Una amiga soñadora y dos maduras liberadas
Unos días inesperados con la madre de una amiga.
Como os conté al final de mi relato anterior (las amigas de mi vecina son mis amigas y viceversa el que quiera que se lo lea y el que no, que no se lo lea, este relato es completamente independiente ) , la empresa en la que trabajaba me ofreció trasladarme de Sevilla a la sucursal de la ciudad en la que vivía y trabajaba Antonia, Granada, ofrecimiento que acepté sin pensármelo dos veces. Era la oportunidad de poder estar más tiempo con ella y profundizar en la relación abierta, como ella decía, que entonces teníamos.
Antonia en esa época tenía veintiocho años y era una mujer preciosa, bueno lo sigue siendo ahora, pero con esa edad era un auténtico bombón. Alta, morena, pelo largo, guapa de cara, con una nariz preciosa, unas tetas abundantes y duras, un deseable culo y unas piernas largas y torneadas. Yo con treinta y cinco años y divorciado era un tío del montón, que tenía la suerte de acostarse de vez en cuando con ella.
El cambio de ciudad se produjo prácticamente de un día para otro, por lo que Antonia me ofreció que me quedara en su casa hasta que encontrase un sitio donde vivir. Por supuesto que acepté encantado su ofrecimiento. Iba a ser como vivir en el cielo. El apartamento de Antonia era pequeño, un salón con la cocina integrada, una mesa de comedor y un sofá cama, un dormitorio y un baño, pero muy bien situado en la ciudad. A ella le gustaba vivir en el centro para poder entrar y salir casi todos los días a tomar algo por la calle con su grupo de amigas y amigos.
Hice la mudanza de mis pocas cosas un sábado por la mañana con la ayuda de Antonia. Di por supuesto que durante mi estancia compartiríamos su dormitorio. Antonia no dijo nada sobre el tema, aunque después supe que no le hizo mucha gracia. En esa época Antonia era muy celosa de su independencia, para poder hacer y deshacer a su antojo, sin dar explicaciones a nadie y menos a mí. Cuando iba a empezar a guardar mis cosas en su apartamento, Antonia no se cortó un pelo y me dijo:
- Carlos, para cuatro días que te vas a quedar aquí, basta con que guardes en el armario la ropa que vayas a utilizar, lo demás se puede quedar en el trastero hasta que te lo lleves. -Me dejó dos perchas del armario y todavía protestó-.
Me quedó claro que Antonia consideraba mi estancia en su apartamento como algo muy provisional, que no se prolongaría más allá de una semana. Sin embargo, mi idea era muy diferente, veía en compartir la vida diaria una posibilidad de consolidar mi relación con Antonia, evidentemente me equivocaba.
Desde el primer momento me dejó claro que no iba a cambiar su vida porque yo estuviese instalado en su apartamento, pues la misma tarde del día de la mudanza me dijo que había quedado y que no la esperara despierto, que igual no venía a dormir. Así que la primera tarde-noche de la que yo esperaba que fuera mi nueva vida me la pasé sólo y más aburrido que un mono.
El domingo me levanté relativamente temprano y me fui a dar un paseo por la ciudad en la que iba a vivir a partir de ahora o por lo menos durante una larga temporada. A la una y media me senté en una terraza cerca del apartamento a tomarme un vino y la llamé por teléfono, por si le apetecía acompañarme.
- Hola Carlos, ¿por dónde andas?
- Tomando un vino, ¿te apetece que nos veamos?
- Vale, estoy llegando a casa. Subo, me cambio y voy para allá.
A la hora más o menos apareció por la terraza, guapísima como siempre. El cierto enfado que tenía con ella por haberme dejado tirado el día anterior se me pasó inmediatamente. Tomamos otro vino y decidimos ir a comer fuera. La comida fue muy agradable y me di cuenta de que yo cada vez estaba más pillado con ella. Cuando volvimos al apartamento, Antonia, mientras se desnudaba sensualmente, propuso que nos echáramos una siesta. ¡Por fin iba a cambiar mi suerte! Me hice un poco el remolón sentado en el sofá y ella, ya desnuda, se sentó sobre mis piernas para besarme.
- ¿No te apetece una siesta conmigo? –Me susurró al oído-. ¿Te has hecho muchas pajas solito esta noche?
- Ganas no me han faltado, pero quería estrenar tu apartamento con otra compañía que mi mano. –Le dije mientras sobaba su culo-.
- A ver cómo está mí amiga. –Dijo, mientras me sobaba el nabo, que ya estaba como una piedra, por encima de los pantalones.-. ¡Que dura está! ¿Quieres que te haga cosas feas?
- ¿Cómo de feas?
- No sé, tú me lo vas diciendo.
Se bajó de mis piernas, se puso de rodillas entre ellas, me soltó el cinturón, me abrió los pantalones, sacándome la polla y tras bajarme el prepucio se la metió en la boca. Me encanta mirarla cuando me la come. Ella me mira también a los ojos, observando mi cara de placer.
- Sí que son cosas muy feas –le dije.- Pero podrían serlo más si también me comes los huevos.
- No voy a meterme tus huevos llenos de pelos en la boca, así que primero voy a dejarte como un querubín.
Había perdido otra oportunidad para callarme. Se levantó y fue al baño por mi espuma de afeitar y mis cuchillas. Me enjabonó y fue afeitándome lenta y detalladamente, sin dejarse nada atrás. Con una mano cogía mi polla para ponerla como le venía bien, mientras que con la otra pasaba la cuchilla por todas partes. Yo estaba como una moto, era la primera vez que me hacía la peluquería íntima. Traté de cogerle las tetas, pero me quitó las manos diciendo:
- No, hasta que no haya terminado con mi trabajo.
Se lo estaba pasando en grande, tenía su mejor cara de viciosa. Cuando terminó me dijo que me levantase y me llevó hasta la ducha. Terminó de desnudarme y bajo el agua me quitó los restos del afeitado. Fue la primera vez que me veía sin pelo y la imagen me gustó. La polla parecía más grande y los huevos me colgaban sin el estorbo de los pelos.
- Ahora si se pueden comer esos huevos. –Dijo sobándome el nabo-.
- ¿Y a qué esperas?
- Sin prisas, que luego pasa lo que pasa y me quedo compuesta y sin novio. Cómeme el chocho.
Me puse de rodillas en la ducha mientras que ella, con la espalda pegada a la pared, abría las piernas para facilitarme el acceso. Llevaba el chocho sin un pelo, según era su costumbre. Abierto y de un precioso tono rosado. Afeitarme la debía haber puesto para reventar, porque tenía el coño lleno de flujos, cuyo olor me terminó de enfermar. Colocó sus manos en mi cabeza y la apretó contra ella. No tardó ni cinco minutos en correrse, se le aflojaron las piernas y se dejó caer hasta sentarse. La deje descansar un minuto y le dije:
- Ahora sí que te vas a comer los huevos.
Me los cogí con la mano desde arriba y se los metí los dos en la boca. Sin sacárselos me cogió la polla y empezó un sube y baja que hizo que me corriera a chorros sobre su pelo, todavía con mis huevos en su boca. Después nos fuimos a dormir la siesta.
La primera semana desde mi traslado fue de locura en el trabajo. Trabajaba desde las siete de la mañana hasta pasadas las diez de la noche. Normalmente, cuando llegaba al apartamento Antonia no estaba, salía de cervezas casi todas las noches, y cuando ella volvía yo ya estaba durmiendo. Me levantaba antes que ella, me arreglaba y salía, mientras ella seguía durmiendo. Con ese ritmo de trabajo, me fue imposible buscar un sitio donde vivir, cosa que no le gustó nada a Antonia, que veía como mi estancia se prolongaba más de lo que ella deseaba.
Mi ilusión durante esos días era que llegara el fin de semana, dejar de trabajar y pasar más tiempo con Antonia, pero mi gozo en un pozo. El vienes a medio día Antonia me dijo que se iba a pasar el fin de semana fuera con unos amigos. Pensé que me podía haber invitado, pero claramente quería mantenerme fuera de su círculo de amigos. Eché la tarde y noche del viernes como un alma en pena, dando vueltas por el apartamento. Antonia me llamó el sábado por la mañana.
- Buenos días Carlos. Dentro de un rato va a ir al apartamento mi amiga Mercedes para quedarse unos días. Saca tus cosas de mi dormitorio, no quiero que sepa que dormimos en la misma cama.
- ¿Por qué?
- Porque es muy cotilla y muy bocazas y prefiero que no lo sepa.
- De acuerdo, que te diviertas.
- Gracias –y colgó-.
Bueno, la cosa iba un poco a peor, ahora tendría que dormir en el sofá cama y con la amiga de Antonia por en medio las esperanzas de sexo eran pocas o nulas.
En efecto, a los quince minutos, justo el tiempo de sacar mis cosas del dormitorio, estaban llamando al telefonillo:
- Hola Carlos, soy Mercedes, la amiga de Antonia. ¿Me abres?
- Si claro.
En un par de minutos llamó Mercedes a la puerta.
- Hola Mercedes, yo soy Carlos.
- Encantada –me dijo dándome dos besos y arrastrando una maleta que evidenciaba que venía a quedarse una temporada-.
Mercedes era una chica más o menos de la edad de Antonia, más baja que ella lo que compensaba con unos zapatos de plataforma como para matarse, guapetona y con el pelo negro lacio. Llevaba unos pantalones y un jersey de algodón de cuello alto muy apretados, que permitían ver sus formas perfectamente. Era lo que podríamos llamar una fofi-buena. Tenía tres o cuatro quilos de más, pero que yo desde luego no se los quitaría, sería imposible elegir de dónde. Tetas grandes, un bonito culo y una barriguita, que a mí, al menos, no me molestaba nada.
- Voy a dejar las cosas en el dormitorio y si te apetece salimos a tomar algo. –Dijo mientras cruzaba el salón, se notaba que conocía el apartamento-.
- Por mí de acuerdo, necesito salir un rato.
Hacía un día estupendo y nos sentamos en una terraza próxima al apartamento de Antonia. En cuanto nos trajeron dos vinos, Mercedes empezó a preguntar y a hablar.
- Entonces Carlos, ¿de qué conoces a Antonia?
- Somos compañeros de trabajo.
- ¿Y cómo es que estás viviendo en su casa?
- Me trasladaron la semana pasada y todavía no he podido encontrar un sitio para vivir. ¿Y tú?
- Soy amiga de Antonia desde el instituto, somos del mismo pueblo. Mis padres están divorciados, yo vivo aquí con mi padre, mi madre trabaja y vive en el pueblo. He tenido una bronca descomunal con mi padre y le he pedido asilo a Antonia, también mientras busco algún sitio, en mi caso compartido, porque no tengo dinero para otra cosa.
Mercedes hablaba como una máquina y en pocos minutos me contó toda su vida, que se resumía en que ni estudiaba ni trabajaba, y me sonsacó de la mía.
- No me digas que tan joven y ya estás divorciado. Desde luego, divorciado, sin hijos y con un buen trabajo eres un mirlo blanco. ¿Y cómo es que Antonia no te ha echado el lazo?
Preferí no contarle nada de mi relación de amigo con derecho a roce con Antonia.
- Bueno ella va por su cuenta y yo por la mía, aunque seamos buenos amigos.
- ¿Entonces no tienes pareja?
- No, estoy todavía con la resaca del divorcio y prefiero ir por libre.
Mercedes era de las personas que, cuando estás hablando, no te quitan el ojo de encima, como si mirándote pudieran adivinar tus pensamientos y saber cuando no estás diciéndole toda la verdad.
- ¿Comemos aquí? –Le pregunté-.
- Por mí estupendo, pero no he traído dinero.
- No te preocupes, invito yo.
Durante la comida, cada vez que hablaba, Mercedes me cogía la mano o llevaba su mano a mi pierna y cuando yo hablaba me hacía ojitos como si lo que dijera fuera del máximo interés, cuando normalmente eran patochadas para no estar callado. Empecé a pensar que me había equivocado negando que tuviese pareja, porque aparentemente quería serlo ella. Entonces cometí un segundo error con Mercedes, debido a un rasgo de mi carácter que no puedo evitar. Cuando una mujer empieza a flirtear conmigo, inmediatamente, me guste o no me guste la mujer y sea en la situación que sea, devuelvo el flirteo y las cosas pueden empezar a liarse.
Nos bebimos casi dos botellas de vino entre los dos y después dos chupitos cada uno, Mercedes de vodka y yo de anís de guindas, con lo cual estábamos los dos bastante pasados. Mercedes propuso ir a un pub que estaba bastante cerca a tomar la penúltima, propuesta que acepte, pese a que no debería haberlo hecho por las condiciones en que nos encontrábamos los dos, pero sobre todo ella. Durante el corto trayecto Mercedes iba dando tumbos y se agarró a mi brazo para no tropezar y caerse. En esa posición notaba sus tetas, duras como piedras, apretándose contra mi brazo y mi pecho y con el roce me empecé a calentar.
El sitio era agradable, pero con lo que llevábamos encima todavía pedimos dos whiskys, que nos bebimos como si fuera agua. Tras acabar Mercedes con su copa me pidió que nos fuéramos, porque estaba empezando a encontrarse mareada. Nuevamente agarrada de mi brazo la llevé hasta el apartamento, notando cada vez más el roce de sus tetas. Fue llegar y salir Mercedes disparada hacia el baño para vomitar sobre la taza del inodoro. Pese a no conocerla de nada, entre con ella para cogerle la cabeza y quitarle el pelo de la cara. Después de echar hasta la primera papilla se fue mejorando y tranquilizando poco a poco. Le dije que se acostara a dormir, hasta que se le terminara de pasar la mona.
- No quiero acostarme, quiero seguir hablando contigo. –Me dijo con la lengua bastante trabada-.
- No te preocupes, yo te acompaño hasta que te duermas.
La llevé al dormitorio y la deje sentada en la cama.
- Desnúdate, tápate y ahora vuelvo. –Le dije saliendo del dormitorio-.
Como a los cinco minutos me llamó:
- Carlos, ¿puedes venir?
Cuando entré al dormitorio seguía sentada en la cama, tal y como la había dejado.
- Por favor, ayúdame a quitarme la ropa, que no acierto. Debo estar más perjudicada de lo que creía.
Me situé frente a ella y primero le quité los zapatos de plataforma que llevaba, luego le puse los brazos hacia arriba y tiré del jersey por la cabeza, por último la puse de pié y le quité los pantalones, no sin bastante trabajo de lo ceñidos que eran. Llevaba un juego de ropa interior blanco muy sencillo. Sus muy apetecibles tetas le desbordaban el sujetador, que se le debía haber quedado pequeño, el hilo del tanga se perdía entre sus espléndidas nalgas y por delante un gran triángulo del pelo del chocho le sobresalía por todos los lados del tanga, llegándole hasta su prominente barriguita. Finalmente, la tumbé en la cama y la tapé con la sábana.
- ¿Por qué no te desnudas tú también y te acuestas conmigo?
- Porque estás muy perjudicada y no quiero aprovecharme de las circunstancias. Cuando se te haya pasado me lo vuelves a decir y verás cómo te hago caso.
No había terminado de hablar cuando Mercedes ya se había dormido. Desnudarla me había empalmado, a fin de cuentas yo no era ni su hermano ni su padre, sino un hombre al que le gustaban las mujeres y Mercedes estaba buenísima. Vi un rato la tele, después abrí el sofá cama, le puse unas sábanas, me desnudé del todo, como siempre, y me dormí todavía calentito por culpa de Mercedes.
Desperté cuando noté que alguien se metía en la cama y se me pegaba a la espalda.
- Ya no estoy borracha y me sigue apeteciendo acostarme contigo. –Susurró Mercedes en mi oído, mientras me cogía el nabo con una mano-.
Sabía que no era una buena idea liarme con Mercedes, más estando Antonia por en medio, pero también pensé que Antonia estaría haciendo lo que le diera la gana, pasando de mí. ¿Por qué no iba yo a pasarlo con bien con una chica tan agradable y tan buenorra? El nabo respondió de inmediato a las caricias de Mercedes. Me di la vuelta y me puse de cara a ella, abrazándola y pegándole la polla a la barriguita. Estaba todavía con el sujetador y el tanga.
- Te has levantado muy traviesa –le dije-.
- Es que yo soy muy traviesa y me apetece mucho esta mañana follar contigo.
- Bueno, veremos que se puede hacer.
Bajé una mano, se la metí por dentro del tanga hasta llegar a su chocho. Ella reaccionó cerrando los ojos y con un fuerte gemido. Lo tenía auténticamente encharcado. Aquello no podía ser del minuto que llevaba en mi cama.
- ¡Qué barbaridad chica! ¿Qué has estado haciendo para estar ya así? –Le susurré mientras seguía sobándole el chocho-.
- Soy una mujer muy apasionada, además normalmente sueños tórridos y húmedos.
- ¿Y qué has estado soñando esta noche?
- Muchas cosas.
- Cuéntame alguna.
- Bueno, pero a condición de que sigas tocándome el chocho.
- De acuerdo.
- Soñé que me despertaba con una tremendas ganas de orinar, me levantaba para ir al baño y al entrar tú estabas bajo el agua de la ducha completamente empalmado, haciéndote un pajote. Me encantó tu polla y decidí meterme en la ducha contigo, todavía con el sujetador y el tanga.
El sueño de Mercedes me estaba poniendo todavía más caliente de lo que ya estaba desde la tarde anterior. Ella, iba salpicando la narración con gemidos provocados por el trabajo de mi mano en su chocho. Mercedes continuó:
- Te abrazaba de frente, tú llevabas las manos a mi culo y me apretabas contra ti. Sentía tu polla en mi vientre y me movía a un lado y a otro para masturbarla. De pronto no pude soportar más las ganas de orinar, me eché el tanga a un lado y me meé sobre las piernas de los dos. Tú, al notar el calor de la meada, me dijiste “me encanta lo guarra que eres” y me metiste la lengua hasta la campanilla.
Mercedes me volvió a coger la polla, mientras yo seguía sobándole el chocho. Estaba casi convencido de que el sueño se lo estaba inventado sobre la marcha, pero eso me ponía todavía más caliente. Deje su chocho un instante para soltarle el sujetador y poder chupar sus tetas. Tenía unas tetas de lujuria, grandes, duras, blancas, con unas areolas del tamaño de una galleta María y unos pezones pequeños pero durísimos.
- Tienes una cabeza muy marrana –le dije empezando a comerme sus tetas y devolviendo mi mano a su chocho-.
- ¿Quieres que termine de contarte el sueño o follamos ya?
- Sigue contándomelo, que me estás poniendo mucho.
- Escuchar que me llamaras guarra me volvió loca, así que te agarré la polla con las manos. Tú me sacaste las tetas del sujetador antes de quitármelo y apretándolas con las manos me mordías los pezones. Después me quitaste el tanga y te pusiste de rodillas para chuparme el coño. Terminé de quitarme el sujetador y me sobaba las tetas mientras que tú me seguías comiendo el coño.
¡Vaya con la imaginación de Mercedes! Para colmo hablaba con una vez grave y calentorra que me estaba sacando de mis casillas. Cogí sus deseos al vuelo, me deshice de la sábana, me puse entre sus piernas y empecé a chuparle el coño desde el clítoris hasta el ojete. A Mercedes cada vez le costaba más trabajo seguir hablando y lo hacía alternando con fuertes gemidos
- No podía aguantar más el calentón… agggg… pero no quería correrme todavía… uffff... tu lengua destrozaba mi voluntad… aggg,ufff… y cuando me cogiste los labios menores con tus dientes… ¡Me corro, me corro, sigue, sigue, sigue…!
Mercedes se corrió como una loca en su cuento y en la realidad, quedando inerte en la cama. Fui subiendo dándole besos por su barriguita, follándole el profundo ombligo con la lengua, mordiéndole suavemente los pezones, hasta terminar besándola en la boca.
- Carlos que bueno. Hacía tiempo que no me corría de esta manera.
- Con tu cuerpo lleno de morbo y con tu cabeza guarra, me tienes para reventar.
- Túmbate boca arriba y verás lo que es reventar.
La obedecí. Ella se incorporó, poniéndose entre mis piernas, me cogió la polla, se la metió entre las tetas y las apretó. Mi polla se perdía por completo entre ellas. Nos mirábamos a los ojos, ambos con expresión de deseo y vicio. Sus tetas eran suaves y estaban muy calientes. Se movía arriba y abajo y de vez en cuando dejaba caer saliva para lubricarlas. Después siguió bajando y se metió mi polla en la boca, primero un poco, pero después hasta los huevos.
- Mercedes te advierto que estoy muy caliente y todavía quiero follarte.
- ¿A qué esperas? –Dijo sentándose sobre mi polla, pero sin metérsela, dejándola en el centro de su chocho. Se movía adelante y atrás masturbándome a mí y a ella a la misma vez-. ¿Te gusta lo que te hago?
- Mucho, pero métetela ya.
Se puso en cuclillas y se la metió hasta el fondo. Yo le sobaba sus grandes tetas y le pellizcaba los pezones. Subía y bajaba sobre mi polla gimiendo. Yo también gemía con la follada que me estaba dando.
- Me voy a correr –le dije-.
- Yo también. Córrete dentro, tomo la píldora.
Nos corrimos a la vez entre gritos, quedando los dos como muertos sobre la cama. ¡Joder que polvazo! Volvimos a dormirnos hasta que Mercedes me despertó, proponiéndome que escenificáramos su sueño. Volvimos a echar otro polvazo de cuidado en la ducha y después nos fuimos a comer.
Antonia volvió sobre las ocho de la noche y por poco nos pilla dándonos el lote. Mercedes era una máquina sexual como había conocido a pocas.
La semana fue transcurriendo con la misma normalidad de la anterior, muchas horas de trabajo y poco descanso, más ahora que dormía en el sofá cama y éramos tres para usar el baño.
Una madrugada, entre sueños, me pareció escuchar que Antonia y Mercedes tenían una buena juerga en el dormitorio, preferí taparme la cabeza con la almohada y seguir durmiendo. Al parecer Mercedes también era bisexual.
La cosa se puso mala de verdad una noche que Antonia no salió de cervezas, sino que se vino directamente del trabajo al apartamento. Con cara de muy pocos amigos, mientras tomábamos algo de cena, nos miró a Mercedes y a mí y dijo:
- Me he enterado que el fin de semana pasado lo pasasteis en grande vosotros dos. –Yo creí morirme, ¿cómo coño se había enterado Antonia de eso?- A mí me da igual que folléis como conejos o como mandriles, ¡lo que me jode es que yo me tenga que pagar un hotel o un apartamento para follar, mientras vosotros estáis a mesa y mantel en mí casa!
Traté de iniciar una justificación, pero no me dejó abrir la boca.
- Carlos, te he apalabrado un apartamento y mañana te quiero fuera. Mercedes, te vas con tu padre, con tu madre o con quien se te ocurra pero también te quiero mañana fuera.
Cuando terminó de hablar se levantó y se metió en su dormitorio. Esa noche no pude casi dormir. La había cagado bien cagada. Por la mañana en la oficina convencí a Antonia para tomar unos cafés juntos y poder hablar.
- Antonia, lo siento muchísimo, ha sido una tontería fruto de la soledad y de la calentura. De todas formas, tú haces lo que te parece y yo no digo nada.
- Carlos ya te dije ayer que me da igual lo que folléis los dos o con quién folles tú. Lo que me jode es que sea en mí casa y que se entere todo el mundo. Te dije que Mercedes es muy cotilla y además cuenta todo lo que hace. ¡Coño que me he enterado por mi madre, fíjate si será de público conocimiento!
La cosa no tenía arreglo por ahora, así que me pedí la tarde en el trabajo para firmar el contrato del alquiler sin ver el piso y hacer la mudanza. Cuando fui al apartamento de Antonia por mis cosas, Mercedes estaba haciendo su maleta.
- Carlos, quería pedirte un favor, un gran favor.
- Dime.
- ¿Podría irme contigo unos días, hasta que busque alguna cosa compartida?
La cosa no me hacía gracia. No por Mercedes que era una buena persona, aunque un poco o un mucho bocazas, sino porque Antonia pudiera creer que estábamos liados más allá de un par de polvos. Pero no podía negarme, así que le dije que sí, pero sólo por unos días.
Antonia se había portando muy bien conmigo. El piso que me había buscado era estupendo, un ático con una estupenda terraza a la que daban el salón-cocina y el dormitorio principal, otro dormitorio y dos baños, uno en cada dormitorio, estaba un poco retirado del centro, pero cerca del trabajo. Como yo salía poco, me daba igual estar lejos del centro.
Mercedes y yo colocamos nuestras cosas y salimos a cenar. Estaba triste por lo que había ocurrido, pero tampoco podía castigarme y castigar a Mercedes con mis penas. Cuando volvimos de cenar, iba a despedirme de Mercedes para acostarme, pero ella dijo:
- Carlos no me gusta dormir sola. No hace falta que hagamos nada si tú no quieres, pero prefiero que durmamos juntos.
- Como quieras.
Mercedes tenía la misma costumbre que Antonia y yo, es decir, dormir desnuda, lo que me producía el gran placer de contemplarla y el enorme sufrimiento de no meterle mano, al menos hasta que pasara el duelo con Antonia.
El siguiente fin de semana Mercedes volvió a las andadas de sus sueños tórridos.
- Buenos días –me dijo en sujetador y tanga para despertarme con un café-. No te vas a creer lo que he soñado esta noche.
- ¿Con los angelitos?
- Ya sabes que no, yo sueño más bien cosas un poco subiditas de tono, que me ponen muy pasional por la mañana.
- Cuéntame entonces –le dije abriéndole la sábana para que se acostara. Me encantaba que me contase guarrerías, con la excusa de que las había soñado, para ponerme más caliente-.
- Yo estaba de viaje no sé bien ni dónde ni por qué. Me alojaba en un buen hotel, tampoco sé quién lo pagaría, porque yo nunca tengo un duro. Tenía un dolor de espalda tremendo, es lo que hay que pagar por tener estas tetas –dijo como pesándolas con las manos-. Pedí a recepción para que llamaran a un masajista que pudiera bajarme el dolor. Como a la media hora apareciste tú, aunque yo no te reconocía.
- Que buen trabajo me has buscado. –Ya sabía que a partir de ese momento iba a empezar a darme instrucciones de lo que le apetecía que le hiciera esa mañana-.
- Yo estaba en ropa interior y con el albornoz del hotel. Instalaste la camilla que traías, me dijiste que me tumbara boca abajo y te volviste de espaldas. Me quité el albornoz y obedecí tus instrucciones. –Mientras decía esto se puso boca abajo y echó la sábana para atrás-. Cogiste un frasco de aceite corporal y antes de empezar a darme el masaje me soltaste el sujetador.
Observé que sobre la mesilla de noche había dejado el frasco de aceite corporal, que normalmente estaba en el baño. Me puse de rodillas a la altura de sus muslos con el frasco en la mano y le solté el sujetador.
- Empezaste a darme aceite por toda la espalda y después a masajearme desde el principio del culo hasta los hombros. –Yo iba haciendo lo que ella narraba, lo malo era que podía dejarla lisiada si lo hacía mal y además con fuerza-. Me dijiste que muchas veces los dolores de espalda no proceden de sus músculos, sino de otras partes del cuerpo, por lo que necesitabas masajearlas también. Pasaste a mis piernas, sobándome el culo y la parte interior de los muslos y yo empecé a calentarme más de la cuenta.
- Yo sí que estoy ahora más caliente de la cuenta.
- Follamos ya o sigo recordando el sueño.
- Sigue con el sueño, que me gusta mucho.
- Me dijiste que me pusiera boca arriba. Lo hice y me quité el sujetador. Al verte te noté una erección tremenda debajo del pantalón blanco de enfermero que llevabas. Tú seguiste dándome el masaje por las piernas, desde los pies hasta la parte alta de los muslos. No podía quitar la vista del bulto de tu pantalón. –Yo hacía todo lo que ella iba narrando y mi calentón seguía subiendo y subiendo-. Después pasaste a masajearme las tetas, no pude más y te eché mano al bulto. La tenías durísima, como ahora. Como estabas de pié a mi lado, te bajé los pantalones, no llevabas calzoncillos y tu polla saltó como un resorte. –Me puse de pié al lado de la cama, a la altura de su cabeza. Ya me suponía lo que venía entonces-. Me giré y me metí tu polla en la boca, mientras tú no parabas de sobarme la cara interior de los muslos y las tetas.
- Mercedes estoy muy caliente y no voy a poder aguantar.
- Yo también estoy muy caliente –dijo al chuparme los huevos-. Me encantan tus huevos depilados, quítame el tanga y verás.
En efecto, el tanga estaba chorreando flujos. Le metí dos dedos en el chocho mientras con el pulgar le sobaba el clítoris.
- Me corro, me corro, no pares por Dios, aaaggg.
Gritó sin sacarse mi polla de su boca. No pude aguantar más, me corrí en su boca y ella se tragó todo el semen.
- Que buen desayuno, me gusta más que el café. –Dijo después de tragárselo-.
La convivencia diaria con Mercedes era fácil. Yo me levantaba temprano y ella se quedaba en la cama hasta media mañana, luego deambulaba por el apartamento durante el resto del día, hasta que la llamaba para cenar algo en la calle. Cuando volvíamos me acostaba y ella se quedaba viendo la tele, menos cuando algún día me decía cenando que había tenido un sueño húmedo durante la siesta y entonces se venía a la cama para contármelo.
Follar con Mercedes, además de un placer, era entretenido e incluso divertido con las burradas que se le ocurrían.
El miércoles antes de un puente que duraría desde el viernes por la tarde hasta el siguiente miércoles, me dijo:
- Carlos, abusando de tu hospitalidad, le he dicho a mi madre que se venga a pasar el puente. Salvo que me digas lo contrario, llega mañana.
Desde luego Mercedes tenía la cara como una piedra, pero al fin y al cabo a mi me daba igual que viniera su madre. Yo había quedado con Antonia en comer el sábado en un conocido restaurante, en el que coger mesa era un milagro y después esperaba poder pasar la tarde con ella.
Al día siguiente, cuando llegué por la noche al apartamento, ya había llegado la madre de Mercedes.
- Carlos, te presento a Julia, mi madre.
Era una mujer como de cuarenta y cinco o cincuenta años muy bien llevados. Un poco más alta que Mercedes, rubia natural, muy guapa y muy bronceada. Iba vestida con mucha elegancia, una blusa como de seda verde muy amplia, unos pantalones también muy amplios color crema y unos bonitos zapatos de tacón. Era imposible adivinar sus formas con esa ropa. Irradiaba serenidad.
- Encantado, Julia.
- Muchas gracias por acogerme en tu casa. Sé que es un abuso, pero si no vengo yo, no veo a Mercedes. Me he permitido preparar algo de cena.
- Estupendo –le dije-. Comer y cenar todos los días en la calle, además de caro es agotador.
Cenamos con un poco de vino, mientras Mercedes no paraba de hablar de lo divino y de lo humano, sobre todo de esto último, poniendo a su madre al día de la vida sentimental y sexual de todos sus amigos y conocidos.
Después de recoger la mesa, Mercedes siguió charlando con su madre. Cuando empezó a vencerme el sueño. Me disculpé y dije que me iba a la cama. Supuse que Mercedes dormiría con su madre, para evitar malos entendidos, pero me equivoqué de nuevo.
- Espera que me vaya contigo. No te importa, ¿verdad mamá? –Preguntó Mercedes a su madre-.
- Lo que tú quieras hija. Yo me voy también a la cama, el viaje me ha cansado.
- ¿No te importa lo que piense tu madre? –Le pregunté a Mercedes ya en el dormitorio, mientras nos desnudábamos-.
- Mi madre está acostumbra, tengo veintiséis años y me acuesto con quien me apetece, sin esperar su consentimiento. Además, he tenido un sueño muy caliente durante la siesta y tengo que contártelo.
- Ahora me muero se sueño, mañana me lo cuentas. –Dije ya bajo las sábanas-.
Mercedes se acostó también y me abrazó por detrás hasta que me quedé dormido.
A la mañana siguiente salí temprano y deje a las dos durmiendo. Como era viernes, terminé de trabajar a medio día y volví al apartamento.
- Buenas tardes Julia, ¿no está Mercedes? –Dije al ver a Julia sola en el salón-.
- A última hora la han llamado unos amigos y se ha ido a pasar el puente con ellos.
¡Joder, lo de Mercedes no era tener la cara dura, era lo siguiente! Venía su madre para estar con ella, ella se iba y me encasquetaba a la madre todo el puente.
- Vaya lo lamento –le dije a Julia de corazón-.
- No te preocupes por mí, ya la conozco. Si no te importa me quedo esta tarde y mañana me vuelvo a casa.
- ¿Por qué me iba a importar? Quédate el tiempo que quieras.
Comimos, después me puse a trabajar un rato en el salón en algunas cosas que tenía atrasadas y Julia se fue a leer a su habitación. No me podía quitar de la cabeza el rostro que le echaba Mercedes a la vida. Era una buena chica, pero le daba igual todo.
Al caer la tarde llamé a Antonia para recordarle la comida del día siguiente:
- Hola Carlos, ahora mismo te iba a llamar. Tendremos que retrasar la comida, al final me voy con unos amigos de puente.
- ¡Pero Antonia, habíamos quedado hace días y tengo la reserva hecha!
- Lo siendo Carlos, pero se han cambiado los planes.
Cuando colgué el teléfono tenía un cabreo de puta madre. Antonia me dejaba tirado cada vez que se le ocurría y yo a mamarla. Decidí irme a un pub a tomarme un par o dos de whiskys y cocerme un poco. Mañana llamaría al restaurante para anular la reserva, no iba a ir yo solo. Me despedí de Julia a través de la puerta de su dormitorio y me fui.
Volví pasada la una de la madrugada bastante cocido. Al abrir la puerta y encender la luz me pareció ver durante menos de un segundo a Julia desnuda de espaldas entrando en su dormitorio. Cerré la puerta y miré al dormitorio de Julia, parecía estar durmiendo tan tranquila. Los whiskys me habían hecho ver visiones, pero unas visiones muy agradables. Con la media borrachera que tenía, se me ocurrió que no iba anular la reserva para el día siguiente en el restaurante, sino que iba a invitar a Julia. ¡Qué coño, que disfrutáramos los que nos habíamos quedado tirados! Antes de dormirme me vino otra vez la fugaz visión que había tenido de Julia desnuda. Aunque hubiera sido una alucinación, la verdad es que era muy erótica. Julia tenía un bronceado integral y un culo y unas piernas preciosas.
A la mañana siguiente me levanté tarde, me puse el albornoz y fui a la cocina a prepararme un café que me bajara la resaca. Julia estaba desayunando.
- He preparado café, ¿quieres algo de comer?
- No gracias Julia, pero el café sí que me lo voy a tomar.
Me sirvió un café y me senté con ella.
- He pensado en irme antes de comer, así te quedas tranquilo.
- No por favor Julia. Había hecho una reserva en el “Cunini” para comer con Antonia, pero me ha dejado tirado y no me apetece perder la reserva con lo difícil que es cogerla. Te invito a comer y que le den por culo al mundo.
- Acepto, me han hablado muy bien de ese restaurante y hace tiempo que no salgo a comer sola con un joven tan atractivo.
- Muchas gracias por el cumplido, pero el placer será mío.
Durante las siguientes tres horas Julia se recluyó en su habitación y yo salí a la terraza, el día estaba estupendo. Sobre la una y media me aseé y me vestí para la comida. Quería estar presentable para Julia. La esperé en el salón hasta que salió de su dormitorio. Era otra mujer. Se había alisado el pelo y se había maquillado para realzar la belleza de sus ojos, pero sobre todo se había puesto un vestido rojo entallado, por encima de las rodillas que permitía admirar la forma de su cuerpo. Se adivinaban unas tetas grandes, tal vez todavía más que las de su hija, un culo y unas caderas de infarto y unas bonitas piernas muy bronceadas.
- ¡Qué barbaridad Julia, estás espléndida! Lástima que no tengas la pareja que mereces.
- No te burles de mí, que soy mayor que tú.
- Nadie podrá adivinarlo.
Llegamos al restaurante, pedimos unos Martinis y la comida.
- Lamento que no hayas podido venir con Antonia.
- Deja a Antonia, no me la recuerdes que me vuelvo a cabrear y no quiero comiendo con una mujer tan guapa como tú.
- ¿Te puedo hacer una pregunta?
- Claro, ya veré yo si te las contesto.
- ¿Qué haces con la descerebrada de mi hija?
- Buena pregunta, pero no puedo darte una respuesta, porque no la sé. Se me acopló cuando Antonia nos echó de su casa. Tienes razón al decir que es una descerebrada, pero es una buena chica, me hace compañía y es bastante divertida.
- Viviendo con Mercedes no vas a conquistar a Antonia, que es lo que de verdad deseas. Ella sabe cómo es mi hija y sabrá perfectamente que se ha encamado contigo.
- No lo dudo, pero Antonia también se encama con quien le da la gana y yo me tengo que aguantar.
Julia no se mordía la lengua y era una persona que parecía saber escuchar.
- Julia, te pido discreción sobre lo que hablemos.
- Yo no soy como Mercedes, que es una bocazas. Lo que hablemos entre tú y yo se queda entre los dos.
- Gracias Julia. Estoy bastante perdido personalmente, quiero a Antonia, pero ella parece que a mí no. De todas formas me viene bien esta situación, después de mi matrimonio y del divorcio, me apetece estar con otras mujeres y, por ahora, la cosa no ha ido mal del todo.
- Es natural que hagas el pendón un tiempo.
- ¿Y tú, que haces con tu vida? –Le pregunté para cambiar de tema-.
- Pues casi nada. Estoy en una época tranquila de mi vida, cerrando algunas páginas y preparándome para hacerme mayor.
- No digas cosas raras, eres una mujer encantadora y preciosa. ¿Cómo es que te separaste?
- Mi marido era un tontaina que no me entendía ni me daba lo que necesitaba. He sido siempre una mujer muy pasional, vamos muy caliente. –Ya he dicho antes que Julia no se mordía la lengua-. Me hubiera encantado hacer lo que ahora hacen Antonia o Mercedes, follar con quien les apetece sin mayores compromisos, pero eso no se podía hacer en mi juventud sin que te señalaran como puta. Me casé con el segundo noviete que tuve y a los pocos años de estar casados dejó de hacerme el más mínimo caso. Me centré en criar a mis hijas y cuando fueron mayores le di la papela a mi marido. Como tú, pensé en pendonear un tiempo, pero el mercado está horroroso, divorciados con hijos maleducados, niñatos que no saben follar ni comportarse, casados salidos, homosexuales que se han enterado tarde,…etc. Así que decidí estar tranquila y dedicarme a mí misma. ¿Y tú por qué te separaste?
- Mi ex mujer y yo no nos entendíamos nada en la cama. Es lo que pasa cuando te casas sin experiencia suficiente. Estoy de acuerdo contigo en que lo mejor es lo que están haciendo ahora Antonia o Mercedes: pasarlo bien a la edad en que hay que pasarlo bien.
Habíamos despachado casi toda la comida, los Martinis y una botella de Albariño. Estábamos los dos muy relajados con la conversación tan íntima que teníamos.
- Tienes un bronceado precioso, debes tomar mucho el sol. –Le dije a Julia-.
- Ya te he dicho que me dedico a cuidarme. Vivir en un sitio con playa es lo que tiene, además me he aficionado al nudismo.
¡Coño, a ver si la visión de ayer noche no había sido fruto de mi imaginación!
- Me encanta el nudismo, pero no lo practico.
- Entonces no te encanta, porque es lo fácil del mundo. Vas a una playa nudista o mixta, te empelotas y listo.
- Tienes razón, igual te llamo algún día para que me inicies.
- Cuando quieras, yo voy casi todos los días que el tiempo lo permite.
Habíamos terminado de comer, nos ofrecieron unos chupitos, pero preferimos tomarnos unos whiskys.
- Gracias, me ha gustado mucho la comida y la conversación. –Dijo Julia-. No me extraña que mi hija te haga la rosca, eres un mirlo blanco.
- Gracias a ti. Has convertido un medio día triste en un placer, por lo menos para mí. –Le dije a Julia, cogiéndole cariñosamente la mano-.
- Carlos no empieces lo que no vayas a terminar.
- No te entiendo Julia.
- Pues es bien fácil. Estás a gusto conmigo, sé que soy una mujer todavía atractiva y a ti te gusta ronear como deporte. Puedes seguir o dejarlo ya, pero si sigues, que sea hasta el final.
Volví a comprobar que Julia no tenía pelos en la lengua. Me había puesto en una situación complicada. Me apetecía mucho estar con ella, pero era la madre de la chica con la que me acostaba y podía ser otro lío con Antonia como se enterara.
- Carlos, yo no quiero nada más que pasar un buen rato, si se tercia. –Continuó Julia-. Somos libres y ya somos los dos bastante mayorcitos para andarnos con tonterías. Intuyo que tienes en la cabeza que soy la madre de una chica con la que follas, lo mismo que yo tengo en la cabeza que eres uno de los hombres con los que folla mi hija, pero eso es cuenta de vosotros dos no mía.
Después de decir esto, se levantó y fue al servicio. La miré como caminaba y desde luego era una mujer de lo más apetecible. Pedí la cuenta y nos marchamos.
Cuando llegamos de vuelta al apartamento eran las cinco de la tarde, le ofrecí abrir una botella de champán para echar la tarde, Julia aceptó encantada y salimos a la terraza a tomarla. El día seguía espléndido.
- Carlos, en efecto estás bastante perdido. -Dijo mientras bebía su primera copa-. Dices que estás colado por Antonia, pero no haces nada para enamorarla y encima te acuestas con mi hija sin saber por qué, dices que te encanta el nudismo, pero en tu vida lo has hecho y ahora estas deseando follar conmigo, pero no te atreves a dar el paso.
- Creo que me has calado en profundidad.
- Aclárate Carlos, que te mueven las olas y la corriente y tú, simplemente te dejas llevar. La vida es demasiado corta para dejarse llevar sin rumbo.
Se levantó y se fue a su habitación, dejándome pensando lo que acababa de decirme. Terminé mi copa y me fui a la cama a dormir la siesta. Estuve todo el tiempo soñando con Julia, aunque no recuerdo lo que ocurría en los sueños, yo no tenía la capacidad de Mercedes. Cuando desperté pensé que efectivamente estaba perdido. Fuera del dormitorio estaba un encanto de mujer con la que deseaba acostarme, pero Antonia y Mercedes, cada una por una cosa, me lastraban, aunque Antonia no me hacía caso y estaría follando en alguna parte y Mercedes se me había acoplado y encamado, sin yo comerlo ni beberlo. Al final decidí levantarme e ir a buscar a Julia.
Me puse el albornoz y fui al salón, Julia no estaba. Temí que se hubiera ido, lo que por otra parte estaría plenamente justificado. Llamé a la puerta de su dormitorio.
- ¿Sí? –Me contestó, menos mal, no se había ido-.
- Hola Julia, ¿puedo pasar?
- Por supuesto, estás en tu casa.
Abrí la puerta y entré. Estaba sentada en la cama leyendo en sujetador y tanga blancos. La escena era igual que la del cuadro de Hopper. Me quedé un rato mirándola sin hablar, estaba preciosa, las tetas muy bronceadas le desbordaban el sujetador. Me senté a su lado y la besé en la boca. Cuando me separé, dijo:
- Parece que la siesta te ha aclarado algunas ideas.
- Más de las que crees. –Le contesté y volví a besarla-. ¿Terminamos la botella de champán?
- ¿Por qué no?
Se levantó, me tomó de la mano para que la siguiera y salimos al salón. Tenía un culo más grande que pequeño, respingón y en forma de pera. La tirilla del tanga se perdía entre sus nalgas. Cogí la botella y serví las copas. Antes de sentarnos en el sofá me dijo:
- No me gusta estar yo sola medio en pelotas o te quitas el albornoz o me lo pongo yo.
Me quité el albornoz, no llevaba nada debajo y tenía la polla morcillona. Me gustó quedarme desnudo frente a ella.
- ¿Y en qué te has aclarado? –Me preguntó-.
- Voy a ganarme a Antonia. Voy a poner a Mercedes de patitas en la calle. Si te apetece, mañana vamos a una playa nudista. Y lo que es más importante ahora, estoy deseando follar contigo.
Me acerqué a ella, que seguía de pié, y la volví a besar. Tenía una boca suave y movía su lengua junto a la mía. Le puse las manos en el culo y la pegué a mí. Sus tetas se apretaban contra mi pecho y mi polla, ya en erección, contra su vientre.
- Como mi hija no se puede callar, me ha dicho que follas muy bien, que eres capaz de darle mucho placer a una mujer.
- Eso intento al menos, pero no sé cuanto aguantaré con una mujer tan espléndida como tú.
Quería terminar de desnudarla, pero a la misma vez me gustaba verla en ropa interior, siempre he sido muy fetichista de la ropa interior. La cogí de la mano, la senté en el sofá y me puse de cara encima de ella para seguir besándola.
- Me gusta que vayas sin prisas –me dijo cuando dejamos de besarnos-.
- Tenemos, al menos, todo un puente para nosotros.
Su piel era muy suave. La tenía abrazada contra mí, acariciándole la espalda. Ella bajó su mano hasta cogerme el nabo.
- Bendita juventud. Estoy harta de pollas morcillonas.
- Ten cuidado que estoy muy caliente –le dije cuando noté su mano en mi polla-.
- Con tu edad no tendrás problema en correrte varias veces.
- Más vale no tentar la suerte.
Me puse de rodillas entre sus piernas y le fui dando suaves bocados en la cara interior de los muslos. Empezó a suspirar cuando me acerqué a sus ingles. Le desplacé el tanga hacia un lado. Tenía el coño depilado, excepto una fina línea de pelo rubio en el centro que le llegaba hasta el principio del vientre. Tenía un coño grande, con los labios menores ya fuera. Olía a mujer, mezclado con un suave perfume.
- ¿Te perfumas el chocho?
- Claro, para eso me dejo un poco de pelo ahí abajo.
Empecé a lamerle todo el coño, con especial insistencia en el clítoris. Cuando podía miraba su cara. Unas veces tenía los ojos cerrados y otras me miraba a los ojos. Fue a quitarse el sujetador, pero le dije que esperara. Colocó entonces sus manos sobre mi cabeza y fue revolviéndome el pelo. Gemía quedamente.
- Carlos lo haces muy bien. A ver si la que no va a poder aguantar soy yo.
- Estoy convencido de que no eres una mujer de un solo orgasmo.
- De muy jovencita podía correrme hasta tres veces en la misma paja, pero la edad no perdona ni eso.
- Qué edad, si tienes el coño de una jovencita.
- Calla un rato y sigue comiéndote mi chocho de jovencita.
Le subí las piernas para poder llegar hasta su ojete y se lo chupé lentamente. Sus gemidos subieron de tono.
- Sigue ahí, has dado con mi punto débil. Me vuelve loca que me coman el culo.
Seguí chupando su ojete, mientras con las manos le acariciaba el clítoris.
- Eres un chico muy malo con esta pobre mujer madura. Si sigues me corro.
- Pues córrete, ¿quién te lo impide?
- ¡Aaggg, que placer, me voy, me voy, me voy…!
Cuando se corrió puse la boca en su chocho para saborear sus muy abundantes jugos. Luego me senté a su lado y la besé en la boca.
- ¡Qué bueno Carlos y qué largo! Me he quedado sin fuerzas, así que vas a tener que esperar un poquito a que me reponga.
Su cara mostraba una expresión de relajo total. Sus tetas me llamaban, pero quería esperar a que se repusiera.
- ¿Cómo deja Antonia que le hagas esto a otras mujeres, en vez de quedarse con el monopolio?
- Entre tú y yo tengo que decirte que Antonia también folla de maravilla.
- Pues debéis hacer una pareja de escándalo follando.
- Con lo que me divierto mucho es con las historias guarras que cuenta tu hija en la cama.
- ¿Se inventa historias guarras?
- Ella dice que son los sueños húmedos que tiene, pero yo estoy convencido de que son historias que se inventa.
- Tiene gracia, eso es lo único que no cuenta. Deberías conocer a mi hija pequeña o mejor dicho mi hija pequeña debería conocerte a ti.
- ¿Por qué?
- Es todo lo contrario que Mercedes. Se casó muy joven con un imbécil que la tiene amargada y seguro que mal follada. Le convendría conocer a otros hombres o mujeres y dejar al imbécil ahora que todavía es una chiquilla. Pero dejemos a las demás y vamos a lo nuestro.
El nabo no se me había bajado ni un milímetro, más bien al contrario. Me puse de rodillas sobre ella a la altura de su vientre. Había llegado el momento de disfrutar de sus tetas. Me cogí el nabo y le fui golpeando las tetas, todavía sin quitarle el sujetador. Me encantan los sujetadores que quedan un poco pequeños. Dar golpecitos con la polla sobre la carnosidad de las tetas apretadas que les sobresalen es un placer de dioses.
- Tienes unas tetas que ya quisieran las jovencitas.
- Después de tener a mis dos hijas, me crecieron bastante, pero también perdieron la dureza que tenían antes. De todas formas estoy muy contenta con ellas. No sabes las miradas de envidia que provocan en la playa nudista.
Decidí quitarle finalmente el sujetador. Le bajé los tirantes y se los saqué de los brazos, luego tiré del sujetador hacia abajo. Tenía las areolas grandes y oscuras y los pezones muy duros y de buen tamaño. El bronceado integral le sentaba de maravilla a sus tetas. Coloqué la polla entre las tetas y ella las apretó con sus manos. Tenía tal cantidad de líquido preseminal que la polla resbalaba sin problemas.
- Me gustan tu polla y tus huevos depilados.
- Es una costumbre reciente. Antonia me afeitó un día y después me compré una maquinilla para mantenerme depilado.
- Pues se la deberías prestar a Mercedes, porque va hecha un adefesio. Debe ser un placer que otra persona te afeite los bajos. Estoy viendo que Antonia y tú sois muy marranos.
- No todo lo que a mí me gustaría. –Le dije sin parar de moverme entre sus suaves tetas-.
- Déjame que te coma la polla.
- Tú también eres bastante marrana –le dije metiéndosela en la boca-.
Chupaba lentamente, jugando con la lengua, mientras me tenía cogidos los huevos con una mano. Después de un buen rato, me dijo:
- ¿Tardas siempre tanto en correrte?
- Normalmente no, pero hoy quiero prolongarlo todo lo que pueda. ¿Quieres que te la meta?
- Sí, pero por el culo. No tomo anticonceptivos y no quiero que tengamos un lío muy gordo.
- Entonces tendré que volver a trabajártelo para que esté bien abierto. Ponte de espaldas.
Julia obedeció. Le quité el tanga, que estaba para meterlo en la secadora.
- Pues no dicen que las maduras tienen poco flujo, tú debes ser la honrosa excepción. –Le dije mientras me llevaba el tanga a la nariz para olerlo, lo que me puso todavía más caliente, si era posible-.
Me puse detrás de ella y metí la cara en su precioso culo, fui chupándole el ojete y metiendo primero un dedo y después dos, hasta que lo tuvo lo bastante distendido. Ella suspiraba y gemía.
- ¿Estás preparada?
- Como nunca he estado más.
Hay hombres que les gusta especialmente meterla por el culo, yo no soy de ellos. No voy a decir que no me guste, pero no más que por el chocho. Le metí la polla primero en el coño para lubricarla. Como me esperaba estaba muy húmedo. Le di unas cuantas embestidas y después puse la cabeza a la entrada del ojete y lentamente la fui introduciendo sin necesidad de más lubricante que el natural. Julia subió el volumen de sus gemidos. Mientras entraba y salía de su estrecho culo, le estaba acariciando el chocho con una mano y con la otra le sobaba las tetas.
- ¡Qué gusto Carlos, me voy a correr otra vez si sigues y no es justo que quedemos dos a cero!
- Córrete cuando quieras que yo estoy listo.
- ¡Ay Dios mío que me corro, que bueno, sigue, sigue, sigue…!
Cuando se corrió saqué la polla de su culo, ella se tumbó boca arriba en el sofá y me corrí sobre sus tetas soltando leche desde su cara hasta su vientre. Me dejé caer sobre ella y nos quedamos los dos quietos besándonos, hasta que nos dormimos.
Cuando desperté era ya de noche, encendí la luz y me quedé mirando a Julia que seguía durmiendo desnuda en el sofá. Estaba preciosa, pensé que era un pedazo de mujer que igual podría no haber conocido en mi vida. Me dije que, pese a todo, era un hombre con suerte. Este razonamiento me llevó a otro: si al final conseguía estar con Antonia, mis días de follador de la pradera se habrían acabado, salvo como después pasó, que nos aficionáramos a jugar con otras y otros.
Julia se despertó al cabo del rato, abrió los ojos y me vio que la estaba mirando embobado.
- Vamos dormilona que habrá que ducharse y salir a tomar algo.
- Lo de ducharse vale, lo de tomar algo ya veremos. ¿Qué quieres que me ponga más gorda todavía?
- No te quejes, que después lo pierdes haciendo ejercicios marranos.
La besé, nos levantamos y nos fuimos a la ducha. Tenía unas ganas horribles de mear y si empezaba a tontear con Julia me iba a empalmar y no habría manera. Julia abrió el grifo de la ducha y esperó a que el agua saliese caliente. Se volvió hacia mí y me cogió el nabo.
- Espera Julia, que tengo que mear.
- Pues méate, yo también estoy para reventar. –Me dijo, pero no me soltó la polla-.
- Así me va a ser difícil.
- Pues imítame –y se puso a mear sobre mis piernas tranquilamente-.
Verla mear me liberó y también empecé a mear sin que Julia me soltara la polla. Me echó el prepucio para atrás y se dirigió el chorro hacia las tetas.
- Me encanta ser tan guarra y que tú también lo seas. –Me dijo justo antes de besarme-.
Cuando terminamos de mear, cogí el bote de gel y fui enjabonándole todo el cuerpo.
- Tienes un cuerpo capaz de volver loco a cualquiera. –Le dije poniéndome detrás de ella y metiendo el nabo, otra vez duro como un palo, entre sus nalgas-.
- Ves como podías con más de uno –dijo al notar la polla entre sus nalgas, llevando su mano hacia atrás para cogerla-. Ahora no quiero correrme, sólo quiero hacerte una paja.
- Eres mala, lo que quieres es dejarme sin fuerzas para salir a cenar.
Se puso detrás de mí, clavándome las tetas en la espalda, con una mano me acariciaba los huevos y con la otra me pajeaba sin prisas. Me giré de frente a ella y la besé, sobándole el culo. Ella se metió mi polla entre los muslos moviéndose adelante y atrás.
- Me gusta mucho lo que me haces -le dije-.
- Calla que yo también estoy empezando a calentarme más de la cuenta.
Me sacó la polla de entre sus muslos y con la cabeza empezó a rozarse el clítoris.
- No decías que no querías correrte.
- Eso decía, pero he cambiado de opinión.
- Me estoy poniendo a punto.
- Y yo, córrete que me corro yo también.
Nos corrimos los dos a la vez besándonos, hasta que tuvimos que sentarnos en el plato de ducha sin fuerza en las piernas. No salimos a cenar, nos acostamos directamente y nos quedamos dormidos abrazados.
A la mañana siguiente me desperté antes que ella y le llevé un café a la cama.
- Si me sigues tratando así, no me voy a marchar.
- Tómate el café que nos vamos a la playa –le dije-.
- ¿Todas las mañanas te levantas así? –Dijo mirándome la erección que tenía-.
- Sí, es donde coloco los donuts para que mis invitadas se los coman.
- Te has levantado chulito hoy, ¿no?
- Venga levántate, que esto no te toca hasta que volvamos de la playa. ¿A qué playa quieres que vayamos? –Le pregunté-.
- Pues a la que voy yo normalmente en Vera, así después podemos quedarnos en mi casa, que está muy cerca.
- Por mí perfecto. No tenía planeado un puente en la playa, pero me parece muy bien.
Llegamos a la playa sobre la una. Antes de meternos en la arena nos paramos en un chiringuito a tomar algo. Después de pedir, Julia dijo que iba al servicio. Cuando volvió llevaba un pareo de cintura para abajo y las tetas al aire. En efecto, levantaba las miradas de todo el mundo con esas tetas.
- Preparada para la playa. –Dijo al sentarse-.
Yo empecé a notar que la polla se me ponía morcillona y me empecé a preocupar de que la cosa fuera a más.
- Oye, ¿si me empalmo que hago?
- No te vas a empalmar, pero si lo hicieras te tumbas boca abajo y escarbas.
Tomamos el vino y bajamos a la arena. Dimos un paseo por la orilla buscando un buen sitio donde sentarnos. A la mitad del paseo, Julia dijo:
- Bueno verás, esto es así. –Y se quitó el pareo, quedándose completamente desnuda-. Ahora te toca a ti.
Me quité la camiseta y el bañador, quedándome también en pelotas. Me dio un poco de corte, pero la verdad es que se me pasó enseguida. Era muy placentero estar desnudo en público y sentir la brisa y el sol en todo el cuerpo. Finalmente, colocamos la toalla en la arena y nos sentamos mirando al agua. Por la orilla paseaban hombres, mujeres y parejas desnudas. Me sentí el rey de la playa, porque estaba acompañado de la reina. Ni de lejos había una sola mujer que pudiera competir con ella. También comprobé que los hombres con un buen rabo iban normalmente depilados, mientras que los que lo tenían pequeño, se dejaban un melenón para disimular. Yo, aunque fuera depilado no estaba ni en una categoría ni en otra.
- Ligas mucho aquí –le pregunté a Julia-.
- No mucho, posiblemente puedas tú ligar más que yo. Hay mucho homosexual en esta zona.
Seguimos charlando hasta que dieron las tres de la tarde y decidimos ir a comer algo. La experiencia había sido estupenda y me había atrevido finalmente gracias a Julia. Ella se puso su pareo cubriéndose también las tetas y me ofreció otro a mí. En efecto no me había empalmado, pero me había puesto muy caliente, ya sentados en el chiringuito se lo dije:
- La experiencia me ha dado un calentón de cuidado.
- Y a mí, me pasa siempre que vengo y es casi todos los días, pero hoy me lo voy a quitar a base de bien, otros días me lo tengo que quitar yo sola.
Comimos a toda prisa para irnos a desfogar. Cuando nos montamos en el coche para irnos Julia se abrió el pareo dejando todo su cuerpo a la vista. Nos besamos como si tuviéramos dieciocho años y a mí se me puso un pollón como un cimbel, lo que no pasó desapercibido para Julia, que le echó mano de inmediato.
- Arranca y vámonos ya. –Me dijo ella-.
- Si no me sueltas no voy a poder conducir.
- No protestes y conduce, estamos aquí al lado.
Julia vivía en una urbanización próxima ni textil ni nudista, vamos indefinida, en la que cada uno hacía lo que le parecía. Cuando aparcamos dentro de la urbanización seguía completamente empalmado, sin visos de que se me bajara y sin poder disimularlo con el pareo. Me puse la mochila que llevaba tapándome el bulto y subimos las cosas del coche, fue abrir la puerta y tirarnos el uno encima del otro.
- Julia estoy que reviento de caliente.
- Y yo. Si me tocas me corro ahora mismo.
Y así fue, ella empezó a sobarme el nabo, yo metí la mano en su entrepierna y nos corrimos apoyados en la puerta.
- ¡Joder que vergüenza, ni un minuto! –Le dije a Julia al oído-.
- Pues anda que yo. Pero mejor, ahora podemos seguir un poco más calmados
El piso de Julia estaba bien, un salón de buen tamaño, con una terraza grande con vistas al mar, dos dormitorios, un baño con una bañera como para dos personas y una buena cocina.
Me dejé caer desnudo en el sofá y Julia, también desnuda, se colocó con la espalda pegada a mi pecho. La abracé por detrás y le besé el cuello y los hombros.
- Hazme una paja –me dijo en voz baja-.
En la misma posición llevé una mano a su chocho y otra a sus tetas. La fui sobando despacio, mientras seguía besándole el cuello y la oreja. Ella echó una mano hacia atrás y empezó a sobarme los huevos. No se me había bajado la erección ni después de correrme. Los dos gemíamos mientras nos acariciábamos mutuamente.
- Carlos no pares, que estoy otra vez a punto.
- Cógeme el nabo.
Lo hizo y volvimos a corrernos como hacía menos de media hora. Sin movernos nos quedamos dormidos.
Me despertó el timbre del teléfono de Julia, ella se levantó y lo cogió y yo seguí medio dormido en el sofá. A los diez minutos, me besó en la boca y me dijo:
- La loca de mi amiga Ángela llegará en media hora. –Me dijo. Yo la miré cómo diciéndole si no podía haber evitado la visita-. Imposible Carlos. Si quieres marcharte antes de que venga, lo entenderé.
- No me apetece marcharme, ¿pero quién es Ángela y qué le pasa?
- Es muy amiga desde hace años y es la tía que mejor se lo monta del mundo. Está casada y con dos hijos de unos quince años. Su marido, que gana bastante dinero con su empresa, la adora, está completamente encoñado con ella. Es un poco o mejor dicho bastante ligera de cascos. Más o menos dos veces al año le monta un pollo al marido por cualquier motivo, le encasqueta a los niños y se marcha de su casa con la excusa de que tiene que pensar en la relación. Si ha cazado antes, se marcha unos días con la pieza que haya cobrado y si no ha cazado, se viene aquí a ver qué piezas hay. En cualquier caso desfoga unos días y después vuelve a su casa diciéndole al marido que lo perdona, de no se sabe qué, y el otro calzonazos se vuelve loco de contento y además le hace un regalazo de vuelta a casa.
- Pues sí que se lo monta bien y vaya jeta que le echa a la vida.
- No lo sabes tú bien.
- Voy a ducharme y coloco las cosas en el dormitorio pequeño. –Le dije a Julia levantándome del sofá-.
- Ni se te ocurra, pon las cosas en mi dormitorio, vamos a dormir juntos. No voy a cometer el error de Antonia y dejarle el campo libre a Ángela, que es un halcón comparada con el gorrión de mi hija Mercedes.
Mientras me duchaba pensé en el morro que tiene el personal, vaya con la amiga Ángela. Me vestí y volví al salón. Ángela ya había llegado, tendría la misma edad que Julia, atractiva más que guapa, morena, de altura intermedia y un cuerpo de escándalo embutido en un vestido muy ajustado y descotado, que evidenciaba un duro trabajo de gimnasio y posiblemente del cirujano plástico. Cuando me vio miró a Julia y le dijo:
- Pero bueno Julia, ¿qué tenías escondido en tu dormitorio?
- Carlos te presento a mi amiga Ángela. –Me acerqué a ella para saludarla y ella se colgó de mi cuello para darme un par de besos en las mejillas-.
- Ángela compórtate mientras me ducho y me visto para salir a tomar algo. –Le dijo Julia con el dedo en alto-.
- ¿Qué piensas que le voy a hacer? –Contestó Ángela-.
- Mejor no lo pienso, porque entonces no me ducho –dijo Julia y salió de la habitación-.
- ¿Te importaría servirme un Martini? –Me preguntó Ángela-.
- Si lo encuentro no.
- ¿No conoces el piso?
- No, acabo de llegar hace un rato por primera vez.
Ángela se dirigió a un mueble del salón, se dobló por la cintura dejándome admirar la parte trasera de sus muslos en directo y su culazo a través del vestido, sacó una botella de Martini y me la pasó. Fui al frigorífico por hielo y limón y serví tres Martinis. Julia llegó inmediatamente, debía tener poca confianza en su amiga o en mí o en los dos.
Durante la cena Ángela dejó claro el plan que traía.
- Iba a irme con un chico que he conocido en el gimnasio, pero al final el tío tonto no podía, tenía que ir con la novia a casa de sus suegros, será pardillo, así que me dije, voy a hacerle una visita a Julia y así le hago un seguimiento al personal que esté disponible durante el puente.
- Yo creía que sólo venías a verme a mí –le dijo Julia con mucha guasa-.
- Eso también, pero no nos vamos a mentir entre nosotras. ¿Y tú Carlos que haces por aquí?
- Julia me ha invitado amablemente a pasar el puente en la playa.
- Estupendo, así podremos conocernos durante estos días.
Después de la cena, Ángela propuso ir a tomar unas copas a un pub cercano. El sitio era un antro de cuidado con una clientela que de media tendría diez o quince años menos que yo, que era el más joven de los tres. Ángela nos preguntó que queríamos y fue contoneándose hasta la barra a pedirlo, colocándose en el sitio en que más chicos jóvenes había y entablando conversación con ellos. Nos trajo las copas y volvió a la barra para seguir hablando con uno de ellos con pintas de macarra.
- Si la observas podrás aprender lo que es una loba cazando. –Dijo Julia-.
En efecto, a los diez minutos ya tenía el brazo echado sobre el hombro de él y él la tenía rodeada por la cintura.
- Vámonos, estoy cansada. Ángela tiene las llaves y volverá cuando se le ocurra, sola o acompañada.
La dejamos en el pub y volvimos a casa de Julia. Ya en la cama abracé a Julia y le dije:
- Vaya personaje que es tu amiga Ángela.
- Bueno, ha sabido montárselo muy bien. No ha dado un palo al agua en su vida, el marido la venera, yo creo que ella también lo quiere, aunque a su manera, y se monta sus escapadas para desfogar el carácter pasional que tiene. No le hace daño a nadie y si dejara al marido no creo que él pudiera soportarlo.
Cuando nos estábamos quedando dormidos oímos ruidos en el salón. Ángela habría vuelto, pero como a los cinco minutos unos gritos procedentes del salón nos sacaron del sueño. Eran de Ángela:
- ¡A la puta calle! ¡Vete a tomar por culo, imbécil! ¿Pero que te has creído pedazo de mierda?
Salimos disparados de la cama desnudos como estábamos. Cuando llegamos al salón, Ángela estaba de pie en tanga y sujetador rojos cerrando de un portazo la puerta del piso.
- ¿Estás bien? ¿Pero qué ha pasado? –Le pregunto Julia a Ángela-.
- ¡Pues no que el niñato de mierda ese me ha pedido cien euros para follar conmigo! ¡Cien patadas en los cojones es lo que le he dicho que le iba a dar!
- Debes tener más cuidado con dónde te arrimas. –Le dijo Julia-.
- ¿Tengo yo pinta de una vieja que paga para follar? –Me preguntó Ángela mirándome de arriba abajo-.
- Pues no, eres una mujer muy atractiva. –Le contesté y efectivamente lo era-.
Ángela se sentó en el brazo del sofá y comenzó a llorar. Julia se acercó a ella para consolarla, diciéndole:
- No te pongas así. Seguro que el niñato iba ciego. Carlos por favor, sírvenos alguna copa para serenarnos.
Abrí el mueble en el que había visto que estaban las bebidas y saqué una botella de whisky, de la cocina traje unos vasos y hielo, serví las copas y se las pasé. Julia seguía tratando de consolarla. Ángela se fue tranquilizando y tras dar cuenta de las copas, Julia propuso que nos fuéramos a descansar. Julia y yo nos quedamos dormidos al momento. Al poco rato de dormirme noté que alguien, que tenía que ser Ángela, se metía también en la cama por el lado de Julia. Cuchichearon un poco y volví a quedarme dormido, estaba muerto.
Me desperté ya con el sol fuera, debía ser media mañana. Levanté la cabeza y allí estaban las dos durmiendo. Me puse el bañador para ocultar en lo posible que estaba empalmado y fui a preparar café. Cuando regresé al dormitorio a llevárselos ya estaban despiertas.
- Buenos días o buenas tardes casi –les dije-.
- Hola guapo –me contestó Julia-. Hoy tampoco me vas a traer unos donuts para desayunar.
El bañador no disimulaba demasiado mi estado, se rieron las dos y se incorporaron para tomar el café. Ya sabía que Julia se había acostado desnuda, pero al parecer Ángela también. Tenía unas tetas entre medianas y grandes muy bonitas, también bronceadas.
- Anda, baja por unos donuts y nos los traes como me contaste ayer, que nosotras te esperamos aquí en la cama. –Julia se había levantado con ganas de guasa-.
- Luego los compro y mañana os los sirvo. Vamos levantaros que hace un día de playa estupendo.
- Con que chico tan aburrido te has liado Julia, ¿o no es siempre tan soso?
- No empieces que no lo vas a descubrir. –Le contestó Julia a Ángela-.
Ángela se levantó de la cama, tenía un cuerpo muy apetecible, destacando su culo, también bronceado que debía estar duro como una piedra por el aspecto que daba. Cuando salía del dormitorio me dijo:
- Anoche desnudo, estabas más guapo que ahora con ese bañador. Me gustan los hombres con el paquete depilado.
Julia me abrió la sábana indicando que me acostase a su lado. Me quité el bañador y me metí bajo la sábana.
- Pobre Ángela, que disgusto se llevó ayer. –Comentó Julia-. Es que zorrea sin fijarse con quien lo hace.
- Qué le vamos a hacer. Anda tócame un poquito –le dije a Julia con voz calentorra-.
- ¿Qué te pasa, te has levantado calentito?
Julia empezó a sobarme la polla y los huevos mientras me besaba. Luego echó la sábana para abajo, se puso de rodillas y empezó a comerme el nabo. Sin distraerla de la tarea que tanto me estaba gustando, le fui sobando sus preciosas tetas. Cuando ya estaba bastante animado se incorporó y me dijo:
- Termina tú, me pone ver a los hombres hacerse pajas.
- No seas así, que marrana eres –protesté-.
- Venga, que yo voy a tocarme también y verás como también te gusta mirarme, cacho de guarro.
Me incorporé en la cama contra el cabecero y empecé con el manubrio, sin quitarle ojo a Julia que estaba sentada a los pies de la cama frente a mí y tampoco me quitaba ojo. Se tocaba el chocho lentamente, mientras se apretaba las tetas. Efectivamente me gustaba. Me gustaba como le iba cambiando la cara conforme se iba acercando al clímax, imagino que lo mismo que me pasaría a mí. Tan concentrado estaba en la cara y los gestos de Julia que debí tardar un rato en ver a Ángela desnuda, apoyada en el marco la puerta, tocándose también. Mirando a las dos y sabiéndome observado por las dos me estaba calentando muchísimo. Julia debió intuir que Ángela estaba en la habitación, al notar que mi mirada iba de ella a la puerta.
- Pendón, que te gusta la polla de mi amigo –le dijo Julia sin mirarla-.
- No está mal, pero me gusta más como se la maneja. ¿Ufff a qué no eres capaz de correrte más veces que yo?
- Recuerda, ahhgg, que no siempre era así.
No tenía ni idea de a que se estaban refiriendo, pero todavía me estaban poniendo más caliente.
- Ponte dónde te vea –le dijo Julia a Ángela-, que si no haces trampas.
Ángela se sentó también en la cama, formábamos un triángulo que nos permitía vernos los unos a los otros. Ángela llevaba el chocho con una fina capa de vello. Cada una se sobaba el coño, unas veces con una mano y otras con las dos. Yo seguía con el manubrio y la situación me resultaba de lo más excitante, dos preciosas maduras dejándome ver como se hacían una paja, un acto que se supone íntimo, pero que ahora era colectivo. Ángela comenzó a gemir más fuerte y a mover las manos con mayor rapidez, hasta que explotó diciendo:
- ¡Me corro, me corro, agghhh, que bueno, que bueno…! –Y tras haberse corrido dijo:- Julia cero, Ángela uno.
Bajó el ritmo de sobarse, pero no lo detuvo del todo. Julia también subió el ritmo de meterse los dedos en el coño y de acariciarse el clítoris, hasta que también empezó a correrse.
- ¡Uufff, que gusto, que bueno, agghh…! Zorra, empatadas.
Como había hecho Ángela antes, bajó el ritmo pero no dejó de acariciarse. La habitación olía ahora intensamente a sexo de mujer, lo que terminó de ponerme y me corrí.
- ¡Ah, ah, ah, que me voy, que no puedo más, agghhh…! –Grité soltando chorros de leche sobre mi vientre y mi pecho-.
Me quedé con la cabeza contra el cabecero, los ojos cerrados y la mano pringosa.
- No pares, sigue despacio y verás cómo te vuelves a correr dentro de poco. –Me dijo Julia, que seguía sobándose-.
Yo, al hacerme pajas, cuando había terminado de correrme dejaba el tema, al poco tiempo se me bajaba la erección y hasta otra, pero le hice caso a Julia y seguí con el sube y baja, mientras me acariciaba los huevos. No tenía esperanza de volver a correrme, pero lo cierto es que me seguía resultando muy placentero.
- Sois una pareja de guarros. –Dijo Ángela sin dejar de sobarse el chocho y apretarse las tetas-. En vez de follar entre vosotros, os gusta mirar cómo me hago una paja.
- ¡Vamos que a ti no te gusta mirar y ponerte más caliente de lo que ya estás habitualmente! –Le contestó Julia-.
- Yo estoy sola, aagghhh, y vosotros no.
Seguimos cada uno a lo suyo, hasta que Julia volvió a correrse.
- ¡Otro, otro, uuuuuuy, no aguanto más, qué gusto…! Te voy ganando zorra. –Gritó Julia y se dejó caer de lado sobre la cama-.
- ¿Ya no puedes más? –Dijo Ángela-. Estás vieja Julia, antes podías con tres.
Las amigas debían tener una buena historia de pajas a dúo con concurso añadido. Yo también empezaba a estar otra vez a punto y subí el ritmo. Me dolía la polla, pero también me daba mucho placer. Observé la cara de Ángela y estaba roja como un tomate y con expresión entre dolor y placer, volvió a incrementar el ritmo de follarse con los dedos y terminó gritando:
- ¡Toma, toma, toma el segundo y más fuerte, ahhhhhh…! Empatadas de nuevo.
Se dejó caer también de lado sobre la cama y al momento yo volví a correrme soltando mucha menos leche, pero con mucho más placer.
¡Vaya dos maduras calentorras con las que me había juntado! Yo había jugado algunas veces con Antonia, a hacernos cada uno una paja mirándonos, en cierto modo era una manera de expresar que no había inhibiciones entre nosotros, pero eso de ser tres y encima con dos corridas cada uno, no lo había ni imaginado.
Al rato nos levantamos, yo me duché porque tenía el vientre y el pecho pegajosos y nos fuimos a la playa sólo con el pareo y una toalla. Tomamos un café en el chiringuito antes de ir a la arena. Tenía un escozor en la polla que no era normal, debía tener el capullo en carne viva.
Me había quedado con la curiosidad de dónde les venía la costumbre de hacerse pajas en comunidad, así que cuando nos sentamos en la arena, los tres desnudos, les pregunté:
- ¿Desde cuándo os hacéis pajas en comunidad y contáis las veces que os corréis?
- Desde que éramos adolescentes, más menos con dieciséis añitos. –Me contestó Ángela y continuó:- Cuéntaselo tú Julia, que veras como todavía el jovencito se vuelve a empalmar.
- Como te he dicho, nosotras somos amigas desde el instituto y muchas tardes estudiábamos juntas, normalmente en casa de Ángela porque estábamos más tranquilas. Muchas veces nos habíamos contado una a otra las pajas que nos hacíamos al acostaros o al levantarnos y las dos sabíamos que éramos muy calientes. Una tarde que estábamos solas en su casa, Ángela sacó de una carpeta de apuntes antiguos una revista guarra que le había mangado al hermano.
- Se la había descubierto debajo del colchón y se la quité, lógicamente no se atrevió a preguntar por ella y el pobre se quedó sin revista.
- La puso sobre la mesa entre las dos, estaba bien manoseada y empezamos a verla. Como imaginarás era una revista de los años sesenta en blanco y negro. Yo no he visto más pelo en mi vida, mujeres y hombres tenían un pelucón en los bajos, para hacer con cada uno una almohada, ellas estaban más bien gorditas y con grandes tetas, ellos más bien tirillas y con unas pollas muy normalitas. Los moños y las pelucas de las mujeres eran una cosa espectacular e imposible de saber cómo se les mantenía tal cual con las folladas que se metían.
Me tuve que tumbar boca abajo en la arena. La historia que estaba contando Julia me estaba poniendo otra vez cachondo. Por supuesto ellas se dieron cuenta del motivo y empezaron a reírse.
- ¿Qué te pasa Carlos? ¿No estarás otra vez empalmado? –Me dijo Ángela y después continuó:- ¡Qué suerte tienes Julia, lo de tu amigo no es normal!
- Dejadme seguir –dijo Julia entre risas-. La revista nos puso a las dos cachondas perdidas. Mientras pasábamos lentamente las páginas no pudimos evitar que alguna mano fuera de vez en cuando al chochito. Al de cada una por supuesto, nos gustaban y nos gustan demasiado los hombres para ser lesbianas. La cosa fue cada vez a más, ya no era un roce descuidado, sino bien continuo. De pronto llegamos a la página central de la revista. Una sola foto ocupaba las dos páginas, me acuerdo de ella como si la estuviera viendo ahora mismo: una mujer morena, desnuda, estaba sentada en una banqueta con las piernas muy abiertas, el pelo del chocho largo, negro y rizado le llegaba hasta el vientre, pero permitía ver una raja grande también llena de pelo por los bordes y muy abierta, las tetas, como no, eran también grandes y puntiagudas, luciendo unos pezones enormes; a su lado tenía a dos maromos negros de pié, también desnudos y con mucho pelo, luciendo unas pollas grandes, que parecían durísimas; la chica tenía las dos pollas cogidas con las manos y juntas se las estaba comiendo.
- ¿Tienes que ser tan descriptiva? –Le dije a Julia, porque mi calentón iba en aumento con la narración que hacía-.
- Por supuesto, tú has preguntado y yo te estoy contestando, así que déjame seguir. Nos quedamos las dos absortas con la imagen y Ángela que siempre ha sido la más lanzada, dijo que ya no podía más y se quitó el niqui y la faldita del uniforme y se metió la mano debajo de la horrorosa braguita que entonces nos obligaban a llevar. La miré y la imité, quedándonos las dos en ropa interior con una mano debajo de las bragas y la otra apretando nuestras tetitas o tetas, porque ya habíamos desarrollado bastante. –Imaginarme a las dos de jovencitas, ya no niñas, pero todavía no mujeres, primero con sus uniformes tocándose y después con los sujetadores y las bragas blancas de algodón que yo imaginaba que entonces llevaban las adolescentes me estaba poniendo todavía más malo. Julia continuó:- Ángela se corrió la primera, pero me dijo que seguía igual de caliente y siguió pajeándose. Yo me bajé las bragas a los pies para quitarme estorbos y seguí mirando la foto y sobándome hasta que me corrí también. Comprendí a Ángela, pese a haberme corrido seguía caliente como antes. Terminamos las dos desnudas y habiéndonos corrido tres veces cada una en menos de treinta minutos entre el primero y el último.
- Entonces podíamos más, ahora ya has visto que nos cuesta trabajo llegar a dos. –Dijo Ángela-.
- Lo cierto es que las pajas a dúo se impusieron y cada vez que nos quedábamos solas en su casa sacábamos la revista, nos desnudábamos y empezaba la fiesta, que terminó convirtiéndose en un duelo sobre cuál podía correrse más veces en la misma paja. Yo no logré pasar de tres, pero la guarra esta una tarde llegó a cinco.
Por favor si algo me sobaba mínimamente el nabo me corría otra vez. Ellas dijeron de bañarse y me invitaron a acompañarlas, pero yo no podía levantarme en el estado en el que estaba.
- Id vosotras delante y cuando pueda os acompaño.
Se volvieron a reír de mí y se fueron como dos sirenas al agua. Al cabo de un buen rato noté que la erección se me había bajado y aunque la tenía bien morcillona ya podía levantarme. Lo hice y corriendo me fui al agua. Estaban las dos juntas charlando con el agua justo por debajo de las tetas. Me acerqué a ellas y tras un breve saludo cogí una mano de Julia y la llevé a la polla, que respondió de manera automática.
- ¿No prefieres que te la haga Ángela, para que conozca el tacto de tu polla? –Me preguntó Julia-.
- Por mí encantado –contesté-.
Ángela metió las dos manos bajo el agua y me cogió los huevos y el nabo. Fue una vergüenza otra vez, me corrí al segundo meneo y ellas se rieron todo lo que pudieron.
Al poco rato subimos al piso para ducharnos y cambiarnos para comer. Eran unas mujeres tremendas, yo no podía rozarme el nabo con nada, pero las muy zorras me invitaron a mirarlas mientras se duchaban juntas. Ni se rozaron entre ellas, pero el espectáculo de sobe que me dio cada una de ellas me hizo empalmar de nuevo.
Fuimos a comer a un restaurante cercano. Ángela se empeñó en sentarse en una mesa bastante regular, cuando había un montón de ellas libres y mejores. Protesté un poco, pero Julia me dijo que me callase y señaló con la mirada a una mesa ocupada por dos hombres jóvenes que acababan de sentarse y que estaba justo al lado.
Ángela se sentó lo más cerca posible de la otra mesa y empezó a zorrear con los otros dos comensales desde el minuto uno. Al terminar de comer ya había conseguido entablar conversación con ellos y que la invitaran a tomar una copa después de la comida.
La dejamos allí y tras tomar nosotros una copa por el camino, volvimos al piso. Julia propuso que volviéramos a la playa, pero me excusé diciendo que estaba cansado. Se fue ella sola, mientras yo me echaba una siesta. Al despertar no había llegado ninguna y salí a comprar donuts para la mañana siguiente, quería darle una sorpresa a Julia.
Tendría que irme al día siguiente por la mañana, por la tarde tenía que preparar algunas cosas de trabajo. Julia regresó sobre las siete de la tarde. Yo estaba desnudo en el sofá para evitar cualquier roce en el nabo, se me plantó delante, se quitó el pareo quedándose desnuda y me dijo:
- Hoy he estado dos veces en la playa y esta tarde he visto a un negro con una polla como la catedral de Burgos pasar por delante de mí por lo menos seis veces, así que ya te puedes imaginar como estoy. ¿Qué me piensas hacer?
- Todo lo que tú quieras, siempre que no sea con el nabo. Lo tengo en carne viva.
- ¿La lengua la tienes bien? –Volvió a preguntar-.
- Divinamente.
- Pues primero quiero que me cuentes alguna de las historias guarras que te cuenta mi hija y luego ya veremos lo que me apetece.
La invité a sentarse a mi lado y recordé una historia buenísima que me había contado Mercedes, esa vez si creí que había sido un sueño.
- Verás, tu hija había encontrado, no sabía cómo, trabajo de repartidora de Amazon, de esas que cobran por horas y entregas. Era su última entrega del día. Como no tenía coche, hacía el reparto en bicicleta y estaba ya exhausta de pedalear. Tenía que entregar un paquete pequeño. Llamó al portero electrónico del bloque donde tenía que hacer la entrega y le abrió un hombre. Subió en el ascensor hasta el ático con la idea de entregar el paquete y salir corriendo o mejor dicho pedaleando hacia mi apartamento a descansar. Llamó a la puerta y le abrí yo mismo, cosa que a ella no le extrañó. Carlos …., preguntó. Al recibir una respuesta afirmativa dijo un paquete de Amazon, pero cuando iba a volver a coger el ascensor para bajar, al parecer le dije: pasa, por favor, nunca doy por recibido un paquete sin abrirlo antes, puede ser una cosa distinta a la pedida o venir estropeada. Ella protestó pero, según me dijo, me mantuve inflexible haciéndola pasar hasta el salón. Según ella fui por un cuchillo y abrí el paquete exterior, siempre bajo su atenta mirada.
Julia se había repanchingado en el sofá. Yo le hablaba al oído, mientras la acariciaba el vientre y las tetas.
- Dentro había otra caja con una foto del contenido en el paquete, un artefacto color violeta claro, con una forma fálica más grande a un lado y otra más pequeña al otro. Ella siguió mirando mientras yo abría la caja y comprobaba el contenido. La curiosidad de no saber lo que era, hizo que me preguntase para qué servía aquello. Es un regalo que le quiero hacer a mi novia, le contesté, se trata de un doble consolador-vibrador. Este lado se lo introduce ella en el chocho y el otro, a la misma vez, me lo mete a mí por el culo, a lo que ella me contestó, pues debe ser muy práctico
- Espera un momento. –Dijo Julia levantándose y yendo hacia el dormitorio, de donde regresó de inmediato-. Algo como esto.
Entonces me enseñó un cacharro de goma o de silicona exacto al que utilizamos Mercedes y yo el día que me contó la historia.
- Pues sí.
- La muy cochina me lo debió quitar de mi armario. He estado un mes sin encontrarlo, hasta que ahora lo he vuelto a ver. Ya le diré cuatro cosas, pero ahora sigue con la historia que me tienes cachonda perdida.
- Según me contó ella, yo le pedí probarlo, según le dije parte de sus obligaciones de repartidora, era comprobar la funcionalidad de los objetos que repartía. Ella me dijo que tenía un poco de prisa, pero que bueno, si era una obligación, que le iba a hacer. Sin pensarlo dos veces se desnudó, mientras yo lo hacía también. Necesitaremos un poco de lubricante, me dijo, tienes razón, le contesté y fui por un poco de gel al baño del dormitorio, ella me siguió y se tumbó en la cama del dormitorio.
Me levanté, cogí a Julia de la mano y la llevé al dormitorio, donde se tumbó en la cama. Fui al baño por el gel, pero encontré aceite corporal y me pareció más adecuado para la finalidad que iba a tener.
- Sigue contándome el sueño de Mercedes –me dijo Julia al volver-.
- Verás, Mercedes utiliza sus historias para indicar lo que en cada momento le apetece que le haga, así que voy a ir haciéndotelas cómo si fueras ella. Según me contó, le dije: de acuerdo con las instrucciones, primero debo hacer que te lubriques bastante, para introducirte el aparato en el coño. –Diciendo esto, abrí de piernas a Julia, me coloqué entre ellas y empecé a comerle el ojete y el chocho, que ya lo tenía realmente empapado-.
- Mi hija tiene una cabeza casi tan sucia como la mía. –Dijo Julia entre gemidos-. Pero sigue contando, no pares.
- Al parecer, cuando ya le había comido el chocho durante un buen rato, ella me dijo: prueba a meterlo, yo creo que ya estoy bastante mojada. Puse el aparato a la entrada de su raja, pero según ella no atinaba a introducirlo bien, así que lo cogió ella y de una vez se introdujo entera su parte. –Julia que había entendido perfectamente el juego, cogió el consolador y se lo introdujo en el chocho, activando la vibración-. Según me contó Mercedes, yo me quedé observándola, mientras ella se corría por primera vez.
- ¡Aaggg, este cacharro es fantástico, me voy a correr, pero no lo saaaaaques! –Julia se corrió entre gritos y se quedó tumbada en la cama-.
Yo, naturalmente, estaba ya completamente empalmado y el dolor en el capullo me impedía rozar cualquier cosa. Poco a poco Julia volvió a la vida.
- Sigue contándome, ¿qué pasó entonces?
- Pues según Mercedes, ella me dijo: ahora toca probar la otra parte, ponte a cuatro patas, para que te pueda abrir el ojete. –En la realidad con Julia, me coloque delante de ella a cuatro patas, ella se incorporó y se puso también de rodillas detrás de mí, siempre con el cacharro dentro de ella-. En el sueño, Mercedes empezó a lamerme el ojete y los huevos. ¡Aaahhh! –Exclamé cuando Julia empezó a hacérmelo-. Siguió así un buen rato y después me cogió el nabo y empezó a ordeñarlo, poniéndolo hacia abajo. –Había decidido jugármela, me doliese lo que me doliese la polla-. Después, una vez empezó el ojete a abrirse, Mercedes me introdujo, primero un dedo, después dos y finalmente tres. –Julia seguía las instrucciones al pié de la letra y yo estaba muerto de gusto-. Tras esas maniobras, Mercedes cogía el bote de lubricante y untaba la parte del aparato que le quedaba fuera del chocho, mientras decía: mira que polla tengo y va a ser toda para tu culito; puedo sentirla como si fuera mía, cuando la muevo noto como se mueve en mi chochito, dándome mucho placer.
- ¡Es verdad, es verdad! –Exclamó Julia-. ¡Joder con la niña que bien se lo pasa, verás si a mi edad voy a tener que aprender de ella!
Julia se había desentendido de mi culo y de mi polla y se dedicaba a embadurnar el aparato moviéndolo como si le estuviera haciendo una paja. Con cada meneo al aparato suspiraba y gemía. Me volví para mirarla, tenía los ojos cerrados y no paraba de mover y sobar el cacharro, que seguía vibrando en su interior. Se fue poniendo roja y tensa hasta que explotó.
- ¡Otro, otro, me viene otro!
Y vaya si le vino, se corrió sin parar de sobar el cacharro cada vez más fuerte, hasta que se dejo caer y paró la vibración del consolador, pero sin sacárselo del chocho. Pensé que ahí había quedado la cosa tras el desfallecimiento de Julia, pero una vez más volví a equivocarme.
- Cuéntame más del sueño. –Me dijo abriendo los ojos-.
- ¿Estás segura?
- Hoy voy a llegar a tres, como cuando joven.
- Es que ya llevas dos de esta mañana y tienes el chocho en carne viva.
- No te preocupes por mi chocho, preocúpate por tu polla. Sigue con el sueño de Mercedes.
Volví a colocarme a cuatro patas con el culo hacia ella.
- Mercedes me dijo en el sueño: creo que ya tienes el ojete preparado, ¿hacemos la segunda parte de la prueba funcional? Según ella le respondí que claro, que debíamos seguir hasta haber comprobado la eficacia total del aparato. Según su descripción ella se puso de rodillas detrás de mí, colocando el aparato a la entrada de mi culo, no sin antes habérmelo lubricado abundantemente. –Julia volvía a seguir las instrucciones y me untó abundantemente el culo-. Cuando ella ya estaba preparada, me dijo, te vas a enterar de la prueba del aparato y me lo introdujo hasta el fondo. Aaaggg –exclamé yo al notar como Julia me lo había metido también hasta el fondo-. Según ella me contó, la conexión entre mi culo y su chocho era perfecta, ahora sólo faltaba probar la vibración sobre los dos extremos del aparato. La encendió y fue incrementándola poco a poco, hasta llegar al máximo. Una vez acoplados y vibrando, Mercedes propuso seguir ordeñándome el nabo, según me contó ella yo le dije que adelante. Ella tiraba con fuerza de mi nabo hacia abajo y me sobaba los huevos, hasta que, también según ella, le dije que no podía más y que me iba a correr a lo que ella me respondió que esperase un minuto, que ella se iba a correr también otra vez.
- Carlos, mi hija y tú sois unos guarros de mucho cuidado. Espera un poquito que me corro otra vez. –Aflojó los tirones a mi polla y al momento me dijo:- Ahora, ahora, córrete cuando quieras, que yo me estoy corriendo otra vez.
Julia y yo nos corrimos. Ella se dejó caer hacia atrás y se desenganchó. Yo me dejé caer de lado y quedamos así, al menos por una hora. Cuando empezamos a movernos, le conté el final del sueño de Mercedes:
- Mercedes me contó que una vez hubimos probado todas las funciones del aparato, se vistió y se fue pensando que lo que le pagaban en dinero era una mierda, pero que el salario en especie era estupendo.
- ¡Joder con Mercedes, yo ya sabía que me había salido caliente, pero tanto no! Y tú vaya si le has sacado partido a la historia. Ahora entiendo porque no la largas de tu casa, debéis montaros unas fiestas de cuidado.
- Ya te dije que follar con ella era entretenido e incluso divertido.
Eran ya las nueve de la noche, decidimos tomar algo en la casa e irnos a dormir. Al poco de acostarnos llegó Ángela, entró en el dormitorio venía exultante.
- ¡Qué follada les he metido a los dos! –Exclamó mientras empezaba a desnudarse-. Al principio estaban tímidos, pero luego me acordé de la foto doble de la revista guarra que describiste esta mañana, la imité y ya se soltaron. Yo me he corrido cuatro veces y ellos dos cada uno. Los he dejado derrengados en la habitación del hotel.
Como no le echábamos mucha cuenta, terminó acostándose también esa noche del lado de Julia. Al meterse en la cama se topó con el aparato que tan buena tarde nos había hecho pasar.
- ¡Pero mira que sois guarros! –Exclamó observándolo-. No os basta con follar.
- Si yo te contara. –Le contesto Julia, dándose la vuelta hacia mí y cerrando los ojos para dormirse-.
Yo me quedé sopa de inmediato, pero un rato después me desperté con el zumbido del vibrador. La luz estaba apagada, pero con la luz de la luna pude ver cómo Ángela se había metido el lado grande en el coño y estaba dale que pego. ¿Es que esta mujer no se cansa? Pensé, al volver a dormirme.
Me desperté temprano, Julia y Ángela seguían durmiendo, lo que no me extrañó después del día de ayer que habían tenido. Me levanté e hice café. Después de una hora sólo en el salón, hice más café y se lo llevé a la cama.
- Buenos días –les dije desde la puerta-.
- Hola guapo –me contestó Julia-. ¿Y los donuts?
- Pónmela tiesa y verás cómo se comen los donuts por la mañana.
Julia se incorporó y empezó a sobarme la polla hasta que tuve una buena erección. Fui a la cocina, cogí la caja de donuts, me puse tres en el nabo y me llevé el resto en la caja al dormitorio. Cuando aparecí así en el dormitorio les entró a las dos la risa floja.
- Ahora venid aquí a tomar el desayuno. –Les dije de pié al lado de la cama-.
Saltaron de la cama, se pusieron en cuclillas y empezaron a comerse los donuts. Cuando dieron cuenta de todos les pregunté:
- ¿Queréis más?
- No, ahora el palo que es lo mejor.
Contestaron a dúo y empezaron a comerme la polla cada una por un lado. Me encantó verlas a las dos. De vez en cuando me inclinaba para sobarles las tetas. Ellas se tocaban el chochito y se turnaban para comerme la polla y chuparme los huevos. No pude aguantar mucho más y me corrí sobre sus tetas, ellas se corrieron al minuto casi a la misma vez.
Lamentaba mucho dejarlas, pero no tenía más remedio. ¡Joder que buen puente había pasado! Me despedí con un beso a cada una y me volví a mi apartamento.
Cuando entré en el apartamento, sobre la mesa del salón estaba un juego de llaves con una nota. Era de Mercedes:
“Hola Carlos. Me he reconciliado con mi padre y vuelvo a su casa. Muchas gracias por todo y espero poder seguir contándome mis sueños de vez en cuando. Muchos besos donde tú quieras.”
Me dio un poco de pena, pero me alegré más. No tendría que ponerla de patitas en la calle, se había ido ella sola.
Cuando estaba picando algo a mediodía, me entró un mensaje multimedia al teléfono, entonces era lo más moderno que había. Era de Julia, tardó en abrirse. Era una foto, la amplié y me quedé pálido. ¡En la foto estaban Julia, Ángela y Antonia, desnudas y abrazadas en la playa! Me eché hacia atrás en el sofá y pensé que estaba perdido. Leí entonces el mensaje de texto:
“Nos hemos encontrado por casualidad con Antonia en la playa. No temas, ninguna de nosotras somos mi hija Mercedes. He aprovechado para decirle a Antonia que eres un caballero, por lo bien que me habías tratado durante mi visita a Mercedes, lo cual es verdad. Muchos bocaditos en los donuts”
La foto me recordó que había llegado el momento de asaltar el castillo de Antonia. Sabía que la tarea no iba ser fácil, ella quería su libertad y yo quería seguir haciendo el pendón durante un tiempo, pero todo eso os lo contaré en otros relatos, que ya bastante largo me ha salido este.