nuevamente sobre ella y enfilé mi verga directo a su culo, que a pesar de la lubricación estaba seguro daría batalla.
¿Lo quieres? - pregunté susurrando al oído a mi esposa - dime ¿Quieres que te penetre?
Siii mi amor... -dijo mi esposa tras unos cuantos segundos sin respuesta, sintiendo como con leves movimientos de mi cadera golpeaban lentamente su culo, sin llegar a penetrarlo - ... hazme tuya...
Y con un golpe de cadera enterré al menos la mitad de mi verga en su culo. Un fuerte grito retumbó la habitación, mientras que su cuerpo se tensaba al sentir la invasión que aunque esperada era desconocida. Su cuerpo se tensó y pude sentir el dolor que sufría mi esposa mientras que de mi parte, mantenía firme mi verga ensartada en ese culo que tantas noches había soñado sodomizar.
Tras un par de minutos de inmovilidad y al sentir aflojar su cuerpo, procedí a envainar el resto de mi verga en el culo de mi esposa, que a pesar que se tensó nuevamente, apenas y duró unos segundos para nuevamente recuperar el aliento. Desde ahí todo fue ya dejarnos llevar por la lujuria; lentamente empecé a embestir a mi esposa, sacándole en cada embiste un gemido cada vez más sugerente, sentía claramente como mi esposa estaba gozando de aquella primera vez.
Te gusta, ¿no?... perra - le dije a su oído, para terminar de morder su oreja suavemente -
Si... si... me encanta... - me dijo entre jadeos y gemidos, levantando aún más si cabe su culo para poder penetrarlo a placer - ...dame fuerte... marica...
Eso fue el final de mi resistencia, con toda la fuerza que pude dar, reventé el culo de mi esposa hasta que un gemido de muerte me indicó que mi esposa alcanzaba su primer orgasmo anal y eso hizo que de igual forma me venga dentro de su culo con un placer indecible.
De esto habrá mucho más... - le dije casi inmediatamente después de recuperar el aliento, mientras me levantaba para ir a la cocina por agua - ... así que como te dije... si te gusta te quedas... sino... puedes largarte con tu amante...
Mi esposa me vio tan decidido a perderla y seguir adelante como lo había estado hasta hace unos minutos, pero lo único que hizo fue sonreírme y volver a quedarse abrazada a la almohada que había mordido durante su primera sodomización, y que ahora tenía clara que no sería la última.
Los meses pasaron y aunque todo comenzó a fluir nuevamente con mi esposa, nunca más volvimos a hablar de apuestas e incluso ni de futbol y aunque ella continuó siendo hincha de su equipo y mirando los partidos, ahora lo hizo por televisión; no volvimos a ir al estadio nunca más y menos aún mantuvo relación con la barra donde pertenecía Roberto. Yo de mi parte abandoné toda relación con el futbol, boté mi camiseta, mi bandera y demás artículos de mi equipo y me busqué otra afición, esperando que si practicaba mucho podría sacarle más provecho, ahora practico kick boxing y espero poder encontrarme muy pronto con el individuo que trató de hacerme un cornudo consentido.