Una amiga particular
Mafer, una amiga que no veía desde la universidad, se cruzó por casualidad para quedarse en mi vida y provocando una tempestad en mí.
Las letras tienen un gran poder, separadas puede que no signifiquen nada, pero cuando las juntas, creas palabras; palabras que significan algo. Fueron precisamente sus palabras las que lograron penetrar en mi mente ahogando mi raciocinio. Es allí donde almaceno mis fórmulas para crear nuevos métodos de encontrarme a mí mismo. Nunca en mi vida me imaginaría que sería ella quién rediccionaría mi ser para convertirlo en catarsis. Fueron sus manos las que lograron bajar mi guardia. Fue su tono de voz la que logró perpetrar un asalto a mi atención para concentrarme en ella, y fueron precisamente sus palabras las que se quedaron en mí para siempre.
Sentado con la mirada perdida en una cafetería que me gustaba frecuentar. Mafer me despertó de mi trance con una sonrisa sorpresiva y unos ojos marrones clavados en mí. Las casualidades a veces juegan papeles importantes en las relaciones interpersonales, me alegraba que yo formaba parte de esa casualidad. Sin apuro levanto mi cuerpo de la silla, pero ella se abalanza a mí con la furia de su juventud. Al besar su mejilla, mis labios tocaron su piel suave y delicada. Ella me abrazó con fuerza y pude sentir su cuerpo ligado al mío, su cabeza se depositó en mi pecho y su hermosa cabellera cubrió mi rostro. Un olor a Jazmín y limón saturó mi sentido olfativo. Y por un momento, lo sentí como el sitio en donde quería permanecer por la eternidad.
Segundos bastaron para viajar hasta otra galaxia y volver a la realidad; la realidad de su persona influyendo en la mía. Me volví hacia mí, y la aprecié de nuevo. Me volvió abrazar diciendo que me extrañaba, desde hace años que no nos veíamos; desde la universidad precisamente.
La invité a sentarse conmigo, pero no aceptó, estaba un poco apurada, sólo pasó por ahí al notar de mi presencia. Y así como de casual fue su saludo, así fue su partida. La vi irse desde mi asiento, una hermosa blusa negra con flores blancas y tirantes, una falda de cuadros un poco más arriba de sus rodillas. La piel de sus piernas cubiertas por mallas que se perdían debajo de ella, y unos botines negros completaban un estilo muy loli que hervían mi rostro.
Mi cuerpo estaba inmóvil, aún luchaba con mi mente para preservar el suave aroma de su cabello. Podía incluso sentir en mi mejilla la pasión y tranquilidad de sus labios finos color carmesí, y su rostro moreno y delicado. Tomé otro sorbo de mi café mientras que mi cuerpo se calentaba un poco más. Ella tenía un aroma incluso más embriagante que mi café.
Pasaron las semanas e ignoraba su mera existencia, y así sería de no ser por esas casualidades inherentes que atentan contra tus planes y toman el control de ellos. La empresa donde trabajaba, necesitaba alguien responsable y trabajador. De pronto como un flash, vino una idea a mi mente, pero no era yo, sino el mismo subconsciente hablando. Ese mismo día le escribí a Mafer, el hecho de tenerla como colega me resultaba bastante interesante. Necesitaba una cara conocida en mi ambiente. Fue duro, pero puse toda mi fe en ella, prometí muchas cosas y su desempeño caía por mi cuenta. De ella dependía mi trabajo, pero la conocía, sabía que nunca me iba a fallar, y nunca lo hizo.
Sus piernas quizá fue el causante de la primera y muy buen impresión que dio al llegar a la oficina, una franela color marrón y un suéter del mismo color, hicieron resaltar su cabello. En ése preciso momento ella era el sol para todos aquellos que vivíamos en la oscuridad de aquella oficina. Ojos delineados, blue jeans claros y zapatillas sencillas color blanco. Toda ella era un arte, pero no abstracto.
Estuvo todo ese día aprueba, hasta que en la noche me llegó la noticia que la habían aceptado. Fuimos a un bar a celebrar, estuvimos sentados hablando y reviviendo viejas aventuras con profesores. Ella de cierta manera era muy tímida y sumisa conmigo, su voz suave siempre me resultaba acogedor cada vez que respondía las estupideces que se me ocurría acompañado de una hermosa sonrisa. Me resultaba tan embriagante su voz como la cerveza que estaba tomando. Era una completa maga; mágica como la que describió Cortázar en Rayuela.
Amaba la forma como se expresaba, transparente y sin prejuicios, muchas veces dejé llevarme por mis pensamientos mientras veía sus labios moverse. Se clavaban en mí y cada cierto tiempo se los mordía. Cada mordisco era un pulso de adrenalina en mi cuerpo.
Casi llegada la media noche decidimos irnos, no quería manejar ebrio, y sabía que era hora de retirarse, por otra parte Mafer se notaba muy alegre. Su cuerpo estaba caliente como un pan recién horneado y con una mirada furtiva y de fiera.
De camino a casa, estuvimos hablamos más abiertamente, las luces de la noche se tornaban neón y lo amarillo de ellas dejaban rastros de historias. ¿Cuántas de esas luces no presenciaron muchos acontecimientos?, eso no lo sabía, lo que sí sabía era que iba a ser testigo de la nuestra.
- Nunca lo he hecho en un carro.-dice ella mirando por la ventana.-me gustaría cumplir ésa fantasía.
Se voltea y me queda mirando para ver mi reacción, luego se ríe y sigue mirando al camino.
Estuvimos todo el viaje hablando de fantasías.
-¿Cuál es tu mayor fantasía?- pregunta ella.
Mis manos tomaron aún más fuerte el volante, no sabía sí decir algo o no. Suspendí mi respiración y mi corazón latía tan fuerte que se podría escuchar, incluso más potente que la música; latía al ritmo de la lujuria y el deseo.
Mi boca se humedeció y mis manos seguían sujetando al volante para que no temblar. Ayudado con deseos escondidos en lo más recóndito de mí, salieron aquellas palabras que no hubiera dicho si no estuviera bajo el efecto embriagador, pero no era el alcohol, ni las ganas, ni la adrenalina, fueron su hormonas; su olor, la suavidad de sus palabras las que me hicieron contestar. Estaba en su juego, me estaba controlando.
-Tengo muchas.-dije.-pero lo que siempre he querido es poder ver tu pussy.
Sus ojos se abrieron con sorpresa y con cada segundo que pasaban se iban cerrando mostrando complicidad. Pasó su lengua por su labio inferior mientras me miraba.
Una sonrisa dibujó su rostro, puso sus dos manos en mi pierna derecha para afincarse, llevó su boca a mí oído.
-¿La quieres ver?-preguntó mientras su lengua sintió la textura de mi mejilla.
Mordió el lóbulo de mi oreja. Un deseo de escalofríos se apoderó de mi cuerpo. Escuchar su respiración y su voz suave y llena de inocencia causó en mí el placer de poseerla en aquél momento, pero no iba cederle el control.
-Depende…- proseguí sin quitar la vista del camino, aún iba manejado, pero había bajado la velocidad. -¿Está húmeda?
-¿Quieres averiguar?- replicó ella enseguida.
El simple hecho de escuchar esa pregunta causó en mí sentimientos encontrados, un morbo enorme que había reprimido desde hacía tiempo. Mafer tenía una apariencia de ángel, pero su mente y sus deseos eran Mefistófeles.
Volvió a su asiento y desabrochó sus Jeans, bajó la cremallera y pude notar una tanga color blanca con encajes sobresaliendo. Levantó un poco su pelvis y con sus manos bajó sus jeans hasta la mitad de sus muslos dejando ver su ropa interior completa.
Sus muslos, dios mío, en ellos había la representación gráfica de perfección. Eran delgados, y su color canela brillaba cada vez que las luces la cubrían.
La simplicidad es un arte, se dice que mientras más simple sean los detalles, más delicado y profesional es el acabado, pues, sus piernas eran tan delicadas y perfectas que en toda mi vida no había querido estar tanto entre dos como las de ella; preciosas y apetecibles, quería postrar mis dientes en sus muslos para morderlos y dejar marca como un caníbal, sólo que no iba a comerme su carne, yo sólo quería devorar sus ganas para que se mezclaran con las mías y crearan algo nuevo; vida.
El color rojo de un semáforo hizo que me detuviera. Mafer me tomó la mano derecha y la llevó a su entrepierna.
Al bajar con ayuda de sus manos, mis dedos sintieron el calor, la suavidad y humedad de su pussy. Mis dedos se resbalaban de tal forma que la sola idea de fricción estaba totalmente descartada. Mafer estaba mojada a tal punto que su ropa interior estaba completamente empapada.
Echó su cabeza hacia atrás con sus ojos cerrados y soltó una exhalación magistral. Todo el carro estaba impregnado con su olor a sexo; fuerte y penetrante. Mis dedos jugaban con su clítoris y sus manos apretaban con fuerza mi brazo mientras se escapaban pequeños trozos ahogados de gemidos. -Oh, Daddy.-dijo ella.
Lentamente retiró mi mano de su entre pierna y se la llevó a su rostro, y con decisión, y deseo, introdujo mis dedos en su boca para probar su sabor mientras sus manos tomaban con fuerza la mía. –Soy una gatita.- Sus ojos me miraban, no como la amiga que conocía, sino como una mujer que desea y quiere algo lujurioso, una experiencia placentera. La ternura con la cual chupaba y lamía los dedos de mi mano me resultaba excitante, como una niña dispuesta a acabar con su paleta de caramelo, así estaba Mafer, sólo que el sabor del caramelos no era más que sus flujos.
La escena fue interrumpida por el color verde del semáforo, ella postró mi mano en la palanca y yo puse la velocidad.
Con la sensualidad más deseada y envidiable, se despoja de sus zapatos y jeans, luego se quita el suéter y se queda con su franela y su ropa interior.
De rodillas en el sillón del copiloto, mueve su cabello de manera que cubre la mitad de su rostro. Lleva su pulgar derecho a su boca y lo muerde con sus dientes. Una risa de complejidad e infantil rompe el silencio mientras que hace un puchero con su rostro, lo que provoca en mí una sensación de intensidad tan grande que no sabía si podría incluso seguir manejando.
Mafer lleva su rostro a la palanca donde tengo mi mano y con delicadeza y suavidad empieza a besarla. Sus besos no eran más que pequeños estímulos que alentaba a mi descontrol, la suavidad de sus labios juntos al calor de su aliento hervían mi sangre. Sacó su lengua, y con prioridad lamió mi mano mientras sus ojos se postraban en mí y su sonrisa maléfica y lujuriosa apuñalaba mi cordura; había dejado de ser un ángel, ahora era una Leviatán. Y lo curioso de todo, es que quería que me consumiera.
Quité mi mano del volante, recogí su cabello, mis dedos se unieron entre él hasta llegar a su nunca. Ella sabía lo que yo quería, y con una sonrisa pícara dice:
-¿He sido una buena chica?-su rostro dibuja un rostro de nenita caprichosa.
Empujé su rostro hacía abajo y empezó a lamer la palanca hasta que se la introdujo en su boca.
Subí de nuevo su rostro, estaba ruborizada y respiraba un poco acelerada.
-Aún no he visto tu pussy.- le dije con complicidad.
Solté su cabellera y ella volvió a su asiento. Otras luces rojas adornaron nuestros cuerpos; ahora tenía tiempo.
De rodillas a mí, dándome la espalda, me dejó a la vista sus nalgas morenas y redondas. Su espalda arqueada y sus nalgas estaban puestas para mí, para ser devorados por mí.
Así que con toda delicadeza, bajé su tanga de encajes tan pequeñas como si fuera un hilo. Y fue allí, alumbrado por el rojo del semáforo y las luces amarillas que tantas historias han presenciado, cuando vi por primera vez la pussy de Mafer.
Un pequeño hilo de flujo aún estaba pegado a la tanga, mientras que con mi lengua pude cortarlo.
Las palabras se quedan cortas cuando se trata de describir las similitudes de aquella preciosura, no era más que gracia y perspicacia la que deslumbraba ante mis ojos. Los tonos oscuros de la noche en combinación con la iluminación artificial hicieron de aquella vista, una sublime belleza.
Con mi pulgar, toqué un poco su pussy y éste se empapó completamente. Estaba completamente preparada, sus labios mayores estaban un poco abiertos y sus menores pronunciados. Querían que los probara, me hablan de alguna forma, me decían que su sabor era indescriptible y sólo debía simplemente sucumbir a ellos. Y así lo hice.
Acerqué mi rostro más a su pussy, con mi brazo izquierdo rodeé su espalda y con el derecho apreté sus muslos con fuerza. Y como un salvaje, hambriento por ayunar periodos prolongados postre mi lengua sobre sus muslos y lamí los pequeños flujos que caían de él. Entre mordisco y lamidas llegué hasta su pussy, pero antes de deleitarme de aquel manjar que sólo una diosa como ella podría ofrecerme, la luz verde inundó, lamentablemente, el lugar y varios carros atrás empezaron a sonar sus bocinas.
Me reincorporé y puse en marcha el carro.
Mafer se volteó para sentarse, terminó de quitarse su ropa interior. Minutos después habíamos llegado a su apartamento. Fuimos al estacionamiento, ella se bajó completamente desnuda de la cintura para abajo, tomó sus jeans y allí mismo se los empezó a poner muy rápido. Se acercó a mí, y con la tanga que aún tenía en su mano y que estaba muy húmeda, la colocó en mi rostro y se bajó del carro.
-Gracias por tráeme, Daddy.-dijo mientras caminó hacia el edificio donde vivía, pude verla desde el parabrisas del carro, y antes de desaparecer, se volteó y me guiño un ojo.
Semanas y meses pasaron luego de aquella noche, no la volvimos a repetir, al menos no de esa forma. Nuestra complicidad era tal que ni siquiera entre nosotros la comentamos. Todas las noches yo la llevaba a su casa y hablábamos de temas del trabajo, de su vida, de sus familiares, de sus proyectos, pero nunca tocamos el tema de lo que sucedió aquella noche. Ella seguía siendo el hermoso rayo de sol en mi vida, hablaba de sus más grandes fantasías sexuales y yo de las mías.
Es evidente que la casualidad es una diosa impresionante que trasciende nuestro raciocinio y capaz de comprender que algo tan simple como eso puede lograr a evolucionar de tal manera que produce fuego en nosotros. Y era ella la que iba a ser causante del fuego entre Mafer y yo.
Cada noche que pasaba con ella, establecía una conexión bastante fuerte, mis pensamientos le dieron un lugar a los suyos y mis recuerdos compartían una simpatía cada vez que me hablaba de los suyos a tal punto que muchas cosas me recordaban a ella, la simple melodía o frase era acompañada de un "esto es Mafer " y es así como aquella pequeña mujer delegada de muslos hermosos se convirtió en la diosa que iba a impregnar su aroma en cada espacio-tiempo de mi mera existencia.
El tiempo de vacaciones había llegado, así que me disponía ir a la playa y escuchar el sonido de las olas chocar con la tierra. Unos tíos tenían una casa cerca de la playa, bastante agradable y de dos plantas con una terraza con vista al mar. Me gusta ir a ese lugar y escribir, dejar que mis pensamientos se convirtieran en letras y esas letras en palabras.
-¿Qué harás éstas vacaciones?-me pregunta Mafer de camino a su casa.
Su voz era la tranquila, seria y madura. La similitud de su mandíbula con la de frejya me llenaba de intriga. No sabía ella que, su rostro era el perfil de una misma diosa hecha mujer para mostrarle al mundo lo que significa perfección.
Mientras le cuento mi plan, ella permanece callada mirando al frente, de pronto se dispersa y se sumerge en un mar de pensamientos.
-¿Por qué?- le pregunto sacándola de su trance.
Mafer me mira y sonríe.
-¿Hay puesto para uno más?-me pregunta.
Yo estuve perdido en su rostro por segundos, la sólida capacidad de hacerme sentir así causaba en mí impaciencia, pero a la vez un deseo de abrazarla y tenerla en mi pecho para siempre.
Mi mente empezó a maquinar, mis labios entumecidos no lograban decir nada, la miré por un momento, y pensamientos de lujuria y morbosidades pasaron por mi cabeza. Si de verdad quería que fuera mía, y sólo mía, éste era mi oportunidad.
-Naturalmente.-dije al fin.- siempre hay un espacio si se trata de ti.
-No necesitas decir ninguna labia-respondió ella mientras cambiaba la música.
-Hay un problema.-repliqué yo.
Ella me quedó mirando esperando que prosiguiera.
-Mis tíos sólo tienen acondicionado una habitación solamente.
Ella me mira con complicidad, suelta un suspiro y se acomoda el cabello.
-Puedes llevar un chinchorro y dormir afuera.- responde mientras se ríe con fuerza.-No te preocupes, ahí vemos cómo nos arreglamos.-prosiguió con una voz de suspenso.
Los días pasaron y llegó el momento de viajar, iba a pasar las vacaciones, por primera vez desde hacía 4 años, acompaño; ¡qué maravilla de compañía!
El plan era pasar un fin de semana completo en la playa, nos iríamos el jueves en la mañana en mi carro, llegaríamos en la noche, y regresaríamos el lunes en la mañana.
Si éste iba a ser mi importunidad para probar ese delicioso néctar que sólo una diosa como ella podría ofrecer, debía planear bien todo. No sólo quería estar con ella, quería que nuestros cuerpos llegarán a un estado tal que sólo nuestros pensamientos hablarán entre sí.
Fui a una tienda de sexshop y compré un plug anal, cuerdas y un consolador, también fui a una tienda y compré un vestido color carmesí, medias y lencerías. Quería que se viera exactamente como me la imaginé siempre. Compré medias de mallas, una falda de cuero con un corte en la pierna y un top blanco con letras color rosa que decían "Daddy’s baby ", lubricante y un shoke color negro.
-te daré un regalo.-le dije cuando estaba montando sus maletas en el carro.- pero cuando lleguemos allá.
Mafer estaba emocionada que lanzó encima de mí y me abrazó.
El camino fue largo y bastante estresante, sin embargo pudimos entretenernos.
Al llegar al lugar, bajamos todo el equipaje, me preguntó dónde estaba el baño y se fue a duchar.
Fui a la cocina y preparé algo de cenar, unos huevos con tocino que habíamos comprado en el camino. Pan tostado con mantequilla de maní untada en él. Tomé una bandeja y fui al cuarto para sorprenderla.
Cuando entré a la habitación, Mafer yacía en la cama, con la toalla puesta aún y una segunda cubriendo su cabello. Estaba muy cansada y agotada. Ni siquiera tuvo la oportunidad de ponerse cómoda.
Yo sonreí, aquella escena me llenó de ternura, incluso dormida parecía un monumento espectacular, la tranquilidad de su rostro, la inocencia de la escena, todo me resultaba placentero y divertido. Me gustaba ésta chica, incluso cuando dormía. Le quité las toallas, y pude ver su cuerpo con la piel aún húmeda por el agua, estaba fría y refrescante. Tomé la almohada, la acomodé y luego arropé, con la misma ternura que ella dormía, su cuerpo.
Bajé a la sala, cené y muy tarde aquella noche volví a subir. Ella aún permanecía en la cama, pero ahora estaba más cómoda. Me duché y luego dormí a su lado abrazándola.
Al día siguiente despierto con mucha pereza, mi cuerpo aún se sentía cansado por el viaje. Miro a mi lado y ya Mafer se había despertado. Bajé a la sala y no la encontré, así que pude notar desde las ventanas de la misma, la figura de ella a la orilla de la playa. Estaba sentada en una piedra, dejando que sus pies fueran humedecidas por el mar que golpeaba con cada ola.
Como una sirena, sentada en aquella piedra mirando el horizonte, esa fue la vista que me cautivó con una fuerza tan descomunal que incluso dolió en mi pecho. Ella miró hacia atrás, notó mi presencia y me saludó. Bajó de la piedra y camino por la suave arena de la playa dejando pequeños granos en sus pues.
-hice desayuno.-dice ella.-cereal con leche. Mi mayor creación. ¡Bom appéti!
En la mesa, mientras desayunaba, me miró con curiosidad y luego me fulminó con una mirada de reclamo.
-entonces… -dijo al fin.- ¿Cuál es ese regalo?
Impaciente como siempre, me causó un poco de risa mientras seguía comiendo mi cereal. Señalé la maleta donde estaban los regalos y ella fue a buscarla.
Con suspenso, abrió la maleta y su cara de impaciente cambió a la de una sorpresa.
-¿Qué diablos es esto?- responde con carcajadas.
-Tu regalo, o más bien, tus regalos.- le dije.
Ella sacó cada uno de los objetos de la maleta, cada que sacaba uno su cara cambiaba, estaba asombrada y de cierta manera, interesada.
-Hoy usarás el vestido y la lencería.-sentencie.- Mañana usarás el top y la falda.
Sus ojos se postraron sobre mí, quizá por la sorpresa del momento, miraba cada uno de los objetos y seguía inspeccionando cada uno; curiosa y cada vez que tenía una duda, lo preguntaba:
-¿Esto qué es?-sabiendo la respuesta.
-Es un plug anal.-respondí mientras seguía comiendo cereal.-Te lo introduciré allí.-señalé sus nalgas.
Ciertamente nunca habíamos acordado nada, nunca planeamos absolutamente nada, y tal vez fue precisamente la sorpresa y su curiosidad que la llevó a una aceptación de la situación. Se sentó en la mesa al lado mío, me miró con malicia y picardía y dijo:
-Definitivamente será un fin de semana interesante.
Planeamos ir al pueblo, había un bar, karaoke y mucho alcohol. Pasamos toda la tarde en aquél sitio.
Ella llevaba un pequeño pantalón muy holgado con una tela de lino muy delgado que le llegaba a los tobillos. También sandalias color marrón, junto a ellos una camisa del mismo modelo que el pantalón con una pequeña abertura entre su pecho con tiras de tela que la apretaban, su cabello recogido con unas trenzas en costado de su cabello.
Vi muchas flores en el camino, así que compre varias y a medida que íbamos hablando y conversando, fui haciéndole una corona.
Algo que me gustaba de su outfit era que dejaba ver sus clavículas, esas hermosas clavículas pronunciadas como curvas que te llevan a la locura, eran rasgos de un deseo que alimentaba aún más mis ganas de que sea mía. Y era allí el momento cuando sus caricias, sus guiños, sus juegos y sus comentarios aumentaban más la libido entre nosotros.
Le puse una corona de flores; girasoles y rosas adornaban su cabello, podía ver el ángel que ésa noche sería una demonia.
Mientras bailábamos, nuestros cuerpos rozaban, nuestras caricias era el lenguaje y nuestras respiraciones las condiciones. Poco después de esa preliminar, esa famosa danza que alimenta el calor de los cuerpos para que exploten sin control alguno.
Decidimos regresar a la casa.
Al llegar, me duché primero, y luego me senté en la terraza a perder mis pensamientos en la oscuridad del mundo. Como sonidos que dan lugar al comienzo de una jornada larga llena de locura, mi corazón empezó a latir, mis manos, que sostenían la baranda, sudaron.
-Entra.-dice una voz calmada, seria y llena de nervios.
Al entrar pude notar la criatura más hermosa de todas, una ninfa que el mismo Hades hubiera sucumbido antes ella como lo hizo con Perséfone. Un ángel que desprendía fuego y poder con su imagen. Tenía puesto el vestido, llevaba un corte a un costado de la pierna, el vestido le llegaba hasta la mitad de sus muslos, tenía dos tiras de la misma tela que se colgaba de sus hombros, su sonrisa era encantadora, sus labios combinaban con el vestido, sus ojos delineados y con tacones de 5 cm. Era ella la reencarnación del deseo hecho persona.
Me acerqué con delicadeza, y con mi mano derecha, le di una vuelta para apreciar a la criatura que tenía al frente. Una mujer imponente. Saqué mi celular, coloqué una música muy suave y empezamos a bailar mientras nuestras miradas se enlazaron. Lo hacía con dulzura y calidez, mientras que yo la mirada encantado.
-Eres todo lo que está bien en este mundo.- dije yo.
Hundió su rostro en mi pecho y siguió bailando. Por un momento sentía que la protegía, sentía la desnudez de su alma y yo era dueño de ella. No necesitaba más nada, éramos los dos hecho uno.
Me miró con sus hermosos ojos que penetraban en mí y con la mayor tranquilidad y la delicadeza del mundo sus labios tocaron los míos por primera vez, sus manos subieron a mi nuca mientras las mías bajaron en su nalgas para apretarlas hacia mí. Bajé mis labios hasta su oído y pasé mi lengua mientras que su respiración se escuchaba recitar las caricias encontradas.
Mi lengua penetró aún más sus defensas cuando llegó a su cuello y mis labios besaban y chupaban con tanta sensualidad que sus gemidos se empezaron a escuchar más temprano que tarde. Recorrí con mi lengua hasta el costado de su otro cuello y bajé hasta el comienzo de sus clavículas. Mis dientes jugaban con ellas, y mi aliento transmitía el calor que ella me hacía sentir. Bajé aún más con mi lengua, con mi mano derecha tomé su pelo y con la izquierda su rostro de diosa.
Sin fuerza alguna, como si entendiera todo, echa su cabeza hacía atrás dejado totalmente su cuello al descubierto, y con mi lengua trazo el camino de su pecho hasta la punta de su mentón, pasado por todo su cuello.
Ella ya era mía, pero apenas si bien empezaba todo. Con sus ojos cerrados, la música de fondo y su cabeza aún hacia atrás, corrí con mis manos la tira de sus hombros dejando caer completamente su vestido.
Si se pudiera describir tal nobleza y perfección de lo que vi esa noche en su cuerpo, sólo sería algo escaso.
La lencería de color negra, no tenía sostén, sino tiras puestas de forma que hacían que sus senos estuvieran al descubierto. Esos senos hermosos con pezones marrones, duros y encantadores. Me encantaba el tamaño de ellos, lograba provocar en mí la certeza de la perfección comprendida en ella.
Las tiras llegaban a su tanga color negra de encajes muy delicados en el centro de su pelvis y seda a los lados formado un triángulo que se perdía en lo prohibido de sus nalgas. Y allí era donde quería perderme yo.
La voltee y de espaldas a ella empecé a morder sus hombros mientras ella movía sus caderas rozándose en mí. Mi mano derecha llegó hasta su cuello, tomó su mandíbula con delicadeza y clavé mis labios en ellos. Luego mi mano izquierda llegó hasta sus labios y los introduje en su boca para humedecerlos. Los llevé hasta sus pezones y como dos perlas preciosas empecé a darles el placer y la atención que se merecían.
Mi mano derecha navegó por las aguas, que meses atrás había hecho, hasta tocar puerto. Mis dedos llegaron hasta su pelvis y pudieron sentir aquella húmeda de hacía tiempo, aquella suavidad de sentir la textura de su pussy mezclada con la de sus flujos.
Era vida aquella sensación.
Entre respiraciones y jadeos, mis dedos seguían en las rotundas mareas de flujos que amenazaban con seguir saliendo. Seguí mordiendo sus hombros mientras mis dedos jugueteaban con su pussy y sus pezones.
Su cuerpo se tensó y la respiraciones acelerada que sentía chocar contra mi pecho se habían detenidos, sabía lo que venía después. Detuve mis manos y mis mordiscos, pero fue demasiado tarde. Allí, parada al frente de mí dándome la espalda, Mafer ahogó un grito suave y dulce mientras sus piernas temblaban. Se volteó hacía a mí y me empezó a quitar la camisa, sus labios aterrizaron en mi pecho y sus mordiscos dejaban tatuajes en él mientras que mis manos tomaban sus nalgas y las apretaban hacia arriba.
Con fuerza, la levanté hasta mi cintura mientras sus piernas enrollaban mi cuerpo. Apegada mí, besó mis labios con locura mientras mis manos la seguían cargado y mis labios querían aún más.
Me senté junto con ella en la cama, y como una centella me empujó dejándome caer. Mientras sus labios recorrían mi cuerpo, y su lengua dejaba cenizas del fuego cada vez que me quemaba con su aliento, bajó hasta mi cintura y con fuerza, desnudó mi cuerpo.
Mis manos se hallaban en cada lado extendidos mientras que con su lengua llegó hasta mis pelvis y jugó con el grosos de mi miembro.
El cuarto estaba encendido, nuestros cuerpo quemaban, el pudor ya no era protagonista de lo que pasaría. Con su lengua, lamió la punta de mi miembro y éste reaccionó. Luego bajó hasta mis bolas y las introdujo en su boca.
Subió poco a poco pasando su lengua por todo el miembro hasta introducirse la punta en su boca.
La sensación de calor y humedad era precisa, y excitante, su aliento, sus labios y lengua me daban un placer indudable, no fue hasta ver su rostro, sus ojos estaban clavados en mí, su rostro delicado y precioso, casi como un ángel mientras que su boca albergaba la longitud de mi miembro.
Me reincorporé y tomé con mis dos manos su nuca, y con fuerza llegué a penetrar hasta su garganta por segundos que parecieron años, luego con ojos rojos y mejillas ruborizadas dejando hilos de su saliva sonrío mientras recobraba el aliento.
Acerqué mi rostro a su boca y la besé con pasión y mucho deseo mientras se montaba encima de mí.
Un movimiento audaz de mi parte hizo que quedará boca abajo. No iba a quedar impune. No podría esperar más y probar esa venus que tanto había deseado, que tanto me había quitado el aliento.
Empecé con precisión y compromiso a bajar desde sus labios hasta su pecho, visitando sus senos por primera vez, entre mordiscos y chupones, los gemidos volvieron y las respiraciones se descontrolaron. Mientras sostenían su cintura tan delicada y pequeña, su cuerpo era calor puro.
Seguí bajando con mi lengua hasta su abdomen, mordía, chupaba y lamia con toda la libertad, ella era mía en ese momento y quería que ninguna parte de su cuerpo dejara de sentir placer.
Su pelvis depilada y esperado mi tan esperada boca, se movía con elocuencia y ternura. Tomé con mis manos cada muslo y los abrí como una hermosa flor. Allí, en primer plano podía ver cómo sus flujos brillaban y caían por sus muslos hasta la cama.
Pero ya no podía más, no podía prolongar más, no podía esperar probarla. Mi lengua descubrió el camino hacia el éxtasis cuando probó aquella tan hermosa pussy que había deseado, mi lengua fue directo a su entrada, y fue en aquél momento cuando por primera vez penetre a una diosa.
Mi lengua jugaba con su clítoris mientras mis manos seguían sosteniendo sus piernas. Pero quería llegar más, más profundo. Tomé sus caderas y las levanté de tal manera que su cuerpo quedó de forma diagonal y mi lengua pudo llegar aún más profundo.
Fueron segundos los que duró aquella posición sin que, sin previo aviso, su cuerpo se tensó de nuevo y ahogó sus gemidos en respiraciones. Nuestros cuerpos unidos, sudados al calor del ambiente y a la luz de la luna que iluminaba aquella escena eran poesía.
Su cuerpo brillaba de noche y lo plateado en ella no era más que un reflejo del diamante en sí.
Boca abajo, ahora, la tomé por el cabello mientras hundí su rostro en la cama. Sus hermosas nalgas postradas en mí, esperando que fueran mías. Aquella escena me hizo perder el sentido y el control de mí, ella me miró con una cara de excitación y complicidad, me hablaba, me decía algo, pero no la podía escuchar. Sus labios se movían una y otra vez, hasta que el sentido llegó a mí y pude escuchar su voz suave y tierna.
-Please, Daddy.
No se necesitaba contexto para saber lo que me estaba pidiendo, ni ser un erudito para comprender lo que ella quería. Con mi mano izquierda, tomé mi miembro y lo puse en su entrada. Y con toda la suavidad del mundo entre en su cuerpo y pude conocer el cielo.
Mi mano izquierda sostenía, su cintura delicada, muy fuerte. Mi otra mano su cabello, y con embestidas suaves me tomaba el tiempo para que su pussy se acostumbrara a mí. No fueron sino minutos cuando ya mis embestidas eran salvajes, sentía cada centímetro adentro de ella, pero no los suficientes. Fueron embestidas brutales, fueros los gemidos de ambos la única melodía en el lugar, y fueron mis deseos de querer verla disfrutar las que cumplían su propósito.
Tiempo después su pecho estaba unido al mío, ya no éramos dos personas, sino una compartiendo alma, deseos y pensamientos. Con mi brazo izquierdo sostuve sus dos brazos en una especie de llave, y con el derecho hundí de nuevo su cara. Fue allí cuando no era yo, sino un animal que quería sentir todo el placer que una diosa te pueda dar.
Giré su cuerpo y coloqué sus piernas en mis hombros. Fue allí donde descubrí la profundidad de su sexo que cubrió con totalidad mi miembro. El placer no era más que sentimientos encontrados con la certeza de que nadie nunca más podría sentir la magnitud de sus gemidos.
-I can sit in your dick, Daddy?, ¿puedo hacerlo?-dice ella entre jadeos.
La ayudo a moverse, me acuesto en la cama y ella se monta encima de mí. Con su saliva, humedece mi miembro y sin aviso o previa antesala, se sienta con firmeza mientras sus manos las pone en mi pecho como agarre.
La rapidez con la que se mueve no hace más que sentir aún más el placer que desea. Echa su cabeza hacia atrás mientras sus ojos se tornan blanco. Todo se convirtió en silencio, el único sonido eran nuestros cuerpos chocando uno al otro.
Fueron segundos los que duró aquél silencio cuando sus gemidos explotaron como el sonido de olas que chocaban a unos metros de nosotros, sin embargo, no solamente era ella que estaba preparada.
Agotada en mi regazo, estaba Mafer completamente sudada tratando de recobrar el aliento. Tomé con fuerza sus nalgas; ésta vez sería yo quien llevara el ritmo de nuevo.
-Espera.-dijo ella.
Pero mis manos no hicieron más que nalguearlas. Mientras que mi miembro estaba con una rapidez bestial, Mafer me veía con tal éxtasis que sonreía del placer causado. –Fuck your little baby, daddy.- Y entre nuevos gemidos y sollozos, exploté en placer adentro de ella llenándola completamente y arrancándole otro orgasmo.
Ella se quedó dormida en mi pecho, y fueron segundos los que duré apreciando su rostro antes que también hiciera lo mismo.
Continuará...